CAPÍTULO 3


—¿Qué pasó?

—Le pasó algo a tu hermano. —El hippie fue introduciendo lentamente el tema—. Hubo un tiroteo hace un par de noches. Los que venden merca… ya sabes cómo son. Se cruzaron con tu hermano.

—¿Está en el hospital? ¡¿Qué pasó?! —Le exigió pasmado y con los ojos bailoteando de nerviosismo. Cuando se trataba de Ace se quedaba muy rápido sin paciencia y fue parándose para encararlo.

—Murió, Luffy. —Lo mejor era decirlo, sin dar tantas vueltas. El chico se quedó en blanco unos segundos y volvió a sentarse—. Lo siento mucho.

—¿Cómo que murió? —No daba crédito a lo que oía, sentía que estaba envuelto en una pesadilla y que pronto despertaría. De golpe quería recordar la última vez que había visto a su hermano, lo último que habían hablado, pero su mente parecía estar en blanco.

—Estuvo en el hospital, pero no aguantó. Falleció ayer a la noche. —Trató de no llorar, para no contagiar al otro con su dolor—. Lo siento mucho Luffy. Sé que él era alguien muy especial para…

—¡¿Como que murió?! —Las lágrimas empezaron a caer sin compasión. Todo le daba vueltas.

—No vine a avisarte que estaba en el hospital para que no te volvieras loco, acá encerrado, sin poder ir a verlo. Pensé que iba a salir de esta, pero su cuerpo no resistió. Lo llenaron de balas. —Ahora el hippie mostró una cara de infinita tristeza, todo por el recuerdo de Ace en sus últimos días y el dolor de Luffy, contagiándolo a él.

—¡Quiero estar solo!

El hippie entendió el pedido, se puso de pie, le sacudió el cabello en son de consuelo y se marchó. Allí quedó Luffy, acostado en posición fetal, llorando desamparado, a gritos pelados. Se oía en toda la jefatura el lamento del muchacho.

Cuando Zoro preguntó a uno de sus compañeros qué pasaba, se enteró de la noticia y por las conversaciones que había tenido con el chico, sabía que su hermano era lo único que tenía. Debía estar destrozado y eso un poco lo destrozaba a él también.

Cuando se hizo de madrugada y le tocó a él hacer guardia, aprovechó la soledad de los pasillos y la oscuridad de la comisaria durante la noche para abrir la celda de Luffy y meterse dentro. Entró en la penumbra que le otorgaba la luna y se sentó despacio a un lado del muchacho, quien no dejaba de llorar, aferrado a la almohada.

Zoro hizo algo que ninguno de los dos esperaba, apoyó el pecho sobre la espalda de Luffy tratando de abrazarlo. Le frotó el brazo y luego le acarició la mejilla secándole las lágrimas con la mano. Su tacto hacia un contraste extraño entre suave y áspero.

Lo hizo sentarse, Luffy era como un muñeco de trapo que no tenía respuesta. Recién ahí pudo cobijarlo en su pecho. Le levantó la barbilla y le dejó un beso en la misma mejilla que le había acariciado. Notó que eso detuvo su llanto, así que se aventuró a rozarle los labios. Fue Luffy quien reaccionó con algo de inocencia.

—¿Qué haces?

—Lo siento mucho —dijo Zoro—, siento lo de tu hermano y no me gusta verte así. Quiero ayudarte de alguna manera.

Luego de decirle eso, le volvió a buscar los labios, imprimiendo fuerza, pero el contacto seguía siendo superficial. Luffy nunca había besado a nadie, Zoro tampoco, pero el instinto es buena guía en esos casos. Entreabrieron la boca y las lenguas se encontraron. Fue un beso salado, por las lágrimas que Luffy volvió a derramar.

De golpe, abrazó a Zoro con fuerza por la cintura, como si fuera su único salvavidas en ese mar de llanto. Le agradaba el consuelo que el oficial le ofrecía, le daba algo de sosiego. Se sentía agradecido incluso. Abrazado así se sentía un poco menos a la deriva.

—No puedo creer que Ace haya muerto —murmuró un Luffy más calmado.

—Tu hermano terminó mal por el asunto de las drogas. —Zoro no quería ser rudo en un momento tan delicado, pero pecaba de sincero—. Y a ti te puede pasar lo mismo. No me gustaría que eso ocurra.

—No tengo otra alternativa, ¿quién le va a dar trabajo a un chico de mi edad?

—Sí tienes otras alternativas, puedes meterte a la fuerza.

—Detesto a los policías —aseveró, y a Zoro se le escapó una carcajada. No se soltaban, Luffy lo tenía agarrado por la cintura y el oficial seguía cobijándolo en su pecho. Quería cuidarlo de todos los males. Quería meterlo en su bolsillo y llevárselo a casa. Protegerlo dentro de una campana de vidrio.

—Entonces vente a vivir conmigo —propuso como si semejante cosa fuera nada—. Vivo en un lugar humilde, pero mi sueldo de policía me permite comer y vivir bien.

—¿De verdad lo dices? —Se incorporó un poco para mirarlo con cierto descreimiento, pero Zoro no parecía mentir. No parecía esa clase de persona, al contrario, lucía como alguien sincero y frontal.

—Si no te alejas de las drogas vas a terminar preso o como tu hermano —aseguró—. Y no quiero eso para ti. Por alguna razón me gustas.

—¿Vas a pedirme sexo a cambio? —Tanto altruismo le llamaba la atención y Luffy, en ese terreno, era más bien asexual.

—No es esa mi intención, estás equivocado si crees que haría todo esto solo por eso. — Zoro estaba rojo como un tomate. Ante la mirada curiosa del más joven decidió contarle un poco más de su persona, aunque era un tipo reacio a hablar de sí mismo cuando de asuntos personales se trataba.

De ese modo Luffy supo que Zoro no había tenido experiencias sexuales, el orfanato al que iba era solo de varones y aunque había una chica que le gustaba, murió de una enfermedad cuando él era un niño. Luego se metió a la fuerza y nunca tuvo interés en nadie hasta que Luffy se le cruzó en su camino con ese llanto desgarrador.

—Eres una buena persona, Zoro —dijo Luffy sonriente.

—Entonces, ¿aceptas vivir conmigo cuando salgas de aquí?

—¡Sí! Y buscaré empleo.

—Eso sí, tienes que buscar un empleo digno.

Luffy le estampó un beso doloroso en los labios, lleno de alegría, y Zoro se puso de pie de inmediato. No podía quebrar las normas, y estar adentro con un detenido lo era, así que mejor salir cuanto antes o corría el riesgo de ser sancionado.

Había una luz de esperanza para Luffy a pesar de tanto dolor, a pesar de tanta oscuridad. Por alguna razón que desconocía, sentía que le iba a ir bien con Zoro. Aunque le pidiera sexo, incluso.

(…)

Cuando lo dejaron salir del calabozo de la comisaria afuera lloviznaba. Era una lluvia tersa y fina. El cielo parecía todavía de noche, aunque se suponía que un par de horas amanecería. Zoro le había conseguido un abrigo, y si bien la perspectiva de ir a casa del gordo y recordar el tiempo que había pasado allí con Ace no le entusiasmaba, tenía que ir a buscar sus pocas pertenencias y a darle las gracias por el techo y la comida brindada.

Cuando llegó, la casa estaba más vacía de lo habitual. Al parecer, después de la muerte de su hermano muchos de los que vivían con el hippie se habían ido. Todo lucía más limpio y ordenado, incluso había materiales para la construcción y algunas reformas en progreso. Luffy se alegró porque casi parecía otra casa y los recuerdos no lo acosaban tanto como pensó que lo harían. Hablaron sobre Ace, pero ese era un tema que a Luffy aún le dolía. Le agradeció también que se hiciera cargo económicamente del entierro, ya que él no tenía un belly. Le preguntó dónde estaba la tumba y el gordo le dio todos los datos necesarios para que pudiera visitarla. También le dio algunas fotos de Ace -la mayoría desenfocadas- en donde a veces aparecía con los amigos que había cosechado en ese tiempo, pero Luffy se limitó a guardarlas casi sin mirarlas. Le pidió al hippie que se ocupara de donar o repartir las pocas cosas que Ace había dejado atrás. Él no se sentía en condiciones de hacerlo; para nada.

Esa mañana se quedó y almorzó con él, pero por la tarde se dirigió cargando un bolso con las pocas pertenencias que tenía a la jefatura, a la hora que Zoro le dijo que saldría ese día. Por lo general trabajaba de siete a siete, con guardia los jueves, pero a veces hacía horas extras. Ese día no lo hizo, porque quería acompañar a Luffy a visitar la tumba de su hermano y porque también quería mostrarle su departamento, ayudarlo a acomodarse, y si daba el tiempo también mostrarle el barrio para que supiera moverse por su cuenta.

Sin embargo, cuando llegaron al cementerio, este ya había cerrado, así que pasaron a buscar algo de comida hecha para ir a la casa de Zoro. Este no tenía auto, pero sí la tarjeta que se necesitaba para viajar en transporte público. Luffy también tenía, pero ni un belly había en ella. Ahora, sin vender drogas, se daba cuenta de que dependía pura y exclusivamente del policía. Debía buscarse un trabajo urgente.

Llegaron a la zona céntrica de la ciudad, frente a un edificio viejo de color blanco. Zoro abrió la reja y lo hizo subir dos pisos por escaleras, hasta llegar al departamento número quince. Cuando abrió la puerta, Luffy sintió que era un lugar mejor para vivir que lo del hippie. Sí, todo era viejo, el baño se caía a pedazos, faltaba el empapelado de las paredes y no había lujos, pero se notaba que era un hogar con todas las letras. Había una pequeña cocina y un pequeño comedor. Todo allí era de proporciones diminutas. En la sala había un sillón de dos cuerpos y en la cocina una mesa con tan solo dos sillas. No necesitaban más, tampoco. Eso sí, la cama era una sola y era enorme. Lo cual lo incomodaba tremendamente, algo dentro de él le decía que tenía que hacerse la idea de que debería devolverle a Zoro su gratitud. Como si fuera una obligación moral, cuando no tiene porqué ser así. Las personas pueden y deben actuar desinteresadamente. Y por otro lado, Luffy no estaba en la obligación de pagar ningún gesto amable, no obstante, dentro de él seguía haciéndose preguntas al respecto. Por momentos no sabía cómo actuar frente a la actitud del policía. Ya no recordaba cuántas veces le había dado las gracias. Y se supone que para tejer una relación sana eso es suficiente para devolver un gesto ameno, sin embargo Luffy había tenido otro tipo de vida y se imaginaba mil escenarios, en todos ellos, teniendo sexo con Zoro.

Después de revisar el lugar, Luffy dijo que le gustaba mucho, y estaba siendo sincero, siempre lo era. Lo que sí, se enteró que Zoro rentaba, y por diecisiete mil bellys, lo cual era bastante. Eso le hizo pensar con más ahínco que debía ayudarlo económicamente. No podía dejar que Zoro se ocupara de pagarle el techo y la comida y él dedicarse a nada.

—Bueno, puedes cocinar y limpiar. Hasta que consigas empleo —propuso Zoro para tranquilizar la inquietudes del otro.

—Soy pésimo cocinando.

—Bueno, cualquiera puede limpiar.

—¡Lo haré! —dijo con energía y un poco de alegría.

—Me agrada verte más animado. —Hacía apenas un par de meses que había muerto el hermano de Luffy y era la primera vez que lo veía tan contento.

No se habían besado desde aquella vez en el calabozo, pero Zoro sintió en ese momento unas irrefrenables ganas de hacerlo, así que sin preguntarle lo tomó de la cintura y lo atrajo hasta su cuerpo para devorarle la boca con pasión. Luffy se dejó llevar, sintiendo con azoro como le mordía la lengua, pero su estómago tronó y eso les hizo reír, boca con boca.

—Mejor comemos —propuso Luffy tratando de no dejar en evidencia que se moría de hambre y que el contacto con el otro hombre le generaba nerviosismo.

—Es temprano, pero bueno.

Zoro se acercó a la mesa y abrió los paquetes comprados. Se preguntaba si en realidad el chico iba a comerse todo lo que pidió. Dos sándwiches de milanesa, papas fritas, ensalada y una tortilla de papa. Parecía mucha comida para dos personas, pero descubrió que Luffy era un presupuesto a considerar, incluso llegó a robarle comida con la excusa de que se había quedado con hambre. Cuando terminaron de cenar, Zoro le ofreció cerveza.

—No me gusta el alcohol, gracias.

—¿Consumes drogas?

—Tampoco.

—¿Me dices la verdad? Vendías, a fin de cuentas —lo miró con descreimiento—. Quiero que seas sincero conmigo y que no me mientas nunca.

—Te digo la verdad, solo vendía —dijo con cara de inocencia—. Mi hermano no me dejaba consumir nada, ni marihuana. Tampoco me interesaba mucho. —Se encogió de hombros.

—Bien —asintió con la cabeza, sonriendo de costado—. ¿Vamos al sillón a ver un poco de tele?

Luffy accedió, viendo como Zoro se bajaba un litro de cerveza como si fuera agua mientras hacían zapping sin mirar nada en especial. Disfrutaban más de charlar y conocerse mejor, que de perder el tiempo con algún programa. Luffy era muy curioso, quería saber sobre el policía, pero este no recordaba haber tenido familia, todos sus recuerdos eran del orfanato. Por su lado, Luffy habló de sus hermanos, hasta que sintió un nudo en la garganta y dejó de hacerlo.

—Tengo hambre, ¿hay algo para comer?

—Te dije que era muy temprano para cenar —recriminó Zoro—. En la alacena hay galletas, creo. Yo me voy a preparar para mañana, tengo que levantarme temprano —concluyó poniéndose de pie.

Luffy estaba comiendo las galletas, sentado en la mesada y balanceando las piernas, mientras veía a Zoro planchando su uniforme horrible de color blanco; según le había dicho, eran blancos para que la sangre se notara y pudieran verificar mejor las heridas.

—¿Te bañas y te acuestas?

—Sí, estaba pensando —Zoro no sabía cómo introducir el tema, pero lo intentó—, ¿por qué no nos bañamos juntos así ahorramos agua?

Luffy no era de bañarse muy seguido, pero le pareció descortés negarse, además iban a compartir la misma cama y no quería oler a muerto. Le daba algo de pudor desnudarse delante del otro, sin saber bien por qué, pero intuyendo que Zoro iba a intentar acercársele de manera intima, como antes. Que el chico tampoco era tonto.

En el pequeño baño, Zoro fue el primero en desnudarse. Tenía un cuerpo de infarto y apenas se notaba, salvo por los brazos que estaban bien trabajados y marcados. Luffy dejó expuesto su cuerpo enclenque, era flaco, pero algo de musculatura tenía. Trató de no mirar a Zoro, pero este sí lo observó de arriba hacia abajo, estudiándolo con descaro. Aunque a diferencia de otras veces, y sin saber por qué, ese escrutinio no le resultó tan incómodo o intimidante.

El policía abrió las canillas y reguló el agua para que saliera tibia, tirando a caliente, como le gustaba a él. Se metió dentro de la ducha y tomó la mano de Luffy para que lo siguiera. Agarró el jabón y lo masajeó para que se mojara, luego colocó al chico bajo la regadera para pasarle por el cuerpo dicho jabón.