2021
El barrio que habían elegido sus pequeños hermanos a Satoru lo tenía algo...inquieto. las afueras de Tokio eran tranquilas pero él más que nadie sabía que las apariencias pueden engañar y que incluso un simple gatito podía arañarte cuando menos lo pensabas y esperabas, tampoco es que los tres más pequeños no supieran defenderse, en especial Nobara quien desde que llegó con ellos a la casa hogar demostró tener una determinación de acero, siendo realmente hábil para defender los traseros de los otros dos cuando más lo necesitaron, en especial en la escuela donde eran molestados por la simple razón de ser huérfanos y pobres.
Los demás niños pensaban que por ese simple hecho tenían el derecho de meterse con todos ellos, pero olvidaban que también eran una familia y que todos se tenían para todos, aunque los más grandes no pudieran estar siempre protegiéndolos, ellos mismo se encargarían de ser una unidad y cuidarse.
Megumi aún que tranquilo y serio también sabía sacar los puños, pues también era de mecha corta. Yuuji prefería dialogar y llegar a acuerdos pero cuando se encontró con gente que primero pegaba y después dialogaba tampoco se quedó atrás rompiendo una que otra nariz, bocas y cejas.
Para llegar al edificio de cinco pisos donde habían rentado su pequeño departamento había que subir una pendiente en zigzag rodeada de mucha vegetación y grandes árboles, a simple vista parecía que no había más que una gran extensión de bosque, pero confirme subías, el edificio de aspecto antiguo empezaba a vislumbrarse; era solo un simple edificio de cemento blanco, ventanas de herrería blancas y cristales donde algunos eran polarizados y otros se mantenían normales. No tenía elevador así que debían de subir todas las cajas y maletas por la escalera de madera vieja pero dura y reluciente hasta el cuarto piso.
Satoru contó que había seis departamentos por piso lo que le daba treinta inquilinos que investigar para evitar futuros problemas.
Ya podía escuchar la voz de Shoko llamandolo demente, pero nadie tenía por qué saber sobre esa investigación...aún que Suguru ya lo viera con cara de saber lo que pensaba hacer...lo que siempre hacia cuando gente nueva se acercaba a su entorno y a sus hermanos. También entendiendo que eso era mejor a explicar la muerte de otro de ellos.
La camioneta de mudanza ya estaba en el pequeño estacionamiento cuando Satoru junto a Suguru, Ezou y Junpei llegaron. Tanto Megumi, como Yuuji estaban descargando las cajas grandes y Nobara subía con las más chicas.
Había varios coches estacionados también, lo que le daría mayor información; si eran robados o los dueños tenían alguna mancha negra en su historial. Al ver al final del estacionamiento y el área de bicicletas, noto que había cuatro, esto se le complicaría ya que no había cómo tal registro donde indagar con respecto a sus dueños y las dos motos también estacionadas ahí no tenían placas. Ya se las arreglaría entonces.
—Espero haber llegado a tiempo Chicos~ — Satoru saludo mientras salía de su camioneta Ford Expedition negra. Los demás también descendían de la camioneta con sonrisas y manos alzadas saludando.
—Ey chicos llegan a tiempo.
Yuuji dijo mientras bajaba de un salto de la caja de la camioneta de mudanza con una maleta de lona que seguro era de Megumi.
—¡Llegan tarde!, vamos a tener que hacer otro viaje porque aún faltan algunas de mis maletas y el librero de Megu-chan., Satoru dijiste que llegarías temprano. — Nobara grito abriendo la puerta de la entrada principal. Aún que llevara pantalones cortos de mezclilla y una camiseta de tirantes rosa ya podía verse el desgaste por subir y bajar escaleras; las mejillas rojas y gotas de sudor formándose en su frente.
—Nobi Nobi no te enojes, tuvimos unas cosas que hacer y no medimos el tiempo.
—Nobara ya sabes que Satoru es impuntual no debería sorprenderte. — Junpei le dijo a la castaña pasando a su lado ya con una caja en las manos —Vamos dime cuál es el departamento.
Ambos se adentraron al edificio con Nobara haciendo pucheros.
Los otros se acercaron a dónde las cajas empezaban a amontonarse, tomando cada uno una y también yendo hacia adentro. Satoru se distrajo viendo a Yuuji pensar que se llevaría primero; una maleta o una caja que estaba rotulada con "mangas".
Algo que a Satoru siempre se le hizo entrañable, era esa cara de concentración total que ponía el pelirosa, pues fruncía el ceño y sacaba su lengua por un costado de sus labios, mientras sus manos las cruzaba frente a su pecho y se recargaba más en una pierna haciendo resaltar ese glúteo, viéndose realmente...peligroso.
—Vamos Yuuji yo me llevo la caja, tú la maleta. Se te va a quemar algo de tanto pensar.
—Eeyy Satoru grosero.
También adoraba ver ese puchero al molestarse.
La estancia de la entrada era amplia; a la izquierda había un gran mueble de madera con exactamente treinta divisiones y puertas de metal delgado para el correo, algunos tenían un pequeño candado y otras solo se atoraba con el pasador. Del lado derecho había un hueco con dos extintores de gran tamaño y las señalizaciones para seguir una ruta de evacuación por cualquier incidente y teniendo esa misma puerta como escape, Satoru sintió que no era adecuado que la misma entrada y salida funcionará para esto también, debían tener un puerta trasera o algo para escapar de algún desastre. Mentalmente empezaba a hacer notas para más tarde.
En esa misma pared más adelante empezaban las escaleras de madera con base de metal alrededor junto al pasamanos, al voltear hacia arriba se podía ver hasta el techo del último piso, era un gran cuadro y seguro la caída desde arriba sería mortal.
Satoru cerró los ojos tratando de borrar ese pensamiento.
—Todo bien Satoru. — Satoru abrió los ojos de golpe y parpadeo hacia Yuuji quien le hablaba ya estando a mitad de ese primer tramo de escalones, noto que los demás ya habían avanzado llegando al siguiente piso.
—Si, todo bien Yuuji. El lugar es...agradable, pensé que sería más difícil dar con él.
—También pensamos eso cuando Momo nos habló de él.
—Oh la pequeña Momo, ¿cómo está?
—Bien, un poco atareada con el trabajo pero ahora que ya estaré ahí, espero quitarle peso extra.
—¿Eso quiere decir que conseguiste el trabajo Yuuji?
—Si, empiezo el lunes por la tarde-noche, estaremos en el mismo horario.
—¿Estás seguro que trabajar de noche será una buena opción?.
—Bueno, tampoco es como si tuviera alternativa, Momo me dijo que estaban cortos de personal para el turno nocturno y pagan más, así que está bien para mí, aparte que no tendré que hacer viajes foráneos y solo hare entregas en la ciudad y por ahora estaré como compañero de alguien más. Al menos por un mes hasta que me sepa las rutas.
Satoru tarareo en comprensión. Aún no le gustaba la idea de este trabajo en el que Momo, una más de sus hermanas, había recomendado a Yuuji. Se había postulado para chofer de unidad en una farmacéutica que surtía medicamentos en todo Tokyo y fueras y en la que la misma Momo trabajaba desde hace dos años.
Si Satoru fuera honesto le hubiera gustado hacer que Yuuji estudiará la universidad al igual que Megumi, pero él había sido claro cuando el día de su cumpleaños lo hablaron en un momento en que se quedaron solos sentados en una esquina del gran salón. Yuuji dijo claramente que él no se veía estudiando algo, nunca fue sobresaliente en calificaciones y apenas pasaba con lo justo, así que aplicar a alguna universidad pública sería pérdida de tiempo y rechazó rotundamente el que alguno de sus hermanos mayores le pagará una universidad privada, eso sería pérdida de tiempo y dinero. Así que Satoru se tragó el coraje de no ser de ayuda para su chico favorito. Sin embargo eso no quitaba que pudiera cuidarlo a su forma.
—Entonces hoy invito la comida para festejar que los tres ya son oficialmente independientes...por cierto no olvides llamar a Choso y darle la noticia, estoy seguro que le gustará saber que ya tienes trabajo.
—Si lo haré.
Yuuji sonrió de oreja a oreja haciendo que el mortificado corazón de Satoru se sintiera cálido, así cómo se llevaba sintiendo desde que llegó a su vida.
Una hora después y tras Nobara dirigiendo la logística de las cajas y maletas, todo había terminado de subirse; el departamento tenía un pequeño genkan, el corto pasillo daba a una sala amplia con un ventanal que daba hacia un pequeño balcón y dónde podrían poner a secar la ropa, siempre y cuando cada uno lavara en días diferentes. La cocina era pequeña; apenas cabía una estufa de cuatro quemadores, un refrigerador sencillo y el microondas, regalos que no pudieron rechazar de parte de los más grandes. Las gavetas y alacenas ya venían incluidas y los trastes y ollas habían sido regalos de Utahime quien tenía varios juegos nuevos y que se había convertido en una tradición cada que uno de sus hijos hipotéticos partía.
El comedor que quedaba justo a lado de la sala, era una mesa sencilla con cuatro sillas de madera lacada en café chocolate que Megumi consiguió en una rebaja de muebles en línea y que compró con el dinero que ganó por su trabajo de medio tiempo arreglando computadoras o servidores, aunque él sí había aceptado que Satoru, Suguru y Shoko financiarán su universidad y no se preocupara por ningún gasto aún se mantuvo haciendo algo para sentirse productivo y aminorar las molestias, pues su más grande sueño de ser veterinario lo dejaba con la única opción de asistir a una universidad privada y considerada como de las mejores y de prestigio. Aún si consiguiera un trabajo no podría pagarla y ni qué decir de los horarios. Simplemente no hubiera funcionado.
La sala la había comprado Nobara también en línea con el primer cheque que le pagaron cuando unas de sus fotos de modelaje se vendieron; aunque apenas era una novata en ese mundo su agencia le prometió que pronto daría el salto a la fama, pues era talentosa y la cámara la amaba.
Solo había dos habitaciones, así que Yuuji y Megumi compartirán la habitación principal, mientras Nobara la más pequeña, por supuesto después de alegar que aún así, ellos cabrían muy bien en la pequeña con una litera y una armario, pero ella era benevolente y haría el gran sacrificio.
Los tres acordaron que cada mes cada uno pagaría una renta, mientras otro pagaría la despensa y otro los servicios de cable, internet y gas y así irían rotando cada mes. Yuuji sin encambio se había hecho el propósito de pagar lo que más pudiera pues era lo que menos que podía hacer para ayudar.
—¿Que vamos a comer?. — Ezou preguntó recargándose grácilmente en una de las gavetas, una de sus manos sosteniendo su mejilla suavemente mientras batía sus largas pestañas al parpadear, aunque era un hombre alto y de músculos definidos siempre se caracterizó por ser suave y amable a su forma, pues cuando se enojaba su mal humor podía rivalizar con el de su hermana Nobara. Él junto a Junpei desvalijaban las cajas que contenían todos los artículos de la cocina, mientras Satoru Y Suguru se habían sentado en el sillón de tres piezas, ambos con celular en mano tipeando en las pantallas y con evidentes ceños fruncidos. Aunque Ezou sabía que era lo que pasaba Junpei lo ignoró pensando que otra vez estaban compitiendo en algún juego en su celular.
—Había un conbini al iniciar la pendiente, igual y podemos comprar algo de ahí, ¿Crees que vengan a dejar comida a domicilio hasta acá?.
Jumpei pregunto y a lo que los más grande en el sofá ignoraron también.
Yuuji y Megumi salieron de su nueva habitación algo sudados tras instalar las camas y acomodar la ropa en sus armarios, lo demás ya lo dejarían para más tarde.
—Iré por algo de comer al combini que está en la entrada, ¿Creen que vengan a dejar comida hasta acá?— Yuuji dijo ya dirigiéndose hacia la salida para ponerse su calzado.
—Es lo mismo que pregunte, ahora tienen algo que investigar.
—Yuuji voy contigo, dije que yo invitaba la comida hoy.
Satoru ya se había levantado de un salto del sofá mullido y gracias a su largas piernas bastaron cuatro sacadas para llegar a donde el pelirosa ya se había sentado para amarrarse las agujetas.
Salieron del departamento entre risas y miradas aburridas y nada sorprendidas de los demás.
—¡Ey Megumi, puedes ayudarme con esto! — Nobara gritó desde su habitación, haciendo que hasta Suguru levantará por fin la cabeza de su celular mientras los otros tres se crispaban en sus lugares. Por más años que pasarán a Nobara no se le quitaba el tono amenazante incluso al pedir un favor.
Megumi suspiro hondo, dió media vuelta en sus talones y se dirigió a la habitación.
Nobara ya había armado su cama y la ropa estaba sobre de está hecha un revoltijo junto a los ganchos y unas cajas de zapatos. Megumi al entrar la encontró sobre un banco tratando de subir una enorme caja de plástico sobre el armario y con lo que pensó sería la cosa con la que necesitaba ayuda.
—Tú si alcanzas ¿Puedes ponerla hasta atrás hacia la esquina?
Megumi afirmó con un sonido de su garganta acercándose mientras Nobara bajaba de la silla y le entregaba la caja. Megumi subió sin problemas y solo basto que se pusiera un poco en puntas de sus pies para hacer lo pedido.
—¿Oye Megu-chan, tienes algo que hacer este lunes por la noche?.
—No realmente, ¿Por qué?.
—Necesito pedirte un enorme favor, se lo pediría a Yuuji pero va a trabajar, genial justo cuando más lo necesito.
—Por qué no me sorprende ser tu última opción...dime qué pasa.
Nobara le dirigió una pequeña mirada inocente.
— El lunes la agencia quiere que las novatas asistamos a una gala de beneficencia en un salón en Roppongi y habrá muchos agentes de la industria y magnates, quieren que vayamos y socialicemos, pero todas mis compañeras irán con un acompañante y…
—¿Quieres que yo sea tu acompañante?, ¿No será eso un problema? Ya sabes que esa gente es algo ¿especial?.
—No, de hecho la agencia nos pidió eso. Megumi sabes que la industria en la que me muevo tiene sus blancos y negros y a veces sus grises y no quieren que corramos riesgos inecesarios. Por favor, prometo lavar tu ropa una semana. — Nobara juntos sus manos como si fuera a orar y puso esos ojos de cachorro que muchas veces hizo flaquear a todos sus hermanos, pues cuando Nobara se lo proponía podía ser dulce y convincente.
Megumi se quedó viendo a Nobara desde su altura sobre la silla, parpadeando varias veces hasta que un resoplido bajo salió de su boca, haciendo un pequeño puchero.
—Ok, pero que sean dos semanas.
Nobara torció un poco la boca en desacuerdo pero terminó por sonreír a Megumi — Si si, lo que sea ¡Ey Ezou-nii¡ ¡¿El lunes en la noche podrías venir a maquillarme?!— Notara salió de la habitación dando pequeños brincos hacia la salida visiblemente feliz por salirse con la suya.
—Si Choso, ya estamos instalados...ok te esperamos la siguiente semana con Shoko y Kechizu...ok cuídate.
Yuuji estaba sentado en el asiento del copiloto de la camioneta de Satoru, colgaba su teléfono y lo dejaba en la guantera junto al del peliblanco que conducía despreocupado, dejando que la brisa por el movimiento los refrescara ante el intenso sol que azotaba más fuerte. Yuuji volteo hacia afuera de su ventana viendo la vegetación: sentía ya pesado el cuerpo por el desgastante trabajo, sus piernas le dolían y le ardían un poco los músculos de los brazos así que los dejó laxos sobre su regazo y apoyó su cabeza en el respaldo.
Habían decidido bajar hacia el barrio concurrido para buscar algo más sustancioso para comer y no el combini. Choso lo había sorprendido con una rápida llamada en medio del trabajo para saber cómo iban con la mudanza y disculparse por no poder haber ido, pero prometiendo que pronto se daría una vuelta con sus demás hermanos para conocer el lugar y por supuesto para tener la tranquilidad de que estaban cómodos y a salvo.
—Bueno ahora podrá estar tranquilo, a veces parese león enjaulado cuando no sabe nada de ustedes.
—Eso no pasaría si viniera más seguido, pero siempre está trabajando junto con Shoko y no se diga Kento.
Satoru se puso rígido en su lugar ante la mención de su hermano rubio, a quien tenía ya un buen rato sin hablar. Apretó la mano que tenía el volante de cuero haciéndolo crujir un poco, algo que no escapó del ojo de Yuuji.
—¿Siguen sin hablarse?
Satoru no contestó viendo fijo hacia el camino frente a él mientras su otra mano rascaba un poco su cuello.
—Satoru, tienen que hablar, ya van a ser tres años que no se dirigen la palabra...Yu no hub…
—Te prometo Yuuji que pronto hablaremos, pero aún no es el momento.
Ambos se quedaron en silencio, Satoru sintiendo los ojos intensos de Yuuji perforar su costado pero no flaqueo en voltear a verlo o decir más.
Yuuji se rindió después de unos segundos volviendo a acomodarse en el asiento y cruzando los brazos, poniendo otra vez ese adorable puchero.
—Yuuji no te pongas así, solo no hemos encontrado el momento, él trabaja mucho y yo también.
—No lo noté por qué el día de mi cumpleaños llegó al final y solo me dio mi regalo y se fue, pero tampoco habla con Suguru o con Shoko, tampoco con Papá Yaga, entiendo que debe estar molesto pero lo de Yu fue un accidente.
Satoru no dejo que se reflejará la tormenta que se armaba dentro de su cabeza ante los recuerdos de hace tres años, y como si de un milagro pasará su teléfono empezó a vibrar con el nombre de Kechizu en la pantalla. Antes de que Satoru tomará su teléfono Yuuji se le adelantó contestando.
— Tú pequeño pelos verdes por qué no viniste?
Satoru resopló resignado dejando que Yuuji se distrajera con la llamada y darle tiempo para ordenar sus pensamientos. Mandando sus recuerdos a la caja fuerte del olvido.
La gala benéfica que se lleva a cabo cada año en vísperas del verano, era un evento donde grandes magnates de la industria del modelaje, el cine y empresas multinacionales se congregaba para donar jugosas cantidades de dinero a una asociación sin fines de lucro que apoya hospitales, casas hogar y refugios para la población vulnerable.
Las cámaras de revistas sociales y del medio de la farándula toman fotos a los grandes altruistas de la noche y tratan de conseguir entrevistas a personalidades que muy rara vez se les veía en estos eventos y en sis en cualquier otra fiesta social.
Los empresarios eran las personas que por lo regular escapaban al foco de la cámara, aunque en las revistas sociales y de economía se hablarán en extensos artículos de ellos, dando seguimiento a sus importante negocios y cómo estos mantenía a flote la economía japonesa dando empleos a sus habitantes.
Itadori Sukuna era conocido en la farándula como uno de los más guapos solteros del país y único heredero de uno de los conglomerados farmacéuticos líder en la nación nipona y por supuesto en el extranjero. En el mundo de la economía se le conocía por su inteligencia y astucia al hacer negocios millonarios dónde siempre era el que mayor ganancias obtenía y por supuesto uno de los más grandes altruistas del país, pues se sabía que él abastecía de insumos a hospitales regionales y de bajos recursos a veces sin cobrar un solo yen.
Su porte era intimidante y sus ojos de color inusualmente bermellon eran fríos y calculadores, pero cuando se trataba de negocios estos adquirían un brillo salvaje e implacable. Con tan solo 25 años de edad había hecho lo que a otros les había costado toda la vida.
—Estamos llegando tarde madre y sabes que odio llegar tarde. ¿Uraume cuánto falta por llegar?.
—En cinco minutos estaremos ahí joven Sukuna.
—Podrías relajarte, no estamos llegando tarde, es justo a tiempo.
Sukuna resopló hundiéndose más en el asiento de la limusina blanca que los estaba llevando a la gala de beneficencia. Para tan importante evento había elegido un traje negro a medida junto a una camisa blanca de puños negros. Zapatos lustros igualmente oscuros y su cabello rosa apagado peinado hacia atrás despejando su frente, dejando ver su rostro de facciones fuertes.
Uraume su asistente personal y confiable mano derecha iba sentada en el frente en la parte del copiloto, vistiendo un traje negro ajustado y a medida, no muy diferente al que usaban todos los trabajadores más allegados a Sukuna. Con iPad en mano mandaba mensajes y organizaba la agenda del día siguiente. También monitoreando su otro trabajo para que las cosas salieran a la perfección y tener complacido a su jefe.
Itadori Kaori madre de Sukuna estaba a su lado vestida con un bonito vestido negro corte sirena lleno de pedrería brillante, una mascada de seda plateada cubriendo sus delgados hombros y haciendo juego con su gargantilla, pulseras y aretes de plata que a simple vista se verían sencillas pero habían válido una buena suma de dinero de seis cifras. Su cabello negro recogido en un moño elegante con suaves sombras plateadas en sus párpados haciando resaltar sus ojos café caramelo.
Los dos veían hacia las concurridas y atascadas calles del área más chick de Tokyo. Sukuna odiaba en especial esta gala, pues aún que debía dar una imagen aceptable ante los demás, siempre pensó que esos eventos eran aburridos e inservibles. Que diferencia había de solo mandar la donación y ya, sin shows ni revuelo, pero debía hacer lo necesario para que los malditos bichos entrometidos como lo era la prensa no se pusieran en modo detectivesco y con tal de llegar a él, se pusiera a investigar dónde no los llamaban.
Mancharse las manos siempre era la opción ante esos insectos indeseados, pero tampoco era como si pudiera hacerlo sin levantar más sospechas, pues para variar desde que cambiaron de comisionado de seguridad pública habían habido muchos cambios; varios de sus policías ya comprados y de confianza habían sido relegados de sus posiciones, despedidos o mandados a otros lugares. Los nuevos que llegaban y recién salidos de la dichosa academia querían ser héroes ante su nuevo jefe y escalar rápidamente para llegar a ser detectives convirtiéndose en una verdadera molestia.
Ahora debían ser extremadamente cuidadosos y eso sumarle la maldita competencia, pues el mercado negro, el bajo mundo o la mafia cómo se le quiere llamar, siempre estuvo lleno de varios grupos queriendo hacer dinero fasil, adueñarse de territorios y amentar su fuerza e influencia y por supuesto todo eso se lograba con la eficacia y calidad; drogas, armas, contrabando de cualquier tipo, prostitucion, objetos extraños que personas extrañas coleccionaban. Ve el mercado y sus demandas, y vuélvete el mejor proveedor.
La familia Ryomen de la cual Sukuna era la cabecilla era una de las tres más importantes y la que se especializaba en distribución de drogas, armamento de bajo impacto y alto impacto, y por supuesto, lavado de dinero. El conglomerado farmacéutico funcionaba a su propósito pero su verdadero negocio era lo que se movía por debajo y en sus camiones oculto a la vista de todos. Así como Sukuna era implacable en los negocios legales, era al triple con los ilegales, deshaciéndose sin pensarlo de quién amenazara o se metiera con sus negocios.
En especial con la familia Gakuganji, quienes habían dominado por mucho y por largo tiempo el tráfico de armamento, drogas y lavado de dinero en la prefectura y sus alrededores.
El viejo Yoshinobu había levantado un imperio sólido y consistente, encubriéndolo con su empresa automotriz y cadenas de hoteles a lo largo y ancho del país, en europa, medio oriente y américa. En Japón si tú querías un auto extranjero, cuál fuera, Yoshinobu te lo conseguía en un par de minutos a buen precio, al igual que las drogas, cualquiera de cualquier parte del mundo y eso era algo que no tenía Sukuna; esas puertas al extranjero. Pues las drogas que normalmente contrabandeaba eran hechas en Japón y comparadas a la metanfetamina americana, la cocaína suramericana, la hierba mexicana y el éxtasis de europa era simple mercancía defectuosa.
Yoshinobu se negó a compartir un poco de su tesoro y Sukuna le declaró la guerra desde que tenía quince años. El año pasado, cuando murió el vejestorio, pensó que podía por fin hacerse de ese gran tesoro, pero el muy desgraciado había dejado un sucesor. No fue quien pensaron pues Satoru, ese condenado albino, había sido después de un tiempo el que por obviedad tomaría el mando de la familia Gakuganji, pues había demostrado valor, fuerza y determinación como ningún otro.
No fue así, Yuuta Okkotsu nieto de Yoshinobu tomó el mando, pero siendo guiado por Gojo y los otros dos que también eran una piedra en el zapato y que le habían dado tantos problemas; su francotiradora Shoko, su estratega y experto en peleas en armas blancas y cuerpo a cuerpo, Suguru.
El negocio de esa familia seguía intacto como si no hubiera muerto su más grande líder y así continuaron con su guerra; ellos atacaban sus cargamentos y les robaban mercancía para no hacerla llegar y viceversa. Sukuna está harto de todo eso y era hora de tomar medidas aún más extremas para deshacerse de las apestosas moscas en su camino.
—Sigo pensando en que Satoru debió venir, o al menos también Shoko.
—Satoru es mejor en los otros negocios y tú eres mejor socializando, me siento más seguro contigo que con él burlándose de los viejos pomposos como los llama.
Yuuta Okkotsu apenas era un chico de veinte años, de cabellos azabaches largos que caían aún costado de su pálida cara con una línea en uno de sus costados dividendolo. Ojos grandes y verdes de expresión amable y un tanto nervioso, pero ahora podía pararse en medio de una multitud y poder manejar bien su vocabulario entablando una fluida conversación a como lo conocieron por primera vez años atrás.
Suguru sería esa noche su acompañante y guardaespaldas, así que Yuuta quien iba representando al conglomerado automotriz Gakuganji podía sentirse seguro y a salvo.
Ambos vestian galantemente trajes negros con camisas, en el caso de Yuuta, una blanca pero sin corbata y con los dos primeros botónes del cuello sueltos dandole un aire fresco y jovial. En el caso de Suguru una camisa negra con una corbata negra brillante destacando del conjunto. Cabellos peinados hacia atrás y fijos con laca.
Ambos habían llegado hacía media hora, saludando a todos los que se les acercaban pues aunque no muy popular en las revistas Yuuta era muy bien conocido por ser el nieto y nueva cara del negocio familiar y que por supuesto había asistido por qué su cadena de hotelería hacía donaciones millonarias para el sector más vulnerable de la población: los niños de la calle y en casas hogar.
—Aun así, debimos traer un extra, siento que estamos muy expuestos.
—Eres uno de los mejores, practicamente un arma letal y me se defender también, aparte no creo que nadie quiera hacer aquí un escándalo con tanta prensa y focos internacionales.
—Mirate ya todo un jefe decidido. Me alegra, me alegra.
Suguru palmea el hombro de Yuuta de forma algo brusca y burlona, a lo que Yuuta se rió.
—Aparte necesitamos a todos los chicos buenos para ese golpe, va a ser uno fuerte, dudo que Ryomen se recupere fácil de ese.
Yuuta comenta bajando la voz y ocultando su boca tras la copa de champaña fresca y espumosa.
—Si, entonces esperemos lo mejor...
—¿Suguru?
El azabache mencionado se giro rápidamente hacia atrás al escuchar esa vocecita chillona tan característica de su hermana Nobara quien estaba parada ahí luciendo un vestido corte princesa en color rojo brillante y una cartera dorada junto a una gargantilla y aretes del mismo tono. Sus cortos cabellos castaños ondulados y suaves sombras en tonos naturales en sus párpados resaltando sus labios rojo cereza, justo a su lado Megumi con un traje azul marino con detallen en negro en el saco y ojos con pestañas risadas y delineador negro. (Un pensamiento fugaz en la mente de Suguru al ver a sus hermanos cruza su cabeza y es felicitar a Ezou por su trabajo al maquillarlos).
—¿Nobi, Megu?¿Qué hacen aquí?.
—Vengo por parte de mi trabajo, ¿Tú qué haces aquí?. — Nobara pregunta viendo entre Suguru y Yuuta.
— También — Suguru contesta levantando un poco los hombros como si fuera obvio, aún que jamás había comentado en qué trabajaba —Te presento a mi jefe, Okkotsu Yuuta. Okkotsu-san ellos son mis pequeños hermanos.
Entonces Nobara mira bien a Yuuta y poco a poco empieza a abrir sus ojos confirme se da cuenta ante quien está, hasta que su mano cubre su boca de la impresión.
—¿Okkotsu Yuuta el CEO del conglomerado automotriz Gakuganji y dueño de la línea más importante de hotelería?.
Suguru resopló divertido mientras Yuuta se pone rígido y ríe nervioso. Megumi los ve a todos impasible con muchas ganas de rodar los ojos exasperado, pues siendo sincero no conocía al chico frente a él, ni de lo que habla Nobara.
Antes de que sus hermanos se pierdan en una plática trivial como lo era el que Suguru trabajara para tan importante persona, Megumi les pido que lo disculparan pues iría por una copa.
—¡Todou ¿Dónde demonios estabas?! ¡Grandicimo idiota Naoya-sama se va a enojar!
—Mai, Mai, mi querida Mai que no es obvio, mira hacia allá.
Todou un hombre alto y físicamente robusto y musculoso podía fácilmente resaltar en la multitud y no por ese hecho de verse imponente, era por comportarse como todo un fan boy alrededor de una de las edecanes de la gala, pues al verla, enseguida se lanzó a pedirle autógrafos y fotografías. Takada era una Idol reconocida por doquier y quién sería la imagen pública más representativa de la gala de ese año, aparte de ser la anfitriona cuando el evento principal empezará.
—Mei tienen razón Todou, estás aquí para cumplir tu trabajo como mi guardaespaldas, comportate si no quieres que mande matar a esa mocosa y te puedas concentrar.
Naoya Zen'in era de facciones gruesas pero agraciadas; cabello rubio con puntas negras y ojos color miel. Engalanaba el salón de la gala vestido con un traje color gris perla, camisa blanca y corbata café al igual que los zapatos lustros. El joven jefe de familia y dueño de varias agencias de modelos y disqueras aparentemente era una persona accesible y sociable, pues encontrar talentos era su trabajo ante la vista de todos, pero en el bajo mundo era de la peor calaña.
Aparte de estar metido en el lavado de dinero y contrabando de reliquias, se dedicaba a llenar los burdeles del barrio rojo del centro de Tokyo con mujeres y hombres engañados con el sueño de alcanzar la fama, pues eran traído de provincias y engañados, sobajados y maltratados al grado de perder la esperanza de salir de aquel mundo. Por supuesto que tenía sus agencias limpias, pues quienes llegaban por estás, eran lanzadas verdaderamente al estrellato si tenían talento, todo lo contrario a esa red de trata de personas y prostitucion por debajo del fango.
—Me disculpo Naoya-sama no volverá a pasar.
Todou hizo una pequeña reverencia hacia el hombre que lo veía desdeñoso e irritado y que terminó por darse la vuelta dejando a su dos guardaespaldas atrás. Todou apretó sus puños en frustración ante la mención de que algo le pudiera pasar a su ídol número uno, dejando su usual ataque explosivo por el bien de esta.
—De verdad no se porque vine yo en vez de la inútil de Maki.
Mai con su traje negro sastre ceñido con una falda de tubo en negro dejaba ver sus largas piernas, alejándose de su compañero.
—Así que toda la porquería millonaria está aquí reunida.
—Cariño tu vocabulario, por favor solo serán unas dos horas.
—Como sea.
—Oh mira la señora Makoto está por allá, iré a sudarla, por favor compórtate.
Kaori sacudió polvo inexistente en la solapa del saco de su hijo Sukuna y antes de alejarse pellizco afectuosamente su mejilla, haciendo que el de ojos bermellón rodara los ojos molesto y chasqueara la lengua.
—Iré por una copa o no aguantaré este ambiente, vigila a mi madre Uraume.
—Si joven Sukuna.
El de cabello albino y ojos castaños se alejó por la misma dirección por la que se fue la mencionada.
Sukuna camino hacia la mesa puesta en el fondo del salón, saludando cordialmente a quienes lo volteaban a ver. Nadie lo detenía a platicar pues siempre manejaba ese aire difícil e imponente y para nada accesible.
Al llegar a la mesa, esta estaba llena de aperitivos de todo tipo y copas ya servidas de champagne aparte de las que eran repartidas por el servicio de catering. Justo cuando iba a tomar la copa frente a él una mano delgada y pálida se la ganó, Sukuna noto que las manos de quién había osada a meterse en su camino se veían firmes pero delicadas y que combinaban bien con el color azul oscuro, así que un poco interesado levantó la vista para encontrar el perfil de un chico de cabellos desordenados pero con el flequillo echado hacia un lado, con largas pestañas y que adornaban un bonito ojo azul marino. Nariz respingada ,mejillas y mentón finos.
El condenado chico frente a él era realmente guapo.
Lo mejor vino cuando el chico se volteo para verlo y entonces pudo ver mejor su rostro. Definitivamente era el chico más lindo que había visto en mucho tiempo.
Para su sorpresa el chico llevó la copa a su boca, haciendo que pusiera atención a sus labios; el de arriba era delgado y el de abajo un poco regordete de un tono melocotón natural y que se veían realmente suaves. Dió un pequeño sorbo y ahora Sukuna se veía contemplando su manzana de Adán moviéndose de arriba hacia abajo confirme tragaba el fresco líquido dorado hasta casi la mitad de la copa y al apartarlo de sus labios dio una pequeña lamida a sus jugosos labios.
Sukuna sintió que la temperatura del salón había subido varios grados pues nunca había sentido tan eróticos estos simples movimientos. Regreso su mirada a la azul marino la cual era baja y aburrida, como si la mera existencia de Sukuna no significara nada ante este bello hombre. Esto fue directo hacia su polla haciéndola reaccionar con interés, pero antes de siquiera poder abrir la boca para preguntar su nombre, el insolente chico dio medio vuelta y se fue, dejándolo por primera vez en lo que parecía toda su vida, impresionado y desconcertado.
Definitivamente tenían que saber quién era ese condenado chico lindo.
"Satoru ¿Ya están en posición?"
—Si estamos listos Shoko, ¿Cómo estás ahí arriba?.
"Hace frío"
—Entonces apresuremonos.
Satoru estaba montado en una motocicleta de pista color negro con detalles rojos viendo por una binoculares hacia una gran bodega de las tantas que había en el muelle del parque costero Jonanjima.
Él, junto a varios de su organización esperaban a que varios trailers salieran de esta bodega en particular pues resultaba ser mercancía de alto valor para un negocio de la familia Ryomen y que terminaría por joderlo demasiado, pues en los últimos meses habían logrado interceptar varios pedido menores pero que afectaron en gran medida con el tiempo.
Gracias a la constante vigilancia de Shoko, los seguimientos en línea de Kechizu y la infiltración de Choso se había dado con la información de dónde, cómo y a qué hora se haría la salida de dicha mercancía. Ahora solo debían hacer su trabajo impecable como siempre.
"Oigan hay movimiento, tomen sus lugares y tengan cuidado por favor"
Es lo último que dice Shoko antes de cerrar la comunicación. Todos afirman por lo bajo y se acomodan mejor en las motocicletas de pista que tienen; cada uno de diferente color y personificada, maltratadas o rayoneadas en algún punto.
Todos sienten la anticipación antes de la acción y de cierta forma es algo a lo que ya se han acostumbrado y hecho adictos.
Satoru vuelve a ver por lo binoculares y ve que la gran cortina de metal se va levantando poco a poco dejando ver la luces de los faros del primer tráiler. Una vez que está completamente arriba el trailer arranca y deja ver otro más que también parte al igual el último que se pone en marcha en cuanto le dan paso.
Satoru, Kechizu, Choso y Ezou hacen rugir los motores de sus motocicletas junto a los otros siete miembros que los acompañan y aparten en manada. Las calles a esa hora en esa área están desiertas, así que esperan a acercarse más hacia el área de Shinagawa, dónde Shoko ya se mueve para apoyar desde la distancia con su rifle FR F1.
El viento es frío a la velocidad a la que van y les quemaría la piel de la cara y manos si no estuvieran preparados para eso, pero los pantalones y chamarras especiales para motociclistas, pasamontañas en sus caras, las gafas especiales para ver bien en la noche junto a los guantes los protegen.
Una vez que se adentran a las calles en Shinagawa aceleran y empiezan a flanquear los costados de los trailers, una vez en posición Satoru da la señal disparando su arma hacia las llantas delanteras haciendo que el primer trailer se tambalee. Entonces todos comienzan a disparar hacia las llantas, haciendo que los demás trailers empiecen a dar volantazos pero cuando creen que se detendrán o volcaran empiezan a escuchar más balazos que vienen justo detrás de ellos. Satoru oye uno justo pasando a lado de su oreja zumbando y haciendo que le duela, espera que no le haya dado y solo sea por el ruido.
Tres de las motocicletas se trazan y dan vuelta dirigiéndose hacia los que les disparan y ven a dos camioneta Suburban negras dirigirse hacia ellos. Empiezan a disparar hacia las llantas y logran hacer que una se vuelque unos metros antes de llegar a ellos, la otra logró virar para meterse en uno de los callejones y apartarse del camino.
Kechizu que es de los que se quedaron ahí, así que da la orden a los otros dos de seguir esa camioneta; una vez confirma que todos los de la Suburban volcada están muertos se pone en marcha para seguir a los que han ido por la otra Suburban.
Satoru junto a todos los demás siguen disparando a los trailer, ahora reciben también disparos de los tripulantes de las cabinas y no es hasta que alguien le da al chófer del primer trailer que los detiene, pues al perder el control empieza un choque en cadena.
Logran apartarse antes de que alguno se vea atrapado por el lío y se detienen unos metros atrás. Choso junto a otros cuatro se bajan de sus motos y caminan con cautela, revisan si hay sobrevivientes y para su fortuna no hay ninguno. No habrá rehenes ni interrogatorios aburridos.
Van hacia las cajas de los tráilers para abrirlas y deben de ser rápidos pues ahora ya deben de haberse dado cuenta los de la familia Ryomen sobre el saboteó a su negocio y ya deben de estar en marcha los refuerzos. Deben de arruinar la mercancía y salir de ahí.
Ezou y los demás bajan los galones de gasolina y los acercan. Entonces Satoru mira incrédulo dentro de las cajas y no puede creerlo por qué están completamente vacías, no hay ni una mosca en esos contenedores.
Está por prender su intercomunicador para avisarle a Shoko cuando se oyen nuevamente disparos a sus espaldas y al voltear la misma Suburban de antes les pisa los talones. Todos vuelven a sacar sus armas y empiezan a disparar en ráfaga, la camioneta brilla por las chispas que brotan al chocar las balas en el acero.
De repente la camioneta pierde el control y se vuelca como al anterior pero Satoru se da cuenta que algo anda mal cuando Shoko prende su intercomunicador y grita el nombre de Kechizu pidiéndole que se detenga.
Una explosión repentina de la Suburban y el grito desgarrador de Shoko les dice a todos que algo horrible había vuelto pasar.
—No sabía que Momo-chan tuviera hermanos.
—Si y somos bastantes. Nos parecemos ¿No crees?
—Jajaja por supuesto, en especial en el color de cabello, Yuuji-kun eres divertido.
—Usted también tsukumo-san. ¿Oiga y lleva mucho trabajando para la farmacéutica?
—Mhm algo, unos cinco años, aunque a veces aún me pierdo por las calles. Tanta remodelación o cierre de x calle me cambia por completo el mapa, así que a eso debes acostumbrarte Yuuji-kun.
—Haré mi mayor esfuerzo. Aunque debo admitir que este cargamento no pensé sería tan grande.
Yuuji saca su cabeza por la ventana del copiloto volteando a ver los tres trailers con el logotipo de las farmacéuticas Itadori, circulando detrás de ellos sobre la avenida del metro Kobuchi.
Para ser su primera salida a campo en su nuevo trabajo Yuuji cree que esto es quizás más fácil de lo que pensó, pues sabía manejar muy bien. Sii, un trailer o una camioneta de entregas no era nada comparado con camionetas y coches pero aprendió del mejor, pues Satoru le había enseñado desde los quince años a manejar, subiendo la dificultad cada vez, terminando por enseñarle cómo se conducía un autobús, así que al solicitar este trabajo y mostrar su licencia de conducir tipo A y que le servía para manejar unidades pesadas como las de ahora, no hubo mayor problema para contratarlo.
Los métodos poco ortodoxos de Satoru siempre eran de ayuda en algún punto, el corazón de Yuuji papito ante el recuerdo del albino y no pudo evitar una naciente sonrisa en su boca por ello.
Momo le había explicado que para su primer viaje entregarían un gran cargamento de insumos a una hospital de bajos recursos en Hachioji y que Tsukumo Yuki sería por el momento la conductora con la que estaría trabajando. Yuuji solo asintió a lo dicho y agradeció a su hermana por la confianza y la ayuda, Momo le agradeció a él por la disponibilidad y le dijo lo feliz que la hacía tener a uno de sus hermanos cerca.
Dos horas más tarde por fin llegan a su destino y aunque Yuuji pensó que llegarían directo a un hospital, se sorprende al ver un terreno ampliamente baldío y dónde solo hay lo que se podría considerar una casa, rodeada con paredes altas y alambre de púas en la parte superior de la barda y lo que parecen también cámaras en varios puntos.
Cuando entraron por el portón de acero pesado, son detenido por dos hombres en trajes negros. Tsukumo saca su identificación de trabajo,mby se las entrega, la inspeccionan por un momento y al verificarla con una máquina lectora de código de barras que se pone en verde, se la regresan, con un movimiento de mano el hombre les dice que pueden pasar y así lo hacen con los otros dos trailers.
Dentro puede ver qué la casa parece vieja y abandonada y hay más hombres con trajes negros. La voz calma de Tsukumo lo hace poner atención pues imagina que en su rostro puede verse la duda impresa.
— No te preocupes Yuuji-kun se dejará aquí el cargamento para que ellos puedan distribuirlo a otras zonas. Así que hay que apresurarnos para poder ir a cenar algo antes del último viaje.
Yuuji la mira por un momento y decide asentir pues ella tiene más experiencia y sabe cómo funciona este trabajo, aparte que la sonrisa que le ofrece la linda mujer rubia es segura y confiada, así que no debe de pasar nada malo.
Nobara se mueve dentro del salón con libertad y una gran seguridad pues es consciente lo bien que se ve con el maravilloso conjunto y el impecable maquillaje que elijo gracias al asesoramiento de quizás su hermano favorito de todos, pues ambos tienen esto en común; el gusto por la moda, el maquillaje y el glamour.
Plática con muchas personas por aquí y por allá de forma fluida y ha conocido a dos grandes magnates de las pasarelas a nivel internacional y puede decir con seguridad que se los ha echado a la bolsa pues sus tarjetas de presentación y contacto se le han sido extendidas.
Aún así hay algo que le ha estado molestando desde hace un rato que dejó a Suguru con su jefe que había sido toda una sorpresa enterarse que era tan importante persona, y era; ¿Dónde carajos se había metido Megumi?.
Les había dicho que iría por una copa y no volvió a verlo, de eso ya había pasado casi una hora y por más vueltas que le dió al gran salón no había rastro alguno de su atolondrado hermano.
El ruido de un micrófono encendido y la voz melodiosa femenina llamando a ponerle atención hizo que olvidara por un momento su búsqueda pues el evento principal estaba comenzando.
En el alto escenario lleno de ramos de rosas rojas y blancas distribuidas tanto detrás como enfrente, se encontraba la Idol Takada con micrófono en mano y dándoles una enorme y brillante sonrisa. Nobara pensó que era fácil encontrarla refrescante y encantadora pero estaba segura que ella se vería mil veces mejor allá arriba siendo la estrella de la noche.
—¿Donde está Sukuna, Uraume?— Kaori volteo hacia el asistente de su hijo, interrumpiendo su monólogo con varias señoras esposas de grandes magnates al escuchar que el evento principal estaba comenzando, al ver al albino de ojos castaños noto que su hijo no se hallaba cerca y haciendo memoria ya tenía rato sin verle.
—Estoy rastreandolo Itadori-san, pero tiene un buen rato que no lo veo, imagino que debe de estar afuera, enseguida vuelvo. — Uraume da vuelta sobre sus talones y se dirige hacia la salida de salón imaginando ya dónde debe estar su jefe y pensando que no debió confiarse al dejarlo tan libremente vagar por ahí pues era obvio que sus más grandes enemigos están presentes. Había visto a lo lejos a Okkotsu Yuuta junto al tipo de cabellos largos azabaches y a Naoya Zen'in con su enorme perro faldero aun lado. Sukuna era una olla a aprecio que podía explotar en cualquier momento y subestimar su paciencia era algo a lo que no podían arriesgarse.
Uraume detiene su paso en seco al casi chocar con alguien y al levantar su mirada ve pasar rápidamente a Suguru junto a Yuuta; el primero sostiene su teléfono en su oído y su rostro jura se ve más pálido de lo usual pero lo ignora y continúa con su camino. Está por llegar a la salida cuando su celular empieza a vibrar en su bolsillo y al sacarlo ve una notificación de mensaje de Jogo y dónde en un simple pulgar arriba le dice que el otro negocio ha salido a la perfección y que ya no tienen de qué preocuparse.
Va a guardar el celular nuevamente pero una llamada entrante lo detiene, viendo que el mismo Jogo le está marcando. Camina rápidamente hacia la salida y una vez fuera regresa la llamada perdida, dos tonos y la voz carrasposa de su compañero le contesta.
—Uno de los mocosos de la familia Gakuganji murió, los idiotas cayeron en el cebo. La carga llegó a salvo al depósito. Nos vemos más tarde para celebrar. — Lo último que se escucha de la llamada es la carcajada del hombre y Uraume no puede ocultar la sonrisa en su boca, aunque pequeña y mesurada es de total dicha pues nuevamente demostrara antes sus dos jefes lo capaz que puede hacer si algo tan importante como lo es un cargamento de gran magnitud es puesto en sus manos.
Ahora solo falta encontrar a su obstinado jefe, darle la buena noticia y festejar más tarde por todo lo alto.
Megumi siente las piernas débiles y cansadas, la respiración entrecortada y si no fuera por la fuerte mano tapando su boca estaría gimiendo fuerte y alto, pues el tipo que lo está follando en uno de los bonitos baños del salón está siendo implacable y rudo.
Sus manos apenas hacen un esfuerzo por sostenerlo contra la pared y no terminar pegado a esta, aunque ya siente con su frente el frío de las baldosas contrastando con lo caliente de su cuerpo, ciertamente no le gustaría la sensación en su pecho descubierto si flaquean. Supone que el tipo no dejará que se siga moviendo más de su lugar para seguir con sus duras y acertadas estocadas que hacen sentir su agujero tan lleno.
Todos sus nervios se han vuelto receptivos pues siente que le quema la piel la otra mano grande y fuerte que se aferra a su cadera; teniendo su palma extendida en la parte de su espalda baja donde sus dos hoyuelos de apolo se ven marcados y claros al tener la espalda arqueada y mostrar en todo sus esplendor su nalgas y lo bien que devora la bien proporcionada polla de ese hombre de mirada bermellón; tan intensa y hambrienta.
Megumi siente que va a ser consumido por el fuego que crece desde su vientre y se extiende por cada parte de su cuerpo, teme que va hacer combustión interna y a la vez quiere que así sea pues necesita venirse, liberar todo ese cúmulo de sensaciones y burlas previas.
El reajuste de las manos del hombre en su cintura y boca le dicen que también está llegando a su límite; las embestidas empiezan a ser más erráticas y rápidas y joder, odia no poder gritar a los cuatro vientos por el majestuoso polvo que están hechando.
Megumi es jalado hacia atrás haciendo que su espalda se arqueara aún más y el nuevo ángulo le da de lleno en su próstata ya maltratada y es cuando la sensación es tan intensa que no puede más y se derrama; su esperma blanca y caliente manchando las baldosas prístinas. Su ojos ruedan hacia atrás por la increíble sensación y los cierra dejándose inundar por el fuego en todo su cuerpo, el éxtasis llenando cada vena, cada órgano y célula de su cuerpo.
De repente Megumi es bajado de su nube al sentir una mordida dura en su hombro y esta vez está gritando en la mano grande y fuerte por el dolor punzante pero no sé retira ni mueve, deja que el tipo evidentemente rudo termine de vaciarse dentro del condón y figurativamente dentro de él. Aunque debería sentirse molesto por la mordida lo encuentras tan excitante y tampoco es como si le quedarán fuerzas para pelear o protestar.
Los dientes encajados en su hombro ceden y antes de retirarse siente la lengua de aquel tipo lamiendo todo el contorno para terminar sellando con un pequeño beso. La sensación es extraña y decide ignorarla.
Siente cómo se retira de dentro de él y antes de que algo más pase o se diga, Megumi se voltea y pasa de lado tomando papel del dispensador y empieza a limpiar el exceso de lubricante. Una vez satisfecho con lo seco que queda, se levanta sus pantalones que quedaron arrugados en sus tobillos, se acomoda la camisa dentro de estos y vuelve a abrocharlos junto al resto de botones de su camisa que ha vuelto a poner en su lugar tapando su pecho y hombros ahora marcados y decide no pensar por ahora en las marcas que tendrá por la mañana, no, que incluso ya debía estar floreciendo en su piel. Justo está buscando dónde quedó su saco cuando la gran mano que antes lo sujetaba como si de ello dependieran sus existencias se lo extiende, hasta entonces se permite volver a ver al hombre que ya vuelve a tener su traje en su lugar y viéndose como si nada.
Como si no hubiera follado hace solo un segundo en el baño con un completo desconocido.
Ve que esos intensos ojos bermellón siguen viéndolo con hambre y jura que quizás el tipo puede ir a por dos rondas más pero él está fuera del juego, aparte de que Nobara debería estarlo buscando como loca.
—Entonces lindo chico de pestañas risueñas ¿Por fin me dirás tu nombre?.
La sonrisa que le ofrece Sukuna es depredadora, casi mortal pero Megumi se mantiene tranquilo y si no fuera por lo que había pasado momentos antes podría jurar que sigue indiferente a su presencia y eso solo lo hace desearlo más. Desear llevarlo a su cama en su departamento y follarlo sin sentido hasta el amanecer, hasta que esos hermosos ojos azul marino brillen al verlo.
Megumi está por contestar pero el timbre de llamada en su celular lo sobresalta y si no quiere pagar la ira ya grande de Nobara lo saca para contestar, pero se sorprende al ver que es Satoru el que lo llama y debe de ser realmente importante por qué también tiene mensajes amontonados en sus notificaciones.
Se gira hacia la puerta del cubículo y la abre sin mayor ceremonias y una vez está frente al enorme espejo encima de los lavabos es que contesta.
"Megumi, es importante que vengan a casa de papá Yaga por favor, no demoren".
La llamada se corta y Megumi quita el celular de su oreja y se queda viéndolo. Sintiendo que algo dentro suyo empieza a desgarrarse y no sabe que es pero el tono de voz de Satoru lo ha oído antes; hace tres años cuando la fatal noticia de la muerte de su hermano Yu llegó a sacudirlos.
Sukuna quien había permanecido detrás de él recargado en la pared viendo la repentina expresión de desasosiego en el chico lindo le hizo sentir algo dentro, pero que ignoro pues su paciencia estaba agotándose y le urgía saber el nombre del chico y raptarlo.
Megumi guarda el celular en su bolsa y sin mirar atrás sale del baño tan rápido que Sukuna apenas lo puede seguir al salir igual tras de él.
—¡Oye! ¡¿A dónde carajos vas?! ¡No puedes solo irte así!.
Sukuna lo toma nuevamente de su antebrazo izquierdo haciéndolo detenerse y girar para verlo, pero la mirada que le da el azabache lo deja pasmado, sin saber qué decir o hacer pues no es la expresión aburrida de antes; sus bonitos ojos se ven tristes y nota que está más pálido.
Sin pensarlo mucho lo suelta y deja que se vaya sin decirle nada y Megumi solo continúa caminando hacia adentro del salón buscando a Nobara y Suguru, pensando si ya han contactado a Yuuji.
Espero que les haya gustado este capítulo.Para aclarar los apellidos de los personajes no estarán incluidos, aunque creo que los puse en los caps antes (error mío) pero al ser hermanos se podría decir que están registrado con el apellido Masamichi. Así que el apellido es lo de menos acá, a menos que no sean los de los huérfanos. Bueno espero darme a entender. xDMuchas gracias y nos estamos leyendo. Los iloveo un montón
