—¡Percy, ya llegué! —le dijo Aether, reuniéndose con ella, aunque la chica no le contestó—. ¿Percy?

Al acercarse más a ella, se dió cuenta de que la azabache tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido, parecía estar completamente concentrada, por lo que el rubio se preguntó que demonios había pasado en su ausencia.

De repente, sus ojos verdes se abrieron.

—¡Lo tengo! —soltó ella, mientras invocaba su espada y entonces daba un solo tajo en el aire, al instante siguiente, la hoja de su espada se rodeó de agua, después de unos cuántos segundos, su espada ligera parecía haberse convertido en un mandoble de agua—. ¡Mira, aprendí a utilizar mi Visión!

Aether tenía su mirada clavada en el mandoble de agua, su forma le recordaba a otro mandoble pero no sabía donde lo había visto antes.

Cuando terminaron el resto de sus misiones, regresaron a Mondstadt y reclamaron sus recompensas.
Fue hasta entonces que Paimon decidió volver a aparecer de la nada, estirándose y bostezando, como si hubiera tomado una siesta.

—¿Ya es hora de la cena? —preguntó Paimon y ante la mención de comida fue que el estómago de Percy gruñó.

Aether recordó que cuando se conocieron no tenía ni una Mora, habían pasado el día corriendo a todos lados, era obvio que iba a tener hambre y se regañó mentalmente por no haber considerado eso antes.

—Vamos a El Buen Cazador —dijo el rubio entonces, señalando un local de comida unos metros más adelante—, y después iremos a descansar.

—¡Sí, Paimon tiene ganas de una tostada del pescador! —dijo ella mientras comenzaba a andar hacia allá.

Al llegar, Percy se dió cuenta de que había una olla al lado del local.

—¿Nosotros podemos usar eso? —preguntó entonces ella, señalando la olla.

Aether asintió.

—¿Quieres cocinar algo por tu cuenta?

La azabache asintió y cuando le dijo su idea a Aether el sonrió y pidió los ingredientes por ella.

Paimon flotaba a su alrededor mientras ella cocinaba, olfateando y casi babeando.

Una vez que terminó, sirvió la comida y la llevó donde Aether estaba esperando.

—Mi mamá solía hacer postres cuando me sentía mal —le explicó al rubio, sin saber porque le contaba eso mientras le servía el plato de panqueques, uno para cada uno—. No me quedan tan bien como ella, pero espero los disfruten.

Paimon y Aether se metieron un bocado en la boca, y se derritieron en su lugar. Estaban esponjosos, dulces y tenían la temperatura perfecta.

Percy también comió, y suspiró, recordando la comida de su madre.
Pensaba que cuando la guerra terminara por fin podría volver a casa y verla, pero ahora estaba incluso más lejos de ella que antes.


Los días pasaron y ella no había visto ni rastro de las personas que la habían interrogado cuando había llegado.
Pero eso no quería decir que ninguno de ellos tuviera por lo menos un ojo en ella.

Literalmente, un ojo.

Al tercer día de haber llegado ahí, Aether y ella ya se separaban para completar sus encargos y acordaban encontrarse frente a la recepción del Gremio, creían que así sería más rápido y entonces tendrían más tiempo de hablar y explorar después, para que Percy se acostumbrara a todo aquello.

¿Kaeya tenía trabajo? Probablemente. ¿Lo había dejado de lado para seguir a la de ojos verdes? Muy seguramente.

El primer encargo de Percy tenía marcado "urgente" en la parte de arriba, por lo que fue al primero que decidió que haría.

Después de un poco de esfuerzo, pudo descubrir que tenía que ir a El Buen Cazador.

Kaeya miraba todo desde lejos, vió a Sara darle un paquete con comida a Percy y decirle que era para alguien en la Aldea Aguaclara, y que si llegaba rápido, tal vez podrían darle una buena propina.

Siguió a la chica de ojos verdes afuera de Mondsadt, pero para su sorpresa, no se dirigió al puente de piedra, dobló a la derecha y bajó hasta que sus pies casi tocaban el agua.

Él frunció el ceño, y lo hizo a un más al ver que Percy seguía caminando.

No pensará ir nadando, ¿o si?, se preguntaba Kaeya.

Percy no nadó, Percy caminó sobre el agua como si se tratara de tierra firme, y después comenzó a correr. Hasta que llegó a Aguaclara.

Kaeya se quedó en su lugar, procesando lo que acababa de pasar.

—Que chica tan interesante, ¿verdad? —dijo una voz infantil detrás de él.

Kaeya recompuso su gesto, volteó a ver a Venti con una sonrisa y expresión relajada.

—Parece que no soy el único al que logró atrapar su atención —le dijo Kaeya al bardo.

Venti hizo un gesto con su mano, desestimando lo que acababa de decir el capitán de caballería.

—Es tuya si la quieres románticamente, yo solo la observo por curiosidad e inspiración —dijo el más bajo, con una sonrisa inocente. Sacó una lira de quien sabe donde y comenzó a pasar sus finos dedos por las cuerdas, tomó aire pero antes de que pudiera comenzar a cantar, alguien lo interrumpió.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Percy, parada detrás de Kaeya.

Ambos chicos se sobresaltaron, no habían escuchado sus pasos.

—Salí a investigar algo y me encontré con Venti por el camino —respondió Kaeya, sin sudar ni un poco.

Percy los miró con los ojos entrecerrados por un buen rato, para después desestimar el asunto y encogerse de hombros.

La chica estaba por continuar su camino, cuando pareció recordar algo.
Volteó a ver a Kaeya, con sus ojos brillando de emoción.

—¡Kaeya! He estado aprendiendo sobre todo esto de la Visión y las reacciones elementales, Aether dijo que si tú y yo trabajamos juntos, podríamos congelar un enemigo, ¿podríamos intentarlo algún día?

La chica se había inclinado hacia él por cada palabra que decía, acortando el espacio entre ellos un poco demasiado.
Pero a Percy poco le importaba el espacio personal, para ella no era un gesto mal intencionado.

Aún así, Kaeya encontró un nuevo interés hacia la chica al tenerla tan cerca.

¿Sus ojos siempre se habían visto así de hermosos?, se preguntó él. Y pensó que no, era una emoción nueva la que veía en ella, y le gustaba.

—Claro, intentaré hacer un espacio en mi agenda y puedo ayudarte —le dijo él, recuperando la compostura y sonriendo como siempre, pero para los ojos de un Arconte con bastantes años de vida, la reacción del peliazul no había pasado desapercibida.

Percy sonrió de vuelta y se despidió de ellos para después seguir caminando, lejos de ellos.

—Ah, el amor —dijo Venti, tocando algunos acordes de manera experta—. Un bardo rara vez tiene la oportunidad de poder ver nacer ese sentimiento, supongo que ya he reunido inspiración suficiente —Venti guardó su lira—. En especial si te adelantas al final y ves que es un amor no correspondido, diría que incluso tienes más posibilidades con Aether que con ella.

Kaeya lo miró entre confundido y enfadado.

—Son demasiadas conclusiones erradas de un bardo que no sabe distinguir el interés romántico del interés laboral —contestó el más alto—. Además, Kaeya Alberich no sabe lo que es un amor no correspondido.

Venti soltó una risita cantarina.

—Me gusta tu seguridad, Kaeya, pero Percy es la única mujer de la que deberías mantenerte alejado, la escuchaste, ella quiere encontrar a su amiga y regresar a casa, no me parece que enamorarse de alguien de este mundo esté en sus planes.

Dicho eso, Venti se alejó entre tarareos.


Aether y Percy se encontraron en la Recepción del Gremio una vez que ambos terminaron sus encargos del día.

—¿Cómo te fue? —le preguntó el rubio, mientras caminaban hacia El Buen Cazador para comprarse algo para la cena.

—¡Bien! La gente ya comienza a conocerme, por lo que ya dejaron de mirarme raro, y ya aprendí a moverme de un lado a otro.

—¡Paimon está feliz de escuchar eso! —se unió a la conversación—. Partiremos a Liyue en dos días, ¿te sientes lista?

Percy asintió y Aether notó que la chica se veía más feliz que cuando había llegado, probablemente se estaba acostumbrando al lugar, al igual que él lo había hecho en su momento, pero aún así, ambos sabían que no serían completamente felices hasta ser reunidos con las personas que buscaban.

Se acercaron a Sara para hacer su pedido, pero antes de que cualquiera pudiera hablar, una voz masculina los interrumpió.

—Percy, por fin te encuentro —decía Kaeya, mientras se acercaba a ellos—. ¿Recuerdas eso que me pediste más temprano cuando nos encontramos?

Percy volteó a ver al de cabello azul y asintió.

—Pues acabo de encontrar el enemigo perfecto, ¿por qué no me acompañas? —le dijo Kaeya, ofreciendole una mano a Percy y también una sonrisa encantadora.

—Oye, ¿no sientes que estamos siendo ignorados? —le preguntó Paimon a Aether, y el rubio asintió, mirando la interacción con los ojos entrecerrados.

—¿Ahora mismo? Estabamos a punto de cenar... —dijo Percy, haciendo un puchero, la comida local en realidad era deliciosa y había trabajado todo el día, era lógico que quisiera llenarse el estómago.

Kaeya rió un poco.

—Cuando volvamos, yo mismo te invitaré la cena —le dijo él y con eso logró convencerla al instante.

—¿Ustedes vienen, chicos? —preguntó Percy, volteando a ver a Aether y a Paimon, dandole entonces la espalda a Kaeya, por lo que no pudo ver como cambiaba su expresión. Seguía sonriendo, pero de una manera más tenebrosa.

—Paimon pasa esta vez —dijo ella, apartando su vista de Kaeya.

—Sí, yo también... —dijo Aether, pasando una mano por su nuca—. Estoy bastante cansado, mejor me quedo.

Percy lo entendió, por lo que se despidió de ellos y partió con Kaeya.

—¿Deberiamos de estar felices porque Kaeya por fin nos dejará en paz con sus juegos mentales o deberíamos de temer por Percy? —preguntó Paimon.

Aether suspiró.

—No creo que quiera simplemente jugar con Percy como lo hizo con nosotros —dijo el rubio, pero cuando Paimon lo miró curiosa, no dijo nada más.


Durante su viaje nocturno, Kaeya se portó como un caballero, como siempre. Pero Percy no lo notaba, era muy... ¿cuál era la palabra que buscaba? Despistada.

O tal vez Venti tenía razón, y lo ignoraba a próposito.

Desechó esa última idea cuando Percy se colgó de su brazo al ver un Cristalóptero Anemo.

—¿Qué Hades eso eso? —preguntó la de ojos verdes—. ¿Es venenoso?

Kaeya rió levemente y dejó que Percy lo usara de escudo.

—Son inofensivos —dijo él, atrapando uno al vuelo con gran agilidad—. Son Cristalópteros Anemo, supongo que no había logrado verlos antes.

Percy por fin se separó de él y miró al ¿insecto? en su mano, con curiosidad y fascinación.

Kaeya tomó una de sus manos e hizo que la extendiera con la palma hacia arriba, acto seguido, le puso el Cristalóptero en la mano.

La mirada verde de la chica se quedó pegada al animal en su mano, lo tomó con delicadeza como había visto que Kaeya lo hacía. Era de noche, estaba oscuro, aún así, la luz que emitía el Cristalóptero era suficiente para iluminar los ojos de Percy y su expresión completa también.

Fue ahí que él entendió, Percy no lo ignoraba, tal vez solo era inocente en ese sentido.

—Percy, ¿te has enamorado antes? —le preguntó Kaeya, sin poder contener su lengua.

La chica apartó la mirada del animal y lo dejó libre para entonces voltear a ver a Kaeya.

—Creo que la palabra "amor" es demasiado grande —le respondió ella—. Tuve ciertos interéses románticos, pero ninguno terminó de la mejor manera.

Y no dijo nada más, y algo en su expresión le dijo a Kaeya que no preguntara nada más.

—Continuemos con nuestra misión —dijo él en cambio, y le hizo señas a Percy para que lo siguiera.

Caminaron en silencio el resto del camino, y llegados a cierto punto, Kaeya únicamente volteó a verla para decirle que fuera más sigilosa.

Percy miró hacia adelante con atención, suponiendo que si tenían que ser más cuidadosos era por que se estaban acercando a su objetivo.
Y vió enemigos, los Hilichurls contra los que ya se había acostumbrado a pelear y un figura nueva que no pudo reconocer.
Supuso que podría decir que también tenía forma humanoide, dos pies, dos manos y una cabeza, pero de una forma más rara.
Su vestimenta era de colores rojos, y como con los Hilichurls no entendía el idioma que hablaba.

Kaeya puso una mano en su brazo y le hizo señas para que avanzara.

—Yo me haré cargó de los Hilichurls, tú puedes deshacerte del escudo del Mago del Abimos mientras tanto —le susurró él, mientras comenzaba a avanzar.

¿Escudo? ¿Mago del Abismo?

Recordó que habían hablado de la "Orden del Abismo" cuando había llegado, como una plática introductoria a lo que estaba pasando en ese mundo.

Ella entendió a lo que se refería con escudo una vez que entraron en combate.

El Mago del Abismo, como ahora lo conocía, había formado un escudo elemental a su alrededor, cosa que le permitía atacarla sin problemas, o algo así.

Percy esquivaba su ataques de fuego y atacaba con su mandoble de agua al escudo.
Kaeya no tardó en unirse a ella, y cuando lo hizo y atacó con su habilidad elemental, la de ojos verdes abrió los ojos con sorpresa. El Mago del Abismo de verdad había terminano congelándose, por lo menos por unos segundos.
En cuanto estuvo libre de nuevo, invocó lo que parecían ser tres cabezas, rodeando a Percy desde 3 frentes. La azabache apenas tuvo tiempo de saltar hacia atrás antes de que el fuego que aquellas cabezas escupían la alcanzaran.

Como sea, ese ataque no la siguió, por lo que tuvo la oportunidad de acercarse al Mago del Abismo desde otro de sus costados y terminar de romper su escudo con un último tajo de agua.


Habían logrado vencer, una vez que el Mago del Abismo perdió su escudo, las cosas fueron bastante sencillas.

Kaeya se acercó a ella, y la miró con preocupación.

—Tus mejillas están rojas, ¿su fuego te alcanzó? —preguntó él, llevando sus manos a su rostro, acunandolo.

—Lo esquivé apenas, no te preocupes, es como una quemadura por el sol —le dijo Percy, pero una vez que sintió lo frías que estaban las manos de Kaeya, no quiso apartarse, probablemente estaba usando su visión para ayudarle con el ardor.

—La forma que toma tu espada, ese mandoble... ¿de dónde sacaste el diseño? —le preguntó Kaeya por fin, pues no había podido hacerlo durante la batalla. Si no se equivocaba, ese mandoble...

—Del mandoble de Diluc —contestó ella con total sinceridad—, fue él quien me enseñó a usar mi Visión, y como no pude pensar en una técnica por mi misma, copié la de él un poco, cuando su mandoble se rodea de llamas, ¿sabes?

Así que Diluc ya tuvo una plática con ella a solas, pensó Kaeya, asintiendo.

—Eso está bien pero, ¿has pensado en tu habilidad definitiva? Aquella que hace más daño y necesita más energía, ¿viste la mía? ¿no te gustaría copiarla?

Percy recordó en la segunda técnica que vió a Kaeya usar, invocaba tres carámbanos que giraban a su alrededor y aplicaban daño cryo a los enemigos que entraban en contacto con él. Ella se imaginó con tres gotas de agua gigantes girando alrededor de ella e hizo una mueca.

—No, no es mi estilo, pero ya pensaré en algo —le contestó ella, separándose de su tacto.

Kaeya sonrió para sus adentros, por alguna razón se sentía más atraído hacia ella cada que Percy lo ignoraba o rechazaba.

—Vamos de regreso a Mondstadt, te prometí una cena, ¿no?

El trayecto de regreso no fue silencioso, Kaeya se hizo cargo de eso al hacer tantas preguntas como vineran a su cabeza, pensando en cosas que Percy no se molestaría en responder y que le sirvieran a conocerla mejor.

Para cuando llegaron a Mondstadt, ya sabía hasta su cumpleaños y el nombre de su perra.

Y la cena transcurrió con normalidad, siguieron charlando, con la alegre risa de Percy apareciendo de vez en cuando al contarle anécdotas del mundo en el que ella vivía.

Kaeya supo al ver el brillo en sus ojos al hablar de su mundo, que Venti tenía razón. Lo que más añoraba la de ojos verdes era regresar, y era obvio que nada la ataba a ese mundo más que su amiga desaparecida.

Por ahora, pensó el de ojos azules, con un brillo inusual en su único ojo descubierto.