Dos semanas más tarde, Arya miró al elfo que se sentaba al otro lado de la fogata, riendo con los guardianes de la frontera de Du Weldenvarden. Nunca había visto a los guardianes tan relajados. Veran era alguien extraordinario.
-¿Cómo es el este?
Esa pregunta trajo una mirada perdida antes de una sonrisa.
-Hermoso. Nos establecimos en un valle con colinas ondulantes cubiertas de hierba que ondeaba con la brisa. Justo detrás de la cabaña empecé a hacer crecer un bosque de cedros, me encanta el olor de su madera. Por las tardes nos sentábamos junto al arrollo. A veces íbamos a una ciudad cercana, un puesto de mercaderes. Había todo tipo de olores, sabores y sonidos, muchos más de los que se podía imaginar.
-Suena fantástico.
-Lo era-su mirada azul volvió a perderse en el fuego-. Era pacífico.
-¿Qué hacías?
-Estudiar y enseñar. Fui profesor en varias escuelas de magia durante varias épocas. En el este me conocen por mis estudios de las runas y varios libros sobre magia elemental e invocaciones.
-¿Magia elemental e invocaciones?
Veran frunció los labios y dibujó unos extraños símbolos en la arena a sus pies. Los elfos se inclinaron para mirar.
-Los elementos se dividen en cuatro: agua, tierra, fuego y aire. Cada uno de ellos tiene su propio espíritu guardián, llamados los Cuatro Reyes Elementales, cada uno con su corte: ondinas, terranos, salamandras y silfos. A través de los cortesanos podemos invocar espíritus elementales-chasqueó los dedos y una pequeña figura femenina apareció en el fuego, dio un par de pasos fuera del círculo de piedras y desapareció al extender las manos hacia Veran-. Eso es una invocación de fuego de primer nivel, son simples y requieren que el elemento esté presente. En lo más alto de la escala están las invocaciones de noveno nivel, las que requieren un sacrificio de sangre. El mundo de la invocación es muy complejo.
-Nunca había oído hablar de esto...
-Creo que en Alagaësia nunca se aprendió. El Idioma Antiguo es muy versátil, aunque limitado.
-¿Limitado?
-Sí, hay muchas cosas que no tienen palabras para describirlos. Con una simple runa puedo hacer mucho más que con unas pocas palabras del Idioma Antiguo.
Empezó una discusión con los elfos sobre el tema. Arya nunca le había visto tan apasionado por algo. O hablado tanto de forma seguida.
La noche ya había avanzado mucho cuando decidieron dejarlo para el día siguiente.
– O –
Evandar, rey de Ellesméra, miró al elfo junto a su hija. Arya le presentó como Jinete. Él hizo que llamaran a Oromis enseguida, quizás él supiera algo del misterioso elfo.
Veran conocía los modales élficos, de hecho saludó primero al rey. También se movía bien entre las preguntas del consejo, casi como si hubiera nacido para la política. Era amable pero sin revelar más de lo necesario.
Ni siquiera se sobresaltó cuando la enorme mole de Glaerd apareció en el cielo. Simplemente alzó la mirada y admiró cómo las escamas doradas producían mil destellos con el reflejo del sol. Oromis se detuvo al verle, claramente sorprendido. Y para sorpresa de todos los elfos, fue el primero en saludar al otro Jinete, a quien llamó elda, el título honorífico de gran alabanza. Y Veran correspondió con el título que le correspondía a un joven prometedor, finiarel. ¿Quién era realmente Veran?
-Veran-elda...
-Oromis-finiarel, Glaerd-se acercó al enorme dragón dorado y pasó su mano por el borde de la mandíbula-. La última vez que os vi, tú apenas llegabas a mi cintura, Glaerd. Has crecido bien. Y tú, Oromis, deberíamos revisarte, creo que puedo encontrar una cura a tu dolor.
Un destello de alivio cruzó los ojos de Oromis, quien volvió a inclinarse. Glaerd bajó la cabeza para mirarle de cerca. Veran rió a cualquier cosa que le dijera.
Era una visión extraña. Oromis, uno de los Ancianos de los Jinetes, alabando a un desconocido. La princesa Islanzadí, compañera del rey, fue quien hizo la pregunta.
-¿Oromis?
-Veran-elda era profesor sobre cuidado de los dragones cuando me uní a la Orden. Se fue a explorar el este por...
Veran sonrió divertido.
-Problemas con los Ancianos, puedes decirlo, Oromis, no me avergüenzo de ello. Pero eso viene desde mucho más atrás. Anurin ya tenía problemas conmigo.
Anurin, el segundo líder de los Jinetes, quien incluyó a los humanos en la Orden y los trasladó a Vroengard. Hacía ya muchos siglos de su muerte. ¿De verdad le había conocido?
-Hablando de los Ancianos., ¿dónde está...?
Oromis se detuvo repentinamente y frunció el ceño. La expresión de Veran pasó a la tristeza. Glaerd rugió al cielo.
-Du Namar Arboda. Se volvió loco y se dejó morir.
Oromis apretó los labios y se apoyó en su dragón. No se imaginaba el dolor de ver a Glaerd perder todo raciocinio.
-No pensamos que...
-Dejemos el pasado atrás, Glaerd-volvió a acariciar su mandíbula escamada-. Hay asuntos más grandes.
-Creo que podemos tomarnos un descanso, esta noche habrá una cena para celebrar el regreso de mi hija a Ellesméra-Veran ni siquiera se había sorprendido al saber que Arya era hija del rey-. Mañana volveremos a reunirnos con una mente más clara.
Todos acordaron que la decisión de Evandar era sabia. Oromis subió de nuevo a la silla de Glaerd e invitó a Veran a acompañarle, informando al rey que el otro Jinete se quedaría con ellos en su cabaña de los Riscos de Tel'naeír. Veran trepó con una facilidad envidiable por muchos y se acomodó en la parte trasera de la silla. Su expresión era neutra, aunque sonrió ligeramente cuando Oromis se giró para mirarle sobre el hombro. Glaerd despegó con sus poderosas alas, apenas notando la falta de la pata delantera.
