Una de las muchas chimeneas del ministerio se iluminó con un resplandor verde cuando Hermione hizo acto de presencia. No le extrañó en absoluto que hubiera cuchicheos a su alrededor. Por suerte, recordaba donde estaba su antiguo despacho, así que pensó en ir directamente, sin rodeos, pero se tuvo que quedar parada frente a la gran estatua que adornaba el vestíbulo.
El cuerpo principal de la escultura era una gran escalinata de oro, que llevaba ante un arco dorado. Una bruja de oro macizo que no le costó identificar como ella misma, daba la mano a un mago, también de oro, guiándolo hacia arriba. Este se la daba a un muggle, de piedra, que aferraba una mujer, también muggle, tras de sí. La mujer parecía desesperada por arrojarse al vacío. Y bajo ellos, unas letras doradas, en las que se podía leer muy claramente. "Somos guías para aquellos que sólo pueden aspirar a perderse en las sombras."
Hermione recordó, no sin cierto horror, la estatua llamada "la magia es poder", que en su día adornó aquel vestíbulo. Y aquella quizá fuese más sutil, pero el mensaje que translucía era el mismo, que la magia en sí misma otorgaba un lugar superior. ¿Por qué ella misma apoyaría esa idea? Sabía mejor que nadie que la sangre no era importante, que no era la magia la que daba valía a una persona.
No dejaba de darle vueltas mientras se encaminaba a su antiguo despacho. Tenía un mal presentimiento. Se sentía en territorio hostil mientras se dirigía hacia el despacho. Notaba todas las miradas clavada en ella y escuchaba los cuchicheos. Era la Primera Ministra y, por tanto, sus visitas allí no eran frecuentes. O al menos eso se decía mientras llegaba al despacho y tocaba con los nudillos.
Hubo un minuto de silencio incómodo antes de que la puerta se abriera. La Habitación sorprendía, la recordaba muy distinta. Estaba adornada con multitud de objetos extraños y criaturas en jaulas de oro. Había muchos libros colocados de cualquier manera y periódicos apilados. Todo ello contrastaba fuertemente con los muros de ladrillo negro.
Pero se correspondía a la perfección con la dueña del despacho. Luna, vestida con una túnica dorada, se encontraba fumando con una larga boquilla. Por lo perdida que parecía su mirada, Hermione no estaba segura de que la bruja estuviera fumando simplemente tabaco. Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que Hermione estaba allí.
Luna tardó unos segundos en reaccionar cuando ella tosió. La rubia se quitó el sombrero y lo dejó sobre la mesa, luciendo su larga melena rubia, pero no dejó de fumar. Alargó la sonrisa y la invitó a sentarse frente a ella.
Si había algo que Hermione había captado en seguida era el lenguaje corporal que transmitía su alter ego. El como sentarse, el como andar, cómo actuar. No era tan distinto a su propia forma de hacerlo. Pero remarcando mucho más los gestos, como si quisiera asegurarse de que supieran que ella estaba por encima.
_ Supongo que te preguntarás por qué te he llamado. Sé que no te gusta que te moleste con asuntos triviales. _ Luna la miraba fijamente.
A Hermione se le escapó que no estaba del todo cuerda. Luna siempre había sido especial, al igual que su padre… pero aquello era algo distinto. Y Hermione no pudo evitar presentir que ella misma tenía algo que ver. Su antigua amiga la miraba con una mezcla de admiración, miedo y sumisión que la descolocaba. Había visto esos sentimientos en mucha gente en su camino, pero nunca con tanta intensidad.
_ ¿Y por qué me has hecho llamar? _ Preguntó, tratando de que no se notase que estaba tensa. _ Debe ser importante.
_ Ayer nuestros aurores capturaron a Ginny Weasley. _ Luna sonrió, mirándola fijamente.
Hermione se llevó la mano al pecho, instintivamente. Había notado una sensación de Júbilo que se había extendido por todo su cuerpo cuando había dicho aquella frase. Entendía que, para su otra yo, haber capturado a Ginny eran grandes noticias. Luna así lo interpretó, porque se sentó en su regazo. Instintivamente Hermione le pasó la mano por la cintura.
La mirada de sus ojos azules ahora le indicaba otros aspectos. La rubia se inclinó y la besó en los labios. Hermione, instintivamente, la apartó, con tanta fuerza que la tiró sobre el escritorio y tiró todos los artefactos y documentos que había sobre la mesa.
Había sentido muchas cosas sobre su alter-ego, había tenido mucho miedo, había experimentado cosas que no entendía, pero aquel sentimiento le resultó suyo, y fue como una punzada en todo el corazón. Era irónico que pudiera comprender a la perfección la mayoría de aberraciones que había cometido, el sentido lógico que había tras ella.
Y, sin embargo, algo tan simple, tan "pequeño", como una infidelidad, le había chocado tan frontalmente como para reaccionar de aquella manera. No quería aceptar que ella fuese la clase de persona que traicionaba a alguien que la quería como Pansy había demostrado hacerlo. Se vio a sí misma de pie, respirando pesadamente. No sabía qué hacer.
_ ¿Qué te pasa? ¿Es que hoy quieres… jugar duro? _ Se escuchó un crujido cuando se colocó la nariz. _ ¿Acaso me huele el aliento? ¿Qué deseas que haga?
Luna tenía los ojos vidriosos… una sonrisa exagerada. Ya no era simplemente que pareciera ida, si no que parecía que no le importase que la hubiera lanzado, como si necesitara, por encima de todo… obedecer. Hermione se estremeció y decidió hacer una prueba.
_ Luna, súbete a la mesa.
La rubia, manteniendo su sonrisa, se subió a la mesa, quedándose allí de pie y mirándola de la misma forma.
_ Luna, contesta con sinceridad. ¿Estás sometida a algún tipo de conjuro?
_ Así es. _ Respondió sin perder la calma.
_ ¿Qué conjuro? _ Preguntó, aunque intuía la respuesta.
_ Estoy sometida a la maldición Imperius desde el mismo instante en que fui nombrada ministra. Además, entre mis órdenes se encuentra la de preparar y consumir un filtro amoroso que me mantenga enamorada de la primera ministra. Y, por supuesto, tomo agua corriente.
_ ¿Agua corriente? ¿Qué ocurre con el agua corriente? _ Tragó saliva.
_ El agua corriente del Reino Unido lleva diluida la poción del sometimiento.
_ ¿La poción del sometimiento? _ Hermione se cruzó de brazos. _ ¿Qué es la poción del sometimiento?
_ Una poción que hace a la gente más dócil. Ideal para que la gente cumpla tus designios. Se mezcla con el agua corriente desde hace siete años por orden tuya.
_ Entiendo.
Se trataba de la poción que le había descrito Pansy, la misma que habían usado con ella, pero imaginaba que refinada y mejorada para que hiciera lo que se había propuesto en un principio. Y de sus propios labios había salido la orden… tenía que llegar hasta el fondo de todo aquello.
_ Luna… ¿Qué harás si libero de la maldición Imperius ahora?
_ No lo sé. _ Dijo, con voz queda.
Hermione suspiró y decidió que merecía la pena correr el riesgo. No quería tener a la gente sometida en su voluntad, obligada a estar enamorada de ella. Prefirió no preguntar por las cosas que probablemente habría obligado a hacer a Luna.
_ Bájate de la mesa. _ Luna obedeció, sin perder la sonrisa, y se quedó de pie, estática.
_ Creo que esto me va a salir caro, pero… Luna, te libero de la maldición imperius. _ Hizo un pase con la varita y la rubia se la quedó mirando.
Luna estaba todavía más confusa si cabe. Seguía mirándola con afecto, pero al mismo tiempo, parecía hacer un esfuerzo monumental para ocultar, sin demasiado éxito, que estaba enfadadísima. Cerró los puños y Hermione no vio a tiempo el puñetazo que le llegó en toda la nariz. Se dejó caer al suelo y se estremeció.
_ Sí, estoy segura de que esa me la merezco. _ Gruñó, acurrucándose contra la pared.
_ Te voy a matar, Hermione. Ahora dudo si hacerlo o no, pero se me disiparán las dudas en una media hora. _ Adelantó la varita.
_ Deduzco que ese es el tiempo que queda hasta que el filtro amoroso deje de hacer efecto. _ Hermione se colocó la nariz con un crujido y se tocó en ella para detener el sangrado. _ Perfecto… cuanto antes recuperes la cordura, mejor.
_ ¿A qué se debe este ataque de lucidez, Hermione? ¿Te has levantado un día y has decidido que ya estaba bien? ¿Has decidido de golpe y porrazo que el mundo mágico ya no es tu patio de recreo? ¿O es simplemente que te has aburrido de mí y vas a matarme?
_ Esa poción de la que me has hablado, la que corre por el agua del reino unido… Me la suministraron el mismo día que me nombraron Ministra de Magia.
_ Hermione… no has sido muy dócil estos años, precisamente. _ Luna no bajó la varita.
_ Era una versión incompleta. _ La miró a los ojos. _ Luna… puedo someterme al veritaserum, si quieres… te prometo que lo que te digo es cierto. Necesito tu ayuda… y la de Ginny, si es que está realmente contra todo este régimen.
_ Supongamos que te creo… _ Luna bajó la varita un poco. _ ¿Crees que, aunque Ginny lo hiciera, se pondría de tu lado después de lo que le hiciste?
_ ¿Lo que le hice? _ Tragó saliva. _ ¿Qué le hice?
_ ¿No te acuerdas de lo que le hiciste? ¿Cómo se puede olvidar eso?
_ No recuerdo casi nada, Luna. Me fui a dormir una noche y desperté en esta pesadilla. Mi marido había muerto, estaba casada con otra persona… había hecho cosas horribles. Y no era capaz de entender nada, Luna.
Luna bajó finalmente la varita y la se quedó a su altura, rodeándola con los brazos. Hermione sollozó, sintiéndose liberada de poder compartir todo aquello con alguien. La miró a los ojos, y Luna sonrió un poco, mirándola a los ojos.
_ Te he echado de menos, Hermione. _ Le cogió la mano. _ Juraría que no soy la única.
_ Luna… ¿Qué le hice a Ginny? _ La miró de vuelta. _ ¿Qué le hice para que estés tan segura de que no me va a perdonar?
_ Mataste a su hermano, para empezar. _ La miró a los ojos. _ Y luego está… lo otro… es incluso peor.
_ ¿Lo otro? _ Hermione la miró fijamente. _ ¿Qué puede ser peor que matar a Ron?
Luna se apartó de ella y se sentó sobre la mesa. Hermione se acomodó contra la pared y la miró a los ojos. Luna notaba la boca seca, pero finalmente reunió el valor y se atrevió a hacerle la pregunta.
_ Hermione… ¿De quién es hija Katrina? _ La miró a los ojos profundamente.
_ Luna… No lo sé. _ Se encogió de hombros, a decir verdad, no se había parado a pensarlo. _ Rose… Ella es hija de Ron, ¿Verdad?
_ Claro, estabas embarazada cuando te nombraron ministra. ¿De quién iba a ser si no? _ Hermione no pudo evitar que se iluminara la cara al escucharlo. Era algo que, en el fondo, sabía, pero necesitaba confirmar. _ Te repito la pregunta, Hermione… ¿Quién es el padre de Katrina?
_ No sé, Pansy, supongo. _ Se encogió de hombros. _ No sé hasta qué punto ha avanzado la magia en estos diez años.
_ Hermione… no eres tan tonta. _ Luna la miró con severidad. _ ¿Quién es el padre de Katrina?
Hermione empezó a notar un fuerte dolor de cabeza. Había accedido a varios recuerdos de su memoria, pero aquel era distinto. Tal cual había ocurrido con su pesadilla con Ron, era algo que no quería ver. Algo que no quería saber.
_ ¡No lo sé! ¡No quiero saberlo! _ Notaba que se le humedecían los ojos. _ Luna, para.
_ Hermione… _ Luna apartó la mirada. _ ¿Quién es el padre de Katrina?
Se desplomó en el suelo, perdiendo la consciencia. Su mente había hecho un gran esfuerzo por luchar contra aquel recuerdo, pero finalmente, debido a la insistencia de Luna, había entrado golpeando su mente con tanta fuerza que la había hecho perder la consciencia.
La madriguera ardía ante la atenta mirada de Hermione. Su cabello había sido teñido de rubio por primera vez, así como alisado con magia. Sus asesores habían comentado que le daba una imagen más imponente, y ella había estado de acuerdo.
En aquel instante, se sentía más segura de sí misma de lo que se había sentido en toda su vida. En el fondo de su corazón siempre había estado aquel sentimiento, aquel desasosiego que había estado reprimiendo toda su vida. Incluso después de empezar a tomar la poción, pensó que nunca se lo quitaría. Pero el destino se lo había puesto en bandeja y no podía evitar disfrutarlo.
Ginny Weasly era arrastrada en aquel instante atada de manos y tirada sobre el suelo. Había caído de cara y Hermione tuvo que darle la vuelta para mirarla a los ojos. Ginny estaba visiblemente furiosa. Tanto, que su miedo quedaba en un segundo plano.
_ ¿Habéis encontrado a alguien más? _ Preguntó, mirando a uno de los aurores.
_ Tan sólo a Potter. Los aurores se están ocupando de él.
_ ¿Y los niños?
_ A buen recaudo, ministra.
_ Bien, nos ocuparemos de ellos. _ Hermione se llevó los dedos a la barbilla, pensativa.
_ ¡No! _ Exclamó Ginny. _ Hermione, no les hagas nada.
Hermione alzó una ceja, en apariencia, ofendida.
_ Pero Ginny… son mis sobrinos… por supuesto que no voy a hacerles daño. Me aseguraré de que puedan estar bien atendidos. Por gente apropiada.
Ginny consiguió levantar la pierna lo suficiente como para darle una patada y Hermione se cayó al suelo, deteniendo el impacto con las manos, aquello no se lo esperaba.
_ ¿Qué has ganado con eso, Ginevra? _ Le espetó, poniéndose en pie.
_ Recordarte que no lo controlas todo. _ Le dijo, mirándola, fijamente. _ No sé qué te pasó, Hermione. Pero voy a hacértelo pagar.
Hermione ladeó el cuello, produciendo un crujido.
_ Que atrevida… ¿Sabes?… puede que me quede con uno de tus hijos. Rose se siente un poco sola. _ Hermione extendió la sonrisa.
_ ¡Vete a la mierda, Hermione! _ Le espetó. _ ¡No dejaré que les toques un pelo!
_ Bueno… respetaré tus deseos. _ Los ojos de Hermione se ensombrecieron. _ Tendré a mi propio hijo.
Ginevra tragó saliva, teniendo un presentimiento aún peor con las palabras que Hermione iba a decir a continuación.
_ Pero un hijo… necesita un padre. _ Ginny supo lo que iba a decir antes de que lo dijera, y abrió los ojos como platos. _ ¿Y quién mejor que el legendario Harry Potter?
