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Capítulo 3
Confusion
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La reunión estaba por comenzar y ya estaba aburrido. Su mente divagaba en muchos lugares, desde qué comería en el almuerzo, hasta si Utahime llevaba mascara en las pestañas, no recordaba haberse fijado antes en eso, pero estaba seguro de que no era algo que hubiera empezado a hacer hace poco, pues luciría distinta. Su colega pareció notar su mirada a través de sus lentes oscuros, le frunció el ceño como de costumbre, Satoru miró hacia ambos lados antes de responderle, y simuló que acomodaba sus anteojos con su dedo medio sin dejar de sonreírle, y ella estalló.
—¡¿Cuál es tu maldito problema?! —exclamó dándole un golpe a la mesa. Todos en la sala se quedaron en silencio al escuchar su explosiva-pero habitual-reacción.
—No sé de qué me hablas —respondió Satoru fingiendo inocencia, con calma le quitó la envoltura a su paleta de dulce de leche y se la echó a la boca.
—Utahime, por favor —habló Masamishi Yaga—no es el lugar ni el momento —le reprendió con cansancio. La gerente de operaciones se mordió la lengua, sabía que no tenía sentido exponer al gerente comercial, porque el ceo de JJK ya lo conocía, y no había mucho que hacer al respecto, ella en cambio, podía actuar profesional y no seguirle el juego al irritable Gojo.
Pero era difícil. Eran como el agua y el aceite, no lograba llevarse bien con él, llevaban años trabajando juntos y creía seriamente que nunca lo conseguiría. Las personas como Satoru Gojo no eran afines con ella-y no entendía a las que sí lo eran-un hombre repudiable a su parecer, no le encontraba ningún aspecto positivo aparte de ser un buen aporte en la empresa, pero precisamente porque lo era, sentía que el gerente se creía con el derecho de hacer y deshacer a su antojo, pues Yaga se lo permitía. Lo que más le molestaba era que el muy maldito tenía más opciones de trabajo, e incluso en mejores puestos, pero prefería quedarse en JJK y Yaga así lo quería, suponía que por lo mismo era permisivo con el gerente comercial.
—Falta el señor Gakuganji —comentó Nitta—hay congestión vehicular en la avenida principal —dijo la gerente de comunicaciones.
—Ese viejo irresponsable —dijo Satoru—empecemos sin él, ¿qué importa la opinión del representante de los socios minoritarios? —se encogió de hombros y se echó la paleta a la boca.
—Bien, luego tu le explicas los puntos de la reunión, en privado —habló Nanami, cruzado de brazos a su lado. Satoru frunció el ceño y sacó la lengua con disgusto, como si de repente su paleta se volviera agria.
—Mejor lo esperamos —murmuró de mala gana, iba a continuar con sus reproches cuando por el rabillo del ojo notó un destello celeste que se le hizo familiar. Volteó hacia el ventanal de la sala justo para ver a su asistente caminar por el pasillo con unas carpetas en sus brazos. Su coleta se meneaba de lado a lado al ritmo de su andar, sonrió al verla tan comprometida con algo tan simple. Pero su sonrisa se borró cuando la vio interactuar con el gerente de tecnología que venía recién llegando.
El normalmente serio Kokichi Muta, sonrió amable a su asistente, un gesto que no había visto antes en el gerente más joven del rubro. Satoru frunció el ceño, contempló atento la interacción, su asistente sonreía y lucía relajada, no como cuando estaba con él. Sabía lo que provocaba en las mujeres, pero en Kasumi era un poco diferente, la ponía nerviosa a veces, cuando se le acercaba demasiado, pero normalmente estaba concentrada en su trabajo, y a diferencia de lo que muchos creían, él no era quien seducía a sus asistentes, ellas eran las que lo provocaban y con el tiempo según su humor, cedía. Pero en su inocente y responsable asistente no veía esas intenciones de su parte. No le coqueteaba, no se arreglaba para él y no buscaba saber de su vida personal, ella no lo veía como una posible pareja con la que casarse para que la mantuviera. No era idiota, sabía que era un buen prospecto de marido para cualquier mujer, era guapo, tenía un excelente apellido y detrás una buena herencia y un buen puesto de trabajo, era el sueño de la mayoría de mujeres.
Cuando conoció a Kasumi, pensó que sería como las demás al ver el rubor en sus mejillas, sin embargo, la joven lo sorprendió en más de una ocasión. Ella realmente estaba preocupada de su trabajo y de serle útil, por lo mismo, jamás la vio con otros ojos. Pero ahora, al ser testigo a la distancia como otro hombre le sonreía y ella bajaba su defensa para devolverle la sonrisa y conversar relajada, le inquietó ¿cómo era posible que prefiriera al gerente de tecnología antes que a él? Su ego masculino despertó en Satoru una insana competencia. No es que le interesara su asistente, era bonita, sin embargo, no la veía como una conquista, la joven era bastante seria, no daba chance para pensar en algo más.
Ella cortó el contacto, la vio despedirse moviendo su mano un par de veces y continuar su camino hacia el elevador. Sus ojos no perdieron de vista las expresiones del gerente de tecnología, no le gustó como la miraba, él era especialista en reconocer las intenciones de las personas, y Kokichi Muta no la veía como amiga. Lo vio acercarse hasta la puerta y abrirla rápidamente, entró serio y asintió a todos en la sala.
—Buenos días —saludó y se ubicó junto a Utahime.
Satoru lo observó por unos minutos, buscando imperfecciones, encontró varias. Su ojo crítico salió a flote para enumerar todas las cosas en las que definitivamente él era mejor que Kokichi, decidiendo que no era un rival para él, prefirió concentrarse en molestar a Nanami mandándole memes hasta que el gerente financiero lo bloqueó.
La reunión empezó luego de que Yoshinobu Gakuganji junto a su asistente Noritoshi Kamo, llegaran. Satoru lo ridiculizó un par de veces hasta que Yaga le miró severo, y con un par de codazos de Nanami en sus costillas, terminó por callarse y poner atención mientras saboreaba su caramelo.
(…)
Kasumi revisó varias veces que el formato de los folletos digitales fuese el correcto, tal como se lo había enviado el área de Marketing. De ella dependía que las invitaciones llegaran a tiempo y que se vieran presentables, todos los invitados importantes y la prensa estarían en el lanzamiento del prototipo del nuevo modelo de auto de JJK, su jefe le había recalcado que debía asegurarse de que todas las personas que estaban en la lista de invitados recibieran el folleto, era algo que él llamaba "crear la necesidad" antes de incluso poner en venta los nuevos autos, así aseguraban que las ventas fueran en ascenso.
El timbre del elevador le hizo desviar la vista, apenas vio al gerente comercial aparecer, sintió como su corazón aceleró sus latidos. Le regaló una diminuta y tímida sonrisa de saludo y se obligó a concentrarse en su trabajo. Siempre le pasaba si no se preparaba mentalmente para ver a Satoru Gojo, era como si lo viera por primera vez y su atractivo masculino le impactara. Era difícil trabajar con un hombre así rondándole, a veces se distraía solo por escucharlo reír, cosa que pasaba a menudo. Sin contar que su jefe le pedía cosas todo el día, debía lidiar con él durante sus casi 9 horas diarias de trabajo, e incluso cuando estaba en su casa descansando. A esas alturas debería haberse acostumbrado a su presencia, llevaba un mes en su cargo y en cada cercanía de su jefe, ella quedaba con las piernas temblorosas como una adolescente inexperta. Intentaba disimularlo, esperaba lograrlo, pero con las sonrisas burlescas del gerente era difícil saber.
—¿Qué tal tu día? —preguntó Gojo al pasar junto a su escritorio, no esperó que respondiera y habló de algo más importante, de él—la reunión estuvo aburrida. Oír quejarse al viejo es cada vez más irritante. En fin ¿vamos a almorzar?
Kasumi se quedó viéndolo, un poco confundida, abrió los labios para responderle, pero solo soltó un balbuceo sin sentido. Él le alzó ambas cejas, entonces se forzó a reaccionar. Tragó saliva, y sin darle muchas vueltas al asunto, respondió.
—Ya almorcé —murmuró insegura, cuando pensó que quizá lo estaba mal interpretando, pues ¿por qué su jefe querría almorzar con ella? la vergüenza le invadió de repente al verse en ridículo, sintió sus mejillas sonrojarse y el calor le hizo sudar las palmas, haciendo que la superficie del mouse se humedeciera.
—Buu —se lamentó Satoru haciendo un puchero infantil—que aburrida… bien, entonces pide algo para mí. Comeré en la oficina —Kasumi asintió rápido, meciendo su flequillo y un par de mechones sueltos. Él le sonrió en respuesta y caminó hacia su oficina. —¡No te olvides del postre! Si no tiene postre, te obligaré a comerlo.
Kasumi abrió los ojos de par en par, y antes de que el gerente pudiera encerrarse, se puso de pie y levantó la voz.
—¿Cualquier cosa está bien siempre y cuando tenga postre el menú? —preguntó—¿el de la cafetería está bien? —le vio levantar el pulgar en señal de aprobación y volvió a sentarse.
Sentía el pecho oprimirle los latidos, de repente era consciente de su corazón ¿realmente la había invitado a almorzar con él? El calor se le subió al rostro y no dejaba de preguntarse ¿por qué quería comer con ella? entonces las palabras y burlas de los otros asistentes vinieron a su memoria ¿acaso su jefe se sentía solo? Miró hacia la puerta de la oficina, algo pensativa, Satoru Gojo no lucía como una persona desanimada o triste que no tenía amigos, no es que no quisiera reconocer que había una posibilidad de que él la haya invitado para no comer solo, simplemente no se le hacía propio en alguien como el gerente comercial.
—¿Entonces por qué? —se preguntó en un susurro que alborotó aun más sus latidos. Negó meciendo su cabeza y tomó el teléfono, llamó a la cafetería e hizo el pedido de su jefe, en media hora lo subirían a su oficina.
Prefirió no darle más vueltas al asunto. Dio un profundo suspiro y buscó concentrarse nuevamente en su trabajo. No le hacía bien a nadie que pensara tantos las cosas, es más, era innecesario. La invitación de su jefe no tenía mayor significado, debía dejar de ilusionarse con tonterías. Frunció sus delgadas cejas al pensarlo ¿se estaba ilusionando con su jefe? ¿era así de estúpida? Ella fue una de las tantas que quedó maravillada cuando lo vio por los pasillos, que por solo verlo se alegraba su día. Pero era una admiración infantil, como de club de fans y ella era una adulta, con el tiempo lo había olvidado. Ahora que trabajaba para él, ese encantamiento había empezado a surgir nuevamente y no le gustaba, no le hacía bien.
Kasumi soltó un profundo suspiro. Las cosas iban bien, su mente empezó a jugarle malas pasadas desde que él le había tomado de los hombros, aun recordaba cómo se sentía tener su calor en su espalda y el olor de su perfume. Su aroma varonil era una droga, en cualquier momento se metería a su oficina solo a oler su blazer ¡estaba enferma! Se avergonzó de sí misma, no podía caer en las redes de Satoru Gojo, ella menos que nadie, su trabajo estaba en juego.
—Como si fuera de su tipo —farfulló entre dientes casi sin pensarlo. Necesitaba recordárselo para traer sus pies de regreso a la tierra y así dejar de mirar a su jefe como un hombre atractivo.
Iba a abrir el archivo de los folletos cuando una notificación se oyó por los parlantes de su ordenador. Un correo nuevo, pensó. Se apresuró en revisarlo para priorizar sus tareas, sin embargo, su casilla estaba con los mismos mails de hace diez minutos. Frunció en ceño, observó en toda la pantalla cuando notó que una burbuja de chat del correo estaba parpadeando. Al hacerle clic a la sección de conversaciones, vio el nombre de su jefe en negrita al mismo tiempo que la pestaña parpadeaba. Lo presionó rápido pensando que era alguna petición absurda otra vez o algo serio, pero se quedó estoica en su asiento al leer el mensaje. Lo leyó un par de veces, como si fuera complicado de entender.
"¿Estás saliendo con Kokichi Muta, el gerente de tecnología?"se leía en la ventana. Kasumi miró hacia la oficina, la puerta seguía cerrada y las cortinas abajo, por lo que no podía ver qué hacía su jefe. Sabía que realmente era él, pues era su contacto administrativo oficial de JJK que se leía a un costado. Sin pensarlo más, se apresuró en contestarle.
"No, es solo un amigo. Lo conocí en la universidad, es un buen chico." Envió y volvió a mirar hacia la puerta, esperando ver al gerente en cualquier momento. Observó la pantalla, algo ansiosa por una respuesta y releyó su mensaje, frunció el ceño ¿por qué le estaba dando explicaciones a su jefe sobre su vida personal? Sintió sus mejillas sonrojarse, posó ambas manos en su rostro para calmar un poco el calor con sus palmas frías. Notó tres puntitos moviéndose en el chat, él estaba respondiéndole y las tripas se le revolvieron ¿realmente se estaba mensajeando con su jefe y encima hablando de su vida privada? Resopló, algo inquieta y cuando vio el stiker de gato riéndose en respuesta, volvió a suspirar, decepcionada esta vez.
¿Qué había sido todo eso? Frunció el ceño, extrañada, tal vez pensó que había algo con el gerente de tecnología, y como era sabido, no se aceptaban relaciones personales entre jefatura y empleados, pero eso era más estricto cuando se trataba de jefatura directa y Kokichi no era su jefe. Kasumi miró la pantalla sin hacer ningún movimiento, de pronto una duda le asaltó ¿por qué pensaba que Kokichi y ella tenían algo? Casi nunca se topaba con su antiguo compañero de universidad ¿habría rumores que ella no sabía? Esperaba que no, prefirió concentrarse en su trabajo. Se estiró en su asiento arqueando su espalda al mismo tiempo que levantaba sus brazos, algunas vertebras crujieron en el movimiento apaciguando el dolor que había empezado a sentir en su espalda baja. Se obligó a concentrarse en su trabajo, a dejar esas dudas de porqué su jefe la había invitado a comer y encima le había preguntado por su vida privada, intentó restarle importancia y, sobre todo, no buscarle relación.
(…)
La vista desde su ventana se veía borrosa después de la quinta vuelta en su silla giratoria, pero continuó moviendo sus pies, no daba vueltas rápidas, solo lo suficiente para que la silla girara sola por unos segundos. Se detuvo al afirmarse del borde de su escritorio, soltó un largo suspiro y miró la hora en la pantalla de su ordenador. Podría irse antes, pensó, después de todo ya había revisado las ventas de los distribuidores y las proyecciones del próximo modelo las tenía listas para presentárselas a Yaga en la última reunión antes del evento de lanzamiento. Pero al considerarlo, pensó en qué haría después y nada se le ocurrió. Frunció el ceño ¿no había nada entretenido por hacer ese día? Se desparramó en la mesa, y con ello, la fatiga del día se le subió a la espalda, quizás podría tomarse unos días después del lanzamiento, pensó. Hace meses que no se tomaba un real descanso, las semanas previas al evento siempre eran las más movidas y empezaba a pasarle la cuenta.
Pensó en dónde ir, quizás una isla paradisiaca con alguna bella chica llevándole un helado, no sonaba un mal panorama. Asintió a sí mismo y tomó el mouse para buscar en internet algún paquete de viaje, no alcanzó a abrir otra pestaña cuando su móvil vibró. Curioso lo buscó en su bolsillo y vio el nombre del contacto, soltó un bufido y colgó, iba a retomar su idea, pero el móvil volvió a vibrar.
—Ah maldición, no se rinde esta mujer —soltó con fastidio. Antes de que volviera a sonar, silenció el aparato y se concentró en su nuevo interés del momento.
Diez minutos pasaron hasta que sonó el anexo de su teléfono, era Kasumi. Pensó unos segundos si contestarle, su motor no fue que pudiera ser algo importante lo que tenía que decirle la joven, si lo fuera iría a decírselo personalmente. Levantó el auricular y presionó el altavoz al mismo tiempo, solo por curiosidad.
—¿Qué tienes para mí, pequeña Kasumi? —tardó diez segundos en contestarle, supuso que la pilló desprevenida, levantó la vista hasta el vidrio que dividía su oficina del recibidor, hubiera querido verle el rostro, estaba seguro que se había ruborizado. Era fácil jugarle bromas, sonrió divertido, tal vez debería empezar a mover la cortina para verla durante el día, pensó.
—S-señor Gojo, tiene una llamada importante —Satoru frunció el ceño, miró su móvil y vio cinco llamadas perdidas, su dedo índice derecho le dio golpecitos a la mesa al mismo tiempo que hacía que su silla diera medias vueltas al mover sus pies, se alejó un poco del escritorio para hacerlo, pues sus piernas eran algo largas para juguetear cerca de la mesa.
—Importante —repitió—¿de quién se trata? —quiso saber, en un tono serio.
—Es su abuela —respondió su dulce voz—me dijo que lo ha intentado contactar a su celular, pero que ya sabe que le colgó. —Satoru soltó una carcajada, la vieja lo conocía bien.
—Dile que estoy por empezar una reunión, que llame otro día. —Kasumi titubeó antes de contestarle, esperó curioso por sus palabras, su tono de voz se oyó un poco más bajo que lo habitual.
—Disculpe que me entrometa, señor Gojo, pero no le ha contestado ninguna llamada en todo el mes ¿no cree que es un poco cruel? —preguntó en casi un hilo de voz.
—Te disculpo —respondió Satoru, tomándole el pelo. Lo cierto era que le daba igual las palabras e intenciones de su asistente, así como el hablar o no con su abuela. No quería hacerlo, le aburría y sabía para qué llamaba, no tenía ánimos ni tiempo para lidiar con señoras conservadoras. —Pero no me convences, cuélgale ya. —Dijo y se encogió de hombros, como si tuviera a la joven en frente para que viera su desinterés.
—Dijo que vendría personalmente desde Dinamarca si no le contestaba —soltó nerviosa y Satoru guardó silencio, viéndose atrapado entre la espada y la pared, su humor cambió en segundos. Pero no lo demostró, él siempre debía tener el control de la situación. Soltó un profundo suspiro y abrió el primer cajón de su escritorio, sacó una paleta al azar y la abrió con calma—¿Señor Gojo?
—Pásamela —dijo resignado—pero estoy muy molesto contigo, Kasumi.
—¿Eh? Pero señor Gojo yo… —sonrió al oír su nerviosismo, seguramente estaba asustada, aguantó la risa y lamió el caramelo de frutas—lo siento, no pensé que sería algo malo que hablara con ella.
—Tendrás que hacer algo para que se me pase el enojo, ven con falda mañana y conversamos—dijo y presionó el botón de transferencia de llamados, imaginándose sus rasgos de sorpresa, sonrió con el dulce en la boca y habló en tono de operador telefónico—usted se ha comunicado al teléfono de Satoru Gojo, si le debe dinero, este no es el teléfono de Satoru Gojo.
—Niño ingrato —se oyó del otro lado de la línea, su voz se oía avejentada, más de lo que lo recordaba ¿Cuándo fue la última vez que le contestó? Quizás para año nuevo, o en su cumpleaños para que le enviara un obsequio y llegara justo el 7 de diciembre, no lograba recordar—¿te diviertes molestando a tu abuela? Un día te contactarán para decirte de mi muerte y no querrás contestar —mientras su abuela le soltaba aquel discurso, Satoru hacía girar su silla moviendo al mismo tiempo su mano derecha, chocando constantemente su pulgar con el resto de sus dedos, burlándose al simular que era su abuela hablando sin parar—pasarán meses y tu ni sabrás que ya no estaré en este mundo y ahí te arrepentirás de todas las rabias que me has hecho pasar.
—Pueden enviarme un correo, o una carta… o señales de humo —dijo soltando una carcajada—aunque será complicado descifrar el testamento de ese modo.
—¡Satoru! —exclamó la mujer del otro lado, su voz se oía alterada y el gerente casi la vio sacudiendo su bastón en la fina alfombra de su sala de estar.
—Relájate o te dará otro infarto —dijo desinteresado—y bien ¿qué quieres?
—¿Cómo que quiero? —preguntó con indignación—saber de mi único y malcriado nieto. Porque si yo no lo llamo, él no me llama —Satoru blanqueó los ojos y se echó el caramelo a la boca—dejaré toda la fortuna de la familia Gojo en una fundación, ya verás —le amenazó—cambiaré el testamento de tu difunto abuelo.
—Eso se demora —respondió, succionó la paleta por unos segundos y continuó—seguramente te mueres primero.
—¡Satoru! —exclamó alterada, y el gerente agradeció no tener el aparato en su oreja—¿no tienes ni una pizca de corazón, mocoso engreído? Y deja de comer dulces, te enfermarás —le regañó.
—Sí, abuela, lo boto enseguida —dijo con ironía—ojalá estuvieras aquí para comprobarlo tú misma ¡lo estoy botando ahora! —soltó e hizo un ruido al sorber su paleta para que escuchara que le mentía.
—No sé para qué me molesto —contestó la cansada mujer—¿cambiaste de asistente otra vez? —preguntó—se oía como una niñita ¿te gustan las jovencitas? Espero tenga caderas anchas, así no tendrá problemas para parir —Satoru tosió al tragar mal su saliva, normalmente nada le sorprendía de lo que decía su abuela, pero esta vez le ganó. No fue su pregunta la que le pilló desprevenido, no tenía problemas en hablar de sus gustos ni que ella supiera que a veces tenía líos en la oficina, pero el que supusiera que él y Kasumi tuvieran una relación, y que encima fuera con esos resultados le descompuso en muchos sentidos.
—K-Kasumi Miwa —contestó después de toser un poco—lleva un mes más o menos. Descuida, no te saldrás con la tuya. No te dejaré conocer ningún bisnieto, te morirás primero.
—Niño desconsiderado —refunfuñó su abuela—es una perdida de tiempo hacerte entender. Entiende que ya estás viejo, debes casarte y tener hijos. Tu abuelo a tu edad ya tenía a tu padre.
—Sí, oye ¿por qué no tuvieron más hijos? Así molestarías a otros nietos —dijo—ah, lo olvidaba. No pudiste darle más hijos —soltó con burla—quizás el abuelo dejó bastardos por ahí…—y ella le colgó.
Satoru sonrió y continuó moviendo su silla. Al menos esa llamada no había durado demasiado, la irritó rápido en cinco minutos, un nuevo récord. Soltó una risa sin ganas al sentir el leve ardor de su garganta. Kasumi era una chica linda, pero aburrida, le faltaba desordenarse y se vestía como una oficinista que llevaba veinte años en el rubro, asintió a sí mismo al pensar que al menos si tenía caderas anchas, como le había recomendado su abuela. Detuvo el giro de su silla justo cuando quedó en frente del escritorio, tomó el teléfono y digitó el anexo de su asistente. La joven no tardó en responder, se oía más nerviosa que lo habitual.
—¿Señorita Kasumi? —pregunto fingiendo seriedad.
—¿S-sí? —ella dejó de teclear, no se oía nada más que su respiración pausada. Satoru sonrió y habló en el mismo tono severo.
—Tráigame un frappuccino de Starbucks —dijo—que sea de caramelo —el silencio se prolongó por unos minutos, Satoru frunció el ceño, confundido, normalmente la joven diría que sí y le haría caso enseguida.
—¿Le traigo uno de la cafetería de la empresa? —preguntó luego de unos minutos.
—Por dios, Kasumi ¿Cuándo han tenido frappuccino? —dijo con disgusto, se sacó la paleta de la boca y habló—debe ser del Starbucks, anda. No seas cruel, necesito un frappuccino o me quedaré dormido ¿no quieres que me duerma en el escritorio o sí? Además, recuerda que estoy enojado contigo. Debes hacer mérito para que se me pase.
—¿Está seguro que realmente quiere uno? —insistió la joven, ignorando sus reproches sin sentidos. Satoru alzó ambas cejas, miró hacia las cortinas otra vez y estuvo tentado a ponerse de pie y mirar por la orilla—no quiero ir y que luego me diga que no lo quiere. Además, no me ha pagado los anteriores.
Satoru soltó una carcajada en respuesta ¿esa era la verdadera Kasumi? La joven no se oyó nerviosa a pesar de su supuesto enojo, quizás se dio cuenta que le estaba tomando el pelo. Era posible, después de todo la molestaba seguido. No esperó que le soltara aquello de repente, quizás la había hecho perder el tiempo demasiadas veces y ya estaba cansada. Tenía sentido, así como él le había pedido que se adaptara a sus modos para que se llevaran bien, él debía corresponder de alguna forma para hacerla sentir cómoda. Se puso de pie y cortó la llamada, debía ver con sus propios ojos esta nueva Kasumi, comprobar que eran la misma persona.
Dio zancadas largas para llegar rápido a la puerta, giró el picaporte y se asomó en el umbral. La joven levantó la mirada del teclado, tenía un leve tono rosáceo en sus mejillas, seguramente por el calor del día. Le miraba con sospecha, sus ojos azules parecían brillar expectantes, se acercó lentamente al escritorio de la joven, con las manos en los bolsillos, dejó su paleta en su mejilla interna derecha para que no le molestar al hablar.
—Sí —dijo sonriéndole—quiero un frappucino de starbuks ¿sería tan amable de traerme uno? —la vio suspirar y ponerse de pie, él le sonrió en respuesta y dijo—trae uno para ti, yo invito. Y saca la cuenta, para que saldemos deudas. —Murmuró en un tono encantador, que tuvo el efecto deseado. Su asistente desvió la mirada, el rosado en sus mejillas se intensificó en segundos, la vio tomar su bolsito que estaba en su silla y él continuó—espera, toma mi tarjeta. Para que me creas —dijo y sacó su billetera de su bolsillo trasero.
—Si le creo —murmuró Kasumi—descuide —y le sonrió con dulzura. Satoru borró su sonrisa burlesca, contempló en silencio como la joven caminaba hacia el elevador.
«No deberías» le respondió mentalmente. Guardó su billetera y miró el escritorio de la joven, tenía todos los documentos bien organizados, un par de retratos cerca del monitor y su estuche con bolígrafos de colores que estaban de moda en las mujeres jóvenes. Buscó en su bolsillo izquierdo y encontró una paleta que había guardado en la mañana, estaba algo caliente, pero la dejó sobre la mesa junto al teclado. Supuso que cuando volviera, ya estaría a temperatura ambiente. Volvió a su oficina silbando una melodía infantil, sonrió al pensar en su rostro lleno de confusión cuando viera el caramelo. Tal vez molestar a su asistente se estaba volviendo adictivo.
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N/A: Cuando Satoru simula ser un operador telefónico, lo saqué de Juan Carlos Bodoque, de 31 minutos ("usted se está comunicando al número de Juan Carlos Bodoque, si él le debe dinero, este no es el número de Juan Carlos Bodoque")
Leí que probablemente familiares del clan Gojo están vivos, imaginé que seguramente era pura gente mayor, que por alguna razón hay poca natalidad hahaha donde le dan tanta importancia al clan Gojo en Jujutsu pero no han mencionado más de la familia, hasta hora solo han dicho de los Kamo y Zenin.
Y bueno, Satoru no es muy considerado con su entorno, pensé que ni siquiera con su familia lo sería.
Espero que les guste el cap, gracias por leer y los rw.
Nos leemos y que estén super!
