NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO AL ESCIRBIR

¡Hola a todos! perdonen mucho este retraso. Cambiaron mi horario en el trabajo, extendiendo mis horas laborales y eso me alteró todos mis horarios para escribir. Pero aquí les traigo al fin este pequeño que estaba muriendo por ser leído, creo que les gustará, intenté meter un poco de comedia en este capítulo para que las partes dramáticas no se sintieran tan pesadas. Ustedes me dirán qué tal.

MUCHAS GRACIAS por sus hermosos comentarios (que ya respondo) sus favoritos, vistas y alertas que me tienen muy emocionada. Me encanta que disfruten esta historia.

Ahora si, ¡disfruten!


Parte III

Podría ponernos en una isla

Podría ponernos en una mansión

Podría ponernos en un asiento trasero

Sí, tú estás donde sea que yo quiera

Tenía que ser una broma.

Una muy mala broma.

Cuando Padmé abrió el cofre de su auto para que el humo blanco saliera, la golpeó una ola de calor terrible y el olor a quemado persistió con más fuerza. Apenas el humo se dispersó un poco, Padmé probó asomarse para ver si entendía algo de lo que estaba pasando, pero ella nunca supo gran cosa de automotriz, solo lo muy básico, y cualquier cosa ocurriendo en ese momento no era lo básico.

Tenía que llamar a una grúa para que llevara el auto al taller, pero al mismo tiempo tenía que ir a la notaría. Padmé estaba desesperada con el teléfono en la mano, todavía debatiéndose a quien debía llamar primero, cuando una voz a sus espaldas tensó hasta el último músculo en su cuerpo.

—Necesitas ayuda.

No era una pregunta, era una afirmación, hecha con un tono de voz profundo y contenido, uno que dejó a Padmé desarmada en apenas unos segundos.

Volteó y vio a Anakin Skywalker mirando con una expresión de concentración el motor de su auto, aún llevaba puesta su ropa de ejercicio y de su hombro derecho colgaba una mochila de gimnasio.

—Solo debo llamar a la grúa…

La ignoró totalmente mientras camina hacia el cofre del auto y se inclinaba sobre el motor. Padmé se cruzó de brazos, alzando una ceja curiosa por lo que fuera que Anakin estuviera haciendo. Su expresión demostraba mucha concentración, y algunos segundos después, su mano derecha se posó sobre unas mangueras de su auto, apenas rozándolas con las puntas de los dedos.

—El motor está demasiado caliente—dijo Anakin—Pero no creo que haya sido el radiador…

Se tiró al suelo asomándose para ver la parte inferior del auto, y casi un minuto después, se levantó.

—No, no es el radiador —le aseguró—No veo charcos de alguna fuga.

—¿Sabes de autos? —preguntó escéptica.

—¿Lo sentiste extraño? ¿se prendió algún foco de tu tablero al encenderlo? —continuó él, ignorando su pregunta.

—De hecho, si…

Padmé abrió el auto y señaló en el tablero la luz que llevaba encendida desde ayer. Anakin frunció el entrecejo.

—¿Enserio? —le dijo él con tono incrédulo.

—¿Qué tiene de malo?

—Esta luz indica que el motor está caliente, ¿se te prendió esta mañana y aun así lo moviste?

—Mmm, se prendió ayer.

¡¿Ayer?! —Anakin la miró perplejo, como si no pudiera creer que ella hubiera hecho eso—¿Y no notaste el auto extraño?

—Tenía muchos pendientes en los cuáles pensar—respondió ella a la defensiva, sin gustarle el tono que Anakin estaba usando con ella.

Anakin caminó al cofre de nuevo y cuando se asomó al motor, esta vez se fue directo a una tapita negra que intentó girar, pero estaba demasiado caliente y retiró la mano haciendo un gesto de dolor. Luego, sacó de su bolso del gimnasio una toallita y la usó para poder tocar la tapa y girarla, al asomarse al contenedor, hizo una mueca que no le gustó para nada a Padmé.

—¿Dices que se prendió la luz desde ayer?

—Sí.

Volvió a tirarse al suelo para asomarse a la parte inferior del auto, Padmé estaba cruzada de brazos, sin entender nada de lo que Anakin hacía y empezando a cuestionarse si solo quería impresionarla, o realmente estaba buscando el problema. Cuando Anakin se levantó dio un largo suspiro y la miró con una mueca acongojada.

—Tienes una fuga, no sé en dónde aún, pero tu tanque está vacío —le dijo—Y considerando que no veo charcos aquí, debió vaciarse en algún momento entre tu casa, el trabajo o tu trayecto aquí.

—¿Tanque de gasolina?

—No, de anticongelante—suspiró Anakin, tapando de nuevo el contenedor—Espero que sea solo la manguera, pero por el olor y el humo que sale del motor, es muy probable que se haya dañado.

—¿Anticongelante? —Padmé era vagamente consciente de haber leído en los reportes de mantenimiento de su auto que le cambiaban ese compuesto, pero fuera del nombre, no sabía qué era—¿Y eso qué tiene que ver conque el motor esté caliente?

—Es el líquido primordial del circuito de refrigeración de tu motor—explicó Anakin—¿O usabas agua? No es muy recomendable…

—No, no… creo que si era anticongelante. Recuerdo haber leído esa palabra en los reportes de mantenimiento, pero ¿eso no es para que no se congele? Ya sabes, está en el nombre…

—Bueno, en invierno no se congela, pero la principal función es la de mantener el circuito de refrigeración en orden. Es lo que evita que tu motor se sobrecaliente, como ahora…

Señaló a su motor, el humo ya casi no salía, pero la sensación de calor y el olor a quemado persistía casi igual.

—¿Y qué pasa si se sobrecalienta? —preguntó Padmé, detestando el ser tan ignorando en este tema y que fuera precisamente Anakin quien estuviera ahí en ese momento.

—Las piezas del motor pueden dañarse, deformarse, o definitivamente destruirse—explicó Anakin—Dependerá de qué tanto se haya calentado.

—Eso suena caro.

—Es caro.

Suspirando, Padmé se llevó ambas manos a la cabeza para esconder su rostro por un momento. Lo más seguro es que pudiera pagar las reparaciones del auto, pero ese día no tenía cabeza para pensar en eso, aún había tantos pendientes y el legajo sobre su asiento de copiloto le gritaba que ya debería estar llegando a la notaría.

"Respira profundo," se dijo a sí misma, inhalando y conteniendo el aliento por unos segundos, como le habían enseñado en clases de Yoga, para calmarse. "Respira profundo…"

—No tengo tiempo para esto —suspiró Padmé, abriendo los ojos—¿Crees que hay un problema si dejo mi auto aquí durante la tarde? Vendré por él en la noche con una grúa, pero justo ahora…

—El estacionamiento cierra a las seis.

—¿Bromeas? Bueno, bueno… ¿mañana podría venir por él?

—La seguridad del campus no se haría responsable si le pasa algo.

"Maldición," era la Ley de Murphy. Si algo puede salir mal, saldrá mal.

Anakin estaba de pie a unos pasos de ella, viendo cada etapa de su colapso mental, así que se aclaró la garganta y sugirió.

—Si quieres, puedo llevar tu auto con un amigo mío que es mecánico, en lo que terminas tus ocupaciones del día.

—¿Qué? No, claro que no—respondió Padmé en automático, mirando a Anakin casi con horror—No podría pedirte que hicieras algo así. No.

—No es ninguna molestia, enserio. Además, estas reparaciones pueden ser muy costosas por sí solas, como para agregarle cualquier vandalismo que puedan hacerle en la noche.

—Pero…

—Padmé, está bien. Déjame ayudarte.

La voz de Anakin sonó tan seria, que cuando Padmé lo miró a los ojos, se sintió temblar por un momento. Ya antes había visto muchas expresiones coquetas, socarronas y engreídas de Anakin, pero esta era distinta, esta vez, en esos ojos azules se proyectó una bondad que llevaba muchos años sin ver en nadie. Un deseo genuino de ayudarla, de ser de utilidad. Nunca había visto esa expresión en él.

¿Era este el mismo hombre que, minutos atrás, se alejó de ella enfadado por haberle dicho "niño mimado"?

—¿Seguro que no te arruino el día? —preguntó, sabiendo a estas alturas que ya había accedido.

—Seguro.

—Está bien.

Padmé se deslizó en su auto para abrir la guantera y sacar los papeles del seguro, luego, miró a Anakin de frente. Un poco vacilante, caminó hacia él dándole los papeles del seguro y las llaves del auto.

—Te marcaré apenas me desocupe del notario—dijo Padmé—De nuevo, muchísimas gracias por esto, yo…

—No es nada, Padmé. Vete, no te entretengas más.

Ella asintió, sacó su celular para pedir el Uber y se fue a la notaría.

.

.

.

Anakin suspiró, sacando su celular para llamar a Kritsen.

"Su auto está realmente mal," se dijo a sí mismo. "Solo es un favor," decía, intentando convencerse a sí mismo. Pero la realidad era distinta y no consiguió engañarse por más que unos cuantos minutos.

"¿Podrías dejar de actuar como un niño mimado, por favor?" Ah, esas palabras de Padmé aún rebotaban en su cabeza, lo mismo que la imagen de ella, enfurecida y mirándolo con decepción, como si no fuera nada más que un hijito de papi adinerado incapaz de pensar en los demás. Sí, sabía que no era la persona favorita de Padmé, pero le dolió comprobar que lo tenía en un concepto tan bajo.

Y ahora estaba ahí, de pie al lado de su auto descompuesto esperando a su viejo amigo de la infancia para que lo llevara a su taller.

Intentó revisar un poco del motor, pero seguía muy caliente y considerando lo mucho que estaba tardando en recuperar una temperatura normal, calculó que al menos la banda debió haberse roto. Con suerte solo sería eso, más la fuga del anticongelante. Para cuando Kitster llegó con su grúa, detectó el lugar de la fuga: el tanque tenía una apertura, no muy grande, que debió drenar el anticongelante de gota en gota durante días. Habría que cambiarlo, pero no debería ser mucho problema.

—Y bien, Skywalker, ¿qué me tienes aquí? —preguntó Kitster, acomodando la grúa para poder enganchar el auto. —Este carro definitivamente no es tuyo.

—No, es de mi abogada—respondió Anakin.

El modelo de Padmé era moderno, de líneas esbeltas, pero con un motor francamente mediocre, el tipo de autos que hacen las compañías para que se vean bien y funcionen lo normal. Anakin tenía puros autos realmente buenos, finas piezas mecánicas que él mismo perfeccionaba cada que tenía la oportunidad.

—¿Y dónde está ella?

—En la notaría, creo—seguramente, ya que consiguió hacerle firmar esa maldita propiedad—Me llamará después. Por lo pronto, hay que revisar este motor a conciencia, se sobrecalentó bastante.

—¿El radiador?

—No, mira —Anakin señaló el contenedor del anticongelante—Tiene una gotera y secó todo el circuito de refrigeración.

—Demonios, ¿cuánto tiempo se calentó? ¿unos minutos?

—Ojalá, pero creo que si fue un tiempo considerable. La luz del tablero se encendió desde ayer y apenas hoy colapsó.

—Estás bromeando, ¿verdad? —dijo Kitster, cuando vio a Anakin sacudir la cabeza el mecánico suspiró—Bueno, ¿Qué se le va a pedir? Debe ser la típica niña bonita que solo sabe ponerle gasolina al auto.

—No creo que haya sido eso—respondió Anakin de inmediato, casi a la defensiva—Padmé es una mujer muy inteligente y habilidosa. Honestamente debió haberse confundido.

No quiso admitir, al menos no a Kitster que, si bien Padmé era una abogada extraordinaria, le dejó muy en claro que no sabía nada de autos. Hubiera sido divertido hacer bromas al respecto, pero aún estaba molesto y fuera de este favor, no quería hablar con Padmé de ninguna otra cosa.

—Bueno, bueno, tú la conoces mejor.

Anakin ayudó a Kitster a enganchar el auto para subirlo a la grúa y se despidieron, prometiéndole que iría más tarde por el auto. Por ahora, Anakin necesitaba ir a su departamento y tener una buena, muy larga ducha.

Una vez en su departamento, Anakin entró a la regadera y se quedó quieto bajo el chorro de agua un buen rato, pensando. El reclamo de Padmé seguía en su cabeza.

Un niño mimado haciendo un berrinche… qué original.

Recordó cuántas veces le dijeron eso mismo en la universidad, en el momento en que supieron quién era su padre y su hermano mayor. Recordó haber estado sumamente agradecido de no cambiar su apellido cuando le preguntaron si quería hacerlo al cumplir la mayoría de edad.

Porque nada podía estar más lejos de la realidad.

Porque Anakin Skywalker podría ser ahora el hijo menor de Qui-Gong Jinn, pero antes de eso, solo era el hijo de Shmi Skywalker, una madre soltera incapaz de proveer para su único hijo nada más que lo estrictamente necesario.

Porque antes de los ocho años, la vida fue realmente un infierno.

Era tan sencillo juzgar a las personas. En el momento en que sus compañeros vieron a Qui-Gong ir a la universidad a recogerlo por las vacaciones de verano, todos comenzaron a hablar del hijito de papi que se escondía tras un nombre falso. Constantemente le hostigaban, cuestionando si realmente era bueno en las materias o solo conseguía esas notas por los contactos de su padre. Le preguntaban dónde estaba el auto del año, el apartamento privado y los viajes exóticos que solo un grueso fideicomiso podía conseguir. Anakin ignoró a la mayoría de esas personas con éxito, porque le importaban poco, pero cuando esas críticas vinieron de sus pocos amigos, algo se rompió dentro de él.

No podía entender la envidia de la gente. Todos parecían envidiar sus ropas, las casas de su padre y su fideicomiso. Pero eso no era lo que le importaba a Anakin, claro que no, su tesoro era algo mucho más personal que eso. Su tesoro era ver a su madre siendo feliz al fin. Su tesoro era tener un padre. Su tesoro era tener un hermano mayor que cuidaba de él y con el cual podía contar siempre. Tenía una familia, ¿qué podía ser mejor que eso?

Si para sus compañeros era más fácil etiquetarlo como un heredero superficial, Anakin no se iba a tomar la molestia de contradecirlos. Pero Padmé era diferente, o al menos, siempre creyó que era diferente. Tan hermosa, inteligente y de mente fuerte, Padmé Amidala Naberrie era una mujer que despertaba en él pasiones indescriptibles y una atracción que jamás experimentó con nadie… pero esa mujer a la cual admiraba lo veía solo como un hijo de papi.

Quizá… ¿quizá sí lo era, y apenas lo quería admitir?

Vivía de su fideicomiso realmente, su salario era muy bajo. Y como Obi-Wan bien le había dicho: no quería moverse de su zona de confort. Tal vez ya era momento de avanzar.

Y ya tenía el dichoso apartamento.

Anakin frunció el ceño cuando pensó en ese apartamento, y en lo que significó en su vida. Hubo un tiempo en que no deseó nada más que abrir con su llave la puerta de ese departamento y amueblarlo rincón por rincón con…

… no valía ya la pena.

Además, no podía seguir molesto con Padmé. Ella simplemente cumplió con su trabajo y hasta ahora, él no había hecho nada para ganarse la simpatía de su abogada.

Pero por más molesto que estuviera, como siempre, cuando Padmé regresó a su mente vio esos detalles seductores que lo hechizaron desde el primer día. Oh, esos labios fruncidos por su enfado, esos ojos que lanzaban llamaradas de fuego por la indignación… ¿sería ese fuego muy diferente al fuego de su pasión?

Ya había visto su rostro contraído por el enfado, pero ¿cómo se vería contraído por el placer? ¿Cómo se vería esa hermosa carita mientras él acariciaba sus senos, besando su pulso? ¿cómo sonaría su voz al emitir un gemido cuando él introdujera lentamente su dedo en su interior?

Esos pensamientos pronto llenaron todos los espacios de su mente, y Anakin tocó su duro miembros mientras imaginaba a Padmé en sus brazos. El calor de su cuerpo, la tersura de su piel, el sabor de sus labios y su magnífica silueta bajo su cuerpo mientras ella gemía de placer una y otra vez hasta que él la volviera loca entre embestidas, besando con ahínco cada rincón de su cuerpo para encontrar todos los puntos sensibles de su fisonomía.

Cuando llegó a su orgasmo, Anakin colapsó contra la pared de su regadera sintiéndose por primera vez mal consigo mismo. Esto no estaba bien. Quizá fueran simples fantasías, pero una cosa le quedó muy en claro esa mañana: Padmé Naberrie jamás iba a verlo como algo más que un cliente molesto.

No podía seguir viviendo de fantasías y de proyectos sin fecha. Ya no. Con una resolución firme, al estilo de los Skywalker, Anakin decidió en ese momento que su vida tenía que cambiar.

Y ahora que tenía un nuevo departamento en Nueva York, al menos tenía una idea de por dónde empezar.

.

.

.

Tres horas.

Tres horas esperando al notario.

Cualquier otro día, a Padmé no le hubiera importado. Estaba acostumbrada a que los trámites legales fueran burocráticos la mayor parte del tiempo. Pero todas esas tres horas Padmé estuvo con el teléfono en la mano esperando recibir algún mensaje de Anakin sobre su auto. En su lugar, recibió ocho mensajes de su secretaria confirmándole las citas que reorganizó en la tarde (y lo molestos que estaban muchos de sus clientes) y un mensaje de su jefe diciéndole que le llevase esos documentos a su domicilio en la noche.

¿En qué estaba pensando cuando aceptó que Anakin le llevase el auto al taller? ¡Qué tontería! ¡Qué poco profesional! aunque fuera un favor, esa línea no debió cruzarse… "Como tampoco debió cruzarse la línea cuando lo llamaste niño mimado," se reprendió a sí misma, aún arrepentida de su arranque verbal contra él.

Y a pesar de haberlo hecho enfadar, Anakin tuvo la decencia de ayudarla, de una manera en que solo un amigo hubiera estado dispuesto. Quizá lo prejuzgó muy rápido.

O quizá sus hormonas seguían afectadas después de haber visto su magnífico físico en el gimnasio.

Ese perfecto cuerpo masculino, esculpido por algún artista griego, en esas medidas perfectas donde los músculos están definidos y fuertes, pero no son enormes ni grotescos. Se preguntó cómo se verían esas líneas sin la camisa o sin el short de ejercicio, solamente la piel ligeramente sudada de un hombre inclinado sobre ella besando su pezón mientras sus manos acariciaban su espalda descendiendo a…

"Contrólate," se reprendió a sí misma, aunque esa misma imagen de Anakin la siguió persiguiendo cuando salió de la notaría y lo llamó al celular.

Anakin respondió al segundo timbre, su voz sonaba jadeante.

—¿Bueno?

¿Así sonarían sus jadeos mientras seducía a una mujer?

—Al fin terminé, ¿en dónde está mi auto? —dijo con voz rápida, sonrojándose por sus pensamientos, pero aliviada de que él no pudiera verlo.

—En el taller de un amigo, de hecho, aquí estoy con él revisando tu auto —le dijo Anakin—Te mando la dirección.

—Gracias.

Le mandó la ubicación y Padmé pidió un Uber, llegó veinte minutos después a un taller de autos más bien grande –aunque no era el de la agencia– con varios mecánicos trabajando diversos autos en las rampas internas. Vislumbró su auto al fondo, y vio a Anakin de pie frente al capó abierto.

Anakin ya se había bañado y lucía un atuendo casual, pero no por eso menos atractivo. Llevaba puesta una playera negra a juego con unos pantalones de mezclilla oscura y zapatos de vestir, la playera arremangada sobre sus codos le daba un aire varonil que se incrementó cuando, ya cerca de él, olió su colonia.

Si así olía a metros de distancia, ¿cómo olería teniéndolo encima de ella?

—Hola, Padmé —la saludó Anakin, esta vez sin su sonrisa socarrona, haciendo solo un gesto cordial—Ven, te presento a Kitster, un amigo mío de la infancia.

De debajo de su auto salió un joven vestido con overol, y algunas manchas de grasa en su cara, al verla se puso de pie con agilidad y se limpió la mano con una toallita para saludarla, aún así, su mano se sintió algo grasosa.

—Hola, buenas tardes.

—Buenas tardes, soy la Lic. Amidala—se presentó ella, como siempre hacía cuando ocupaba de algún servicio—¿Cómo ve mi auto?

—Francamente mal, lo siento señorita—le explicó Kitster—Se dañaron varias piezas, pero principalmente las bujías. Estoy aún desarmando para comprobar cuántas piezas se dañaron.

—¿Y cuánto le tomará?

—Creo que tendrá su cotización hasta mañana en la tarde, señorita. No quiero arriesgarme a no ver alguna pieza dañada por estar apurado.

—Oh, entiendo—Padmé suspiró, mordiéndose el labio inferior—Le dejaré mi número para que me contacte apenas tenga el presupuesto.

—Claro, pase por favor.

Kitster la llevó a una salita en donde registró sus datos y le dio una tarjeta con la dirección y número del taller, prometiéndole de nuevo que la llamaría al día siguiente con una cotización. Cuando Padmé salió, vio a Anakin revisando lo que parecían ser piezas de algo, y se le acercó haciendo acopio de todo su autocontrol.

—No es un taller de agencia—le dijo con la voz más baja que pudo—¿Seguro que puedo confiar en Kitster?

—Claro, es amigo mío desde que tengo cuatro años—le dijo con un gesto de añoranza—Dejará tu auto como nuevo… pero sí podrá ser costoso.

—Está bien—suspiró, resignada a que Anakin, siendo ingeniero, debía saber algo más que ella de estas cosas—Gracias, señor Skywalker. Realmente me ayudó mucho hoy.

—No me llames así—dijo él, pero no con ese tono molesto de antes, sino con algo más de… ¿indiferencia? —Está bien, era una emergencia. Espero que hayas resuelto tus pendientes en la notaría.

—Oh, mmm, sí.

—Bien. Nos vemos después, licenciada.

Anakin hizo ademán de despedirse y Padmé se quedó de pie con la extraña sensación de que algo más había ocurrido. Pero no quiso ahondar en esos sentimientos, ya habían ocurrido demasiadas cosas en un día y estaba mentalmente agotada.

Pero aún tuvo que regresar a su oficina, firmar unos reportes urgentes, llamar a un par de clientes, y luego cambiarse de ropa para ir a la casa de su jefe a entregarle los dichosos papeles –su traje se había manchado con grasa y se negaba a presentarse con la familia del jefe así– a las siete de la tarde, usando un traje de color púrpura más juvenil de los que acostumbraba, Padmé estuvo de pie frente a la casa de su jefe y tocó el timbre.

Para ser un hombre acaudalado, la casa de Qui-Gong Jinn no era tan ostentosa como Padmé pudo creer. Tenía sentido, ya cuando lo pensó con más detalle, porque hasta donde recordaba su jefe había sido siempre un hombre muy sencillo y era fácil olvidarse que figuraba entre las personalidades más ricas del estado.

Padmé esperó solo unos dos minutos hasta que la puerta se abrió, pensó que la recibiría un ama de llaves, pero en su lugar, vio al mismísimo Anakin Skywalker de pie frente a ella.

"Oh, por favor…" maldijo mentalmente, ¿qué clase de dios estaba burlándose de ella en las alturas?

—Ah, licenciada—dijo Anakin, genuinamente sorprendido de verla—¿Todo bien?

La miró de pies a cabeza, seguro notando el cambio de su vestuario. Padmé se sonrojó bajo sus ojos azules, deseando, imaginando, que la miraban con deseo…

… su mente debía estar muy inquieta, porque por un instante, juraría que vio sus ojos oscuros con deseo.

—Oh, sí—dijo, su voz sonó más aguda de lo usual y debió respirar profundo—Mmm, el Lic. Jinn me pidió que le trajera unos documentos.

—Adivinaré, esos papeles que me obligaste a firmar en el gimnasio, ¿no? —dijo Anakin, recargándose en el marco de la puerta.

—¿Qué? Yo no te obli… —técnicamente, sí lo hizo —Bueno, no importa. Sí. Vine a dárselos, como él me lo pidió.

—Papá aún no llega, pero puedes esperarlo en la sala— Anakin se quitó del marco para dejarla pasar, y Padmé asintió caminando lo más rápido que pudo.

Cuando pasó al lado de Anakin, juraría que sintió un destello de electricidad bajar por su columna vertebral. Eso tenía que ser mutuo, no podía ser ella la única volviéndose loca por esta atracción, ¿oh sí?

Anakin la condujo a una sala de espera a pocos pasos de la entrada. Era encantadora, con unos sillones claros a juego con una mesita de té y varias fotografías familiares sobre la pared, con marcos y decoraciones perfectamente combinados. Padmé adoró el buen gusto de la sala apenas entró en ella.

Antes de que pudiera sentarse, escuchó un fuerte ladrido y por inercia se sobre exaltó, volteando a su alrededor hasta ver a un precioso perro Golden Retriever acercándose hacia ella y meneando la cola juguetonamente.

—¡Hey, Artoo, tranquilo! —dijo Anakin, sujetando al perro de su collar para que no saltara sobre Padmé—No hace nada, solo es tosco para jugar. Artoo, saluda, con calma.

Padmé miró la cola del perro moverse enérgicamente y sus enormes ojos mirarla con un brillo de emoción que la desarmó. Nunca fue fan de los animales, pero Artoo parecía ser fan de ella con apenas haberla visto.

—H-hola Artoo—titubeó, inclinándose un poco hacia el perro para acariciar torpemente su cabeza, el perro se movió y empezó a lamer su mano—Oh, bueno, tú… está bien.

Anakin se rio… y Padmé se dio cuenta que era la primera risa genuina que escuchaba de él. No una risa sarcástica o burlona, sino una de verdad, y sonaba bien. Sonaba alegre.

—Artoo puede ser un poco molesto a veces, pero es el mejor perro del mundo, ¿verdad que sí? —susurró al perro con cariño, inclinándose a su lado para llamar más su atención—¿Quién es el mejor perro, eh? ¡Pues tú!

Revoloteó con fuerza su pelaje en la espalda y Artoo reaccionó con deleite, rodeando a Anakin. Después de un par de juegos más, Anakin se paró y aplaudió con fuerza.

—Vamos Artoo, tienes que ir al patio un rato —luego miró a Padmé—¿Quieres algo de tomar?

—Un té, si no es mucha molestia.

—Un té, bien. Vamos, Artoo.

Artoo se regresó para correr alrededor de Padmé, como si estuviera despidiéndose, Padmé acarició torpemente su lomo y lo contempló correr de nuevo hacia Anakin cuando lo llamó otra vez, ambos desaparecieron al fondo del corredor.

Padmé se sentó en el sillón mirando hacia las fotografías familiares. No convivía mucho con su jefe, su relación con Anakin era estrictamente profesional (exceptuando sus muchas fantasías) y una que otra vez vio a Obi-Wan, el hermano mayor de Anakin, en sus andares cotidianos en la oficina. Realmente no conocía nada a esta familia.

Vio a Qui-Gong, mucho más joven, sosteniendo a un bebé de un año en sus brazos y sonriendo a la cámara. Vio a Qui-Gong con un niño de cinco años en la playa, descansando sobre la arena. Luego estaba una foto de bodas con Qui-Gong luciendo un elegante smoking al lado de una mujer dulce, de ojos oscuros y cabello negro trenzado en un tocado muy hermoso. La pareja tenía fotos también con un joven adolescente y un niño de unos diez años, vistiendo elegantes para la cámara. Padmé debió mirar detenidamente esa foto para darse cuenta de que el niño de diez años era Anakin.

Tenía los mismos ojos azules, pero una sonrisa triste.

Las demás fotos de Anakin en el muro lo mostraban mayor, siendo un adolescente en clases de box, de artes marciales, ganando campeonatos y también yendo a campamentos robóticos. En cada foto se veía más feliz que en la anterior, como si al crecer, ese aire triste fuera desapareciendo. Padmé se llevó una mano a la garganta cuando sintió un enorme nudo cortarle la respiración, ¿por qué un niño tendría esos ojos tristes?

—Padmé, aquí está tu té—dijo Anakin, entrando a la sala con una taza en las manos—¿Quieres algo más?

—Oh, mmm. No. Gracias—Padmé sujetó la taza y esbozó una sonrisa tenue—Perdona la molestia.

—No es ninguna molestia—pero, aunque las palabras de Anakin sonaron amables, su postura revelaba lo incómodo que se sentía—Si me disculpas, revisaré la cena. Volveré en unos momentos. Siéntete en tu casa.

—Gracias.

Padmé bebió un sorbo de té y vio a Anakin caminar hacia el corredor de nuevo, desapareciendo de su vista. De repente, no fue su enorme atractivo físico lo que llamó su atención, sino las heridas que quizá, muy probablemente, aún guardaba en su corazón.

.

.

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Anakin estaba en la cocina mirando la vajilla, había terminado de hacer la cena casi media hora atrás, así que no tenía nada que hacer ahí, solo no quería estar con Padmé en la sala. Con un resoplido, Anakin se recargó en la barra de la cocina, pasando la mano por sus cabellos, al menos su familia llegaría pronto…

Ring, ring, ring…

—¿Bueno? —Anakin respondió sabiendo por el tono que era su padre, y se intuyó una mala noticia.

—Ah, Ani. Lo siento mucho hijo, ya vamos en camino, pero tuvimos una desviación y demoraremos un poco más en llegar.

—¿Cuánto es "un poco"? —preguntó Anakin suspicaz.

—Media hora, creo.

—Papá, la Lic. Amidala está aquí—dijo Anakin, intentando mantener su tono de voz bajo—Dijo que debía entregarte algo, ¿quieres que te espere, o simplemente que deje el paquete?

—No, por favor dile que me espere. Oh, lo siento Anakin, realmente no contaba con esta desviación, ¿podrías acompañarla solo esa media hora? Al menos se conocen.

—Si, pero…

—En verdad ocupo hablar con ella.

—… está bien—suspiró Anakin, resignado totalmente.

—Gracias, hijo. Llegaremos lo más pronto que podamos.

—Más les vale.

Anakin colgó la llamada y miró la puerta de la cocina con dudas, no podía dejar a Padmé sola en la sala durante media hora… su madre lo mataría si se enteraba. Así que, empujando todos los pensamientos indecentes y su molestia hacia Padmé –una dicotomía que francamente no quería enfrentar por ahora– se armó de valor y salió de la cocina hacia la sala.

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.

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—Tengo buenas y malas noticias—dijo Anakin, entrando a la sala—La buena es que mis pares vienen en camino, la mala es que llegarán en media hora.

—Oh… —Padmé no quiso decir nada más, sin querer presionar su suerte en ese día ajetreado.

Anakin suspiró despacio y se movió, algo incómodo, sin querer mirarla de frente.

—Mmm, bueno, ¿quieres algo más? ¿agua? ¿algunas galletas para el té?

—No, no, gracias—respondió ella prontamente, sintiendo la tensión muy palpable—No quiero molestar más.

—No es molestia.

—Gracias, pero así estoy bien.

Continuaron en silencio algunos minutos más, ella sentada en el sillón con la taza de té en sus manos, ocasionalmente bebiendo unos sorbos, y Anakin reclinado en la pared, al lado de las fotografías familiares.

Ambos pensaban que uno era molestia para el otro. Anakin creía que Padmé estaba harta de seguir encontrándoselo todo el día después de dejarle en claro lo infantil que era como ser humano. Padmé estaba segura de que Anakin seguía molesto con ella por haberle insultado y después desperdiciar su tarde por la avería de su auto.

No podían saber que las cosas eran diametralmente opuestas. Anakin solo podía pensar en lo hermosa que se veía Padmé con ese atuendo morado, más jovial y que realzaba su espléndida silueta, ella debería vestirse así más seguido. Y Padmé pensaba que Anakin tenía una familia encantadora, todo lo opuesto a la frivolidad de la cual lo acusó en el gimnasio.

Pero la tensión no se iba, porque ninguno de los dos quería romper el silencio. Un silencio que alimentaba sus fantasías y carcomía sus entrañas. Porque bastaba con encender un fósforo en esa habitación para que las llamas consumieran todo, porque aún ni la sutileza de Padmé al beber su té o las miradas discretas de Anakin conseguían ocultar la atracción entre ellos.

Y en un punto en que ambos disimularon al mismo tiempo, sus ojos se encontraron, con el mismo deseo oscureciendo sus pupilas, los mismos pensamientos indecorosos detrás de sus mentes. Y lo escondido, por ese instante, quedó al descubierto.

Y no supieron qué hacer.


Canción: "Tucked" de Katy Perry.

¿Notan las chispas verdad? ¿notan que hay algo más que solo atracción física? Y por si se lo preguntaban, no, ese retraso de Qui-Gon no fue accidental jeje (pero de eso quizá haga alguna escena en el próximo capítulo) Ojalá les haya gustado.

Para los que leen "El Caballero y la Senadora" ya subiré el próximo capítulo mañana c;

¡saludos!