¡Hola! Este es un capítulo muy explicativo, sobre todo porque por fin vamos a ver que hace Hermione con su nuevo poder como jefa de la casa Black, y también vamos a ver un momento de algo "oscuro" o "distinto" en esta Hermione, porque ha pasado una guerra, y con la visión blanco/negro que a veces tenía en los libros, creo que este momento se contextualiza mejor, aunque debo advertir, es muy sutil, pero va a ser el comienzo de una transformación en Hermione. Y no solo en ella, pero no voy a decir nada aún ;)
…..
Las propiedades Black se podían describir en dos: Las horribles mansiones victorianas que olían a polvo, magia oscura y por algún motivo, sangre; y las casas de campo, que aún no por ello eran más pequeñas, pero al menos no daban la sensación de ir a escupir a alguien por su estatus.
En la tarde en la que salió de Gringotts con el papeleo, Hermione centró su búsqueda en encontrar una casa en la que pudiera sentirse cómoda o al menos no sentir como que la perseguían fantasmas que pululaban en cada esquina de Grimmauld. Al principio se encontró con grandes mansiones blancas, algunas con tanto parecido a la mansión Malfoy que casi no era capaz ni de entrar, pero por el aspecto de aquellas ya solo por fuera, se imaginaba lo destrozadas que estaban por dentro. Después de entrar en tres o cuatro que apenas se sostenían sobre si mismas, Hermione decidió irse a las que más se alejaban de Londres. Y lo encontrado no la decepcionó.
Casitas campestres (aunque todas contaban con al menos dos plantas y cinco habitaciones con sus baños, así que no estaba muy segura de si se podían llamar casitas) que la recordaban más a las películas de Jane Austen que adoraba de pequeña. La mayoría estaban rodeadas de otras propiedades, pero un par de ellas, las que más la llamaban, estaban rodeadas de campo. La que conquistó su corazón, era una que bordeaba un bosque algo espeso (y alguno diría siniestro), pero que parecía más acogedora que el resto. La casa, aunque por dentro estaba llena de polvo y alguna que otra plaga, no parecía en tan mal estado como algunas de las mansiones, y tras pensarlo un poco, y enamorarse de la biblioteca aún preservada de la segunda planta, decidió que esa iba a ser su casa.
Como sabía que no iba a ser capaz de volver a Grimmauld Place, decidió que esa misma noche se mudaría a la casa y escogió uno de los dormitorios (si era el más cercano a la biblioteca, era una coincidencia) cuya ventana daba al bosque y que tenía un cierto aire romántico, debajo de toda la mugre. Dejando su maleta en el suelo (y regañándose por ello una vez vio la cantidad de polvo que había levantado solo con ese movimiento) Hermione miró los papeles que seguían en su mano.
Aunque había tenido una tarde muy ocupada, entre visita y visita de casas había podido pensar en su dilema con los elfos domésticos, y había llegado a un compromiso consigo misma: no los despediría, a no ser que alguno deseara la libertad. Y si se quedaban, se les trataría con respeto, prohibiría los castigos y cobrarían algo de dinero, lo que ellos le permitieran darle. Le había costado librarse de sus ideas y de su investigación, pero después de mucho batallar, había decidido que hasta no tener más datos en su investigación, no podía dar por terminada su campaña de liberación de elfos.
Con cuidado de no manchar el resto de papeles, Hermione cogió los que detallaban los elfos que había asociados al nombre de Black, y encontrando que a parte de Kreacher, solo había 6 elfos que eran los responsables de un número de casas de los Black. El cabeza de ellos parecía ser una elfa llamada Tilly así que Hermione decidió que aunque los llamara a todos, tendría que hablar con ella primero.
-Tilly, ¿puedes venir?- Al principio no esperaba que la elfa la hiciera mucho caso, sobre todo teniendo en cuenta las ideas de los Black sobre su sangre, pero al cabo de unos segundos, una pequeña elfa con un cojín roído como ropa apareció ante ella. Tenía unos ojos azules enormes y aunque parecía sobrepasar por edad a Dobby, no parecía tan mayor como Kreacher.
Parecía extrañada con su presencia allí.
-¿Es usted la nueva ama?- Hermione asintió, y vio como una sonrisa se extendía por la boca de la elfita.
-¡Hay nuevo amo Black! ¿Puedo informar al resto de elfos Ama Black?-
-Por supuesto Tilly. Si puedes llamarlos para que pueda presentarme, me gustaría mucho por favor.- La elfa como respuesta chasqueó sus dedos, y cinco elfos más, todos con los ojos azules y cojines como ropa se presentaron en el cuarto.
Todos ellos se emocionaron con la idea de una nueva Black en la familia, y ninguno de ellos parecía importarle de donde había aparecido Hermione, así que prefirió no tentar su suerte. Cuando les ofreció liberarlos si así lo deseaban, todos le pidieron casi de rodillas que no lo hiciese, y Hermione aceptó.
-Pero me gustaría pagaros por lo que hacéis, no me parece justo que hagáis cosas sin pagaros.- Tilly, que parecía una elfa muy avispada, fue la que contestó, como había hecho por todos ellos desde el principio.
-Aceptamos tres knuts al mes, como mucho.- Hermione asintió, no queriendo crear una guerra.
-Y coged la tela que queráis de donde deseéis nueva, no tenéis porque llevar harapos. Ah y no os castigaré. No quiero que haya castigos físicos en esta familia de ningún tipo.- Los elfos todos asintieron, bastante más animados cuando Hermione les aseguró que ella planeaba vivir en esta casa y poco a poco ir llenándola con gente, aunque no podía asegurar si con niños, al menos aún.
-Me gustaría empezar a vivir en esta casa desde hoy, pero hoy me voy a centrar yo en esta habitación para poder dormir en ella. Vosotros podéis ir recogiendo el resto de la casa, pero poco a poco, no quiero que os agotéis. Una vez acabemos esta casa necesitaré ir arreglando el resto para ver que hago con ellas.- Los elfos asintieron y sin decir más, fueron desapareciendo, dejando a Hermione sola de nuevo, pero con la sensación de que la casa ya no estaba tan vacía.
Aunque había viajado durante horas y había tenido una mañana entretenida, Hermione no se acostó hasta muy tarde, después de haber desinfectado, limpiado y reparado cada parte de la habitación. Al acabar tenía un cuarto muy espacioso con paredes blancas (después de tres hechizos de limpieza profunda volvían a ser de ese color) y suelos de madera, ahora brillante. La cama era antigua, pero de un color caoba muy bonito, y aunque no tenía sabanas, Hermione no se molestó en poner unas nuevas antes de caer en el colchón. Su último pensamiento antes de caer dormida fue que tendría que cambiar el colchón al día siguiente.
…..
Despertó con el suave olor del café en el aire y con la sensación de haber descansado en semanas. Y entonces Hermione se dio cuenta de que por primera vez en semanas, no había necesitado tomarse una pócima para dormir, y más extraño aún, su sueño no había consistido en pesadillas. Aún confusa, pero contenta con ese descubrimiento, Hermione se levantó de la cama para descubrir que durante la noche, alguno de los elfos había colocado su ropa en el armario caoba que había al otro lado de la habitación, y que toda esa ropa, aun siendo muy escasa, olía a recién lavada. Se vistió con la primera ropa que pilló, y salió del cuarto, preguntándose como tendría que arreglar los baños para tener una buena ducha de agua caliente, para encontrarse un pasillo blanco, limpio y con suelos de madera que parecían recién encerados.
Asombrada, Hermione fue recorriendo habitación por habitación, todas limpias y preparadas para vivir, hasta llegar a la cocina, donde Tilly la esperaba con un desayuno gigante en la mesa. Frente a las tortitas y el café (el aroma que la había despertado en un principio) se encontraban una pila de papeles y una pluma con su tintero. La elfita sonrió al verla.
-Buenos días Ama Black.- Hermione se sentó en la mesa y probó el primer bocado de las tortitas (deliciosas).
-No hace falta que me llames Ama Black, con que sea Hermione me vale.- la elfa negó con severidad, pero tras un segundo la miró.
-Ama Hermione.- Decidió que no iba a discutir, y menos cuando el desayuno la tentaba de esa manera.
Mientras desayunaba, la elfita le explicó que entre seis elfos, limpiar y restaurar la casa no había sido difícil, pero que había un par de cosas que ellos no habían podido hacer sin su ayuda. Entre ellos era acceder a las cuentas para comprar comida para todos ellos y rellenar el calendario de festividades. Hermione, que no conocía a que se refería Tilly, tuvo que preguntarle a la elfa, que le explicó que se refería a las festividades sociales del año, los bailes y veladas que los Black habían planeado al igual que muchos miembros de la familias sangrepura.
-No había pensado en retomar eso, pero a lo mejor debería comenzar a hablar con miembros del Wizengamot sobre las reformas. Eso a lo mejor lo hago con té. ¿Sería posible para vosotros?- Tilly asintió y apuntó la lista de nombres que Hermione le fue dando.
-¿Ha decidido ya la Ama Hermione que médico va a visitar y cuando irá a la estilista para su ropa y pelo?- La chica la miró con confusión, pero la elfita, que parecía muy orgullosa por un momento, volvió a explicarle.
-Ha estado en una guerra durante la cual apenas se alimentaba sola Ama. Necesita ver que problemas puede tener su cuerpo y como solucionarlos. Y bueno la actitud no lo es todo en política, la ropa, el pelo… Todo eso debe dar una imagen.-
-¿Cómo sabes tanto de esto Tilly?-
-Mi madre servía a la familia Black, y mi abuela a los Rosier. Ser la elfa doméstica de una familia tan prestigiosa supone aprender todo esto ama.- Hermione asintió, y le aseguró que esa misma mañana se pasaría por San Mungo y por tiendas de ropa mágica y muggles para cambiar su armario. Si era cierto que hacía dos años, casi tres que había cambiado su ropa, y un buen cambio nunca la vendría mal. Además, Tilly tenía razón, y la imagen de su familia y sus políticas sería juzgada por como ella se vistiera o comportara.
-Planeo volver a Hogwarts para Septiembre Tilly, ¿supone eso un inconveniente para vosotros?-
-Para nada ama Hermione, nosotros seguiremos cuidando de la casa y el resto de ellas, y yo la serviré a usted incluso en Hogwarts. Lo único, ¿planea volver por Navidad ama?- Esa pregunta no se la había planteado aún, y como tal se lo expresó a Tilly.
Una vez acabado el desayuno, y agradeciéndole a la elfa por lo delicioso que estaba, Hermione decidió que su primera parada sería San Mungo, por lo que se apareció cerca del hospital y fue caminando hasta la recepción, donde una recepcionista con túnica verde la atendió con efusividad.
La recepcionista, que se llamaba Kate, la aseguró que un sanador estaría con ella en los próximos minutos, y la mandó a la sala de espera, donde un par de brujas y magos esperaban su turno completamente cubiertos por lo que parecía ser un moco amarillo gigante, que echaba humo cada pocos segundos.
Tras unos diez minutos de espera, una sanadora, de mediana edad y con una túnica verde oscuro, la llamó para pasar consulta. Las dos caminaron en relativa calma hasta un despacho privado, donde la mujer se presentó.
-Soy la sanadora Rogers, primero de todo señorita Black, debo preguntarla algo que me intriga. ¿Por qué es la primera vez que la veo aquí desde que entró en el mundo mágico?- Hermione se sentó frente al escritorio y miró a la mujer.
-Nunca me he puesto enferma, y cuando he necesitado algo relacionado con la medicina mágica, acudí a la enfermera del colegio.- La sanadora la miró con aire incrédulo.
-Señorita Black, en segundo curso fue petrificada, y en quinto atacada. Por no hablar de las vacunas que no se ha puesto contra las distintas enfermedades mágicas que pueden matarla.-
-Nadie me dijo sobre las vacunas.- Como respuesta la mujer chasqueó la lengua y cambió de tema.
-¿Qué la trae por aquí señorita Black? ¿Es una revisión o algo más?-
-Me han recomendado que viniera aquí para comprobar el estado de mi cuerpo tras la guerra y si tengo algún problema residual.- La mujer asintió, ahora con una expresión menos dura.
-No vamos a mirar solo eso señorita Black. Me encargaré de ver toda su historia médica, incluida la sucedida en los años anteriores a la guerra.- Hermione asintió.
-Va a ser una mañana larga, espero que no tuviese planes.-
Después de todo tipo de pruebas mágicas y no mágicas, Hermione se volvía a encontrar en el despacho de la sanadora, ya por suerte en su ropa y no la horrible bata que había llevado por las últimas dos horas, y esperaba a la vuelta de la sanadora, que había ido a recoger los resultados de sus análisis.
La mujer no tardó en llegar y cuando se sentó, lo primero que hizo fue fruncir el ceño.
-Tienes suerte Hermione (durante las horas y pruebas había conseguido que la llamase por su nombre) de haber venido aquí a tiempo. Al no tener tus vacunas, que ya hemos remediado, podías haber caído enferma e incluso morir. Pero lo que me preocupa es la falta de vitaminas y minerales en tu cuerpo. Tienes una anemia bastante severa, por no decir que el daño de tus órganos hacia a tortura de Lestrange no se habían curado bien. Por suerte tenemos pócimas para ello. Vas a estar en un régimen muy severo de pócimas durante al menos un par de meses. Y no te extrañe que tu poder mágico aumente. Al estar bajo una malnutrición bastante severa durante este último año, eso puede haber mermado su capacidad mágica, porque ese poder trató de compensar los problemas de tu cuerpo, y después de la maldición a los 15 años, deberías estar agradecida de la intervención de la enfermera, o habrías perdido la posibilidad de tener hijos. Aun así, una vez estés embarazada, deberás ser muy cuidadosa.- Hermione fue asintiendo a todo ello, haciendo una nota mental de avisar a Harry sobre la necesidad de ver a un sanador nada más volviera de su reclusión.
Ni una hora más tarde Hermione se encontraba saliendo del hospital, cargada de pociones para malnutrición, ayudar con los síntomas de tortura en el cuerpo y una cita en dos meses, justo antes de comenzar las clases de nuevo.
Había acabado tan tarde que Hermione ya tenía hambre, y casi era la hora del almuerzo, así que prefirió quedarse en el Caldero Chorreante y comer allí, antes que volver a casa y molestar a Tilly. Hannah, que había comenzado a trabajar allí al acabar la guerra, fue la que la sirvió con una sonrisa, y se apresuró a mandarla a un cubículo privado, para evitar que los magos que frecuentaban el bar la atormentasen con preguntas de la guerra y de su nuevo puesto en la familia Black. Gracias a eso Hermione pudo disfrutar de una comida tranquila, y aunque las primeras dosis de las pócimas que tenía que tomar estaban en su bolsillo, prefirió esperar al día siguiente para comenzarlas.
Visitar Madame Malkins fue lo primero en su lista de compras, y prefirió acabar con el mundo mágico antes de ir al mundo muggle. La dueña seguía siendo la misma, y cuando la vio entrar, una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó en la cara.
-¡Señorita Black! ¡Que alegría verla aquí!- Hermione sonrió, aunque que la llamaran "Señorita Black" se le antojaba extraño, después de toda una vida siendo Granger.
-Buenas Madame Malkins, venía para comprar un armario de túnicas nuevas.- La mujer asintió, llevándola hasta el escabel para comenzar con sus medidas.
-Supongo que necesita unas cuantas.-
-Si, necesito al menos siete, de distintos colores y cortes. Y tres formales, una de ellas negras. El resto vendré a por ellas una vez venga a por el uniforme de Hogwarts.-
-¿Va a volver a Hogwarts Señorita Black?- Hermione asintió sin entrar en destalles, y la mujer se puso a trabajar.
Al acabar de medir y hacer modificaciones, Madame Malkins la entregó las túnicas con una sonrisa, y Hermione las metió en su bolso antes de salir con un suspiro. La mujer era muy amable, pero le encantaba el cotilleo, y no había parado de explicarle los nuevos que habían circulado por su cuenta, incluido el hecho de que Narcissa Malfoy había ido hacía dos días para pedir una túnica de trabajo en el campo. Como si a Hermione le interesase que hacía esa mujer con su vida.
Gracias a Lavender, Hermione había descubierto que había una peluquería mágica a la vuelta de la esquina de Malkins, en una de las calles secundarias, y que era posible que supieran como arreglar el espesor de su cabello sin destrozarlo, o sin tener que echarle mil productos mágicos todas las mañanas.
La tienda era pequeñita, de color verde brillante en la puerta, y con un letrero que leía: " Peluquería Willinson" que parecía casi hasta muggle, sino fuera por las tijeras que se movían de un lado para otro del letrero. Al entrar, una mujer joven, de no más de treinta años con un peinado muy moderno la miró y casi sin darla tiempo a hablar, comenzó a moverse hacia ella.
-¡Madre mía! ¿Por qué no has venido a tratarte eso antes?- Hermione la miró confundida mientras la mujer la llevaba a uno de los asientos.
-¿Tratarme?- La mujer cogió uno de sus mechones, ahora negros, que seguían terriblemente electrificados y espesos.
-Tu pelo cielo. Esto se llama sobrecarga mágica, y va a peor con los años.-
-No sabía que eso existía. Soy hija de muggles.- La mujer chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
-No te preocupes. Soy una experta en pelo difícil. Lo único que tengo que saber es que quieres hacerte.-
-No me lo quiero cortar mucho. Pero me gustaría que fuera fácil de manejar. A veces está tan encrespado que apenas puedo pasar un peine.- La mujer negó con la cabeza.
-Cuando acabe te explico por qué no te puedes peinar el pelo como lo hacías antes.-
Y sin decir más, se puso a trabajar.
La mujer, que se presentó como Diana, resultó ser mucho más amable de lo que su primera conversación podía parecer, y se dedicó a charlar animadamente con Hermione, a la que le contó casi toda su vida. Aunque bueno, después de cuatro horas en la peluquería, era normal que le diera tiempo a contársela. Resultó ser hija de muggles, y había tenido el mismo problema que ella. Al acabar Hogwarts quiso meterse en el Ministerio, pero las leyes no la permitieron hacer mucho en lo que deseaba, así que decidió investigar sobre cabello mágico y abrir una peluquería. Y eso la había dado tanta reputación, que magas de otros países iban a hacerse cortes de pelo con ella.
Mientras hablaba, Diana se dedicó a echar productos sobre su pelo, que chispeaban, hacían ruidos y uno echó hasta humo, pero la mujer parecía tranquila, así que Hermione decidió fiarse de su criterio. Después de lo que parecía una eternidad de chisporroteo, la mujer llevó a Hermione a lavar el pelo, y después de casi media hora y mil productos, volvieron al espejo, donde la mujer la enseñó su pelo.
Atrás habían quedado la estática y el pelo enmarañado, y ahora se veía una melena rizada, más larga de lo que lo había tenido nunca, sedosa y brillante bajo la luz.
-¿Cómo has hecho eso?- La mujer sonrió.
-Tu pelo es así. El rizo es tuyo natural, lo que pasa es que en algún momento de tu infancia, tuviste un ataque de magia accidental que se cebó con tu cabello. Normalmente si se revierte en la primera media hora no pasa nada, pero al ser hija de muggles es posible que tus padres no supieran eso, y pensarían que tu pelo era fosco. Ahora sí, eso no volverá, pero tendrás que cuidarte el rizo. No te cepilles con el pelo seco, y te voy a dar unos productos para que quede así siempre que quieras.-
Hermione apenas podía creérselo. Desde pequeña siempre había visto su pelo como otro punto malo en su apariencia, pero mirándose en el espejo, veía una mujer que apenas reconocía. Los ojos grises, la cara más angulosa y el pelo negro no hacían más que acentuar esas diferencias con la Hermione de hacía un año, pero a pesar de ello se seguía viendo en esa cara: su nariz seguía llena de pecas, aunque ahora la palidez las destacaba más, sus labios seguían siendo rellenitos y pequeños, y sus ojos seguían expresando sus mismas emociones. Hermione sonrió ante su imagen, porque a pesar de todo lo que había sucedido, ese cambio de imagen la hacía sentirse guapa. Nunca había sido una persona vana y superficial, pero ahora comenzaba a preguntarse si no sería una defensa contra aquellos que se burlaban de ella por su apariencia.
El resto de la tarde lo pasó en el mundo muggle. Allí nadie la miraba ni la hacía preguntas sobre su vida y Voldemort. Era una más. Por primera vez desde que había entrado en el mundo mágico, Hermione estaba sola en el Londres de su infancia, y decidió aprovecharlo. Todas esas tiendas a las que sus padres no la dejaban entrar para comprar, entró, probó la ropa y decidió arriesgarse. Compró un armario entero, decidiendo que iba a comprar lo que le gustara, y no lo que pensara que al resto le iba a complacer con su apariencia. Sus padres siempre habían sido muy estrictos con su ropa muggle, y nunca la habían dejado comprarse faldas cortas o vestidos apretados. Y aunque Hermione nunca se había quejado (apenas tenía amigos fuera del mundo mágico, y después de Hogwarts no le quedó ninguno) y había preferido no causar conflicto con sus padres. Pero esta vez no, y por primera vez en mucho tiempo, se dio cuenta de que estaba disfrutando de la salida de compras. Tanto, que decidió que este verano, tenía que traer a Lavender, Luna y Ginny a dar una vuelta. Ya era hora de que fuera ella la que les enseñase su mundo.
Volvió a su casa a la hora de la cena, y le contó a Tilly todo lo sucedido mientras devoraba un estofado de carne que Tilly había preparado. De vuelta, la elfina le contó que había estado comprando comida y telas para ellos, y que iba a comenzar a arreglarla para poder ponérsela cuanto antes. A poco de irse a dormir, la elfina la volvió a llamar.
-Ama Hermione, los elfos y yo teníamos una pregunta, si no es inconveniencia.- Hermione asintió.
-¿Cómo están las Amas Narcissa y Andrómeda?- Aquello la dejó momentáneamente sin palabras.
-¿Conoces a Narcissa y Andrómeda?- Tilly asintió.
-Yo fui la elfina de las mujeres Black, cuidé de ellas desde que nacieron.- Hermione asintió.
-No sé como se encuentran. Pero si lo deseas, puedes ir a visitarlas. Creo que viven juntas ahora.- Tilly abrió los ojos de sorpresa.
-¿Podría Ama Hermione?-
-Por supuesto Tilly. Puedes visitarlas cuanto desees. Lo mismo para cualquiera de vosotros. No sois esclavos aquí.- Como respuesta, Tilly abrazó sus piernas con fuerza.
-Gracias.- Y desapareció con un chasquido.
…..
La rutina después de aquel día cambió para Hermione. La sanadora la había sugerido hacer deporte y mantenerse activa durante el día, y Hermione decidió que correr por las mañanas era una buena manera de despertarse. Las pócimas fueron ayudando, y en menos de quince días Hermione vio como los cambios iban operando en ella: se sentía menos cansada, su cuerpo iba rellenándose como antes de la guerra y su piel adquiría una tonalidad más normal, y no tan de cera como antes. Gracias a Tilly y al resto de los elfos, Hermione disfrutaba de comidas deliciosas y de compañía cuando se sentía más sola, aunque con la nueva casa y título habían aparecido una serie de compromisos que ella antes no conocía. Ahora tenía casas en alquiler en la que magos y brujas vivían y que debían pagar, y Hermione nada más enterarse de que era casera, fue visitando uno a uno preguntando por las necesidades de cada uno. Resultaba que muchas casas estaban en condiciones algo horribles por que los únicos encargados de ellas eran los Black, y en las últimas décadas con los problemas que había, las casas habían visto mejores años. Con eso, Hermione tuvo que arreglar casas, visitar negocios que tenía y sin olvidar las reformas que quería hacer con el Wizengamot.
Quedar con todos sus compañeros de Hogwarts y plantearles las reformas que ella había diseñado no era difícil, pero se encontró una oposición en algunos temas que no se había imaginado: Neville Longbottom. El tímido compañero de curso había pasado a ser un firme opositor de las cláusulas más duras de Hermione sobre los mortífagos, y aunque el joven había sufrido a manos de ellos igual que ella, no era tan poco tajante como ella. Defendía que mucha gente no se había alzado por miedo, y que no por ello se les debía acusar de no hacer nada (lo que tras mucho debate Hermione tuvo que aceptar). En temas de política muggle también chocaban, ya que Neville era muy desconocedor de ciertos aspectos de ese mundo (sobre todo la tecnología) y no veía las propuestas que Hermione sugería, por lo que Hermione decidió que iba a invitarlo a ver el mundo muggle.
Pero ese tema era algo que hizo que Hermione se replantease algo importante. Los hijos de muggle si, y hasta cierto punto los mestizos también, pero los sangrepura, ya fueran de un bando o de otro, desconocían el mundo muggle, y eran susceptibles a creer los estereotipos que se les decían de ellos. Y eso era algo que tenía que cambiar.
Hermione se había considerado siempre una mujer de principios, por lo que invitar al resto del Wizengamot era algo que debía hacer. Incluso si eran Slytherin como Nott, Greengrass o Malfoy. Sabía que iba a ser una conversación difícil, porque ellos nos e iban a dejar convencer con sus palabras tan fácil, pero sabía que tenía que intentarlo.
Quería empezar por Nott y Zabini, pero tras contactarle, los dos le habían contestado que estaban en unas vacaciones en Italia y que no volverían hasta finales de agosto, por lo que debían ser los últimos. Lo único que la alegró de aquellas cartas fue la aparente cordialidad de los dos, y el hecho de que ambos parecían no haberse tomado a mal las propuestas.
Eso la dejó con las hermanas Greengrass y Draco Malfoy, y decidió que extender la invitación a las dos hermanas a la vez era lo educado. La tarde que habían llegado a su casa, había comenzado un poco tensa, pero a medida que fueron hablando, Hermione se dio cuenta que las dos chicas eran bastante más amables de lo que esperaba. Daphne era bastante fría, muy educada pero distante, aunque a veces sus ojos azules refulgían con algo que Hermione no quiso investigar. Astoria, la nueva Lady Gaunt, había supuesto un misterio, que Hermione había tratado de desentrañar toda la tarde. Era muy inquieta, y su mente parecía saltar como la de Luna, pero en vez de hablar de seres sobrenaturales y de criaturas que no parecían existir, Astoria saltaba al fondo de las cuestiones. Un ejemplo había sido el fondo de los huérfanos de guerra, en el que Hermione les había explicado que creía necesario cuidar de esos huérfanos que no tenían a nadie bajo su cargo, y Astoria había saltado directamente a lo que Hermione realmente quería.
-Quieres saber si estaremos de acuerdo en que se permita a los hijos de los mortifagos muertos mantener sus títulos y estén bajo las tutelas de sus nombres. Y yo no estoy de acuerdo. Hay familias en las que los niños son apenas bebés y si los permites mantenerse en familias extrañas, como en el caso de los Carrow y sus sobrinas, tendrás un conflicto de intereses. Quieres que se les desherede bajo la ley mágica para que no vengan dentro de unos años reclamando títulos y dinero que se les ha dado a las víctimas de guerra. ¿No es así, Lady Black?-
La chica era muy inteligente, demasiado intuitiva, y bajo esos ojos dispares (uno azul como el de su hermana, el otro de un negro que le recordaba a Voldemort) se escondía un secreto que parecía que a veces la consumía.
La reunión había terminado bien de todas maneras, porque Hermione se sorprendió al ver que ninguna de las hermanas estaba en contra de sus propuestas, incluso las más controvertidas, como las de expulsar de las familias a posibles miembros traicioneros. Antes de irse, Astoria la había cogido de la mano y la había dicho.
-Si vienes a Hogwarts este año, deberías pedir que te cambien de casa. Cada día te pareces más a nosotros.- Desapareciendo tras eso y dejando a Hermione con la palabra en la boca.
Era mediados de julio cuando Hermione decidió que tenía que hablar con Malfoy. No iba a admitir que ver al chico le provocaba más nervios que cualquiera de los Slytherin anteriores, y en parte era por su historia pasada. Poco importaba que el chico no fuera un mortífago en su corazón, si sus ideas o pensamientos hacia Hermione en particular seguían siendo iguales. Se habían dicho de todo en los años de Hogwarts y aunque ella no podía olvidar los ojos del chico en el juicio, odiaba admitir que le daba miedo encontrarse con una mirada de desprecio al verle de nuevo.
Sabía que los Malfoy estaban bajo supervisión de Andrómeda, lo que significaba que no podía ir a su casa sin ella, y como pretendía hablarle de temas con los que la maga podía no estar de acuerdo, supo que tendría que ser ella la que fuera a su casa y hablara con él, a solas. Mientras caminaba hacia el punto de Aparición, fue convenciéndose a sí misma que no le daba miedo ir a ver a Draco Malfoy. Y a pocos pasos de llegar, se dio cuenta de que era cierto. No tenía miedo. Tenía ganas de encontrarse con él
…..
¡Nos leemos!
