Zafiro


El viento golpeaba las hojas que cubrían su cuerpo, rozando la piel debajo y picando ligeramente. Ya estaba habituada, por lo cual no le dio un segundo pensamiento al respecto. Por otro lado, tenía que concentrar toda su atención a su situación actual si no quería sufrir un desagradable accidente. Ya tuvo unos cuantos en el pasado, y no estaba deseosa de agregar más a la creciente lista.

El sol estaba a punto de ocultarse, apenas generando algo de luz que era amortiguada por el dosel creado por los árboles, especialmente cuando estaba en terreno mucho más bajo. De hecho, apenas y llegaba algo con lo que pudiera ver, y de no estar acostumbrada a moverse en lugares con poca visibilidad para no alertar su presencia, hacía tiempo que hubiera caído.

Las ramas sobre las que se movilizaba estaban firmes, sus pies descalzos la mantenían en su sitio sin riesgo a resbalar. Se movía entre saltos, evitando por completo el suelo para no llamar la atención de ninguna de las especies salvajes. Y, si algún salto requería una mayor distancia, siempre podría apoyarse en una de las tantas lianas sueltas. De hecho, era lo que estaba haciendo en este momento, intentando cubrir la mayor parte del terreno en el menor tiempo posible.

Había una perturbación en el área, y pudo atribuirlo al rugido que escuchó un par de minutos antes. Se dirigía a la fuente, pero no era la única, muchos otros pokemon curiosos, especialmente los Mightyenas, corrían hacia allí por su propia cuenta. No sabía qué era lo que estaba sucediendo, por lo que optó por hacer lo más inteligente y se esforzó por espantarlos. Algunos Zigzagoons corrieron o se paralizaron al escuchar ruidos en los arbustos provocado por ella. Muchos Wurmple que se pegaban a los árboles salían del camino al vislumbrarla o escuchar su acercamiento.

Su compañera en su hombro gorjeó para llamar su atención, por lo que le dio un asentimiento para que procediera. No hubo necesidad de comunicarse, el gesto fue suficiente para que escupiera una pequeña llama a la manada de Mightyenas que se dirigían hacia donde ella. No los espantó propiamente dicho, era difícil hacerlo cuando se movían en grupo, pero eso los puso alerta y dispuestos a buscar al atacante en un rastreo de área ordenado.

Tuvo que repetir ese proceso en varias ocasiones, al menos hasta que fue la única que iba en dirección del poderoso rugido que había alertado a todos los pokemon. ¿Qué habría sido eso, en primer lugar? No podía ser lo que había venido a buscar, todavía estaba en etapa de reconocimiento, y se sabía que esta no era su zona de influencia. Claro, esas eran sus especulaciones, pero habían fallado antes.

Se detuvo cuando observó un acantilado que se alzaba imponente, uno que había escalado en el pasado y estaba segura que por aquí había sucedido todo. Bajó un par de metros para tener una visión más clara del área que se oscurecía. Tenía que forzar su visión para al menos vislumbrar algo, cualquier cosa. Estuvo así el tiempo suficiente como para comenzar a considerar estúpido su esfuerzo y tal vez solo se trató de una pelea territorial, algo que pasa muy a menudo.

Cuando consideró retirarse, logró divisar, apenas, una figura humana que caminaba de forma un poco inestable. Esto despertó su curiosidad y lo siguió desde arriba, lo que no duró mucho cuando lo vio frente a una cueva. Un agujero en la pared asimétrica, con ramas y hojas en el suelo como alfombra de bienvenida. Se quedó de pie allí por varios segundos hasta que decidió entrar, sentándose cerca de la entrada y apoyándose en muro interior.

Se debatió si debería inmiscuirse o no, pero su compañera trinó con curiosidad y decidió tirar un poco de precaución. Se deslizó por una liana con suavidad y practicada maestría, evitando hacer cualquier tipo de ruido mientras veía un poco mejor. Todavía debía esforzarse demasiado para al menos tener un vistazo, pero eso fue suficiente. Realmente le gustaba tener una visión adaptada a entornos desventajosos.

La figura, aunque envuelta un poco por las sombras, era la de un chico. Su cabello alborotado era blanco, algo demasiado raro y tal vez teñido. Poco más podía decir al respecto, excepto que cargaba una forma entre sus brazos, algo que reconoció como un Ralts. Incluso desde allí, escondida tras los arbustos, apenas con capaz de vislumbrar detalles, podía decir lo agotado que estaba el pokemon. Incapaz de quedarse con los brazos cruzados, se puso de pie detrás de los arbustos y comenzó a caminar.

Apenas dando un paso, el chico se movió, sacando una espada y apuntándole con ella. Vio un poco mejor sus facciones, mostrando un ceño fruncido con ojos como plata fundida. Su piel era clara, pero no diría que fuese pálido.

—Da otro paso y me encargaré de podarte personalmente. — gruñó en tono amenazante.

Se quedó paralizada por ese nivel de hostilidad. Allí estaba ella, saliendo de su camino para ayudar a su pokemon claramente agotado, ¡y él solo le apunta con una espada mientras le arroja una amenaza! ¡¿Quién demonios se creía que era?! La furia comenzó a hervir de inmediato. Si quería una pelea, pues una pelea le iba a dar.

Agarrando su traje de camuflaje, tiró de él y lo arrojó a un lado. Iba a enseñarle que nadie la amenazaba y salía tranquilo de ello. Un par de golpes siempre arreglaba la cabeza de los idiotas.

—¿Así es como tratas a quien viene a ayudar? — preguntó con agresividad.


Una vez que el cerebro de Emiya se reinició de manera forzada, fue que comenzó a intentar racionalizar la situación por quién sabía qué vez desde que llegó a este lugar. Lo primero fue asegurarse de que no estaba alucinando, por lo que parpadeó un par de veces para intentar hacer desaparecer la figura apenas iluminada. Nada. Seguía de pie allí, casi enseñando los dientes en un gruñido animal. Bien, ella era real, al menos tan real como podía confirmar sin tocar, y no estaba dispuesto a abrir esa lata de gusanos.

Lo que lo estaba atormentando ahora era una chica delgada de estatura media, por lo que era unos cuantos centímetros más baja que Emiya. No sabía el número exacto, pero al menos era consciente de que su crecimiento acelerado había comenzado. Si tuviera que afirmarlo, diría que se consideraría objetivamente atractiva bajo… bueno, su salvajismo y cierta capa de suciedad en su rostro. Tenía el pelo largo y castaño con un flequillo lateral en la parte delantera, opaco y un poco, bueno, muy desordenado. Lo amenazaba con grandes ojos azul zafiro y afilados dientes caninos parecían querer morderlo.

¿Qué vestía? Un bikini. Un maldito bikini hecho de hojas, siendo la parte inferior, gracias a cualquier deidad que adoraran en este lugar, una falda que llegaba hasta la mitad de los muslos. También eran hojas, solo que más largas y hacían más por su modestia que la parte superior. No estaba mal dotada en ningún sentido, pero era lo último a lo que le prestó atención; su visión recorrió un par de cicatrices en sus extremidades, pero nada exagerado y todas hacían referencia a bestias.

Sabía que, de ser otra situación y su antiguo yo —lo que sea que eso signifique—, estaría hecho un manojo de nervios sonrojado como una colegiala. No era un manojo de nervios en la actualidad, pero tú no te encontrabas con un intento de Penthesilea —de quien, por alguna razón, tenía una imagen borrosa— y tenías una respuesta preparada para ella.

Más bien, ¿qué hacer? La Amazona sabía hablar, ¿eso la convertía en alguien civilizada? Porque lo último que quería era terminar en un pueblo caníbal o, si era una amazona verdadera, acabar en su campamento como el único hombre. Sabía lo que les hacían a los hombres, y por mucho que existieran peores formas de morir, quería seguir aferrándose a esta vida un poco más.

Repentinamente notó algo que no había visto. La Amazona tenía un pollo en su hombro. O una gallina, para el caso. Lo importante era que cargaba con un ave de pelaje naranja y alas amarillas al igual que las tres plumas en la parte superior. Era una… cosa curiosa, por decir lo menos.

¿Qué demonios era este mundo? ¿Lobos con blindaje? ¿Pequeños niños de blanco y verde con habilidades psíquicas? ¿Lo que parecía el bastardo de un hombre lobo y un zorro con poderosa taumaturgia capaz de nivelar un bosque? Y, ahora, para agregar a la lista, una joven amazona que le gruñía, acompañada por una gallina naranja. ¿Qué demonios faltaba? ¿Un llavero? ¿Un cono de helado? ¿Una maldita bolsa de basura?

Antes de que pudiera seguir encerrado en una especial de decadencia sobre lo que faltaba por atacarlo, fue sacado por una mucho más irritada voz.

—¿Acaso el Meow te comió la lengua?

Como no quería quedarse en desventaja, se puso de pie con algo de esfuerzo para no estar por completo a su merced, dejando a la pequeña en el suelo; un humano no representaba una amenaza para él, por lo que no necesitaba estar con ella en sus manos. Estando erguido no pudo evitar notar, en ese momento, que le sacaba una cabeza completa en estatura, o tal vez un par de centímetros extra a esa cabeza de diferencia. Por supuesto, esto pareció molestarla, y él solo sonrió con evidente burla con el único propósito de agregar combustible al fuego.

—Si crees que cualquiera va a esperar que debajo de un matorral haya una chica salvaje con una gallina, deberías ir a que te revisen la cabeza.

El golpe pareció sentirse como una bofetada física, porque su agresividad disminuyó por un momento al igual que se gruñido. Solo por un momento, hacía falta recalcar, porque regresó casi de inmediato.

—¡¿A quién llamas chica salvaje?!

—Si ves a otra chica vistiendo lo que equivale a un taparrabos, lidera el camino, Amazona.

La Chica Salvaje, estaba rechinando los dientes con frustración y, por la mirada en sus ojos, no sabía cómo sentirse con respecto a ser llamada Amazona; de hecho, era obvio que se debatía si tomarlo como un insulto o no. Esto planteaba también un par de preguntas, o ella era ignorante respecto al tema o aquí no existía un equivalente a las amazonas con este nombre. ¿Qué tan lejos estaba de casa?

Al final, la chica optó por sentir indignación, y el incremento de su voz lo delató, lo que solo hacía sonreír a Emiya. Por alguna razón, molestar a una chica de mecha corta lo hacía sentirse… relajado, demasiado que lo hacía sentir incómodo.

—¡¿Lo dice el que anda con harapos?!

—Intentaron matarme, mi ropa será lo último en lo que piense. — haciendo una pausa, olisqueó un poco ya que la capa de matorral se había ido. Arrugó el rostro y se cubrió su ahora sensible nariz. —Y ves a tomar un baño, apestas.

Ese fue claramente el punto de ebullición y Emiya podía jurar que vio humo saliendo de su rostro, ahora reluciente de escarlata. Estuvo quieta por un momento, como si quisiera incendiarlo con la mirada, pero tuvo una repentina idea y exclamó:

—¡Toro, Ascuas!

La gallina pareció mirarla con dudas antes de obedecer, saltar del hombro y abrir su pico. Para no tanta sorpresa de Emiya ahora que sabía que todo era un arma mortal, escupió una bola de fuego del tamaño de una cabeza. De hecho, estaba preparado para algo así incluso si la gallina se veía inofensiva. La pequeña también podía lucir como un ser temeroso, pero contaba con habilidades psíquicas y todavía desconocía su límite durante el crecimiento.

Con su cuerpo listo para el combate, se pegó a la pared de la cueva, dejando que el proyectil ígneo pasara de largo e iluminara un poco el interior. Las sombras de Emiya y la pequeña se proyectaron hasta la salida durante unos segundos antes de desvanecerse por la desaparición de la fuente.

—¡¿Estás loca mujer?!

La única respuesta que recibió de la Amazona loca fue un bufido desdeñoso antes de cruzarse de brazos. Emiya solo frunció el ceño en su dirección y apretó con fuerza la empuñadura de su espada. No iba a arremeter, reconocía que tal vez, solo tal vez, la empujó un poco más allá de dónde debería, y algo en su consciencia lo apaciguaba al decirle que no era la primera vez que una mujer enojada le disparaba algo potencialmente letal. Solo, ¿qué tipo de vida estuvo llevando hasta ahora? Los grandes misterios de la vida, supuso.

Por otro lado, sabía que era más culpa de ella. ¿Quién se presentaba envuelta en todo eso cuando cualquier cosa en este maldito lugar era, posiblemente, agresiva? Incluso dudó en comer las bayas, y solo lo hizo porque la pequeña estaba segura de que no iba a quedar en estado comatoso solo por ingerir. Claro, pudo ser letal solo para humanos, pero ¿qué demonios importaba cuando se estaba desangrando?

Ambos estaban en silencio, solo intercambiando miradas molestas; él la observaba directamente, y ella de reojo. Tal vez hubieran durado así un rato de no ser porque la gallina y la pequeña decidieron ignorar la clara animosidad entre los humanos y acercarse mutuamente. Intercambiaron lo que parecieron saludos, el de la gallina fue un gorjeo alegre y feliz, mientras que el de la pequeña fue solo un tímido asentimiento.

Emiya solo suspiró, cerró los ojos por un momento y se tragó toda su irritabilidad. Tal vez cruzara palabras en un futuro, pero, por ahora, no. Cuando los abrió, ella pareció llegar a la misma conclusión. La mirada que intercambiaron fue una especie de acuerdo de tregua, si no por ellos, por la gallina y la pequeña que no tenían nada que ver en su discusión. Solo anotaría en su mente que le debía un disparo.

La chica se acercó a la entrada de la cueva, mientras que Emiya centró sus ojos en los de ella, evitando de forma deliberada cualquier otra parte de su cuerpo. Simplemente quería evitar cualquier malentendido, los dioses sabían que las mujeres eran complicadas. Incluso si su mirada se desviaba por accidente, de seguro sería culpa suya a pesar de que era ella la que estaba casi desnuda.

—¿Qué fue lo que te pasó?

La voz con la cual preguntó seguía cargada de cierta hostilidad, pero también de preocupación y curiosidad. Esto mató lo que quedaba del malhumor de Emiya, al menos descubriendo que no se trataba de una mala persona. Ahora, ¿qué hacía con su relato? Acortarlo, por supuesto. No iba a decir abiertamente que mató a dos hombres, cazadores furtivos o no, y comenzaba a dudar que lo fueran. Incluso si no se consideraba ilegal, decir: «Maté a dos tipos hace unos días y robé su dinero», no ayudaba a la confianza.

—Hace tres días fui atacado por un Mightyena y tuve que defenderme. Escapó luego de ser herido, pero no quedé en óptimas condiciones. — señaló los arañazos en su abdomen y la mordida de su antebrazo. Ella asintió. —Luego me atacó otra cosa, desconozco qué. Tuve que luchar hasta saltar por el acantilado.

Allí estaba, corto y sin detalles. No sabía qué tan inteligente podía ser la Amazona, pero no ofrecería nada que pudiera delatarlo. Los cadáveres ya deberían estar siendo devorados por los carroñeros, o los gusanos, tampoco le importaba, pero al menos las pruebas deberían ser eliminadas. Claro, no los tocó, pero su sangre estaba en el suelo debido a la pelea y esperaba que la policía, si los encontraba, creyeran que pertenecían a los mismos cadáveres.

—¿Luchaste tú? — preguntó con cierto toque de incredulidad.

—¿Quién más? — levantó una ceja ente su tono.

La chica desvió los ojos de él y los centró en la pequeña, que estaba siendo picoteada con suavidad, como si la estuvieran instando a hacer algo. De inmediato volvió los ojos a Emiya, se encogió de hombros y declaró:

—Lo que digas.

Era obvio que no le creería, y en otras circunstancias sería una cuestión para que cualquiera se sintiera ofendido, aunque a él no le importaba. Mightynea fue una probada de que esas cosas eran verdaderos monstruos, mientras que su último contrincante le enseñó que podría haber más acechando por allí. Si fuera un nativo encontraría descabellado escuchar que alguien se enfrentó a estos pokemon por su cuenta, aunque, bueno, no todos cargaban con años de combate a muerte sobre sus hombros. Que pensara lo que quisiera, no era su asunto.

Ambos se embarcan en un silencio sin saber cómo continuar con la conversación y, en su lugar, optan por mirar un poco a los pokemon jugar. O, más específicamente, uno de ellos jugando alrededor del otro. Esta visión trajo una sonrisa a los labios de la Amazona, la cual mató cuando se notó observada.

—¿Qué haces aquí? — terminó preguntando Emiya.

Había otras cosas que quería decirle, saber si era parte de una tribu primitiva que poblaba los alrededores, o por qué andaba vestida así si pertenecía a la civilización. Por supuesto que no lo hizo, eso solo serviría para iniciar otra vez las hostilidades. Estaban en un armisticio tenso, por decir lo menos.

—Estoy ayudando a papá con la observación de especies locales. Trabajo de campo, es lo que hago.

—¿Tu padre es biólogo?

—Entre otras cosas, sí. Estaba buscando un lugar donde quedarme durante la observación, he saltado de guarida en guarida. — miró el interior de la cueva con interés y tarareó pensativa —Este servirá. ¿Qué hay de ti?

—Solo perdido, no soy de aquí.

La respuesta le ganó una mirada de cierta incertidumbre. Bueno, era obvio, un extranjero debería pasar por una ciudad portuaria, ya fuese aéreo o naval, y no por un bosque abandonado por los dioses. Pero simplemente no estaba con él mentir tan descaradamente. ¿Torcer la verdad? Tal vez, pero no mentir directamente. Por otro lado, decir que fue posiblemente secuestrado y sometido a algo que oscureció su mente tampoco valdría para ganar confianza.

Emiya la vio encogerse de hombros salir de la cueva mientras él envainaba. La chica se acercó al área alrededor de los arbustos y la vio agarrar una de las tantas ramas que estaban en el suelo, la cual bien podría usar como garrote. No se detuvo y buscó algunas hojas, pasando su mano sobre ellas repetidas veces antes de descartarlas. Estuvo en ese por al menos medio minuto hasta encontrar un par que parecieron satisfacerla. Estas hojas eran largas, al menos unas treinta y cinco pulgadas cada una, envolviéndola en uno de los extremos, cerciorándose de que estuvieran apretadas y seguras antes de volver.

Acercándose a su pokemon, y sin que le dieran la orden, hizo una pequeña llama que le tomó un tiempo expandirse en la antorcha improvisada. La luz inundó la cueva, haciendo refulgir los ojos de color zafiro que le devolvían la mirada.

—Algunas hojas tardan en arder y son útiles para antorchas improvisadas. — respondió, como si sintiera su curiosidad. Emiya solo asintió. —Soy Sapphire, por cierto.

—Emiya. ¿Qué tipo de especies observas?

—De todo tipo. — dijo, tratando de fingir cierto desinterés, y fallando, mientras se adentraban. Los pokemon iban a la cabeza. —Puede parecer que sabemos todo sobre una especie, pero sus hábitos pueden cambiar o hay cosas que no todos notan desde un principio. ¿Sabías que los Mightyenas no eligen un alfa para sus manadas, incluso si lo parece? El que va a la cabeza es un explorador, el más veloz de todos. Son liderados por los más viejos, son una ge… ge…

—¿Gerontocracia? — ofreció Emiya, y cuando la escuchó gruñir por lo bajo, sonrió al saber que acertó. —¿Y qué observabas esta vez?

Podía no tener mucho interés por la biología en el pasado, pero la cosa iba a cambiar si los animales ahora eran armas de destrucción masiva. Uno que otro conocimiento no estaría de más cuando tuviera que batirse en otro duelo a muerte. Tal vez diga algo que sirva como debilidad.

La cueva era un solo camino por ahora. Tal vez no recto, porque estuvieron curvándose a medida que entraban. No había estalactitas ni estalagmitas, y carecía de cualquier tipo de presencia humana en el lugar. Tampoco podía olfatear, el olor que desprendía la antorcha era suficiente para distraer su olfato. Algo que notó fue una serie de agujeros, tanto en el techo como en las paredes, pero las sombras proyectadas impedían ver más allá de un metro o tal vez dos.

—Una especie rara. — esta vez ni siquiera se molestó en ocultar su emoción —Algunas personas han visto un pokemon de pelaje gris y negro, con lo que describen como una larga cola de caballo carmesí. Tiene que ser un Zoroark, los de su tipo son extremadamente raros y apenas hay conocimiento sobre ellos. Son difíciles de encontrar gracias a su capacidad de camuflaje o hacer ilusiones.

Emiya tuvo que ocultar una sonrisa irónica, enmudeciendo ante la declaración y desconectando un poco mientras continuaba hablando de dicho pokemon. ¿Debería decirle que, posiblemente, hubiera arruinado su trabajo al enfrentar a una especie rara y, tal vez, haberlo espantado? Miró de reojo el cómo hablaba emocionada al respecto y decidió que se quedaría callado sobre el asunto. Volvió a conectar su charla.

—Y se cree que no son originarios de la región, sino que fue un trabajo de translocación, ilegal en este caso, pero tampoco se ha probado nada. — se encogió de hombros. Emiya prefería que no hiciera eso, las tiras de su… prenda superior, si podía llamarse así, no se veían muy seguras. —Como casi nadie los encuentra o combate contra ellos, no hay mucha información.

—¿Combatir? — preguntó sobre lo que más llamó su atención.

—¿Eres un Entrenador y lo preguntas? — su propia pregunta fue retórica, pues continuó de inmediato —Combatir es parte esencial de ser un Entrenador, ¿sabes? Los ayudas a fortalecerse y crecer.

Emiya apuntó esa pequeña información y se centró en el frente. Gracias a la luz vislumbraba una pared que les cortaba el camino, pero este continuaba de inmediato a la izquierda. Todavía estaba llenó de esos mismos agujeros grandes, solo que la superficie de estos parecía ser diferente. ¿Más lisos, tal vez? O puede que «desgastados» fuese la palabra más acertada.

Cualquier pensamiento se interrumpió al ver a la gallina y la pequeña detenerse de forma tan abrupta al observar a la izquierda. Sapphire y Emiya compartieron una mirada ante eso y se adelantaron, el último sosteniendo con fuerza su espada y preparando sus Circuitos Mágicos.

Aunque no estaba listo para lo que vería, tampoco le pareció, teniendo en cuenta lo que había visto, por completo increíble. Solo eran huevos, dos de ellos, acomodados con cuidado sobre el montículo de hojas. Eso era normal, dentro de lo que cabía. También era normal, aunque inquietante, todos los huesos esparcidos por el lugar, algunos incluso con trozos de carne todavía adheridos.

Mirando a su compañera humana, observó que fruncía el ceño con disgusto, pero era obvio que estaba habituada si hacía trabajo de campo. Luego arrugó la nariz al mismo tiempo que Emiya cuando reconocieron el hedor de los restos de un nido animal. Y lo que fuera era carnívoro, además de tener suficiente apetito como para tener dos pilas derrumbadas de huesos, no estaba presente y solo existía una entrada.

Antes de que pudieran irse, un siseó bajo llenó la cueva, por lo que todos voltearon hacia el camino por el que llegaron. Asomándose por uno de los agujeros de techo, la cabeza de una serpiente malditamente grande se asomaba. Los miraba con malicia y hambre, descendiendo hasta el suelo con lentitud. Incluso cuando tocó la roca, todavía seguía bajando la cola, lo que le permitió hacer una estimación. Cerca de tres malditos metros, y al menos tan ancho o más como lo era Emiya que, aunque era un chico esbelto, era mucho para una serpiente.

Contemplándolo en toda su imponente gloria, notó la piel negra que fácilmente se fundiría con las sombras proyectadas por la antorcha. Por otro lado, podría delatarse gracias a las manchas amarillas con forma hexagonal, además de ciertas líneas purpuras. De su boca sobresalían grandes y afilados colmillos, tan carmesís como la esclerótica en sus ojos y una sección de la punta de su cola, la cual, para sorpresa de nadie, se veía tan afilada como un sable.

La pareja retrocedió con lentitud junto a los pokemon, pero sus espaldas golpearon la fría pared llena de agujeros. Una señal tan obvia y la pasó por alto, en especial cuando todo el maldito mundo parecía querer matarlo. Simplemente perfecto. Aunque, para calmar su conciencia, si la bióloga no tenía ni idea, ¿qué tanto podría saber él? Una excusa endeble, pero, mientras le ayudara a dormir por las noches, serviría.

—Sapphire… ¿qué es esa cosa?

—Seviper. Podemos combatirlo. ¿Qué Movimientos conoce tu Ralts?

—¿Qué?

—Movimientos, Ataques, no es momento para…

En lugar de dejarles formular algún tipo de estrategia, los atacó. Fue claramente una prueba, simplemente se estiró en el lugar donde estaba, extendiendo su cabeza en un rápido mordisco. Tanto Emiya como Sapphire lograron esquivarlo; ella rodó hacia la izquierda, impactando con la esquina, mientras que él lo hizo hacia la derecha mientras tomaba a los pokemon en sus brazos. Y, oh, su suerte, estaba más cerca del nido, a un par de metros del huevo y ahora él era el objetivo del odio.

Bajando a los pokemon e instándolos a retroceder junto a él, desenvainó su espada mientras se Reforzaba a sí mismo y al arma. Un pequeño hueso crujió bajo su peso, ¿tal vez el fémur de un animal no muy impresionante? De todas formas, no tenía tiempo para averiguarlo. La cosa era cómo salir, estaba bloqueado y, a pesar de que Sapphire estaba flanqueando, no tenía la más mínima probabilidad de dañar al Seviper. Bueno, él tampoco, pero, oye, había una diferencia entre tener o no una espada y Mightyena aprendió la diferencia.

—¡Resiste! ¡Utiliza a Toro!

—¡¿A dónde v…

Antes de que pudiera continúas, los colmillos se iluminaron de púrpura antes de que lanzara una dentellada. Emiya interpuso la espada con un gruñido ante la fuerza. ¿Todos los pokemon eran bestias súper poderosas o algo así? Ni siquiera quería saber en qué se convertiría la pequeña una vez creciera. ¿Tal vez desarrollaría telequinesis y sería capaz de levantar edificios y jugar al voleibol con ellos?

Emiya afianzó los pies, asegurando una posición reforzada. El enemigo era más fuerte y pesado, al menos con el Refuerzo, incluso si no funcionaba como debería, ayudaba a que sus músculos no se desgasten o rompan. La sombra de la serpiente se proyectaba sobre él gracias a la antorcha caída.

—¡Haz lo que haces normalmente como Entrenador! — se escuchó a la distancia antes de que los pasos se perdieran.

Y seguía insistiendo con esa palabra. Maldita sea, era un asunto que pensar para mañana, si es que vivía. Ya su cuerpo estaba rogando por descanso, una cama cómoda y comida de verdad. Sabía que estaba acostumbrado a luchar con probabilidades en contra y que esta no sería la última vez, simplemente, dentro de él, en el fondo… ya estaba cansado de esto. Agotado de toda esta mierda.

Sus instintos le alertaron cuando Seviper movió la cola, cuya punta ahora brillaba igual que los colmillos. No fue un latigazo o un intento de envolverlo para devorarlo, simplemente lo utilizó como una lanza, una poderosa y rápida estocada. En estado normal sería difícil de esquivar, y en su posición estaba mucho peor. Apenas tuvo tiempo para contorsionar un poco su cuerpo, y tampoco salió ileso, rasgó su costado e, incluso si no fue con la misma facilidad brutal que el anterior pokemon, tampoco le costó demasiado atravesarlo. ¿Su Refuerzo era tan inútil?

Emiya no tenía tiempo de quedarse pensando, por lo que soltó una mano de su arma y llevó el puño directo al ojo. La bestia, o era demasiado astuta, o tal vez demasiado vieja, porque soltó la cuchilla mientras retrocedía en un movimiento tan veloz que no parecía ser solo reptar. Bueno, las cosas no funcionaban igual de donde él venía, ya ni sabía por qué gastaba energía en sorprenderse.

Aunque la distancia podía ser surcada en un parpadeo, fue un pequeño respiro bienvenido. De hecho, le ayudó a analizar lo que dijo la chica. Le estaba prestando a Toro, o la gallina, en cualquier caso. Claro, poner a una gallina contra el equivalente a una anaconda era estúpido. Al menos hasta que veías que la gallina era un lanzallamas portátil, allí no era tan estúpido. Pero, ¿cómo lo activaba? Toro estaba gruñendo, o lo equivalente que hacían los de su tipo, pero no se movía; la pequeña estaba temblando en su propia piel, así que no la contaba como activo. El punto era que, por mucho que gruñera, no hacía nada. ¿Cómo accionaba a la gallina? No tenía un gatillo. ¿Qué había dicho la Amazona cuando le hizo disparar? Creía que era…

—¿Ascuas?

Como un interruptor, Toro inhaló durante lo equivalente de un segundo antes de escupir una bola de fuego. No lo llamaría poderoso o impresionante, pero, entre tener o no un lanzallamas contra una serpiente gigante parcialmente indestructible… Sí, hacía la diferencia. Tomado por sorpresa, Seviper lo recibió de lleno en la cabeza, retrocediendo un poco y desorientándose por el calor. Tal vez si tuvieran hielo, los reptiles tendían a evitarlo… Aunque, pensándolo mejor, estaba seguro de que la regla no iba a aplicar aquí.

Como si el ataque lo hubiera molestado más que ser un problema, siseó muy enojado. Tenía el rostro ligeramente chamuscado, pero nada de lo que llamaría serio. Claro, se impresionó de que pudiera hacerle daño donde él falló miserablemente, pero, si lo pensaba con cuidado, tenía lógica. El mundo debía funcionar con un sistema parecido a la cadena trófica, y si los animales eran incapaces de matarse entre sí, habría sobrepoblación, acabando con la naturaleza.

Emiya sacudió la cabeza cuando un dolor sordo lo invadió e ideó un plan con lo que tenía. Su objetivo no era ganar, solo dos: romper la defensa o ganar tiempo para Sapphire. Elegiría la primera, no era estúpido para dedicar su supervivencia a una persona, pero tampoco descartaría la segunda ya que él se había quedado con su gallina. Al menos no parecía las que abandonaba a sus mascotas. De todas formas, tenía una pequeña formación en mente, por lo que bajó una rodilla sin quitar los ojos del enemigo en frente.

—Ven aquí pequeña. — murmuró mientras extendía su brazo izquierdo. Su compañera dudó un poco, pero dejó que la cargaran. —Quiero que proyectes la barrera cuando creas que va a atacar, ¿entiendes?

Emiya no estaba viendo, pero pudo sentir el asentimiento y era más que suficiente. Bien, iba a contradecirse y ser hipócrita, lo que no era sorpresa, pero iba a depender un poco de la pequeña. Simple, si no lo defendía ambos iban a morir. Como no cargaba un escudo, tendría que jugar con lo que tuviera.

Dando la orden a Toro para disparar otra de esas Ascuas, se movió en el mismo segundo en que la bola pasó por su lado. No tenía esperanzas conque la habilidad impactara contra la serpiente, que se agachó para evadir y preparó sus colmillos purpúreos por segunda vez. Emiya abrazó un poco más fuerte a la pequeña, casi como una señal para que se preparara, la cual no fue necesaria, pues el brillo del cuerno lo alertó. La cabeza se disparó para morderlo, encontrándose de cara a la misma barrera de vidrio y esta vez, gracias a cualquier deidad allá arriba, no se rompió.

Con la bestia detenida, Emiya lanzó la estocada directo al único punto débil conocido, o por lo menos de fácil acceso. Aunque estaba aturdida, debía reconocer que tenía un buen instinto, porque se movió solo un poco. La hoja rozó su ojo izquierdo, haciendo que el Seviper rugiera de dolor mientras se retorcía. Su cola golpeó el escudo translucido, momento en que Emiya decidió saltar en retroceso y ordenar otro disparo. La bola de fuego esta vez impactó en el pecho, cesando las hostilidades y dando oportunidad para otro ataque que no fue desperdiciado. O al menos así debió ser.

Emiya se preparó para correr, pero su cuerpo fue asaltado por un dolor casi paralizante que le hizo tropezar. Apenas tuvo la oportunidad de interponer la espada para no caer de bruces. Por desgracia, sus manos se sentían debilitadas y soltó a su compañera al estabilizarse. Esto no pasó por debajo de la alfombra para Seviper, que de inmediato se lanzó contra él. El dolor era insoportable, pero logró usar el arma para crear una palanca improvisada y evitar que los colmillos se hundieran por completo en su hombro. El peso fue demasiado, por lo que esta vez se arrodilló para apenas soportarlo.

Respirando con dificultad, Emiya apenas tenía fuerza para mantener los dientes de la serpiente en una hendidura superficial. Esto no podía seguir así. Sabía que correría un riesgo, pero ahora mismo no importaba. Ignoró todo sobre seguridad al tratar con magecraft, bombeando Prana a través de sus circuitos. Estos se sobrecalentaron, ya no tenían Od para agregar, pero estos brillaron sobre su piel clara, quemándolo desde dentro sin misericordia. No era suficiente, los colmillos todavía podían pasar y el efecto no duraría. ¿Qué más podía…

Sus nervios. Lo recordaba. Sin dudarlo, convirtió sus nervios en Circuitos improvisados. Apenas pudo contener el gruñido de dolor que sobrepasaba el que lo hizo arrodillar, además del que estaba soportando en ese momento. Transformó unos cuantos más mientras apretaba los dientes, pero se concentró en el enemigo que tenía en sus manos. En ese momento lo sintió, ya no estaba penetrando más en su piel, así que era hora.

—¡Ascuas! — rugió.

La bola de fuego impactó contra la cabeza, en especial el área del ojo afectada. Seviper siseó de dolor e intentó apartarse, pero Emiya ya lo había previsto, de hecho, en eso se basó su estrategia. Soltando la espada, abrazó la cabeza con fuerza y le impidió moverse. Su piel Reforzada hizo que se atascaran los colmillos en su sitio, no importó cuánto tiró. Se quedaba sin Od, pero mantuvo sus Circuitos a toda potencia, y estaba seguro de que podría iluminar la cueva por sí mismo, dejando inútil la antorcha en el suelo.

—¡Ascuas! — repitió.

Con el segundo impacto el cuerpo de Seviper se sacudió e intentó sacarlo de encima de una forma más violenta. Apenas fue capaz de resistirlo. Todo su cuerpo dolía, sintiéndose entumecido, acompañado del sobrecalentamiento de los Circuitos y la conversión de nervios. Necesitó toda su fuerza y voluntad para no soltarlo.

Repitiendo la orden, hubo un tercer disparo y esta vez la bestia tuvo otra idea. Su cola volvió a brillar y apunto a él, o más precisamente, su cuello. Otro escudo de vidrio se interpuso en el camino, resistiendo el impacto y sin señal de quebrarse. Al menos podía asegurar que Seviper era más débil que su anterior contrincante, Zoroark.

—¡Suéltalo, Emiya!

Ante la voz de Sapphire, siguió su comando y separó las manos de la cabeza del pokemon, recogiendo tanto su espada como a la pequeña. Toro se puso a su lado, mirando la forma en la cual la serpiente se erguía en toda su altura, aunque no le sirvió mucho cuando el golpe de un garrote de madera en su ojo bueno le aturdió. No reventó el globo ocular, pero sí lo dejó lo suficientemente desorientado, sumándole los constante proyectiles de fuego, para que pudieran escabullirse por su lado.

El aturdimiento duró poco, porque de inmediato se dio la vuelta para atacar, solo que se detuvo en seco cuando Sapphire le mostró un puñado desordenado de hiervas amarillentas. O al menos así lucían bajo la luz de la ahora recuperada antorcha. Tampoco es que importase, porque lo que tenía prioridad en el momento era el hecho de que parecía tener miedo a esas cosas.

Las parejas humanas y pokemon retrocedieron lentamente, aunque la pequeña estaba entre los brazos de Emiya mientras este última era incapaz de mantener un ritmo de respiración constante. Sabía la razón por la cual no dieron la espalda y corrieron: los agujeros evidenciaban el hecho de que podía cavar, por lo que solo le estarían dando un pase libre.

—¿Qué… es… eso? — preguntó cuándo apenas podía hablar.

—Con esto hacen repelentes. — fue su corta respuesta.

Tomaría lo que le dieran, supuso. Tampoco era un misterio sobre la utilidad de los repelentes. Se aseguraría de cargar con esa cosa en el futuro cercano, incluso si tenía que robarlo.

Pensándolo, miró a la pequeña en sus manos. Estaba tensa con respecto a las plantas. Emiya olfateó e, incluso si el olor era un poco desagradable, tampoco era para tanto. Bien, lo que sea, no buscaría el inconveniente en algo que acababa de salvarle la vida, tampoco es que tuviera la cabeza para eso. Tal vez quemar sus nervios, otra vez, no fue la mejor idea, y su cuerpo se sentía anormal, adolorido, casi como ser corroído desde dentro.

En el momento en que llegaron a la entrada de la cueva, Sapphire arrojó el puñado de hierbas en la entrada. Esa fue como la señal que requería, porque agarró el brazo con el que Emiya sostenía la espada y lo jaloneó. Se sorprendió por la tremenda fuerza que tenía el cuerpo de la delgada chica, haciéndolo trastabillar varias veces. Sus piernas estaban fallando. Maldición, apenas y podía enfocar la vista, ya ni hablar sobre caminar. Se aferraba a la empuñadura como un salvavidas y a su pequeña compañera por pura fuerza de hábito, solo por instinto de protección. Pero estaba listo para solo rendirse, dejarse caer.

¿La chica estaba diciendo algo? Apenas y la entendía. Toda su fuerza estaba en intentar seguirle el ritmo. No lo estaba haciendo demasiado bien.


§


II


§


En el momento en que su cuerpo adolorido le dio la bienvenida, solo pudo maldecirse a sí mismo. No supo en qué momento perdió la conciencia, pero esperaba que despertar en lugares completamente desconocidos no se volviera un hábito. No recordaba nunca haber estado borracho, y con las dos últimas experiencias sobre su incapacidad para controlar el lugar de su despertar, estaba seguro de que nunca lo estaría.

Tras unos segundos lo golpeó un fuerte dolor de cabeza y los residuos de unas insoportables nauseas. Sí, tal vez así debería sentirse despertar con resaca luego de una fiesta desenfrenada. Su mente coincidía con el estado de su cuerpo, empeorando la bruma que siempre había allá arriba y ahora mataba un poco su razonamiento.

Fingiendo estar dormido, agudizó los demás sentidos. No escuchaba nada, todo estaba en completo silencio y demasiado tranquilo como para ser verdad. No percibió la respiración de nadie, o por lo menos cualquier señal de vida a través de la escucha. Siguió con el olfato, olía a polvo y el aroma característico de los objetos guardados durante mucho tiempo. Le recordaba a su cobertizo… ¿Su cobertizo? Cierto… cree que tuvo algo así en el pasado. Un lugar al que llamó Taller, aunque solo podía catalogarse como el bastardo de uno real. Cualquier magus lo mataría por esa blasfemia de santuario.

Sabiendo que no había humanos, abrió lentamente los ojos y movió su cuerpo para sentarse sobre la cama. Solo el movimiento simple fue capaz de enviar sacudidas de dolor por su sistema nervioso, haciéndole maldecir en voz baja, notando la resequedad de sus labios y garganta. Hizo una revisión de todo su cuerpo gracias al Análisis Estructural, y los resultados solo podrían llamarse positivos. Claro, sus costillas podrían estar mejor, pero no estaba sufriendo una hemorragia interna, y aunque ahora podría tener cicatrices, no se estaba desangrando. Lo mejor de todo era que la extraña taumaturgia alrededor de sus ojos se había esfumado y, bueno, que no estuviera catatónico por arruinar sus Circuitos hablaba por sí solo.

Sabiendo que no estaba en peligro inmediato, pensó en lo ocurrido. Conoció a la Amazona, se metió en una cueva para no perder el rastro de la única persona medianamente civilizada que no lo metería en prisión, fue atacado por una anaconda cuando entraron a su nido, luego perdió el conocimiento y despertó en un lugar desconocido cubierto de vendajes y con solo su pantalón ensangrentado. Era lamentable, pero sonaba como un día normal para él por alguna razón. Al menos ya no tendría que explicar de quién era la sangre y por qué.

Removiendo los ahora innecesarios vendajes, solo suspiró ante lo que vio. Sus antebrazos estaban marcados por líneas, las de sus Circuitos Mágicos, mostradas mediante un bronceado. ¿Lado positivo? No fue una marca completa, pero sí significó que no podía ir quemándose desde dentro otra vez si quería evitar levantar sospechas. Al menos todo ocurrió por la noche y tal vez no lo habían visto bien hasta después del abuso de su taumaturgia. Cogería lo que pudiera agarrar, incluso esa esperanza endeble. No quería encontrarse con la Asociación de Magos de este lugar, ya deberían estar dándose un festín con los pokemon y él no quería agregarse a la lista.

Poniéndose de pie con el mayor cuidado, estiró sus articulaciones para probar un poco. Tal vez estaba en un treinta o, arriesgándose, cuarenta por ciento de su capacidad, mientras que su Od estaba completo. Podría mejorar en un par de días si reposaba y movía su cuerpo para evitar entumecimiento. Estaba en condiciones de viajar si la situación lo requería, pero esperaba no llegar a eso.

Ahora que lo pensaba, ¿usaron las bayas para curarlo? Si no, ¿alguna medicina basada en ellas? No sabía cuánto había dormido, pero no pudo haber sido durante más de una semana, y todo su cuerpo había cicatrizado bien y solo quedaban marcas indoloras. Definitivamente la medicina estaba a otro nivel, si es que no usaron taumaturgia.

Miró alrededor, y confirmó que el lugar era utilizado como sitio de almacenaje. ¿De qué? No lo sabía, pero podía hacer una idea. Las cajas se acumulaban unas sobre otras sin ningún orden aparente, excepto colocar las más grandes debajo. Notaba piezas sueltas en algunos lugares del suelo, cosas que parecían pequeños chips y muchos objetos inconexos, pero poco más era capaz de identificar. No había polvo acumulado, pero, si se esforzaba, era capaz de notar ciertas áreas donde obviamente no habían limpiado en mucho tiempo.

Si Emiya tuviera que llegar a una conclusión, fue aseado con rapidez para permitirle descansar aquí. Debería disculparse por obligarlos a tomarse tal molestia por alguien como él, aunque, por otro lado, desconocía las intenciones del dueño del lugar.

Sus ojos se encontraron con algo curioso cerca de su cama, ubicado sobre una caja etiquetada como frágil. Se acercó al ser movido por la curiosidad, además de que también necesitaba utilizar un poco los músculos adormecidos. Su primer paso fue un poco difícil y casi tropezó, pero logró estabilizarse a tiempo. ¿Demasiado tiempo en cama o estuvo tan grave sin haberlo notado? Lo más probable es que fuera lo último.

Lo que sus ojos captaron era algo pequeño, del tamaño de una moneda y con una forma extraña: un circulo con una estrella de seis puntas en el centro, junto a lo que parecían alas de mariposa en los costados. El objeto era de color azul zafiro y, de hecho, ahora que lo miraba de cerca, era un zafiro. Fue difícil de reconocer, tenía una capa de óxido en la mayor parte de su cuerpo, lo que, en primer lugar, ¿no debería ser imposible? Tampoco iba a pensar mucho en eso, ya había visto suficiente en este lugar.

Agarrando el Zafiro Oxidado, apenas fue capaz de mantener la expresión de su rostro; esta cosa contenía Prana, muy poco, además de necesitar contacto para descubrirlo, pero allí estaba. Pensándolo correctamente, era la primera vez que percibía energía mágica desde que llegó, incluso luego de ser parcialmente impactado por taumaturgia, o algo parecido, para variar.

Deteniendo su proceso de pensamiento, su mente de inmediato imaginó el peor escenario posible: estaba dentro del Taller de un magus. ¿Fue descubierto? Tampoco es que lo hubiese estado ocultando de manera tan efectiva, pero, con todo el desgaste, sus Circuitos no deberían alertar a nadie sobre su verdadera naturaleza. Aunque, pensándolo, ¿por qué no estaba en una mesa de operaciones, tratando de descubrir el secreto que sabía que tenía pero que no recordaba, o una sala de tortura? En su lugar, estaba dentro de una especie de almacén tras ser tratado, permitiéndole descanso.

El lugar no se sentía como un Taller. Claro, considerando las esferas que había visto, tal vez la mezcla de tecnología y taumaturgia había logrado debilitar esta última, pero debería haber cosas que no cambian. Nada más que el Zafiro Oxidado tenía algo como Prana, así que se dejó mover por la curiosidad y arroja un Análisis Estructural en el objeto.


El suelo reseco y agrietado ocupaba la mayor parte de su visión. Sus pantalones de combate negro y botas con punta metálica estaban desgastados y repleto de agujeros. Su Santo Sudario hacía tiempo que se había arruinado, aunque, en retrospectiva, ya no había dioses a los que rezar. Sus manos manchadas de sangre temblaban por el agotamiento. ¿Cuánto tiempo había pasado? No lo recordaba. El principio pudo haber sido hace tanto tiempo, o solo un par de minutos.

Reteniendo el aliento, miró a su alrededor. No estaba solo, pero quienes lo acompañaban se encontraban en estados similares. Solo quedaban seis de ellos, seis era lo único que evitaba que se borrara la línea que separaba la vida y la muerte. Seis, de los cuales eran incapaz de ver a tres. Sus siluetas borrosas no eran captadas por sus ojos. Los otros estaban tan claros como el día.

Los restantes eran mujeres. La primera tenía el cabello plateado y corto, al igual que sus penetrantes ojos. Su piel bronceada, teñida de carmesí, era igual a la suya propia, pero de una tonalidad más clara. Usaba un minivestido rojo en el área del abdomen y negro alrededor del pecho escotado. Sus piernas estaban cubiertas por medias y grebas de plataforma altas, apenas resistiendo las evidentes grietas. Su boca era cubierta por una larga bufanda roja que llegaba hasta sus muslos. Quemadas en las puntas. Empuñaba una larga nodachi de hoja carmesí que la superaba en tamaño.

La segunda utilizaba un kimono arruinado donde no se sabía si el rojo era todavía parte de los adornos o simplemente toda la sangre derramada. Debería ser originalmente negro, pero era difícil de precisar. Su largo cabello púrpura estaba enmarañado y sucio. La primera vez que la vio exudaba cierto aire elegante, pero ahora hiperventilaba como el resto de ellos.

Cualquier tipo de esperanza moriría al ver el estado de la «última línea de defensa». Regresarles los cuerpos sin ningún tipo de limitación real en un acto desesperado de supervivencia no contaba como una defensa verdadera. Actos desesperados de algo que se negaba a morir, que se negaba a respirar su último aliento con la poca dignidad y el resto del orgullo que conservaba. Y aquí estaba él, prolongando algo tan… condenado al fracaso. Pero, ¿cuándo tuvo él algo parecido a la dignidad y el orgullo? Solo podía pelear, pelear y ver cuántos minutos lograba extender el tormento. Después de todo, nadie puede derrotar a Destino en su propio juego.


En el momento en que su conciencia regresó a la realidad estaba hiperventilando. Su mano se cerraba con fuerza sobre el pequeño objeto causante de todo. Su puño estaba pálido gracias a la fuerza de su agarre. Su piel estaba cerca de ser punzada y abrir una herida en su palma.

Le gustaría descartarlo todo como un sueño febril, pero, ahora que estaba claro, esa era una de sus últimas memorias. Volvió a concentrarse en ella, reavivando el recuerdo. Se cortó justo en el mismo lugar, y no había posibilidad de rebobinar antes del inicio de la visión.

Relajando su cuerpo, miró el pequeño zafiro. ¿Era esto sobre lo que habló el tal Z? ¿Estos pequeños e insignificantes Zafiros Oxidados contenían el resto de lo que él era? De ser así, ¿por qué le advertirían sobre no «jugar» con ellos? Si quería recuperar todo su ser, necesitaba activarlos. ¿Quién repartía la memoria de alguien entre pequeños objetos dispersos en quién sabe dónde y luego le advertía que los dejara en paz? ¿Era por esa capacidad de elección de la que se jactó? Él era capaz de elegir, memorias o no, no era un títere sin voluntad.

Pero… ¿qué fue todo eso? Podía parecer esclarecedor al principio, pero no decía nada. Por un lado, ¿quiénes eran las figuras imposibles de ver a través de la bruma? ¿Fue culpa del recuerdo o su propia persona? ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Última defensa de qué y para qué o quién? Los nombres de las mujeres que sí pudo reconocer estaban en la punta de su lengua, pero poco más. Al menos algo se confirmó: el cuerpo que estaba usando no era el que debería estar utilizando.

Antes de que pudiera seguir profundizando, la puerta se abrió y el cuerpo de Emiya se tensó mientras miraba al individuo. Era un hombre regordete de cabello y barba castaña, vistiendo una camiseta azul bajo una bata de laboratorio. La parte inferior solo contaba con pantalones cortos de color verde y unas simples sandalias. Si ese hombre era un magus, Emiya tendría que reevaluar los conocimientos de su vida. No solo se veía afable, aunque sorprendido, sino que no estaba vestido como si se hubiera salido de una fiesta del siglo diecinueve.

—¡Vaya, me alegra ver que estás despierto! — exclamó con jovialidad el hombre.

Emiya no supo que decir, nada de ese tipo gritaba que era un magus, y por mucho que le gustaría creerlo, había caído en trampas menos más obvias en el pasado. Se mantuvo callado y cauteloso, esperando que hiciera su próximo movimiento. Lucía un poco incómodo, pero pareció descartarlo como sin importancia y continuó:

—¿Dónde están mis modales? Soy el profesor Birch, un científico, investigador y biólogo pokemon.

Bueno, eso explicaba la bata de laboratorio, los complementos regados o a medio guardar y, si era un investigador, no sería extraño que se encontrara con objetos taumatúrgicos por el mundo sin saberlo. El razonamiento ayudó a disminuir su cautela, por lo que hizo una corta reverencia y dijo:

—Emiya. ¿Fuiste tú quién me curó?

—Sí. Estabas demasiado herido cuando llegaste. ¿Qué sucedió?

—Pokemon, eso sucedió. Un Mightyena, otro de pelaje oscuro, — no iba a confesar que pudo haber hecho escapar una especie rara —y al final un Seviper.

—Puedo dar fe del último. — dijo con cierto desgano —Estabas enveneno cuando te atendí.

Ahora que lo pensaba, luego de haber sido cortado por su cola cuando estaba de color purpura comenzó a sentirse mal. Lo dejó como algo sin importancia debido al agotamiento físico, mágico y mental. ¿Los pokemon podían envenenar sin inyectar realmente toxinas? Ya ni siquiera le sorprendía. Todo en este lugar era tan estúpido que, dentro de su propia lógica, tenía sentido, y él problema era solo él.

—Realmente te lo agradezco.

No sabía si podría purgar el veneno, ya no tenía… ¿Qué no tenía? Podía jurar que era muy importante, pero no se acercaba al nombre de ninguna manera. Maldecía su mente alterada.

—Es lo menos que podía hacer, y no fui solo yo. Oh, veo que también te llamó la atención. — comentó al notar lo que sostenía, evitando que Emiya pudiera preguntar a qué se refería. —Lo encontré hace unos días en los alrededores.

—¿No has visto más de estos? — calmó el mínimo de ansiedad de su tono.

—No, en realidad no. — dijo mientras se rascaba la barbilla —Me llamó la atención al ser una joya cubierta de herrumbre. Fuera de eso, no es nada demasiado extraño.

Emiya podía decir que no estaba mintiendo, por lo que borró cualquier tipo de sospecha que tenía sobre el hombre. Tampoco es que se fuera a relajar por completo, pues pudo ser asesinado mientras dormía o tal vez optar por no ayudar.

—Quédatela si quieres, no tengo uso para eso.

—Gracias. — fue su corta respuesta.

—Genial. ¿Por qué no me sigues?

Encogiéndose de hombros, Emiya se une a él en la entrada y camina a su lado, notando que también era más alto. Bueno, no era difícil, especialmente si se tenía en cuenta su estatura anterior. Ninguno de los dos dijo nada, por lo que se concentra en observar los alrededores.

La casa, o más bien cabaña, dentro de la que estaba era grande, pero carecía de decoración y solo se centraba en los muebles básicos, al menos dentro de las habitaciones que no estaban cerradas. Tampoco iba a dejarse ganar por la curiosidad e imponer su entrada a ninguna de ellas. Estaba hecha enteramente de madera, lo que era curioso.

En lugar de poder seguir mirando, lo llevó hasta lo que parecía ser una oficina con un balcón detrás de un escritorio con su respectivo asiento. Libros colocados en los estantes, mientras que en las mesas había folios y papeles de lo que Emiya suponía eran sus investigaciones. Había una gran variedad de máquinas cerca de las paredes de las cuales ignoraba su funcionamiento, por lo que no dio una segunda mirada; no tenía idea de ellas en su cabeza, excepto de una y solo se debía a su forma: un computador.

El profesor se acercó al escritorio y, revisando bajo este, sacó una botella de agua, la cual el ofreció en silencio. Emiya supuso que notó la resequedad, por lo que aceptó con un agradecimiento. La botella tenía una cinta que anunciaba la marca: «Agua Milotic». Se encogió de hombros ante el nombre irreconocible y bebió con avidez. Se sintió como el primer trago en años. Estuvo bebiendo durante su estadía en el bosque, pero siempre el mínimo para evitar cualquier posible enfermedad.

Pasando junto al escritorio, se acercó al balcón para mirar al exterior. No fue recibido por un amplio claro, sino por una abundante y sorprendente selva natural hasta donde su vista pudiera llegar. Los árboles eran altos en extremo, empequeñeciendo los dos pisos de altura, y juraba que podía ver, a la distancia, un lago conectado a un riachuelo que se perdía en la espesura. Era impresionante, demostrando que el hombre era rico o que al órgano encargado de, bueno, gobernar este lugar —ni siquiera sabía si estaba en una monarquía— no le importaba que alguien construyera en cualquier lugar.

Más allá del impresionante lugar, los habitantes eran los más sorprendentes. Una gran cantidad de pokemon que lo hizo quedar boquiabierto. Tal vez solo hubiera cinco o seis en variedad, asumiendo que los insectos gigantes lo eran, pero el hecho de que hubiera cientos era lo que le resultaba… aterrador. Por amor a los dioses, esas cosas se reproducían como si no hubiera un mañana. El hecho de que este hombre pudiera permitirse toda esta cantidad y él todavía hubiera podido olfatear tantos en su recorrido forzado no era alentador. Comenzaba a cuestionarse si existían grandes ciudades, tal vez fueron arrasadas y las personas vivían en pequeños enclaves.

Emiya captó movimiento en el agua y enfocó su visión. Algo se estaba acercando, una sombra en el fondo lo delataba. Solo tuvo que esperar unos segundos hasta que hubo una pequeña explosión que levantó el agua. Una estrella de mar. Emiya se encogió de hombros, tal vez uno de los tantos pokemon marinos la arrojó, aunque, no podía evitar pensar que era demasiado grande. Otra vez, tenían hombres lobo-zorro, una estrella de mar gigante era normal.

—Una maravillosa vista, ¿no es así?

—Sí. — tuvo que estar de acuerdo —¿Parte de tu trabajo?

—Algo así. — respondió con una risa entre dientes —A veces mi hija trae a los que encuentra herido.

—¿Hija?

El hombre parecía de los que estaba casado con su trabajo, además de que ser un biólogo e investigador tomaba mucho tiempo, en especial si hacía expediciones. Ahora que lo pensaba, esa chica, Sapphire, ¿no había dicho que…

—¡Papá!

La repentina exclamación sacó a Emiya de su pensamiento, buscando la fuente mientras notó que el hombre retrocedía. El sonido vino desde algún lugar del bosque. Había un silbido, pero, cuando logró ubicarlo, fue demasiado tarde. Sintió algo chocar con su costado izquierdo, y su cuerpo magullado no tuvo la fuerza suficiente para permanecer de pie frente al impacto. Se derrumbó de forma patética sin oponer resistencia.

—Ay, mi cabeza. — murmuró una voz muy, muy fastidiosa.

—¡¿Cuál es tu problema?! — exclamó Emiya.

Sí, Sapphire lo había tacleado por alguna razón. ¿Cuál? Solo los dioses lo sabían, y mejor que tuviera una excusa decente. Ya era lo suficientemente malo haber sido envenenado, no quería nada roto. Tuvo que cerrar los ojos para suprimir un dolor de cabeza repentino.

—¡¿Qué haces en mi área de aterrizaje?!

—¿Área de aterrizaje? ¿Ahora tienes delirios de ser un helicóptero?

—Tú, pequeño p…

Ella enmudeció y Emiya se sobresaltó al notar un toque en su antebrazo, por lo que abrió los ojos en esa dirección. La pequeña había intentado rodearlo con sus diminutos brazos, y se quedó así por varios segundos, al menos hasta que notó que era el centro de atención. Las miradas claramente no le gustaron, por lo que lo soltó y bajó la cabeza con timidez.

Lo reconocería, eso fue malditamente adorable. Demonios, ya ni siquiera le quedaba furia que descargar contra la Amazona, así que solo suspiró con cansancio y frotó el puente de su nariz. Intentó una sonrisa, pero salió más agotada que reconfortante.

—Sí, sí. Yo también te extrañé. — dio un par de toques en el área alrededor del cuerno y luego volvió su atención a la chica —Y quítate de encima, pesas.

Como si apenas se diera cuenta, ella se disparó fuera, pero no dejó de estar indignada y obviamente lo dio a conocer.

—¡¿A quién llamas pesada?!

Emiya solo volteó a verla, dispuesto con un comentario mordaz antes de callar y solo levantar una ceja. Tendría que estar agradecido a los dioses de que ya no estuviera vistiendo su bikini herbal. Ahora lucía, bueno, más decente y femenina, supuso. Su cabello ahora estaba suelto y llegaba hasta la mitad de su espalda, luciendo mucho mejor que la maraña mal atada de su primer encuentro. Vestía una camiseta roja de tirantes, obviamente carente de mangas y escotada sobre lo que parecía ser un top deportivo negro. La parte inferior eran shorts blancos sobre leggins negros que llegaban hasta la mitad de los muslos.

—Oh, — comenzó con tono burlón —pensar que habría una chica linda bajo una salvaje.

Como si presionara un botón, su rostro enrojeció por la vergüenza y la indignación. Fue, en resumidas cuentas, catártico ver eso. Y estaba seguro de que no iba a golpearlo, al menos no frente a su padre.

Antes de que pudieran embarcarse en una discusión de ida y vuelta, escucharon una pequeña carcajada por parte del profesor. Ambos lo vieron, y él solo movió la mano frente a ambos en señal de disculpa.

—Lo siento, lo siento. No quería reírme. Simplemente es bueno verlos llevarse bien.

Emiya se preguntaba si eso era en realidad llevarse bien y, si el rostro de Sapphire era algo por lo que hablar, debería tener la misma duda. Al final se encogió de hombros, supuso que, si el hombre creía eso sobre la situación de Emiya, no lo iba a corregir.

—Tu Ralts estuvo preocupada durante tu ausencia. — anunció el profesor Birch para cambiar de tema.

—¿Ralts?

En el momento en que preguntó ambos lo miraron desconcertado. ¿Qué sucedió? ¿Fue algo malo lo que dijo? Simplemente se movió por curiosidad sobre cómo llamaron a la pequeña… Oh, debieron asumir que ella, o Ralts, tal era su especie, le pertenecía al igual que Toro a Sapphire. Al recordar al entrenador que tenía un mapache no pudo evitar pensar que era algo común, por lo que sus reacciones tal vez estuvieran justificadas.

—Mi memoria… simplemente está borrosa, es todo. Ni siquiera sabía qué era un pokemon hasta hace… ¿cuánto dormí?

—Dos días. — fue la respuesta inmediata del profesor.

—Hasta hace cinco días.

Ambos lo miraron con una mezcla de preocupación y prudente lástima. Incluso la agresividad de Sapphire despareció ante la revelación. Aunque no le sestaba mintiendo per se, tampoco le sentaba bien engañar. Sentía que era un hábito suyo utilizar medias verdades, y aquí resultaron útiles, pero tampoco las apreciaba.

—Entonces, — comenzó Birch de forma tentativa —¿tienes alguna pregunta?

Tenía muchas y no sabía por dónde comenzar. Primer, ¿cómo demonios funcionaba la teoría evolutiva en este lugar? O tal vez ni siquiera tengan su versión de la teoría de Darwin. ¿Cómo fue posible que el humano primitivo se abriera paso a través de un mundo tan duro? ¿Existen la civilización? Tantas cosas que quería saber, pero había algo mucho más urgente.

—Vi a un chico arrojar una esfera roja y blanco, — omitió a los cazadores —pensé que era extraño, y luego… desintegró al pokemon para almacenarlo. ¿Cómo funciona algo así?

Como si fuera una pregunta que hubiera estado esperando durante siglos, prácticamente se lanzó hacia adelante con los ojos brillantes. Demonios, se veía como un niño al que le decían que la navidad sería dos veces al año.

—¡Es una buena pregunta, y tengo la respuesta! — exclamó con entusiasmo, y Emiya captó un suspiro de la hija —No todos los Entrenadores tienen interés en cómo funcionan los dispositivos, simplemente lo dan por sentado sin conocer todo el despliegue de brillante ingeniería detrás. ¡Si tan solo todos se tomaran la molestia de aprender!

El hombre saltó hacia el computador y Emiya pudo ponerse de pie, limpiando algo de tierra y acercándose. En la pantalla se mostraba la silueta de un Toro, aunque, en la parte de abajo aparecía otro nombre: «Torchic». Entonces era un apodo. De todas formas, era solo la forma, la cual mostraba una variedad de colores que se transformaban, al igual que distintas barras de energía que subían y bajaban.

En una ventana más pequeña, se formó la imagen de una de esas esferas, solo que su interior: era de un gris oscuro con varios espejos alrededor, al menos en la parte superior. Se mostró la sección interna, el cableado y lo que supuso que serían componentes que bridaban energía, no tenía la más mínima idea. Podía haber estado más en sintonía con la tecnología, y de hecho estuvo a la vanguardia, pero no dejaba de ser un magus.

—Aunque es difícil precisar el año exacto en que se inventaron las pokeball, — el nombre crispó un poco los nervios de Emiya —no llevamos con ellas ni siquiera dos siglos. De hecho, antes de la era de las pokeballs, ser un adiestrador era una profesión de gran renombre e importancia, y casi un privilegio para quienes pudieran pagar sus servicios. No era completamente necesario, pero muchos pokemon pueden ser demasiado agresivos. No creo que haya mucha diferencia con una pokeball, pero al menos puede evitarse una destrucción al utilizarla y esperar que se calme.

»Pero, cuando pudimos estudiarlos, descubrimos que los pokemon emiten, o están en sintonía, su propia energía.

—¿Energía?

Esto sonaba, tal vez, como el Prana. O simplemente estaba buscando hacer la conexión con algo que pudiera parecerle un poco conocido.

—Incluso ahora seguimos estudiándola. — admitió avergonzado —¡Pero! — levantó su ánimo —Un artefacto fue descubierto, fue llamado A. D., y me niego a decir su nombre completo. — dijo con amargura. Se instaló un silencio incómodo por varios segundos antes de que estuviera dispuesto a seguir —La comunidad científica tomó esto como un proyecto que interesaba a todas las regiones.

»Se descubrió que el artefacto, o sus ondas, eran parecidas a las emitidas por los pokemon, estaban tan en sintonía que fue algo sorprendente en su época. ¡Tampoco se sabía quién o qué fue su inventor! Fue de mucha ayuda para la comunidad científica, quienes pudieron sintetizar la energía de los pokemon con máquinas artificiales.

—Las pokeball.

—¡Sí! Aunque, al principio, no tenían la forma actual y solo eran prototipos. También se filtraron y vendieron ciertas creaciones ilegales, por lo que es difícil saber el momento exacto en que se popularizaron.

»¡Pero eso no es importante! Con respecto a tu pregunta, las pokeball sintetizan la energía natural de los pokemon para realizar una deconstrucción indolora y puedan ser almacenados en su interior. Los espejos sirven para enfocar la energía, y los componentes antes vistos sirven para realizar los cálculos de forma automática para sintetizarse con la energía de los pokemon. ¡Incluso las pokeball cercanas reciben los datos obtenidos de la que fue destruida durante un proceso de captura, aumentando las probabilidades de los próximos intentos!

Desde un punto de vista puramente científico todo esto sonaba, cuanto menos, fascinante. La conversión de una criatura viviente en nada más que energía y, posiblemente, datos, no era un asunto que tomarse a la ligera. Demonios, si pudieran replicar esa hazaña con objetos inanimados, se ahorraría mucho espacio y la industria del transporte masivo sufría un cambio trascendental. La civilización estaría un paso por delante en el aprovechamiento real del espacio del planeta. Pero, fuera de eso, sonaba simplemente… mal.

—¿No es eso esclavitud? — preguntó mientras se cruzaba de brazos.

—¡¿Esclavitud?! — se escuchó horrorizado, al igual que su hija —No, no. El espacio dentro de las pokeball, según el estudio revelado, es completamente cómodo y placentero para el pokemon. Además, reciben seguridad y alimento en manos humanas. Muchos alcanzan incluso esperanzas de vida más elevadas que en su estado natural.

Emiya se mordió la lengua para no dar a conocer su opinión. El hombre creía sus palabras, además de que lo había salvado. Por otro lado, y lo más importante, no era su lugar ni su asunto cambiar la forma de vivir de estas personas. Si eran felices de tener monstruos de bolsillo con capacidad de destruir ciudades, su problema, no el de Emiya. Al menos sabía que esas cosas eran tecnología, pero, por otro lado, el A. D. sonaba demasiado… surreal como para no tener algo que ver con aspectos más esotéricos.

—Realmente tienes amnesia, ¿no?

Emiya se encogió de hombros como respuesta. Nada de negar o confirmar, que llegaran a sus propias conclusiones. Todavía no le gustaba, pero era mejor que cualquier excusa que pudiera inventar, y mucho más creíble que soltar: «Me desperté en medio de la nada, recordando cosas al azar y sin saber lo que debería ser obvio. Ah, y también creo que es obre de taumaturgia».

—Entonces, — el profesor volvió a la conversación —¿tienes alguna especie de plan? Si no tienes recuerdos… — dejó colgando la declaración.

—Nada real. — dijo mientras volvía a encogerse de hombros y cruzaba los brazos —Pensaba viajar, es todo. — sintió un golpecito en su pantalón y supo qué significaba sin mirar. Solo suspiró. —Tal vez con compañía. — y antes de que pudiera seguir, su estómago rugió —Y tal vez conseguir algo de comer.

—Bueno, puedo ayudarte con eso. — dijo el profesor con una sonrisa irónica —Debería ser hora de almorzar, así que iré a preparar algo.

—¿Te parece si me encargo de eso? — preguntó Emiya con rapidez —Puedes llamarlo un pago por la ayuda.

—¿Sabes cocinar? — preguntó Sapphire.

—Algo.

Aunque no le gustaba presumir, si había algo sobre lo que estaba seguro incluso con la bruma de su mente, era que estaba orgulloso de sus habilidades culinarias. Era el sentimiento más fuerte que había, lo que también consideraba un poco desconcertante y anticlimático.

—Entonces aceptamos. — cedió el profesor. Apagó el ordenador y encabezó la marcha —También te prestaré algunos libros y enciclopedias pokemon, creo que las necesitarás.

—Será de gran ayuda.

Realmente iba a ayudar. Si iba a viajar por el mundo para buscar los Zafiros Oxidados, necesitaba conocer qué había allí afuera. No iba a ser tomado por sorpresa otra vez, evitaría a toda costa otro incidente como lo ocurrido con Zoroark. Y, bueno, si pudiera encontrar una manada para la pequeña, eso estaría bien.


§


Notas


Para los que creen que Emiya está reemplazando a ya saben quién en el manga —vamos, supongo que todos saben, pero igual haré como que no—, no es así. Tendrá su aparición más adelante y su tiempo en pantalla.

Bueno, siento que debo aclarar, gracias a comentarios de Wattpad que leí, que Ralts no usó Protección, sino Pantalla de Luz. Muchas de las habilidades serán utilizadas en su versión manga/anime, no de videojuego. Más por darle algo de sentido, supongo.

¡Y por fin sabemos por qué la serie tiene un nombre tonto! Sí, fue por eso. Y sí, el diseño de los Zafiros Oxidados está basado en Sapphire de Kaleid.

Y con respecto a por qué sale martes y no domingo, bueno, no voy a soltar una excusa, simplemente diré: Castlevania. También tiene unas tres mil palabras más, así que, oye, creo que lo vale.


Reflexión Sobre el Capítulo


Me gustaría decir que es la última pelea por un tiempo, pero esto es Pokémon y es imposible. Odio escribir batallas, así que tomo esto como una práctica, y, de todas formas, lo sucedido fue previsible. Están en territorio enemigo, y hasta que no salgan sería una masacre; están en un ecosistema lleno de vida salvaje, digo, es normal. Con respecto a la guarida de Seviper, quería expresar algo: la cadena trófica. Y no, por mucho que quieran venderme que todo los pokemon comen bayas, eso es mentira. Los colmillos lo dicen todo, hay pokemon que obviamente son depredadores y se comportante como tal. Claro, existen anomalías como Gardevoir que están muy humanizados, quienes pueden comer bayas por elección, pero no abriré esa lata… por ahora, tal vez lo haga luego.

Por ahora vendrá un tiempo de "relajación" y para que el pobre Emiya pueda aclimatarse, formar vínculos, aprender del mundo, etc. Bueno, todo es verdad menos la parte de relajarse. Lo importante es que, a partir del próximo capítulo comienza a moverse la trama de verdad, menos introspección y más exploración de mundo, así como interacción entre personajes y aprendizaje del mundo real, no de conocimiento erróneo preestablecido.

Espero haber logrado bien el encuentro entre Emiya y Sapphire. Para los que leyeron el manga, creo que no cree tanta animosidad inicial entre ambos por varias razones: lo primero fue su mayor edad; lo segundo fue que Emiya no atacó; en tercer lugar, uno de ellos estaba con un pie en la tumba.

Con respecto a las pokeball, bueno, supongo que es importante dar algo de sentido. Emiya querría saber qué demonios fue eso, y no creo que un científico simplemente salga con un "no sé". ¿Qué opinan de la teoría? Oh, y A. D., es la abreviación de Arma Definitiva, la que mató a muchos pokemon y absorbió su energía para resucitar a uno, por lo que no sería muy descabellado que estuviera en sintonía con esa energía.

Con respecto al título del capítulo, bueno, se presentan los Zafiros Oxidados y a Sapphire, así que es simple y al grano.


Reviews


Soda-fiedPsycho: Yay, la primera reseña que puedo contestar directamente, para las que hizo en el capítulo 1 y 2. Bien, con respecto a por qué los pokemon son bestias imparables, la respuesta es simple: son bestias imparables. Se ha demostrado a través de la serie televisiva y el manga que muchas habilidades capaces de destrozar el metal y nivelar el terreno no matan a un pokemon, así que podemos asumir que, incluso si no son indestructibles, son duros como el demonio. ¿Su velocidad? No dije exactamente que fuera igual a un Servant, pero, demonios, los pokemon son veloces, todos son súperbestias de una u otra forma. No van a matar un Servant ni por asomo, tal vez excepto por casos como Arceus, pero no dejan de ser "súper".

Los pokemon son bestias de la naturaleza, literalmente son capaces de causar un terremoto. Por mucho que se les quiera subestimar debido a que es un producto dirigido a niños, en la realidad ellos serían desastres naturales ambulantes. Oh, y ¿la razón por la cual no hay armas en Pókemon más allá de la censura infantil? Bueno, podemos atribuirlo a que son casi imposibles o difíciles de matar para los humanos, lo que suena lógico y por qué se centraron en tecnología para someterlos.

ScorpionFury: Sí, Emiya es un humano; como CG es capaz de matar casi todo, no tendría gracia y, además, como CG estaría subordinado a Alaya y aquí necesita libertad. Sin libertad y necesidad de luchar no habría una historia que contar desde un principio, sería poco más que una fantasía de poder.

Richy1991: No puedo decir que me basé en N, pero sí puedo decir que su pensamiento en este asunto es muy similar. Emiya tiene experiencia con ser sometido y obligado a pelear, así que es obvio que los tipos serán capaces de sentarse a beber con tranquilidad y hablar sobre la liberación mundial. ¿Te lo imaginas como cofundador del equipo Plasma? Los protagonistas estarían, bueno, ya sabes, convertidos en alfileteros personalizados. Un grupo dirigido por un tipo experto en distintos tipos de guerra no sería algo bonito que enfrentar.

Kurogane Junko: La rareza también fue lo que me hizo elegir esta serie. Pude haber ido con Tate no Yuusha, aunque la leí fue hace ya bastante tiempo; también Gate, Drifters o Death March to the Parallel World. Con Pokémon, bueno, siempre tuve curiosidad y ganas de escribir algo sobre un mundo más cruel —por así decirlo— en Pokémon, aunque esa iba a ir más por el lado de un detective que de otra cosa. Digamos que el concurso fue como el impulso para esto, además de que sigo la serie televisiva desde que tengo memoria, los videojuegos desde que tuve acceso a un computador y el manga desde que lo conocí. También me gusta Fate, tacha eso, soy un gran fan de Fate, y no podía desaprovechar de intentar algo arriesgado.

Kiriatos: Bueno, con respecto a su aparición, de los pokemon en la Ruta 101 y sus alrededores, el "más malo" es Zoroark. Claro, no aparece directamente en Omega Ruby & Alpha Sapphire, pero ¿qué hacen un montón de Zorous sin sus padres? Así que es lógico que haya un Zoroark cuidando a los suyos, sabiéndose que es territorial. Por otro lado, Emiya demostró que puede diezmar a un Mightyena al no ser tomado por sorpresa y tener la mente clara, por lo que, ¿qué más pudo tirarle que no sea legendario y lo mate? ¿Un Zigzagoon o un Wurmple? Así que, bueno, vino Zoroark.

Con respecto a tener pareja, como mencioné, no he pensado en el romance. Primero porque, bueno, Pokémon va más sobre vínculos, y aunque el amor romántico es un vínculo, se hace más énfasis en la amistad y camaradería. Segundo, tal vez vuelva a ser un adolescente hormonal, pero hay un alma de un CG veterano dentro, y aunque Nasu demostró con el caso de Arturia y Ciel que el Nasuverse tira por la ventana la importancia de la edad para ese tipo de cosas, no he pensado en cómo lo llevaría Emiya, además de que tendrá que lidiar con una crisis. Así que, para no dar spoiler, digamos que todo es posible y nada está grabado en piedra, o como dicen otros: nada es verdad y todo está permitido.

98kazer: Desearía también entender a la perfección el inglés. Domino lo suficiente para leer muchas cosas, pero nunca lo suficiente.

Agradezco los comentarios de apoyo de LA O.N.U, BlackGogeta, sawtooth44, .luki.2001, Kiriatos, ScorpionFury, Lannart y PapoteMaloteV


Wattpad


Debido a que aquí son muchos más comentarios, solo haré un comentario en general.

Parece que aquí están yendo las cosas bien, lo que es interesante, pensé que no atraería muchas personas en esa plataforma. Y los comentarios son interesantes de leer. Supongo que se debe a la capacidad de dejarlos en un párrafo en específico. Bueno, en realidad no hay mucho sobre lo que comentar, simplemente que me gustó leer el apoyo que está recibiendo.