498 palabras que seguro pudieron ser menos jaja.
3. Sonrisa
La tensión se podía cortar con una navaja. Relena, totalmente ajena a la pesada atmósfera, se encaminó a la puerta con su celular sonando en la mano.
—Los dejo solos para que se pongan al día. Bienvenido, Duo, ponte cómodo —dijo antes de traspasarla.
Duo envió una sonrisa de agradecimiento en su dirección, antes de dirigirse a él.
—Tanto tiempo sin vernos —saludó con su alegría habitual—. Seguro tienes muchas cosas que contar, pero ¿te parece si saltamos directo al trabajo?
Heero arrugó más el ceño y por fin se atrevió a enfrentarlo directamente.
—Lo de Preventers es…
—¿Innecesario? —interrumpió Duo.
—Ridículo —sentenció.
—Sí, claro, seguro que eso piensas —aceptó él, avanzando hasta el escritorio, usó un borde para sentarse. Cruzado de brazos, siguió hablando—. Puede que no lo entiendas, pero la seguridad de Relena también es importante para nosotros.
—¿Por qué ahora?
—Mm… —soltó Duo pensativo, poniéndose serio—. A decir verdad, ya no tenemos tanto trabajo como antes. Las amenazas a la paz ya no son del tipo armamentista. Ahora luchamos contra otro tipo de amenazas: narcotráfico, trata de personas y otras formas de crimen organizado. Bueno, seguro ya sabes esto —dijo animándose de pronto—. Lo que quiero decir es que ahora tenemos tiempo para no repetir errores del pasado. Preventers no quiere que la historia del pacifista Heero Yuy se repita.
Eso llamó su atención. ¿Acaso tenían información relevante de la que él carecía?
—Ha estado segura cinco años, ¿qué les hace pensar que está en riesgo ahora? —interrogó.
—Lo has entendido mal. No estoy aquí porque tengamos información de alguna amenaza —aclaró Duo—, sino simplemente para reforzar la seguridad que ya tiene.
—Mi trabajo no tiene fallas —descartó.
—No digo que las tenga, pero tú tienes una forma de pensar y yo otra —alegó con tranquila seguridad—, te sorprendería lo que un cambio de perspectiva puede lograr.
Heero lo miró con sospecha. ¿Cómo podía actuar igual que siempre? Él apenas podía tolerarlo en la misma habitación.
—¿Qué es lo que tramas?
—Mira —dijo Duo, perdiendo un poco la paciencia—. Mi plan es hacer el trabajo que me enviaron a hacer.
Que no extendiera más detalles lo hizo sacudir la cabeza, ofuscado ante sus palabras.
—¿Qué te molesta tanto, Heero? —enfrentó Duo sin rodeos—. ¿Qué alguien meta la nariz en tu trabajo o que sea yo quien lo haga?
—Ambos.
—Vaya, tu sinceridad nunca decepciona —rio el trenzado al instante—, aunque no podrás librarte de mí. Une es capaz de matarme si no cumplo esta asignación.
Entonces le dio una sonrisa demasiado directa, transparente e inesperadamente intensa que provocó que un violento escalofrío le recorriera toda la espalda, desde la base hasta el cuello.
—Pero te prometo que, si me ayudas en esto, con gusto desapareceré pronto de aquí. ¿Qué dices?
Bien afirman que el silencio otorga porque él se tomó el suyo como un sí.
—Ahora, preséntame a tus hombres, ¿quieres? Entre antes empecemos, antes terminaremos.
