Disclaimer:

La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.

Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadas son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

[PROHIBIDA SU COPIA]


Presurosa con sus tacones en la mano subía las escaleras de ese bloque de departamentos hasta llegar frente a la puerta de la casa del guardián, antes de que pudiera tocar esta se abrió invitándola a pasar, sin pensarlo dos veces entró en la vivienda hasta quedar parada en medio del salón agitada tratando de recuperar el aliento a la vez que miraba con ansiedad como el anciano de aspecto sereno servía té en una taza.

- ¿A...Adrien, do...donde esta? - fue lo primero que preguntó entre jadeos.

- Marinette por favor toma asiento y tranquilízate primero. - dijo en un tono sosegado, ofreciéndole el lugar frente a él.

Rápidamente se sentó sin disminuir la expectación de su semblante, el maestro con tranquilidad puso una humeante taza de té frente a ella.

- Bebe, es un té excelente y te hará bien. - parecía como si el anciano no viera la ansiedad en su rostro.

Marinette tomó su bebida y le dio un sorbo, la sensación cálida de ese líquido en su cuerpo la estaba relajando, tenía un sabor intenso a té verde junto con la dulce suavidad de la miel, era muy agradable.

- ¿Estas más tranquila? - preguntó con amabilidad su anfitrión.

Ella solo asintió con la cabeza.

- Eso está bien. - viendo su semblante más relajado deslizó una carpeta azul hacia ella.

Ella puso la mano sobre la carpeta y miró inquieta al maestro como esperando su permiso.

- Adelante, mira lo que hay en su interior.

La abrió despacio y sin poder controlarlo un par de lágrimas escaparon por sus mejillas. Tomo con cuidado la primera foto y la acerco, en ella se veía a Adrien al frente de un grupo de gente de rasgos asiáticos, él llevaba su cabello algo más largo y desordenado y una barba desaliñada de varios días. Pero lo que más sobresalía de su aspecto eran sus ojos, estaban apagados, sin vida y desde ahí podría jurar que habían perdido su color, ya no eran de ese verde intenso que a ella tanto le encantaba.

Revisó las cinco fotos y en todas era lo mismo, sus ojos no reflejaban ni un atisbo de lo que él realmente era. Le angustiaba verlo así después de más de un mes sin saber nada de él.

Dio otro sorbo a su bebida para tratar de calmarse. Al posar su taza se dirigió al maestro más compuesta pero con sus sentimientos a flor de piel.

- ¿Dónde está?. - volvió a preguntar más calmada pero con la misma avidez que al principio.

- Las fotos fueron tomadas en Shénqí, es una pequeña aldea en las faldas de la montaña donde antiguamente estaba el templo de los prodigios.

- ¿Pero eso quiere decir que él...? - preguntó extrañada.

- Sí, que está en el Tíbet. - adelantó a concluir el anciano.

- ¿Pero por que fue a ese lugar?.

- Eso es algo que yo me he preguntado desde que me enteré donde estaba y la única conclusión lógica a la que he podido llegar es que fue a buscar el portal de los prodigios.

- ¿El portal de los prodigios?, nunca me ha hablado de él.

- Tienes razón. No es algo de lo que se deba hablar abiertamente, es algo muy peligroso. Y al parecer por alguna razón Adrien ha sabido de su existencia.

...

Desde un alto veía molesto como los hombres batallaban por remover los escombros que habían vuelto a tapar la entrada. Era la tercera vez en esa semana que los puntales cedían provocando que parte de la estructura de la deteriorada construcción se viniera abajo, esta vez habían sido dos los trabajadores que murieron aplastados.

- Quiero que para mañana a primera hora la entrada quede despejada, aún quedan muchas rocas por remover en la antesala antes de llegar a la cámara principal. No toleraré un contratiempo más.

El hombre asintió temeroso, rehuyendo la implacable mirada de sus ojos bígaros(1).

- No se preocupe, así se hará Lǎobǎn(2). - dijo solicito, inclinando su cabeza en señal de respeto.

Sin mediar palabra se giró y se alejó hacia su vehículo, dejando al hombre con una sensación de inquietud y miedo en el cuerpo.

Giró la llave de su Jeep y aceleró dejando tras de él una nube de polvo y se lanzó montaña abajo emprendiendo el sinuoso camino hacia la aldea. En el retrovisor vio en su cara el aspecto cansado por llevar varios días sin poder conciliar el sueño, últimamente se repetía la misma situación con mucha frecuencia, se despertaba en mitad de la noche empapado en sudor y jadeante, sintiendo el acelerado latir de su corazón en su pecho y en su cabeza se aglutinaban cientos de imágenes del pasado como si de un collage se tratara y siempre todo terminaba con la imagen de la cariñosa mirada de unos hermosos ojos azules.

Llegó a la primera casa de la aldea, era una construcción sencilla de una sola planta construida en piedra y malamente allanada con cemento en color rojo cobrizo. Sobre sus dos pequeñas ventanas de madera se enlucían unos volantes en líneas negras, rojas y amarillas.

Dejó el jeep junto a la puerta y descendió de él, pudo ver cómo las mujeres salían apresuradas a recoger a sus hijos solo para volverlos a meter en sus casas. Soltó una risa por lo absurdo de la situación y sobre todo por la imagen que tenían de él en la aldea, como si le importaran en algo esas personas como para perder su tiempo en ellas.

Al entrar a la casa, lo primero que notó fue como se hizo el silencio y todas las miradas se clavaron en él, caminó hacia la rústica barra y con un movimiento de cabeza le dio una indicación a la chica que atendía la pequeña taberna. De inmediato la menuda mujer de marcados rasgos étnicos sacó de un cajón una botella de "Grey Goose" dejándola a su lado sobre la barra junto con un vaso limpio.

- Gracias Manjari - la chica le sonrió amablemente junto con una inclinación de cabeza.

Sirvió una copiosa cantidad y disfrutó con agrado del primer sorbo, después de todo el día en medio de la excavación tenía la garganta reseca por el polvo y el vodka le aliviaba esa sensación rasposa. No toleraba el licor de Qingke, era una bebida de poca graduación que le sabia asquerosa, aún no entendía como ese menjunje le podía gustar a la gente de ahí, pero suponía que a todo se acostumbran las personas. Es por ello que procuro abastecerse de una pequeña cantidad de botellas de una bebida más tolerable para él y que amablemente Manjari custodiaba con celo.

Se sirvió otra copa y se giró hacia el salón para ver las seis mesas que daban servicio al pequeño establecimiento ocupadas principalmente por gente que trabajaban para él, solo en la de más al fondo estaba un anciano bebiendo una copa de ese potingue que ellos llamaban licor. Sin mostrar un mínimo de simpatía levantó su copa hacia ellos y al momento le correspondieron el gesto menos el anciano, notó como el ambiente se destenso y los hombres volvieron a su conversación.

Volteó al escuchar el ruido de la cortina de cuencas que cubría la puerta que separaba una de las estancias, por ella apareció una joven de unos veinte años con una particular gracia exótica, se notaba a leguas que no era de la aldea. Su atractivo era más de la zona del Archipiélago Malayo posiblemente de Indonesia, lucía un pelo negro sedoso, pómulos definidos, labios delgados y carnosos, ojos vivaces en ámbar y un cuerpo bien proporcionado. Era indudable que resaltaba entre las mujeres de por ahí.

En cuanto la chica lo vio sus ojos brillaron y una sonrisa seductora sé dibujo en sus labios, con andar cadencioso haciendo resaltar sus redondeadas caderas fue acercándose a él.

- Hola Lǎobǎn(2), ¿hoy si tienes tiempo para mí? - pronuncio con voz sensual mientras se apegaba a él.

- Hola Sari, ya te he dicho muchas veces que no. Pregúntale a cualquiera de esos, estoy seguro que están ansiosos de tu compañía. - sin soltar su copa señaló hacia las mesas del local.

- Pero es contigo con quien quiero estar. - susurró cerca de su oído mientras que su mano traviesa se escabullía por la abertura de su camisa acariciando así su pecho.

Adrien permanecía impávido ante las suaves caricias de la chica, sentía su turgente silueta completamente pegada a él pero no fue hasta que sintió su cálido aliento sobre sus labios que un sentimiento de desagrado lo invadió y tomando de forma tosca su mano la aparto de él bruscamente.

- ¡Suficiente!. Es mejor que vayas a colmar el deseo de un lecho caliente a esos de ahí.

Ella lo miró contrariada, sin perder su compostura salió indignada por la misma puerta por la que había entrado.

Todos los ahí presentes presenciaron la escena en completo silencio y sin dejar de seguir a Sari con la vista.

- ¡Ja ja ja! - resonó la risa desde el fondo del local, Adrien se giró para ver como el anciano se partía a carcajadas. Tomó su vaso y la botella y fue hasta su mesa.

- ¿Puedo sentarme? - inquirió amablemente.

- Por favor, siempre es agradable compartir una conversación. - dijo el anciano regalándole una afable sonrisa.

Adrien se sirvió otra copa y tomó el vaso del anciano y lanzó su contenido al suelo para volver a llenarla con su vodka.

- Siempre que vengo lo veo aquí pero aun no se su nombre.

- Mi nombre es Ming Zhao Huang - dijo haciendo una reverencia tibetana - pero puedes llamarme Zhu y por lo que he oído tú eres Lǎobǎn(2).

- Si, así me suelen llamar. - dio un sorbo a su copa antes de continuar - ¿Me podría decir que es lo que le hacía tanta gracia?.

- ¿Eso?, je je. Tú, tú me haces gracia. - vio como los ojos de Adrien se abrieron de más ante la sorpresa de la respuesta - He visto como todos los días rechazas a Sari pero llegará un momento en que tal vez eso cambie.

- Se equivoca viejo en mi vida no hay lugar para esos sentimientos. - respondió con cierta molestia.

- Aah, ya veo. Eso quiere decir que ya hay alguien en tu corazón. - miraba con detalle los gestos del rubio.

- Se vuelve a equivocar, eso fue algo que pasó y ahora está muerto y enterrado. - era ahora una expresión amarga la de su semblante, se notaba como esas palabras lo habían mortificado.

- Tengo que irme. - bebió de un trago lo que quedaba en su vaso y sin decir nada más se levantó y se dirigió hacia la puerta, arrojando unas monedas sobre la barra antes de salir.

- Cuan equivocado estas Adrien Agreste. - murmuró el anciano al verlo salir.


(1) - Color azul violáceo.

(2) - El que está al mando.