Capítulo 3

Debió suponer que algo andaba mal desde el momento en que salió de la sala común, pues ahora los alumnos no solo lo veían, sino que murmuraban a su paso. Scorpius se permitió fruncir el ceño, pues esas miradas no eran normales. Ni siquiera podía describir esa forma en que lo veían.

Tenía ganas de gritarles a todos que se fueran al diablo, pero prefirió no hacerlo. Igual a los días anteriores no fue a desayunar, ni siquiera recordaba si había comido desde que volvió a Hogwarts. El primer día del banquete se fue directo a su cuarto. Quizá había tomado café o algo así, qué más daba. A nadie le preocupaba ver que se alimentara.

Fue directo al salón de Historia de la magia, donde se sentó en su apartado sitio al fondo del aula, sacó su libro y comenzó a leer. El profesor Binns ya estaba ahí, como siempre. Los alumnos comenzaron a llegar rápidamente, pues el timbre estaba a punto de sonar. Una vez que estuvo casi completo el grupo el profesor dio los buenos días, y cuando estaba a punto de comenzar sus aburridas charlas sobre alguna batalla entre diferentes pueblos de la gente del agua, la directora llegó completamente agitada al aula, seguida por el profesor Parkin.

-Profesor Binns- dijo McGonagall- ¿está Scorpius Malfoy en clase?

-¿Quién?

-Ahí está- señaló Parkin, que ya había entrado a examinar el lugar. Los alumnos volteron, como si notaran por primera vez a Scorpius. Y así era seguramente, pues en ese lugar estaba muy bien oculto entre las sombras.

-Scorpius ven con nosotros por favor.

El rubio suspiró, guardó su libro y se cruzó la correa de la mochila. Conforme avanzaba los murmullos continuaban. Chasqueó la lengua hasta llegar con los profesores, salieron del aula y se quedaron mirándolo.

-Scorpius, tu padre...- dijo la directora.

-Ya le dije que no vendrá.

Ambos adultos se miraron.

-¿No has leído hoy el diario?- dijo Parkin.

-No- Scorpius solo podía pensar en que ya no le quedaba alguien que le enviara cosas por lechuza.

-De acuerdo, vamos- indicó, y entonces los profesores avanzaron. Scorpius los siguió.

-¿Me pueden decir qué está pasando?

Pero no le hablaron hasta que llegaron a la oficina, donde inmediatamente le indicaron que entrara a la chimenea, lo siguieron y la directora dijo, cuando arrojaba los polvos flu:

-Hospital San Mungo.

Aparecieron allí, y él seguía sin comprender.

-¿Qué demonios sucede?- exclamó-. ¿Por qué no me dicen nada?

Una sanadora muy joven se acercó en seguida, como si los estuviera esperando.

-¿Es su hijo?

-Sí, sí es él- contestó Parkin, que rebuscaba algo en el bolsillo de su túnica.

-Bien, acompáñame por favor- la sanadora lo tomó de la mano y lo comenzó a jalar.

La siguieron también los profesores.

-¿Qué carajo ocurre?- murmuró Scorpius, que comenzaba a sentir una fuerte sensación de cosquilleo y presión en el pecho y estómago.

Fueron hasta la tercer planta, luego caminaron entre sanadores, pacientes y familiares, hasta llegar a una habitación individual y apartada de las demás. La sanadora sacó su varita y dio unos toques al cristal, que se encontraba oscuro, y este se volvió completamente traslúcido dejando ver una imagen que el rubio jamás podría sacar de su cabeza.

En la habitación se encontraban dos sanadores rodeando la cama, donde un individuo estaba girado hacia un lado, vomitando en un balde. Luego, éste se incorporó y comenzó a toser, salpicando sangre en las sábanas. Los sanadores simplemente lo limpiaron y luego le dieron una poción, el hombre se rehusaba a tomarla, y luchó hasta que se la dieron por la fuerza, y unos segundos después vomitaba nueva y violentamente en el balde.

Scorpius estaba pálido, mareado y confundido. De repente el hombre se volvió a sentar, pero esta vez ya no tosió sangre, simplemente se encontraba aparentemente gritando (pues no podía escuchar) y llorando al mismo tiempo. Scorpius vio los ojos de su padre, rojos y sin dejar de derramar lágrimas, y sus puños golpeando la cama, tirando de su cabello...

El profesor Parkin le dio un periódico, que él tomó con las manos completamente temblorosas, y leyó:

"DRACO MALFOY, INTENTO DE SUICIDIO A CUATRO DÍAS DE LA MUERTE DE SU ESPOSA".

En la foto se veía a su padre en una camilla a la entrada de San Mungo, estaba vestido con un traje sucio, tenía heridas en las manos, los labios se le veían casi negros, y estaba completamente inconsciente.

-¿Qué pasó?- preguntó, con un hilo de voz.

-Lo trajo un elfo doméstico- le respondió la sanadora-, lo encontró en una habitación donde dijo que tiene su colección. Dijo que no es la primera vez que lo encontraban inconsciente, pero tenía un frasquito que no era de sus bebidas en la mano. Luego notó que apenas respiraba.

-¿Y entonces...?

-Estará bien. Ya hemos encontrado el antídoto, ahora están desintoxicando su cuerpo.

Scorpius volvió a mirar a su padre, a quien le estaban hablando esos sanadores. Él parecía no poder estabilizar su cuerpo, lucía como ebrio, tembloroso, con los ojos inquietos y opacos a la vez, y respondía con aparente dificultad. Vomitó sobre la cama, pues no le dio tiempo de girarse.

-Se recuperará- le dijo la sanadora, poniendo una mano en el hombro del chico, y esbozando una sonrisa, que le pareció que era como para un niño de 7. Pero Scorpius no sonrió-. Estará aquí unos cuántos días. Pero ya verás que estará bien.

-Claro. ¿Pero por cuánto tiempo lo estará?

Ella no supo cómo contestarle.

-Una vez que se mejore físicamente lo dejarán en casa, ¿y mentalmente? ¿Qué pasará cuando vuelva a derrumbarse?

Scorpius miró a sus profesores.

-Quiero volver a Hogwarts.