¿Quién anda ahí? Escucho ruidos, es algo metálico que se rompe quebrando el silencio de la sala, no puedo moverme por más que lo intento, abro los ojos y el humo del fuego que envuelve la habitación me ciega paulatinamente. ¿Habitación? ¿Fuego? ¿Dónde estoy?

Un tintineo metálico en la distancia, abro de nuevo mis ojos y entre toda esa mancha espesa de sombras puedo identificarlo... es... es Yagami.

Sus cabellos rojos como la sangre son inconfundibles, sus facciones contraídas por la furia. ¿Qué está haciendo? No alcanzo a ver que sostiene en sus manos... hago el intento por estirar mi cuello y alzar mi cabeza para poder ver y entonces es cuando noto que el pelirrojo sostiene en sus manos, es un cadáver. ¡Un cadáver de mí mismo!

La sangre de mi cadáver resbala por sus dedos lentamente y chorrea en el piso, las manos aparecen desmadejadas a los costados de ese, inerte, frío... ¿Lo mató Yagami? ¿Me mató Yagami?

El pelirrojo se ha girado y ahora me mira, su expresión es extraña, nunca antes le había visto así... parece... ¿feliz de verme? No, eso es absurdo, sin embargo, su leve sonrisa me dice muchas cosas en silencio mientras se acerca hacia mí. Trató de hablar, de decirle algo, pero las palabras no se articulan en mi garganta, tengo miedo, estoy totalmente paralizado, no entiendo que sucede, yo estoy aquí y sin embargo el sostiene un cadáver de mí mismo en sus manos, estoy vivo... o al menos eso creo... pero ¿Quién es esa persona que sostiene en sus manos?

Si el pelirrojo lo desea, puede colocar fin a todo esto y matarme ahora mismo, estoy totalmente indefenso. Yagami suelta el cadáver con una expresión de asco y continúa avanzando hacia mí.

Se detiene a pocos centímetros de mi cuerpo y veo sus labios moverse al articular las palabras:

"Idiota siempre tengo que salvarte el trasero" No comprendo nada de lo que dice. ¿A qué se refiere? ¿Salvarme? ¿A dicho salvarme? Lo miro detenidamente, no había reparado en que sus ropas están sucias y quemadas, tiene la misma ropa de siempre, la chaqueta negra con la Luna menguante detrás, la larga camisa blanca y los pantalones rojos...

Tal y como siempre lo eh recordado. Como siempre.

Su cabello cae salvajemente sobre su rostro, despeinado y sucio. Su rostro tiene rastros de hollín en las pálidas mejillas y algo de sangre seca en el cuello y puños de la camisa.

De repente siento unos brazos ceñirse a mi espalda y cintura y luego me encuentro de pie, pero no puedo mantener mi equilibrio, ¡No puedo caminar! Si Iori va a pelear conmigo puede matarme fácilmente, en este estado soy más que una presa fácil para él.

Yagami me alza en sus brazos y me saca de ese lugar en llamas...

Veo infinidad de cadáveres ensangrentados en los pasillos, cadáveres que sin duda él mató. Cadáveres míos.

Todos míos...

Kyo se despertó abruptamente de su sueño y se levantó agitado de la cama, jadeaba como si hubiese corrido una maratón de 10 Kilómetros sin descanso. Con los ojos abiertos de par en par divisó que se encontraba en una habitación, pero no había llamas o cadáveres.

Suspiro intentando que su respiración regresara a la normalidad y tratando de olvidar aquella pesadilla recurrente, sin embargo, las imágenes del cadáver con su rostro ensangrentado y la compungida expresión de dolor en las manos del pelirrojo, regresaban a su mente hiriéndole como puñales a la carne fresca.

Sintió algo moverse a su lado, giró su rostro y vio la cara de Shingo asomarse por entre las sabanas. El joven alumno abrió los ojos y con expresión adormecida exclamó:

- Buenos días Kusanagi-san! – Kyo no le respondió se quedó mirándolo sorprendido. "De verdad durmió conmigo" pensó algo desconfiado - ¿Cómo te sientes? –

- B...bien – se vio obligado a responder, finalmente Shingo se incorporó y notó algo extraño en su maestro, llevo su mano a la frente humedecida de Kyo.

- Tiene fiebre Kusanagi-san – Exclamó el discípulo con el ceño fruncido, como si culpase a Kyo por tener fiebre.

- Nada grave - Se apresuró a decir Kyo con una media sonrisa y finalmente logrando calmar su agitada respiración. Shingo frunció más el ceño y acercó su rostro al de Kyo, demasiado cerca, tanto que Kyo se sintió incómodo.

- ¿Qué pasa Shingo? Solo tuve un poco de fiebre anoche – Se quejó Kyo y agregó – No es nada grave, vamos cambia esa cara... –

- ¿Un poco de fiebre kusanagi-san? – Reprochó el joven alumno – ¿Porqué no me lo dijo? Sabe que podría empeorar si no me dice nada –

- ¡Vamos no exageres! – Se quejó Kyo, pero Shingo podía notar su respiración agitada, además le había escuchado revolverse en la cama durante la noche, al parecer había tenido un mal sueño.

- ¿Y que soñó? – Preguntó tímidamente. Kyo lo miró de reojo e intentó sonreír.

- Sólo estupideces sin sentido... – Respondió algo avergonzado y como Shingo seguía mirándole expectante, decidió contarle – Soñé que Iori me rescataba... –

- ¿Yagami-san? ¿Lo rescataba? – indagó curioso el alumno.

- Si... y sostenía un cadáver... de mismo en sus manos – Shingo pareció estremecerse.

- Que extraño – comentó Shingo sobándose el mentón con la mano.

- Te dije que sólo fue un estúpido sueño... un estúpido sueño que desgraciadamente tengo muy a menudo –

- Dicen que... cuando uno sueña algo muchas veces es como una predicción del futuro... – la voz de Shingo sonó misteriosa. Kyo se estremeció al imaginar que algo así se volvería realidad. Pero no era lógico que estuviese vivo y a la vez contemplando su propio cadáver.

- Kusanagi-san... – Comenzó a decir Shingo.

- ¿Si? – Preguntó con voz suave, los dos estaban sentados en la cama que afortunadamente era bastante amplia, Kyo sin camisa, con el vendaje cubriendo su pecho, Shingo con el pijama azul de bolitas con sus manos sosteniendo la cobija con fuerza sobre sus piernas. Un minuto más de silencio antes de que volviera a hablar.

- ¿Volverá a pelear con él? – Kyo guardó silencio y se quedó inmóvil - ¿Seguirá con esa absurda tradición cuando todo lo referente a Orochi ha sido aclarado? –

- Yagami Iori – Se encontró diciendo en voz baja – Me matará si yo no lo hago – Bajó un poco el rostro, nunca antes había hablado de lo que sentía o pensaba acerca de Yagami, esos eran pensamientos íntimos sólo suyos – No importa lo que pase, el siempre estará ahí para atormentarme... él siempre querrá pelear... él me odia - Terminó de decir cerrando los ojos con fuerza.

De todas las cosas que le pudieran haber pasado en su vida, ser derrotado por un desconocido de esa manera era más de lo que creyó que podría soportar. Ciertamente el pelirrojo se sentía terriblemente, caminaba arrastrando sus pies hacia su departamento como un preso hacía la silla eléctrica. No solo su cuerpo había sido maltratado, sino que también su orgullo había quedado rebajado a lo más ínfimo.

"El más poderoso descendiente del clan Yagami" se repetía en la mente constantemente, que irónico era todo eso. Saber que ostentaba el título del más poderoso entre muchos pero que sin embargo no podía demostrarlo ante la persona que valía la pena: Kusanagi Kyo.

Iba a darse una ducha cuando se percató de un sobre blanco de carta tirado en el piso, se agachó para tomarlo entre sus manos.

- Otra invitación al KOF – Maldijo en voz baja, al parecer le habían enviado una también por correo. La tiró sobre la mesa del comedor y se despojó de sus ropas hasta dejar sólo sus boxers negros, el torneo de KOF no le daba buena espina. Siempre resultaba un desastre cada que organizaban uno, recordó uno a uno todos los torneos.

Rugal en el año 95, luego Goetniz en la 96, luego Orochi en el 97 y luego NESTS... siempre algo se interponía y ahora ese nuevo torneo.

¿Entraría al KOF de este año? Aún no lo sabía, pero por lo que leyó en la carta el torneo se realizaría dentro de 3 meses. Sería tiempo suficiente para entrenar y ponerse en forma de nuevo, también era tiempo para que Kyo se recuperara y estuviera perfecto para poder enfrentarlo.

Si Kyo entraba al torneo sería más que suficiente el incentivo para que el pelirrojo también lo hiciese.

Pasaron talvez 4 semanas desde que Kyo había salido de la clínica, se sentía mucho mejor, ya no le dolía tanto el cuerpo y podía caminar sin cojear. Durante ese tiempo, no había salido de la casa de Shingo, él y su alumno habían acordado no decir nada a nadie ni exponerse saliendo a las calles hasta estar en condiciones estables de salud.

Se aburría sobre manera, Shingo salía temprano en las mañanas y no regresaba hasta el mediodía, almorzaba y se iba de nuevo en la tarde, había días en los que no tenía clase en las mañanas y podían quedarse durmiendo hasta la hora que quisieran, Shingo siempre le reprochaba diciéndole "vamos Kusanagi-san, no tiene por qué despertarse conmigo tan temprano, continué durmiendo" sin embargo Kyo se despertaba con él a las 7 y le ayudaba con el desayuno para que no le cogiese la tarde.

Era un detalle muy bonito de su maestro pensaba Shingo mientras lo miraba de reojo, en esos últimos días había conocido a un Kyo totalmente diferente al que creía conocer hacía mucho tiempo. El Kyo de ahora era dulce y servicial, ningún rastro de arrogancia adornaba sus ojos marrones como antaño.

- ¿Qué tanto me miras? – Le había preguntado Kyo de repente, Shingo se había sobresaltado sin saber que decir, el color subiéndosele a la cara. No se había percatado de que hacía rato lo observaba.

- N...nada- Se apresuró a decir girando la cabeza de lado a lado frenéticamente, esperó algún comentario de burla o algo por el estilo, sin embargo, lo que recibió del otro joven sólo fue una pequeña sonrisa. Kyo había cambiado muchísimo ¿O quizás este era el verdadero Kyo? Se preguntó Shingo, quizás en el pasado solo había conocido al Kyo arrogante de los torneos, porque su relación era menos cercana y ahora descubría que el gran Kyo Kusanagi podía preparar Pancakes con huevos revueltos y qué disfrutaba de un café negro por las mañanas.

Era extraño ver a Kyo haciendo cosas de la vida cotidiana, Shingo no entendía por qué, pero disfrutaba sobremanera esa nueva faceta de él.

Era jueves y no tenía que ir a estudiar en la mañana. La cama se sentía tan reconfortarle que no se preocupó en levantarse rápido, debían ser las 10 de la mañana por lo menos, pues el sol golpeaba las ventanas desde hacía rato, a su lado yacía Kyo, boca arriba, parecía muy concentrado en el techo. Sus manos atrás de su nuca, su perfecto perfil iluminado pálidamente por el sol matutino.

- ¿Qué sabes de Yuki? – Preguntó secamente, como si temiese escuchar la respuesta. Shingo se giró hacía el otro lado y se envolvió más en la cobija, no quería hablar de eso. Sabía que a Kyo le iba a doler la verdad y él no quería ver sufrir a su maestro.

- ¿Que Paso? – insistió de nuevo – ¿Porqué siempre evitas el tema? – Kyo se volvió hacía Shingo que aún le daba la espalda.

- No le gustará saberlo Kusanagi-san – Respondió.

- Quiero saber la verdad – Replicó deteniéndose – Por favor – Shingo se estremeció.

- Yuki está saliendo con otro hombre – Dijo sin titubear – Comenzó a salir con él a los pocos meses de usted haber desaparecido – Guardó silencio, esperando algún movimiento de su maestro sin embargo no percibió nada. Continuo – Es un chico... del instituto... es Takehito... ¿Lo recuerda? –

- Si – dijo por fin Kyo retirando su mano de la espalda – Bueno... era de esperarse... – Kyo parecía no poder hablar libremente – No... esperaba que... me esperara... todo este tiempo... –guardó silencio, un silencio que se tornó incómodo - Desde un principio lo sospeché Takehito... siempre estuvo... interesado en ella – Shingo miraba con atención a su maestro, su rostro tenía una expresión de melancolía irrefutable, pareciese que le costara hablar de ese tema y Shingo sintió como si su maestro le estuviese confesando algo muy profundo de su corazón. De alguna manera se sintió orgulloso de saber que Kyo Kusanagi, le tenía confianza, no sólo como la relación impersonal de Maestro/Alumno de la que siempre había sido participe, sino que también de algo mucho más sincero... una amistad.

- Nunca fui un buen novio de todas formas – Intentó bromear – Supongo que debe haber visto algo mejor en él... – Finalizó.

- No – Negó el joven alumno con la cabeza lentamente mientras se sentaba en el borde de la cama – Takehito no es mejor que usted... es sólo que Yuki... lo prefirió... pero es sólo lo que piensa ella... Kusanagi-san... para mí... usted... -

– No intentes consolarme... – Lo interrumpió Kyo sintiéndose incómodo por su tono de voz y Shingo guardó silencio, pero esta vez no fue por acatar la orden de su maestro, esta vez fue porque simplemente las palabras no querían fluir en su garganta.

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