Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es CaraNo, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is CaraNo, I'm just translating her amazing words.


Thank you CaraNo for giving me the chance to share your story in another language!

Pueden encontrar todas sus historias en su blog, favor de quitar primero los espacios. También compartiré el link directo a su blog en mi perfil de FF.

Blog: h(espacio) t(espacio) t(espacio) p(espacio) s(espacio) : / / caranofiction . wordpress .(espacio) com(espacio) /


Gracias Yani por betear esta historia.


Capítulo 2: Jodidamente drogados

Canción del capítulo: One Way Trip por Lil Wayne

BPOV

—Oh, ¿quieres drogarte, Bella? —pregunta Edward, con aspecto muy divertido. Solo le dedico un asentimiento antes de regresar mi vista a la ventana—. Bien, eso tendrás.

Cierro los ojos, sintiéndolo acelerar el carro.

Detrás de mis párpados cerrados, veo las miradas decepcionadas de mis padres. Es la expresión que ambos tendrían si supieran por qué los había llamado desde la escuela, rogándoles que fueran a recogerme. Y, por supuesto, tenía que suceder en jueves, el día en que ambos iban juntos a comprar despensa antes de que yo llegara a casa de la escuela. Los jueves eran sus días. Ser dueños de sus propios negocios hacía que fuera posible para ellos decidir cuándo tomarse tiempo libre.

El jodido jueves los puso en el mismo carro. Mi llamada los envió a ambos a una muerte segura. A ambos. Mis dos padres. Se fueron.

—Tengo un amigo en Port A…

Ignoro a Edward. Por muy bueno que esté, y por mucho que me encantaría montarlo, es la última cosa que necesito… a pesar de que hay una parte de mí que me dice que es inevitable. Especialmente si nos vamos a drogar. Pero si termino acostándome con él… cuando me acueste con él… eso confirmaría las mierdas que mis supuestos amigos en mi antigua escuela me dijeron, lo que al final me hizo llamar a mamá y papá para recogerme… ese día. Ese jodido jueves.

¡Eres una jodida y sucia zorra!

No se necesita nada para que te pongas de rodillas, ¿verdad?

¡Perra manipuladora!

¡Puta mentirosa!

¡Jodida ramera!

¡Destroza hogares!

Me encojo cuando los insultos se repiten en mi cabeza.

~ CLO ~

Edward me dice que espere en el carro cuando llegamos a un edificio de apartamentos en Port Angeles.

Como si hubiera planeado acompañarlo en primer lugar.

Cuando regresa, dice:

—De acuerdo. Conozco un lugar aislado.

No se me escapa su guiño.

Queda bastante claro que piensa que haremos algo más que solo fumar.

Me recuerdo otra vez que no debería causar problemas, que no debería acostarme con él…

Pero cuando llegamos otra vez a Forks y Edward gira en una carretera de tierra, alejándonos de la civilización, puedo sentir la razón dejándome. Me sentiré horrible después de eso, pero no es suficiente para detenerme. La única cosa deteniéndome justo ahora es el carro. Hemos llegado al final de la carretera.

—Vamos.

Se baja del carro. Lo sigo en silencio.

Al carajo con las campanas de alerta.

Es solo por un ratito.

¿Cierto?

—Llegaremos en cinco minutos.

No estaba preguntando.

Seguimos caminando. Edward es lo suficientemente amable para ayudarme a saltar troncos y pequeñas rocas. Caminamos entre el denso bosque. Me concentro en respirar. Y tal vez en el culo de Edward por uno o dos latidos. Supongo que pude haber elegido peor. Demonios, he elegido peor.

Cinco minutos después, llegamos a una pequeña cabaña de caza. Se ve abandonada, pero una mirada más de cerca me indica que probablemente este es uno de esos lugares que Edward visita de vez en cuando. Tal vez con sus amigos. Hay unas cuantas latas de cerveza, botellas vacías, colillas de cigarro, y contenedores de comida.

El interior no es impresionante —es solo una habitación— pero es perfecto para esto. Hay un sofá, una mesita de centro, unas cuantas sillas y una cama doble.

Hay un leve aroma a hierba aquí. Impregnado.

—Hogar, dulce hogar —bromea Edward dejándose caer en la cama. Por supuesto que elegiría la cama. Jodido adolescente hormonal—. Ven aquí. —Palmea el lugar junto a él, sonriendo—. No muerdo. A menos de que eso te guste.

Patético.

Me acerco a la pequeña cama. Se ve limpia, pero me pregunto si realmente lo está. Debería importarme.

—Considérate afortunada, Bella —se ríe en silencio mientras me siento en la orilla de la cama. Me agacho para desatarme los zapatos—. Eres la primera chica que he traído aquí. Solo Emmett y Peter conocen este lugar.

—Qué suerte tengo —digo inexpresiva. La cama cruje un poco cuando me dejo caer en el colchón—. Solo enciende el porro, ¿quieres? —suspiro, poniéndome cómoda.

Con nosotros estando tan cerca, puedo sentir su risa más que escucharla. Sus hombros se sacuden ligeramente, pero por suerte mantiene la boca cerrada. Palabras son la última cosa que necesito justo ahora.

Inhalo profundamente, oliendo el cargado aroma a hierba.

Es tranquilo y pacífico.

—Ten —murmura, todo rastro de humor se ha ido, y luego pone el porro encendido en mis labios. Lo sostiene mientras le doy una calada, no una grande. Una para probar, una para ver qué tan fuerte es. Sostengo el humo en mis pulmones, sintiendo mis ojos llenarse un poco de lágrimas. Edward está cerca, alzado en su codo y mirándome a la cara.

Exhalo mientras él le da una profunda calada.

Más.

Cuando me pone el porro para darle otra inhalada, se inclina unos cuantos centímetros más.

Siento sus dedos en mis labios al inhalar.

—Cierra los ojos —susurra. Su dulce aliento sopla sobre mi cara y lo obedezco, cerrando los ojos al contener mi propio aliento.

Exhala.

No tardo mucho antes de sentirme completamente relajada.

Sin mover ni un solo músculo.

—Abre la boca.

El porro se enciende y crepita en silencio cuando él le da una calada, y sé que él quiere que inhale de él.

Lo hago.

Unos suaves labios tocan los míos e inhalo cuando él exhala.

Una vez más sostengo el humo. Pero esta vez hay más placer.

Él mueve su boca para besarme el cuello. De forma lenta, sensual. Me estremezco y suelto el aliento.

—Carajo, estás tan buena —susurra sobre mi piel. A través de dos capas de mezclilla puedo sentir su polla en mi muslo. Dura, tan dura, me hace mojarme, tan mojada. Su lengua sale y otro estremecimiento pasa a través de mí cuando deja un beso francés debajo de mi oreja.

—Más —gimo suavemente.

Mis pezones se contraen contra el sostén de encaje que estoy usando.

Estamos usando demasiada ropa. Deberíamos rectificar eso.

Carajo —maldice, alzando la cabeza. Abro los ojos para encontrarme con los suyos oscuros. No aparto la vista de él cuando le doy otra calada y él tampoco aparta la vista de mí—. Quiero dedearte.

Sonrío perezosamente, sintiendo mis ojos nublarse.

—¿Eso es todo?

Su sonrisa es igual de perezosa.

—No. —Sacude lentamente la cabeza—. También quiero follarte. —Inhalo temblorosamente. Mis bragas están mojadas—. Pero primero quiero follarte con los dedos.

Me lamo los labios y asiento. Eso es todo lo que él necesita antes de cerrar su boca sobre la mía. Me besa con brusquedad y profundamente, metiendo su lengua a mi boca. Me hace gimotear. Carajo, me prende en fuego. Pero luego no está. Apaga el porro y me dice que me desnude. Lo que hago. Somos puras manos mientras nos deshacemos de nuestra ropa. Oh, Dios mío. Su cuerpo es… tan sexy. Como el de un nadador. Delgado, pero musculoso.

Jesús, eres tan sexy —exhala. Se arrodilla entre mis piernas abiertas. Mis ojos están en su polla. No es la más grande que he tenido, pero definitivamente es grande. Lo suficientemente grande para hacerme sentir estirada y bien llena. Y dura—. Te depilas —murmura roncamente y se moja los labios. Tarareo cuando traza con un dedo a lo largo de mi coño—. Maldición, nena. —Mete un dedo en mí y arqueo la espalda, queriendo más, más, más—. Jodido infierno, Bella —gime, alzando la vista hacia mí. Sigue metiéndome dedo lenta y profundamente—. Yo… —traga—. Mierda, ¿puedo tomar una foto de esto? Sin caras, solo… solo tu coño y mis dedos.

No. Nunca. Eso es estúpido. Podría regresar a atormentarme. Puede lastimarme. Olvídalo.

—Bien —exhalo.

Es obvio que él no esperaba que aceptara, y en alguna parte dentro de mí no lo acepto. Pero estoy más allá de importarme.

Prácticamente está salivando mientras me mete dedo, todo mientras toma fotos con su iPhone. Fiel a su palabra, solo toma fotos de mi coño y sus dedos. Incluso me las muestra y… son jodidamente calientes. Él también lo piensa. Al menos, su polla que gotea dice eso.

—Oh, carajo —gimo, echando la cabeza hacia atrás. Sabe usar sus dedos. Mierda, de verdad sabe usar sus dedos. Los lugares que encuentra, la velocidad, la presión, el calor, el cosquilleo…—. Edward

Casi me hace arquearme lejos de la cama.

—Santa mierda —gimotea. Sí, gimotea—. Vamos, nena. Déjame verte.

Y luego cubre mi cuerpo con el suyo. Me besa frenéticamente, con pasión, humedad, y embiste sus caderas contra mí al mismo ritmo en que me mete dedo. Dos, tres dedos dentro de mí. Gimo en voz alta y me aferro a él. Agarro su cabello en un puño y le correspondo los besos tan apasionadamente como puedo. Es un frenesí. El fuego se extiende a través de mí. Me tiene tan jodidamente excitada, es una locura. Su pulgar presionando en círculos sobre mi clítoris me envía al maldito abismo. Estoy muy segura que me hace gritar al correrme.

—Carajo, carajo, carajo, carajo —lo oigo repetir… desde algún lugar.

Es como si me encontrara bajo el agua.

Y antes de poder regresar a la realidad, sus dedos son reemplazados por su polla.

Ahogo un gemido.

—Oh, Dios —gime en voz alta sobre mi cuello, y luego está embistiendo en mí.

Es salvaje, nada nos detiene.

Es brusco, muy alejado de ser gentil.

De repente mis piernas lo rodean. El ángulo lo trae cada vez más profundo. No hay forma de detenernos. Es vigoroso e implacable. Pero es bueno. Tan jodidamente bueno. A través de firmes embestidas, toma y da.

Pero…

—Condón —logro soltar.

—Al carajo con eso —prácticamente gruñe—. No me correré en ti, pero… carajo, carajo, ungh… tengo que sentir… todo de ti.

Aplasto a la voz de la razón, perdiéndome una vez más en el placer.

Sin embargo, no duro "perdida" demasiado tiempo. Edward es un adolescente. Pronto se sale de mí y se acaricia bruscamente mientras se corre en el colchón. Tres, cuatro, cinco chorros y un pequeño que cae por su polla y su mano. La imagen de él envía el enésimo estremecimiento por mi cuerpo. Su pecho agitado, su nuez de Adán al tragar, las pequeñas gotas de sudor en su frente, sus mejillas ligeramente sonrojadas.

—Hijo de puta… —jadea y deja caer el mentón hacia su pecho.

La euforia se está escapando de mí, llevándose un poco de mi estado drogado con ella.

La realidad no es tan divertida.

Mientras él se recupera, yo me siento y me vuelvo a poner la ropa.

Condón, condón, condón. El cabrón no usó condón.

—La próxima vez usa un maldito condón —escupo, buscando mis zapatos.

Se ríe sin aliento.

—¿Próxima vez?

Le lanzo dagas con la mirada. Ambos sabemos que habrá más. Vamos a vivir juntos, con un carajo. No tiene sentido fingir.

—De acuerdo, de acuerdo —se ríe, alzando las manos en señal de derrota—. Es que no veo cuál es el jodido problema. —Alzo una ceja, preguntándome si tiene retraso mental—. No me corrí en ti —señala.

Pongo los ojos en blanco y él se levanta del colchón para volver a vestirse. Primero que nada, todavía puedo resultar embarazada —incluso si no se corre en mí— porque su polla no está exactamente cerrada mientras me folla. Pero es el "segundo" lo que me molesta.

—No quiero que se me pegue nada de las zorras que te has follado antes. —Quiero decir. Seamos honestos. Queda bastante claro que Edward tiene una visión muy casual del sexo. Igual que yo, pero nunca lo hago sin protección.

—Mierda, no pensé en eso —murmura, ¡quiero golpearlo!—. Bueno, tú estás a salvo —dice, poniéndose los jeans—. Pero ¿lo estoy yo?

—¿Qué? —pregunto irritada.

Agita una mano hacia mi coño. Elocuente cabrón.

—Nunca antes he follado sin condón. Así que estás a salvo. Pero ¿estoy a salvo yo?

Oh.

—Sí, estás a salvo.

Sonríe.

—Genial. Entonces, ¿estamos bien? ¿Confías en mí y esas mierdas?

—¿Por qué carajos debería confiar en ti? —me río sin humor—. Apenas te conozco, Edward.

El bastardo finge sentirse herido al poner una mano sobre su corazón. Aunque la sonrisita lo delata todo.

—Estoy herido, Bella. Somos prácticamente familia.

—Como sea —murmuro, agitando una mano. Solo quiero regresar ya a mi habitación. La diversión terminó—. La próxima vez usa un condón.

—Bien —suspira.

Cuando salimos, me sorprende al agarrarme la mano.

—Espera —dice y me giro para verlo—. Somos exclusivos, ¿sí?

¿Qué?

—¿Exclusivos?

Asiente.

—No te folles a nadie más mientras me estés follando.

No puedo evitar reírme.

—No tienes nada de qué preocuparte, Edward. No se suponía que debía follarte a ti, mucho menos a alguien más. —No necesito más drama en mi vida—. Ser exclusivos suena bien, pero es una calle de doble sentido, ¿de acuerdo?

—No te diría que te alejes de otras pollas si yo no planeara hacer lo mismo. Pero con coños —se ríe y empezamos a caminar de nuevo—. ¿Por quién me tomas?

Él en serio no quiere que responda esa pregunta.

~ CLO ~

Después de una tranquila cena con Edward y Esme, me informan que hay una fiesta en Port Angeles. Al parecer, antes de la cena Edward estuvo encerrado en su habitación haciendo planes con sus amigos. O algo así. Me pregunta si quiero ir, y viendo que la casa de los Cullen me pone un poco nerviosa, acepto sin vacilar. Bueno, en realidad no me pone nerviosa, pero hay una vibra no tan agradable en la enorme casa. Además, es ir a la fiesta o quedarme en mi habitación llorando por mis padres.

—¡No esperes despierta, mamá! —grita Edward al irnos.

No se queda a esperar una respuesta. En lugar de eso, me arrastra a su carro. Supongo que la ropa que me puse después de la cena se ganó su aprobación porque el chico no puede apartar su mirada de mis piernas.

—Entonces, ¿las faldas de mezclilla están bien en tu agenda? —pregunto casualmente, deslizándome en el asiento del copiloto. Si le gusta mi falda cortísima, probablemente también le va a gustar mi top. Es una sencilla camiseta sin mangas de color negro, pero está ajustada y mi sostén alza perfectamente mis tetas. Aunque eso es para más tarde. Por ahora llevo puesta una ajustada sudadera café encima. Combina con mis Chucks cafés.

Edward cierra mi puerta —lo sé, qué caballeroso— y le da la vuelta al carro, no responde mi pregunta retórica hasta que está saliendo del camino de entrada.

—Se puede decir que sí —responde en voz baja, estirando el brazo para poner su mano en mi muslo desnudo. Manos grandes, dedos largos. No es tímido, eso está claro. Aunque tampoco yo lo soy—. Por cierto, mantente cerca de mí esta noche.

Una pequeña carcajada se me escapa de los labios y me sorprendo.

—¿A qué te refieres con eso?

No estoy buscando alguien que me orine en la pierna. No quiero un jodido novio.

El último me apuñaló por la espalda, así que no puedo decir que esté buscando que eso vuelva a suceder.

Y se suponía que Alec era un maldito adulto.

—Soy perfectamente capaz de cuidarme a mí misma —añado, cruzando los brazos sobre mi pecho.

—Estoy seguro que sí —se ríe entre dientes y pisa el acelerador—. Pero necesito que la gente entienda que estás fuera de límites. Ahora eres mía, Tinks.

¿Tinks?

—¿Quién demonios crees que eres, imbécil? —espeto—. No soy una jodida posesión que puedas controlar.

Ya pasé por eso.

—Calma tus tetas, Bella —se ríe, irritándome todavía más—. Así es como funciona esta mierda. Lidia con eso, carajo. Mientras que tú y yo estemos follando, los otros tipos necesitan saber que no deben acercarse a ti. Y yo soy Edward Cullen, ¿de acuerdo? Mi palabra es la ley.

No podía creer esta mierda.

—Hablas en serio —digo con incredulidad.

Mantiene la mirada en la carretera, asintiendo lentamente.

—Sin duda. No quiero tener que voltear sobre mi hombro para ver a algún patán intentando anotar contigo. Así que, si tan solo te quedas esta noche conmigo, la gente sabrá. Prometo que mis padres no se enterarán.

Hace rato —después de nuestro "gran tour de Forks"— me dijo que no le dijera ni una palabra sobre nosotros a sus padres. Porque ese era mi plan.

Sarcasmo.

—No, solo quieres que toda la escuela lo sepa —respondo sarcásticamente.

—Sí.

Hijo de puta.

—Pues puedes olvidarlo —bufo.

¿En serio? —musita, parece divertido—. Entonces, ¿te parece bien que las chicas coqueteen conmigo?

¿Honestamente?

—No podría importarme dos mierdas eso. Mientras que se guarden las manos para sí mismas.

No soy celosa. Además —como ya jodidamente le dije— apenas conozco a Edward. No tengo nada que codiciar. Sus dedos hacen magia, su polla sabe cómo trabajarme y su cuerpo es perfección, pero hasta donde sé —lo que he llegado a entender— Edward Cullen es un arrogante. Es pomposo y engreído. Un maldito pedante.

—Ah. —Asiente—. Pero no pasará, Bella.

¿Ven? Es tan jodidamente egocéntrico.

»Hablo por experiencia —añade, guiñándome.

—Golfo —toso y después de eso la palabra hace eco en mi cabeza. No puedo creer haber dicho eso. Incluso medio en broma. El uso de esa palabra casi me regresa de golpe a mi vida en Arizona. No me merecía ser llamada así.

Edward, por otro lado, responde soltando una carcajada.

—Oh, Bella. —Menea la cabeza—. No sabes de qué estás hablando.

Está mal. Edward no es el primer patán que he conocido. Mi antigua escuela está llena de idiotas como Edward. Son buenos en la cama, pero dejan mucho que desear en todos los otros aspectos. Las porristas y varias zorras que los quieren como novios están delirando. Chicos como Edward no saben cómo mantenerlo dentro de sus pantalones por mucho tiempo.

—Como si no te hubieras acostado ya con todo Forks —murmuro, girando la vista hacia la ventana—. No nací ayer.

—Como dije —se aclara la garganta—, no sabes de qué estás hablando.

Y lo dejo ahí, porque de repente me siento agotada. Ya no hay pelea en mí. Además, si dejo que Edward "reclame lo jodidamente suyo", otros chicos se apartarán, lo cual es bueno para mí.

Necesito alcohol.

~ CLO ~

Cuando llegamos a Port Angeles, me alegra que al menos Edward no me trate como una chica hecha de cristal. No hay dulzura. Seguro, me abre la puerta, tiende a decirme "nena" y me pasa un brazo por los hombros. Pero pudo haber sido peor. Podría tomar mi mano, podría besarme dulcemente, o podría acariciar mi jodida mejilla, ante lo cual habría vomitado sobre sus jodidos zapatos de diseñador.

Edward no es dulce. Es posesivo.

Al subir por el camino de entrada que lleva a la casa de dos pisos, varias personas que están en el patio de enfrente miran a Edward con ojos como platos. Como si fuera Gandhi o… tal vez Hitler. Sí, porque definitivamente hay miedo en los ojos de algunas personas. Jodido Jesucristo, ¿qué ha hecho Edward para hacer que la gente le tenga miedo?

—¿Qué estás usando debajo de esa sudadera? —pregunta, asomándose por mi pecho.

Bueno, nadie puede confundirlo por un adulto.

—Una camiseta sin mangas —suspiro al subir los escalones del porche.

Genial.

Idiota.

—Entonces, ¿de quién es la casa? —pregunto. El que vaya a conocer a mis futuros compañeros de clases, o algunos de ellos, en una fiesta y no en la escuela, sí, se siente un poco extraño, pero como sea.

—No tengo idea —se ríe en respuesta—. Pero ¿a quién le importa? —Y luego entramos. La música suena alta y hay gente ebria en todas partes. Santa mierda—. Mis amigos están en la sala —murmura en mi oído—. Hueles bien, por cierto. —Olfatea otra vez, luego se endereza y me guía a través de la casa hasta que encontramos la sala.

—¡Eh, Cullen está aquí!

—¡Por acá, hombre!

—¡Oye, Cullen!

—¡Cullen!

—Santo Dios —murmuro, mirando con incredulidad como todos hacen espacio para Edward. Es como ver la separación del Mar Rojo, con un carajo. Poniéndome de puntillas, hago una pregunta honesta en el oído de Edward—. Si dices "salten", ¿te preguntarán qué tan alto? —En serio me lo estoy preguntando porque esto es ridículo.

Edward ni siquiera es atleta. De hecho —según Esme— es un estudiante de puros dieces.

—Es mejor que te acostumbres, nena —responde, besando el lugar debajo de mi oreja, algo que sus amigos ven. Es cómico como agrandan los ojos—. Soy el rey aquí.

Pongo los ojos en blanco.

—Ahora pongámonos cómodos —dice, apurándome hacia el sofá. Dicho sofá estaba, hasta hace un momento, ocupado. Pero cuando Edward está en la habitación, él puede sentarse donde se le dé la jodida gana, y ahora nos quiere en el sofá. Se sienta en medio, adueñándose de él. Como una versión sexy de Al Bundy. Menos la mano en sus pantalones, gracias a Dios. Y es fácil ver que Edward es "la" persona. No es Edward Cullen. Es el Edward Cullen. La gente sabe de él, sobre él. Y yo me siento a su lado. Con el brazo de Edward apoyado detrás de mí, en el respaldo del sofá.

Sus amigos ya están sonriendo.

—Trabajas rápido, hombre. —Un tipo, que podría ser linebacker, se ríe mientras Edward y él chocan el puño—. Entonces, esta es la chica nueva, ¿eh?

Edward sonríe.

—Sí. Chicos, esta es Bella. Bella —ladea la cabeza en mi dirección—, ese es Emmett —señala al linebacker—, y esos son Peter, Tyler, Mike, Erick, y la perra que se acaba de sentar en el regazo de Emmett es Rosalie.

—Jódete, Cullen —escupe Rosalie, fulminando a Edward con la mirada antes de voltear hacia mí con una expresión más suave—. Gusto en conocerte, Bella. Pero debo admitir que tu gusto en hombres es repugnante.

Edward le enseña el dedo medio antes de decirle algo a… Peter, creo que ese era su nombre.

No puedo evitar reírme de eso. Creo que me agrada esta chica.

—También es un gusto conocerte, Rosalie.

—Rose —corrige antes de darle un trago a su botella de cerveza. Dejando el regazo de Emmett, se acerca para sentarse junto a mí en el sofá, y puedo ver que Edward y sus amigos ya están ocupados hablando sobre… algo.

—Pues te atrapó bastante rápido —menciona Rose en voz baja, incluso acercándose un poco—. ¿No acabas de llegar?

—Ayer —me río secamente—. Para que conste, él no me ha atrapado, como dices. —Tengo que dejar esta mierda en claro.

Sonríe.

—Entonces, ¿es solo sexo?

—Bueno, te aseguro que no es por su dulce personalidad.

—¡Ja! Bien, me agradas, Bella —se ríe—. Solo… —Se acerca de nuevo—. Asegúrate de que use condón, porque tiene cuatro zorras a su disposición aquí en Port A.

Hijo de… ¡cabrón!

Si me pega una ETS*, le cortaré la jodida polla con una navaja oxidada.

—¿En serio? —respondo, rechinando los dientes.

Rose asiente.

—No se mete con estudiantes de preparatoria, pero tiene unas cuantas chicas aquí en la universidad comunitaria de Port Angeles. —Escanea la multitud en la sala—. No me sorprendería si al menos una de ellas se encuentra aquí.

Es entonces cuando siento la mano de Edward en mi cuello y presiona dos dedos contra mi mandíbula, haciéndome voltear hacia él. Él también se acerca.

—Ustedes dos no saben susurrar ni de mierda, Bella —murmura. Un estremecimiento involuntario se abre camino a través de mí cuando la punta de su lengua roza mi lóbulo—. Y carajo te dije. Siempre he usado condón.

Bufo y me aparto un poco.

No tengo razón para confiar en ti —digo en voz baja, enojada—. Juro por todo lo sagrado, Edward, si tú… —me quedo callada, demasiado enojada para continuar sin gritar.

Aunque comprendo que no todo mi enojo está dirigido a él. También estoy furiosa conmigo misma. Fui lo suficientemente estúpida para meterme a la cama con un tipo al que apenas conozco, todo esto mientras estaba jodidamente drogada. Debí saberlo mejor.

—Siéntete libre de hacerte exámenes —responde con un encogimiento—. Pero estoy limpio.

Suspiro y lo dejo ir por ahora. Todo lo que quiero es alcohol.

—Necesito una bebida —anuncio, haciendo ademán de pararme.

Edward me detiene antes de poder hacerlo.

—Pide y recibirás, nena. —Suelta un agudo silbido, y…

—Increíble. —Me siento incrédula de nuevo.

Un tipo se acerca con dos cervezas cerradas y las entrega.

—Aquí tienes. —Edward se ríe entre dientes, quitándole la tapa a una antes de entregarme la botella—. Disfrútalo, Tinks.

Ahí está otra vez.

—Es la segunda vez que me dices así.

Me guiña.

—No creas que no noté la tinta en tu cadera hace rato. —Oh, cierto. Eso—. Sí, jodidamente caliente. —Se moja los labios, mirándome con hambre. Me hace apretar los muslos juntos. Una vez más se acerca y me encuentro acercándome también—. En serio, nena —susurra dejando besos en mi cuello—. Casi me corrí al verlo.

Ungh.

Sin cambiar su posición en el sofá, ladea nuestras cabezas y me besa lenta, seductora, perezosamente, probándome con su lengua. Y si esta es la reacción que recibo por un tatuaje, me pregunto qué recibiré cuando le diga que tengo una perforación en la lengua. Hago una nota mental para ponerme el piercing mañana.

—Asumo que fue la tinta y no la imagen en sí —me río sin aliento mientras él me muerde el labio inferior.

Él también se ríe entre dientes.

—La tinta. Definitivamente la tinta. —Me siento aliviada. Porque el tatuaje es de Tinker Bell y aunque está diseñado para ser una versión sexy de Tinker Bell, sigue siendo un tatuaje muy femenino. Si a Edward le hubiera encantado el que fuera un hada de caricatura, me habría preocupado. Pero elegí a Tinker Bell por una razón, y por esa misma razón rompo el beso y me bebo la cerveza.

—Hay una historia detrás de ese tatuaje, ¿no? —pregunta, estudiándome de cerca—. Tus ojos cambiaron.

Mis cejas se fruncen. ¿Cómo carajos lo notó?

Fuerzo una sonrisa.

—No es nada.

A pesar de su evidente duda, lo deja pasar, y regreso mi atención a Rosalie por un rato. Está hablando con una chica a la que me presenta. Charlotte. Al parecer, está saliendo con Peter. Y durante la siguiente hora más o menos, me cuentan unas cuantas cosas sobre Forks High, la gente que asiste ahí y otras mierdas. La única evidencia de la presencia de Edward es el toque ocasional en mi muslo y besos en mi cuello. Aparte de eso, él permanece ocupado con sus amigos. Los escucho reír, hablar sobre deportes y los veo beber, pero eso es todo. Permanecemos sentados alrededor de la mesita de centro. Bebiendo, riendo, hablando. Las chicas en un grupo y los chicos en otro.

Estamos en una burbuja, pero eso no significa que no noto a la gente a nuestro alrededor, afuera de nuestro "grupo", porque sí que los noto. Evidentemente mi llegada al pueblo es una razón para chismorreos y susurros.

Misma mierda, diferente pueblo.


*Enfermedad de transmisión sexual.

*Tinker Bell es un personaje conocido en español como Campanita. Edward le dice Tinks a Bella como una versión corta de ese nombre por el tatuaje. La foto del tatuaje la pueden ver en mi grupo de Facebook Traducciones: FungysCullen13.