CAPÍTULO III
De vuelta al trabajo en el Departamento de Misterios del Ministerio de Magia, Hermione se encontró más de una vez recordando la glorieta abandonada y la reacción de Draco con aquella mirada perdida, recriminándose por haber vuelto a casa tan pronto. No podía evitar sentirse culpable por haber abierto una puerta al pasado, pues por más que ellos hubieran retomado sus vidas, ella sentía que había una barrera que les impedía ir juntos por el mismo camino.
Cada vez que llegaba a la casa algún administrativo de las empresas, al conocerla la recorrían de pies a cabeza y suponía que la estarían comparando con Pansy. A veces la encontraban sola y no tenían reparo en preguntarle si seguirían celebrando en la mansión las espectaculares fiestas de años atrás para después comentar sobre la increíble personalidad que emanaba la señora de la casa en aquellas actividades.
Incluso Parvati Patil le habló de eso una tarde que se quedaron de ver en el Caldero Chorreante después del trabajo. Ella trabajaba para El Profeta como encargada del área de sociales y había acudido a varios eventos en la mansión para escribir los reportajes.
—Debes decirle a Malfoy que retome el baile de disfraces. El año pasado naturalmente no hubo pero hace dos años ¡fue magnífico! Todo lo que Pansy Malfoy organizaba opacaba a lo que en sus mejores tiempos celebraba tu suegra. Toda la sociedad sangre pura e influyente estaba presente. Una vez hicieron una fiesta en el jardín junto al lago. Las flores en todo su esplendor, todo adornado con un gusto exquisito. Claro, ella tenía ideas geniales para divertirlos a todos. Era muy inteligente… —repentinamente Parvati se quedó algo turbada temiendo haber cometido una indiscreción. Hermione intentó sonar lo más natural posible al decir:
—Todos coinciden en que Pansy era una gran mujer. Evidentemente no le conocimos bien en Hogwarts, pues me he dado cuenta de que era muy admirada por sobresalir en todo lo que hacía.
—Cierto, se comentaba entre todos que tenía grandes dotes. Me parece verla en aquel baile al inicio de la escalera saludando a todos con un magnífico vestido francés y el cutis impecable. ¡Se veía preciosa!
—Ella misma llevaba la casa —sonrió Hermione como si quisiera restarle importancia al asunto—. Debió ocuparle mucho tiempo. Yo dejé esa tarea en manos del ama de llaves.
—Es comprensible. Ella, como la mayoría de su posición, no trabajaba y tú sí. Todo es muy distinto ahora.
Hermione no pudo evitar sentir que Parvati había hecho el comentario en forma de recriminación. Ella nunca había siquiera pensado en dejar su trabajo. Tampoco Draco había mencionado esa posibilidad y se preguntó si era algo que se esperaba que ella hiciera por su posición. Con ese pensamiento se había despedido de su amiga y se apareció en las afueras de Malfoy Manor en lugar de usar la Red Flu; necesitaba despejarse. Mientras caminaba hacia la puerta de hierro, también apareció Theo.
—¿Querías caminar? —le preguntó él con una amplia sonrisa.
—Sí; me gusta hacerlo para estirar las piernas luego de todo el día sentada. Así me despejo también. Es prácticamente el único ejercicio que hago.
—Me pasa lo mismo… ¿Te quedaste hasta tarde hoy?
—Había quedado con Parvati, una de las gemelas Patil; no sé si las recuerdas.
—Claro, siempre nos está entrevistando para sus reportajes de prensa rosa —dijo con una mueca.
—Me preguntó si íbamos a retomar la tradición del baile de disfraces. Según ella eran famosos.
—Pues… sí… se celebraba todos los años. Venía toda la élite mágica de Gran Bretaña.
—Entendible entonces que no supiera de ella… cómo hija de muggles jamás iba a recibir una invitación —dijo alzando los hombros dejando claro que eso no le molestaba—. Supongo que es algo difícil de organizar y que era Pansy quien se encargaba de cada detalle.
Se habían desviado hacia uno de los jardines y Hermione mantuvo su mirada fija en el camino frente a ellos ante la mención de aquel nombre, pero vio con el rabillo del ojo, que Theo la veía con intriga.
—Era un trabajo en el que todos estábamos involucrados, pero sí… Ella era quién daba las indicaciones de cómo debía quedar todo —dijo en voz baja.
Hermione notó cierta reserva en sus palabras y el tono que había usado; lo había percibido en otras ocasiones y se preguntó si sería porque había estado enamorado de Pansy. Probablemente esa hubiera sido su actitud en un caso similar.
—Me temo que si se diera el baile, no tendría el tiempo ni la experiencia necesaria para organizar un evento de tal magnitud.
—No haría falta… Tu única obligación sería la de embellecer todo con tu presencia.
—No tienes que ser amable conmigo, Theo. Ni siquiera eso podría hacerlo bien. No estoy acostumbrada a moverme en ese círculo social. Siempre evito todo lo que tenga que ver con esos eventos.
—Sólo tienes que ser tú misma —insistió Theo con animosidad.
Ella se limitó a sonreír. Él siempre tenía una palabra de aliento y positivismo. Después de mencionar a Pansy ante Parvati y Theo, Hermione sentía una enorme necesidad de seguir saciando su curiosidad, y con fingida naturalidad, sabiendo que Theo sí le daría algunas respuestas, comentó:
—Hace unas semanas estuve en la glorieta detrás del lago. Es una lástima que todo esté tan abandonado. Es muy bonita.
Vio que Theo se tensó aunque siguió caminando lentamente.
—Supongo que si Draco quisiera, lo arreglaría.
—¿Lo que está ahí pertenecía a Pansy?
—Sí.
—¿Para qué la usaba?
—Hacía fiestas a la luz de la luna y cosas así…
—¡Qué buena idea!
Theo evidentemente estaba incómodo hablando del tema pero Hermione quería continuar.
—¿Solía nadar en el lago?
—Sí.
—¿Fue en ese lago donde se ahogó?
—Sí... Le gustaba volar sobre el lago… Esa noche hubo mucho viento y cayó… Lo supimos porque la escoba apareció flotando en el agua…
—¿Por qué nadie la ayudó?
—No había nadie con ella. Acostumbraba volar sola con frecuencia y a cualquier hora. A nadie le extrañaba que se quedara a dormir en la glorieta.
—¿No le daba miedo estar ahí sola en medio del bosque?
—Ella no sabía qué era el miedo.
—Y a Draco… ¿no le importaba que saliera así, sola?
Theo no contestó, como si no quisiera traicionar a alguien. Eso confundió aún más a Hermione.
—Entonces debió de ahogarse intentando llegar a la orilla luego de caer.
—Sí.
Hermione intentaba poner en imágenes lo que pudo haber sucedido, sintiendo la zozobra por mantener la vida luego de caer. Y de pronto, se sintió una intrusa haciendo tantas preguntas. Si Theo, quién en ningún momento había mencionado el nombre de Pansy, de verdad hubiera estado enamorado de ella, probablemente le dolería hablar del tema.
—Debió ser terrible para todos —dijo sintiendo su cara arder debido al interrogatorio y lo que Theo pudiera estar pensando de ella—. Es entendible que no se hable de eso. Sólo que, por un momento, me dio lástima que todo aquello se deteriore…
Theo no respondió, sin duda alguna adivinando que su preocupación por la glorieta no tenía que nada ver con sus preguntas. Hermione lamentaba haber sido tan desagradable cuando él tan simpático se había mostrado desde que ella vivía en la casa. Necesitaba remediar la situación.
—Theo, te aseguro que mis preguntas nada han tenido que ver con la curiosidad morbosa. Simplemente… muchas veces me siento una intrusa en la casa, que todos me ven sólo para compararme con Pansy, por lo magnífica que ella era, por su pureza, su belleza, todo lo que no soy yo, la nacida de muggles que no sabe moverse en sociedad. Yo misma me pregunto por qué Draco quiso casarse conmigo a pesar de todas esas diferencias… Quizá no debí casarme con él… a veces creo que no seremos felices jamás…
—No digas eso —rogó Theo con preocupación—. De mi parte, me alegra muchísimo que se hayan encontrado y dejado atrás todos aquellos prejuicios estúpidos… Sé que eres lo que él necesitaba en su vida.
—Aún así, a veces no puedo dejar de sentirme desplazada… Sé que todos me comparan con ella, la perfecta esposa del heredero Malfoy, la que hacía todo bien. Yo crecí en un ambiente muy diferente. No soy elegante, no tengo su belleza ni el porte que se necesita para hacer la señora de Malfoy Manor. Algo que sí tenían Pansy o Narcissa porque para eso se les educó. Te aseguro que por más que lo intento, no ha sido fácil para mí.
—Hermione, no debes pensar así. Tienes cualidades mucho más importantes y creo que la inseguridad no debiera de ser una de ellas. No te conozco mucho, pero para nadie es un secreto que eres bondadosa, sincera, inteligente, valiente, leal. Y eso significa mucho más para un hombre que todo el ingenio y la belleza del mundo.
Hermione estaba segura de que esas cualidades también las tenía Pansy puesto que todos la admiraban. Que él tratara de calmarla enumerándolas, le parecía irreal.
—Estoy seguro que Draco se llevaría un disgusto muy serio si supiera lo que piensas. Tranquila —agregó levantando las manos—; no seré yo quien le diga. Lo conozco desde niño y en diferentes circunstancias. Te aseguro que si él estuviera al tanto de tus preocupaciones, eso le dolería más que cualquier cosa. Ahora tiene buena cara, buen ánimo. No mentíamos Andrómeda y yo cuando comentamos la otra vez lo gravemente enfermo que estuvo, aunque evidentemente no fue prudente decirlo frente a él. Eres lo mejor que pudo pasarle, no lo dudes nunca. Olvida todas esas preocupaciones así como nosotros, gracias a Merlín, vamos olvidando otras que deseamos no volver a revivir, Draco menos que nadie.
Hermione se sintió más tranquila después de esta conversación, agradeciéndole a Theo no sólo su amistad con Draco, sino la que tenía con ella ahora. Sabía que siempre podría contar con él, casi como podía contar con Harry.
~ oOo ~
Desde que Hermione conocía los verdaderos motivos de la enemistad de Danny con ella, su única interacción era la de aprobar diariamente los menús antes de salir para el Ministerio, entendiendo que su odio no era personal sino a lo que Hermione representaba. Su actitud hubiera sido la misma, no importa quién hubiera ocupado el lugar de su amada Pansy, y en cierto modo le tenía lástima. No debía ser fácil escuchar a todos llamarla "señora Malfoy", ver sus pertenencias, escuchar su voz o pasos por la mansión.
En todo caso, seguir el consejo de Theo de olvidar el pasado no era sencillo. Hermione a veces sentía que Pansy era alguien tan real como Danny. No era Theo quien debía usar cada mañana su estudio, ver sus flores por toda la estancia, su letra en aquellas carpetas, sentarse en su silla del comedor y usar la vajilla que ella había usado, ver los adornos que había elegido para cada aposento, recordando que todo eso le había pertenecido a Pansy, que nada era suyo.
Hermione luchaba para no pensar en Pansy, por ser feliz y hacer feliz a Draco, pero podía evitar que ella la persiguiera como un fantasma. Sabía que era una estupidez, pero no podía dejar de sentirse como una invitada en Malfoy Manor. Sobre todo cuando a todo eso se sumaba que, si deseaba hacer algún cambio en la decoración de algún lugar, Frith aparecía para decirle que la señora siempre lo usaba de esta o aquella manera. Sabía que si ella le decía que prefería cambiarlo a su gusto, el elfo no tendría más remedio que obedecerla, pero siempre terminaba cediendo sin entender bien por qué.
Cierta mañana de viernes, estaba apurada porque ya iba tarde para el trabajo y aún tenía que pasar por el estudio para ver lo del menú y tomar unos libros. Entró y sin querer, tiró al piso una estatuilla de porcelana de una hermosa ninfa que tenía una flor entre sus manos, el único adorno del escritorio. Al caer, el objeto se quebró en tres piezas por lo que sacó su varita y murmuró un reparo; sin embargo, para su sorpresa, las piezas no se volvieron a unir. Las invocó y tampoco funcionó. Algo asustada, recogió los trozos y los colocó en el escritorio y volvió a repetir el hechizo para obtener el mismo resultado. Nada. Sin querer detenerse mucho en la situación, pues ya estaba muy atrasada, decidió que al regresar resolvería la extraña situación y colocó los pedazos en el fondo de un cajón, puso un visto bueno al menú, tomó los libros y corrió hacia la chimenea.
El día siguiente después de almorzar, cuando Draco y Hermione se encontraban en la biblioteca, Frith se apareció solicitando a Draco un momento de su tiempo. Draco alzó una ceja quizá asombrado por lo inusual de la situación.
—Señor, un objeto del estudio ha desaparecido. Ayer en la mañana se encontraba en su sitio y hoy no está. Danny culpa a Frith, pero Frith no sabe qué pasó, señor. Frith sólo cambia las flores todos los días.
—¿Y qué es lo que falta?
—La ninfa con la flor en sus manos, señor.
—Vaya... qué inconveniente. Hay que encontrarlo. Frith, trae a Danny —el elfo desapareció.
Hermione, al escuchar la situación, se acordó de lo sucedido el día anterior y se reprendió internamente por haberlo olvidado.
—¡Maldición! —dijo Draco con fastidio—. Con lo que odio estas cosas. Como señora de la casa deberías ser tú quien las atienda.
—Lo siento, Draco —dijo cohibida—, ayer olvidé decírtelo. Se me ha caído a mí. Se quebró y no se reparó a pesar de que lo intenté varias veces. Iba ya tarde para el ministerio y lo guardé.
—¿Y por qué no has dicho nada cuando Frith lo comentó? Ahora debes decírselo a Danny.
—Draco, no… —Hermione palideció—. Díselo tú.
—¿Qué tontería es esa? Pareciera que le tuvieras miedo —Hermione asintió—. Tú que te enfrentaste al Señor Tenebroso, ¿no puedes hablar frente a un elfo?
Frith apareció ahora con Danny y Hermione le suplicó a Draco con la mirada, quién entre divertido y enojado, se encogió de hombros y comentó.
—Todo ha sido un error, Danny. Ayer a Hermione se le cayó la ninfa y olvidó informarlo.
Hermione percibió su rostro arder. Todos la veían y sintió como si estuviera dentro de una jaula en una audiencia ante El Wizengamot apunto de ser sentenciada al beso de un dementor.
—Lo siento —dijo viendo a la semielfa—. Traté de repararlo y no funcionó. Luego lo olvidé y no imaginé que fueran a culpar a alguien —vio al elfo tratando de disculparse con la mirada.
—Es una pieza elaborada por duendes —explicó Danny, que no parecía sorprendida de que ella fuera la culpable—. No se arregla con magia convencional.
—¿Qué hiciste con los pedazos? —preguntó Draco impaciente.
—Los metí al fondo de un cajón del escritorio.
—Parece que Hermione pensó que iría directo a Azkaban si se lo decía —le dijo Draco a Danny—. Frith, ve y busca los pedazos y envíalos a Gringotts para su reparación.
Frith obedeció pero Danny se quedó y aún con los ojos oscuros y su rostro más inexpresivo que nunca, comentó:
—Agradecería si en un futuro volviera a ocurrir algo similar, se me informará para evitar malentendidos.
—Por supuesto —dijo Draco algo exasperado—. Tampoco entiendo cómo pudo olvidar decirlo ayer mismo antes de irse al trabajo.
—Tal vez porque la señora desconoce el gran valor de esa estatuilla. Es una lástima. Es lo primero que se rompe del estudio. Yo personalmente limpio todo con mucho cuidado; lo hago desde que… desde el año pasado. No relevo esa tarea precisamente por el valor de todas las piezas de esa habitación. Cuando la señora vivía, ella y yo nos encargábamos de hacerlo.
—Bueno, ya pasó Danny. Puede irse.
—Lo siento mucho, Draco —dijo con tristeza cuando Danny se marchó—. Fue un descuido. Ahora comprendo porque no se unieron las piezas.
—Olvídalo, Hermione. ¿Qué importa?
—Sí que importa. Danny debe estar furiosa conmigo.
—Y… ¿por qué diablos tiene ella que estar furiosa? ¿Acaso era suya la ninfa?
—No… pero ella cuida todo tan bien… Nunca se había quebrado nada en el estudio y tuve que ser yo la primera.
—Pues, ¡mejor tú que no el pobre elfo!
—No sé qué es mejor. Danny no me lo va a perdonar nunca.
—No entiendo tu actitud, Hermione —dijo Draco fuera de sí—. ¿Por qué le tienes miedo? Simplemente debiste llamarla, explicarle que no se reparaba con tu magia y listo. Eres la dueña de la casa, no una empleada.
—¡Es fácil para ti decirlo! Estás acostumbrado a este mundo. No eres tú quien debe pasar por el escrutinio de todos por el simple hecho de no ser una elegante sangre pura. No entiendo por qué te casaste conmigo si soy una comelibros aburrida que no tiene experiencia en manejar una mansión ancestral… Esto de que todos me vean como si fuera un espécimen en peligro de extinción no es para mí…
—¿Quién te mira así? —preguntó Draco con voz ronca y sus ojos se habían oscurecido. Hermione se asustó por la forma en que la veía.
—Olvídalo, Draco; lo he dicho por la comparación que hiciste, que me comporto como si fuera una empleada.
—No te creo, Hermione, lo has dicho por algo en específico —Hermione negó con la cabeza y Draco la veía pensativo—. A lo mejor prefieres haberte casado con Weasley…
—En absoluto. ¿Por qué sacas ese tema a colación?
Draco caminó hasta la ventana y fijó la mirada en algún lugar, muy lejos de ahí.
—Quizá fue egoísta de mi parte haberme casado contigo —dijo lentamente, pensativo. Hermione se paralizó y súbitamente sintió un malestar.
—¿Qué quieres decir?
—No soy bueno para ti. Yo un ex mortífago... tú una heroína de guerra... ni siquiera éramos amigos...
—¡Qué ridiculez! —interrumpió Hermione. ¿En qué momento habían cambiado el rumbo de la conversación?—. Somos más que amigos ahora. ¿No lo crees? Nos queremos. Al menos yo te quiero más que a nadie en el mundo —Hermione se había acercado a abrazarlo por la espalda pero Draco parecía no escucharla.
—Fue mi culpa. Fui yo quien apuró las cosas. No te di tiempo de pensarlo.
—Cuando uno quiere a otro, no hay nada que pensar, Draco. No entiendo por qué me dices estas cosas si sabes perfectamente que yo te quiero.
—Ya no ríes tanto como en Montecarlo o Italia. ¿Eres feliz aquí? ¿Conmigo? A veces lo dudo.
—¡Lo soy! —se apresuró a decir—. ¿Lo eres tú conmigo?
Draco no respondió. Continuaba viendo por la ventana y el silencio hizo que Hermione se apartara de él, dolida.
—Si crees que no somos felices es mejor confesarlo y dejar las cosas así. No es necesario fingir.
Draco se había acercado a ella y tomando su rostro, parecía querer decirle algo, como el día que ella descubrió la glorieta.
—A lo mejor ya te aburriste de mí porque no soy lo que esperabas —le ardían los ojos y sentía la garganta seca—. No soy la perfecta señora de Malfoy Manor.
—No digas tonterías. Somos felices si así lo crees. No hablemos más de eso —la besó brevemente en los labios y volvió a la mesa con su té.
—No lo dices muy convencido... Todo por mi torpeza de quebrar la ninfa...
—¿De verdad crees que me importa que la condenada ninfa se haya quebrado? —dijo volviéndose a acercar.
—¿Valía mucho?
—¡Yo qué sé! Supongo que sí —dijo alzándose de hombros.
—Todas las cosas de más valor están en el estudio, ¿verdad?
—Seguramente.
—¿Estaban desde que tu madre llevaba la mansión?
—No. Estaban repartidas por toda la casa.
—¿Y cuándo se amuebló el estudio a cómo está ahora?
—Cuando me casé.
—¿Sería entonces cuando pusieron la ninfa ahí?
—Supongo que sí. Fue un regalo de bodas, si mal no recuerdo. A Pansy le gustaban mucho las piezas elaboradas por duendes.
Hermione no pasó por alto lo natural que Draco había pronunciado aquel nombre y de momento no se atrevió a mirarlo. Cuando lo hizo, él estaba junto a la chimenea con la mirada perdida otra vez. Está pensando en Pansy —se dijo—, en la casualidad de que fuera yo quien precisamente quebrara su regalo de bodas. No pudo evitar imaginarse a Draco junto a Pansy contemplando la ninfa y decidiendo juntos dónde colocarla.
—¿En qué piensas? —preguntó al rato pues él seguía delante de la chimenea con mirada vacía.
—Nada en particular —dijo regresando a la mesa y tomando El Profeta—. ¿Por qué lo preguntas?
—Parecías estar tan lejos...
—Pues… de hecho estaba pensando si Oliver Wood ya se habrá recuperado para el siguiente juego de Puddlemere United contra las Avispas de Wimbourne.
Dobló el periódico y se concentró en un pastelillo de caldero. Hermione estaba frente a la ventana y al rato, Crookshanks había arañado su regazo exigiendo atención.
