Capítulo 3. Un giro inesperado

El aire ondeó sus cabellos plateados. Cerró los ojos y se dejó ir en la brisa. Aquella sensación lo sacaba de sus cavilaciones, recórdandole que era un cuerpo vivo. Desde que la lucha y el poder habían dejado de ser su prioridad inconscientemente se perdía entre las sensaciones más ordinarias de su ser: en su vena el latido de sangre superior, y en su piel un respiro del cielo.

Abrió los ojos lentamente, y si alguien hubiese estado allí para apreciarlo no dudaría de que su semblante era más celestial que demoniaco. Era alto, pálido, esbelto, pero al mismo tiempo, fuerte e imponente. En sus ojos seductores se dejaba ver la esencia de un ser longevo, habituado a la vida, sin embargo, algo le martillaba en las sienes desde hacía un tiempo.

Un día sintió que no era el mismo. Y ese día se repitió hasta volverse la norma. Por una vez, se quedó observándola y ya no pudo voltear su rostro. No era un deseo común, era una llama que había nacido diminuta, pero con la fuerza suficiente para mover los engranajes de un alma dormida. La llama se alimentaba de la risa y ocurrencias de aquella niña, y cuando se dio cuenta, con el pasar de los años, había un incendio en su corazón.

Cuando la joven llegó a verlos una tarde, llevaba el kimono rosa que la última vez le había obsequiado su amo. Esa vez, fue la primera en que supo que ella lo miraba diferente. No, no era un deseo común, no era el ansia de la carne. Simplemente era ella, pero más profunda, más suave y misteriosa.

El aire volvió a arreciar y esta vez con más fuerza.

Había aceptado su verdad más íntima: se había enamorado de la humanidad de Rin y ya no quería desperdiciar más tiempo. Se había prometido dejar que ella diera los primeros pasos, pero en su última visita hacía seis meses, sintió estremecer todo su ser al percibir el aroma que emanaba de ella. Por puro instinto se acercó a su cuello e inhaló delicadamente, su esencia le nubló la mente. La respiración del demonio provocó en la joven un estremecimiento, el cual fue notado por él inmediatamente. Al verla, se encontró con una Rin sonrojada, quien lo miraba atónita.

-La asusté - pensó, y rápidamente se movió del sitio mirando en otra dirección. Optó alejarse unos meses para así tomar una decisión. Y así lo hizo.

. . .

Habían pasado siete días. Rin no dejaba de escuchar la melodía de la caja musical que el amo le había dado. Desde eso, no había vuelto a llorar, pues cada que se sentía melancólica o molesta, abría la caja, perdiéndose así en aquellas notas.

- Inuyasha... - le susurró Kagome.
- ¿Ah?
- ¿No te parece que Rin se ha puesto de mejor humor desde que el cuñado vino a verla?

Inuyasha movió las orejas al escuchar la palabra "cuñado", pero cuando se disponía a regañarla por ello vio a una Kagome con los ojos como estrellas, sonriendo y con un leve sonrojo en sus mejillas.

- ¡Creo que esta vez el cuñado sí ha hecho un movimiento! - añadió con júbilo.

Se tomó el rostro con ambas manos mientras miraba coqueta a Inuyasha:

- Inuyasha.
- Hmm...
- Tal parece que tu hermano ha tenido que tragarse sus palabras ja, ja. Yo creo que esta vez Rin se irá con ellos.
- Inuyasha cambió el semblante y soltó una malvada risa mientras se imaginaba burlándose de su hermano la próxima vez que lo viera.
- Ahora sí, Sesshomaru... - pensó Inuyasha.

Kagome no estaba segura de si había hecho bien en comentarle eso.

No pasó mucho tiempo cuando Sesshomaru y Jaken llegaron a la aldea. Traían a Ah-Un consigo. Rin, quien ya sabía que llegarían al cabo de unos días, sacó su equipaje y lo colocó en Ah-Un, acompañado de un saludo afectuoso.

Todos se encontraban en el lugar dispuestos a despedirla. Abrazó cariñosamente a la anciana Kaede, le dio una pequeña caja con medicinas a Kohaku, el cual también partiría en breve de allí, y se despidió de los demás.

-Rin ¿sabes dónde van a vivir? - Le preguntó Kagome en un susurro.
-Uh, supongo que al aire libre - sonrió.
Kagome la miró con incredulidad
-Eh...

Cuando disponían a marcharse, apareció Inuyasha cruzado de brazos con una risa burlona y unos ojos fulminantes. Caminó hacia donde estaba Sesshomaru, este lo miraba con desagrado:

-Así que te llevas a Rin de la aldea.
-Muévete - espetó el demonio.
- Espero que no tengas que tragarte tus palabras por completo: "Yo no heredé esas cualidades de mi padr.. "
- Retírate de aquí - le gritó Sesshomaru interrumpiéndolo mientras le apuntaba con Bakusaiga.
-Keh... Atrévete a hacerlo, Sesshomaru.
- Inuyasha - le llamó por lo bajo Kagome - Osuwari.

El hanyo cayó de cara contra el suelo, haciendo un extraño sonido debido al dolor.

. . .

Al cabo de una hora de viaje llegaron al lugar. Primero, cruzaron los aires divisando el hermoso paisaje montañoso. Rin extrañaba las hermosas vistas apreciables desde el lomo de Ah-Un. Luego, aterrizaron y se internaron en el bosque. Continuaron por una especie de camino boscoso, Sesshomaru alzó su mano, traspasando un campo de energía. Jaken y Rin le siguieron el paso.

Al atravesar dicho campo, Rin pudo apreciar a unos cuantos metros de distancia una elegante estructura; era una casa de estilo japonés la cual estaba recién construida. Frente a la edificación había un pequeño estanque, y un gran campo abierto que daba a un colina con una gran vistada. Dentro de la estructura había cuatro habitaciones y una sala de estar. El patio trasero era también amplio y tenía una especie de jardín. Rin estaba asombrada.

- Rin - le llamó Jaken - este lugar será tu espacio, como pudiste ver posee un campo de protección, por lo que no será fácil que seas atacada. De ese modo el amo Sesshomaru no tendrá que estar encima tuyo evitando que te secuestren. La comida la tendrás que buscar por tí misma. Ya sabes que al amo le desagrada la comida humana.

- Muchas gracias, señor Jaken.

Rin se veía muy feliz, recorría los espacios de la casa maravillada por el fino acabado de sus aposentos y la claridad que entraba por doquier.

- Es tan acogedor...

Sesshomaru permanecía fuera de la casa, de pie, sin mirar a ningún lugar. Rin se asomó y le preguntó:

- Señor Sesshomaru ¿cuál será mi habitación?
- Elige la que quieras.

Rin eligió la que daba al jardín. Allí colocó sus cosas y antes de olvidarse, sacó la caja musical que el amo le había dado. Estaba encantada con ella. Al hacerlo, vio la botella que el monje Miroku le había dado de regalo de despedida.

Ella sabía que dentro tenía sake, pero igualmente lo aceptó. Al final, tenía curiosidad de probar aquella bebida que hacía tan felices a algunos. Finalmente, sacó un pequeño adorno que también le había obsequiado su señor. Era una pequeña campana. La colgó cerca de la puerta que daba al jardín.

Más tarde, decidió darse un baño en el agua termal que había a pequeños pasos del sitio. Se desnudó y una vez más comprobó lo que ya había notado: se había engordado.
Recientemente, la anciana Kaede le había hecho notar su aumento de peso, no obstante, ahora el aumento era evidente.

- ¿Será que al señor Sesshomaru le importa? - se pensó.

Inmediatamente, se sorprendió por dicho pensamiento. No tenía claridad desde su último encuentro el significado de aquel abrazo. Por un momento, ella pensó que su amo iba a besarle, pero tristemente no fue así. Se zambulló en el agua avergonzada mientras se abrazaba a sí misma.

Trataba de dar respuesta al porqué de aquellos pensamientos, y al imaginar que el amo la mirara en ese estado, se volvió a zambullir.

Salió de las aguas termales cuando ya había anochecido. Estaba algo hambrienta y seguía avergonzada por todo lo que había pensado mientras se bañaba.

Entró a su habitación y vio nuevamente la botella de sake revuelta entre sus cosas. La examinó y volvió a sentir curiosidad por el sabor que podía tener. Inesperadamente hasta para ella, tomó tres tragos grandes directamente de la botella. Era evidente que sus malos hábitos alimenticios se relacionaban con las cantidades de comida ingerida por bocado.

Rin pensó que igual y no había sido tanto, cuando repentinamente se sintió mareada y caliente. Se le había subido a la cabeza el alcohol, no solo por la cantidad de sake consumida, sino porque no tenía nada en el estómago.

Estuvo largo rato sentada tratando de volver a la normalidad. En eso, Jaken la llamó desde fuera:

-¡Riiiin! El amo Sesshomaru y yo te estamos esperando ¿por qué tardas tanto?

Rin palideció. Debía salir algún día del lugar, por lo que decidió actuar normal y comer alguna cosa, tal vez así lograba sentirse mejor.

Al salir, divisó una fogata, donde Jaken había puesto a asar unos pescados. Rin sonrió en sus adentros. Todo lo que tenía que hacer era caminar hasta sentarse en una de las rocas que están allí colocadas estratégicamente, y comer un poco de ese pecado. Sesshomaru la miró. Este se encontraba sentado un poco más lejos de Jaken.

Rin caminó y sintió que caía al suelo, todo le daba vueltas y no podía caminar en línea recta. Sesshomaru y Jaken la miraban asombrados.

El Daiyokai percibió al instante el olor de la bebida alcohólica, pero igualmente seguía sorprendido. Rin de alguna manera logró sentarse frente a Jaken, pero al hacerlo solo sintió un asco terrible. Ahora sí que se sentía mal.

- Rin, ¿qué tienes? - le preguntó Jaken.
- Creo que me siento mal.

Jaken se puso de pie y se acercó a ella. Logró olfatear el aroma del sake y comenzó a regañarla:

- ¿Acaso has ingerido alcohol?
- Señor Jaken, ayúdeme... - dijo débilmente.

Pero no pudo decir más, de su boca salió propulsado un líquido transparente. Era un poco de sake, el cual cayó encima del pobre demonio verde. Sesshomaru solo desvió la mirada hacia un lado, cerrando sus ojos.

- ¡AAAAAAAH! ¡QUÉ ASCOOOOOOO!
- Puagh - arqueó la joven.

. . .

Jaken se dispuso a limpiarse en el río que había cerca de allí. Su rostro de enojo y asco a partes iguales no tenía precio. Rin y Sesshomaru también habían ido con él. Ella se encontraba hincada lavando su rostro en un intento por sentirse mejor, pero las ganas de vomitar solo volvían. El señor Sesshomaru se hallaba de pie a su lado. Miraba la escena inexpresivo.

- Rin ¿por qué hiciste eso?
- Perdóneme... Yo solo quería saber a qué sabía. La gente se muestra tan feliz cuando beben.
- No vuelvas a ingerir alcohol.
- Lo lamento mucho...

Y en verdad lo lamentaba: había inaugurado su nuevo hogar vomitando el pasto, a Jaken y haciendo el ridículo frente a su señor. Recordó que se sentía mal por su repentino aumento de peso, y juró ahí mismo que dejaría esos hábitos y dejaría la bebida definitivamente.

Recordó también que no había vuelto a escribir porque simplemente ya no tenía inspiración. Además de que le faltaba más práctica.

Soltó un sollozo:

-Señor Sesshomaru.
- Dime.
- Me he engordado.

- Además, no sé escribir y ahora siento mucha vergüenza. Vomité al señor Jaken y yo...

De pronto sintió que se desmayaba. El demonio puso su rodilla en el suelo, mientras sujetaba el cuerpecillo de la joven en sus brazos. Rin abrió los ojos y vio a su amo mirarla desde arriba, muy cerca de su rostro.

- Señor Sesshomaru, usted es tan hermoso.

Empezó a tocarle el rostro, primero una mejilla y luego lo sujetó con ambas manos. Jaló sus mejillas haciendo que el demonio se viera gracioso por la mueca. Ella soltó una risa y entonces notó que él la miraba atentamente.

La luz de la luna le daba en la cara al demonio. Sus ojos color ámbar se veían aún más brillantes y sus marcas magenta parecían tener una especie de brillo. Lo mismo su luna púrpura, la cual sobresalía por entre sus cabellos plateados.

Rin miraba la simetría del rostro de su amo, pero de inmediato alzaba la vista a sus ojos, y luego a la boca del demonio. Era delicada y fina. Sintió que la cara le ardía.

- Te llevaré a descansar.

Cuidando de no lastimarla con su armadura, Sesshomaru caminaba tranquilo, mientras Rin apoyaba su mano en la clavícula de su Señor. Cerró los ojos apenada, y al mismo tiempo, feliz de ser cargada por su amo. El demonio la colocó en un futón que había en el suelo de la habitación. Esta se había dormido en el trayecto.

Sesshomaru buscó la botella y vio que había ingerido una buena cantidad. Decidió confiscarla. También vio la caja de música que le había regalado. El diseño de la caja se resumía en unas flores de loto, similares a las del ropaje del demonio.

La Luna resplandeció, y la campanilla que Rin había colgado dejó escapar su sonido.

. . .

A la mañana siguiente, Rin no quería salir de su futón. Sentía vergüenza. Era bastante temprano, pero tenía demasiada hambre, así que decidió dar la cara al señor Jaken.
Al salir de la habitación vio que la puerta que daba al frente de la estructura estaba corrida. La luz entró a sus ojos y sintió que no lo lograría. El demonio verde al verla la regañó de mil maneras.

Después de desayunar algunas frutas y tomar bastante agua se sintió mejor, decidió ponerse a escribir. Antes de salir de la cama había reflexionado y prometido que iba a comer moderadamente, solo hasta que estuviese saciada, y que practicaría la escritura más a menudo.

Tomó el cuaderno en el que solía practicar y se sentó a la sombra de un árbol cercano. En eso, vio que el señor Sesshomaru se acercaba.

- ¿Ya te sientes mejor? - le preguntó al llegar.
- S- sí, gracias por llevarme a la cama anoche. - bajó su rostro.

Al hacerlo, notó que de su ropa brotaba un olor a sake. Avergonzada, le dijo a su señor que iría a darse un baño, dejando las cosas en el sitio. Sesshomaru miró el libro de Rin y recordó que ella le había mencionado la noche anterior que no podía escribir bien.

Fue tal la curiosidad, y aprovechando que ni Jaken ni Rin estaban cerca, que caminó con dirección al libro. Lo tomó y abrió en cualquier página.

Lo primero que leyó fue "Kohaku" con una letra bastante irregular. Cerró el libro de inmediato, sintiendo un enojo inexplicable. Arrojó el libro al suelo, y siguió su camino:

- Tonterías...

Por su parte, Rin se bañaba concienzudamente en el río. Sentía que el olor a sake se le había impregnado por todo su cuerpo. Al momento de agacharse para tomar un poco del jabón artesanal que había preparado con Kagome, y que había dejado puesto en una pie piedra, sintió como un insecto, o algo baboso, le cayó en la espalda.

Su respuesta fue lanzar un grito, que aunque algo débil, alertó al demonio, quien corrió a su rescate.

Al llegar, vio a la joven encorvada, con parte de su cabello mojado en su cara, dejando entrever uno de sus ojos. A simple vista se lograba ver uno de sus senos y el resto de su figura. Su zona genital estaba a salvo. Rin palideció.

- Se-señor Sesshomaru...

El demonio la miró atentamente intentando comprender qué sucedía. Ella se volvió un poco dejando ver parte de su trasero. Sesshomaru pudo ver una pequeña rana que estaba aferrada en uno de sus glúteos. Rin sentía demasiada vergüenza. Su amo la había visto desnuda, pero era más el pánico y el asco que sentía por tener esa cosa babosa encima.

El amo se curvó sin creer lo que estaba haciendo. Al intentar desprender la rana de la piel de la joven, esta brincó hacia una hoja cercana. Rin, al sentir que ya no tenía el animal encima, se irguió. El señor Sesshomaru seguía frente a ella.

Lo lógico hubiera sido desviar la mirada, o darle la espalda a la joven, pero el demonio no lo hizo. Así que pudo observar los pechos de la joven, tenían una buena forma y sus pezones eran rosa. Realmente no tenía un abdomen hinchado, pero sí se apreciaba una pequeña pancita que sobresalía mínimamente. Su zona genital se hallaba poblada de vellos, pero de una forma muy erótica.

- Señor Sesshomaru... ¿Le gusta lo que ve?

El demonio abrió sus ojos, comprendiendo sus acciones. En un acto reflejo desvió la mirada, estaba avergonzado a su manera.

- Pensé que estabas herida...
- Ah, no, es que odié esa sensación, me lleve un susto muerte.

No había terminado de hablar cuando el demonio había dado unos pasos alejándose de ella. Sesshomaru no comprendía muy bien lo que había sentido al mirarla, pero ante la pregunta de la joven, solo pudo pensar en huir.

Con respecto a la respuesta, el demonio se quedó reflexionando: por supuesto que le había gustado, por primera vez había visto un cuerpo femenino y había sentido algo ante ello.

No, no solo había sentido "algo", el demonio había sentido una apertura hacia algo desconocido. Era un despertar sexual.