Como ya saben nada de esto me pertenece, la dueña de estos personajes es Stephenie Meyer y la autora de esta graciosa historia es la autora Hoodfabulous, yo solo traduzco ;)

Y como siempre me acompaña mi querida amiga y Beta, Erica Castelo. Gracias por tu ayuda :*


Capítulo Dos: La letra escarlata de Cooch

"Por favor, cuéntame la historia otra vez," mi mejor amiga, Rose, me suplica desde el otro lado del teléfono, carcajeándose cuando me escucha dejar escapar otro suspiro exasperado.

"No puedo contártela de nuevo," gimo, arrojándome dramáticamente sobre la cama. "¡Fue muy vergonzoso! El viernes por la noche me atormentará por años. ¡Te digo, años! Debiste haber visto sus rostros. Todos se me quedaron mirando como si acabara de comerme un bebé bautizado."

"¿Un bebé bautizado?" Rose suelta una risita. "Ahora estás siendo ridícula. Espera… ya estabas siendo ridícula. ¡Vaciaste malteada en la cabeza de un extraño, le diste un rodillazo en las bolas y lo dejaste tirado en el estacionamiento acurrucado en posición fetal!"

"Estaba siendo un pendejo," declaro, arrojando mi brazo sobre mis ojos mientras lloriqueo en el receptor. "Odio a este lugar. Odio a esta gente, y obviamente ellos me odian. Solo quiero irme a casa."

"Entonces, ven a casa, Bells," Rose suplica con voz dulce, al desaparecer su risa estridente. "Estoy segura que a mis padres no les importará que te quedes aquí con nosotros. No es lo mismo sin ti. La escuela empezará pronto de nuevo. No puedo imaginar mi penúltimo año sin mi mejor amiga. Y el pobre Paul. No me hagas hablar de Paul. El chico anda por ahí como si alguien hubiera pateado a su perro."

Las palabras de Rose provocan que una oleada de culpa invada mi cuerpo. A decir verdad, he pasado más tiempo pensando en el Chico Malteada que en mi propio novio. Aunque, la mayoría de mis pensamientos que giran en torno al Chico Malteada involucran alguna forma de tortura física…

Una dulce, pero muy dulce tortura física.

"Me pregunto qué iba a decirte cuando te tenía sujeta contra la camioneta," Rose reflexiona en voz alta con un tono anhelante. "Ugh. ¿Y si quería follarte con odio contra la camioneta? Oh Dios mío, eso es muy ardiente."

Los ojos impactantes y ardientes del Chico Malteada destellan en mi mente. Imagino mis piernas rodeando su cintura. Me penetra furiosamente con mi espalda pegada a mi vieja camioneta oxidada. Docenas de chicos se asoman por el vidrio de las ventanas de la cafetería mientras él posee mi cuerpo. Imagino que su polla es bonita y gruesa. Me pregunto si esos piercings en su rostro son los únicos que tiene…

Demonios.

"Bella, ¿sigues ahí?"

"Sí, Rose," grazno, aclarando mi garganta. "Yo, uh, estoy segura que solo iba a recordarme cómo planeaba arruinar mi vida. Oye, Rose… ¿cómo se llaman esos piercings que la gente se pone en los labios?"

"Uh, ¿un piercing de labio?" Dice con tono monótono y sin emoción.

"Ja, ja," suelto una risita. "El Chico Malteada tenía un piercing a cada lado de su labio inferior. Era algo sexy. Así que… sí."

Hay una larga pausa después que hablo. Luego la respiración de Rose se escucha entrecortada del otro lado de la línea. Alejo el teléfono de mi oído y me le quedo mirando confundida por un segundo antes de volverlo a colocar en mi oído.

"Viper bites," jadea con un resuello en su voz.

"¿Eh? Rose, ¿estás bien?"

"Se llaman 'viper bites'. Oh, Dios mío, Bella. ¿Le tomaste una foto disimuladamente? Por favor, dime que le tomaste una foto estilo ninja a este tipo."

"Um, no, sicópata, no lo hice."

"¿Qué? ¿Por qué no?" Pregunta con un susurro entrecortado.

"Uh, probablemente porque, en primera, eso es extraño, y en segunda, estaba muy ocupada huyendo del chico irracionalmente furioso como para detenerme y tomar una foto, genio."

"Me encantan los sexy chicos irracionalmente enojados con tatuajes y piercings," gime Rose, y juro que escucho el suave murmullo de sábanas en el fondo.

"Um, sí. Oye, Rose, yo, uh, tengo que irme," espeto, sentándome en la orilla de la cama. "Creo que escuché que mi mamá me gritó desde la planta baja. No, esa es una mentira. La verdad es que me estás haciendo sentir extremadamente incómoda con tus fuertes jadeos y gemidos y esas cosas. Bien. Te hablo después. Besos, perra."

"¡Bella, espera! Háblame de nuevo de sus tatua…"

Determinada a no despertar los celos de Cooch, termino la llamada con un decidido golpecito contra la luminosa pantalla. Me quedo sentada en la orilla de la cama por un segundo esperando a que Cooch se levante y cause una escena, pero permanece tranquila. Suspiro contenta con su silencio. Lo último que quiero y necesito es una batalla de Coochs; La Cooch de Rose contra la mía.

~c00ch~

"Eres algo dramática, ¿lo sabías, cierto?" Le digo a Cooch, mirando furiosa al espejo de cuerpo entero apoyado en la esquina de mi recámara. "Pretendiendo ser toda inocente y todo eso. Eres una terrible actriz, Cooch."

Cooch me ignora, ocultándose cobardemente detrás de la delgada tela de algodón de mis bragas. La perra ha permanecido en silencio desde el viernes en la noche que conocí al Chico Malteada. La única vez que demuestra algún indicio de vida es tarde por la noche cuando estoy en la cama, noqueada por las dos Benadryl que he estado tomando a escondidas regularmente del gabinete de medicinas de mi mamá. Es lo único que me hace dormir por las noches. Siempre estoy pensando en casa, en Rose, Paul, nuestros amigos y mis abuelos. Pero cuando las Benadryl finalmente hacen efecto, no son mis amigos, mi novio o mi familia los que protagonizan mis sueños.

Es el Chico Malteada.

Algunas veces trae puesta una camiseta, otras veces no. No sé cómo se ven sus tatuajes en su pecho, por lo que mi mente los imagina, esos espirales y palabras susurrando a través de su piel pálida. En mis sueños, puedo probarlos. Sueño que mi lengua danza por la tinta incrustada en su carne, y la humedad deja un rastro por los contornos de sus marcados abdominales. Inhalo jabón, colonia y hierba en su piel y ardo bajo la intensidad de su mirada furiosa. Despierto con su olor en torno a mí, el sabor de la malteada en mi lengua, y bragas vergonzosamente mojadas.

"Tuve que ofrecerme a lavar la ropa por ti," digo con una mueca de desdén señalando con un dedo acusador al espejo a mi desvergonzada entrepierna. "¡Debería comprar acciones en Hanes con todas las bragas que has arruinado! ¡Lavar ropa! ¡Y tú ni siquiera puedes darme la Gran O! ¡Solo me tientas con ella! ¿Por qué me haces eso, Cooch? ¿Por qué? ¿Por qué?"

La calva descarada me ignora, como siempre.

"He cuidado de ti," proclamo, frunciendo mis labios y mirando furiosa al espejo. "Te he bañado, acicalado, acariciado, ¿y qué has hecho tú por mí? ¡Ya no más! No más acicalarte. No más caricias. ¡Puedes llevar una piel peluda de vergüenza por el resto de tus días para lo que me importa!"

Entro dando pisotones al baño y echo todas mis maquinillas de afeitar a la basura, sonriendo engreída y regodeándome todo el tiempo.

Pero Cooch es más lista de lo que le doy crédito.

La Guerra Fría entre Cooch y yo continúa. Empeora dos días después. Es entonces que la comezón empieza, las ganas casi incontrolables de rascarme en áreas que la sociedad considera impropias para rascarse.

La perra no solo usa la guerra psicológica contra mí. Ahora también utiliza la tortura física.

Ondeo la metafórica bandera blanca, incapaz de aguantar la tortuosa comezón de una muy desaliñada Cooch, agarrando las maquinillas de afeitar de dónde están todavía dentro de la basura, fulminando todo el tiempo con la mirada a mi entrepierna.

Tú ganas esta vez, perra.

~c00ch~

El Chico Malteada sigue ocupando mi mente día tras día, noche tras noche. Desesperada por una distracción, camino al centro buscando en l a vieja biblioteca con olor a humedad mientras selecciono alegremente de una gama de libros.

Me encanta perderme en las palabras emotivas de otros cuando escriben sobre las aflicciones de la vida. Me encanta ahogar mis problemas bajo el ritmo y fluir de las oraciones. A veces, las palabras sacan a relucir esos problemas, obligándolos a salir a la superficie, de modo que tengo que enfrentarlos directamente. Esos son los libros que más duelen. Esos son los libros que hacen que arda mi alma.

Esas son las cosas en las que pienso al caminar a casa desde la biblioteca local a las últimas horas de la tarde, con los auriculares metidos firmemente en mis oídos y una pequeña pila de libros presionada a mi pecho. Mamá trabaja hasta tarde y tengo toda la intención de no hacer nada más que leer por el resto de la tarde, para extinguir el mundo exterior y vivir la vida de otra persona, aunque solo sea hoy.

Normalmente llevaría mi camioneta a la ciudad, pero extraño caminar. El clima también está inusualmente tranquilo, sin nubes de tormenta que acechen, la inminente lluvia o el ocasional crujido de un trueno. La noche está tan clara que casi puedo ver las estrellas salpicando el cielo. La luna está blanca y llena, con remolinos de gris sumergiéndose en la superficie. Por primera vez en días me relajo, solo disfrutando del anochecer mientras recorro sola el camino, rodeado de helechos y árboles aleonados.

Estoy a medio camino de casa cuando se acerca la van. Veo los faros destellando en la vegetación aledaña mientras me aferro a mis libros prestados, y mi corazón se agita violentamente dentro de mi pecho. Mi mente se acelera evocando el peor escenario posible: un viejo lascivo asomándose desde el interior de una van gris, las palabras 'dulces gratis' garabateadas a un costado con pintura blanca en spray.

Ridículo. Lo sé.

Mis pasos rápidos se aceleran junto con mi pulso al mismo tiempo que agacho la cabeza, ocultando mi rostro detrás de una gruesa cortina de cabello castaño. Las palabras 'peligro extraño' apenas salen de mi boca cuando la van se detiene chirriando llantas y alguien me grita desde el interior.

"¡Oye, chica de la cafetería!"

Las palabras hacen eco en el bosque, amplificadas por los árboles que nos rodean. Hago una pausa, pensando que es él al quitarme los auriculares de mis oídos y me vuelvo lentamente hacia la van.

Una sonrisa blanca y unos amistosos ojos azules me saludan. Es el chico de la cafetería, no el Chico Malteada, sino su amigo, el de largo cabello rubio y con metal en el rostro. Está sentado dentro de una vieja van marrón sonriéndome, el olor de los gases del escape humeando por todos lados mientras el vehículo escupe y chisporrotea.

"¿Necesitas un aventón?"

El chico se ve bastante inocente, detrás de los piercings en sus labios y cejas, el tatuaje ocasional asomándose de las orillas de sus mangas. Pero las apariencias engañan. Me muevo en mi lugar mirándolo con cautela.

"No, gracias," declino cortésmente. "Disfruto caminar."

"¿Disfrutas caminar en la lluvia?" Pregunta con una sonrisa, levantando una ceja perforada antes de mirar al cielo.

"No va a…" Mis palabras son interrumpidas cuando levanto la vista, y un rayo repentinamente cruza la oscuridad.

El chico se ríe cuando grito, riéndose entre dientes y sacudiendo la cabeza mientras corro rodeando el frente de la van. Me maldigo entre mi aliento por mi estupidez al abrir la puerta y subir al vehículo con un completo extraño.

"Soy Jasper Withlock," se presenta, echándome un vistazo ocasional mientras mordisqueo mi labio inferior.

"Tienes que tomar la siguiente a la izquierda," le instruyo, dejándolo en el limbo, sin darle de inmediato mi nombre cuando enciende el motor.

"Sé dónde vives," me asegura, sonriendo engreído cuando ve mi mirada sorprendida. "Esto es Forks. Las noticias vuelan. Tú eres Bella Swan, te mudaste aquí con tu mamá desde Carolina del Sur, ¿verdad?"

"Uh, sí."

"Oye, relájate," sonríe, sus ojos bajando rápidamente a mis piernas antes de mirarme una vez más. "No voy a morderte, a menos que tú quieras."

"Oh Dios," gimo, golpeando mi frente con la palma de mi mano. "Vas a asesinarme, ¿cierto? El Chico Malteada te envió para matarme."

"¿El Chico Malteada? ¿Hablas de Cullen? ¿Edward Cullen?"

"El chico tatuado enojado sobre el que derramé mi malteada. ¿Se llama Edward Cullen?" Pregunto con desdén, arrugando la nariz cuando pronuncio su nombre.

Jasper está realmente divertido al ver mi reacción al nombre del Chico Malteada, arrojando su cabeza hacia atrás por la risa mientras el viento azota por la ventana abierta desordenando su cabello ya revuelto.

"Pero no tan malo como el de Jasper Withlock, ¿cierto?" Inquiere con una sonrisa, mirándome de vez en cuando por la esquina de su ojo al conducir por el camino bordeado de árboles y lleno de baches.

"En realidad, me gusta el nombre Jasper," admito con sinceridad y encogiéndome de hombros.

"¿Sí?"

"Sí."

No le estoy coqueteando al chico, pero creo que tal vez está recibiendo la impresión equivocada, sobre todo cuando siento su mano posarse muy casualmente en mi muslo desnudo, justo debajo de mi falda.

"Oye, Romeo," me rio con nerviosismo, quitando su mano de mi pierna. "Ese fue un cumplido, no una invitación."

Jasper se ve profundamente avergonzado, llevando la mano que acabo de quitar mi pierna, a su cabeza, pasando los dedos por su desordenado cabello rubio. La expresión en su rostro cuando intenta sonreír es deprimente.

"Tengo novio," le explico. "Por eso y por el hecho de que no te conozco. Para nada."

"No, no, tienes razón," me asegura. "Lo siento. Es solo que dejaste una impresión en mí el viernes por la noche. Nunca he visto que alguien se enfrente a Cullen como tú lo hiciste."

"Fui una perra," hice una mueca. "No debí derramar la malteada en su cabeza, o llamarlo pendejo, o darle un rodillazo en las bolas."

"Alguien tiene que ponerlo en su lugar en ocasiones," no concuerda, sacudiendo su cabeza al escuchar mis palabras. "El chico es como un hermano para mí, pero es un maldito emo la mayor parte del tiempo."

"Sí, bueno. Aun así le debo una disculpa."

"Eso es bueno," musita, doblando a la derecha en vez de a la izquierda. "Puedes disculparte con él en persona. Acabo de darme cuenta que dejé mi móvil en su casa."

Jasper ignora mi voz de asombro protestando mientras la van toma el camino lleno de baches, llevándonos hacia las afueras del pueblo adentrándonos al bosque.

Y Cooch… esa mujerzuela despierta por primera vez en días, contrayéndose ansiosa al pensar en el chico perforado y tatuado irracionalmente enojado.

Edward.

~c00ch~

Mamá, si no llego a casa esta noche es porque un extraño me recogió a un lado del camino en su van y me llevó a la casa de mi enemigo mortal. Reza por mí, y deja la cena en la estufa, solo por si acaso. – Bella—

Bella, si te dice que 'pongas la loción en la canasta,' no discutas con el hombre. Solo hazlo. – Mamá—

Miro a mi móvil con el ceño fruncido, metiéndolo en el bolsillo trasero de mi falda al bajar con nerviosismo de la van de Jasper. Obviamente, mi mamá piensa que estoy siendo sarcástica con mi mensaje de texto. Eso, o tal vez está harta de mi actitud cínica y de desprecio por la vida en general.

La casa de Cullen es enorme, y automáticamente me pregunto si todo de él es enorme: su casa, su ego, su polla. La idea de su polla me lleva a preguntarme si tiene un aro en la polla, o como demonios sea que llamen a esas cosas. Definitivamente voy a buscar esa mierda en Google cuando llegue a casa, si Jasper no me viola y me deja por muerta en el bosque, o si Cullen mismo no me asesina.

Al seguir a Jasper por la entrada adoquinada, inconscientemente sigo estereotipando a su amigo. La casa es ostentosa, considerando que Cullen vive ahí solo con otra persona, su padre, o eso explica Jasper. Echando un vistazo a la lujosa morada, no puedo imaginar por qué Cullen está tan irracionalmente enojado.

Jasper habla sin parar mientras yo lo sigo en silencio, tirando de mi falda para que baje más sobre mis piernas al subir detrás de él los amplios escalones que conducen a la puerta principal de Cullen.

"¿Sabes?" Suelto, agarrando la parte de atrás de la camiseta oscura de Jasper justo cuando agarra el pomo con su mano. "Tal vez esto no es una buena idea después de todo, que entre para disculparme. ¿Y si le provoqué un daño permanente a sus bolas? Podría guardarme rencor, ¿sabes?"

Jasper se ríe otra vez, y le doy una pequeña sonrisa, porque el bastardo se la ganó. Es la primera sonrisa real que le he dado alguien desde que me mudé a este pueblo. Jasper es un buen chico. Tal vez un poco impulsivo, considerando que yo no me considero graciosa. En lo absoluto. Solo soy honesta en extremo y tengo un pésimo criterio. Si eso es lo que encuentra gracioso, entonces llámenme el puñetero Chris Rock, perras.

"No te preocupes," Jasper se ríe entre dientes, girando el pomo en sus manos, y mi estómago se retuerce también. "Después de que le diste el rodillazo, Lauren Mallory lo curó. Estoy seguro que le dio una atención especial a sus bolas. Esa es la especialidad de ella, después de todo."

Antes de que siquiera tuviera tiempo para procesar sus palabras, antes que su mano empujara la puerta, el sonido de una voz baja y enojada maldice en algún lugar cerca. El miedo fluye por mi cuerpo al volverme lentamente, notando el kiosco por primera vez. Está discretamente oculto entre los árboles aledaños, envuelto en oscuridad, lo blanco de la luna emite un tenue resplandor sobre las flores enredadas en el enrejado.

Cullen emerge del kiosco con una libreta negra metida bajo su brazo. Mi labio inferior queda entre mis dientes mientras avanza tranquilamente, cruzando el camino de entrada con sus ojos oscuros fijos en los míos. Ese familiar impulso me golpea, ese impulso de darle un rodillazo, subir al vehículo más cercano y acelerar lanzando piedras sobre su cuerpo adolorido.

Me obligo a permanecer calmada, aunque no hay nada que pueda decirle a Cooch para que esa putilla retroceda. Está palpitando y ansiosa; probablemente tan cautivada como yo lo estoy, por la forma en que su cuerpo delgado se acerca a mí, y por la forma en que sus viper bites brillan contra la luna y el feroz fuego en sus ojos.

"¿Qué demonios estás haciendo aquí?"

De acuerdo, obviamente, todavía está un poco molesto por el incidente de la malteada y el rodillazo. Bueno, el bastardo puede superarlo.

"Vine a disculparme."

"Disculpa no aceptada," escupe de inmediato, realmente encabronándome por lo fácil que me ignora y mira a Jasper. "¿Por qué está ella contigo?"

El tono de Cullen es acusatorio de una forma extraña. Hace hormiguear mi piel y que sude la parte de atrás de mis rodillas.

"Oh, no te sientas tan importante," bufo, cruzando los brazos sobre mi pecho y presionando mis muslos, lo que sea para detener a Cooch. "Caminaba a casa, y él me ofreció un aventón. Creyó que sería un fabuloso momento para disculparme, pero al parecer estaba equivocado. Estás actuando como una chica con su periodo, ¿sabes?"

El rostro de Cullen arde de color carmesí. Abre su boca para responder, pero Jasper lo interrumpe con calma, colocando su mano ligeramente en mi espalda.

"Voy a entrar a agarrar mi móvil," explica, asintiendo en dirección al kiosco. "¿Pueden ustedes dos dejar de actuar de forma tan jodidamente inmadura por cinco minutos y hablar de esto?"

Los labios de Cullen se aprietan en una dura línea. Noto que sus ojos están fijos en el brazo de Jasper, observando cómo me toca, pero no dice nada, eligiendo hacer un gesto con su cabeza hacia el kiosco al mismo tiempo que se aleja dando zancadas, dejándome siguiéndolo de cerca.

Entro al kiosco, pausando por un segundo para respirar el aroma de las flores. Siento sus ojos sobre mí incluso en la oscuridad, la intensidad detrás de su mirada hostil quemando mi piel de formas nuevas y extrañas al sumergirme también en la oscuridad.

Mis manos se deslizan por detrás de mis muslos al sentarme, asegurándome de bajar mi falda antes de hacerlo. Él me ve hacerlo, observa todos mis movimientos. Es totalmente alarmante y definitivamente perturbador, lo mojada que me deja sin siquiera decir una palabra.

Nos sentamos por un rato, mucho más de los cinco minutos que Jasper nos dio, aunque estoy segura que él tenía todo esto planeado desde el principio. No sé lo que Jasper está pensando, trayéndome a este lugar con la intención de solucionar las cosas con Cullen, sobre todo después de coquetear conmigo dentro de su van.

Cullen no dice una palabra. Solo mira testarudamente hacia el frente; sus labios apretados con fuerza, sus ojos tan maliciosos que no estoy segura que algo de lo que le diga a este chico conseguirá que alguna vez yo le agrade, mucho menos que me perdone.

"¿Sabes?" Digo finalmente con un suspiro, mis manos cayendo a cada lado de la banca de madera al prepararme para levantarme y alejarme. "Esta fue una idea estúpida. Ya me disculpé. En realidad, no me queda nada más que decir. Esta es una pérdida de tiempo. Hasta luego."

Me pongo de pie y sacudo la parte de atrás de mi falda antes de dejarlo sentado en el kiosco. Aún no veo a Jasper por ningún lado. La van está a unos metros de distancia, la ventanilla abierta deja al descubierto los asientos descoloridos y los dados peludos colgando del espejo retrovisor. Estoy a mitad de camino cuando siento su mano cálida tocándome, dos de sus dedos se meten por debajo de la parte trasera de la cintura de mi falda, tirando de la tela hasta que me detengo.

Los dedos de Cullen se arrastran desde mi espalda baja y alrededor hasta la suave piel de mi vientre cuando me vuelvo lentamente para encararlo, enviando escalofríos por mi espalda. Su largo dedo índice roza mi ombligo antes de apartar su mano, metiendo casualmente ambas dentro los bolsillos de sus jeans de corte bajo.

Cooch está llorando. La ramera está literalmente llorando a mares, inundando mis bragas al mismo tiempo que cosquillea y palpita, suplicando por las caricias de Cullen una vez más.

Lo miro con el ceño fruncido, ignorando a Cooch que alertó a mis ahora traicioneros pezones. La perra está reuniendo poco a poco un jodido ejército para rebelarse contra mí.

"No me vuelvas a tocar," le advierto, con mi voz sonando mucho más dura dentro de mi cabeza de lo que lo hace al dejar mi boca.

"Por favor," resopla con tono condescendiente y una sonrisa engreída. "No te hagas ilusiones. Ni siquiera eres mi tipo."

"¿En serio?"

"En serio."

"¿Y por qué demonios no?" Espeto, encabronada por su actitud arrogante, mi autoestima recibiendo una puñalada por sus palabras.

"Demasiado delgada, para empezar," musita con una sonrisa de lado, sus labios rosados curveándose hacia arriba de un lado al dar un paso al frente y rodearme lentamente, y evaluando mi cuerpo. "Sí, definitivamente demasiado delgada."

Me muevo incómoda bajo su mirada crítica, furiosa por el hecho de siquiera preocuparme por su evaluación física. Pausa cuando está detrás de mí. Siento que sus ojos deambulan por cada ligera curva de mi cuerpo. Entonces siento sus dedos, las puntas ligeramente callosas, apenas rozando por debajo de la orilla de mi blusa justo sobre mis caderas. Estoy congelada, incapaz de moverme una fracción de centímetro. Mis párpados revolotean hasta que se cierran. El aire entra y sale de prisa de mis pulmones al tomar respiraciones profundas, de pronto, su cuerpo cálido está alarmantemente cerca del mío.

"Apuesto a que ni siquiera estás tatuada, ¿verdad, Bella?"

No le pregunto cómo sabe mi nombre. Supongo que de la misma forma que Jasper lo sabe, el chismorreo de los pueblos pequeños, las viejas charlando en el salón de belleza y los viejos chismeando en sus porches. Simplemente sacudo mi cabeza, mi respiración se detiene cuando siento que sube lánguidamente mi blusa por sobre mi cintura.

"¿Ninguno aquí?" Pregunta, su aliento caliente haciendo cosquillas en mi oído.

Mierda. Su mano deambula sobre mi vientre, deslizándose sobre mi piel sensible hasta que llega a la parte del frente de la cintura. Su otra mano está en mi cintura, cuatro dedos metiéndose debajo de la falda, apenas rozando el área entre mi vientre y mi cadera.

"No," jadeo, aspirando tanto oxígeno como puedo. De pronto me siento un poco mareada. "Aunque siempre he querido uno."

"¿Sí? ¿Qué te harías?"

Pienso en uno de mis libros prestados descansando inocentemente dentro de la van de Jasper. Cooch me alienta, prácticamente me grita que la escuche, que haga lo dice. Esa mujerzuela es persistente. No está pensando en Paul, mi novio, a cientos de kilómetros de distancia, o el hecho de que Jasper está cerca en alguna parte, posiblemente observando.

Lamiendo mis labios, susurro, "Una letra."

"¿Una letra? ¿Cuál letra?"

"Una A."

"¿Una A?"

"Sí. Una letra A roja."

"¿Como el libro? ¿La Letra Escarlata?"

"Sí."

"¿Dónde vas a ponértela?"

Cooch está luchando contra mi fuerza de voluntad. Mis duros pezones y mi pecho agitado se han unido a su lucha. Quiero liberarla, solo entregarme a la reacción de mi cuerpo a este chico, lanzar al viento mi determinación junto con cualquier sentido de la decencia y obligaciones morales.

Además, el bastardo lo pidió.

Coloco mi mano sobre la suya, cerrando mis ojos con fuerza. Lo imagino metiendo sus largos dedos debajo del frente de mi falda, deslizando su mano debajo de mis bragas mojadas, y diciendo 'aquí' cuando las yemas de sus dedos rozan muy cerca de la tierra prometida, mostrándole exactamente dónde pondría ese tatuaje de la letra escarlata.

"Cullen," lloriqueo en voz baja, las palabras alentándolo a acercarse.

La punta de su nariz roza contra mi oreja. Las yemas de sus dedos masajean mi carne. Una pequeña sonrisa juega en la comisura de mi boca cuando recuerdo lo hostil que actuó hacia mí en la cafetería, cómo no pudo aceptar una disculpa como un caballero y dejar pasar el incidente.

Vuelvo mi cabeza y encuentro su intensa mirada, sonriéndole con picardía y todo el tiempo mandando a volar el trasero de Cooch. De ninguna manera voy a caer en su falso juego de seducción, solo para que pueda humillarme otra vez. Y sino está jodiendo con mi cabeza, realmente debe pensar que soy una zorra para querer una letra A escarlata en mi coño, no que la perra traicionara no se lo merezca.

"Dime," susurra, con su voz ronca, y algo muy duro roza contra mi espalda baja. "Dime dónde la pondrías, Bella."

"Apuesto a que te gustaría saberlo," le doy una sonrisa engreída, sujetando su mano con fuerza en la mía y apartándola, junto con su cuerpo al darle un fuerte codazo en sus costillas.


Estos dos son como el agua y el aceite, cada uno de sus encuentros ha sido intenso. Pero tal parece que Edward tiene competencia, Bella dejó una gran impresión en Jasper y parece querer algo con ella, ¿lo permitirá Edward? Y para colmo, a la pobre de Bella se le está haciendo difícil adaptarse a su nuevo hogar, ya veremos cómo le va cuando inicie la escuela y se encuentre con su enemigo mortal jajajaja. Espero que les haya gustado el capítulo, como siempre esperaré ansiosa sus reviews para saber qué les pareció y poder leer pronto el siguiente. No olviden, por favor, que sus reviews son el único pago que recibimos por hacer esto para su diversión, y no les cuesta nada, solo unos minutos de su tiempo y su deseo de ser agradecidos :)

Muchas gracias a quienes dejaron su review en el capítulo anterior: Jade HSos, BereB, Freedom2604, Nancy, Lauguilln, Nadiia16, Vianey Cullen, Sully YM, Maryluna, Aidee Bells, somas, Lizdayanna, Brillo de las Estrellas, GZarandon, Mio1973, Ali-Lu Kuran Hale, AnnieOR, mrs puff, Car Cullen Stewart Pattinson, Lectora de Fics, Leah De Call, EriCastelo, Brenda Cullenn, solecitonublado, JessMel4, rosycanul10, Dani, glow0718, Manligrez, bbluelilas, Mafer, tulgarita, rjnavajas, NaNYs SANZ, NarMaVeg, Edith, Isis Janet, Pameva, Liz Vidal, Tata XOXO, MajoRed, y algunos anónimos. Saludos y nos leemos en el siguiente que espero sea pronto, no olvide que DEPENDE DE USTEDES.