Lincoln Loud ya había pasado unas semanas difíciles, pero ya estaba totalmente recuperado. Sus piernas, aunque cansadas, ya podían soportar su peso. Su recuperación había sido atendida por casi toda su familia y aunque Lily no podía hacer mucho, le alegraba el día a su hermano. Sin embargo, fue la comediante quien se llevaba casi todo el crédito: ella había hecho lo indecible para que Lincoln se recuperara. Pero no lo hacía por culpa, lo hacía por el enorme cariño que le profesaba a su hermano. A pesar de todo lo que le había hecho, él la perdonó.

Desde entonces, Luan no hacía ninguna broma que pusiera en peligro la vida de las demás personas. Aún así, no era tan malo tener que soportar unos cuantos chistes de vez en cuando. Lincoln había vuelto a la normalidad de la escuela, donde su amigo Clyde lo esperaba. Si no fuera por Clyde, Lincoln habría pasado un infierno en la escuela, ya que su movimiento había estado limitado por la silla de ruedas, por lo que todo parecía ser mucho más fácil que de costumbre.

Además, su estado lo hizo mucho más querido por los demás, sobre todo entre las chicas. Desde el comienzo todos se ofrecieron a ayudarlo, y como precisaba de la compañía de los demás, la cantidad de gente con la que hablaba el albino aumentó bastante. Las chicas encontraban divertido hablar con ese chico peliblanco que siempre tenía algo que contar. Como antes se pasaba más tiempo con sus amigos o hermanas no le ponían mucha atención, pero ahora lo adoraban.

Era simpático, divertido, amable, caballeroso, pero también seguro de sí mismo, atento y siempre tenía algo nuevo que contar, sobre todo cosas que había pasado con su familia.

Para la gran mayoría de ellas, simplemente lo veían como alguien interesante; pero habían algunas chicas que les encantaba su personalidad, su forma de ser y su flamante cabello blanco. Ninguna estaba muy segura de lo que sentían por él, pero desde que su herida había surgido, eso las hecho que casi todos pasaron pasar tiempo con el peliblanco. Lincoln ya era más notorio. En cuanto a los chicos, solamente les caía mejor que antes, al ver lo divertido que era.

Pero lo que más hacía que Lincoln llamara la atención era que sabía escuchar. No importaba qué tan rara o aburrida sea una historia, Lincoln escuchaba y daba consejos. Tal vez el tener diez hermanas que querían su atención y ayuda hubiera contribuido a ello. El caso es que como los chicos jugaban o comían más de lo que hablaban, eran las chicas las que apreciaban más a Lincoln. Sabía guardar secretos, daba sugerencias, en una ocasión incluso salvó a una compañera de caer en la depresión. Eso le dio una reputación de chico casi perfecto.

Claro, Lincoln era distraído y no tenía ni la más remota idea de lo que los demás pensaban de él, ni él ni ninguno de sus amigos. Sin embargo, su atractivo dirigido a las niñas de su escuela crecía día a día, sin que éste se enterara de nada. El respondía a los saludos, los gestos, las bromas, las sonrisas, los sonrojos y toda esa compañía con total naturalidad. Irónicamente, eso lo hacía aún mejor.

El punto aclarado, Lincoln llegaba un día como cualquier otro a la escuela, emocionado por el hecho de que Clyde lo había invitado a su casa después de la escuela. No había nada en ese día que anunciara algo fuera de lo normal hasta que fue consciente de la cantidad de adornos color rosa esparcidos por toda la escuela. Entonces se acordó: era Día de San Valentín. Para casi todos los chicos era una tortura ver a los pocos que tenían novia felices, mientras ellos eran rechazados año tras año.

Al albino no le importaba mucho, pero aun así se sintió algo apartado de los demás, ya que sus amigos más cercanos la estaban pasando bien con sus parejas. Fue hacia su casillero y lo abrió, decidido a no observar nada de eso. Fue en ese momento cuando decenas de cartas cayeron de él. Todas parecían tener el distintivo color rosado. Desconcertado, tomó una. Y leyó:

- "Amado mío: tu presencia es lo único que necesito para vivir. Te amo, y no puedo dejar de pensar en ti. Tu sonrisa calienta mi corazón, y tu risa es la única música para mis oídos. Si no puedes aceptar mi amor, perdona mi vida. Si aceptas mi cariño, te estaré esperando en el parque esta tarde a las cinco. Tu admiradora secreta."

El rostro de Lincoln se sonrojó casi al instante, su corazón se aceleró, y miró discretamente a su alrededor, esperando que nadie lo hubiera visto. El resto de las cartas tenían contenido de la misma índole, a veces con alias secretos, otras con una audaz revelación del nombre de la amante.

Pero Lincoln no tenía intención alguna de aceptar ninguna de esas declaraciones, y le pesaba enormemente tener que rechazarlas. No obstante, fueron muy pocas las chicas que no aceptaron su decisión. Abrazos reconciliadores, promesas de amistad y despedidas suaves; nuestro protagonista recurrió a todas ellas para declinar a las interesadas. No es que no le gustara ninguna de ellas, pero el interés por una relación no existía en él; Ronnie Anne y sus actitudes se habían encargado de ello. Pero hubo dos chicas que se empeñaron en seguir con sus intentos, y juraron seguir tratando de ganarse el corazón del peliblanco.

Cookie Merian se había puesto muy pesada, y se negó a irse hasta que Lincoln aceptara las galletas que le había llevado, y antes de irse, le dio un fugaz beso en la mejilla, haciendo caso omiso de la negativa de Lincoln.

En cuanto a Cristina Novoa, ella no se desanimó con la respuesta de Lincoln. Le dijo muchas razones por las cuales pensaba que Lincoln era un chico ideal, y aunque éste no podía negar nada de lo que dijo, no pudo aceptar su proposición. Impertérrita, Cristina le regaló un dibujo que ella misma había hecho de ellos dos, al estilo manga o anime, y estaban tan bien trazados que Lincoln lo tuvo que aceptar.

Las clases ya por fin habían terminado, y se fue con Clyde y los demás invitados a la casa de los Mcbride. Los papás de Clyde los trataron muy amablemente, y Lincoln se la pasó como nunca con sus amigos. Entre ronda y ronda de videojuegos, les contó lo que le había pasado ese día. Unos se mostraban impresionados, otros celosos, y algunos no podían contener una sonrisa burlona. Solo Clyde se mostró comprensivo.

Ya en el viaje de regreso a su casa, y después de las múltiples burlas de sus amigos por no aceptar a ninguna chica, Lincoln regresó a su hogar, ansiando como nunca su cómoda cama. Se sentía mal por haber rechazado todas esas confesiones, pero no lograba sentir nada especial por las chicas que se le declararon. Entró en la casa y se puso a reflexionar, acostándose cómodamente en el sillón antes de comer una aperitivo i marcharse a dormir.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató de que alguien lo llamaba una y otra vez.

- Lincoln... ¡Lincoln!... ¡LINCOLN!

- ¡Ah! ¿Qué...? Oh, hola Lori. Lo siento, estoy distraído

- Sí, ya lo noté -suspiró Lori, exasperada.

La mayor de las hermanas Loud, estaba guardando su celular, sin duda terminando una de sus infinitas charlas con su novio Bobby.

- ¿Qué te pasa? No me contestabas.

- Lo siento Lori, pero es que tuve un día muy extraño.

- ¿Eh? ¿Extraño en qué sentido?

- Pues que recibí muchas cartas hoy, y nunca me había pasado.

Lori abrió mucho los ojos y dejó caer el vaso que traía en su otra mano. Dio un grito tan fuerte que Lincoln se sobresaltó. Su hermana mayor se fue corriendo hacia los cuartos de las demás, y en cuestión de segundos, todas las hermanas de Lincoln estaban sobre él, acribillándolo con preguntas.

- ¿Quiénes se te declararon?

- ¿Aceptaste a alguna?

- ¿Era bonita la chica?

- ¿Te dieron obsequios?

- ¿Fuiste amable?

Tardó más de diez minutos en hacer callar a sus hermanas, e insistió en lo bien que había hablado, y que no había aceptado a ninguna. Eso las sorprendió a todas.

- Pero, ¿qué no te gustaba alguien? -preguntó Lola.

- Me gustaba Ronnie Anne -respondió el albino- Pero por cómo hablábamos y todo eso, terminamos siendo solo amigos. Ya no me gusta realmente.

- Pero después de ella, ¿ya no te gustó nadie? -inquirió Luna.

- Habían algunas que me llamaban la atención, pero nada más que eso.

- Me da la impresión de que a mi hermano mayor le causa irritación y remordimiento el pensar en este tema. Mis memorias me indican que nunca ha tenido la fortuna de encontrar a la pareja ideal -argumentó Lisa.

- ¿Eh? ¿Qué dices? -se extrañó Leni- ¡Con Ronnie Anne le iba genial!

- Pero ya oíste a Lincoln, Leni -se impacientó Lynn- Lo suyo nunca funcionó.

- La oscuridad que emana del alma de Lincoln nos dice que ya no quiere seguir hablando de esto.

- Sí, Lucy, es algo de lo que no me gusta mucho hablar -gruñó Lincoln, empezando a molestarse por la curiosidad de sus hermanas.

- Bueno, dejen en paz a Lincoln -ordenó Lori- Si no quiere hablar de esto, que así sea.

Sus hermanas se acercaron y le dieron un largo abrazo.

- Epero que te ientas meor, hemanote -dijo Lily, con una sonrisa adorable.

- Ahhhhhh, gracias, Lily -se enterneció Lincoln. Le dio un apretón a su hermanita, quien se rió, jugueteando.

Lincoln ya se estaba marchando a su habitación, cuando se dio cuenta de que Luan no le había dicho nada, lo cual era raro, considerando su personalidad parlanchina y graciosa.

La vio parada en la cocina, mirando un punto indefinido de la pared.

- Luan, ¿qué tienes? -cuestionó el albino. La aludida espabiló.

- ¿Eh? ¡Oh, nada! No sé, me sorprendió que no aceptaras a ninguna chica. ¡No me hagas caso! Ahora que me acuerdo tengo algo que hacer. ¡Me voy! -murmuró Luan, diciendo todo eso muy rápidamente.

Lincoln se extrañó de la forma de actuar de la comediante. Negó con la cabeza, quitándole importancia al asunto, y se fue a su cuarto. Después de todo, había sido un día bastante largo, y quería descansar.

Mientras tanto, Luan tenía un debate consigo misma, a solas en su habitación.

- Wow, ¿qué me acaba de pasar? Sentí como si algo se desinflara en mi pecho cuando Lincoln nos dijo sobre las cartas que recibió. Fue como si... como si... como si me sintiera mal porque tuviera otras mujeres en mente.

Luan estaba desconcertada por ello, pero luego se tranquilizó.

- Al fin y al cabo es mi hermano, debe ser porque quiero lo mejor para él. Obviamente, ninguna de todas ellas conoce de verdad a Lincoln. En cuanto sepa que alguna lo quiera por como es, entonces sabré que es la indicada para él. Así es como las hermanas se deben sentir por sus hermanos, ¿no?

Con eso en mente, entró a su habitación, deseando encontrar la felicidad de su hermanito.