Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada.


Después de la ducha Milo se miró en el espejo que estaba arriba del lavabo. Habían pasado dos días desde que se levantó en medio de ese sucio callejón sin saber dónde estaba, un día desde que toda su vida había cambiado para siempre; ella misma había cambiado, aunque no lo pareciera según el reflejo en el espejo, pero lo sabía.

Se miró a los ojos tratando de encontrar algo del destello azul del chico con el que compartía nombre, pasado y parecía que hasta la esencia más profunda de su ser. Ahí estaba, el destello azul que no podía asegurar que estuviera ahí realmente, pero que veía, tal vez si se esforzaba más encontraría que las raíces de su cabello, al menos por unos milímetros, eran rubias, de ese tono rubio dorado del chico que dormía en el sofá.

El día anterior había estado encerrada en la habitación del rubio que ella prácticamente había proclamado como suya, ni siquiera había salido para comer. Aunque no había entendido mucho, la noche del día en que había llegado el falso Aioria había hablado de temas que ella entendía eran cosas de ciencia ficción, todo alejado de la realidad; pero al parecer el pelirrojo le había dado la razón y ambos habían acordado llevar información sobre lo que creían sucedía dos días después, por razones que no le explicaron a ella.

Mientras tanto ambos Milo se vieron en la necesidad de quedarse juntos en el departamento del chico, en un silencio por demás extraño, al menos hasta que él le sugirió que se quedara en la habitación y él se quedaría en el sofá; después de eso él sólo se acostó y le dio la espalda, una señal por demás clara de que ninguno hablaría esa noche.

El día siguiente a eso tanto el encierro de ella como el rubio evitando su habitación todo el día continúo con la imposibilidad del intercambio de al menos un par de palabras.

Salió del baño vistiendo su ropa normal, pensando en lo necesario que era conseguir algo de ropa femenina. Su contraparte masculina seguía en el sofá, la mano derecha colgaba y la izquierda le cubría parte del rostro, pero ella sabía que estaba dormido. Uno poco más tranquila, Milo se paseó por el departamento y confirmó que esencialmente era el suyo, pero los detalles lo hacían diferente, como la colección de fotografías en toda la pared exterior de la habitación, justo a un lado de la puerta.

Miró rápido al rubio para asegurarse de que aún dormía y se acercó a ellas. Eran de él con sus amigos, algunas con sus padres, de eventos importantes como alguna graduación escolar o cuando recibió su título universitario. Ella conocía todas y cada una de esas fotos porque también las tenía, pero era bastante llamativo ver la versión masculina de esas fotos, y al pelirrojo que había conocido la noche anterior en ellas en lugar de su novio.

Estaba la fotografía con Aioria en su viaje a Milos, en la foto de ella el castaño tenía un brazo sobre sus hombros, mientras que en esta ambos chicos tenían cierta distancia; la fotografía de su graduación, donde su padre estaba en medio de sus chicas, como solía decirle a ella y su madre, sosteniendo con orgullo su título universitario mientras Calvera sonreía también orgullosa, en la versión frente a ella el rubio estaba en medio de sus progenitores, su padre de desordenaba el cabello mientras su madre le daba un beso en la mejilla.

Se detuvo frente a una foto donde ambos padres estaban sentados justo frente a su casa en Milos, Calvera cargaba un bebé envuelto en una manta blanca mientras Kardia tenía el rostro inclinado hacia la criatura. Esa fotografía era la única que era casi igual a la que ella tenía enmarcada y guardada adentro de su habitación; era igual excepto en un sólo detalle.

— ¿Son iguales?

La voz del chico la asustó, cuando ella volteó al sofá vio que él seguía acostado, su cabeza hacia el frente, sin dirigirle ni una mirada.

— ¿Qué? — preguntó en un susurró ella.

— Que si son iguales, mis padres y los tuyos.

Milo regresó su mirada al cuadro y sonrió con nostalgia, levantando el brazo y acariciando la imagen con la punta de los dedos.

— Lo son… bueno, papá es pelirrojo, no tiene tanto ese tono rubio rojizo.

— Eso explica por qué eres pelirroja, una pregunta respondida menos — Milo se sentó y la miró, sin ninguna expresión particular en el rostro, pero su tono de voz indicaba que estaba cansado, tal vez resignado — creí que cuando despertara ya no estarías aquí.

— Eso pensé yo, dos veces, tres si cuento todo el día de ayer — contestó ella, frunciendo el ceño ante la actitud de él.

— … ¿Eres real?

La pregunta la descolocó, pero de inmediato comprendió su sentir, el miedo y la duda con respecto a todo lo que estaba pasando. No contestó, sólo extendió la mano hacia él, esperando que la tocara. Él también extendió la mano, lento, indeciso. Estaban por tocarse cuando el ruido de la puerta los interrumpió.

Milo se levantó del sofá y caminó hacia la puerta, sin acercarse a ella. Del otro lado estaba Camus, quien se veía cansado pero con un brillo en su mirar que su amigo reconoció como la resolución a un problema, o al menos el planteamiento de una hipótesis.

— Aioria no pudo venir el trabajo, ya sabes, pero estará en la tarde con nosotros, nos verá antes de ir a la librería — saludó mientras entraba.

— ¿Librería? ¿Qué librería? — contestó el rubio cerrando la puerta.

— Buenos días Milo… — Camus ignoró la pregunta de su amigo mientras miraba a la chica — y por cierto, hola Milo, esto de los nombres es confuso.

— Ya no pareces sorprendido de verme — ella cruzó los brazos y vio al invitado caminar hacia la cocina, después de dejar la mochila en la mesa.

— Tuve toda una noche para pensarlo, no dormí nada, creo que Aioria tampoco, pero no podemos quedarnos estancados en shock, ¿cierto? Debemos averiguar qué sucede, si es que estas diciendo la verdad… — el comentario inconcluso y que él se volteara para encender la cafetera hicieron que la chica se molestara.

— ¿Qué estas insinuando? — preguntó acercándose a él y agarrando su hombro para voltearlo, tal vez era más alto, pero ella no se dejaría incomodar.

— No estoy insinuando nada, sólo rectifico la premisa de que estoy eligiendo creerte, versión femenina de Milo — Camus se agachó un poco, aceptando la confrontación.

La discusión se convirtió en un duelo de miradas, hasta que el ruido que estaba haciendo el otro chico en la habitación los distrajo. Milo revisaba las cosas que había traído Camus, ninguno de sus amigos había querido explicarle su teoría e incluso se habían ido juntos para compartirla, dejando a ambos Milo con preguntas.

— Aún no me has dicho que librería.

— Aioria conoce a un sujeto que conoce a otro y este segundo sujeto tiene una librería con todo tipo de libros. Su amigo nos llevará, pero en la tarde, ya sabes, también tiene trabajo; trataremos de concentrarnos en lo referente a la ciencia ficción.

— ¿Ciencia ficción? — preguntó la pelirroja acercándose a la mesa y viendo los comics que su contraparte había sacado.

— Aioria tiene una teoría, no estoy de acuerdo, pero tampoco en contra, y él cree que el conocido de su conocido puede ayudarnos, tal vez — Camus les dio la espalda y comenzó a servir el café en tres tazas — Milo, ¿dónde dejaste la crema para el café?

— En la segunda repisa, al lado del té — contestó la chica, lo que le ganó dos miradas sobre ellas, Camus levantó una ceja antes de preguntarle con la mirada a su amigo si eso era cierto, él sólo asintió y el francés se apresuró a tomar la crema.

La pelirroja sacudió la cabeza y caminó hacia el refrigerador, había visto huevos y jamón el día anterior, prepararía algo y resolvería lo que fuera que le estuviera sucediendo. Tal vez sí se había ido a tomar con su amigo el día anterior y estaba teniendo alguna clase de sueño largo o estaba tan intoxicada que terminó con alucinaciones en algún hospital psiquiátrico, eso lo explicaría todo.

—¿Por qué no nos cuentas lo que hiciste antier? — la voz de Milo la sacó de sus pensamientos — establezcamos una línea del tiempo.

Ella sacó un sartén del interior de la estufa, tratando de hacer memoria lo más que pudiera, mientras ambos chicos se sentaban en la mesa con sus cafés, Camus sosteniendo una libreta y pluma.

— Bueno… yo desperté en mi cama, me duché como todas las mañanas, y salí del departamento temprano para no tener que encontrarme con Hyoga — dijo mientras cocinaba — llegué a la escuela donde trabajo para presentar mi plan de estudios pero mi estúpido jefe lo rechazó así que me molesté… Shura decidió que comer con su compañera Eris era más importante que hacerlo conmigo y después me acusó de ser demasiado encimosa, ese imbécil… — los chicos se miraron entre ellos ante el desfile de palabras altisonantes con las que la chica se refería al que tenían entendido era su pareja.

— Es igual de mal hablada que tú — susurró Camus — esto despeja todas mis dudas.

— … y me fui con Aioria a tomar, sólo una cerveza le dije — ella terminó el desayuno y lo dejó sobre un trapo en la mesa, para después dirigirse a buscar los platos — y él me dijo que sí, creo que últimamente tiene un par de problemas con Marín, al parecer el hermano de ella aún no aprueba del todo que estén viviendo juntos sin la promesa de un próximo matrimonio, pero llevan juntos cuatro años, eso me parece una promesa bastante sólida, y… bueno, después de ahí ya no recuerdo nada, creo que bebí de más y amanecí en un callejón cualquiera de aquí, vine caminando hasta acá y creí que este era mi hogar, pero ahora que lo pienso eso explica por qué mi llave no funcionó.

— Tengo muchas preguntas — fue lo primero que dijo Milo después de que la chica se quedó en silencio y les servía su desayuno — ¿quién es Marín? ¿cuál es el problema para que huyeras de Hyoga? ¿por qué no aceptaron tu trabajo? ¿cómo terminaste en un callejón? Y lo más importante, ¿por qué sigues con ese tal Shura? Suena como un idiota.

— Ninguna de esas preguntas tiene que ver con el tema central, excepto el callejón, así que puedes no contestarlas — se apresuró a aclarar Camus, aunque sentía curiosidad por saber la respuesta a todas, particularmente al tema de Marín, que sospechaba era la otra pelirroja en la fotografía que se había quedado Aioria.

La chica le dio un sorbo a su café y sonrió con satisfacción, estaba preparado justo como le gustaba.

— Lo sospechaba — volvió a hablar Camus — Milo es la única persona que conozco que le gusta el café con crema y azúcar, al parecer sí eres igual a él.

— ¿Eso tiene que ver con la teoría de Aioria? — preguntó el otro chico.

— Sí.

— Bueno… Marín es la novia de Aioria — la chica fijó la vista a su desayuno — Hyoga es un idiota acosador, mi jefe dijo que mis objetivos eran demasiado optimistas, tal vez estaba muy ebria y así fue como llegué ahí y… no quiero hablar de Shura.

— ¿Marín es la pelirroja de la fotografía de anoche? — preguntó Camus.

— Sí.

— Aquí ese papel es de Lyfia, llevan juntos tres años — comentó Milo sacando su teléfono y buscando una fotografía grupal donde saliera la chica — es la de cabello azul — dijo dejando el teléfono en la mesa y empujándolo con su tenedor.

— Nunca la había visto en mi vida — dijo la chica después de ver la imágen; parecía una fiesta decembrina, Aioria usaba un gorro de Santa Claus mientras abrazaba a una peliazul por la cintura, en el centro de encontraba Milo, también con un gorro, junto con Camus, al fondo se podía apreciar varias personas pero ella no distinguió a nadie.

— Podríamos decir eso nosotros de Marín — Camus anotó varias cosas en su libreta — Aioria dice que tal vez pasó algo como en Flashpoint, no relacionado directamente con nosotros, tal vez Milo — dijo señalando a la pelirroja — es un resultado indirecto de eso.

— ¿Alguien la trajo de una realidad alternativa? — preguntó Milo, el chico.

— Sí, es un mal resultado de un experimento o algo así, los detalles aún no están claros.

— Disculpen… — la voz de la chica resonó en el comedor — no tengo ni la menor idea sobre lo que hablan.

— Camus está sugiriendo viajes en el tiempo que salieron mal, como en Back to the Future, en la segunda película cuando Marty y el Doc regresaron a 1955 provocando que existieran dos Marty y dos Doc — contestó Milo antes de comenzar a comer.

— Sí… bueno, no conozco la película.

Ambos chicos la miraron con los ojos abiertos, Camus le dio un sorbo a su café antes de continuar con sus anotaciones, mientras Milo sólo la miraba, aún se sentía extraño hablar con ella, en especial con el sentimiento de familiaridad que ella le desprendía, no como si fuera alguien parte de su familia, sino como si se mirara en el espejo, en un muy extraño espejo.

—¿Por qué no nos cuentas sobre ti?

Los Milo miraron al pelirrojo, pero ninguno dijo nada hasta que ella comenzó a contarles su vida, detalles generales, no podía darse el lujo de confiar en dos desconocidos por más que estuviera invadiendo la casa de uno de ellos y sintiera alguna conexión mágica o especial con él. Así que omitió pensamientos, anécdotas y secretos, muchos secretos.

Todo seguía pareciendo extraño, pero después de un día donde ya nada tenía sentido sólo le quedaba hablar y esperar a que eso le ayudara a encontrar una posible respuesta, si es que había alguna.

Para cuando se calló ya eran las dos de la tarde; el café y el desayuno se habían acabado, y ahora estaba al lado del pelirrojo, esperando que el otro Milo terminara de ducharse para ir a la ubicación que les había indicado el falso Aioria mientras veían la famosa película de superhéroes de la que habían hablado el día anterior y ella hojeaba los cómics.

— Entonces.. ¿el fals... Aioria cree que algo como lo que pasó en esa película me pasó a mi?

— Algo parecido sí, vienes de una realidad alternativa tal vez originada por el cambio de un evento en el pasado — Camus miró a la chica — aunque eso no explica por qué hay dos Milo y uno de ellos es una mujer.

Milo bajó la mirada hacia los cómics que estaban en su regazo; el mundo de los superhéroes nunca le habla llamado la atención, sus amigos y novio conocían más del tema y tenían conversaciones sobre eso, pero no en su presencia, todos sabían que a ella no le interesaba.

— Me estás jodiendo, ¿verdad?, Todo suena a un chiste — dijo la chica, dejando los cómics a un lado, la película estaba por terminar.

— Tú explicarlo entonces, eres quien afirma ser Milo Sargas y hasta donde yo sé solo hay un Milo Sargas y ese es el rubio que está tomando una ducha justo ahora.

— ¡Mi nombre sí es Milo Sargas! y yo... — la pelirroja cerró y abrió las manos varias veces, suspiró y dirigió la vista a la pantalla, su rostro reflejando su conflicto con lo que le sucedía — yo... no entiendo nada — susurró.

Camus la miró fijamente, el movimiento de las manos se lo había visto a su amigo varias veces, cuando trataba de calmarse. Cierta parte de él se compadeció de ella; ese día tampoco le creía del todo, pero estaba más abierto, ahora al ver la expresión de ella en su rostro.

— Sabes, Bertrand Russell alguna ver argumentó que el mundo pudo haber comenzado a existir hace solo cinco minutos, eso haría todos nuestros recuerdos falsos, y por supuesto, no hay forma de saberlo — el pelirrojo miró la pantalla cuando ella volteó a verlo, no le hizo muy feliz notar que la película ya había terminado y él se lo había perdido — tal vez nuestros recuerdos falsos son erróneos y el rubio en la ducha no es el verdadero Milo Sargas.

— Eso es aún más tonto.

Ella sonrió, esa fue una forma peculiar de animarla, pero no sé quejaría ya que había funcionado, un poco, ahora a su dilema de realidad alternativa le agregaba la teoría de que su existencia sólo tenía cinco minutos.

— ¿Crees que pueda cargar mi celular? — preguntó ella con el aparato en su mano, mostrándoselo a su acompañante, cambiando el tema cuando Camus se levantó para quitar la película.

— Creí que ya lo habías hecho, eso podría darnos muchas pistas — el chico tomó el teléfono y miró la entrada del cargador — creo que es como el de nosotros — murmuró, antes de entrar a la habitación y conectarlo, todo en menos de un minuto — ¿cómo te sientes? Además de lo de hace rato.

— ¿Fuera del hecho de que estoy en la que creí que era mi casa pero que en realidad no lo es, con un chico que conozco apenas desde ayer, esperando a otro que tiene mi nombre, familia y al parecer es alguna versión extraña de mí? Yo diría que bien, el dolor de cabeza disminuyó.

— ¿Te duele la cabeza? — Camus se volvió a sentar y anotó eso en su libreta.

— ¿Sólo eso escuchaste? Sí, me duele — ella lo miró con un poco fastidio, tal vez la haya animado, pero aún sentía que no podía confiar por completo en él — eres Camus, ¿cierto? ¿Por qué el nombre?

— Albert Camus, ¿lo conoces? — cuando la chica asintió indecisa él sonrió — es un filósofo y novelista francés, deberías leerlo, he intentando que Milo lo lea, pero se entretiene más con Victor Hugo y Lord Byron, cuando no está consumiendo algo de la cultura pop.

— Me gusta el romanticismo… — susurró la chica — imagino que a él también — señaló ella, girando la cabeza en dirección a la puerta del baño cerrada.

— Más de lo que le gusta admitir.

Ambos volvieron a quedarse en silencio, uno más cómodo que el anterior. Camus volteó a verla varias veces, tratando de decirle algo pero al momento se arrepentía y sólo le daba una leve sonrisa hasta que la puerta del baño se abrió y el rubio apareció, vistiendo sólo pantalones vaqueros, una playera de manga larga azul con el logo de una banda que ella no identificó y su largo cabello amarrado en una cola de caballo.

— Bien, ¿a dónde vamos?

Los tres se encontraron con Aioria enfrente de una tienda que estaba por cerrar. El castaño miró a la chica con detenimiento, antes de decirles que le había comentado a su amigo que sólo tenían curiosidad por visitar la dichosa librería; Camus y Milo, el chico, se habían visto entre ellos al notar que el famoso amigo de Aioria era un jovencito de a lo mucho diecisiete años.

Shion y Aioria se habían conocido en una fila de cinco horas para conseguir boletos para la última película de la Liga de la Justicia, después de eso se encontraron varias veces en la única tienda de comics de la ciudad y de cierta forma habían entablado una amistad centrada en su gusto por las películas de superhéroes.

— Espero que a mi Aioria no le parezca extraño también hacer amistad con chicos diez años menores que él — le susurró la pelirroja al otro pelirrojo, ambos iban caminando detrás de Aioria y Shion; el otro Milo iba al lado de Camus.

Mientras caminaban, la chica miraba todo a su alrededor. La ciudad era igual que concurrida, pero algunos espectaculares eran diferentes, además de otras tiendas que ella nunca había visto. La propia tienda donde se habían encontrado con Shion y Aioria era prueba de eso; ella se jactaba de conocer su ciudad como la palma de su mano, pero esa ciudad, esa Atenas le parecía desconocida.

Le sorprendía que no se hubiera perdido el día anterior cuando despertó en ese callejón.

—¿Es todo diferente? — le preguntó Milo, quien había notado la familiaridad con la que la chica se movía por las calles, pero también lo perdida que se notaba en su mirar.

— Un poco — bajó la voz para evitar que el adolescente que los guiaba no la escuchara — hay algunos locales que no están o son de cosas diferentes… y los espectaculares, ¿la familia Solo sólo vende atunes?

— Desde siempre, al menos que yo sepa, son los máximos exportadores de pescado del continente — dijo Camus — aunque en los últimos años Julián Solo ha estado financiando proyectos sustentables para la vida marina, para no extinguirla, cosas así.

— También escribe libros — aportó Shion a la conversación, sólo había escuchado el comentario del francés.

— ¿Julián Solo? — preguntó Aioria, pero todos parecían sorprendidos por su comentario.

— Sí, o eso creo, mi amigo Écarlate tiene un libro de él en su librería, aunque no me ha dejado leerlo, tal vez ahora que vamos finalmente pueda dejarme.

— No sabía que Julián Solo era escritor — dijo Milo, los demás sólo pudieron asentir en comprensión, incluyendo la chica.

— Yo sabía que Solo se dedicaba a pasear gente en sus barcos; tiene todo un negocio turístico en todo el mundo, nada de pescados.

Camus miró a la chica y se anotó ese comentario para añadirlo a la lista que estuvo haciendo toda la mañana.

Después de diez minutos el grupo llegó a la librería, los dos Milo intercambiaron una mirada, mientras Camus fruncía el ceño, nunca había visto esa librería. Estaba en una zona un poco escondida de la ciudad, la puerta era pequeña, parecía más una casa que algún local, pero arriba de la puerta abierta de madera había un pequeño letrero que decía librería en varios idiomas, y la ventana que estaba en el lado izquierdo, donde se podían ver varios libros en exhibición, tenía un letrero que señalaba que estaba abierto.

— Sé lo que parece — dijo Shion parándose frente a la puerta — pero el lugar es más grande por dentro y tiene muchos libros interesantes — el chico entró al local, dejando a los adultos afuera.

— ¿Entramos? — preguntó Aioria.

— No lo sé — dijeron ambos Milo.

— Supongo que no tenemos opción, si queremos averiguar qué pasa.

— Exacto — Aioria también se acercó a la puerta y le hizo una señal a la chica para que entrara — como en todas las películas, la librería debería de ser el lugar dónde encontraremos las respuestas a todas nuestras preguntas.

— Aioria, ya te lo dije, esto no es una película — Camus se hizo a un lado para dejar pasar a la chica.

— Oh, vamos, no me quites la expectativa que todo esto me produce.

Milo miró el lugar sorprendida, el chico tenía razón, por dentro era más grande de lo que aparentaba. El lugar era de dos pisos, y fuera de un mostrador con una caja registradora, todo lo demás estaba dominado por tomos y tomos de libros. Sólo había un par de ventanas en el segundo piso, por lo que había lámparas led en la parte superior de cada librero. Nunca había estado en un lugar tan basto de literatura, y por la expresión de sus acompañantes, supo que ellos tampoco.

— Écarlate debe de estar en la parte de atrás, ahí vive, voy a buscarlo, pueden curiosear mientras tanto.

Shion salió corriendo, dejando a los adultos parados en el recibidor, aunque Aioria no tardó en internarse en uno de los seis pasillos que había, específicamente dirigiéndose a la sección de ciencia ficción; Camus decidió revisar la parte de arriba y ambos Milo intercambiaron una mirada antes de caminar hacia la sección de literatura.

— Tiene una copia en francés de El Hombre que Ríe — susurró la chica, antes de agarrar el libro y comenzar a hojearlo.

—También tiene una de Napoleón, le petit — el chico tomó el libro y le mostró la portada a su contraparte.

Compartieron una sonrisa; por primera vez en esos dos días se sintieron a gusto el uno con el otro, no se habían detenido a pensar en las cosas que tenían en común hasta ese momento. Se miraron a los ojos sin sentir que eso era extraño, al menos hasta que el chico desvió la mirada, de vuelta a los libros.

—Nunca había visto una copia de El mortal inmortal — dijo.

— Yo tampoco, estuve buscando ese libro hasta en España — ella se acercó al rubio, lo suficiente para no tocarlo pero sí para ver el libro.

— ¿Quieres hojearlo? — preguntó él, extendiendo un poco el brazo para que ella pudiera agarrar el libro.

Ambos recordaron esa mañana, cuando casi se tocan las manos. Milo, el chico, recordó también la noche anterior, cuando casi le toca la cara también para asegurarse de que fuera real, recordó el hormigueo en todo su brazo, hasta la punta de sus dedos y no pudo evitar preguntarse si el recuerdo de eso estaba provocando que lo sintiera de nuevo o lo estaba sintiendo de verdad.

Ella tuvo un mal presentimiento, algo le decía que tomar el libro o intentar tocarlo era una mala idea; estaba por decirle que estaba bien así cuando lo miró a los ojos. Tan azules, tan reales, con una expresión tan transparente; se vio reflejada en esos dos océanos y se sintió rodeada de paz y tranquilidad, como cuando se sentaba en el techo de su edificio con una taza de té, sólo ella viendo como el Sol se ocultaba tras la ciudad, cuando estaba tan cómoda con ella misma, sin necesitar algo más.

Milo levantó el brazo y estuvo a punto de tomar el libro cuando alguien más lo agarró y se lo quitó al rubio. Ambos miraron a su derecha sorprendidos, estaban por darse media vuelta, cuando el que les quitó el libro puso sus manos en los hombros de ambos y los separó, puesto que si se movían los brazos de ambos se tocarían.

—No se toquen.


COMENTARIOS:

Como siempre, gracias por leer!

Datos extra por si alguien siente curiosidad:

* Bertrand Russell fue un matemático, filósofo, lógico y escritor británico, ganó el Premio Nobel de Literatura en 1950. Su hipótesis escéptica sobre la Tierra de cinco minutos se encuentra en su obra The Analysis of Mind (El análisis de la mente) publicada en 1921, he aquí una parte: «No hay ninguna imposibilidad lógica en la idea de que el mundo haya aparecido hace cinco minutos, exactamente como está y con una población que "recuerde" un pasado completamente irreal. No hay ninguna conexión lógica necesaria entre sucesos y tiempos diferentes; así que nada de lo que pase ahora o pueda pasar en el futuro puede invalidar la idea de que el universo haya sido creado hace cinco minutos».

* Lhomme qui rit (El hombre que ríe) es un escrito en prosa de Víctor Hugo publicada en 1869. La historia nos narra la vida de un chico que es vendido a los robachicos, quienes le deforman el rostro a manera que siempre luce una sonrisa. Hay varias adaptaciones cinematográficas, la más reciente es del 2012. Y en caso de que alguien lo pensara, sí, es la inspiración para el villano más famoso de ciudad Gótica.

*Napoleón, le petit (Napoleón, el pequeño) también es un escrito de Víctor Hugo, panfleto político más bien, publicado en 1852 contra Napoleón III, sobrino de Napoleón Bonaparte.

* El mortal inmortal un relato de Mary Shelley publicado en 1833. Winzy, el protagonista, nos cuenta su conversión en un ser inmortal después de beber un brebaje, y a lo largo de todos sus años de vida descubre que lo fantástico que sería ser inmortal a la larga termina por convertirse en una maldición.

De nuevo, gracias por leer y los comentarios! Me alegra saber que la historia resulta de su agrado, tal vez un poco lenta al principio, pero hay un avance más rápido en capítulos posteriores!