Capítulo 3: Scherzo, Parte 1-"Con las piezas en posición, la partida comienza"

Ciento cincuenta años atrás, en los tiempos de la era feudal de la región de Johto, dos grandes torres se alzaban en todo su esplendor sobre la antigua y sagrada Ciudad Iris.

Ambas torres albergaban a dos colosales aves. Una de ellas ostentaba un plumaje tan rojo como el fuego que su pico podía exhalar y tan dorado como el sol en el que bañaba sus alas; la otra, plumas plateadas como la luna y placas tan azules como el mar.

Desde lo más alto de sus moradas, aquellas dos aves velaban por el despertar, por el sueño y por la salud tanto de los humanos como de los pokémon, reconociendo la existencia del otro y conviviendo en armonía.

Pero un día, a causa de las constantes e interminables guerras, un fuerte rayo de origen desconocido azotó a una de las dos torres, quemándola en cuestión de segundos. Aunque casi todos lograron evacuar el enorme torreón, tres desconocidos y desgraciados pokémon perecieron al quedar atrapados dentro de él, siendo consumidos por las llamas.

Invocando a una potente y tormentosa lluvia, el ave de plumas plateadas acabó con el incendio con un simple batir de sus alas. El ave del sol, entristecida ante la gran tragedia, resucitó con su poder celestial a aquel trío de pokémon, dándoles una nueva vida y convirtiéndoles en los nuevos guardianes de toda la región.

Los humanos temieron el poder de aquellos pokémon que habían manipulado el ciclo de la vida y de la muerte, e intentaron suprimirlo mediante la violencia. Y las dos aves, ofendidas ante su atroz conducta, abandonaron aquellas tierras junto a los tres guardianes para luego tomar caminos separados.

Mientras el ave de alas plateadas se sumergía en lo más profundo de los mares para vivir en soledad, el ave del sol engendró en un arrebato de ira a tres indómitos y desagradecidos hijos. El primero de ellos heredó de él un corazón tan frío como el hielo; el segundo, su orgullo en su mayor estado de vanidad.

Y el tercer hijo, aquel al que llegaría a odiar por sobre los otros dos con mucha diferencia, heredaría las llamas ennegrecidas por la oscuridad en su corazón. Y cuando llegase el momento, aquella falsa ave del sol traería consigo y junto a sus hermanos el Armagedón.


"Quizás mis últimas palabras estaban demasiado envueltas en la sutileza" dijo la mujer de cabello oscuro y ojos rosados con frialdad mientras sostenía su pokégear con su mano derecha, con la mirada fija en la pared y en la nada misma "Así que lo diré una vez más en términos que pueda entender: no haré La Puerta al Mundo Mágico 4. ¿Ahora sí ha quedado claro?"

"¡Oh, pero Sabrina!" gimoteó la voz masculina y rasposa desde el otro lado de la línea "¡No tienes idea de lo mucho que a Hitomi y a mí nos ha costado convencer al señor Wood para que me permita rodar la cuarta parte! ¡Hasta he tenido que pedir un préstamo por adelantado al banco, y sin mi estrella principal, solo me quedas tú!"

"La respuesta sigue siendo no" retrucó Sabrina, impertérrita y con indiferencia "Con la tercera parte apenas pudimos recuperar lo invertido, y las cuartas entregas siempre son veneno de taquilla. Además, no volveré si Rosa no vuelve. Así que ya sabe dónde puede meterse su oferta."

La voz del hombre se tornó agresiva y hostil en un pestañeo, como si sus esperanzas hubiesen sido aplastadas y reventadas contra el suelo por el Mazazo de un Abomasnow.

"¡LO SABÍA! ¡Debí habérmelo esperado de una...!"

Sabrina arrugó el entrecejo mientras escuchaba a aquel hombre detenerse en pleno grito para luego emitir un silencioso y cómodo gorjeo, como si algo o alguien estuviese ejerciendo una potente presión sobre su cuello, ahorcándole. Tal y como esperaba que lo hiciese.

"Es lo máximo que le permitiré acercarse a esa palabra, señor Pokémet" expresó con evidente descontento "Así que le sugiero que piense en una más profesional en cuanto le suelte."

Oyó finalmente al frustrado director exhalando, probablemente buscando aire mientras el color rojo desaparecía de su rostro. No pudo evitar hallar tragicómica aquella imagen mental.

"Tienes razón" reconoció él entre jadeos mientras recuperaba el aliento "Eso no fue correcto de mi parte. Pero tienes que entender que esto es muy importante para mí, Sabrina. Esta película será no solo la última de la saga, sino también la culminación de mi carrera. Será la forma perfecta de jubilarme y pasar los años que me queden con mi esposa. Y sabes más que bien que fuiste tú misma quien nos ayudó a que las dos primeras películas fuesen tan exitosas en tu papel de Bellelba. El público te adora más que a Rosa. ¿O es que ya has olvidado cómo en la avant-première por lo menos la mitad de los fanáticos fueron solo para sacarse una foto contigo?"

"No lo he olvidado" espetó ella ipso facto, al mismo tiempo que suspiraba y se llevaba los dedos de su mano izquierda al puente de la nariz "Muy bien, le ayudaré. Pero solo con dos condiciones."

"¿Y cuáles serían?" inquirió Pokémet preocupado, temiéndose lo peor.

"La primera es que Bellelba deberá morir en la historia, con una muerte digna y sin posibilidad alguna de que resucite" articuló Sabrina en perfecto castellano y con un tono seco y cortante "Será la única forma en la que el público comprenderá que este es el final. Asegúrese de que Hitomi ponga eso en el guion."

"La convenceré" prometió él, consciente de que ella estaba leyéndole la mente con tal de cerciorarse de que no estaba mintiéndole "¿Y cuál sería la segunda condición?"

"Cobraré el doble de lo que me pagaron en la tercera" afirmó ella sin rodeos.

"¡¿Qué?!" exclamó Pokémet asustado "Pero eso equivaldría a..."

"Sesenta millones" le interrumpió Sabrina "Lo sé. No necesito que me haga la suma."

"¡Pero Sabrina, tengo una casa y una esposa a la que mantener!" se quejó el director.

"Y yo tengo pokémon y un gimnasio que mantener" objetó ella irritada. Las discusiones con Pokémet siempre terminaban agotándola "Escúcheme bien, Sidney. Ya hemos pasado por esto en incontables ocasiones. Entiendo que esté orgulloso de sus películas, y yo también estoy feliz por que haya logrado triunfar en la industria. Pero necesito el dinero tanto como usted, especialmente si esta será la última vez que trabajemos juntos. Las figuras de la reina Bellelba ya no se venden, por lo que mis ingresos están disminuyendo. Apenas gano lo suficiente con las lecciones que les cobro a mis estudiantes, y no voy a vivir haciendo trucos con mi mente y pidiendo limosna hasta que consiga firmar contrato para otra clase de filmes si esta cuarta parte suya no recauda sea cual sea la cifra que el señor Wood espera. Así que tome mi oferta o déjela."

Aguardó pacientemente su respuesta. No tenía nada de lo que asustarse, pues sabía exactamente lo que escucharía a continuación.

"De acuerdo" aceptó Pokémet rendido "Trato hecho. La filmación empezará en enero del año próximo. Me aseguraré de que Hitomi te envíe una copia del guion en estos días, si es que lo completa esta semana."

"Así me gusta" afirmó Sabrina "Que tenga un buen día, señor Pokémet."

No recibió otra respuesta más que el sonido de Sidney colgando y poniendo fin a la llamada. Decidió distenderse dejando su pokégear sobre la mesa de luz para luego dirigirse hacia el sillón de tramado morado de su sala de estar, donde se desplomó exhausta, apoyando su cabeza sobre el brazo derecho del mueble. Se atrevió a bajar los párpados y descansar, solo para tener que alzarlos a los pocos segundos cuando sintió una diminuta lengua lamiendo su mejilla derecha. Dos ojos felinos y púrpuras con pupilas tan blancas como la luna ocupaban por completo su campo de visión.

"¿Y tú qué me ves?" preguntó fastidiada, casi rezongando "¿Qué es lo que quieres ahora? ¿Comida? ¿Caricias? ¿Más práctica de Paz Mental?"

Su entrecejo se arrugó por segunda vez aquel día en cuanto la imagen que Espeon le compartió fue procesada por su cerebelo y su cerebro.

"¡¿Y qué más quieres que haga?!" gritó furiosa y forzando a la gata psíquica a retroceder, haciéndola caer al suelo de pie "¡Si tanto quieres reencontrarte con él, entonces ve corriendo hasta allá! Conoces el camino, así que ve tú misma. ¡Porque yo no te acompañaré!"

Espeon movió su cola bífida de izquierda a derecha, mirándola a los ojos muy enojada. Nuevamente le compartió lo que sentía.

"¡YA NO IRÉ A VERLO!" vociferó Sabrina colérica, perdiendo los estribos mientras se levantaba del sillón y se cruzaba de brazos a la velocidad de un rayo "¡Es él quien debe venir aquí a disculparse! Ha sido un cretino conmigo, y también contigo. ¡¿O es que te atreves a defenderlo?!"

La gata de pelaje lila aterciopelado se echó para atrás atemorizada en cuanto recibió las violentas ondas psíquicas que su entrenadora estaba liberando involuntariamente. Su rostro se entristeció.

"¡Como sea!" protestó la líder de gimnasio mientras apoyaba sus manos sobre sus caderas "¡¿Sabes qué?! Estoy harta. Te prohíbo abandonar esta casa o hablar siquiera del tema. Él ya no es tu dueño, ¡Yo lo soy! Y como dueña tuya que soy harás exactamente lo que te diga. ¡¿ENTENDIDO?!"

Espeon se vio obligada a asentir con la cabeza, soltando un maullido melancólico y lastimero. No le gustaba admitirlo, pero en el fondo sabía que ella tenía razón.

Sabrina volvió a conectar sus dedos con el puente de su nariz. Tras suspirar derrotada, tomó a Espeon con ambas manos y se sentó con ella en el centro del sillón para acariciar su espalda con afecto. Mientras la gata ronroneaba y comenzaba a quedarse dormida sobre su regazo, observó como los generadores potenciadores de sus brazaletes brillaban con un fulgor verde lima, indicando que sus poderes se habían desbocado de nuevo. Se sentía mal por haber tenido que llegar a aquel extremo gritándole a su compañera de departamento considerando el vínculo de amistad que habían formado los últimos años, pero a su vez comprendía que no le había dejado otra alternativa. "Sé fuerte para ser gentil", se decía siempre a sí misma.

Sin poder volver a dormirse y sin saber qué hacer, jugueteó involuntariamente con la hebilla romboide color plata de su cinturón, apretando el interruptor para abrir un compartimiento secreto y sacar de ella con su mano derecha el contenido en su interior: era aquella preciosa y rara alakazamita que su auto-proclamado admirador número uno de Kalos le había obsequiado el año pasado. La minúscula piedra irradiaba un aura apenas perceptible cuya coloración alternaba entre amarillo y marrón claro cada cierto tiempo, produciendo un efecto casi hipnótico.

La líder de gimnasio de Ciudad Azafrán comenzó a reflexionar sobre lo que había sido su vida hasta aquel punto. Estando a menos de dos meses de cumplir veinticinco años había conseguido una vida tanto pacífica como apasionante. La gente de la ciudad ya no la veía con miedo cada vez que paseaba por la calle, había hecho las paces con el maestro del dojo-karate, los demás líderes de gimnasio ahora se atrevían a hablarle, se había vuelto una sensación en Unova como actriz de los estudios cinematográficos Pokéwood, atendía muchos más alumnos que cuando era joven e incluso se había vuelto una socia honoraria de Silph S.A. al haber sido la primera en estrenar su más reciente y revolucionario invento, el Mega-Cinturón. Estaba en su mejor momento pero, ¿Por qué entonces se sentía como si le hubiesen acabado de amputar un brazo?

Naturalmente no todo había sido color de rosas. Su Gallade había muerto tres años atrás, empujándola para evitar que una viga suelta la aplastase mientras se encontraba en el estudio actuando en una película sobre un drama entre un hombre casado con hijos y su amante secreta. Nunca perdonaría a Pokéwood por lo ocurrido, más al mismo tiempo se culpaba por el fallecimiento de su pokémon. Si tan solo hubiese podido haber hecho caso a aquella horrible premonición que había tenido la noche antes del primer día de rodaje...

El llamado a su puerta por alguien que había tocado el timbre la arrebató de su introspección. Ya sabía perfectamente el rostro familiar con el que se encontraría antes de siquiera haber puesto su mano sobre el picaporte.

"Buenas tardes, señorita Sabrina" dijo el hombre de cabello verde y encrespado, ataviado con sus características bata roja y sandalias azules y con una sonrisa de oreja a oreja "Es hora de su masaje semanal."

"Buenas tardes, Liu" contestó Sabrina mientras resistía el impulso de estamparle la puerta en la cara "Escucha, me disculpo por no haberte avisado por teléfono con antelación pero, ¿Podemos posponerlo para el viernes próximo? Te pagaré esta y la sesión de la semana que viene si accedes."

"Cómo lo siento, pero no puedo permitirme retrasar su terapia" se lamentó Liu muy apenado "Ya hasta he traído la camilla."

"¿Estás seguro de que no puedes hacer una excepción el día de hoy?" suplicó ella, haciéndose en vano ilusiones por que le dijese que sí "Hoy no estoy muy de humor. Además, sabes que me resulta humillante."

"A mí también me da vergüenza, señorita Sabrina" afirmó el joven kinesiólogo con buena intención mientras pasaba, ingresando despacio con la camilla en la residencia "Pero recuerde lo que le dijo el médico: si se rehúsa a hacer esto una vez a la semana deberán recetarle pastillas para controlar el estrés. Y los dos sabemos que usted odiaría eso."

"En efecto lo odiaría" reconoció resignada Sabrina mientras cerraba la puerta. La dedicación y la humildad del muchacho siempre le ganaban "Muy bien, entonces hagámoslo cuanto antes. Así podrás irte temprano."

Procedió a desvestirse sin prisa pero sin pausa, y en menos de dos minutos ya estaba acostada boca abajo sobre la camilla, con la parte de abajo de su cintura cubierta por la suave manta blanca. Mientras Liu comenzaba a realizar maravillas con sus dedos sobre su desnuda y caucásica espalda, escogió hacer levitar con una simple orden mental su pokégear frente a ella, dispuesta a revisar su pequeña y muy limitada lista de contactos para recordar con exactitud a quién debía o quería llamar.

Sabrina odiaba la tecnología. No era alérgica a ella, pero aborrecía utilizar seguido su teléfono celular tanto como el beber café o alcohol. Para ella eran tanto pésimos estimulantes como unos mata-neuronas de primera, y siempre la ponían demasiado tensa, razón por la cual se había negado a cambiar su viejo y todavía funcional pokégear por los más recientes modelos de SmartRotom que se habían popularizado en Galar y en Kanto la última década. Ni siquiera usaba las redes sociales, aún a sabiendas de que su inactiva cuenta en Instapoke contaba con más de medio millón de seguidores que esperaban ansiosamente a que hiciese una nueva publicación con foto incluida. Las consideraba una pérdida de tiempo que podría invertir entrenando con sus pokémon o aprendiendo a dominar sus poderes psíquicos, los cuales aumentaban a cada minuto desde el día en el que se manifestaron, haciéndola doblar con su mente su primera cuchara de plata cuando era pequeña.

Pese a que disfrutaba el ya no ser considerada una fenómeno por todos en Kanto, también prefería estar sola. Como consecuencia, la cantidad de gente que tenía anotada a su pokégear era minúscula. Decidió revisar cada nombre por orden alfabético.

Brycen. Líder de gimnasio de Ciudad Teja, y maestro en pokémon del tipo hielo. Habían hecho buena pareja en más de una película, y aunque ninguno de los dos hablaba mucho con el otro había llegado a considerarlo alguien de fiar y a quien podía ver como un igual.

Caitlin. Aquella muchacha amiga de Cynthia que ejercía como miembro del Alto Mando de Unova. La había conocido casi de pasada durante la proyección de su última película en Pokéwood, y habían acordado intercambiar números para mantenerse en contacto en cuanto descubrieron que la otra tenía poderes psíquicos. La verdad era que por lo poco que habían llegado a hablar no quería volver a verla. Le recordaba demasiado a como ella había sido de joven: recta y arrogante. Y detestaba a la gente que le hacía recordar sus propios defectos.

Erika. La líder de gimnasio de Ciudad Azulona. Llevaban siendo amigas desde hacía ya ocho años, y aunque hallaba encomiable su preocupación por la naturaleza, el medioambiente y los pokémon del tipo planta nunca paraba de hablar y se quedaba dormida con facilidad. Además siempre le ofrecía un té de manzanilla que tenía un sabor asqueroso.

Ethan. Aquel muchacho de Johto que ahora era considerado el campeón de ambas regiones, habiéndole quitado el título a Lance ocho años atrás. Solían entablar combates pokémon los domingos, y siempre la vencía. Se había atrevido a echar un vistazo en su mente tiempo atrás, solo para hallar una ingenuidad y una arrogancia tan alarmantes como las de aquel patán de Blue. No le apetecía escuchar su voz en aquel instante de relajación.

Liza. Aquella dulce y simpática niña líder de gimnasio de Hoenn. Ella y su hermano Tate eran probablemente sus amigos más cercanos pese a la diferencia de edad. Ambos mellizos la habían sorprendido con lo maduros que eran para tener tan solo quince años, y hasta le habían enseñado un par de trucos mentales más que útiles. Nada le encantaría más que llamarles en aquel instante para preguntarles cómo estaban, pero sabía que probablemente estarían entrenándose junto a sus pokémon en aquellas horas, y no quería romper su concentración. Sabía mejor que nadie que no había nada más desagradable para un psíquico que ser molestado en plena meditación.

Misty. Líder de gimnasio de Ciudad Celeste. La especialista en pokémon acuáticos se había puesto en contacto con ella unas horas antes, implorándole que se mantuviese alerta. Para su extrañeza, y según lo que le había dicho, Koga y el resto del Alto Mando habían enviado instrucciones por parte de Lance a cada líder de gimnasio de Kanto y de Johto para pedirles que estuviesen atentos a cualquier tipo de actividad inusual o anormal en su área, y que se preparasen para evacuar a toda la gente si las cosas terminaban "pasando a peores". Había tratado de leer su mente en busca del motivo detrás de aquella petición tan vaga e imprecisa, solo para descubrir que sabía lo mismo que ella. No era la primera vez que interactuaban, y tampoco le caía precisamente mal, más la conocía bien y sabía que si volvía a llamarla de seguro comenzaría a hablarle sobre el chico con el que llevaba saliendo por casi once años desde que se conocieron en el Cabo Celeste, sin concretar la relación de una vez por todas.

Red.

Los amargos recuerdos volvieron a bullir en su mente mientras recordaba al único hombre en su vida que se había robado su corazón tanto como se lo había roto. Le había enseñado a ser ella misma, e incluso habían perdido la virginidad juntos con la promesa de que algún día harían pública su relación casándose y formando una familia. ¿Y todo para qué? Para que la abandonase permaneciendo recluido en el Monte Plateado por diez años, solo para volver a su hogar y sin dignarse a hablar con ella o a pedirle perdón por su larga ausencia. No solo no atendía sus llamadas, sino que además obstruía sus intentos de comunicación telepática con su barrera mental. La misma barrera mental que ella misma le había enseñado a crear.

"Hola, Sabrina, he vuelto. Discúlpame por haberte dejado sin previo aviso y poniéndote como niñera de mi pokémon por once años mientras me la pasaba estando deprimido y sintiendo pena por mí mismo en el lugar más frío e inhóspito del planeta. ¿Te apetece ir a almorzar?"

El imaginarse aquel ficticio escenario le causaba más rabia de lo debido. No podía culparle, puesto que sabía que ambos aún tenían muchos asuntos que atender y resolver antes de reunirse definitivamente. Sabía que se reunirían definitivamente.

Había tenido varias visiones borrosas aunque idílicas que auguraban un futuro hermoso para ambos: una conversación de medianoche, una sortija de compromiso y un bello niño varón con rasgos de ambos. Sin embargo una parte de ella temía a su vez que dichas visiones no llegasen a cumplirse, que algo malo pudiese llegar a suceder en el medio. Había aprendido más de una vez que el futuro estaba en constante movimiento, y que podía cambiar impredeciblemente de un segundo al otro. No obstante había algo sobre lo que tenía absoluta certeza: el amor era un poder psíquico tan potente como cualquier otro. Una chispa de energía que jamás moría, que solo se transformaba.

Chispa.

Como si la ira de un dios hubiese decidido desquitarse con su hogar, su casa fue azotada repentinamente por un potente sismo que hizo que varios muebles se sacudiesen y algunos libros y marcos con fotos que había en los estantes de su biblioteca cayesen violentamente al suelo. Espeon, más despierta que nunca, pegó un brinco con el pelaje erizado y, agazapada, empezó a sisear, enseñando los colmillos y con los ojos clavados en el techo.

"¡MADRE MÍA!" exclamó Liu, deteniendo su labor mientras se sostenía de una silla de madera para no perder el equilibrio "¡¿Qué ha sido eso?! ¡¿Qué está pasando?!"

Sabrina abrió los ojos como platos mientras su mente procesaba lo que acababa de acontecer. Sabía que Espeon siempre siseaba de esa forma cuando su pelaje detectaba alguna notoria y adversa alteración en el clima que la rodeaba. Instintivamente se levantó de la camilla y, cubriendo su torso con la manta, corrió hacia la ventana izquierda de su casa para asomarse a contemplar el panorama.

Allí afuera, Ciudad Azafrán estaba a punto de ser reducida a cenizas por una colosal y relampagueante nube negra, que desde el cielo se cernía sobre la inmensa metrópolis y sus indefensos ciudadanos como si estuviese ante un buffet de todo lo que pudiese comer.


"¿Ha habido algún cambio?" preguntó un estresado e impaciente Wallace por enésima vez en aquel largo y tedioso día. La espera finalmente comenzaba a afectarle.

"Ninguno" respondió una mujer de cabello de coloración similar a la del suyo mientras monitoreaba junto a su Sealeo las ondas de energía que el corazón de la Cueva Ancestral emitía con un pequeño dispositivo amarillento en su mano izquierda "Los niveles son estables."

"Confirmo" comentó un hombre corpulento con rasgos faciales similares a los de Wallace, acompañado de un Crawdaunt y con un aparato idéntico al de la mujer en su mano derecha "Si Groudon y Kyogre hubiesen despertado, los niveles estarían por las nubes."

La gran radio apoyada sobre el suelo rocoso rodeado de enormes formaciones de rubíes y un río de lava crepitó, dando a entender que un comunicado sería dado a través de ella a continuación.

"Tampoco hay señales de Rayquaza cerca del Pilar Celeste" anunció una voz masculina "Llevamos horas aquí arriba en la cima, pero sigue sin haber ni rastros de él. Informaremos si detectamos algo."

Wallace se dio la vuelta decepcionado, haciendo a un lado su larga y elegante capa blanca, que combinaba con su característica boina. Había tenido la corazonada de que el dragón legendario se manifestaría antes del Ragnarok, pero el tiempo que llevaban vigilando ambos sitios no habían hecho más que demostrar que su hipótesis había conducido a un callejón sin salida. ¿Por qué Rayquaza no había dado acto de presencia? Sabían que tras el evento ocurrido años atrás había despertado, y había llegado a avistarle durante la invasión de Deoxys en Hoenn. ¿Acaso debían valerse nuevamente de la energía de varias mega-piedras como Zinnia había hecho en su momento para invocarle? Aquellas y más eran las dudas que asaltaban su mente, sin darle una respuesta clara de lo que debían hacer. Y el tiempo se les acababa.

El líder de gimnasio de Arrecípolis sintió un escalofrío recorriendo todo su cuerpo. ¿Y qué tal si la predicción del Oráculo había resultado errónea? ¿Y qué tal si Rayquaza no se presentaría y todos morirían?

No. No podía ser posible. El Oráculo nunca se equivocaba. Debía confiar en que su clan, el clan Endrino y el clan Meteoro podrían detener el Ragnarok junto con los elegidos. Aún tenían tiempo. Tan solo debía hallar un modo de acelerar las cosas para que la balanza se inclinase a su favor.

"Pero mira qué guapo te has puesto desde la última vez que nos vimos, muchacho."

Aquella familiar voz hizo que su inicial sorpresa fuese reemplazada en un parpadeo por una gran alegría. Dejó de caminar en círculos y se volteó para recibir con una reverencia al recién llegado mientras veía como el resto de su clan miraba su accionar estupefacto.

"¡Gran maestro Juan!" exclamó con júbilo mientras volvía a ponerse de pie muy contento "Nos honra con su presencia. Pero, ¿Qué está haciendo usted aquí?"
"¿Que acaso un viejo coordinador como yo no puede pasar por aquí unos días antes de recuperar su viejo título de líder de gimnasio para visitar a su mejor estudiante?" rió jovialmente Juan mientras abrazaba a Wallace frente a sus anonadados discípulos como si de un viejo amigo se tratase "Mi gira por Alola terminó un poco antes de lo esperado, así que decidí aprovechar la oportunidad para venir a ver cómo estabas. El viejo guardián me informó que te encontrabas aquí dentro."

Wallace le correspondió el abrazo y al separarse de él abrió la boca para hablar, pero su antiguo maestro le detuvo alzando su mano derecha para indicarle que no había terminado.

"No te preocupes, me lo ha explicado todo" afirmó con un tono más serio y formal mientras tocaba la punta de su fino y bien cuidado bigote con las yemas de los dedos de su mano izquierda "Admito que me resulta un poco difícil de creer. Predicciones de un oráculo sobre el inminente fin del mundo es demasiado fantasioso e impactante como para asimilarlo todo tan de sopetón. Pero siempre me he dicho a mí mismo ser lo más receptivo posible, así que si necesitas ayuda con algo aquí me tienes."

Wallace sonrió muy agradecido. Después de tantos años su tutor en el arte de los concursos y en el dominio y adiestramiento de pokémon marinos seguía siendo el mismo hombre sabio y caritativo que había conocido cuando era apenas un infante. No había cambiado ni un poco.

"En verdad lo aprecio" respondió por fin con una segunda reverencia "Aunque me temo que de momento no tengo mucho para pedirle."

"No es molestia, mi muchacho" carcajeó Juan mientras abría su grueso y majestuoso abrigo azul marino con bordes plateados para resistir mejor el calor que la lava de la Cueva Ancestral emitía "Me conformaré con hacerte compañía el tiempo que sea necesario."

Su enternecedor reencuentro se vio interrumpido por una serie de pitidos que provenían del poké-multinavegador de Wallace. El ex-campeón de Hoenn miró asombrado su dispositivo en cuanto lo abrió para enterarse de que quien le llamaba no era otro que Steven.

"Discúlpeme un segundo, maestro" pidió mientras atendía la llamada "¿Steven? ¿Qué sucede?"

"No estoy muy seguro, Wallace" retrucó Steven con un dejo de preocupación en el tono de su voz "Maxie del Equipo Magma ha solicitado mi presencia, la del Alto Mando y la de los líderes de gimnasio en su guarida cerca de Ciudad Calagua. No nos ha dado mucha más información al respecto, y tememos que podría tratarse de una embocada. Necesitaremos que tú también vayas para que estemos todos juntos por si algo sucede. Te estaremos esperando allí."

"Ya veo" consiguió Wallace muy perplejo antes de poner fin a la llamada "Voy en camino."

"Me quedaré aquí ayudando al resto de tus amigos" declaró Juan con una sonrisa repleta de seguridad y entendimiento "Mantendré la señal de mi poké-multinavegador abierto por si necesitas ponerte en contacto conmigo. Y descuida, si veo que el agua sube aunque sea unos cuantos centímetros me aseguraré de que Arrecípolis sea evacuada en el acto."

"No sé cómo podré agradecérselo, maestro" contestó su aprendiz con una tercera y última reverencia.

"No tienes que, viejo amigo" aseguró su maestro apoyando con orgullo su mano derecha sobre su hombro izquierdo con orgullo "Ahora ve. Tus compañeros te necesitarán."

Wallace asintió esbozando una sonrisa y se apresuró a abandonar la Cueva Ancestral lo más pronto posible. Una vez fuera de ella, se acercó al gran lago que se hallaba en el centro de la antigua y sagrada ciudad y sacó la poké ball que contenía a su Milotic. La larga y bella pokémon serpiente marina de relucientes escamas amarillas, rojas y azules que recordaban a las de una sirena emergió de su cápsula contenedora emitiendo un hermoso y cautivante canto como el que solo las mejor desarrolladas hembras de su especie podían.

"No debemos perder tiempo" dijo en voz alta y con determinación Wallace mientras se quitaba su capa y procedía a subirse al lomo de su pokémon "¡Hacia la ruta 124, Milotic! ¡Utiliza Buceo!"

Milotic obedeció entusiasmada, y en cuanto se cercioró de que su amo hubiese respirado profundo para reunir aire se sumergió en lo más profundo del océano, dejando Arrecípolis atrás en cuestión de segundos.

Mientras se sujetaba del cuello de su amiga y resistía la presión del agua lo mejor posible, Wallace comenzó a pensar en Steven. Empezaba a lamentarse el hecho de que la petición por parte de Lance la noche anterior de advertir a su amigo y al Alto Mando hubiese sido ignorada y olvidada en favor de decidir el lugar en el que cada clan debía de estar hasta que el desastre hubiese comenzado. Y solo él tenía la culpa de ello, pues él mismo había sido quien lo había propuesto.

Steven y él habían sido amigos desde que tenía uso de razón. Habían crecido y entrenado juntos por años bajo la tutela de Juan y del viejo Drake, hasta que eventualmente consiguieron superar a sus dos maestros. Pero en los últimos años se habían vuelto muy distantes, con Steven abandonando Hoenn muy frecuentemente y forzándole a tener que ocupar su lugar como campeón de la región a causa tanto de su ausencia como también tras que el joven Brendan perdiese credibilidad como campeón tras su derrota a manos del campeón de Johto. Había tenido que presenciar los horrores causados por Deoxys a lo largo y ancho de toda su región, así como también el mantener la compostura para cazar uno por uno a los miembros de la ASNH por los daños causados y las vidas perdidas durante el ataque del pokémon del espacio, por no mencionar la lenta y tortuosa reconstrucción de Ciudad Portual y de Ciudad Calagua.

Todavía recordaba con claridad la forma insólita en la que todo concluyó. Deoxys se la pasó días y días enviando más y más zánganos mientras hacía frente a los ataques de los pokémon del Alto Mando y al mismísimo Rayquaza, hasta que un día, sin previo aviso ni explicación lógica, desapareció sin dejar rastro, y como consecuencia de ello sus clones comenzaron a caer muertos desde el cielo, desintegrándose en el aire. La prensa aseguraba que él y sus colegas líderes de gimnasio junto con Steven y el Alto Mando habían sido los responsables de destruirle, pero todos ellos sabían que eso no era cierto, más prefirieron no decir palabra alguna al respecto para que no cundiese el pánico. Y tras lo ocurrido con aquel pokémon de otra dimensión capturado por Flannery, el joven Brendan le sugirió a Steven regresar como campeón, lo que significaba que él volvería a su viejo puesto como líder de gimnasio.

Wallace ya había tenido suficiente estrés por todo un año y medio. Le resultaba más práctico que Juan ejerciese nuevamente su viejo papel como líder de Arrecípolis para poder enfocarse en algo que llevaba años posponiendo, que era la búsqueda de los otros posibles descendientes del Clan Arrecípolis. Los últimos meses de investigación habían dado sus frutos, permitiéndole hallar a por lo menos medio puñado de hombres y mujeres que compartían tanto su historia y linaje como también su color de piel, de ojos y de cabello. Y con algo de suerte pronto se les unirían más descendientes.

Eso, claro está, si sobrevivían a lo que ocurriría aquel día.

Su mente estaba divagando. Volvió a concentrarse en Steven y lo muy asustado que le notó cuando hablaron por el poké-multinavegador. ¿Qué podría traerse entre manos alguien como Maxie? La respuesta era nada bueno, desde luego. Aborrecía a aquel hombre y a su organización eco-terrorista por las tres ocasiones en las que casi habían causado el fin de Hoenn y el del mundo entero en el proceso. Le costaba trabajo comprender cómo era que un criminal como él seguía sin estar tras las rejas después de todo lo que había hecho. Pero no importaba. Ya lo averiguarían en cuanto llegase a su destino y se reuniese con los demás. Y lo más importante de todo: ya tendría tiempo para enmendar su error explicándole a Steven la situación apenas se viesen cara a cara.

Con valor y con premura golpeó suavemente la espalda de Milotic para convencerla de nadar más rápido. Su pokémon se volteó a verle con sus despampanantes ojos rojo borgoña y, sonriéndole, apresuró el paso.


Hacía tiempo que no usaba su bicicleta.

Sus padres le habían convencido de que debía sacarla del garaje más a menudo para que no juntase tanto polvo, y aquel viernes era el día perfecto para viajar pedaleando. Normalmente, y como lo dictaba el hábito al que ya se había acostumbrado a repetir periódicamente, le habría pedido a su Mandibuzz que le llevase volando hasta su destino, como muchos jóvenes de su edad hacían con sus pokémon voladores.

Pero su madre tenía razón. Debía darle un descanso a Mandibuzz y comenzar a acostumbrarse a hacer ejercicio regularmente, aunque fuese tan solo pedaleando una vez una semana. Y no se perdonaría el hacerla llorar si la contrariaba.

Pedalear nunca le había molestado, más al mismo tiempo jamás le había agradado la sensación de tener que estar en todo momento con los pies tan enraizados a los pedales si no quería frenar abruptamente para terminar saliendo disparado hacia adelante, o cayendo hacia los costados. Pero no quería romper su sorpresa. Y de todas formas aquel día contaba con viento de popa, lo cual facilitaría el combinar la energía generada por sus piernas con la eólica, contando con un punto de apoyo.

En menos de una hora llegó casi volando a la costera y pintoresca Ciudad Marga, famosa por sus largos puentes de agua situados sobre el cristalino mar de la Bahía Arenisca. Desde allí pudo tomar al oeste la ruta 22, para luego atravesar el Gran Boquete y finalmente ingresar en la ruta 23, donde estuvo casi a punto de estrellarse contra una gran manada de Bouffalant que se hallaba atravesando el sendero, como si estuviesen llegando tarde a algún sitio. Decidió no perturbarles mediante un fútil combate que probablemente terminaría mal tanto para él como para sus compañeros, y esperó pacientemente hasta que el último de ellos hubiese pasado. Solo entonces prosiguió con el viaje.

Se sorprendió mucho al encontrársela parada frente al descomunal e intimidante portón que daba la bienvenida a la Calle Victoria, vestida con su típica camisa blanca y azul y sus shorts amarillos, ataviada con su gorra y bolso de entrenamiento. No parecía muy feliz de verlo.

"¡Rosa!" exclamó mientras aparcaba su medio de transporte frente a ella "¿Qué haces aquí? Pensé que estarías allí adentro."

"Llegas tarde" retrucó ella al instante y con un tono tajante mientras se cruzaba de brazos "Diez minutos tarde, para ser exactos."

Algo no estaba bien. Ella no era así de ruda o estricta. La conocía mejor que lo que podría admitir.

"Vamos, solo fue un pequeño retraso" objetó, intentando defenderse "Todas las otras veces he estado aquí a horario. No creo que hoy sea un día tan importante como para que me…"

"Ya basta" le interrumpió ella, alzando su mano derecha para indicarle que se detuviese "No toleraré tus excusas, Nate. Así que, como castigo real, ¡Decreto que a partir de ahora pasarás a ser el bufón de mi corte!"

Su desconcierto se convirtió en enojo en cuanto detectó como los ojos azules de la chica adquirían una coloración aguamarina brillante, al mismo tiempo que sus labios esbozaban una siniestra sonrisa, enseñando unos largos y aserrados colmillos.

"¡CAÍSTE!" carcajeó la falsa Rosa mientras se desvanecía en el aire, revelando a un pokémon antropomórfico de rasgos vulpinos, pelaje marrón grisáceo y una espesa melena rojiza con puntas negras sujetada de la porción inferior por un brazalete que hacía juego con el color de sus ojos, formando una cola de caballo improvisada.

"Muy gracioso" comentó Nate con un rictus cargado de desdén "Ya en serio, ¿Dónde está tu entrenadora?"

El Zoroark dejó de reírse como una hiena y, concentrándose, alzó ambos pares de garras al aire para crear una nueva ilusión, rodeando todo su cuerpo de una resplandeciente aura magenta. Tenía ahora frente a él a un joven pelirrojo de aproximadamente su misma edad, que vestía una camiseta de manga corta y pantalones negros como la noche, acompañados por zapatillas verde agua. Sus ojos de borde rojo remitían a su verdadera apariencia.

"¿Dónde más crees?" le respondió mordazmente y con un tono burlón, pero amigable "Te aguarda en lo más alto del palacio. Aunque debo advertirte que ahora mismo está meditando, y podría ponerse de muy mal humor si la desconcentras de forma muy brusca."

"Tomo nota" replicó determinado el muchacho ajustando la visera de su gorra roja, blanca y negra "Ahora llévame con ella de una buena vez. No estoy de humor para más bromas tuyas."

"Vaya, pero qué carácter" bromeó de buena gana el zorro bípedo mientras abría el portón para invitarle a pasar "Es por aquí."

Mientras Zoroark le guiaba a través de las interminables cuevas de la montaña, el joven de cabello y ojos castaños aprovechó para contemplar por enésima vez el majestuoso y recientemente reconstruido Palacio de N: aquella fortaleza que alguna vez había sido erigida por el Equipo Plasma para infundir el temor en los ciudadanos de Unova para luego caerse a pedazos junto con los delirios de grandeza y la sed de poder de Ghetsis ahora había sido convertido en un hermoso y monumental edificio que, estando pegado a la sede de la Liga Pokémon, trasmitía paz y seguridad exhibiendo su grandeza desde la cima de la colina. Dentro del mismo, numerosos miembros de la reformada logia se encargaban con ayuda de sus pokémon de realizar los últimos arreglos interiores, dirigidos por el sabio Rood y por Anthea y Concordia, las musas del Amor y de la Paz. Todos ellos estaban tan ocupados yendo de un lado al otro que casi ni repararon en el joven de catorce años y el pokémon peludo que se desplazaban por las instalaciones como si de dos sinuosas sombras se tratase.

Tal y como Zoroark le había prometido, Rosa se hallaba en el piso más alto del castillo, más específicamente en la todavía sin restaurar sala del trono, vistiendo un largo vestido rosado y blanco. La joven campeona de la región se hallaba sentada en el trono que alguna vez había sido pensado para que N lo usase, meditando y con su Serperior dormitando alrededor de su cuello. La elegante pokémon serpiente parecía una deslumbrante bufanda verde cuidadosamente bordada.

Nate tragó saliva en cuanto se percató de que no estaba sola: Zekrom, el colosal dragón legendario del rayo, le observaba fijamente con sus profundos ojos de irises blancas y pupilas oscuras, observando cada paso que daba y sin perder contacto visual con él. El generador de electricidad que formaba parte de su cola se hallaba apagado, en estado de reposo.

"Me alegra mucho que ya estés aquí, Nate" afirmó Rosa muy contenta mientras abría sus ojos y bajaba del trono, con su Serperior espabilándose y empezando a reptar para quitarse de encima de su entrenadora "¿Qué te parece el cómo hemos dejado el palacio?"

"Sin duda ha quedado impecable, Rosa" admitió sorprendido él, al mismo tiempo que abrazaba a su amiga para luego separarse de ella "¿Cómo has estado? Oí que el Alto Mando ha decidido ponerse en tu contra en las elecciones."

"Es un poco complicado" explicó Rosa un poco desanimada mientras se ajustaba la pequeña corona dorada que portaba en la cabeza "Shauntal estuvo de acuerdo con mi propuesta, pero Caitlin y Marshal se opusieron completamente, diciendo que mi gobierno solo traerá desdicha. Grimsley también prometió defenderme, pero su voto y su apoyo no valdrán de mucho si sigue con su plan de claudicar dentro de unos meses."

"¡¿Grimsley se retirará del Alto Mando?!" exclamó Nate estupefacto, incrédulo ante lo que sus oídos acababan de escuchar.

"Eso me temo" suspiró ella "No deja de hablar sobre querer dedicarse al surfeo de Mantine en la región de Alola. Anunciará su retiro públicamente el mes que viene. Suponemos que Iris podría ser una buena sustituta para él."

"¿Y has hablado con Hugh últimamente?" inquirió él, cambiando de tema.

"Sabes que no" contestó Rosa, levemente entristecida "No quiere hablar conmigo. Pero está bien. Creo...creo que los dos necesitamos tiempo, es todo."

Los dos jóvenes permanecieron callados por unos segundos, mirando para otro lado para evitar el contacto visual y poder pensar en silencio. Al poco tiempo, Nate alzó la cabeza para hablar.

"¿Realmente crees que estamos haciendo lo correcto, Rosa?" inquirió con notable preocupación en el tono de su voz "Si ganas las elecciones contra el presidente...bueno, estamos hablando de cambiar por completo el sistema político con el cual Unova se ha sostenido por más de un siglo. Y si tu idea llega a fracasar...la gente podría condenarte y perseguirte por ello."

"Nate, soy consciente de los riesgos" aseguró ella cabizbaja "Pero debo hacerlo. Es la única forma en la que podré cumplir mi sueño de unir definitivamente a humanos y pokémon. Es mi ideal, y me mantendré firme en mi decisión de defenderlo hasta el final."

"Lo sé, pero…" comenzó él para hacer una pausa, aclarar la garganta y continuar "Mira, tú sabes que te apoyo, al igual que tu madre, la profesora Juniper y los líderes de gimnasio. Pero, al mismo tiempo...no estoy muy seguro de que esto es lo que N querría."

"N me dijo que tenía el ideal de ser el puente entre humanos y pokémon" afirmó Rosa adoptando un semblante serio "Y pienso ayudarle a hacer realidad ese ideal, aún si él no puede estar presente para verlo cumplirse. Nuestra región está al borde del colapso, Nate. Nuestro presidente y nuestras fuerzas armadas hicieron la vista gorda cuando debían defendernos del Equipo Plasma, y causaron el hurto de innumerables pokémon y la muerte por congelamiento de millones de personas en Ciudad Caolín. Sus manos están manchadas con sangre de gente inocente. Y es por eso que Unova necesita una nueva autoridad. Una que devuelva la fe a sus ciudadanos, para recordarles que no tienen nada que meter. Que unidos somos invencibles."

"No niego que el presidente debe dejar su puesto y pagar por sus crímenes" replicó su amigo dubitativo "Pero...Rosa, estamos hablando de re-estructurar todo prácticamente desde cero. De pasar de una democracia representativa a una monarquía autoritaria."

"No autoritaria" le corrigió ella "constitucional. Dividiré el poder entre los líderes de gimnasio, el Alto Mando y yo para lograr un gobierno abarcativo, sabio y justo. Nos ayudará a escuchar y a atender mejor las necesidades de cada ciudad y pueblo. Y no solo eso, sino que también acercará más a las personas con sus pokémon, para que reconecten y recuperen los vínculos que perdieron a causa del daño producido por las acciones pasadas del Equipo Plasma. Traeremos de vuelta los valores en los cuales Unova se fundó originalmente. Es la única manera en la que podremos seguir adelante. Y quizás, solo quizás, llegará así el día en que humanos y pokémon no necesitemos de poké balls para estar verdaderamente unidos."

"Y eso inevitablemente nos pondrá en problemas con la U.E.R." concluyó él.

"Como ya te he dicho, soy consciente de los riesgos" repitió Rosa sin temor ni duda de ningún tipo reflejados ni en su rostro ni en sus cuerdas vocales "Y si la Unión de Estados Regionales decide declararnos la guerra...pues entonces atacaremos antes que ellos. ¿Verdad, Serperior?"

Su pokémon inicial asintió con la cabeza, mirándola a los ojos y en señal de entendimiento.

"¿Y tú qué opinas de todo esto?" preguntó Nate mientras se daba la vuelta para dirigirse hacia el todavía disfrazado Zoroark "¿También crees en su visión?"

"Siempre seré leal a mi maestra y entrenadora" contestó Zoroark, casi sintiéndose ofendido ante la pregunta "Conozco a aquel al que ustedes llaman N desde que él era un niño perdido en el bosque y yo un pequeño Zorua, y él estaría a favor de esto. Si mi maestra desea volver realidad el sueño de mi mejor amigo y llevar tanto a lo que queda del Equipo Plasma como a la humanidad y a los pokémon hacia tan radiante y glorioso futuro, la apoyaré incondicionalmente."

De pronto, y para sorpresa de todos los presentes en el recinto, Zekrom dio dos atronadoras pisadas hacia adelante y, mirando hacia el techo, soltó un potente rugido que hizo que todo el salón se estremeciese.

"¿Qué ocurre, Zekrom?" preguntó la campeona, mejor actriz y aspirante a reina de Unova, atónita ante la acción del dragón legendario.

"Zekrom dice que debe partir" tradujo Zoroark "En un viaje que solo él debe tomar."

"¿Un viaje?" inquirió Nate arqueando una ceja "¿Con destino a dónde?"

" A donde todo terminará o comenzará" retrucó el pokémon vulpino ilusionista de forma críptica y cortante.


"Se presentó aquí ayer para visitar la tumba de su Gallade, y nos comentó que estaba muy preocupada por él. De hecho, desde que se enteró de que regresó a Pueblo Paleta ha querido pasar a visitarle, pero no ha tenido el tiempo. También ha tratado de ponerse en contacto con él, pero no le ha contestado ni una sola llamada."

Las palabras de Reina volvieron a hacer eco en el banco de su memoria, superponiéndose a lo que sus oídos escuchaban, a las secas y casi improcesables pisadas que las veloces y fortalecidas patas de su Dodrio hacían cada vez que establecían contacto con el suelo. Había intentado ahogarlas junto con el escalofrío que había recorrido su nuca y su columna vertebral completa mientras dejaba detrás Pueblo Lavanda. Pero su mente se había puesto en su contra, jugándole una sucia jugarreta al recordarle de forma insistente un detalle al que había escogido darle demasiada importancia.

Green ya conocía de sobra a Sabrina. Desde que había comenzado a hacer las prácticas para volverse la futura líder de gimnasio de Ciudad Azulona, la especialista en pokémon psíquicos de Ciudad Azafrán había pasado en más de una ocasión para conversar con su maestra Erika sobre asuntos privados, ignorándola por completo y haciendo de cuenta como si ella estuviese pintada. Sabía más que bien que era una mujer de cuidado, fría y completa y llanamente intratable. Muchas personas en Kanto se referían a ella como una bruja, una arpía y un innumerable listado de otros adjetivos que no eran para nada halagadores. Solo los habitantes de Azafrán y los fanáticos de su personaje en las películas de La Puerta al Mundo Mágico parecían tener cosas positivas para decir sobre ella.

¿Pero por qué había preguntado por Red? ¿Por qué quería ver a su viejo amigo y hermano mayor adoptivo? ¿Acaso había quedado resentida por la aplastante derrota que había sufrido ante él años atrás y deseaba la revancha? ¿O acaso formaba parte de un plan mucho más retorcido y siniestro? Fuera como fuera defendería a Red, a su madre y a sus pokémon con su vida. No dejaría que sus vidas fuesen arruinadas por aquella mujer entrometida y vil.

Una sonrisa repleta de añoranza y de nostalgia se dibujó en sus labios mientras entraban en Pueblo Paleta. Llevaba meses afuera de aquel modesto pueblo que había sido su hogar por gran parte de su vida, y volver a poner los pies en él la embargaba de felicidad. Tras un par de palmaditas en señal de afecto y agradecimiento, bajó del lomo de su Dodrio para regresarlo a su poké ball y usó el juego de llaves que se le había confiado para entrar a la velocidad de un dardo en la residencia que tan bien conocía y que tanto quería.

"¡Green, mi niña!" celebró emocionada la mujer de cabello castaño que había sido por muchos años lo más cercano a una madre para ella al verla ingresar en su residencia, dejando los platos lavados para ir a abrazarla "¿Cómo has estado?"

"¡Excelente, señora Tajiri!" respondió la joven entrenadora, correspondiendo el abrazo "¡Gracias por preguntar!"

"Oh, querida, siempre tan educada y tan formal" rió entre lágrimas la mujer "Ya te he dicho más de una vez que puedes llamarme mamá."

"Lo sé" rió Green nerviosa y con una gota de sudor recorriéndole la frente "¿Está Red en casa?"

"Metido en su cuarto, como siempre" bromeó la señora Tajiri "Ve si puedes sacarlo de allí aunque sea a rastras."

Le devolvió la sonrisa asintiendo y subió las escaleras que conducían hacia el piso de arriba llena de energía y vitalidad. Como ya se lo imaginaba, la puerta del que alguna vez había sido el cuarto de ambos estaba entreabierta y sin candado, y él se hallaba acostado boca arriba sobre su cama, con un adormilado Charizard haciéndole compañía desplomado sobre el suelo, a escasos centímetros de los pies de la cama de su dueño.

Apenas había puesto un pie en la pieza cuando le vio abrir sus ojos. Aquellos cautivantes y profundos ojos cuyo color cada cierto tiempo parecía pasar del castaño de su cabello a un rojo sangre intenso. Su semblante serio pasó a ser sustituido por una sonrisa afable y amistosa en cuanto hizo contacto visual con ella.

"Hola, Red" dijo ella con una sonrisa sincera y alzando la mano para saludarle, acercándose a él "¿Qué cuentas?"

"Green" dijo en un tono apagado, pero también amable "Hacía tiempo que no venías a visitarnos."

"Bueno, te prometí a ti y a tu madre que pasaría hoy, ¿No es cierto?" replicó ella mientras se le escapaba una risita pequeña que hizo que el Charizard se despertase y alzase la cabeza "¡Oh! Hola, Charizard."

El lagarto ígneo alado respondió el saludo de la hermana adoptiva de su maestro dándole un leve y cariñoso empujón en la cintura con su hocico, emitiendo un pequeño gruñido que denotaba afecto y alegría. Luego volvió a bajar la cabeza para seguir descansando.

"Es muy tierno cuando duerme, ¿No crees?" preguntó Green muy contenta mientras se sentaba cerca de la cama, mientras él hacía un lado sus piernas para dejarle un poco más de espacio.

"Cambiaste de estilo" contestó él, habiendo detectado finalmente su nueva remera blanca de rayas grisáceas y su falda azul oscuro. Había sustituido su viejo bolso de mano amarillo por uno rosado que hacía juego con su viejo gorro blanco, el cual tenía dibujado la mitad de arriba de una honor ball. Sus brazaletes negros deportivos eran la única parte de su vestimenta que no había cambiado en lo absoluto.

"¡Gracias por notarlo!" exclamó ella muy halagada mientras sus mejillas adquirían una coloración rojiza "Pensé que debía actualizar mi ropa y mi apariencia si voy a ser líder de gimnasio."

"¿Y cómo han ido las prácticas?" inquirió Red perplejo e intrigado a la vez.

"¡De maravilla!" afirmó Green feliz de la vida, lista para compartir todo lo que le había pasado la última semana "Erika cree que ya casi estoy lista para dejarme a cargo y así empezar a preparar su campaña ambientalista."

"¿La de la lucha por el fin de la contaminación del aire en Azulona de la que me has hablado?" preguntó él sin esconder su interés.

"Esa misma" asintió ella muy entusiasmada "Y eso no es todo. ¡Ivysaur evolucionó ayer en Venusaur durante el entrenamiento! ¿No es genial?"

Charizard no pudo evitar sonreír mientras dormitaba. El saber que su viejo compañero de laboratorio había alcanzado su etapa evolutiva definitiva llenaba su alma de felicidad.

Red se limitó a mirar a su hermanastra menor con orgullo. Siempre había sido una niña de un corazón tan puro como el agua de manantial de las cataratas Tohjo, y ahora se había convertido en toda una señorita hecha y derecha con tan solo catorce años de edad, lista para convertirse en la líder de gimnasio que desde pequeña había soñado ser. Era ahora más que nunca que se lamentaba no haber estado para ella durante aquella fase de transición de la infancia a la adultez. Si había alguien que le había extrañado más que su propia madre era ella. Y la culpa sola recaía en nadie más que en él.

"Green" suspiró, finalmente reuniendo el valor que andaba buscando desde hacía un tiempo.

"¿Sí, Red?" preguntó ella, volteándose para dedicarle con una sonrisa toda su atención.

"Hay algo que debo decirte" contestó el ex-campeón de Kanto, al mismo tiempo que se levantaba de la cama y se ponía de pie "Y debo decírtelo ahora."

Ella le miró confundida, sin comprender con qué le saldría a continuación. Él, por su parte, se limitó a tragar saliva y a carraspear, aclarando su garganta para que pudiese expresarse fuerte y claro.

"Voy a pedirle a alguien matrimonio" dijo finalmente.

El rostro de la muchacha expresó asombro, alegría y júbilo en menos de cinco segundos.

"¡OH POR…RED, ESAS SON EXCELENTES NOTICIAS!" vociferó Green mientras brincaba con lágrimas en los ojos, abrazando a su hermanastro con todas sus fuerzas para luego darle espacio "¡NUNCA ME DIJISTE QUE TENÍAS NOVIA! ¡¿PERO CUÁNDO Y CÓMO PASÓ SI ESTUVISTE TANTOS AÑOS ALLÍ ARRIBA EN EL MONTE, BUENO NO IMPORTA, DIME QUIÉN ES LA AFORTUNADA…!?"

"Sabrina" contestó Red con una sonrisa débil, pero auténtica.

La mención de ese nombre paró a Green en seco. La joven aspirante a líder sintió un nuevo escalofrío, muy similar al que había percibido un rato antes, cuando Dodrio y ella abandonaron Pueblo Lavanda.

"¿S-sabrina?" consiguió balbucear por fin "¿Q-quieres d-decir….l-la l-líder de g-gimnasio de A-azafrán?" ¿E-esa S-sabrina?"

"¿Conoces a otra Sabrina?" se atrevió a bromear el ex-campeón, algo muy poco habitual en él.

Con sus dudas disipadas, Green volvió a abrir la boca. Pero esta vez no fueron de regocijo los gritos que escaparon de sus labios, sino de genuino e innegable horror.

"¡P-PERO RED, ES SABRINA, ELLA ES..!"

"La persona más sincera y más parecida a mí que conozco" la atajó Red, interrumpiéndola por segunda vez para luego arquear su ceja derecha "No hay ningún problema con eso, ¿O sí?"

"¡¿P-pero por qué ella?!" insistió ella sintiéndose completamente perdida "¡¿Cuándo fue que ella y tú se…?!"

"Muchos años atrás" retrucó él con frialdad "Cuando Blue y yo aún estábamos en pleno viaje. Pasamos unos días juntos conversando y entrenando para conocernos mejor, y al cabo de un tiempo nos enamoramos. Pasada la liga y mi cumpleaños seguí viéndola. Por eso...por eso viajaba tan seguido a Ciudad Azafrán antes de que me fuese de casa."

"¡Nos dijiste que era para entrenar con el Maestro Karateka del dojo-karate!" espetó ella, involuntariamente señalándole de forma acusatoria con el dedo índice de su mano derecha.

"Mentí" le respondió su hermanastro de forma cortante "Eran otros tiempos. Si nuestra relación se hacía pública, ella habría sido acosada por los medios. Y no quería ponerla en esa situación. Pero ahora que ambos somos adultos será más sencillo dar el siguiente paso."

Green inhaló y exhaló profundamente mientras unía ambas manos y las apoyaba sobre su nariz y labios, como si estuviese a punto de ponerse a rezar. Luego volvió a verle a los ojos.

"¿Alguien más sabe de esto?" preguntó de forma directa.

"No" aseguró él de forma automática, casi robótica "Eres la primera a la que se lo cuento."

"Red, eso no está bien" objetó ella "Debes decírselo ya mismo a tu madre. Además...bueno...ha pasado mucho tiempo. ¿En verdad crees que todavía te está…?"

Esta vez fue ella misma la que se interrumpió. Ya sabía la respuesta a esa última pregunta. Red aprovechó su silencio para contestársela.

"No lo creo, lo sé" afirmó él con el mismo tono que había empleado antes "Tenemos un vínculo mental que nos permite sentir las emociones del otro. Está esperando a que vaya a verla, Green. Y no se me ocurre mejor momento que ahora para hacerlo."

"Aún si lo que dices es cierto, debes decírselo a mam-digo a tu madre…" comenzó Green para luego frustrarse por un breve instante y proseguir "...A mamá. No puedes seguir ocultándoselo."

"Todavía no es el momento" dijo Red mientras se acercaba a su ventana con intención de escapar. Charizard se levantó del suelo y le siguió, abriendo sus fauces para bostezar "Pero sí es el momento para…"

"¡RED!" protestó ella indignada, cruzándose de brazos "¡No te atrevas a huir y a dejarme aquí hablando! ¡Baja ahora mismo y dile a mamá la verdad!"

"¿O qué?" retrucó él con su pierna izquierda ya apoyada sobre el marco de la ventana, girando la cabeza y dedicándole una mirada desafiante.

"¡Te retaré a una batalla pokémon!" amenazó ella mientras tomaba de su bolso la poké ball que contenía a su Venusaur "¡Y te venceré!"

"Inténtalo" respondió él mordazmente mientras sacaba del bolsillo derecho de su pantalón la cápsula contenedora de su Lapras. Charizard abrió ambas alas y gruñó, ansioso por un nuevo desafío.

Pero el combate que probablemente hubiese hecho volar la habitación por los aires no llegó a darse. El sonido de la puerta de calle cerrándose violentamente, dos voces discutiendo brevemente y unos pasos agitados corriendo por sobre las escaleras les detuvieron, para que luego una cara conocida ingresase sin invitación al cuarto, dejando a ambos y al lagarto igual de boquiabiertos.

"¡¿PROFESOR OAK?!" exclamaron ambos en estéreo.

"¡Red, muchacho!" exclamó el viejo científico mientras la madre de Red también daba acto de presencia. Su blanca bata de laboratorio lucía agujereada y con restos de quemaduras, al igual que sus pantalones morados "¡Gracias al cielo que te encuentro aquí!"

"Profesor, ¿Qué le ha pasado?" preguntó Red atónito y preocupado "¿Por qué toda su ropa está así?"

"¡No hay tiempo para explicar!" espetó Oak con una muy impresionante velocidad y vigor para su edad "¡Enciende tu televisor ya mismo!"

El joven ex-campeón, aunque todavía con medio millón de preguntas en la cabeza, obedeció. Tomó velozmente el control remoto que siempre dejaba debajo de la cama y presionó el botón rojo, apuntando al televisor. Y las imágenes que los cuatro vieron por el canal de noticias en cuanto la pantalla se iluminó le dejaron sin palabras.

"¡Estamos aquí presenciando lo que podría describirse como el suceso más insólito en la historia de esta región desde la Gran Guerra de Kanto!" decía la reportera de cabello oscuro, ojos azabache y blusa verde "¡Las Aves Legendarias Articuno y Zapdos llevan unos cuantos minutos atacando Ciudad Fucsia y Ciudad Azafrán, congelando y friendo todo a su paso con tormentas de hielo y eléctricas! Ya se han reportado alrededor de veinte muertos y ochenta heridos, y la policía local ha comenzado a evacuar a los ciudadanos. Todavía se desconocen las intenciones detrás de los dos pokémon, pero recomendamos a los entrenadores y viajeros que se encuentren ahora mismo en las rutas colindantes no acercarse hasta que las autoridades pertinentes se hayan hecho cargo de la situación. Repito: NO SE ACERQUEN."

Parecía un montaje, una película de alto presupuesto diseñada para engañar y apantallar tontos. Pero las imágenes y videos eran reales: allí estaban Articuno y Zapdos, los dos pájaros legendarios del Hielo y del Rayo, trayendo consigo destrucción y muerte desde el cielo. Y parecían estar sufriendo.

"Ya he contactado con Blue en el camino desde Ciudad Fucsia hasta aquí para que asista a Janine en la defensa de la ciudad" explicó Oak "¡Red, odio pedirte esto, pero creo que sería una excelente idea que tú y tus pokémon ayudasen a los oficiales de Ciudad Azafrán!"

"¡Ciudad Azafrán!" observó Green sorprendida "¡Pero allí es donde vive…!"

"...Sabrina" completó Red, finalmente reaccionando y corriendo decidido a subirse al lomo de Charizard "¡Tengo que ir por ella!"

"¡Y yo te acompañaré!" declaró su amiga yendo en la misma dirección que él y aferrándose a su cintura.

"¡DE NINGUNA MANERA!" gritó la señora Tajiri furiosa mientras se interponía entre la ventana abierta y el reptil lanza-fuego a punto de despegar del suelo "¡Los dos no irán a ninguna parte!"

"¡Mamá, déjanos ir!" contestó su hijo irritado "¡Muchas personas inocentes morirán si no vamos!"

"Ya pasé diez años de mi vida llorando por la desaparición de un hijo" gimió la mujer encolerizada "¡No perderé ambos el día de hoy! ¡No a manos de esos pokémon!"

"Mamá, ya he luchado antes contra Articuno y contra Zapdos, y hasta les capturé" se defendió Red "Solo yo podré tranquilizarlos. Además, ¡No podemos perder tiempo!"

"¡Por favor!" suplicó Green entristecida, con su cabeza asomando por encima del ala derecha del inicial de su hermanastro.

La señora Tajiri no pudo contener más las lágrimas. Con un profundo dolor en su corazón se dirigió hacia sus dos protegidos para estrujarlos mediante un demoledor abrazo que posteriormente le fue correspondido. Segundos después, procedió a apartarse.

"Cuida bien de ellos" pidió a Charizard, quien respondió asintiendo determinado con la cabeza. Luego se volteó a ver a Red y a Green por última vez "Y ustedes dos...prométanme que volverán ilesos."

Aquellos a los que consideraba sus dos retoños respondieron de la misma forma que el pokémon, y en un parpadeo atravesaron con ayuda de la lagartija alada y barrigona la ventana, volando a toda velocidad con rumbo al este, hasta que no fueron más que un punto naranja apenas perceptible para el ojo humano.

"Estarán bien" afirmó apesadumbrado Oak a su vieja amiga, intentando reconfortarla mediante el gesto de apoyar su mano izquierda sobre su brazo derecho "Los dos son más que capaces."

"Espero que tengas razón, Samuel" respondió la señora Tajiri apretando ambos puños, hallándose desconsolada y a merced de sus propias emociones.


Miles y miles de años atrás, cuando la gran bestia azul declaró la guerra al fiero señor de los continentes invocando un diluvio universal, un hombre y su pokémon previeron la calamidad que se avecinaba sobre todas las formas de vida que necesitaban de la tierra para sobrevivir.

Negándose a morir, el hombre construyó con ayuda de la magia de su pokémon un arca más grande que cualquier otro navío en existencia en poco tiempo. A ella subieron tanto su esposa, sus hijos y sus nueras como dos miembros de cada especie habida y por haber de todos los pokémon alados y terrestres, un macho y una hembra por raza.

El arca resistió maremotos, remolinos, vientos huracanados y hasta las más devastadoras tempestades, manteniendo a todo aquel ser vivo que estuviese dentro de ella a salvo. Y cuando el gran dragón finalmente puso fin a aquella apocalíptica contienda sin sentido, los mares se tranquilizaron, y la tierra volvió a florecer.

Habiendo vuelto a pisar tierra firme, el hombre pasó el resto de sus días en compañía de su pokémon y de sus seres queridos. Su último regalo a la humanidad fue aquella preciada arca a la que tanto cariño y esmero le había puesto y con la que tantas vidas había puesto a buen resguardo.


El lejano pero potente eco del ruido producido por un antiguo e inmenso gong a causa de un fino mazo de madera apresuró a Zinnia a terminar el último párrafo de lo que presentía sería su última entrada. La joven cronista del Clan Meteoro cerró el pesado libro con piel de Tyrantrum, retiró con agua la tinta en la punta de la pluma que había usado para escribir, ajustó la mega-tobillera azulada localizada debajo de la rodilla en su pierna derecha y, con diario en mano, se apresuró a abandonar su recámara.

Apenas había recorrido unos cuantos metros cuando un rostro conocido salió a su encuentro. Uno que no le alegraba mucho ver, pero que estaba consciente de que se le cruzaría en poco tiempo.

"Parece que ya es nuestro momento de partir" le sonrió Spenser con amabilidad "¿Ya estás lista?"

"Imaginé que los elegidos tardarían más en llegar" contestó ella con frialdad, esquivando la pregunta por completo y revisando su viejo reloj de bolsillo cuya tapa llevaba grabada el dibujo de un Vibrava que exhibía orgulloso sus enormes alas romboides color esmeralda. Aún funcionaba tan bien como el día en el que Aster se lo regaló "El tiempo vuela cuando una escribe."

La sonrisa en los labios del anciano se desdibujó, siendo reemplazada por un ceño de tristeza. Comprendía más que bien la indirecta.

"En efecto" respondió segundos después, poniendo fin al incómodo silencio que les rodeó por un instante "El vigía los ha avistado a ambos en dirección hacia aquí. Y parece que no vienen solos. El joven campeón de Johto y sus otros amigos también les acompañan."

"Recuérdame por qué debes acompañarme" indagó ella sin ocultar el fastidio que le causaba la presencia de Spenser "Por qué no puedo hacer esto sola."

"Como dije en la asamblea, Kyogre tiene interés en la chica" retrucó él impasible "Probablemente espera que ella tome mi lugar, y si es así debo guiarla."

"Espera" le detuvo la cronista con los ojos como platos "Si la busca a ella, ¿Significa que tú…?"

El anciano asintió apenado con la cabeza. Tres palabras huyeron de sus labios en la forma de un susurro.

"Eso me temo."

"Nunca me lo dijiste" señaló ella.

"Nunca lo preguntaste" contestó Spenser apoyándose en su báculo para recuperar el equilibrio que había perdido momentáneamente "De hecho me sorprende que te muestres tan impresionada. Pensé que no te importaba."

"No me importas" espetó ella "Y esto no cambia nada. Solo me ha sorprendido porque no lo sabía."

Los dos permanecieron parados uno frente al otro, mirándose fijamente e ignorando a los muchos y agitados miembros de los clanes Meteoro y Endrino que pasaron cerca de ellos con mucha prisa, acompañados de numerosos pokémon dragón, entre los que se podían ver unos cuantos Dragonair, Shelgon, Gabite y Flygon. Para ellos, todo lo que les rodeaba parecía no existir salvo el otro.

"Sin embargo me recuerda a algo que nunca te he preguntado" continuó Zinnia de pronto, manteniéndole la mirada "¿Cómo fue exactamente aquel día? ¿Qué fue lo que se sintió?"

Spenser suspiró con gran pesar. Sus labios se contrajeron en un rictus, al mismo tiempo que los dedos de su mano derecha izquierda estrujaban el mango de su báculo, casi arañándolo. El amargo dolor de las vidas que había arruinado y perdido a causa de su nefasta ambición oprimía su corazón.

"Estaba aterrado, con la espalda contra la pared" dijo por fin, comenzando su relato "El viento aullaba con fuerza, y la lluvia no dejaba de caer mientras los rayos iluminaban el cielo con un fulgor tenebroso. Y lo único que podía hacer era quedarme allí, mirando a los ojos de la gran bestia azul."

Spenser creyó ver por un breve milisegundo a su yo pasado de hacía miles de años, ahogando un grito y tragando saliva mientras el agua del océano le llegaba a escasos centímetros del cuello, con las anaranjadas y rojizas pupilas de Kyogre observando fijamente tanto su empalidecido rostro como el reluciente y cristalino cuerpo geométrico en la palma de su mano derecha que emitía un brillo azul claro e intenso, casi enceguecedor. Zinnia se percató del repentino temblor en los tensos nudillos de sus casi esqueléticas manos, así como también de la luz tenue que provenía de las venas en sus brazos, y por un instante se compadeció con él.

"Acababa de utilizar el prisma azul para hacer que Kyogre viniese a mí" prosiguió en cuanto se repuso del haber revivido aquella traumática experiencia "Y cuando finalmente le tuve enfrente mío comprendí tarde el grave error que había cometido. Los prismas, si bien habían sido diseñados con el fin de despertar y controlar el poder de ambos legendarios, también contenían una energía de tal magnitud que cualquier humano o pokémon que tuviese una exposición prolongada a ellos terminaría sucumbiendo ante su poder primigenio."

Hizo una pausa para apoyar ambas manos sobre el bastón y desviar la mirada hacia abajo, tanto avergonzado por su accionar como también por lo que tendría que describir a continuación. Un familiar dolor comenzó a oprimirle el pecho.

"El prisma terminó fusionándose con mi piel, hundiéndose en mi mano y recorriendo todo mi brazo y hombro hasta alcanzar mi caja torácica, donde se detuvo para irradiar aún más energía, alterando por completo mi estructura molecular. Grité como nunca jamás lo había hecho hasta aquel entonces mientras me retorcía a causa del sufrimiento que estaba experimentando. Era como si todas y cada una de las células que conformaban mi ser ardiesen con las llamas del infierno, sin terminar de consumirse. Mi mente se estaba haciendo pedazos, y cuando creí que ese sería mi final, oí una voz frente a mí. Kyogre estaba hablándome. El prisma me había otorgado un saber tan amplio que ahora no solo comprendía su lengua, sino que además podía leer sus pensamientos."

"Y...¿Qué fue lo que te dijo?" inquirió Zinnia con temor.

"Estaba furioso conmigo" respondió Spenser lentamente "Decía que había osado dominarle, y que podría haberme devorado con tan solo abrir sus fauces para hacerme pagar el precio. Pero que me daría la oportunidad de ser su heraldo en cuanto terminase de destruir la tierra y de formar el mundo marino que tanto ambicionaba."

La cronista alzó una ceja incrédula.

"Me explicó que Groudon y él estaban atrapados en una lucha interminable" explicó el anciano líder del Palacio Batalla "Una que solo acabaría cuando uno de los dos acabase ahogado o incinerado. Y que aunque quisieran detenerse, el poder de la regresión primigenia es como una adicción a la que no pueden renunciar, que les reduce a sus instintos primitivos y a una insaciable necesidad por conseguir más y más poder. Es por eso que ambos desean hacerse con la energía natural del planeta. Y si no pueden conseguirla, entonces se conformarán con matarse el uno al otro."

"Costó mucho lograr que el prisma azul abandonase mi cuerpo. Se necesitó de las artes arcanas de los mejores hechiceros para retirármelo, y cuando Rayquaza drenó tanto a Kyogre como Groudon de sus poderes primigenios, solo entonces conseguí que la separación fuese completa. Naturalmente ya era demasiado tarde, puesto que ahora podía escuchar la voz de Kyogre incluso si este permaneciese dormido. Seguía conectado en cuerpo, mente y alma a mí, aunque fuese en un sueño, advirtiéndome de que vendría por mí el día en que tanto él como el prisma escogiesen a un nuevo heraldo."

"No te sigo" admitió Zinnia rascando su nuca, intentando procesar todo lo que estaba escuchando "Entonces...¿Dices que Kyogre busca que le sirvas y que al mismo tiempo le detengas?"

"Podría decirse" reconoció Spenser "Y ahora que se ha fijado en la chica, su mente se encuentra más dividida que nunca. Una parte de él quiere que la salve de tan horrible destino. La otra desea que eso ocurra. Y eso, por lógica, implica que yo quede fuera de la ecuación primero."

"¿Y qué piensas hacer al respecto?" preguntó ella confundida.

"Lo primero" afirmó él con evidente determinación y un dejo de enojo en su voz "Nadie jamás debe volver a pasar por lo que yo pasé. Los prismas azul y rojo deben permanecer en el Monte Pírico, que es donde pertenecen, sin que nadie los toque."

"Pero hay algo que no encaja" señaló la cronista perpleja "Maxie, el líder del Equipo Magma, estuvo expuesto al poder del prisma rojo cuando despertó a Groudon. ¿Cómo es posible que no haya sucumbido ante la energía primigenia y tú sí?"

"Maxie no estuvo el suficiente tiempo expuesto al prisma rojo" contestó el viejo haciendo a un lado sus barbas para poder rascar su barbilla "O al menos eso es lo que yo creo. Además, para que la fusión de transformación en heraldo dé lugar, el prisma también debe elegir al portador, reconociéndole como digno, como fue mi caso."

El silencio se cernió sobre ambos nuevamente. El gong que Zinnia había escuchado antes volvió a ser golpeado más adelante.

"Imagino que ya te has despedido de todos aquí, incluyendo a la Gran Matriarca" dijo Spenser cambiando de tema.

"No de todos" replicó Zinnia mientras comenzaba a avanzar "Aún hay una persona con la que debo hablar antes de partir."

Callados y sin dirigirse palabra alguna, el inmortal hombre y la muchacha caminaron derecho por los amplios pasillos, hasta dar una vuelta a la izquierda y llegar ante una gran puerta de hierro que era custodiada por un hombre alto y fornido y su Zweilous, quienes en cuanto les vieron se apartaron para permitirles el acceso, haciendo una reverencia en señal de respeto.

Abriéndose paso entre los muchos discípulos y caballeros que iban de un lado a otro asegurándose de que una pareja de cada especie de pokémon entrase sin chistar a donde estarían a buen resguardo, hallaron a Lance y a Clair contemplando juntos y con el ceño fruncido aquel enorme búnker.

El búnker. Ese era el nombre clave que le había sido conferido a aquella colosal embarcación que antaño había salvado a incontables seres vivos. Tras haber sido recuperado por los descendientes del Clan Meteoro y del Clan Endrino, aquel enorme navío que contaba con más de ochocientos cincuenta metros de altura había sido modificado con el pasar de los siglos mediante numerosas piezas de tecnología de empresas como Devon S.A. y Silph S.A., con el objetivo de otorgarle un diseño más aerodinámico y una mayor resistencia en caso de que algún día tuviese que ser vuelto a ser usado.

Clair se dio la vuelta en cuanto se percató de la presencia de Zinnia y de Spenser, apoyando sus manos sobre sus caderas para adoptar una posición de jarrón y mirando a ambos con una cara de pocos amigos que no reflejaba otra cosa más que desdén.

"¿No deberían haber partido ya?" preguntó altaneramente, sin siquiera pestañear.

"No podía irme sin hablar contigo" replicó Zinnia, manteniéndole la mirada sin siquiera estremecerse "Escucha, Clair. Mi sexto sentido me dice que probablemente no volvamos a vernos después de esto, y si mi corazonada resulta ser cierta no quiero tener que irme sin haber hecho las paces contigo."

"Como si eso fuera a ocurrir" retrucó la doma-dragones con una de las venas en su frente palpitando "¿Piensas que olvidaré el cómo guiaste a esos maniáticos del Equipo Magma hasta la ubicación de Groudon solo para despertar a Rayquaza, poniendo a todo el planeta en riesgo?"

"Clair…" comenzó Lance, solo para que su prima alzase su mano derecha, indicándole que se callara. El pelirrojo no tuvo otra alternativa más que cerrar la boca, pues sabía que discutir con Clair era como querer entrar en razón con el más terco de los Charizard.

"Lo que hice fue por una buena causa" argumentó Zinnia "Quería evitar que el meteorito destruyese Hoenn, y en aquel punto no había hallado otra manera para llamar la atención de nuestro guardián. Admito que cometí una gran equivocación, pero al final logré lo que me había propuesto. Salvé a toda una región."

"Dirás que ese muchacho y Rayquaza salvaron a toda una región" espetó Clair "Y siéndote franca, ya he visto algunas de las batallas de ese chico y sus pokémon, y no estoy sorprendida. No creo que esté a la altura de un conflicto como este, y no depositaré mi fe en él."

"Con el debido respeto, Clair" se atrevió a observar Spenser "¿No son él y su novia los elegidos que el Oráculo ha dicho nos salvarán del Ragnarok? ¿No son ellos quienes poseen el poder de los dragones eón y la clave para invocar a Rayquaza?"

El Oráculo. Todos en el Clan Meteoro le conocían y le respetaban tanto como le temían. Se trataba de una figura delgada y esquelética que, a juzgar por la banda que cubría su vacías cuencas y las largas hebras canosas de cabello que tapaban su cuerpo hasta seguir en el suelo, era imposible determinar si era un hombre o una mujer. Se decía que existía desde la época de la primera vez que Groudon y Kyogre se enfrentaron, y que por motivos que nadie conocía había llegado a vivir hasta el día de la fecha, probablemente producto de alguna bendición o maldición que había caído sobre él o ella. Sus siempre acertadas predicciones habían ayudado a ambos clanes en más de una ocasión, más nunca quería hablar con nadie más que con la Gran Matriarca, y parecía hallar únicamente la paz y la tranquilidad cuando se hallaba rodeado de pokémon del tipo psíquico, fantasma o siniestro, siendo su mejor amigo un Banette salvaje que le visitaba a menudo. Su conexión con el Más Allá era todo menos innegable.

"Las palabras del Oráculo pudieron haber sido malinterpretadas" puntualizó Clair casi bufando como un Tauros enardecido "Sabemos de sobra que nunca nos ha dado toda la información cada vez que sufre visiones."

"Sea como sea, no me iré de aquí hasta haber arreglado las cosas entre nosotras" afirmó Zinnia cruzándose de brazos, permitiéndose a sí misma soltar un suspiro antes de seguir "¿Qué fue lo que nos pasó, Clair? Éramos tan unidas cuando éramos niñas. Te consideraba mi hermana mayor. Ya ha pasado mucho tiempo, y ahora que nos encontramos ante el posible fin de todo lo que conocemos sigues siendo dura e inflexible conmigo. ¿Por qué no…?"

Clair apretó con fuerza sus dientes mientras sus ojos se tornaban llorosos. Ya no podía seguir conteniendo la ira y el dolor que carcomían lo más profundo de su alma.

"¡POR TU CULPA CASI MORIMOS TODOS EN DOS SITUACIONES!" vociferó colérica "¡POR TU CULPA ES QUE TODOS ESTAMOS EN ESTA SITUACIÓN! ¡Y DE NO SER POR TI, ASTER TODAVÍA ESTARÍA CON VIDA!"

Lance y Spenser notaron como todos y cada uno de los músculos de los brazos de Zinnia se tensaban tanto como los de un Machamp tras haber realizado el movimiento Corpulencia, al mismo tiempo que las pupilas de sus rojos ojos se contraían a causa del odio y la tristeza. Evidentemente la joven cronista estaba así de cerca de perder la compostura y abofetear a la líder de gimnasio de Endrino.

"La muerte de Aster es algo que jamás me perdonaré" respondió la muchacha, con su rostro ensombrecido, con sus dientes chirriando y con sus puños crujiendo "No pude defenderla cuando aquellos cazadores vinieron al Pilar Celeste con la intención de capturar a Rayquaza, y todo porque tenía miedo de enfrentarles. Y por ello la perdí. Mi mejor amiga. Mi compañera. Mi alma gemela."

Un abrumador silencio calló los labios de la cronista, haciendo temblar a su vez los de la doma-dragón. Lance y Spenser también guardaron silencio, sabiendo perfectamente que ambas necesitaban un momento.

"No quiero tus disculpas" continuó Zinnia, casi a modo de un murmullo "Pero sí quiero que entiendas. Que entiendas que no quiero que sigamos así. No cuando es posible que esta sea la última vez que hablemos. Ya perdí a una amiga. No quiero perder otra a causa de lo que hice o no hice por la primera."

Clair abrió la boca para hablar, pero el torbellino de emociones en su mente le impedía formar una oración que no fuese a sonar como un inentendible e incoherente balbuceo. De pronto, y para sorpresa tanto de su primo como del anciano, abrazó a Zinnia con fuerza, como si fuese a morir si la dejaba ir. Las dos mujeres lloraron en voz baja por la tragedia que las unía.

"En serio lo siento" susurró Zinnia.

"Lo sé" consiguió mascullar Clair.

Eventualmente las dos se separaron para secar sus lágrimas y, tras compartir un firme apretón de manos, se despidieron con una mirada solemne, de entendimiento mutuo.

"Tal vez podrías también hacer las paces conmigo" susurró Spenser al oído izquierdo de la cronista.

"Tal vez" reconoció ella avergonzada.

"Creí que nunca la perdonarías por lo sucedido" comentó Lance mientras veían a Zinnia y a Spenser salir de la sala, dejándoles a solas con el resto del clan y los pokémon que todavía no habían subido al búnker.

"Ella tiene razón" afirmó Clair, respondiendo a la observación de su primo "La Gran Matriarca nos enseñó a las tres de niñas que el pasado debe de ser enterrado. Solo entonces puede haber un nuevo comienzo. Pero supongo que mi orgullo me cegó por tanto tiempo que me hizo olvidar a las personas que son importantes para mí."

"Tal vez debimos habernos disculpado también con aquel muchacho Silver" reflexionó el pelirrojo llevándose la mano a la barbilla "No es del todo su culpa el que sea tan inflexible con sus pokémon. Después de todo fue criado por uno de los hombres más crueles que alguna vez haya visto. Me pregunto si Ho-Oh ya le ha ayudado a encontrar a aquella hermana que está buscando."

"Es posible" reconoció la doma-dragones "Y espero sinceramente que tanto Ho-Oh como Lugia nos protejan en estas circunstancias. Sé que Lugia se halla en poder de aquel chico Ethan, pero la historia nos ha demostrado una y otra vez que el poder de un pokémon legendario es mucho mayor al del entrenador que este elija."

"Si mi hipótesis es correcta, tanto Ethan como Lugia tendrán un papel fundamental en todo esto" afirmó su primo "Después de todo el vigía también los ha avistado a ellos."

"¿Y cómo ha ido la reunión secreta con la Gran Matriarca y el Primer Sacerdote?" preguntó ella, finalmente girando la cabeza hacia la derecha para mirarle a los ojos "¿El abuelo y tú lograron convencerles del error que están cometiendo al no informar al campeón, al Alto Mando y a los líderes de gimnasio sobre todo esto?"

"Desearía poder decir que sí" contestó Lance apesadumbrado "Pero siguen pensando en que será mejor que se enteren por ellos mismos. Y a decir verdad no puedo culparles. Probablemente nos verían como lunáticos si les dijésemos que el mundo se acabará en unas pocas horas."

El ex-campeón de Kanto y de Johto meditó por unos segundos la pregunta que tenía pensada hacer. Una vez se sintió preparado, procedió a hacerla.

"¿Crees que Zinnia les diga algo?" inquirió con curiosidad.

"No lo creo" replicó Clair " que les dirá algo. La conozco desde que éramos niñas, y siempre ha sido brutalmente honesta con todo lo que dice o piensa. Nunca ha ocultado un secreto a menos que la situación lo requiriese. Y hablando de situaciones, ¿Ya estás listo para tu gran debut en televisión internacional?"

"Hemos conseguido interceptar las señales de las telecomunicaciones de Kanto, Johto, Hoenn, Unova y Galar" retrucó Lance "Y no falta mucho para que consigamos establecer contacto con Sinnoh. En serio espero que el búnker sea lo suficientemente veloz como para cubrir la distancia que separa a Hoenn del resto de las regiones que debemos rescatar."

"Sí, y los resultados con Alola han sido infructíferos" suspiró ella con un dejo de irritación "Ya me lo dijiste hace una hora. Pero eso no contesta mi pregunta. ¿Estás listo o no para semejante responsabilidad?"

"Nunca he estado más listo para algo en toda mi vida, Clair" afirmó Lance mientras los dos veían como la última pareja de pokémon, dos Tropius, entraba al búnker.


Le costaba trabajo creer lo rápido que había llegado a su destino. Había gastado demasiada energía en su viaje para alcanzar a su objetivo, pero por fin estaba allí.

"Solo espero tener tiempo suficiente para lo que debo hacer", pensó.

Alzando con cansancio y con agobio la cabeza, Jirachi observó maravillado el Monte Plateado, siempre envuelto por la nieve y el frío, siempre tan inhóspito para cualquier viajero al que se le ocurriese la nefasta y suicida idea de escalarlo. Le había visto durante la primera mitad de su último sueño de mil años, y ahora que le tenía enfrente suyo se daba cuenta de que lucía mucho más imponente que como lo recordaba en las oníricas visiones de su letargo.

Mientras utilizaba sus poderes psíquicos para levitar y alcanzar la cima, sintió un escalofrío que produjo que hasta su capa metálica cristalina y protectora temblase de pavor. Rodeó el monte volando en círculos, en busca de alguna pequeña abertura o caverna que condujese al interior de la montaña, y cuando finalmente halló una entró en él a la velocidad de un proyectil, ya sin poder soportar el gélido viento que estaba congelando su cuerpo de acero.

Apenas había terminado de ingresar cuando vio a un sinfín de pokémon huyendo aterrorizados. Numerosos Ponyta, Phanpy, Sneasel, Tangela, Teddiursa, Doduo y sus respectivas evoluciones corrían despavoridos, como si la parca fuese a llevárselos con ella si se detenían a mirar atrás. Y no le tomó mucho el descubrir el por qué de su comportamiento: más hacia el frente, en un boquete que conducía a otra caverna, un resplandor amarillento y rojizo alumbraba toda la cueva, acompañado de graznidos similares a alaridos que derretían todo el hielo del interior. La temperatura allí dentro estaba elevándose drásticamente.

"¡Moltres! ¡Detente ahora mismo o…!"

No recibió advertencia alguna antes de que un potente ataque de Lanzallamas fuese disparado hacia él, forzándole a pensar rápido y a invocar y generar una pequeña barrera psíquica conformada por dos capas, una de color verde claro que le salvó de ser derretido vivo y otra de una coloración azul claro que elevó considerablemente su defensa física.

"¡No! ¡Llegué demasiado tarde!"

Y así era. La ave legendaria del fuego emergió de su cubículo, exhibiendo su envergadura y revelando que había cambiado radicalmente de apariencia: sus ojos ahora eran azules como el cielo, y su plumaje amarillento se había tornado tan negro como la más oscura de las noches. Su pico y sus patas, al igual que las llamas en su cabeza y en sus alas, habían adquirido una coloración escarlata. Orgulloso de la mutación que había sufrido, sonrió desafiante a su nuevo oponente.

"Esfúmate o te aniquilo", sentenció en perfecto castellano.

"¡Jamás!" retrucó el pequeño genio con determinación "¡No permitiré que traigas contigo el fin de humanos y pokémon! ¡Y será la oportunidad perfecta para despertar mi dormido poder!"

"¿Quieres poder?" graznó Moltres mientras batía sus enormes alas "Veamos si te gusta sentir el ardor del averno. ¡FURIA CANDENTE!"

El fénix oscuro rió mientras su cuerpo expulsaba una onda de energía color magenta para dispararla hacia Jirachi, quien al estar enfocado en acumular energía con el tercer ojo en su barriga abierto, no tuvo tiempo para esquivar el ataque. Se deleitó en cuanto vio a su adversario caer al suelo para gemir y retorcerse de dolor, intentando en vano usar su capa para protegerse de la energía oscura que le había infligido un considerable e inacabable daño.

"Imagina el mayor dolor que alguna vez hayas sentido" carcajeó con una sonrisa maligna "Ahora imagínalo volviéndose cada vez más fuerte cuanto más te muevas. Pero no te preocupas. Pronto no tendrás que imaginarlo siquiera."

La sonrisa se le desvaneció en cuanto vio que el cuerpo de Jirachi comenzó a brillar, hasta liberar con esfuerzo un potente ataque de luz que le dio de lleno en el vientre, haciéndole retroceder.

"AAAARGH, maldito genio de pacotilla" vociferó iracundo "Me has dañado. Pero si crees que tu Deseo Oculto me detendrá, estás más que equivocado. Podría calcinarte y reducir tu cuerpo a metal líquido y burbujeante con solo pensarlo, pero prefiero dejarte aquí a que te pudras en esta cueva, teniendo que padecer sabiendo que has fracasado. Así que si me disculpas, tengo un apocalipsis que traer."

Jirachi sollozó adolorido, incapaz de moverse mientras veía como Moltres emprendía el vuelo y abandonaba el Monte Plateado para dejarlo atrás en cuestión de segundos, derritiendo toda la nieve y la escarcha en su camino, sin inmutarse ante el frío que le rodeaba. Un solo pensamiento repleto de tristeza fue elaborado por su mente.

"He fallado."