CAP. 3: ARCHIPIELAGO ENTRE COLMILLOS

Las antorchas que iluminaron el Gran Salón de la isla de Visithug parpadearon con la ráfaga de viento que entró cuando las grandes puertas de entrada se abrieron y cerraron, pero no se apagaron.

Un grupo de hombres y mujeres en el fondo de la gran estancia hablaban en voz baja entre miradas tensas, arremolinados alrededor de una mesa pequeña y redonda de piedra y madera. El jefe de la isla, Birger el Montés, estaba en el centro del grupo, inclinado sobre la mesa observando un gran mapa extendido ante él del archipiélago. Abrió la boca para hablar, pero escuchó la puerta principal cerrándose con un gran pero lento portazo que resonó en todos los recovecos del salón, y alzó la mirada alerta. Antes de que siquiera pudiera comprender quién había entrado, un sentimiento de intranquilidad y cuidado se asentó en su pecho, apretándolo. No se avecinaba nada bueno.

Los otros miembros del consejo, cuando dejaron de verlo hablar y mirar fijamente la entrada, se callaron y miraron en la misma dirección. Algunos de los miembros más antiguos reconocieron también a la figura inmensa y oscura que encabezaba el grupo que acababa de entrar a paso lento, pero los más recientes se miraron entre ellos, confundidos por la interrupción y la reacción de los otros.

El jefe Birger llevó su mano instintivamente a la espada colgada en su cinturón de cuero, pero al notar como algunos de sus hombres que vigilaban el puerto iban detrás de las figuras desconocidas, relajó la postura, pero no quitó la mano del mango de la espada.

Entrecerró los ojos y se apartó de la mesa para rodearla sin cortar el contacto visual con las figuras oscuras que caminaban tranquilos hacia ellos. Cada vez se acercaban más a las antorchas interiores y la luz tenue al fin les permitió al consejo y al jefe apreciar el rostro surcado de cicatrices del gran hombre cubierto de escamas oscuras.

Birger contuvo un jadeo de sorpresa y apretó el mango de la espada.

Drago Bludvist

La última vez que lo había visto ni siquiera era jefe aún.

Tendría unos veintitantos y su padre aún dirigía la aldea. Pero jamás olvidaría al hombre de cabello negro y ojos sin vida que hablaba de dragones con voz pausada y persuasiva.

Ese día se fue de Visithug con la promesa de volver. El joven futuro jefe no dudó ni un momento de que el hombre cumpliría con su palabra. Solo que no pensaba que sería casi veinticuatro años después.

El jefe oyó vario jadeos de los miembros más ancianos del consejo, sin dudar de que también habían reconocido al hombre que se detuvo a varios metros de ellos.

-¿Qué ocurre, Egil?

La voz dudosa pero con un intento de ser firme de uno de los miembros del consejo más jóvenes tras el jefe se oyó por todo el Gran Salón.

El guardia aludido dio un paso hacia delante, manteniendo una distancia prudente de Bludvist y miró vacilante al jefe no al vikingo que le preguntó.

-Ha pedido hablar contigo, jefe-dijo al fin tragando saliva, como si hubiera hecho algo malo -Ha llegado al puerto hace unos minutos con tres navíos y veinte hombres-terminó de informar con más convencimiento y objetividad en la voz.

Birger asintió levemente con la cabeza y se puso recto hinchando el pecho con aire en un intento de parecer menos intimidado.

-¿Qué quiere hablar conmigo, Bludvist? Si no recuerdo mal mi padre ya le dijo que sus ofertas no le interesaban a Visithug hace más de veinte años.

Unos segundos eternos de silencio cruzaron la sala con varias ráfagas de viento que consiguieron cruzar las tablas de las puertas hasta que un sonrisa calculada cruzó los rasgos de Drago.

El jefe apretó los dientes y se mantuvo firme.

-Parece que ya te has convertido en todo un jefe, Birger, la última vez que te ví eras solo un muchacho que no comprendía como funcionaba el mundo.

Birger notó como su voz no había cambiado un ápice de como la recordaba. También reconocío un matiz burlón y sutil en esta.

-Verás que eso ha cambiado. Llevo mucho tiempo en el mando para comprender como funcionan las cosas en el archipiélago Bludvist. Aunque no creo que hayas venido hasta aquí solo para recordar viejos tiempos, ¿me equivoco?

Drago no borró su sonrisa, miró a su alrededor unos segundos y dio un paso hacia el jefe Birger.

-Por supuesto que no-saboreó las palabras con lentitud y gracia-Sabes lo que he venido a hablar, jefe Birger- la palabra jefe con un tono burlón acentuando su sonrisa- Dragones.

La forma en la que pronunció la palabra hizo que un escalofrío lo recorriera desde la punta de sus botas hasta los cuernos de su casco. Volvió a tragar saliva por lo que creyó por cuarta vez en los últimos minutos.

-Mi padre te dijo que no nos interesaban y no vas a obtener una respuesta distinta de mí.

El hombre cubierto de piel de dragón pareció ignorar sus palabras cuando mirando de nuevo a su alrededor avanzó más pasos con gracia hasta ponerse a un metro del jefe que sin darse cuenta se inclinó hacia atrás, forzándose ha subir la cabeza para poder mirar al alto hombre a los ojos.

-No vengo a hablar de ellos, Birger. Me pillaba de paso, solo vengo a confirmar tu invitación...-terminó con un brillo malicioso en los ojos.

El jefe no pudo evitar desviar la vista para mirar de reojo a Axe, un anciano del consejo parado a un metro en diagonal de distancia. El anciano se veía tan confuso como él.

-¿Invitación?-repitió con un tono demandante de más información.

Drago rió como si su ignorancia le hiciera gracia. Otros segundos de silencio cruzaron el salón esperando a que el hombre volviera ha hablar.

-Supongo que no has oído de la reunión de jefes dentro de unas semanas en la Isla de Bog- comentó como si hablara del tiempo.

-La pregunta es cómo tú has oído hablar de esa reunión Bludvist-intervino Axe frunciendo el ceño atreviéndose ha dar otro paso para ponerse a la misma altura que su jefe.

Bludvist clavó sus ojos en la figura encorvada del anciano sin borrar su sonrisa.

-Nada pasa en este archipiélago sin que yo me entere, queridos amigos-volvió la vista al jefe antes de añadir: Nada.

Drago parpadeó antes de apartar la vista de nuevo, miró al techo y apretó los dientes en una nueva sonrisa.

-La reunión será para discutir que hacer con el... problema de los dragones.

Birger escuchó los cuchicheos de los miembros del consejo tras de él.

"¿Problemas de dragones?"

"¿Qué problema de dragones?"

"No tenemos nada con los dragones"

Antes de que pudiera hacerlo él mismo, Axe mandó silencio en voz baja.

El silencio volvió a invadir el salón.

-Visithug no tiene ningún problema con dragones, Bludvist.

-He visto algunas de esas...bestias deambulando libremente por aquí-comentó el hombre de pasada con una mueca de asco en su rostro.

El jefe entrecerró los ojos y antes de que pudiera hablar una mujer del consejo, Hilda, habló con tono escéptico:

-¿Te refieres a los Terrores Terribles? Esos bichos solo roban algún pescado o pan antes de salir corriendo, no hacen nada a nadie más que molestar.

La mujer pegó un respingo cuando sus ojos conectaron con los de Drago.

-Eso es por que todavía no habéis tenido el placer de conocer a los dragones de verdad- veneno y sarcasmo surcando su voz-Cuando los dragones lleguen al centro norte del archipiélago al fin lo entenderéis.

-Entender qué -demandó con fuerza en su voz Axe.

Tardó unos segundos en responder, ensanchando su sonrisa.

-Todo.

Los comentarios volvieron a surgir, pero esta vez nadie los calló.

-Sabemos de las situación de las islas más al sur, Drago-sopesó las palabras con cuidado Birger rompiendo los cuchicheos -Las incursiones, las matanzas, las redadas, los entrenamientos de jóvenes vikingos...-suspiró cansado-Lo sabemos, y realmente esperamos que Visithug no tenga que llegar a esa situación-el jefe dio unos pasos hacia la derecha, casi pensativo, como si hablara consigo mismo-Hay que tener cuidado con los dragones, lo reconozco. Pero los que hay en esta aldea, y los que hay más allá del bosque jamás han dañado la aldea. No digo que algún día eso no vaya a pasar, pero por ahora, Visithug ya tiene bastantes problemas reales para ahora preocuparse por los dragones- terminó su pequeño discurso mirando a los ojos de Drago, con las manos tras la espalda, firme con aire de autoridad.

-Oh sí, he oído sobre vuestros... problemas con los Berserkers...-comentó de pasada con un tono de humor en su voz-Si pensáis que eso es malo, preparaos para los dragones...

-¿Has dicho todo lo que tienes que decir? Tengo cosas más importantes que hacer que hablar sobre dragones, Bludvist.

Drago sonrió de nuevo relamiéndose los labios.

-No lo dudo, Birger...-fingió una reverencia- Entonces supongo que nos veremos en la reunión de jefes.

El jefe tragó saliva con miles de pensamientos cruzando su cabeza.

-Cuenta con ello.