III.


La semana siguiente, Tsunade saca a Sakura a rastras del cuarto. La niña se aferra con uñas y dientes a la puerta, incapaz de dar un paso fuera y mira a Ino en busca de apoyo, pero ella esta tras Tsunade, con los ojos de cordero. Ella ya ha aceptado su realidad y no pierde en decírselo a Sakura cada vez que puede, deben cuidarse, pero no pueden dejar de hacer lo que hacen.

—¡Deja de actuar como una niña, Sakura! —le regaña Tsunade con las manos en la cadera. Sus fosas nasales están dilatadas por el enojo.

—¡Soy una niña! —se agarra del picaporte de la puerta.

—¡Eres una mujer, actúa como una!

Ino se va con ella, escaleras abajo, callada como su sombra y sin siquiera mirar a la pelirosa sobre el hombro. Solo ha pasado una semana, pero todo rasgo de vida que vio alguna vez en ella se ha esfumado como el viento. TenTen se la ha llevado con ella.

Se llevo la alegría de Ino, la esperanza de Sakura y ha dejado atrás zozobra, la cruda realidad que las tragaba poco a poco mientras cada una de ellas esperaba su turno al matadero.

Un cordero al matadero, piensa. Ha visto algunas cosas en la televisión, solo puede pensar en eso, una pieza de carne, una presa a punto de ser consumida por su depredador.

Shizune se acerca desde el fondo del pasillo donde está su habitación, viene bien vestida. Tacones altos, abrigo café y un par de broches en el pelo. Luce mucho más sencilla que de costumbre y está sola para extrañeza de Sakura. Las chicas nunca salían solas a menos que fueran con algún hombre, como TenTen.

Sakura se abraza a la cintura de la mayor. Ella ya no quiere salir si eso implica no volver nunca más.

—¿Qué pasa, Sakura-chan?

—No quiero que te vayas con un ninja, no volverás. ¡TenTen no volvió!

Shizune la mira hacia abajo, con los tacones gana unos buenos centímetros por encima de la niña, y su mano cae en su hombro, pesada, en un toque conciliador.

Mirando al rededor le dice:—Ella está bien ahora, Sakura chan.

Sakura niega, las lágrimas derramándose por su rostro.

—Ella tenía que irse, era su única oportunidad. Ella está bien, te lo prometo.

Está mintiendo, la pelinegra luce más sería de lo que lo hace normalmente y eso asusta a la niña. Si TenTen estuviera bien, Shizune se lo habría dicho antes, es su hermana.

Las hermanas no se mienten. TenTen se ha ido para siempre.

Entonces trata de creerle y le promete que se portará bien, que seguirá las ordenes de Tsunade sama sin problemas.

—Eres una buena niña, Sakura chan— Sakura la sigue hasta la escalera que baja al vestíbulo y la ve salir por la puerta de brazo de un hombre alto y castaño.

De vuelta en su cuarto, entre las cosas de TenTen encentra el labial favorito de su amiga. No es rojo sangre como el que le obligaban a colocarse, es pálido, más pálido que su cabello. Sakura se limpia las lágrimas y se lo coloca. Esta lista para bajar a hacer teatro, después de todo, no puede dejar a Ino sola.

La sala está más iluminada y más animada de lo que esperaba, hay música suave y de casualidad, Tsunade sama aún se encuentra en el local, por lo que Sakura se mueve entre las mesas y los borrachos con la gracilidad que le otorga su pequeño cuerpo y llega hasta la mesa que ocupan Tsunade, Ino, y dos hombres más.

—Esta es Sakura—dice cuando la ve.

El hombre pálido de largo cabello negro se pasa la lengua por los labios, filosa como una víbora. Sakura apenas escucha su nombre, está demasiado ocupada mirando las manos huesudas del tipo en la cintura de Ino.

El hombre a su lado habla: —Sakura, me gusta ese nombre.

Él es de lentes, también tiene el pelo plateado, pero a diferencia del amigo de Shizune, este tiene ojos filosos tras los cristales redondos de sus lentes.

—Tsunade-Hime—dice—Orochimaru-sama le está haciendo un gran honor al venir personalmente a su burdel, es bueno que quiera ofrecernos lo mejor.

—Kabuto, querido, Orochimaru y yo nos conocemos muchísimo antes de que nacieras incluso, no necesito que me estés alabando. Además, él no está aquí para buscar especímenes. Vino a hablar de otros negocios.

Orochimaru asiente y tamborilea un poco los dedos sobre la mesa de madera, todo a su alrededor se detiene por un momento, hasta que la rubia y Orochimaru se levantan. Tsunade se lleva a Ino con ella y los ojos de la rubia se encuentran por un milisegundo con la mirada verde ansiosa de Sakura.

La niña se levanta incluso antes de ver a su cuidadora perderse en las escaleras del piso arriba, antes de que ese hombre Kabuto y sus ojos de víbora se posaran en el pequeño cuerpo. Sakura puede sentir como su mirada la sigue en cada paso que da, apretados, sus pequeños zapatos creando un eco que se pierde entre los ruidos del lugar, pero está segura que él puede oírla.

Cuando llega al punto de intercepción entre la escalera y la barra, Sakura se muerde el labio con fuerza. Tsunade sama ha cerrado la pueda que da al piso de arriba, ella no puede entrar y antes de que pueda sentir pánico por su amiga encerrada con Tsunade y el aterrador hombre, empieza a sentirse asustada por sí misma.

—¡Hey! —le llaman— ¿Puedes servirme un trago?

Sakura lo ve como su salvador.

El shinobi está recostado contra la barra, luce como siempre, la vista perdida en el libro naranja, sus ojos somnolientos nunca se apartan de las paginas, ni cuando ella corre despavorida tras la mesa de granito y sus manos torpemente temblorosas deslizan la cerveza que Shizune suele servirle.

Al otro la de sala, entre las mujeres pasando de allá para acá y las risas y brindis borrachos en cada rincón, nadie parece percatarse de la mirada lacerante que le da Kabuto.

—¿Qué haces aquí? —él se da la vuelta y la mira atentamente, tal vez por primera vez desde que Sakura empezó a frecuentar la barra—. Ve a tu cuarto.

Ella traga el nudo de su garganta: —Tsunade sama ha cerrado la puerta del piso de arriba.

—¿Y es la única entrada?

Sakura asiente, trata de no mirar nada más allá de sus manos sobre el granito. Trata de ignorar a Kabuto.

—¿Te está molestando?

¿Me está molestando?

—Yo...—mira al enmascarado—. No debería estarlo molestando a usted, shinobi-san, perdone.

Inclina la cabeza de nuevo. Los dedos largos y delgados del ninja tamborilean suavemente sobre la mesa y luego se aprietan a la botella.

—Sube la cabeza—dice—. Mírame cuando hables, es cortesía.

Pero la cortesía que le han enseñado a la niña es diferente, él es un extraño y si ella no va a entretenerlo de algún modo ni siquiera debería estarle hablando. Aun así, intenta mirarlo, sin perder atención de cada detalle —son muy pocos— que deja ver ese pequeño triangulo entre su ojo descubierto y el puente de su nariz.

—Está bien, shinobi-san—responde— ¿Puedo quedarme aquí con usted?

—Solo si vas a hacer silencio, estoy en la mejor parte del libro.

Sakura sonríe, puede identificar la broma, su ojo curvándose como signo de que estaba sonriendo.

—Shizune san tiene razón, es usted una buena compañía.

—Solo lo dice porque escribo sus cartas—cambia de página.

—Lo dice porque está segura aquí. Ella disfruta de su compañía.

Él baja el libro, vuelve a mirarla: —Y yo disfruto de la de ella, pero sabes que no puedes decir eso ¿verdad?

—¡Soy una tumba!

—Muchas gracias por tu silencio, Sakura chan, te debo una.

Kabuto ya no la está mirando, es ella quien le debe una.

—¿Sabe mi nombre?

—Sé todo sobre todos aquí—dice bajito, le guiña un ojo.

Mas allá de la evidente broma, él sí parece saberlo.

—Pero usted no sabía que hay una sola entrada al piso de arriba.

—¿Ah sí? Entonces cuéntame sobre eso.

Sakura duda, pero cuando prueba un poco hablarle sobre las habitaciones, el shinobi parece ponerle un poco atención. Bien lo dijo Shizune aquella vez, sentía que allí podría estar segura. Sakura debe detener su perorata cada vez que alguna de las mujeres pasa a buscar algún licor o un vaso, pero continúa cambiando de tema sin parar mientras el apenas la mira, pero por alguna razón le da a entender que quiere que continúe. Ha visto muchas veces la rutina con Shizune y lo que están haciendo no dista mucho.

—Shinobi-san—se detiene a mitad de una frase— ¿Podría enseñarme a leer?

La sorpresa pasa fugaz en su rostro y antes que pueda responder Anko está parada frente a ellos. Desliza una pierna sutilmente sobre el regazo del hombre, una autoinvitacion bien recibida. Sakura mira hacia otro lado, sus mejillas calentándose.

—Hola guapo, por fin te encuentro sin compañía.

La niña no quiere escuchar la respuesta, ya está corriendo escaleras arriba y pasa como alma que lleva el diablo al lado de Tsunade y el terrorífico hombre que la acompaña y van bajando las escaleras.