Capítulo 3: Una canción de amor
—Y así es como se resuelve una ecuación de tercer grado —dijo el profesor al terminar de escribir en el enorme pizarrón, dándose la vuelta para ver a sus alumnos. Apenas observó al grupo, notó que en la fila de en medio, había una alumna que descaradamente dormía sobre el banco, usando sus dos brazos como almohada.
Una venita se marcó en la frente del hombre, después de todo, le molestaba que alguien viniera a su clase a sólo dormir.
—Señorita Koyama —la llamó, muy molesto.
Ino estaba sentada al lado de Matsuri y, apenas notó como el profesor llamaba a su amiga, comenzó a codearla para tratar de despertarla.
—Matsuri —decía disimuladamente la rubia; sin embargo, su amiga la ignoraba olímpicamente—. Matsuri, despierta —volvió a llamarla la chica.
—Cinco minutos más… —rogó Matsuri, acomodándose en su asiento, como si estuviera durmiendo en su propia casa, lo que molestó aún más a su profesor.
—¡Señorita Koyama! —exclamó el hombre, haciendo que Matsuri se despertara por el susto, dando un salto en su asiento.
—¡Sí, señor! —exclamó medio desorientada, haciendo que todo el salón se riera de ella, menos su amiga, pues ésta se cubría el rostro, avergonzada. Por su parte, Matsuri sólo se sonrojó al darse cuenta de lo que había pasado y bajó la mirada, disculpándose con su profesor.
—*—*—*—*—*—*—*—
—Deberías pensar en dejar ese trabajo, no es por nada, pero al parecer ahí abusan bastante de ti —dijo Ino, mientras ella y Matsuri caminaban de regreso a sus casas. Matsuri hoy tenía un día libre del trabajo, sólo por eso regresaba a casa, si no, tendría que irse hasta allí.
Ya había cumplido dos semanas trabajando como la asistente de Gaara y, francamente, estaba harta de ello. Siempre tenía que llevarle el agua, prepararle bebidas extrañas, e incluso había tenido que lavar su ropa (ya que el muy infeliz le obligó después de lo sucedido mientras iba a la lavandería). Más que una asistente, la pobre parecía una esclava, pues ese sujeto no se andaba con problemas a la hora de torturarla.
—No es así —aseguró la castaña, con una sonrisa fingida, a fin de cuentas, no tenía permitido abandonar aquel trabajo, hasta a su padre le parecía buena idea que ella se ganara su propio dinero (aunque no sabía que todo se le iba en la estúpida deuda con Gaara).
—¿Estás segura? —preguntó la rubia—. Últimamente te has ido quedando dormida en varias clases, si sigues así, reprobarás todas las materias, además, el profesor estaba muy enojado contigo.
—Lo sé, por eso trataré de dormir un poco más en la noche, pero es que, si lo hago, reduciré mi tiempo de estudio —dijo Matsuri, mostrándose un tanto desanimada. Ella no era una persona a la que le gustara ir mal en la escuela, al contrario, estaba orgullosa de su excelente promedio, sin embargo, ahora por culpa de ese trabajo, tenía que permanecer más horas despierta para poder completar su estudio, lo que le provocaba trastornos del sueño.
—Eres tan aplicada, amiga, no como yo —bromeó la rubia, a lo que Matsuri simplemente soltó una pequeña risita—. De todas formas… —siguió hablando Ino—. ¿Qué es exactamente lo que haces en ese trabajo? Como que me da curiosidad.
Matsuri sintió un leve escalofrío recorrerle el cuerpo. Hasta ahora, nunca nadie le había preguntado de qué se trataba su trabajo, ni siquiera su padre se había molestado en interrogarla respecto al tema y no es que no se preocupara por ella, es que él tenía demasiadas cosas en qué pensar como para hacerse cargo de más problemas, simplemente le había dado su permiso a Matsuri y no preguntó más. Sin embargo, ahora Matsuri no sabía qué inventarle a su amiga Ino, después de todo, la rubia idolatraba a ese bastardo de Sabaku No Gaara y Matsuri sabía que, si le decía que trabajaba con él, Ino se iba a poner eufórica; definitivamente no era una buena idea.
—Eh… bueno… —Matsuri no sabía qué decir, hasta que de pronto la idea vino a su mente como si una luz se hubiese encendido—. Uh, no te imaginas lo aburrido que es —dijo—. Simplemente se trata de ordenar papeles en una oficina, no tiene nada de interesante.
—¿Es así? —Ino sonó un poco decepcionada—. ¿Y si es tan aburrido entonces por qué no lo dejas?
—Es que… el dinero que estoy ganando me sirve mucho —volvió a mentir Matsuri, pues en realidad no había visto un solo peso desde que estaba trabajando como la esclava personal de Gaara.
—Bueno, si tú lo dices —en ese momento, Ino interrumpió el resto de sus palabras, pues su celular había comenzado a sonar. Ella sonrió al ver el nombre de la persona en la pantalla y no dudó en responderle, poniendo la más dulce de sus sonrisas, cosa que sorprendió un poco a Matsuri—. ¿Bueno? ¿Sasuke-kun?
—¿Y quién rayos será Sasuke-kun? —pensó Matsuri, intrigada, mientras observaba a su amiga hablar por teléfono de una forma muy melosa.
—Sí, claro que quiero verte hoy —decía Ino—. A las cinco está bien, entonces pásame a buscar, bye.
Matsuri arqueó una ceja apenas Ino terminó de hablar, a lo que ésta se le quedó viendo confundida.
—¿Qué?
—¿Quién es Sasuke-kun? —preguntó Matsuri, imitando la voz melosa de su amiga, lo que hizo que ésta se sonrojara.
—Qué pesada eres —se quejó Ino—. Él es un chico al que he estado viendo, ¿por qué? ¿Acaso tienes celos porque nadie sale contigo?
—Claro que no —respondió Matsuri, cruzándose de brazos y haciendo un desprecio.
La verdad era que a veces sí sentía un poco de envidia de Ino; ella era extremadamente popular con los chicos y siempre era invitada a citas, incluso había tenido algunos novios antes. En cambio, Matsuri, por ser una chica normal, era bastante menos atrayente para el sexo opuesto y hasta el día de hoy, ni siquiera había dado su primer beso.
Pero todos sus pensamientos se vieron cortados cuando su celular comenzó a sonar. El ringtone era nada más y nada menos que una canción de Gaara, por lo que Matsuri quiso matarse en cuanto la oyó. ¿Cómo es que aún no la había cambiado?
—¿Bueno? —dijo de mala gana.
—¿Se puede saber en dónde demonios estás? —se oyó una fría y aterradora voz del otro lado, la cual enseguida Matsuri identificó como la voz de Gaara.
—¿Qué te importa? Hoy es mi día libre —se quejó la chica con el ceño fruncido, mientras que Ino le miraba con curiosidad.
—Pues me vale que lo sea, necesito que vengas aquí ahora mismo —y después de eso, Gaara simplemente cortó.
—¡Uy, bastardo! —exclamó la chica. Realmente ese Gaara la ponía de malas.
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Lee reía mientras veía como Gaara terminaba la llamada con Matsuri. Al principio, había pensado que esa chica sería capaz de controlar un poco el "especial" carácter de Gaara, pero ahora más bien le parecía que ella lo hacía explotar. Gaara constantemente se salía de sus casillas cuando un tema se trataba de ella, de hecho, ahora mismo estaba furioso, pues la castaña era la única que sabía dónde estaban todas sus cosas importantes (los productos que usaba para verse perfecto ante las cámaras), ya que ella se dedicaba a guardar y ordenar todo eso.
—Esa mocosa tonta… ¿cómo se atreve a decirme que tiene el día libre?
—Pero es verdad —le dijo Lee, quien trataba de disimular la gracia que le daba ver a Gaara tan enojado—, Matsuri-chan ha trabajado mucho desde que la contratamos, por eso tiene un día libre a la semana y resulta que es hoy. ¿La harás venir de todos modos?
—Claro que sí —dijo irónicamente Gaara. A él no le importaba nada que tuviera que ver con Matsuri, él simplemente detestaba a esa chica y le era sumamente divertido el hacerle la vida de cuadritos.
Lee suspiró, pues a pesar de que lo intentara, no estaba dentro de sus posibilidades el poder defender a Matsuri de Gaara.
—Realmente no le importa hacerle pasar un mal rato, ¿no? —pensó el pelinegro, quién en ese mismo instante recibió una llamada telefónica y se excusó con Gaara, para luego alejarse.
Varios minutos después, por fin Matsuri apareció. Atravesó la puerta en forma precipitada y dejó sobre el piso su bolso de la escuela, mientras respiraba agitadamente para tratar de recuperar el aliento, pues al parecer había corrido como una desquiciada.
—Ya… estoy… aquí… —dijo mirando a Gaara con el ceño fruncido.
El pelirrojo le observó con indiferencia, como si su presencia fuese menos que nada. Sin siquiera levantarse de su silla, alzó su mano derecha y apuntó hacia la mesa de sus cosméticos con el dedo índice.
—Mira el desorden que has hecho con mis cosas, no soy capaz de encontrar nada ahí —dijo de mala gana, mientras ella le miraba de la misma forma.
—Lo que hice fue ordenar el desastre que tenías —refunfuñó la chica, acercándose al mesón para comenzar a "ordenar" las cosas de Gaara.
Pronto el silencio se hizo presente, pues ninguno tenía nada que decirle al otro. Estaba claro que entre los dos existía una fuerte tensión, la cual sólo aumentaba con el tiempo.
Para Matsuri era muy decepcionante el haber conocido a su estrella favorita y enterarse de que él realmente era de esta manera. Siempre pensó que el día en que conociera a Sabaku No Gaara en persona, sería el día más feliz de su vida, hasta llegó a imaginar que se casaba con él. Tuvo tantas fantasías de una niña tonta mientras le admiraba sin conocerlo. Pero ahora era todo tan diferente. La realidad le había mostrado a una persona totalmente distinta de la que ella pensaba que él era.
—Gaara —Lee entró a la habitación, rompiendo de esa forma el incómodo silencio—, acaba de llamar el patrocinador y además ya confirmé con el aeropuerto, el vuelo sale mañana hacia Hokkaido.
—Bien —fue todo lo que dijo el idol. Él en verdad no era alguien a quién le gustara usar demasiadas palabras.
—¿Así que se irán por el fin de semana? —comentó Matsuri, sin parar de ordenar. Tenía la esperanza de tener libre este fin de semana ahora que sabía que esos dos tenían un viaje.
—Bueno, en realidad estaba pensando en llevarte, Matsuri-chan —le respondió Lee, provocando que, por la impresión, Matsuri dejara caer una de las caras botellas de perfume de Gaara, la cual se quebró al chocar contra el piso.
—¡Mira lo que has hecho! —le gritó Gaara, parándose de su asiento para mirarla de mala forma—. ¡De verdad que eres una tonta!
—¡Lo siento! —se disculpó Matsuri, apenada, haciendo una reverencia que casi hizo que su frente topara el suelo. ¿Por qué le sucedían estas cosas a ella?
—Y la deuda sigue aumentando —susurró Lee para sí.
—*—*—*—*—*—*—*—
Matsuri no podía creer lo que la gente con dinero era capaz de conseguir.
Estaba con la boca abierta mientras observaba el hermoso avión privado en donde acababa de ser instalada para el viaje a Hokkaido junto a Gaara, Lee y un montón de gente del staff. Todo dentro de él era de lujo y de último modelo, incluso había una enorme pantalla que tenía televisión satelital. Cuando entró al baño, casi se cayó de espaldas al ver que había un jacuzzi.
—De verdad esta gente es algo más —susurró para sí, luego de volver a su asiento.
Estaba sentada dos asientos más adelante de Gaara, en la fila de enfrente, por lo que, si volteaba un poco, podía verle a la perfección. En ese momento él llevaba puestos unos audífonos y tenía los ojos cerrados, pues al parecer, estaba muy concentrado en la música que oía.
Matsuri se volteó con el ceño fruncido y decidió ponerse también sus audífonos, ya que no tendría nada mejor que hacer hasta que llegaran.
Nunca creyó que su padre aceptaría tan fácilmente el dejarle ir a Hokkaido cuando ella le dijo que se iría con una amiga. De verdad, a veces pensaba que no le interesaba a su padre, pero, en fin, de todos modos, haría un viaje emocionante. O eso esperaba, ya que con Gaara nunca se sabía.
—Vaya, no tengo nada interesante que escuchar en mi teléfono —pensó con fastidio, pero justo en ese momento, al ir pasando las canciones, se topó con una de Gaara. Como acto reflejo, automáticamente volteó a ver al pelirrojo. Sin darse cuenta, su mirada se sumergió en observar las delicadas facciones del chico. Su rostro era refinado, como el de un príncipe, y sus labios eran realmente apetecibles. Su cabello caía sobre su frente de una forma muy sexy, además, su camisa abierta dejaba ver sólo una pequeña parte de su pecho.
De pronto, Matsuri percibió lo caliente que se estaba poniendo su rostro, notando también que se había quedado demasiado absorta mirando a Gaara. Rápidamente se volteó hacia el otro lado, con el corazón latiéndole a mil por hora.
—¿Por qué… por qué me he quedado viéndole de esa forma? —se preguntó confusa. Sin pensarlo dos veces, cambió la canción que sonaba en su celular y cerró los ojos, tratando de alejar de su mente lo que sea que haya pasado por ella.
Por otro lado, Gaara estaba absorto en sus pensamientos. No podía dejar de pensar en la mujer que había robado su corazón, la única capaz de hacerlo.
Siempre que tenía un momento para relajarse, solía recordar aquel día, cuando descubrió la razón por la cual ella le rechazaba.
Esa tarde, Gaara entró felizmente al departamento de Mei. Acababa de ganar un importante premio debido a su segundo mini álbum y estaba tan feliz, que anhelaba compartir dicha alegría con la mujer de la cual se había enamorado. Ya le había confesado antes sus sentimientos, pero Mei le dijo que le consideraba sólo un niño. Hoy planeaba mostrarle que no era ningún niño, cuando viera el premio que había obtenido.
Como solía ser entrenado y aconsejado por Mei, él poseía una llave de su departamento, por lo que decidió entrar sin avisar para darle una sorpresa, sólo que la sorpresa se la llevó él, al abrir la puerta del cuarto y descubrir a Mei en la cama con otro hombre.
—Mei… —susurró absorto y completamente dolido, pues ella, su amada diosa, estaba compartiendo el lecho con otro, había sido la mujer de otro hombre.
Y ese otro no era nadie más que el compañero del programa de Mei.
—Gaara —dijo la mujer, cubriendo su cuerpo desnudo con las sábanas de su cama—. ¿Qué haces aquí, Gaara? —preguntó sorprendida, notando la mirada de tristeza y dolor del joven chico.
Ella no deseaba lastimar a Gaara, pero él debía entender que ellos no eran compatibles, no eran el uno para el otro y ya Mei tenía a quién amar.
Gaara no dijo nada aquella vez, simplemente salió corriendo, dejando solos a los dos amantes.
Abrió ligeramente los ojos, dejando escapar una mirada de tristeza al volver a la realidad. Odiaba sentir que no era nada en la vida de Mei, odiaba pensar en lo mucho que ella amaba a su novio y cómo le seguía rechazando sin importar lo que hiciera.
—Odio que me veas como a un niño —pensó, apretando los puños con fuerza.
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Después de algunas horas de viaje, finalmente todos habían llegado a su destino, solamente que ya era entrada la noche, por lo que fueron dirigidos en una Van hasta un hotel cinco estrellas, previamente preparado para Gaara y su staff.
Cuando Matsuri vio su habitación, pensó que iba a morir de gusto, pues ésta era enorme y además hermosa. Tenía de todo ahí, incluida una enorme cama de dos plazas, tan blandita que cuando ella se recostó, casi se hundió en el colchón.
—Tengo que admitir que no fue tan mala idea venir aquí, al menos tengo un cuarto enorme para mí sola —se dijo con una sonrisa, extendiendo sus brazos en la cama y sonriendo ampliamente. Parecía que el final del día no sería tan malo como pensó, hasta se le antojó tomar un delicioso baño de espuma en la enorme bañera.
Sin pensarlo mucho, comenzó a buscar las cosas necesarias en su equipaje, a la vez que dejaba el agua preparándose en la tina.
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Gaara estaba molesto como siempre, no había logrado encontrar nada de lo que planeaba vestir para el programa de mañana y se suponía que él siempre dejaba todo listo una noche antes. De no ser por su nueva y tonta asistente, seguramente todo estaría bien, pero la muy descarada ni le respondía el celular.
—Más le vale que responda o la mataré —dijo de mala gana, apretando su mano contra el aparato que sostenía a la altura de su cabeza.
A pesar de que estuvo al menos diez minutos más tratando de contactarla, la castaña no parecía que fuera a atender, por lo que no le quedó más remedio que ir a buscarla a su habitación.
Salió furioso hacia el pasillo.
Por lo que sabía, la habitación de Matsuri estaba a dos de la suya, hacia la derecha, por lo que se dirigió hacia ese lugar, no sin antes lanzar un par de improperios al aire que sólo él pudo oír. Al llegar a su puerta, golpeó al menos cinco veces, pero como las veces en que llamó por teléfono, no hubo ninguna respuesta.
—Esta mocosa… ¿acaso está haciendo esto a propósito? —masculló.
Estaba a punto de golpear una vez más, cuando de pronto vio llegar a la mucama, quién traía un carrito con algunas cosas como ropa y sábanas limpias.
Una pequeña y perversa idea pasó por la cabeza del pelirrojo y, sin dudarlo, llamó a la mucama para pedirle amablemente su ayuda.
—Disculpe, señorita —la llamó—, sé que parece un poco torpe de mi parte, pero he salido a tomar un poco de aire y creo que dejé mi llave dentro de la habitación, por lo que ahora no puedo entrar —sonrió—. ¿Sería tan amable de abrirme la puerta?
La mucama sólo había escuchado la mitad de lo que Gaara decía, puesto que se había quedado boquiabierta en cuánto éste le habló. No sólo era un hombre extremadamente apuesto, sino que además ¡Era Sabaku No Gaara!
—Y-yo… —trataba de hablar la mujer, sin obtener ningún resultado coherente.
—¿Señorita? —cuestionó Gaara, arqueando la zona de las cejas.
—¿E-es Sabaku No Gaara? —se atrevió por fin a preguntar la chica, sintiendo que podría desmayarse en cualquier momento si la respuesta era un sí.
Gaara solamente suspiró. Tal parecía que tendría que regalar un par de autógrafos para que esa mujer hiciera lo que él pedía.
—*—*—*—*—*—*—*—
Después de terminar su baño, Matsuri salió con una formidable sonrisa del agua, que aún seguía tibia y cómoda. Tomó una enorme toalla blanca y con ella cubrió su cuerpo desnudo. Un poco de espuma le había caído en los ojos, así que no veía muy bien, por lo que tuvo que tomar una toalla más pequeña y usarla para limpiarse la cara, pero aprovechó ésta también para irse secando el cabello mientras salía del baño.
Había dejado su ropa limpia sobre una silla en la habitación, así que salió en su búsqueda. Como siempre estaba sola en casa, solía ser muy descuidada, ya que no había alguien que pudiera causar algún momento incómodo si ella andaba en poca ropa, por lo que no le importaba mucho salir del baño desnuda.
Como tenía una toalla sobre la cabeza, no notó que había alguien sentado en su cama, esperándole con el ceño fruncido y con toda la intención de hacerle pasar un mal rato. Inocentemente, Matsuri se quitó la toalla que cubría su cuerpo, coincidiendo con el momento justo en que Gaara le hablaba.
—Oye moco… —pero se quedó con las palabras atragantadas al ver que la chica delante de él, estaba completamente desnuda.
—¿Q…?
Matsuri se dio la vuelta y se quitó la toalla que cubría su cara, quedándose blanca cuando vio a Gaara sentado sobre su cama, con los ojos a punto de salírsele de la impresión y la boca abierta, casi hasta el suelo. Ella pensó que perfectamente podría dejar que la tierra se la tragara, pero todo lo que pudo hacer fue gritar como una desquiciada.
—¡Kya! —exclamó, cubriéndose con la toalla que había tirado al suelo, para luego correr hacia el baño, completamente sonrojada y, cerrar con un olímpico portazo—. ¡Vete de aquí, pervertido!
—¡No soy ningún pervertido! —gritó Gaara, el cual estaba sólo un poco sonrojado, ya que no todos los días era capaz de ver a una chica desnuda. No es que su tonta asistente le haya causado algo, claro que no, era sólo que… él era un hombre.
—¡Eres un mentiroso, Sabaku No Gaara! —respondió la castaña—. ¡Depravado sexual!
—¡Te dije que no! —aseguró el chico, algo más calmado por la impresión que se había llevado luego de ver a Matsuri en ese estado. Sin decir una palabra más, salió de la habitación y corrió hacia la suya, tirándose sobre la cama con los ojos cerrados; ya incluso había olvidado la razón por la que fue al cuarto de Matsuri en primer lugar, puesto que ahora la imagen de su pequeño cuerpo desnudo no dejaba de rondar en su cabeza.
Nunca lo había pensado, pero ciertamente, ella tenía un buen cuerpo.
—¿Qué idioteces estoy pensando? —se regañó mentalmente.
—*—*—*—*—*—*—*—
Lee caminaba de un lado al otro de la habitación, mientras muy pacientemente leía el itinerario de Gaara para el día siguiente, aunque el pelirrojo no le prestaba ni la más mínima atención. Gaara estaba absorto en sus pensamientos, además de la incomodidad evidente que sentía al tener a Matsuri sentada frente a él, escudriñándole con la mirada, como si le estuviese acusando del peor crimen del mundo.
—A las diez de la mañana estarás firmando discos, hasta las doce. Luego de eso descansaremos en el hotel, para que te vayas al programa, ¿me oyes, Gaara? —preguntó Lee, notando como Gaara no hacía más que mirar a otra parte, distraído.
—Sí —respondió sin más, provocando que el pelinegro suspirara decepcionado. Gaara jamás le hacía caso.
—Matsuri-chan —la llamó Lee—. ¿Me ayudarías a escoger la ropa de Gaara? Y también, me gustaría que te encargues de su peinado mañana.
Matsuri sólo asintió con la cabeza, poniéndose de pie para comenzar a realizar su trabajo, pero en ese momento, la profunda mirada de Gaara la hizo detenerse, justo antes de que éste hablara.
—Quiero hablar contigo antes, mocosa —dijo de mala gana, lo cual Lee entendió como un "debo irme porque esto es privado". Cuando ambos se quedaron solos en la habitación del pelirrojo, él trató de decir algo, pero fue interrumpido por la chica.
—No quiero oír las palabras de un pervertido como tú —dijo avergonzada, haciendo amago de salir del cuarto, pero fue detenida nuevamente, esta vez, cuando Gaara la tomó bruscamente de la muñeca.
—No vas a ninguna parte y dejarás de llamarme pervertido —dijo molesto—. Lo que pasó fue un accidente, no pensarás que de verdad quería verte desnuda —aseguró, haciendo una expresión de burla—. Además, no es como si hubiese mucho que ver, he visto a mujeres mucho más hermosas y que no son tan planas y pequeñas como tú, así que no te sientas tan ofendida.
Esas palabras realmente dolieron a Matsuri, él no sólo le había visto desnuda, sino que además se atrevía a decir que no poseía ningún encanto. ¿Cómo se atrevía a ser tan descarado?
—Eres un estúpido, suéltame —le dijo con tristeza, bajando la mirada para esconder las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos—. No quiero verte, ni siquiera piensas en disculparte, sino que encima te atreves a insultarme de esta manera, cuando sabes perfectamente que lo que pasó fue tu culpa.
—¿Por qué habría de disculparme? —cuestionó Gaara, como si lo que acababa de decir la chica fuese la cosa más ridícula del mundo.
—Imbécil, verdaderamente te odio —Matsuri se soltó bruscamente del agarre de Gaara y salió corriendo de su habitación, mientras que él se dejaba caer sentado sobre su cama, agarrándose la roja cabellera.
—Pero qué estúpido, planeaba disculparme… ¿Pero por qué le dije todas esas cosas? —se preguntó frustrado. ¿De verdad era tan difícil para él el reconocer cuando estaba equivocado?
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Matsuri se lanzó sobre su cama a llorar. Le dolían demasiado las palabras de Gaara, aunque no entendía muy bien por qué, después de todo, no era más que un ídolo amargado, que se hacía pasar por un dulce príncipe para ganar la atención de sus fans –de las cuales ella era una–. No tenía razones para sufrir por ese idiota, pero aun así era muy ofensivo con ella y no lo soportaba.
—Sólo quiero terminar esta estúpida deuda y no verlo nunca más —se dijo con tristeza.
Cuando terminara de pagarle, de verdad no le vería jamás.
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—Tsk, niña estúpida… —murmuraba molesto el pelirrojo, mientras caminaba por los pasillos del hotel. Era bastante tarde, ya casi daban las doce de la noche, hacía un poco de frío cuando llegó hasta la azotea, en donde le gustaba mirar la luna y las estrellas, así se iluminaba para componer canciones. Siempre que se hospedaba en algún lugar, solía tomar inspiración de esa manera.
Iba distraído, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, que era de marca, por cierto. Cuando subió, escuchó un sonido, una voz.
Había alguien tarareando, cantando una canción, pero sin letra, sólo utilizaba su voz para crear una armoniosa melodía que hizo que Gaara se quedara paralizado. La voz en cuestión pertenecía a una chica, lo supo por el tono suave y dulce, era imposible que un hombre cantara así. Se sorprendió tanto, que no dudó en correr para buscar de quién se trataba, pasando a llevar una mesa, lo que provocó un fuerte sonido. Cuando llegó al otro lado de la azotea, no había nadie, sólo un montón más de mesas, un mesón de bar y un montón de plantas. Frunció el ceño, ¿era posible que hubiese imaginado aquella voz?
—Debo tener mucho sueño… —murmuró, dándose la media vuelta para regresar a su habitación.
Desde atrás del mesón del bar, Matsuri se asomó nerviosa.
—Creo que no me vio… —susurró la castaña, soltando un suspiro.
Continuará…
