PRESENTE
La escena dentro de la bóveda fue un golpe brutal tanto para el buen padre como para el amigo de la familia. Donatelo agonizaba, pero con sus últimas fuerzas, había comenzado a escribir con su sangre unas letras en el piso. Rockwell, aun aferrándose a la esperanza, se arrodilló cerca del joven genio para ayudarlo, pero lo único que logró con esa acción fue escuchar el último suspiro del de morado. Splinter, horrorizado por lo que su pequeño había hecho, se quedó sin aliento al ver que el único ojo en el rostro de su hijo que no había quedado hecho pedazos con el disparo se había quedado fijo en él, como rogando el perdón que ya nunca podría saber que se le concedería.
― Mi niño…
Dejando libres sus lágrimas llenas de dolor una vez más, el viejo maestro se acercó a su pequeño Donatelo, con manos temblorosas tocó suavemente con la yema de sus dedos el párpado para cerrar ese ojo suplicante y despojándose de su haori, cubrió toda la parte superior del cuerpo de su hijo. Rockwell, después de mirar con detenimiento las letras que el más listo había dejado como mensaje final, se levantaba y se alejaba un poco; su rostro mostrando no sólo una resignación forzada sino también el más profundo respeto a lo que ahora se había convertido en una tumba anticipada.
Splinter salió primero de la bóveda con pasos lentos e inseguros. Al ver el rostro de su padre surcado por las lágrimas, Leonardo y Rafael no necesitaron más para saber que habían perdido a otro hermano más. Ambos buscaron refugio en los brazos del otro, sólo de esa forma podían resguardarse de los estragos de la agónica realidad. Ambos sintieron todo el peso de ese horrendo sentimiento de haber sido un completo fracaso al tener que mantener a sus hermanitos a salvo.
― ¡AHHHHHH! ― gritó Rafael con toda la fuerza de sus pulmones para después escuchar a Leonardo murmurar con la voz de un corazón destrozado ―: Has decidido liberarte de la tristeza, Donnie, tomaste la decisión de seguir a Mikey, te juro que el responsable de todo esto habrá de pagarlo muy caro ―. Acto seguido el joven líder se separó un poco de su hermano de rojo quien después de escuchar ese juramento de labios de su hermano de azul lo miró a los ojos y asintió con mirada decidida, uniéndose al instante a la promesa que Leonardo había pronunciado, sus ojos en ese momento además de las gruesas lágrimas compartían el mismo reflejo inequívoco de vengar a sus hermanos. Después de ese mudo juramento, Rafael siguió llorando, pero en silencio, al igual que su hermano mayor, ambos rodeados por los brazos del otro, el mejor lugar en el mundo para recobrar sus fuerzas.
El corazón de Abril no pudo más, se desmayó al instante de ver a Rockwell salir del lugar con la bandana de Donnie en las manos, la distintiva prenda manchada de sangre y aprisionada entre los dedos del científico mutado. Casey apenas alcanzó a sostenerla pues él también tenía los ojos inundados por el dolor.
Cabeza de Piel y Slash se sentaron juntos en una de las esquinas del laboratorio, ambos compartiendo el pesado sentimiento de no haber podido actuar a tiempo y maldiciendo sus pocos alcances para evitar esa terrible tragedia, ambos, miraban de un lado a otro sopesando los devastadores efectos de todo lo que acababa de ocurrir... tanto en tan poco tiempo que era imposible de aceptar.
Splinter se dejó caer de rodillas sintiéndose sofocado por lo que acababa de ver, sus dos hijos restantes, al verlo caer, lo rodearon con sus brazos buscando consolar a su padre que, aunque fuera una de las personas más versadas en lidiar con las vicisitudes de la vida, también necesitaba con desesperación aquel contacto.
Después de varios minutos que transcurrieron por completo dedicados a llorar la pérdida de dos seres tan únicos como Donnie y Mikey, Rockwell, lanzó un suspiro que reflejaba una difícil decisión. Se acercó a Splinter quien al verlo aproximarse lo miró con extrañeza.
― Maestro, ¿me permite unas palabras? ― la actitud del científico le hacía saber al sabio padre que era algo mucho muy importante.
― Lo escucho, Doctor Rockwell.
― ¿Podría ser en privado?
El Doctor obtuvo la atención de todos al pronunciar aquellas palabras.
― Si me sugiere el secreto porque podría lastimarnos aún más con lo que pueda decir, no se preocupe, Doctor, desde siempre les he dicho a mis hijos que no debe haber secretos que puedan afectar a toda la familia, adelante, es libre de hablar frente a todos.
NUEVE MESES ANTES
No habían pasado ni dos semanas después de la total recuperación de Rafael cuando el siguiente percance aconteció. Era impensable que tres de los chicos pudieran estar en problemas al mismo tiempo, era una posibilidad de una en un millón, pero sucedió. Donatelo, Miguel Ángel y Rafael cayeron directo en una trampa tan perfectamente planeada y ejecutada por un pequeño grupo de kraangs que cualquiera podía haber apostado que las tortugas lo habían hecho a propósito.
Esa no tan numerosa pandilla de extraterrestres rosas, estaba formada por un pequeño grupo de sobrevivientes que habían permanecido dispersos por distintas razones después de la derrota de su maligno grupo en la Dimensión X y que optaron por obedecer de lleno a sus ansias de desquitarse del grupo de héroes, para vengar al Kraang Supremo. Ordenándole al ninja de azul el permanecer quieto si no quería ver muertos a sus hermanos antes de tiempo, los kraangs colocaban a los chicos sobre una pequeña plataforma para teletransportarse junto con ellos.
Pero Leonardo no iba a permitir que sus hermanitos fueran secuestrados justo frente a sus ojos para enfrentarse al atroz destino que les aguardaba: exterminio después del tormento. Sopesando todas las variables, el hermano mayor encontró la mejor forma de ayudar a los más jóvenes. Al ver que su hermano mayor sonrió mientras murmuraba dos palabras después de posar su mirada en ellos, los demás sin lugar a dudas sintieron al instante un vuelco en el corazón porque sabían que observaban la misma intención en el rostro de Leonardo cuando les pidió que escaparan del Tecnódromo antes de hundirse.
Justo unos segundos antes que los kraangs activaran el mecanismo para tele-transportar a las tres tortugas atadas juntas, Leonardo, con una impresionante rapidez, se lanzó a recoger una de las kusarigamas que Mikey había dejado caer cuando lo capturaron y con precisión apuntó a los cables de la plataforma. La energía del dispositivo se desvió a través de la cuchilla metálica de la kusarigama, recorriendo todo lo largo de la cadena que tocó los cuerpos metálicos de todos los enemigos hasta Leonardo. Tanto los kraangs como la tortuga de azul, desaparecieron en un instante, dejando al resto del equipo observando por varios minutos el lugar donde Leo había estado de pie hacía unos segundos.
La búsqueda de la tortuga faltante por parte de todos los miembros de su familia y sus amigos se alargó por casi un mes. Fue gracias a las facultades de Abril que lograron encontrarlo. La joven psíquica había perdido ya la cuenta de los intentos infructuosos por comunicarse telepáticamente con su amigo. Pero una tarde, cuando todos empezaban a darse por vencidos, la adolescente tuvo una visión fugaz del futuro. Debían buscarlo en cierto callejón que conocían; ahí habrían de encontrar a Leonardo.
Justo un par de días después, lo hallaron.
…..
― Ahora sus pies, Mikey ―, le indicó Donnie a su hermanito quien en medio de suspiros tristes tallaba con suavidad los pies de su hermano mayor para mantenerlo aseado, confortable. Muchas veces a Donatelo le parecía que al travieso le daba miedo tocar a Leo y así era.
― Espero no lastimarlo, Donnie ―, confesó el más joven ―, aún se ve tan frágil… y de verdad espero que…
―No te preocupes hermanito, Leo estará bien ―, lo interrumpió el más listo consolándolo con una mirada cariñosa ―, el Doctor Rockwell me ayudó a sintetizar el mejor analgésico para nuestros cuerpos mutados gracias a eso nuestro hermano podrá descansar sin sentir nada en lo absoluto.
Mikey miró con tristeza al joven genio cuando de pronto entraron Rafael y el maestro Splinter.
― ¿Ya pronto despertará, Donnie? ―Rafael, como todos los demás, aguardaba expectante el regreso en su totalidad de su hermano mayor después de haberlo encontrado casi al borde de la muerte.
―Entonces… ¿no siente nada? ―volvió a preguntar el pequeño con un poco de duda en su mirada.
― No, nada, Mikey ―, le repitió Donatelo mirando con ojos tranquilizadores a su hermanito ―, espero que sea muy pronto, Rafa, las lesiones físicas que tenían maltrecho el cuerpo de nuestro hermano ya han sido tratadas y van por el mejor camino rumbo a la sanación completa ―, siguió Donatelo con voz que mezclaba sin dudas el alivio y una expectación tan intensa como la de Rafael.
― Has atendido bien a tu hermano, hijo mío ―, el afligido padre se mostraba feliz por igual, aunque también un poco impaciente.
― De verdad… ¿nada? ― insistía Mikey.
― Nada ―, respondió otra vez el más listo, pero esta vez con un tono un poco más serio en su respuesta a la insistente tortuguita ―. Gracias maestro, he puesto todo mi empeño, Leo pronto recuperará la conciencia y estará feliz de estar de nuevo en casa con… ― Donatelo se vio interrumpido por la voz de Mikey.
― Esos… malditos monstruos miserables… aún sin estar presentes siguen lastimando a mi hermano… ― Dijo Mikey mientras apretaba sus puños.
― Mikey…
― Hijo…
Aunque Donatelo no pronunció palabra alguna después de escuchar aquellas palabras de labios de Mikey, ese lenguaje lleno de un profundo odio, no por eso no estaba igual de impactado que Rafael y su padre que miraban al más joven como se mira un suceso inexplicable.
― ¿Qué te pasa, Mikey? ― Donatelo fue el primero en reaccionar porque ni siquiera Splinter, petrificado por ver a su hijo más joven expresar el odio en todo su esplendor, pudo articular palabra para reprenderlo por el lenguaje soez.
― El estado de Leo cuando Rafa lo encontró… ― comenzó el pequeño con voz abatida ― ¡He tenido pesadillas desde entonces! En ellas… ― la voz de Mikey se quebró ―, Leo… nuestro Leo… tuvo que soportar golpes… heridas… soledad… rodeado de odio…y ahora que ha regresado… ni siquiera puede sentir nuestros cuidados… sé que la nueva medicina que le administró Donnie es para que ya no siga sufriendo, pero, ¡por culpa de eso él no puede sentir nada! ¡Las acciones de esos malvados siguen haciendo padecer a Leo!
Mikey no pudo soportar más y rompió a llorar.
― ¡No, no, hermanito! ― Presuroso Donatelo se acercó al más joven y lo envolvió en sus brazos ―, perdóname, eso no es lo que quería darte a entender, Leo ya no sufre dolor, pero puede seguir sintiendo tus toques suaves en su piel, tus besos y tus abrazos.
― Y aún si no pudiera ―, intervino Rafael acercándose también al travieso pecoso ―, Leo es lo bastante terco para empeñarse en sentirnos, en gozar de todo el amor que le damos, aunque tuviera que prescindir del alivio que le da la medicina. Él sigue luchando con todas sus fuerzas ―, le aseguró su gruñón hermano con una convicción contagiosa.
― No existe substancia en la faz de este mundo, hijo mío, que pueda extinguir o menguar la capacidad espiritual de tu hermano, él sabe que estás aquí, preocupado por él al igual que lo estamos todos, esperando con paciencia una oportunidad para volver a la conciencia. No debes seguir triste porque él lo puede sentir también ―, añadió su padre, logrando borrar por completo las dudas de su pequeño.
― Entiendo… perdóneme por las malas palabras sensei ―, se disculpó el pequeño con su padre enjugándose las lágrimas sin que Donnie lo dejara de abrazar ―, pero es que de verdad pensé que nuestro hermano se estaba viendo privado de todo lo bueno que le damos.
La sabia rata le sonrió a su hijo, lleno de comprensión al igual que Rafael quien colocó una de sus manos en la cabeza de Mikey mirando a su hermano de morado quien en el acto soltó al más joven para que Rafael se lo llevara a dormir. Ambas tortugas echaron a andar seguidos de su viejo padre.
Pero antes de cruzar la puerta, Mikey regresó corriendo al lado de su hermano mayor.
― Lo siento mucho Leo, no quería ponerte triste ―, la tortuguita tomó con suavidad una de las manos de Leo y estampó un sonoro beso en ella ―, no te preocupes más, de ahora en adelante estaré siempre contento para cuando despiertes compartir mi felicidad contigo. Buenas noches hermano, ya me voy a dormir.
Después de las cándidas palabras del más joven, regresó al lado de su hermano de rojo y de su padre quien, orgulloso, acarició su barba y asintió cerrando sus ojos y sonriendo al sentir la ternura llenando su corazón. Sus hijos daban amor a manos llenas. Todos, a excepción de Donnie, salieron de la enfermería.
Aún faltaba el cambiar los vendajes de uno de los brazos de Leo, así que Donatelo se puso manos a la obra de inmediato. Quitó los vendajes del brazo, revisó que las puntadas que cerraban una brutal cuchillada que había llegado hasta el hueso no se estuvieran infectando y comenzó la esterilización de toda la piel de la zona antes de vendarlo de nuevo.
Donatelo era el único que lograba, con las capacidades con las que había nacido y puestas a descubierto por su mutación, tratar las heridas de sus hermanos con movimientos que al mismo tiempo fundían la suavidad y la firmeza en cada uno de ellos.
― Qué bien se siente ―, esas palabras habían sido dichas por la voz tenue de un Leonardo débil pero consciente sorprendiendo al más listo ―, hola, hermanito ―. Leonardo volvió su cabeza un poco en dirección de su hermano de morado, las comisuras de sus labios arqueándose con lentitud.
― ¡Leo!… Oh, Leo… ¿Cómo te sientes? ― preguntó Donnie casi de inmediato que su respiración se volvió ansiosa al ver a su hermano despierto. El más listo acercó una silla al lado de su hermano para revisarlo mejor.
― Me siento… súper… ―, respondió Leo tratando de reírse, pero sin lograrlo por la debilidad a la que lo había arrastrado el no haber probado alimentos durante un largo tiempo.
― Vaya, entonces estás peor de lo que pensaba, si alguien tan serio como tú tiene ganas de hacer bromas ―, río el de morado mientras varias lágrimas se desprendían de sus ojos.
Sin poder contenerse más, Donatelo abrazó con cuidado la cabeza de su hermano mayor, tocando su frente con la suya.
― Perdóname Leo, si no hubiera sido porque seguí a Mikey en lugar de detenerlo, no habríamos caído en esa trampa, me siento como un completo idiota ―, susurró el de morado al oído de su hermano, sus palabras a veces interrumpidas por sus sollozos.
― No es tu culpa, Donnie ―, susurró Leonardo de vuelta tratando de consolar a su joven hermano quien trató de separarse del mayor para terminar lo que había comenzado con su brazo.
― No… ―, murmuró de nuevo Leonardo impidiendo que su hermanito lo soltara ―, no me sueltes, Donnie, por favor… ― Donatelo regresó a volver a abrazar a Leo.
Durante varios minutos el joven líder gozó del suave toque de piel con piel, sucumbiendo a los encantos del tacto que llenaban de vida todos sus otros sentidos satisfaciendo al mismo tiempo su mente y su espíritu, facilitando la comunicación de forma intensa sobre todo para el mayor quien al sólo tener una fracción de su energía habitual, se entregaba sin reservas a las experimentadas manos del de morado, algo que en muchas sociedades humanas sería algo insólito de verse por la cultura de no contacto que existe por personas que confunden esos actos como acciones previas al sexo.
― ¿Puedo… pedirte un favor, Donnie? ― preguntó Leo sintiendo no sólo la tibia humedad de las lágrimas de su hermanito de morado sino también su amorosa preocupación por su bienestar.
― Lo que tú quieras, Leo, sólo dilo.
― ¿Me puedes seguir abrazando hasta que me duerma otra vez?
Una tierna sonrisa complaciente fue la respuesta a la petición de la tortuga de azul.
Donatelo sintió como Leonardo lanzó un profundo suspiro de alivio, lo vio cerrar sus ojos aún con esa débil sonrisa en sus labios y se quedó ahí, podía sentir como sus brazos no sólo llenaban de amor a su maltrecho hermano, sino que también protegían su sueño de recuerdos dolorosos del suplicio que tuvo que enfrentar. Esa sencilla muestra de cariño sanaba su alma. La de ambos.
Donatelo durmió también sin separarse de su hermano mayor pensando: ― "Oh, Mikey… ahora comprendo por completo tus temores. Leo… tienes razón, esto se siente tan bien…"
Continuará…
