Hola! vamos por el 3!

"Esta historia no es mía, es una adaptación de un libro de la colección Harlequin "Julia" cuya autora es Sarah Holland. Asimismo, los personajes de Naruto no me pertenecen sino que al gran Masashi Kishimoto"

Disfrútenlo!


Deseo Peligroso

Capitulo 3:

— Te beso, Sakura —respondió con dificultad y cerniéndose sobre ella con los ojos brillantes—. ¿Qué crees tú que hago en tu habitación?

No llevaba puesta la chaqueta, tenía la camisa desabrochada y la corbata estaba en el edredón, entre los dos.

— ¡Puedes dejar de hacerlo! —declaró tensa, con el pulso acelerado—. ¡Dios mío, esto era justo lo que esperaba de ti! ¡Que te colaras en mi habitación para seducirme mientras dormía! ¡Debería avergonzarte!

— Una bella mujer se aloja en mi casa y yo deseo hacerle el amor. ¿Por qué no habría de meterme en su habitación por la noche para darle un beso?

— ¡Porque has estado toda la noche con otra mujer! —le espetó con desdén.

Hubo un breve silencio. Sasuke la observó con los párpados entrecerrados y los ojos velados. Luego sonrió perezosamente.

— Ella es sólo una amiga.

— ¿Sólo una amiga? —los ojos de Sakura relampaguearon—. Me das asco. No me digas que has estado hablando con ella toda la noche, porque de hacerlo te daré una bofetada.

— ¡Qué pasional eres! —murmuró, bromeando—. Pero debo decirte que apenas es la una, de modo que no he estado con ella toda la noche.

— ¡Estoy segura de que eso no te detendría! ¡Sé que actúas con mucha rapidez!

Él se rió.

— ¿Es una rubia? —preguntó Sakura, martirizándose—. ¿O es castaña?

— Es rubia, pero sólo es una amiga y no he venido para hablar de ella —los ojos de Sasuke se suavizaron cuando agregó—: No he olvidado lo que, sin darte cuenta, me has revelado esta noche en el aparcamiento.

Sakura se tensó y bajó la mirada.

— Tuve razón, ¿no? —preguntó Sasuke, acariciándole una mejilla—. Yo pago la cuenta de otro.

Sakura mantuvo los ojos ocultos, pero un rubor de enfado le tiñó la piel.

— Otro hombre —dijo él, sin dejar de observarla—, te afectó de una forma tan profunda, que ni siquiera puedes mirarme sin desear agredirme para vengarte.

— No quiero hablar de eso —declaró ella con voz ronca.

— ¿Quién fue? ¿Cómo se llama y dónde se conocieron…?

— ¡No te metas en mis asuntos!

— ¿Se parece a mí? ¿Se trata de eso?

— No tienes derecho a hacer esto —murmuró la chica—. ¡Eres un extraño para mí, ya que te he conocido esta mañana! ¿Quién diablos te crees que eres al venir aquí para tratar de obligarme a…?

— Creo que soy un hombre que quiere llevarte a la cama, pero que tiene varios obstáculos en el camino —repuso, burlón—. Sólo hay una manera de comportarse con los obstáculos: quitarlos del camino. Ese hombre de tu pasado es el principal obstáculo, ¿verdad? Entonces, quiero quitarlo. Así de sencillo.

— Así de sencillo… —repitió ella, furiosa.

— ¿Cómo se llama, se parece a mí, y cuándo lo viste por última vez? —sus ojos brillaron con burla.

Sakura lo observó respirando con dificultad.

— Dímelo, Sakura, o volveré a besarte, y no me detendré hasta que me digas lo que quiero saber —murmuró Sasuke.

Ella se estremeció de temor, excitación y furia. Lo odió porque era conciente de que si él la besaba ella se excitaría.

— Se llama Itachi —respondió en voz baja.

— ¿Se parece a mí?

— Sí, pero no es tan alto como tú. Lo vi por última vez hace tres años, en Tokio.

— ¿Por eso te fuiste a París? ¿Para alejarte de los malos recuerdos?

Sakura lo miró con rencor, sintiendo el escozor de las lágrimas. Lo odió por haber descubierto las raíces más profundas de su vulnerabilidad y dolor.

— Todos tenemos malos recuerdos, Sakura —declaró muy serio—. Pero si los encerramos dentro de nosotros siempre serán malos. Deberías aprovechar la oportunidad para compartirlos conmigo. Eso te ayudará a sobreponerte al dolor.

— No necesito hacerlo —masculló—. ¡Sé muy bien lo que sucedió y no hablaré de eso contigo! ¡Sal de mi habitación y mantente fuera, insignificante y falso donjuán!

— ¿Insignificante, chérie? ¡No lo creo! —la agarró por los hombros y la apretó contra la almohada—. Comencemos otra vez desde el principio, detenme cuando te sientas tan mareada que ya no puedas pensar bien.

Ella gimió furiosa cuando la ardiente boca de él le presionó la suya con un beso tan fiero que le subió la presión arterial. Forcejeó y emitió sonidos de protesta junto a los labios masculinos, y notó que su corazón latía con la misma fuerza que el de él. Lo empujó por los hombros con las manos… pero de pronto, las deslizó al pelo negro y gimió de deseo. Lo acarició y arqueó el cuerpo cuando las manos de él le moldearon los senos y se lo acariciaron para proporcionarle el máximo placer.

— ¿Ya te has mareado, chérie? —respiraba con dificultad—. ¿Sí? —le presionó los senos—. Ah, sí…

Sakura abrió los pasmados ojos, se quitó las manos masculinas de encima y exclamó con odio:

— ¡Eres un experto en la seducción!

Sasuke se alejó un poco, sonrió burlón y la miró triunfal.

— Entonces, ¿no soy insignificante? Qué rápido cambias de opinión.

— Sabes qué hacer para que una mujer reaccione —declaró temblorosa, con odio en la mirada—. ¡Es posible que seas el más experto en besar que yo haya conocido, pero no quiero que me beses, porque sé que es una habilidad que aprendiste, una que has practicado con miles de mujeres!

— No es posible que hayan sido miles —ahogaba la risa.

— Entonces, cientos.

Él alzó las oscuras cejas y sonrió burlón.

— ¡Por lo visto, no lo niegas!

— Sakura, eso no tiene nada que ver con mi interés por ti.

— Yo no te intereso —le espetó con amargura—. ¡Sólo te apetece seducirme! No es lo mismo.

— Al contrario. Estoy fascinado contigo.

— No exageres… —lo miró con el corazón desbocado.

Chérie, nunca había conocido a alguien tan misteriosa como tú, y estoy más que fascinado. De hecho, te advierto que pienso desenvolverte como un regalo de Navidad antes de que te vayas del principado —sonrió—. Cena conmigo mañana en el Hotel de París.

— ¿Qué…? —lo miró sin poder creer que él deseara cenar con ella. Luego recordó que era parte de la técnica de seducción y, dado su dolor, dijo con fiereza—: ¡Vete al infierno! ¡No seré una más en tu legendaria lista de conquistas!

— No, quedarás en el primer lugar de mi lista de misterio.

— ¿Qué misterio? ¡No hay ningún misterio! Simplemente no quiero que me seduzca un…

— Ésa es precisamente la cuestión. Sí quieres que te seduzca. Lo quieres más que cualquier mujer que haya conocido.

— No… —le ardía la cara y trató de sentarse.

— Me insultas, empujas, gritas, dices que quieres abofetearme, pero ardes como un bosque en llamas cuando empiezo a besarte —declaró, abrazándola.

— No es cierto. Se debe a tu habilidad y experiencia con las mujeres. No es nada más.

— No, Sakura. Es algo personal. Me deseas a mí, no a mi habilidad. Tu deseo es más fuerte que tu odio. Comienzo a pensar que podrías desmayarte de placer cuando te haga el amor.

— ¡Ah…! ¡Eres… altivo, arrogante…!

— Tomando eso en cuenta… —repuso en tono burlón— he venido a darte un ultimátum. Acepta cenar conmigo mañana, o ejerceré el gran poder que tengo sobre ti y aumentaré el calor. Serías una avalancha, chérie. Un beso y…

— Me detendría antes de que hagas más que besarme.

— ¿Eso crees?

— ¡Lo sé!

— ¿Hacemos la prueba?

Sakura fijó la mirada en el apuesto rostro y supo que no podría detenerlo si la incitaba y abría el canal del deseo que ardía entre los dos.

— Muy bien —murmuró él y bajó la cabeza.

—¡No! —alarmada y enfadada, levantó los brazos—. Está bien. Cenaré contigo si eso es muy importante para ti. Pero no lograrás nada. No te diré nada de mi vida, y no permitiré que me beses o me toques como has hecho hoy.

— ¿En la Salle Empire del Hotel de París? —preguntó sonriendo—. ¡Todo Mónaco se escandalizaría!

— ¡Sabes muy bien lo que he querido decir!

— Por supuesto pero, ¿lo sabes tú? —murmuró. Hubo un breve silencio antes de que él se pusiera de pie y recogiera la corbata de la cama—. Olvidé decirte que cuando despertaste ya me habías desvestido con habilidad. ¿Recuerdas dónde pusiste mi chaqueta cuando me la arrancaste del cuerpo?

— ¿Qué…? —horrorizada, contuvo el aliento—. ¡No… te creo!

— Ah, allí está —los ojos oscuros brillaron cuando se agachó a recogerla del suelo—. Realmente eres una mujer muy apasionada. Me ha gustado en especial cuando me desabrochaste la camisa y dijiste: "Necesito tu cuerpo, lo necesito".

— ¡Ay, no…! —Sakura se llevó las manos a la cara.

— Estás conmocionada y temerosa, chérie —la observó—. No tienes motivos para sentirte así. Comprendo mejor de lo que imaginas lo que es vivir con frustración sexual y…

— ¡Calla!

— Y mañana por la noche te preguntaré por qué has vivido con eso tanto tiempo —se abrochó la camisa—. ¿Se te hace difícil? No es sorprendente, ya que eres una mujer deseable. Pero necesitas acabar con eso. Y tengo intenciones de ayudarte.

— ¡Sal de mi habitación! ¡He cambiado de opinión! No cenaré con…

— Mañana no te poseeré —murmuró, y bajó la cabeza para darle un tierno beso—. Pero te haré preguntas durante la cena. Y quiero que me las contestes. Deberás estar preparada para decirme la verdad, porque de lo contrario te obligaré a hablar, chérie.

Incapaz de decir nada, Sakura se le quedó mirando.

A demain, chérie! —masculló al dirigirse a la puerta con la chaqueta colgada al hombro—. A las ocho en el Hotel de París —abrió la puerta y agregó antes de salir—: Que tengas felices sueños.

Después de que él cerró la puerta, Sakura se mantuvo sentada, rígida y horrorizada por su comportamiento lascivo. ¿Cómo pudo quitarle la ropa estando dormida, sin darse cuenta?

Fue porque estaba soñando cuando él entró en la habitación. Sólo recordaba los últimos momentos del sueño. Pero no fue el deseo lo que desencadenó ese sueño.

Sasuke le había dicho que deseaba resolver el misterio que ella representaba. ¿No fue eso exactamente lo que el sueño trató de decirle? ¿Que él era el único hombre que podría ayudarla a resolver el misterio? Ella era un misterio. Encerrada en sí misma, rodeada de dolor y falta de confianza, pero anhelando liberarse, amar y que la amaran… hacer el amor con un hombre, uno solo. En ese momento de comprensión sintió que una parte de ella regresaba de la tumba del amor propio destrozado y supo que para ella sólo podía existir un hombre.

Acongojada, se tapó la cara con las manos. "Él no puede ser ese hombre", se dijo con fiereza. "Me niego a que lo sea". Sasuke Uchiha no, un conocido seductor que le destrozaría aún más el corazón. Pero no pudo negar el intenso deseo que ardía en ella de que él la tocara, la besara.

Con razón él había dicho que ejercería su "gran poder" sobre ella. ¿Cómo pudo adivinar que detrás del odio y la furia, ella guardaba un deseo ardiente?

Pero había más… era alguna reacción emocional peligrosa que aún no comprendía. Se dijo que no deseaba eso, que no lo sentiría y que ya no le permitiría acercarse a ella.

Pero él acababa de obligarla a aceptar que cenaría con él al día siguiente…


A la mañana siguiente se reunió con Ino para desayunar en la terraza. Había café recién hecho y una cestita llena de bollos surtidos.

— Sasuke ha ido a trabajar.

— Ah —Sakura mordió con indiferencia un croissant, pero sintió que su corazón perdía ritmo al oír ese nombre.

— Me ha dicho que vas a cenar con él esta noche en el Hotel de París.

— Cierto —se ruborizó y dio un sorbo de café—. Espero que no te importe, Ino. Se supone que estoy contigo y…

— ¡No, no! Me dará la oportunidad de ver a algunos amigos —Ino sonrió—. Recorriendo la ciudad en coches rápidos con música estruendosa.

— Entonces, ¿tú también saldrás esta noche? —Sakura rió y se relajó.

— Todos iremos a Jimmy'z para bailar toda la noche.

— ¡Parece que será divertido!

— ¡Por supuesto! ¿Qué me dices de hoy? ¿Qué haremos juntas la primera mañana en Mónaco?

— ¡Me encantaría ver el palacio…! —Sakura suspiró.

Una hora después, estaba frente al palacio. La luz del sol le daba un tinte crema a las paredes rosadas. La roca se veía detrás de sus almenas como de juguete y las largas filas de ventanas arqueadas ocultaban los misterios de su presencia histórica en Europa. Las casetas de los centinelas, a cada lado de la entrada de piedra esculpida, tenían el escudo de los Grimaldi.

Allí se había iniciado la leyenda en el siglo trece, cuando François "Malizia" Grimaldi, disfrazado de monje, había capturado la fortaleza y asesinado al guardia. El suceso se conmemora en el escudo de armas de los Grimaldi con dos monjes asiendo una espada.

Sus descendientes habían reinado allí durante más de siete siglos, a veces en paz, a veces en un caos, pero el nombre de Grimaldi no dejó de estar presente en la roca de Mónaco. Sus nombres llenaban la historia monegasca de glamour y tragedia al pasar por el antiguo principado. Honoré II fue el primer príncipe de Mónaco en 1612. Su hijo, Antonio, se casó con Marie de Lorraine de la casa real de Francia. Florestan I no dejó de luchar durante su reinado para no perder el dominio monegasco en las tierras de Menton y Roquebrune. Su hijo Charles III finalmente cedió los derechos a esas propiedades en 1861; también descubrió que Mónaco se enfrentaba con un desastre financiero a menos de que hicieran algo para preservar los dos Kilómetros que quedaban de lo que fue un gran principado. A Charles III y a su bella madre, la primera princesa Caroline, se le ocurrió la brillante idea de construir un gran casino la Société des Bains de Mer, con lo que salvó al principado de la bancarrota.

— Se le debe todo a Carlos III —le dijo Ino cuando estaban sentadas en un café, en la plaza del palacio—. Él fundó el casino en 1863 y nos salvó de la ruina. De la noche a la mañana, Mónaco se convirtió en el lugar más popular de la Rivera, y en 1866 le pusieron el nombre de Montecarlo en su honor.

— Es una de las ciudades más famosas del mundo —comentó Sakura después de darle un sorbo a su Perrier frío—, y con más glamour.

— Sobre todo cuando nuestra querida princesa Grace se casó con Rainiero en 1956. ¡Debió ser un gran día aquí! —los ojos de Ino se entristecieron—. La echamos mucho de menos. Todos la querían mucho.

— La princesa Estefanía estaba con ella cuando sufrió el terrible accidente, ¿verdad? —Sakura observó los muros del palacio.

— Pobre Estefanía —murmuró Ino—. Debió ser terrible. Se dice que pesa una maldición sobre la familia.

— ¿De veras? —preguntó Sakura muy interesada.

— Sí, un Grimaldi medieval ofendió a una bruja y ella conjuró la maldición de que ningún Grimaldi tendría un matrimonio feliz.

Sakura pensó en la princesa Caroline y en el accidente que con tanta crueldad le arrebató al hombre que ella había amado.

— ¿Crees que es cierto? —preguntó estremeciéndose—. Ha habido muchas tragedias…

— No, sólo es una estúpida superstición. La tragedia ensombrece la vida de todos en algún momento. Pero la prensa espera, como buitres, nuestros pesares —los ojos de Ino brillaron con enfado—. Creo que ésa es la verdadera maldición de los Grimaldi.


Más tarde, caminaron de regreso por las calles medievales empedradas, llenas de antiguos edificios bañados por el sol, tiendas de recuerdos, cafés y tiendas de antigüedades.

— Envía una tarjeta postal a tu casa —sugirió Ino—. A tu familia de Japón.

— No, quizá lo haga otro día —Sakura se puso pálida.

— No puedes seguir comunicándote con ellos sólo en Navidad, Sakura. Es tu familia, chérie, a pesar de que te hayan causado dolor. ¡Pero no nos pongamos serias! Somos jóvenes y estamos en Mónaco. ¿Entramos al Beach Club? ¡Para nadar, tomar el sol y montar en bicicleta!

Pasaron el resto del día en el club exclusivo Montecarlo Beach.

Cuando regresaron a casa estaban coloradas por el sol y los nervios de Sakura se tensaban más y más conforme se acercaba la hora de la cena.

— ¿Cómo es el Hotel de París y qué debo ponerme? —preguntó.

— Es el hotel más famoso y lujoso de Montecarlo —le informó Ino—. Todos los reyes de Europa deben haberse alojado allí desde que lo construyeron en el siglo pasado. Debes ponerte un vestido despampanante, Sakura, y estar guapa y elegante para Sasuke.

Nada hubiera podido alarmarla más.

Después de ducharse, se probó siete vestidos, pero se sintió frustrada. Nada le parecía adecuado. Por fin eligió un sencillo vestido negro escotado, sin tirantes, que le llegaba hasta la rodilla. Luego se cepilló el largo cabello rosado y se lo dejó suelto tal como lo prefería. Se maquilló un poco, se puso unos zapatos de tacón alto y buscó su bolso de noche.

Sakura salió de la habitación, se despidió de Ino y se dirigió al Hotel de París que quedaba a dos calles de la Plaza del Casino. Hacía una noche preciosa, cálida y luminosa.

La Plaza del Casino era el corazón de Montecarlo, sus jardines eran frondosos y verdes, las fuentes susurraban y las palmeras se balanceaban bajo un cielo azul dorado. El Hotel de París era un monumento a la elegancia, grandiosidad y opulencia. A los dos lados de los escalones de piedra blanca había lámparas de Art Nouveau; sobre las puertas y ventanas arqueadas había doseles dorados.

Sakura subió los escalones y entró al lujoso hotel con aire acondicionado, techos altos, arañas luminosas y de ambiente grandioso y exclusivo de principios de siglo.

De pronto le dio un vuelco el corazón como si una sección explosiva de un proyectil se lo hubiera golpeado.

En un reservado, Sasuke Uchiha se inclinaba hacia una hermosa rubia. Le levantaba el bello rostro para darle un beso. La invadieron los celos. Sintió que se estremecía y lo odió con violencia. Se sintió muy inferior a la elegante rubia.

Sakura se volvió furiosa y se alejó, pero a pesar de su congoja caminó muy digna hasta la Salle Empire.

Un camarero elegante y cortés la condujo a una mesa. Ella pidió un cóctel y esperó molesta entre las columnas doradas, arcos de catedral y hermosas arañas.

De pronto, Sasuke entró, muy apuesto con un traje gris oscuro y corbata de seda roja.

Chérie —dijo al llegar a su lado—. Has llegado temprano. ¿O es que yo he llegado tarde? —consultó su reloj al apoyar la mano en el respaldo de la silla que ella ocupaba—. No, tú has llegado temprano —le dio un beso en la mejilla y agregó con una sonrisa—: ¿Has tenido un buen día? Con ese vestido estas muy deseable.

— ¡Es muy halagador, monsieur! —masculló con odio en los ojos verdes—. ¿Es otra de tus habilidades con las mujeres?

— No me odiarías tanto si supieras cuánto he pensado en ti hoy.

— Estoy segura de que puedo adivinar lo que has estado pensando —tronó.

— Te apuesto a que no —la miró con malicia.

— Por tu comportamiento desde que llegué a Mónaco… —balbuceó sin aliento—…creo que podría adivinarlo con facilidad.

— ¡Quedarías más conmocionada de lo que puedes imaginar! —Sasuke se sentó al lado de ella—. Nunca debes dar por hecho que puedes adivinar lo que otros piensan, chérie. Y nunca juzgues a un libro por su portada.

— ¡Creo que en especial conozco de manera íntima la portada del libro, monsieur!

— ¿De modo que también has estado pensando en mí? —repuso él al observar los senos llenos debajo del vestido de seda negra y notar que los pezones se erguían por un repentino deseo que le aceleró la respiración cuando alzó la vista a los ojos femeninos—. En efecto, veo que así ha sido.

Sakura se salvó de contestar porque el maître fue a encargarse personalmente del pedido de la cena. El hombre trató a Sasuke con deferencia. A la chica se le aceleró el pulso porque imaginó emocionada y enfadada lo que sucedería esa noche. Se odió por eso, ya que sabía que él frecuentaba a otras mujeres y recordó que se había puesto celosa cuando vio que él besaba a la rubia. Él había dicho que la mujer era sólo una amiga, ¿a quién trataba de engañar? Era evidente que eran más que amigos.

— ¿Dónde aprendiste tu buen gusto y modales europeos? —le preguntó él después de dar un sorbo a su vino.

— No pienso contestar a ninguna de tus preguntas, sobre todo cuando las formulas con tus halagos de seductor —echó chispas por los ojos.

— Si sigues insultándome, Sakura, no me limitaré a besarte cuando regresemos a casa —apretó los dientes.

Furiosa y sin aliento, ella se limitó a mirarlo, pero el corazón le golpeaba el pecho y su cuerpo estaba tenso. Una sonrisa torció los labios de Sasuke.

— Y no me retes porque aprovecharé la oportunidad.

El odio brilló en los ojos femeninos como si fueran de fuego verde.

— Olvida la hostilidad —masculló él—. Estamos en terreno neutral y no tenemos más opción que la de charlar.

— No quiero hablar —respondió ella.

— Pero yo sí. Quiero saber todo respecto a ti. Dime lo que deseo saber o permite que mi imaginación vuele en cuanto a lo que te haré cuando estemos en casa.

— Está bien, ¿qué quieres saber? —empezó a latirle el pulso aceleradamente.

— Que obediente —Sasuke se apoyó en el respaldo de la silla—. Háblame de tu vida de antes de que me conocieras.

— Te dije que nací y me crié en Tokio. Mi padre es francés y mi madre japonesa. Cuando era niña, le pedí a mi padre que me enseñara francés. Puede que eso explique el hecho de que yo sea bilingüe.

— Hmp —la observó pensativo—. Hay algo en ti que me hace pensar que tu familia es acomodada. ¿Estoy en lo cierto?

La sorpresa la hizo mirarlo fijamente.

— ¿Sí? —él alzó las cejas.

— Sí… —seguía con la mirada fija en él y pensó que nadie le había dicho eso desde que había salido de Tokio.

— Dices que tu padre es francés. ¿Es rico?

— Sí… —se aclaró la garganta y se obligó a hablar con voz serena—. Es muy poderoso en Tokio y muy rico.

— ¿Y tu madre?

— Sus padres son los dueños de la empresa más grande de Tokio.

— Entonces, ¿eres una autentica belleza japonesa? —torció la boca al esbozar una sonrisa.

— Por supuesto —aceptó Sakura sintiéndose muy tonta.

Les sirvieron la cena. Las antiguas arañas emitían una suave luz dorada debajo de los grandes arcos en el elegante comedor. Los camareros se movían entre las columnas doradas.

— ¿Tuviste una buena niñez? —preguntó Sasuke mientras comían.

— Sí, fui feliz.

— Supongo que tu padre te adoraba y mimaba —sonrió él.

— Sí, me consintió mucho. Vestidos de baile muy bellos, una asignación muy generosa y fiestas extravagantes.

— ¿Te comunicas con tu familia con cierta frecuencia? ¿Piensas regresar allí?

— No —su rostro se volvió inexpresivo—. Me comunico pocas veces con ellos, con excepción de la época de Navidad y no creo que regrese pronto.

— Interesante —la observó con una copa de clarete en una mano y los párpados entrecerrados.

— ¿Por qué es interesante? —exigió saber ella, obligándose a sonreír.

— Bueno… significa que lo que te hizo Itachi tuvo que ver con tu familia —frunció el ceño.

— No veo cómo puedes justificar esa conclusión insolente e impertinente —Sakura dejó el cuchillo y el tenedor en el plato con tanta fuerza que sonaron.

— Es sencillo —la observó con una expresión tan cercana al dolor que ella quedó pasmada hasta que oyó las siguientes palabras—. Parece que él te humilló delante de tus amigos, de tu familia, de todos y tú huiste a París porque no pudiste enfrentarte a…

— No me quedaré aquí para oír más… —se puso de pie—. Gracias por la cena, monsieur, pero tengo que irme.

— Siéntate —él se levantó y le agarró la muñeca con fuerza—. ¡Te he traído aquí para hablar de esto y eso haremos!

— ¡No! —trató de soltarse. Tenía el corazón encogido por el sufrimiento—. No te toleraré. Me iré.

— Muy bien, nos iremos los dos —masculló él—. Pero siéntate mientras me traen la cuenta y deja de hacer una escena. ¿Tienes idea de dónde estamos?

— ¡No me importa! —las lágrimas le causaban escozor en los ojos y quería arrastrarse hacia un rincón para morir—. Suéltame o haré la escena más…

— ¿Hay algo malo en la comida, señor? —preguntó el maître.

— La cuenta, por favor —dijo Sasuke enfadado.

— Pero señor, yo…

— La cuenta —insistió y el hombre se alejó.

Sakura forcejeó para tratar de soltarse, pero él le ceñía la muñeca sin miramientos y con cada movimiento ella se causaba dolor. Mientras tanto sus ojos luchaban, los de ella llenos de amargo dolor y los de él, duros y decididos.

— ¡La cuenta, monsieur Uchiha!

Él arrojó una tarjeta sobre el plato, firmó la factura con letra firme, pero no soltó la muñeca de Sakura.

Segundos después, salieron del hotel mientras la gente observaba a Sasuke, a quien habían reconocido. En la escena, una bombilla explotó en la oscuridad.

— Es lo único que me faltaba —murmuró Sasuke furioso antes de levantar un brazo para llamar al chofer, quien acercó el Rolls-Royce descapotable blanco.

— ¡No quiero ir a la casa! —exclamó Sakura alarmada.

— ¡Es lógico! —él bajó los últimos escalones.

— Por favor… —la chica fue presa del pánico.

— No quiero que hagas otra escenita —la observó con severidad—. No permitiré que mi vida personal se comente en la prensa ni que nadie presencie una disputa parecida. ¿Comprendes? No volverá a suceder.

— Por supuesto. Prometo que no sucederá otra vez.

— Muy bien, pero no dejaré que salgas impune —la sentó en el asiento de atrás del Rolls y se acomodó a su lado antes de dirigirse al chofer—: A mi casa, deprisa.

El chofer inició la marcha y Sakura miró a su alrededor buscando la manera de escapar, pero a los pocos minutos se detenían frente al apartamento.

— ¿Qué vas a hacer? —exigió saber la chica con fiereza cuando entraban al edificio.

— Te obligaré a decirme lo que quiero saber —entraron al ascensor.

— No puedes obligarme a decírtelo —respondió ella alejándose de él cuando el ascensor comenzó a subir—. ¡No es asunto tuyo y no tienes por qué enterarte de mi pasado!

Las puertas del ascensor se abrieron y él la agarró de la muñeca para salir.

— ¡Gritaré si me pones siquiera un dedo encima!

— Lo sé —él se rió con los dientes apretados—. Y eso me parece muy excitante —abrió la puerta, la hizo pasar y se dirigió al pasillo.

Temerosa, ella comenzó a luchar con todas sus fuerzas. Sasuke abrió la puerta de la habitación de él, encendió la luz, la hizo entrar y cerró la puerta. El silencio estaba lleno de tensión sexual. Sakura dio unos pasos atrás hacia la gran cama; el corazón retumbaba en su pecho y sus ojos observaban la habitación masculina decorada con gusto.

— ¿Quieres empezar a hablar ahora? ¿O prefieres que hagamos el amor?

— Ninguna de las dos cosas —respiraba entrecortadamente—. No puedes hacer esto…

— ¡Creo que lograré mi propósito! —masculló él y al acercarse a ella la luz brilló detrás de su cabeza morena. Sakura sintió una excitación sensual tan fuerte que casi cayó de rodillas.


Hasta aquí el tercer capítulo

Uff uff Nos leemos mañana! Besiitoos!

¿Merece reviews?

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