Henos aquí con el tercer capítulo de esta nueva entrega en el Heroverse. Tratar de ser más conciso y breve con los capítulos es bastante más complicado de lo que había imaginado, pero creo que tiene los beneficios de facilitar la lectura y además acelerar el proceso de traducción para poder publicar los capítulos más rápido. No estoy siendo tan meticuloso como lo soy en otras historias, pero hablándolo con mis amigos, por ahora parece estar dando buenos resultados.

Me preguntaron acerca de los títulos de los capítulos y por qué están en inglés. Para los que no se dieron cuenta aún, cada capítulo está nombrado como una canción de las películas de High School Musical. Traté de que fueran casi todas de la primera película, pero tomé dos de la segunda. Me divertí bastante nombrándolos, y cada capítulo está relacionado con el contexto de las canciones en las películas. A veces de forma directa, a veces un poco más metafórica. Así que abran Disney+ y vean la primera película al menos para entender mejor esta historia jajajaja.

Muchísimas gracias como siempre a los que me hacen saber sus opiniones.

Guest1: No creo que haga algo basado en Wandavision, pero ya tengo en mente el papel de Lucy en este universo. El de Haiku también.

andres888: Te juro que no tengo ni idea de cómo interpretaron que Luna y Sam eran hermanas jajajaja Revisé el capítulo como tres veces y no encontré ningún error en la traducción o algo que les diera esa idea. Rarísimo. Y sí, bueno, hice varios dibujos, pero no fui el único, el crédito es todo de JamesSunderlands jajajaja. En fin, ojalá a medida que pasen los capítulos logre mostrar mejor el desarrollo de Sam y de Carol.

Luis Carlos: Se le ocurrió juntarlas porque estaba escribiendo un fanfic y al escribirlas juntas les gustó cómo interactuaban. Sobre Tabby, jajajaja, ya la veremos cantando Libre Soy con un vestidito celeste :v Sobre los poderes de Luna, los iremos explorando a medida que avance la historia, pero en este cap ya se van adelantando algunas aplicaciones.

Sylar Diaz: Muchas gracias! Sí, en esta historia estoy tratando de ir un poquito más rápido. En la de Ace Savvy tenía que establecer la ciudad y el mundo, ya aquí siento que puedo ir directo a lo importante. Y sobre lo que ocurrió con los jugadores… pues ya lo veremos.

Rigerhit047: Jajajajaja, el mejor crossover de la historia! Tabby es bastante fría… en sus poderes, claro está, lol. Espero haberte respondido bien acerca de la razón de los títulos de los capítulos. Y muchas gracias por eso último. La verdad que en cuanto a "audiencia" sería más fácil para mí escribir directamente en inglés y ahorrarme la traducción. Pero la comunidad hispana es fenomenal. Sus reviews son las mejores, y me encanta poder estar en contacto con todos ustedes. Creo que vale la pena el esfuerzo de escribir el doble. Así que es siempre bonito ver que se aprecia el trabajo que uno le pone a la comunidad.

daglas99: La verdad es que es probable que una vez que termine la historia me tome un tiempo para dibujar las portadas de los capítulos. Con este no me siento tan cómodo como con la historia anterior, porque la otra era una típica historia de cómics, mientras que esta es más un drama adolescente y de misterio. No me imagino las portadas tan fácil como con la otra historia.

J0nas Nagera: Vaya, no tengo mucho que decir en esta oportunidad porque sería todo spoiler jajaja Sólo que como siempre haces una lectura muy inteligente de las situaciones y se te ocurren teorías que tienen mucho sentido y van bien encaminadas, más allá de si son correctas o no. Siempre un placer leerte.

Luna PlataZ: Sobre la edad de Ace, no es que lo sepan, son todas teorías. A algunos les parece más grande, a otros más chico. Tabby, por la admiración que le tiene, lo imagina como alguien de su edad, y Luna, en su temor, también lo ve como si tuviera la edad de Tabby. Con respecto a los poderes de Luna, digamos que "científicamente" lo que ella hace es controlar las ondas de sonido a su voluntad. Si ella fuera una adulta con completo control podría desde modificar su voz para sonar como otra persona hasta oír frecuencias más bajas o altas que las que el oído humano puede detectar. Pero ella es joven, inexperta, y su pasión es la música, así que POR AHORA las utilidades que le encuentra son sencillamente aumentar el volumen de sonidos, y sentir/afectar las emociones de la música. Ya a lo largo de la historia iremos viendo más aplicaciones. Un chiste que tengo planeado para el crossover es Lincoln (el jugador de D&D) refiriéndose a ella como una Barda.

En fin, pasemos ya con el tercer capítulo que sirve como transición entre el primer y segundo acto de la historia.


Capítulo 3:
Stick to the status quo.

Usualmente, cualquier persona de la audiencia que se lanzara corriendo dentro del campo de juego sería detenida por la seguridad, algún miembro de los planteles, o incluso uno de los árbitros. Por supuesto, no era normal que un equipo entero estuviera arrastrándose y gritando de dolor, tomándose la cabeza con ambas manos. Todo el mundo estaba demasiado ocupado en ello como para prestarme atención mientras me infiltraba entre la gente, corriendo a toda velocidad hacia Sully.

Me coloqué frente a él y lo tomé por un brazo, sosteniéndolo con cuidado para que no se cayera.

— ¡¿Qué ocurre?! ¿Estás bien? ¿Qué te duele? —Pregunté, revisándolo con la mirada pero sin encontrar ninguna herida o algo parecido.

Él se retorcía y dejaba escapar alaridos de dolor, con gotas de sudor cayendo por su rostro y las venas de su cuello hinchadas como si estuvieran a punto de estallar. Nunca había visto a nadie así. El terror se apoderó de mi corazón.

Parecía que estaba a punto de morir.

— ¡L… L-Luna! —Dijo con dificultad, mirándome con ojos inyectados de sangre.

— ¡Sully! ¡Sully, estoy aquí! ¿Qué te ocurre?

—Yo… Yo…

Por un segundo, pareció calmarse del dolor que parecía estar destruyéndolo por dentro, y me miró directamente a los ojos. Era una mirada de desesperación, una angustia como nunca había visto en Sully, la persona más amigable y optimista que había conocido en mi vida.

Su mano se movió más rápido de lo que mis ojos podían ver y se cerró alrededor de mi muñeca con un agarre de acero.

— ¡Ah! ¡S-Sully!

— ¡Fui infiel! —Me gritó, lo suficientemente fuerte como para que todas las gradas escucharan— ¡Engañé a Mazzy!

— ¡S-Sully, me estás lastimando! —Le dije, tratando de que soltara mi muñeca, pero él sólo me apretó más fuerte.

— ¡La engañé! ¡Engañé a mi novia! ¡Chelsea se me insinuó y no me negué! ¡Creí que no le haría daño a Mazzy, que nunca se enteraría! ¡Dije que sería una sola vez, pero no me detuve! ¡Hace meses que vivo con este miedo! ¡No merezco a Mazzy, pero no sé qué haría sin ella! ¡Es lo mejor que me ha pasado!

El miedo estaba comenzando a apoderarse de mí. Mi principal preocupación en aquel momento era lograr que Sully me soltara. Estaba a punto de caer de rodillas por culpa del dolor que su agarre me ocasionaba. La gente usualmente se sorprendía al escuchar que Sully era jugador de fútbol americano ya que su cuerpo alto y esbelto no parecía estar preparado para ello, pero en aquel momento estaba experimentando en primera persona lo fuerte que era. Los ojos me ardían mientras las primeras lágrimas se preparaban para caer por mis mejillas, pero traté de concentrarme.

¿Qué demonios estaba ocurriendo? ¿Por qué Sully decía esas cosas? No… no podían ser ciertas, ¿no? Jamás engañaría a su novia con una de las porristas. ¡Él amaba a Mazzy! ¿Por qué decía eso? ¿Por qué?

Con mi mano libre traté de separar sus dedos. Él continuó hablándole al aire, compartiendo su confesión a todo pulmón. No era el único que gritaba, sin embargo. Todos sus compañeros de equipo, rodeados por adultos, amigos y miembros de la seguridad, hacían lo suyo, y entre todo el caos, logré captar algunas de las cosas que gritaban.

— ¡Odio el fútbol! ¡Odio a mis amigos! ¡Odio estar aquí, pero es la única posibilidad que tengo de conseguir una beca! —Admitía uno de los corredores.

— ¡Tengo un problema de adicción! ¡No puedo dejar el cigarro, pero si el entrenador lo supiera me echaría del equipo! ¡Es lo único que me ayuda a superar mi miedo al fracaso! —Decía Roger, el capitán.

— ¡Tuve sexo con la hermana menor de mi mejor amigo! ¡Me odio a mí mismo cada día por ello, pero si pudiera lo haría de nuevo!

Más allá del dolor, estaba comenzando a inquietarme terriblemente con la situación que se desarrollaba en el campo de juego. ¿Por qué estaban todos diciendo estas cosas tan vergonzosas e incriminatorias acerca de sí mismos? ¿Por qué de repente todo el equipo de fútbol estaba revelando sus más oscuros secretos?

¿Qué demonios les había pasado?

Sam y Mazzy aparecieron de repente, las dos tomando a Sully de los hombros y tratando de separarlo de mí.

— ¡Suéltala! —Gritaba Sam, colgándose de él y rodeando su cuello con su brazo.

— ¡S-Sully, la estás lastimando! —Decía Mazzy, con lágrimas cayendo a cántaros por sus mejillas.

Nuestro amigo pareció calmarse por un instante, sus gritos deteniéndose y su mirada perdiéndose en el infinito.

Y luego rugió, soltándome la muñeca para quitarse violentamente a mis dos amigas de encima. Las tres caímos al suelo, y en seguida sentí el ardor donde me había estado apretando. Observé mi brazo, y la marca de sus dedos estaba clara como una impresión. La piel estaba totalmente irritada, y sabía que en cuestión de minutos tendría un feo hematoma cubriéndolo todo. Mazzy estaba tomándose una mejilla donde Sully parecía haberla golpeado, llorando en el suelo, mirando al chico que se encontraba frente a ella como si no lo reconociera.

Sully parecía a punto de lanzarse sobre nosotras, pero un miembro del equipo contrario apareció desde el costado, tacleándolo al suelo.

— ¡Amigo, tienes que calmarte! —Le gritaba— ¡Este no eres tú! ¡Cálmate ya!

Sam se acercó a mí, tomándome por la camisa.

— ¡Luna! ¡Oh, Dios, Luna, ¿estás bien?!

—Estoy bien —mentí, secándome las lágrimas con el reverso de mi otra mano—. ¿Qué demonios está ocurriendo?

— ¡No lo sé! ¡Es una locura!

Todo a nuestro alrededor era caos. Los jugadores de nuestro equipo estaban peleándose con todo el que se acercaba a ayudarlos. Por suerte, los jugadores del equipo contrario habían decidido ayudar a los guardias de seguridad y a aquellos padres que se habían acercado a tratar de controlar a sus hijos. Aún así, las peleas continuaban desarrollándose con violencia, y los gritos y confesiones no paraban de salir de las bocas de nuestros jugadores, totalmente poseídos por un espíritu de violencia y… ¿honestidad?

Estar allí era una experiencia surreal.

—Luna, tienes que detener esto —me dijo Sam, mirándome a los ojos.

— ¿Yo? ¿Y cómo voy a hacerlo?

— ¡Canta una canción de cuna para hacerlos dormir, o algo para que se calmen! —Me susurró con desesperación.

Estoy segura que sus intenciones eran buenas. Sólo quería ayudar a nuestros amigos y evitar que la situación escalara. Aún así, acababa de darme una bofetada emocional al tan sólo proponer algo tan demencial como que usara mis poderes en público.

— ¿Estás demente? —Le reproché, sin poder creer lo que mis oídos escuchaban.

— ¡Algo extraño está ocurriendo! ¡Todos están peleándose! ¡Tienes que detenerlo, tienes los poderes para hacerlo!

— ¡No puedo ponerme a cantar como si nada! ¡Incluso si funcionara, todo el mundo sabría que fue por algo que yo hice! ¿En qué rayos estás pensando?

— ¡Entonces… no lo sé, escóndete y has un estallido sónico para dejarlos a todos fuera de combate!

— ¿Un…? ¡Sam! —Le dije, poniéndome de pie y perdiendo los cabales— ¿Qué carajos? ¡¿Cómo te atreves a siquiera…?! ¡Maldita sea, Sam!

La ira recorría mis venas. Una furia que ardía como lava, llenando cada fibra de mi ser de enfado.

— ¡Lo siento! ¡No sé qué hacer, creí que…!

— ¡Cállate!

Usando mi mano sana, hice lo único que podía hacer para ayudar a Sully y sus amigos sin arruinar mi vida o arriesgar la de todos los demás.

Llamé a la policía.


Sólo con la llegada de varios oficiales de la policía es que lograron contener a los jugadores que se habían vuelto locos, enviándolos al hospital para que los revisaran. Por lo que nos dijeron, su alterado estado emocional continuó hasta que los sedaron. Al despertar, la confusión que habían experimentado ya había pasado, pero los dejaron internados para monitorear su estado y realizar algunos estudios.

No nos dejaron ir a visitarlo hasta el día siguiente. Mazzy, Sam y yo fuimos al hospital durante la tarde. Dejamos que Mazzy entrara primero. Había escuchado todo lo que Sully había revelado, y era sin dudas la más afectada de todas. Merecía un poco de privacidad con su novio.

Por supuesto, eso nos dejó a Sam y a mí sentadas en la sala de espera. No le había vuelto a dirigir la palabra desde que había tenido el coraje de sugerirme que usara mis poderes de aquella forma. Me había enviado algunos mensajes el día anterior, pero había interpretado correctamente mi silencio. Estábamos sentadas una junto a la otra. Yo fingía estar revisando mi teléfono para no tener que lidiar con ella.

En un momento se levantó sin decirme nada y se alejó. Volvió a los pocos minutos con dos sodas. Se sentó y me ofreció una.

—Tenían Baja Blast —dijo con tono de disculpa.

Suspiré. Ese era mi sabor favorito de Mountain Dew. Sabía que a fin de cuentas mi enfado no iba a durar para siempre. Quizás era mejor dejar eso atrás de una vez por todas.

—Gracias.

—Lo siento.

—Lo sé. Yo también.

—Estaba asustada. No debería haber dicho… eso.

—Te entiendo. Sólo… No fue el mejor momento. Todavía tenía la conversación de Tabby en mi cabeza, y cuando me hiciste recordar el accidente…

— ¡Lo sé, lo siento! —Dijo, estirándose para abrazarme, con evidente dolor en su voz— ¡Soy una idiota, hablé sin pensar! Yo sólo… En verdad sólo quería sugerir lo de la canción, no… ya sabes, lo otro.

—Agradecería que no sugirieras que use mis poderes de ninguna forma, no sólo el estallido sónico.

—Lo sé.

La abracé. Sabía que ella lo sentía. También entendía por qué pensaba de aquella manera. Ella no era una metahumana. No tenía poderes. La mayoría de las personas sin poderes disfrutaba fantaseando con ellos, imaginando que podían usarlos para resolver todos sus problemas por más insignificantes que fueran.

Aquella situación no había sido precisamente insignificante. Nuestro amigo había perdido la cabeza, poseído por un demonio que no entendíamos. Por supuesto que quería detenerlo. Por supuesto que pensaría en mis poderes.

Y sí, lo cierto es que podría haber acabado con aquella situación. Si lograba hacerme escuchar por encima de todo el caos, podría haber calmado las emociones de todo el mundo. Podría, como Sam sugirió, cantar una canción de cuna para adormecerlos y que cayeran dormidos. ¿Y luego qué?

La gente no era idiota. Entenderían la obvia relación entre una chica cantando y los problemas solucionándose de repente. Sabrían que yo era una metahumana, y ese sería el fin de mi vida. La policía tendría que activar el protocolo de Identidad Secreta y relocalizarnos a Chunk, Tabby y a mí. Tendríamos que empezar nuestras vidas desde cero. Incluso peor, podría acabar desapareciendo como todos los metahumanos desaparecían tarde o temprano en Royal Woods. Todo esto asumiendo que no había ningún efecto secundario de mis poderes que acabaran lastimando a alguien.

No, usar poderes en público siempre acaba en tragedias. No estaba dispuesta a arriesgarme.

—No debí haber sugerido algo como eso —me dijo Sam—. Debería haber considerado tus sentimientos, sabes que lo último que quiero es lastimarte.

—Lo sé —le aseguré, separándome del abrazo para mirarla a los ojos.

Ella me sonrió, apretando mis brazos con cariño.

—Aún así, como tu mejor amiga, tengo que pedirte que no dejes que la culpa te controle.

Suspiré, desviando la mirada.

—Sam, ¿en serio vamos a tener esta conversación una vez más?

—La tendremos las veces que haga falta para ayudarte a superar tu culpa.

—Eso no va a pasar nunca. No es algo que pueda pretender que no ocurrió.

—No tienes que fingir que no pasó —aclaró, mirándome con preocupación—, sólo perdonarte.

—Es lo mismo.

— ¡Por supuesto que no! Lo que ocurrió, ocurrió, no hay nada que podamos hacer para cambiarlo. Pero puedes aceptarlo, entender que no fue tu culpa, y hacer las paces contigo misma. Tienes un don muy especial, no puedes pretender que no es parte de ti, tratarlo como si fuera una maldición.

Es una maldición —le recordé—. Usarlo sin control sólo causa dolor, y si los utilizara en público, mi familia y yo estaríamos en peligro. ¿Qué parte de ellos se supone que tengo que aceptar?

—La parte que puedes usar para ayudar a la gente. ¿Por qué una maldición sería tan buena para controlar las pesadillas de tu hermana? O… ¿o por qué me haría sentir las hermosas emociones que solías darme?

Incluso tantos meses después, recordar los momentos a los que Sam se refería me hacía ruborizar.

—Esas son las peores maldiciones —dije con un tono sombrío—. Las que te hacen creer que son bellas.

Sam suspiró. Ella sabía lo terca y convencida que estaba en mi posición, así como yo sabía que ella también tenía una postura firme sobre mí siendo menos dura conmigo misma. Éramos la vieja paradoja de la lanza imparable y el escudo indestructible. Ninguna de las dos dispuestas a ceder, entramadas en una discusión que llevaba años desarrollándose sin llegar a ningún puerto.

En aquella ocasión no fue necesario que continuásemos debatiendo, pues factores externos detuvieron la discusión por nosotros.

¡Mazzy, espera!

La puerta de la habitación de Sully se abrió de repente y nuestra amiga salió corriendo, alejándose por el pasillo sin siquiera dirigirnos la palabra y dejando un sendero de lágrimas a su paso.

—Mierda —dijo Sam, poniéndose de pie—. Iré a calmarla, trata de averiguar qué ocurrió con Sully.

La verdad es que yo también quería ir con Mazzy, pero supuse que era mejor que tratase de escuchar a Sully y su lado de la historia. Era lo mínimo que podía hacer por quien hasta ahora había sido uno de mis mejores amigos. Incluso con las horribles cosas que le había escuchado confesar y el daño que le había causado a mi muñeca, él también había pasado por una angustiante y aterradora situación. Podía al menos escucharlo.

Bebí un largo trago de mi soda antes de entrar a la habitación. Sully se encontraba recostado en la cama. No tenía ningún suero conectado a él y tenía una muda limpia de ropas casuales. No parecía estar enfermo físicamente, pero se encontraba llorando, y su rostro era la fotografía perfecta de arrepentimiento y dolor. Verlo en ese estado era casi suficiente como para que me acercara a consolarlo.

Casi.

Abrió los ojos y me miró cuando entré. Trató de desviar la mirada, no pudiendo verme a los ojos, pero se percató de las vendas que cubrían mi muñeca.

—Oh por Dios, ¿hice eso? —Me preguntó, sentándose— Luna, lo siento tanto, te juro que no sé qué me ocurrió. ¿Es muy grave?

—Sólo unos moretones —respondí, tratando de mantenerme estoica y sin dejarle ver cuán preocupada estaba realmente—. Se curará pronto. Fui a la que menos lastimaste ayer.

Acusó el golpe incluso peor de lo que imaginé. Bajó la cabeza y cubrió su rostro con las palmas de su mano. Ni siquiera tuvo el valor para responderme. No había que ser un genio para ver que se sentía verdaderamente apenado y avergonzado de sí mismo.

Lo cual significaba que, en efecto, había algo de lo que arrepentirse.

— ¿Es cierto, entonces? ¿Lo que dijiste en el campo?

Apretó sus puños, pero no me respondió.

—Sully. ¿Es cierto?

—No recuerdo nada de lo que ocurrió… Apenas si recuerdo estar en medio del juego.

— ¡No des vueltas al asunto! —Le exigí— ¿Engañaste a Mazzy con una de esas porristas?

—Sí.

Incluso sabiendo que era cierto, escucharlo confesarlo una vez más fue igual de sorprendente y doloroso que la primera vez. Tal vez incluso más.

—Maldita sea, Sully, ¿por qué? —Le pregunté, acercándome. Quería verlo a la cara — ¿Por qué engañarías a Mazzy? ¡Ustedes son inseparables! ¡Creí que la amabas!

— ¡La amo! —Me dijo, mirándome escandalizado.

— ¡Al parecer no lo suficiente!

—Yo no… Tú sabes que… No quería forzar a Mazzy a hacer algo para lo que no se sintiera lista —explicó con vergüenza—. ¡Nunca lo haría! Quiero que esté cómoda, no quiero que se sienta presionada por mí. Chelsea… ella se me insinuó después de un juego. Ella no quería una relación, sólo una noche de placer. ¡Quise negarme, pero era muy tentador!

Me sentí con ganas de vomitar. No podía creer que el Sully que yo conocía hubiera siquiera considerado la propuesta de esa zorra.

— ¿Desde hace cuánto que te acuestas con ella?

—...un par de meses. No es como que la vea todas las semanas, sólo fueron un par de…

— ¡Y tuviste el descaro de seguir saliendo con Mazzy cuando te veías con otra chica a sus espaldas!

— ¡No era lo mismo! ¡No me veía con ella románticamente! ¡No siento nada por Chelsea, ni siquiera la he besado!

— ¡Te ACOSTASTE con ella, idiota! ¡Múltiples veces! ¿Quieres que te aplauda porque no la besaste?

— ¡No! ¡Sé que estuvo mal! ¡Sé que eché todo a perder! ¡Lo supe en aquel momento, pero fui un imbécil y no me pude negar!

Me aseguré de cerrar bien la botella de Mountain Dew para que no derramara la bebida que quedaba, y se la lancé al pecho a Sully. Pareció dolerle, y me miró por un instante, pero ni siquiera se atrevió a quejarse o justificarse.

—No te das una idea de lo decepcionada que me encuentro en este momento.

—Lo sé. Me lo merezco. Yo también estoy decepcionado conmigo mismo.

—Jamás te creí capaz de algo como eso. Todavía no lo puedo creer.

—Ni siquiera puedo mirarte a la cara. Sólo… Nunca quise que esto pasara.

—No debiste haberlo dejado ocurrir, entonces.

— ¿Hay algo que pueda hacer para que me perdones? —Me preguntó, mirándome con verdadero dolor.

Quería decirle que no. En aquel momento, me sentía asqueada de siquiera estar en la misma habitación con él. Una parte de mí se sentía traicionada. Sí, había engañado a Mazzy, pero también nos había engañado a Sam y a mí al mostrarse como si nada hubiera ocurrido. Si podía ocultar algo así de grande, ¿qué otras cosas nos estaría ocultando? ¿Cuánto conocíamos realmente a Sully?

Y sin embargo, habíamos sido amigos durante años. Habíamos pasado por incontables experiencias. Cosas que yo sabía que habían sido reales. Esta revelación se había convertido en una mancha imborrable, algo que no podía sencillamente ser soslayado, pero ¿cuánto cubría esta mancha? ¿Cuántos buenos momentos y memorias estaban ahora arruinadas? ¿Todos? ¿Algunos? ¿Quedaba aún lugar para preocuparme por él, o estaba ya todo perdido?

Mi instinto me decía que no había nada que él pudiera hacer para perdonarlo. Y sin embargo, algo en mi corazón me impedía decírselo.

—No lo sé —acabé diciendo—. En verdad no lo sé. No puedo ni imaginar por lo que Mazzy está pasando.

No dijo nada, aparentemente estando de acuerdo con lo que le decía. Me dio un poco de lástima, pero no podía dejar que él lo viera.

—Sully… ¿qué fue lo que pasó? ¿Por qué todos se pusieron… así?

—No lo sé. Estábamos bien. ¡Estábamos ganando! Lo último que recuerdo fue que detuvimos el partido para hidratarnos y tener una charla técnica con el entrenador. Estábamos discutiendo nuestra formación de ataque… y luego ya no recuerdo nada. No sé qué pasó. Algunos amigos me enviaron unos videos, y es como ver a otra persona.

Volvió a mirar mi muñeca, y luego me dedicó una mirada a los ojos.

—Sé que no merezco que me perdonen luego de lo que le hice a Mazzy. Pero, Luna, tienes que saber que nunca te lastimaría de esa forma.

—Lo sé —dije, suspirando y dirigiéndome hacia la puerta—. En aquel momento no tenías control de tus acciones; por eso mi muñeca es lo que menos me duele.


Ir a la escuela al día siguiente fue sumamente incómodo. Sam y yo tratamos de mantener a Mazzy distraída y de estar allí para ella, pero era difícil mantener su mente alejada de Sully cuando todo de lo que la escuela hablaba era acerca del incidente en el juego. La mayoría de los estudiantes no había estado allí presente, pero había algunos videos circulando, y los rumores se extendían a una velocidad imparable.

Los futbolistas habían sido dados de alta del hospital, pero aún así la gran mayoría se tomó el lunes libre para quedarse en sus casas. Sully, por supuesto, ni siquiera se molestó en aparecer. En mis momentos de soledad, me imaginaba distintas excusas que podía poner en su lugar y formas en las que perdonarlo. Pero una vez en la escuela, viendo lo miserable que Mazzy se encontraba, cualquier tipo de simpatía que le tenía a mi otrora amigo estaba ya perdida. Si Mazzy decidía perdonarlo era cosa suya, pero hasta entonces, ella tenía todo mi apoyo. Él era su primer novio, y el amor que ella le había tenido durante todo este tiempo era realmente una inspiración. No se merecía lo que había sufrido.

El enfado que tenía con su novio era quizás apenas comparable con el desprecio que sentía hacia Chelsea, la porrista que había seducido a Sully.

—Todas sus amigas debían de saberlo —murmuró durante el almuerzo—. Esas zorras debían creer que yo era una estúpida. Riéndose a mis espaldas. Burlándose de mí mientras ella se acostaba con mi novio.

— ¿A quién le importa lo que esas idiotas crean? —Le dijo Sam— Son el tipo de imbéciles que van a crecer para casarse con un tipo quince años mayor, tener un hijo para asegurarse la manutención, y permanecer en un matrimonio miserable hasta que un día se verán en el espejo y se darán cuenta que están viejas y tristes.

—Ellas sólo te afectan en la medida en que se lo permitas —aporté—. Olvídate de ellas, no son importantes. Recuerda, tú eres mucho mejor. Y nos tienes a nosotras.

—Que somos mucho mejores que esas porristas. Más divertidas. Más inteligentes. Mejores jugadoras de Mario Kart.

—Apuesto a que ni siquiera saben cómo se juega.

—Apuesto a que ni siquiera saben quién es Mario.

Nuestros intentos por animarla no parecían ser muy efectivos, pero al menos no parecía estar al borde de asesinar a alguien sólo porque la mirasen raro. Sam, por otro lado, estaba lidiando con la presión a su propia manera. Se comportaba de forma aún más insolente en clase, casi empezando peleas con cualquiera que se quedase mirándonos por más de un par de segundos. Durante la clase de Inglés, le lanzó una escuadra a la cabeza a uno de nuestros compañeros, y la profesora la puso en detención después del horario de clase.

Así, cuando el día acabó, ella fue hacia la detención, mientras que Mazzy y yo nos alejamos por nuestra cuenta.

— ¿Tienes algo que hacer? —Le pregunté— Estoy libre toda la tarde. Podemos ir al centro comercial, o a la tienda de música.

—Quiero estar sola.

— ¿Estás segura?

—Sí. Gracias, Luna, pero en serio sólo quiero ir a mi casa y dormir por un largo tiempo. Despiértenme cuando Septiembre acabe.

La tomé de la mano, apretándola para hacerle saber que tenía mi apoyo incondicional.

— ¿Puedo al menos acompañarte hasta allí?

—...sí, claro.

—Ok. Se supone que mañana después de clases tenemos el primer ensayo con el club de teatro, pero la verdad no me siento con ganas de hacer nada. Déjame ir a la sala de ensayo para ver si el señor Budden está allí para decirle que me voy a tomar mañana libre.

—De acuerdo. Te espero aquí —me dijo, sin demasiado entusiasmo.

Me alejé a trote ligero en dirección a la sala de ensayo. No conocía los horarios de nuestro director de orquesta, pero supuse que si es que estaba en la escuela, aquel era el mejor lugar para revisar. No tardé en llegar hasta el pabellón donde el gimnasio, el auditorio y las salas de ensayo se encontraban. Estaba caminando por el pasillo de servicio, pasando por las puertas cerradas del auditorio, cuando el sonido de una canción llegó a mis oídos. Una canción familiar. Mi corazón comenzó a latir más rápido en cuanto la reconocí.

Detuve mi trote para poder caminar y prestar atención a las notas mientras me acercaba a las puertas abiertas de la sala de ensayo, deteniéndome en el umbral.

Carol Pingrey se encontraba en medio de la sala, de espaldas a mí, tocando el chelo con la perfección técnica a la que me había acostumbrado pero que aún así no dejaba de sorprenderme. Nadie más se encontraba en la sala. Era solo ella, enfocada al cien por ciento en su música, dejando que las notas recorrieran el aire y nos rodearan.

Las memorias y buenos recuerdos inundaron mi mente, y me permití cerrar los ojos para disfrutarla. Por supuesto, mientras más me concentraba en la música, más fácil me era leer los sentimientos de Carol. Era increíble lo fácil que podía comprender a las personas a través de su música. En aquel momento, cada compás que pasaba me ayudaba a comprender a Carol mejor que ninguna conversación.

Ella estaba asustada. Cada nota estaba bañada por una capa de temor al fracaso, a la imperfección, a no ser lo suficientemente buena. No falló en ninguna nota, pero en aquellas que eran complejas de alcanzar o de resolver, noté la dubitación y el consecuente miedo a no lograrlo. Su usual determinación no estaba presente en aquellos momentos. Intuí que sería imposible de reconocer en su rostro si la tuviera de frente, pero la música no mentía; había un inconfundible temor a no alcanzar las expectativas, a quedarse corta, a ser un fracaso.

El hecho de que esas emociones se encontrasen con tanta intensidad en una canción tan hermosa y tranquila como aquella me confundía. Era una rara mezcla, y no sabía cómo reaccionar.

Me hubiese encantado quedarme allí por horas, tratando de descifrar las complicadas emociones de Carol Pingrey, pero desafortunadamente sólo faltaban unos pocos compases de la pieza, y pronto la última nota quedó resonando en el aire hasta que Carol la cortó con su mano.

Ella suspiró, agachando la cabeza como si se encontrara agotada. Parte de mí quería alejarme sin hacer ruido, dejarla sola y pretender que nunca la había encontrado en aquella situación. Otra parte de mí, por el contrario, creía que lo que Carol necesitaba era una voz amiga que la ayudara con sus problemas. Esa canción… era un pedido de ayuda. Uno que nadie debía de escuchar, de entender, pero que yo sí había recibido.

Carraspeé, haciéndome notar antes de que pudiera arrepentirme.

Carol volteó, mirándome primero con sorpresa y luego con neutralidad.

—Oh, hola Luna. No te escuché llegar.

—Lo siento, estaba buscando al señor Budden. No quería interrumpirte…

—No te preocupes. Sólo estaba practicando. El señor Budden no está, me dio permiso para usar esta sala antes de irse.

Sin pensar, entré a la sala y cerré la puerta detrás de mí, acercándome hacia el piano.

—Oh. Bueno, supongo que lo veré mañana —dije con resignación—. No sabía que podíamos pedirle la sala para practicar. Lo voy a tener en cuenta. Podría usarlo.

—Sí… necesitaba distraerme un poco —comentó, acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja—. ¿Cómo…? ¿Cómo está tu amigo, Sullivan?

—Recuperándose —dije, sin demasiados ánimos para hablar de él.

¿Sabía Carol que él había estado engañando a Mazzy con Chelsea? ¿Qué tan amiga era ella de Chelsea?

—No sé qué pasó ayer, pero fue una locura —agregó, aparentemente satisfecha con mi respuesta.

—En serio. Fue bastante aterrador.

—No parecías asustada. Te metiste al campo de juego antes que muchos de los guardias de seguridad. Fue muy valiente.

—O muy estúpido —dije, llevando una mano a mi nuca.

Carol sonrió.

—A veces van de la mano, pero creo que habla muy bien de ti que te pusieras en peligro de esa forma por un amigo.

—Pues… gracias. Yo, uh… Actué sin pensar. Es un problema recurrente.

Escuchar sus elogios me llenaba el pecho de calidez y me distraía de mi objetivo. Por más que me hubiese encantado poder continuar recibiendo las palabras tan bonitas que ella me decía como si no fuera la gran cosa, sabía que había sentimientos que Carol estaba guardándose para ella misma. Miedos, inseguridades. Y quería que supiera que había alguien en quien podría confiar.

—En fin… Lamento haber escuchado sin avisarte que estaba aquí. Pero estabas tan concentrada… ¡y no fallaste ni una sola nota! Fue realmente impresionante.

Fue Carol la que ahora pareció repentinamente avergonzada.

—Oh. Vaya, pues… muchas gracias. ¿Conoces la canción?

Mother and child, de William Grant Still. Usualmente se toca con chelo y piano —dije, tocando uno de los arpegios de la canción en el piano de la escuela—, pero no te hizo falta.

—Huh. No te ofendas, pero no me hubiera imaginado que supieras de música clásica. Te hacía más de… bueno, punk rock, cosas de ese estilo.

Reí un poco ante aquella astuta observación.

—Sí, bueno, mis géneros favoritos son definitivamente el rock, el punk, el ska, cosas de ese estilo —dije, comenzando a tocar unos acordes—. Crawling in my skin, these wounds, they will not heal. Fear is how I fall, confusing what is real.

Levanté la mirada un segundo para ver si ella reconocía la canción. No parecía resultarle familiar.

—Pero en verdad me interesan todos los géneros. Algunos más que otros, pero creo que todo tipo de música tiene algo interesante que aportar y de lo que puedo aprender. ¿Tú qué música escuchas?

Carol sonrió, y en un acto que me pareció muy llamativo, se recostó casualmente sobre su chelo. Durante los ensayos, siempre permanecía con la espalda derecha, en una postura perfecta, impoluta. Era probablemente la primera vez que la encontraba tan relajada.

—Pues, honestamente, suelo concentrarme en la música clásica. Cuando voy a fiestas o me reúno con mis compañeras escucho lo que sea que sea tendencia y lo que a ellas les gusta, pero no es como que le preste mucha atención como para aprenderme los nombres o las letras.

— ¿Asumo que no escuchas nada de rap, entonces? —Pregunté con obvio sarcasmo.

—Uh, ¿Hamilton cuenta?

Las dos reímos. Por lo menos era consciente de su relativa ignorancia con respecto a otros estilos musicales. Lo cual no era algo malo de por sí.

— ¿Sabes qué? Voy a dejar que lo cuentes —dije, sonriéndole.

—Ya, ya. ¿Y tú cómo llegaste a escuchar William Grant Still?

La sonrisa vaciló un poco, y desvié la mirada mientras bajaba los hombros.

—Mi mamá era profesora de música. Solía escucharlo.

— ¿"Era"? —Preguntó, bajando la voz.

—Sí, ella… falleció.

—Oh… Lo siento, Luna. No lo sabía.

—No, no, está bien —dije, tratando de recuperar la actitud positiva, pero sin lograrlo—. Fue hace ocho años. No te preocupes.

—Aún así… lamento haberlo mencionado. Mis papás… ellos son los que me enseñaron acerca de música clásica. Uno de mis tíos es un prestigioso concertista, y desde pequeña me dijeron que yo podía llegar a ser tan buena como él.

De repente, muchas cosas comenzaban a cobrar sentido.

— ¿Es por eso que te esfuerzas tanto? —Pregunté, esperando no estar extralimitándome.

Carol no dijo nada, pero su postura volvió a enderezarse, dejando atrás esa actitud casual. Se mostraba mucho más reservada de repente.

—Sí. Es un sueño difícil, tengo que esforzarme al máximo si es que quiero alcanzarlo.

—Por supuesto. Y estoy segura de que lo lograrás, eres sumamente talentosa.

—Yo… gracias.

—Sólo… —Traté de medir mis palabras— Bueno, siempre y cuando ese sueño sea lo que realmente quieras. Si es así, estoy segura de que lo harás genial. Es sólo que la forma en la que lo planteas es como si tus padres hubieran elegido tu sueño por ti.

Por un momento, creí que había vuelto a arruinarlo todo. La mirada de Carol se enfrió, perdiendo ese casi invisible destello de calidez que hasta hace unos segundos estaba allí presente. Casi de la misma forma en la que prácticamente había arruinado nuestra conversación durante el juego. ¿Por qué me metía en sus asuntos personales? ¿Por qué no podía tener una conversación normal sin propasarme?

Tras unos interminables segundos, Carol se puso de pie y comenzó a guardar su chelo.

—Eres extraña, Luna —me dijo. Esperaba que sonara enfadada o irritada, pero no había nada de ello en su voz. Sonaba más bien curiosa — ¿Por qué el súbito interés en mí?

— ¿Q-Qué? Yo no, uh, es decir…

—Eres simpática. Graciosa. Pareces ser una buena chica. Pero no somos amigas. Hace meses que ensayamos juntas y nunca te acercaste a hablar conmigo. Y en un par de días te has acercado dos veces, compartiendo experiencias personales.

—N-No quise incomodarte…

—No me siento incómoda —dijo, sorprendiéndome—. Eso es lo que me desconcierta. No somos cercanas, pero cuando hablo contigo siento que tenemos mucho en común. Es raro. Mis compañeras me oyen pero siento que no me escuchan. Contigo es como si realmente pudiera tener conversaciones importantes. Pero no somos amigas, y no sé qué tanto puedo confiar en ti.

Mordí mis labios y sencillamente la observé mientras tomaba el estuche de su chelo y se acercaba hacia mí.

— ¿Qué es lo que pretendes? —Me preguntó finalmente.

De pie junto a mí, la diferencia de altura se hacía mucho más notable. Y junto con la altura, la realidad. Ella era dos años mayor. Era una chica popular, hermosa, talentosa, rica. Yo era una júnior, una "rebelde", totalmente regular, sin nada en lo que me destacaba. La pregunta que me hacía era una verdadera incógnita. ¿Qué pretendía, realmente? No podía tener esperanzas serias de que nos volveríamos amigas, mucho menos algo más.

—No lo sé —admití—. Como dije antes… a veces actúo sin pensar. Sólo quería… hablar contigo. Tratar de conocerte un poco más.

— ¿Sólo para conocerme? —Preguntó, y pude sentir que ella creía que había algo más en mis intenciones— ¿Y por qué te interesaría conocerme?

—Cuando tocamos juntas… —Comencé, pero me detuve, tratando de encontrar la manera de explicarlo sin dar a entender que tenía poderes— Es como si estuviéramos en la misma página. Nos complementamos muy bien. Cuando cierro los ojos y te escucho tocar, como hace unos momentos, siento que tenemos la misma pasión por la música. Nunca me hubiera atrevido a hablarte; ya sabes… eres una chica muy popular, y yo no soy nadie. Lo tengo en claro. Sé que no podemos ser amigas. Pero todo eso no importa cuando dejamos que la música hable por nosotras. Antes de la orquesta, nunca me habría imaginado eso. Quería… Quería hablar contigo para ver cómo eres realmente, y la verdad es que eres muy distinta a como te imaginaba. Eres… bastante genial.

Me detuve cuando noté que estaba comenzando a sobre-extenderme. Y tratando de repasar las palabras en mi mente, noté que quizás estaba diciendo más de lo que debía. Más de lo que ella probablemente estaba dispuesta a oír.

—L-Lo lamento, sé que es muy repentino, yo, uh… Lo siento.

Me despedí con un breve gesto de mi mano, y con mucha prisa abrí la puerta de la sala de música y salí hacia el pasillo. O al menos lo hubiera hecho si una fuerza invisible no me hubiera golpeado en la cara apenas di un paso.

— ¡Ouch!

— ¡Ouch!

Caí hacia atrás, golpeándome una vez más con la puerta.

— ¿Están bien? —Preguntó Carol, acercándose.

—Sí, yo, uh…

Sacudí la cabeza y abrí los ojos. De rodillas frente a mí, acariciando su frente, se hallaba la chica del club de teatro a la que había ayudado unos días atrás. Me miró con sorpresa, y luego dirigió una rápida y nerviosa mirada a sus espaldas.

—Yo, uh, debo irme. Adiós —dijo Carol, alejándose a paso ligero en dirección al estacionamiento.

Se la veía un poco nerviosa. Ni siquiera me atreví a responderle. Suspiré, sabiendo que probablemente lo había arruinado… otra vez. Me puse de pie y le ofrecí una mano a la chica.

—Lo siento mucho, no te vi —dije con mucha pena.

—No te preocupes —me aseguró, hablando con la misma energía que un oso perezoso con calmantes—, fue mi culpa por no ver por dónde caminaba.

— ¿Te duele? ¿Necesitas algo?

Ella parpadeó un par de veces, sus ojos pasando de mi rostro a la mano que le ofrecía. Me observaba como si fuese un alienígena.

—N-No, yo… Estoy bien —aceptó mi mano con cierta reticencia, dejando que la ayudara a ponerse de pie—. Gracias. Eres… eres muy amable.

Traté de darle una suave sonrisa.

—Trato a la gente como me gustaría que me traten —dije sencillamente, antes de recordar un detalle—. Mi nombre es Luna, por cierto. ¿Cómo te llamas?

—Luan —me dijo, soltando mi mano y tomándose el codo, mirando rápidamenete por sobre su hombro—. Luan DiAngelo.

—Estás en el club de teatro, ¿no?

—Sí. Y tú estás en la orquesta. Tocas el piano. Eres muy buena.

Parpadeé sorprendida antes de sonreír.

—Oh, vaya, pues muchas gracias. ¿Cómo sabes eso?

—He visto algunos de sus ensayos. Eres la más talentosa de la clase, por mucho.

—Yo, uh… Vaya. No esperaba eso. No recuerdo haberte visto en los ensayos —comenté, tratando de hacer memoria, pero no podía recordar haberla visto antes de la semana pasada. A decir verdad, no recordaba haberla visto jamás en la escuela, pero yo solía quedarme en mis lugares de siempre, así que no era algo demasiado raro.

Luan me dedicó una mirada triste.

—La gente no suele notarme. No soy muy llamativa que digamos.

—Oye, no digas eso. ¡Tu cabello es hermoso! —Le dije como cumplido, pero ella negó con la cabeza como si no lo creyera.

—Gracias. Es la segunda vez que me ayudas, Luna, incluso si no me conoces.

—Bueno, tendría que ser una muy mala persona como para no ayudar a alguien en el suelo o alguien a quien molestan, ¿no?

—Una muy mala persona, o una persona como todas las demás que no quiere involucrarse en los problemas de alguien más —dijo sencillamente—. Nos vemos. Suerte con los ensayos.

—Gracias… Suerte a ti también.

Bajó la mirada y se alejó rápidamente en la dirección en la que Carol también se había ido. Suspiré. La vida de la secundaria era tan complicada…

Tomé mis cosas y comencé a caminar hacia la entrada de la escuela, donde Mazzy me estaba esperando. Tendría que hablar con el profesor al día siguiente, o simplemente faltar al ensayo. No me agradaba del todo, pero Mazzy me necesitaba. Además, Carol estaría allí, y después de todo lo que le había dicho, no me sentía con muchas ganas de estar en la misma habitación que ella. Sería un encuentro sumamente incómodo.

Por otro lado, era el primer ensayo que compartiríamos con el club de teatro. ¿Estaría Luan allí? Me gustaría ver qué papel cumplía, o cómo se llevaba con sus compañeros. Me daba la impresión que no era alguien con muchos amigos, lo cual era realmente triste. Yo no era particularmente una persona con muchas amistades, pero aquellas que tenía las atesoraba, y por lo menos era bastante sociable. Podía entablar conversaciones con extraños, no me molestaba tanto. Luan, por otra parte, parecía excesivamente tímida y reservada. Un muro de piedra difícil de leer.

En definitiva no era mi problema, pero parte de mí no podía saber eso y no sentir simpatía. La parte más solidaria de mi alma quería ayudarla, incluso si no sabía si ella realmente quería o necesitaba mi ayuda.

Continué reflexionando al respecto mientras me alejaba del pabellón, caminando por la galería que lo conectaba con el edificio principal de la secundaria. Mi mente estaba ocupada preguntándose por qué últimamente me interesaba tanto por personas que apenas conocía, pero todos aquellos pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuché unos gritos un poco más adelante.

Con curiosidad, me acerqué, deteniéndome en seco cuando descubrí que se trataba de un grupo de chicas, gritando de dolor, tomándose la cabeza y caminando como si estuvieran perdiendo el equilibrio. Algunas de ellas cayeron de rodillas al suelo, otras cayeron de bruces, otra se apoyó contra una lámpara para sostenerse. Las reconocí. Eran las porristas de la secundaria. Chelsea estaba entre ellas, y por un instante del que me arrepiento, verla de esa forma no me pareció tan horripilante como debería.

Tan horripilante como fue ver que Mazzy estaba entre ellas, cubriendo su rostro con sus manos mientras se retorcía de dolor.