El camino fue silencioso y ninguno de los dos se atrevía a romper esa extraña armonía que reinaba sobre ellos.
El frío comenzaba a calar los huesos de Mikasa y su cuerpo tiritaba ante la falta de costumbre.
—Hemos llegado—después de tanto tiempo sin decir nada, el Ackerman alertó el final del recorrido.
Estaban frente a un edificio abandonado. Allí se podía observar una escalera que luego se bifurcaba, la cual cada una llevaba a su correspondiente puerta.
Levi subió una de ellas y Mikasa lo siguió, pero esperó antes de ingresar y lo observaba.
Él corrió un tapete polvoriento que estaba en la entrada y resopló al ver que no encontraba lo que estaba buscando. Respiró profundo y apoyó el bastón en el suelo.
Mikasa se sorprendió y subió los primeros escalones.
De pronto, una descomunal fuerza emergió del cuerpo de Levi al patear la vieja puerta de madera, la cual destrozó por completo. Sin embargo, era notoria la diferencia entre el acto en ese momento y el mismo que realizó al abrir la puerta del sótano de Eren.
Como consecuencia de ello, perdió el equilibrio al sentir la debilidad en su pierna y rápidamente fue sujetado por Mikasa, quien lo sostuvo con su propio cuerpo para evitar su caída.
—Levi, debería ser más cuidadoso—espetó y él se avergonzó ante lo sucedido.
Aún quedaban secuelas de ese día.
—Ya no me consideres un viejo. Si me hablas de usted es como si tratases con un anciano que ya no sirve para nada—refunfuñó y se incorporó —. Estoy bien, gracias.
Mikasa estaba sorprendida al conocer cuán vulnerable era el hombre más fuerte de la Legión. Su lado humano siempre fue escondida por miedo a que afectara sus misiones, pero ya no había excusa para continuar en ese plan.
Al ingresar, Levi se sorprendió al ver que aún tenía velas en el candelabro. Buscó cuidadosamente en la mesa y encontró los fósforos. Luego, tomó la silla y la ubicó debajo de ella para encenderlas. Al no poder subir, gruñó.
—Espera, lo haré por ti... —espetó Mikasa y subió a la silla mientras el Ackerman le entregaba los fósforos. Fue prendiendo cada vela con cuidado y al acabar, se bajó.
Cuando la luz iluminó el lugar, los escalofríos invadieron a Levi: las telarañas cubrían sus muebles. El polvo era realmente molesto.
—Antes que nada, te ayudaré a limpiar—sugirió la Ackerman mientras estaba por adelantarse.
Al sentir la mano de Levi sosteniendo su brazo, ella volteó.
—Puedo hacerlo solo... —repitió nuevamente.
Estaba apenado desde el hecho de no alcanzar el candelabro y después de oír que Mikasa estaba ofreciéndose para limpiar, realmente lo apenaba.
—¿Y piensas que estaré tirada en el sofá mientras tú limpias desaforadamente la casa? —reclamó—No, Levi.
Ella seguía igual de terca y tétrica.
—Eres mi invitada. Yo limpiaré—insistió.
—No lo permitiré—remató—. Lo haremos juntos o ambos dormiremos entre la mugre, tú eliges—propuso en tono desafiante.
Levi jamás dormiría en un ambiente tan sucio. Sentía repulsión y de sólo imaginarlo, deseaba haber muerto.
—Está bien, tú ganas... —resopló y fue hacia uno de los muebles. Abrió uno de los cajones y encontró sus antiguos pañuelos y le dio uno a Mikasa.
Ambos cubrieron sus rostros y comenzaron a eliminar el polvo y las telarañas que invadían el lugar.
Apenas era el inicio.
[...]
Mientras Mikasa se ocupaba de la cocina, Levi estaba en la habitación. Allí estaban las dos camas de Farlan e Isabel.
Sus recuerdos invadían su mente. Había pasado tantos años que no recordaba el aroma hogareño que Farlan dejaba después de que limpiaran juntos. Había olvidado las risas de Isabel al jugar una broma pesada hacia él. También, las veces que Levi regañaba a la niña por ser descuidada con la comida, llenando de humo la casa.
Al acercarse al armario, abrió la puerta y encontró unas pocas prendas de ellos. Tomó una camisa de Farlan y un saco de Isabel.
El cuenco de sus ojos contenían el dolor que cargó por tanto tiempo. Aborrecía tanto su mala decisión y su egoísmo. Debió haber pasado más tiempo a su lado y decirles cuánto amaba su compañía en ese lúgubre lugar.
Llevó ambas prendas hacia su pecho y los abrazó con fuerza. Al olerlos, podía encontrar su esencia en ellos.
—Levi... —la parsimoniosa voz de Mikasa lo devolvió a la realidad—¿Te encuentras bien?
La azabache esperó en el umbral mientras veía al hombre tan silencioso y aferrado a unas prendas de vestir.
Era adorable cuando mostraba su lado sensible.
—Si—carraspeó—. Mikasa, si tienes frío puedes usarlo—le entregó el saco y la Ackerman lo aceptó de inmediato.
Claramente, tenía un particular aroma que le recordaba a su hogar. Esa prenda guardaba muchos sentimientos y recuerdos.
—Te lo agradezco—sonrió—. Es muy bonito y amable de tu parte.
—Este lugar es frío y tú has venido muy ligera de abrigo. Supuse que Isabel dejaría algo aquí y tuve razón... —esbozó una sutil sonrisa mientras miraba el saco.
—Ella... —tenía miedo de entablar una charla, pero deseaba conocerlo más—Fue alguien muy importante, ¿verdad?
Él levantó su mirada hacia ella. Mikasa notó un inusual brillo en sus orbes oscuras y se sorprendió de que Levi no se mostrara enojado ante la intromisión.
—Ella... —cerró sus ojos y en su mente se instaló su dulce sonrisa— Ella fue mi preciada hermana menor. No compartíamos ningún lazo sanguíneo, pero teníamos un vínculo muy estrecho.
Nadie mejor que Mikasa podía comprender ese sentimiento y la nostalgia que el corazón de Levi podría estar atravesando.
Eren era alguien muy importante para ella y que jamás podría olvidar. Comprendía cada expresión y el sutil temblor de sus orbes al contener las lágrimas.
—Estoy segura de que habrá sido una joven muy especial—sonrió y se colocó el saco. Deleitó su olfato con el aroma del mismo y sonrió—. Puedo darme cuenta que era una persona con un gran sueño de vida.
Recordarlo le volvía a partir el corazón. Sin embargo, jamás se lo había contado a nadie, ni siquiera a Hange.
—Por supuesto que si—resopló—. En fin, ¿qué necesitabas?
—Ah, es que no he encontrado nada para preparar la cena—advirtió y el Ackerman regresó a ser el mismo hombre apático.
—Debemos ir por algo para comer—dejó la camisa de Farlan sobre la cama y añadió: —Iremos al centro de esta inmunda ciudad. Deberás prepararte, allí se concentra la pobreza y la delincuencia.
La seguridad con la que Levi hablaba no era azarosa. En su juventud, él junto a Farlan e Isabel atacaban ese punto clave para poder repartir el botín entre los más necesitados de los suburbios.
—Estoy lista, Levi. Así como le dije a Historia, regresaremos sanos y salvos a la superficie—aseguró.
Mikasa sentía miedo. Era la primera vez que se enfrentaba al temor después de tantos años. No debía huir, pero la compañía y seguridad de Levi le devolvía las fuerzas.
—Bien, en marcha...
[...]
Las calles mostraban el abandono, notándose el agua estancada y las moscas que sobrevolaban allí. Los edificios estaban al borde del derrumbe y quedaban pocas personas vivas en ese lugar.
Lo impactante del escenario era cómo habían apilado los cadáveres descompuestos en los callejones de los mismos. El olor era insoportable.
—El panorama es peor de lo que pensaba... —espetó el Ackerman al imaginar la guerra civil que se hubo desatado a raíz del retumbar en la superficie, impidiendo que la ciudad fuera provista de alimentos— Será bastante complejo esto.
—Debió ser muy problemático—comentó —¿Podremos convencer a esta gente de que se retiren de aquí? —inquirió mientras caminaban lentamente.
El chapoteo de sus pies sobre las calles era molesto para Levi. Sabía perfectamente que las casas de esa zona no contaban con un baño y, por esa razón, solían tirar los desechos en los basureros o en las misma vereda. Odiaba profundamente esa zona.
—No lo sabremos hasta intentarlo—respondió y se aferró con fuerza a su bastón.
Mikasa aún no entendía la razón por la cual Levi cargaba con él. Sin embargo, supuso que era momento de preguntárselo.
—Levi—el aludido la miró de soslayo—, desde nuestro reencuentro me he estado preguntando algo y espero no incomodarte con ello—la Ackerman guardó las manos en sus bolsillos y bajó la mirada.
—Si no quieres incomodarme, no te quedes en silencio —espetó.
—Es que, bueno... —carraspeó y trató de ordenar sus ideas —Me he estado preguntando por qué traes ese bastón.
El Ackerman lo levantó y lo miró fijamente mientras caminaban. Existían muchas razones pero nadie se había atrevido a preguntarle nada al respecto.
—Bueno, es que... —de pronto, su conversación se vio interrumpida debido a que un niño chocó contra Levi.
El pequeño cayó al suelo y se abrazaba fuertemente a algo que cargaba en sus manos.
Los Ackerman lo observaban expectantes, ya que el niño había aparecido de pronto desde uno de los callejones.
—¡¡Ey, detengan a ese ladrón!! —gritaba un hombre de avanzada edad y contextura baja, casi similar a la de Levi— ¡¡Ustedes dos, inútiles!! —al oír semejante insulto, el Ackerman resopló—¡¡No lo dejen ir!!
Mikasa dirigió su mirada a Levi y notó que él estaba por actuar frente al hombre. Ella, por su parte, decidió demostrarle que su compañía no era en vano.
Se ubicó de cuclillas frente al niño y acarició su cabello.
—Oye, ¿te encuentras bien? —inquirió en un tono dulce y comprensivo. El pequeño abrió sus ojos y vio la amabilidad de sus orbes oscuras —Ven, te ayudaré a levantarte— extendió su mano y el aludido la sostuvo para incorporarse.
En su otra mano cargaba unos cinco panes. Al escuchar los gritos del hombre, se mostró aterrado y tenía claras intenciones de huir. Sin embargo, Mikasa lo rodeó con su brazo y contuvo su miedo.
—No dejen que él me pegue, por favor... —murmuró y dejó caer unas lágrimas.
—No te preocupes, nosotros nos encargaremos de ti y de ese hombre—levantó su mirada hacia Levi y añadió:—Ya verás...
Hacía mucho tiempo que nadie lo trataba de un modo tan comprensivo y dulce. Era extraño y hermoso.
El hombre se acercó hasta ellos y los apuntó con un cuchillo. Estaba furioso y peor aún después de ver que Mikasa protegía al niño.
—¡Oigan! Ese mocoso me pertenece—comenzó diciendo con soberbia.
Levi se ubicó frente a él, sosteniéndose con su bastón. Con el ceño fruncido y un sinfín de recuerdos invadiendo su mente, respondió: —¿Acaso crees que las personas son objetos o qué? —gritó.
—¡¡Ese maldito mocoso me robó esos panes!! —argumentó, encolerizado— ¡¡Tiene que pagarlo con un castigo físico!!
El niño se aferraba a Mikasa y temblaba. Su respiración jadeante indicaba el pánico que desbordaba de sus poros.
—¿Cuánto le debe? —inquirió y guardó las manos en sus bolsillos.
—¡¡Eso no le incumbe!! ¡¡Entréguenme al mocoso mugriento!!
Levi bajó su mirada un instante. Sus pensamientos se amalgamaron cuán película de horror. Su nacimiento, su infancia, adolescencia y juventud fueron marcados por la ignorancia, la injusticia, violencia y dolor. No podía sentirse más miserable.
Sin embargo, él había superado su destino, convirtiéndose en el hombre más fuerte de la Legión y, a pesar de que la organización ya no existiese como tal, Levi no olvidaría todo lo malo y bueno que vivió a lo largo de su vida.
—¡Jamás! —respondió —Si no aceptas el pago por esos míseros panes, entonces enfréntate a mí en una pelea.
—¡Por mí no hay ningún problema, enano bastado! —abrió sus piernas y apuntó con su cuchillo. Con la otra mano formaba un puño— Aunque tú me das lástima, no eres más que un viejo inválido—reía— ¿Cómo te atreves a amenazarme a mí, si ni siquiera puedes mantenerte en pie sin tu bastón?
El aludido no respondió a ello. Simplemente escuchaba las palabras del hombre que intentaba dañar la integridad del pequeño.
—No me interesa lo que creas, he dicho que tengamos una pelea tú y yo, como dos hombres adultos que somos—insistió el Ackerman.
—Sí que eres chistoso—rió y corrió hacia él, apuntando directamente hacia su pecho.
Ante la perspectiva de Levi, todo se desarrollaba lentamente. Podía prever sus movimientos torpes y su nula capacidad de pelea. Estaba seguro de que ese hombre estaba acostumbrado a maltratar a las personas más débiles que él.
En ese instante, un fuerte golpe en su estómago lo detuvo y lo derribó. Su oponente vio que el Ackerman lo había golpeado con una mano en donde había perdido dos de sus dedos y eso lo hizo sentir aún más miserable.
—Maldito enano de mierda... —insultó y cayó. Se quejaba del dolor y se lo escuchaba agitado.
El niño, sorprendido ante la escena, soltó a Mikasa y corrió hasta el Ackerman. Él volteó y notó el brillo en su mirada.
—¿Quién eres tú? —inquirió con mucha curiosidad e ilusión.
Suspiró y levantó su mirada hacia el inexistente cielo de la ciudad.
—Levi. Sólo eso... —respondió y bajó la vista.
En ese momento, recordó la determinación y admiración en los ojos de un niño. Había olvidado la calidez que transmitían en su ser y, de inmediato, recordó el sueño de Isabel en sus orbes: Conocer el cielo y poder volar como ellos...
—Levi... —susurró y tomó su mano— Eres nuestro héroe—afirmó y sonrió.
Mikasa observaba la secuencia y no podía evitar recordar la alegría de Eren en ese pequeño niño. Quería llorar, pero ya no tenía más lágrimas. Sin embargo, al ver a Levi junto a él le robó una sonrisa y su corazón volvía a latir con fuerza. Conocía ese sentimiento, pero no lograba darle un nombre apropiado.
Cada momento vivido junto a él le mostraba un nuevo rincón del lado oculto de la luna...
"Levi, tú eres un hombre increíble..."
