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Soñó con el tranquilo pueblo donde aprendió a cocinar junto a su padre, evocó los momentos agradables con Ranma a su lado, los dos siendo niños corriendo y jugando, compartiendo secretos y es que la salsa que debía marinar durante diez años, no había sido el único de ellos.
Su tesoro más grande era la fotografía de su madre, Ukyo heredó el color de cabello y la forma del cuerpo, delgado y sinuoso de su adorada madre aunque muy pocas veces se permitía ser como Ubume.
Tan frágil y delicada que no soportó las peripecias del alumbramiento.
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Abrió los ojos con pesadez y se sorprendió de encontrar un par de ojos castaños sobre ella. Ryoga parecía incómodo y ella debía de estarlo también. De todas las personas que imaginó a su lado, el último era él.
—¿Por…? —trató de incorporarse y preguntar por qué estaba ahí, pero el dolor del cuerpo la detuvo y le arrebató un siseo de dolor.
—¡Ten cuidado! —comentó el chico levantándose de su asiento y recostándola de nuevo. Ryoga llevaba prendas blancas y sencillas de hospital, al igual que ella. Ukyo no ofreció mayor resistencia, lo conocía bastante bien debido a sus correrías con Ranma. Sabía que era de confiar, aunque también sabía que estaba enamorado de quién no lo podía amar.
—¿Te sientes mejor? ¿Quieres que llame al Doctor? —preguntó atropellándose con las palabras, jugueteando con los dedos de ambas manos y coloreando sus mejillas como un completo idiota. Eso la conmovió y dibujó una tierna sonrisa sobre su rostro.
—Tranquilo, lo creas o no, he estado peor. —Ukyo se relajó y Ryoga resopló. No sabía si por agradecimiento o porque era él quién estaba a su lado, pero al final se lo dijo todo.
—Estaba con la guardia baja, eso es todo. —Ryoga meditó sus palabras y concluyó que eso no era todo.
—Estabas en tu hogar, con todo el derecho del mundo de relajarte y ser tú misma en la intimidad. —Kuonji trató de indignarse porque ella no era ninguna patética fémina, pero tal vez, sólo tal vez…sí lo era. —Hibiki desvió el rostro, luego cerró los puños de ambas manos y saltó de su asiento para declarar a voz en grito, que a quien culpaba era Ranma.
¡No sabía cómo lo hacía, pero siempre lo hacía! ¡Tenerlas a todas enloquecidas y dispuestas a hacer lo indecible por él! Ukyo estalló a carcajadas porque algo de verdad había en sus palabras. Hasta hace poco, ella era otra de esas chicas dispuestas a cualquier cosa por él.
—¿Entonces…se llama Cornelia? —preguntó Ukyo escarbando en los archivos de su memoria. No recordaba a nadie con ese nombre tan peculiar.
—Dijo ser su admiradora, además de la única digna de obtener su semilla. —Ryoga comentó todo esto como si se tratara de algo tan natural como robar las prendas íntimas de las colegialas, cosa que para Ukyo ni siquiera se acercaba.
Todas querían casarse con él, ser la esposa amada y la indiscutible madre de sus hijos, pero esa tal Cornelia solo quería…¡Ella sólo quería!…los colores se le fueron al rostro y los mareos le regresaron al cuerpo. Hibiki intentó salir corriendo para llamar al Doctor Tofu, pero la morena lo aferró por el rabillo de las ropas.
—¡Quieto ahí! ¡Alucinas si crees que llamarás al Doctor para que me obligue a pasar la noche aquí! —Ryoga recordó su promesa a Kasumi y dejó de correr para centrarse en sus bonitos pies.
—Bueno…la verdad es que Kasumi…estaría muy feliz si tú pasaras algunos días en su casa. —Ukyo escuchó la petición y negó con el rostro. Ya antes había abusado de la generosidad de la familia Tendo. ¡No podía permitírselo otra vez! ¡Mucho menos en esta situación!
—¿Es porque lo amas…? —preguntó Ryoga enfatizando lo que para él resultaba obvio. Vivir junto a la persona amada a sabiendas de que jamás serías su todo, era complicado, por no decir, doloso. Él se había acostumbrado porque por lo menos, Akane parecía adorar a P-Chan. Ukyo lo miró a los ojos y aunque el fragor de su mirada sugería que en cualquier instante lo llegaría a golpear, comentó otra cosa.
—Amar a la persona correcta debería hacernos sentir orgullosos y no como si tuviéramos alguna pesada carga sobre los hombros. En este momento, ¡Yo no quiero luchar por Ranma sino por mi! Pero supongo, que debería agradecer a los Tendo por todo lo que hasta ahora han hecho.
—¿Significa que al menos pasarás una noche con ellos? —inquirió esperanzado y la cocinera asintió.
—Solo una noche y después, iré a las montañas para iniciar mi entrenamiento.
—¡Bien! ¡Yo te acompañaré!
—¿¡Qué…!? ¿¡Y tú por qué!? —preguntó mirando al viajero, pero Hibiki ya no se concentraba en ella, estaba perdido con la mirada fija a través de la ventana.
—Hace tiempo que he querido hacerlo. Volver a entrenar, probarme a mí mismo. —Kuonji se contagió rápidamente de la energía y el entusiasmo que irradiaba. Quién sabe, tal vez pudieran iniciar su viaje juntos y después, tomar su propio camino.
—¡De acuerdo!
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Decidieron hacer una parada antes de visitarla. Conociéndola como lo hacían, era bastante probable que Ukyo no quisiera quedarse en la Clínica, así que Akane quería reacomodar su hogar.
La palabra le quedaba algo grande ya que en realidad, su amiga vivía en un pequeño
apartamento sobre el restaurante. No tenía espacio más que para una cama individual, un armario modesto, el baño con regadera, el sillón de una pieza junto a la ventana y la mesita de centro que a su vez fungía como escritorio para sus estudios. Ranma la fastidió un poco para aligerar la tensión, dijo que si lo hacía sola, el departamento terminaría por caerse, pero cuando llegaron, lo único que permanecía roto era la ventana.
Shampoo se había ocupado de dejarlo como nuevo, hasta se tomó la molestia de cortar algunas flores frescas para el florero de plástico que asemejaba al vidrio cortado.
—¡Ni hao, Ranma!
—Vaya, no pensé que nos encontraríamos aquí. —respondió Saotome con una sonrisa ligera, la chica de cabello lavanda se encogió de hombros y comentó que no podía creer que alguien tan varonil como Ukyo tuviera cosas tan delicadas en su apartamento.
—¡Oye, viniste a escombrar o a hurgar! —se quejó Akane con los puños cerrados, pero Shampoo la ignoró.
—Es una amiga, una guerrera como nosotras las amazonas y por tanto, es mi deber como futura líder de la tribu, ver que esté cómoda tras su regreso.
—Oh, entonces hasta tú puedes ser amable de vez en cuando. —se mofó Ranma mirando el reducido espacio interior. En una de las esquinas, cual monolito de barro, se encontraba Mousse con los brazos cruzados y la mirada asesina fija en él.
—Mi abuela indagó la identidad de esa chica. Su nombre, Cornelia debe hacer referencia a las Cornelianas Japonesas, unas flores exóticas de frutos tan rojos que su néctar solía compararse a la sangre.
En la antigüedad, sólo las familias más distinguidas y temidas cultivaban esta flor. Se decía que recibir uno solo de sus pétalos simbolizaba advertencia, la flor entera representaba que irían tras tu familia y el fruto, bueno…si te entregaban una cereza tan roja como el corazón latiente, entonces tú eras suyo. —Ranma escuchó las palabras de la belleza China que tenía ante él, ni Akane podría negar que había importancia, seriedad y una profunda tristeza en su voz clara.
Saotome inmediatamente se puso a la defensiva porque él, no había recibido ninguna de esas cosas, pero entonces Shampoo extendió la palma de su mano diestra y les mostró una flor roja, frondosa y brillante como un manchón de sangre.
—La abuela cree que sería conveniente volver a nuestra aldea. Por mucho que te ame, nuestra familia y legado están allá.
—Shampoo…—Ranma la miró fijamente porque no podía creer que una sola mujer intimidara tanto al clan de las amazonas.
—Su linaje se remonta más de seiscientos años de masacrar y diezmar poblaciones enteras. —esto lo comentó Mousse, su rictus permanecía serio, pero en sus palabras se detectaba el profundo odio que le dedicaba a Ranma. —En la actualidad, no actúan de manera tan liberal, asesinan políticos, mafiosos, se mueven en círculos tan peligrosos que ni tú, ni nosotros podríamos imaginar. Su familia debe estar en conflicto constante ya que según Cologne, no han dado a luz a ningún varón.
Ahí es donde deberías de entrar tú. Esa mujer te quiere como padre de sus hijos, cosa que no te habrá de sorprender debido a tu constante éxito con las chicas.
—¡Oh, Ranma…! —Shampoo se arrojó a los brazos de su amor y rompió a llorar a lágrima viva, Akane se había congelado en su sitio y Mousse, todo lo que hizo fue expulsar más veneno.
—Te has entrenado durante toda tu vida para ser el mejor, ¿No es verdad? Bien, ¡Felicidades! —espetó, lanzando un nuevo objeto al aire. Akane lo atrapó al vuelo, se trataba de un pétalo rojo y al hacer un nuevo examen del espacio interior, había varios alrededor. Sobre el tocador con su espejo ovalado, junto al armario que guardaba su uniforme escolar, el que usaba para combatir y aquellas yukatas y kimonos que jamás la habían visto usar.
Cornelia envió más de una advertencia a una distraída Ukyo, pudo cobrarse su vida, pero tan solo le hizo una visita. Un ataque mínimo en comparación al daño que en realidad le podía hacer y lo mismo debió suceder con Kodachi. A las amazonas las atacaba donde más les dolía, en su tribu y familia. Akane se llevó ambas manos al rostro, Mousse frunció el ceño y miró con desprecio a Ranma.
—Eres el mejor candidato para alumbrar a sus hijos.
—¡Ja! ¡Cómo si yo fuera a acceder! —respondió apartando a Shampoo de su lado y aquel acto desinteresado orilló a Mousse a atacar. Se movió tan rápido y certero que ninguna de las chicas logró interceptarlo, golpeó a Ranma en el pecho, justo a la altura del corazón y una vez en el piso, escupió.
—Te dije que pensaras en el daño colateral. ¡Tú eres invencible! ¿¡Pero qué hay de sus hermanas, su padre y ella!? —Mousse señaló a Akane y la joven de cabellos cortos se dejó caer sobre las rodillas con el rostro visiblemente anegado en llanto.
—¡No te estamos hablando de una sola persona sino de todo un clan! Ahora, si ya entendiste la situación harías bien en jamás volvernos a buscar. —Mousse lo pasó
de largo y dirigió una mirada penetrante a Shampoo, la futura líder de las amazonas lo maldijo para sus adentros, pero limpió las lágrimas de su rostro y dijo que la decisión de su abuela era inapelable.
Si no abandonaba Japón esta misma noche, ya no tendría hogar, ni familia, ni título que defender. Desde luego, la idea de aferrarse a él atravesó su mente, luchar juntos contra aquella desconocida guerrera, pero en su fuero interno, en su amor propio, en su orgullo flagelado, sabía que él jamás correspondería a su amor.
—Maldigo el día en que nos conocimos, Ranma Saotome. —Shampoo se tomó la libertad de colocar un último beso sobre los labios de su amor, Mousse lo soportó saliendo por la ventana abierta, Akane los miró de soslayo, pero en este instante, tenía mejores cosas en qué pensar.
Todo un clan contra sus hermanas, su padre y ella. Cierto es que el maestro Happosai había luchado a su lado en más de una ocasión, pero esto se sentía distinto. Era una amenaza diferente porque no se tentarían el corazón al momento de arrebatarles la vida.
—Akane, dile a Ukyo que si necesita un lugar donde resguardarse, en nuestra aldea siempre será bienvenida. —la menor asintió con un rígido movimiento de rostro y la amazona agregó que dicha invitación se extendía a sus hermanas y ella.
—¡NO! —aulló Ranma con pasión. —¡Ninguna tendría por qué irse! ¡Yo solucionaré esto!
—Lo siento mi amor, pero una líder debe anteponer a su pueblo sobre los caprichos de su corazón. —Shampoo se marchó por la ventana con el rostro nuevamente anegado por el llanto.
A lo lejos se encontraba Mousse y más al horizonte alcanzaron a ver a la anciana Cologne. Se despidió de ellos con una inclinación de rostro y una mirada que quería decir, que jamás desearía estar en su lugar.
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Con tantos sentimientos a flor de piel, se dirigieron a su hogar pues Akane ardía en deseos de ver a su padre y hermanas. Necesitaba saber si habían recibido algún pétalo, flor o fruto rojo. Kasumi dijo que sí, los había recogido cuando aseó el dojo, eran unos pétalos muy bonitos, pero por más que buscó no encontró el origen. Nabiki añadió que entre las cosas de Kodachi también rescataron algunos pétalos rojos, el Director de la escuela enloqueció tanto al verlos que arregló el papeleo para que Kodachi fuera trasladada esta misma noche a Osaka.
Aparentemente, los Kuno tenían un verdadero palacio por allá.
—¡Me alegro mucho por ella! Un cambio de aires, seguramente le sentará muy bien. —celebró Kasumi y Nabiki asintió mordisqueando una galletita de arroz. Kuno iría con ella y el Director, seguramente volvería a dejar su escuela en manos de la Subdirección, no es que le importara demasiado ya que en dos meses por fin se graduaba.
—Tendrás que aguantar a los lobos tú sola, hermanita. —se burló Nabiki a lo que Akane simplemente asintió.
—¿Estás bien, hija? Te noto algo pálida desde que volvieron. —preguntó su padre asomando el rostro por encima del periódico y Akane dijo que estaba bien. No tenían de qué preocuparse.
Ranma fue un eco de la misma opinión, pero todos se percataron de que estaban absortos en sus pensamientos. Lo dicho por Nabiki confirmaba las palabras de Shampoo y Mousse. Los Kuno eran una familia tan añeja como las Cornelianas Japonesas y su Director, podría parecer un idiota pero no lo era. Retiraba a sus hijos de la línea de fuego y ahora, solo quedaban ellos.
—¿Supiste algo de Ukyo, hijo? —preguntó Genma, perspicaz e indiscreto, como siempre.
—Yo…eh…—Ranma parecía buscar una manera amable de decir que no habían vuelto a la Clínica porque se morían de hambre o algo así, pero gracias a todos los Santos en ese instante, se escuchó otra voz.
—Buenas tardes. Disculpen la intromisión. —comentó Ukyo enfundada en un sencillo vestido que seguramente, le facilitó el Doctor Tofu. Sobre su hombro diestro estaba P-Chan, el cerdito no tardó en correr al regazo de su adorada Akane quien lo estrechó afectuosamente contra su pecho.
—¡Qué alivio! —comentó Kasumi incorporándose para recibirla. —Me preocupaba mucho que fueras a pasar otra noche a solas.
—Muchas gracias por la invitación, pero realmente, sólo los molestaría por esta ocasión.
—¡Tonterías! —espetó Soun doblando el periódico. —Que estés aquí no representa ninguna molestia. Siempre ayudas en las labores del hogar y cocinas delicioso. No como otros que solo consumen y generan gastos inconmensurables. —Ukyo les obsequió una marcada reverencia a manera de agradecimiento y enfatizó la parte de querer entrenarse en las montañas.
Ranma guardó silencio y la miró a los ojos, Akane resopló a su diestra un poco inquieta. ¿A caso Ukyo pretendía contender por la mano de Ranma?
—Sé lo que podría parecer esto, pero no deseo hacerlo por la promesa que alguna vez le hicieron a mi padre. Señor Saotome, Ranma, los absuelvo de cualquier compromiso que pudieran tener conmigo.
—Ukyo…—espetó Genma con el corazón arrobado y una espantosa culpa sobre los hombros. Ante los ojos de todos, adoptó la posición de sumisión más humilde y sincera que hasta ahora hubiera efectuado y sin entender muy bien por qué lo hacía, Ranma imitó la acción, más que nunca se sentía responsable por las estupideces de su padre.
En el momento que los estafó, Genma jamás habría podido imaginar que la pérdida de su negocio se traduciría en la enfermedad y muerte del padre de Ukyo, tampoco podría prever que toda la preparación a que lo sometió lo pondría en la mira de una lunática como Cornelia Tsukiori. Ukyo repitió que no sentía resentimiento alguno hacia los dos. Estaba orgullosa de quien era ahora y era ese orgullo lo que quería defender.
—Si estás tan decidida no podemos detenerte, pero al menos acepta como obsequio el único objeto de valor que posee la familia Saotome. —Genma se incorporó y se dirigió a su habitación. Soun, Ranma y las Tendo rogaban a los Dioses que no fuera a salir con alguna fotografía indiscreta de Ranma, una antigüedad falsificada o peor aún, robada.
Con lo que volvió era nada más y nada menos que una espada de hoja ligeramente curva y corta. Ranma la había visto antes en manos de su madre, era la espada con la que Nodoka pretendía asesinar a su padre. ¿Por qué la tenía él? ¿¡A caso, había sido tan poco hombre que se la robó!? Antes de que cualquiera pudiera interrogar, Genma se aclaró la garganta y señaló que todas las espadas tenían una gemela.
—Escúchame con atención, Ranma. Un buen forjador de espadas, siempre creará dos. Una será la asesina y la otra, la que conceda piedad. —Genma desenvainó la espada y todos observaron con estupor que el filo en la hoja se encontraba invertido.
—¡Espera! ¿A caso esa espada es…? —preguntó Soun sin creerlo, pues había sido el único testigo de aquello.
Al casarse, Nodoka y Genma no intercambiaron anillos sino un juramento y aquellas singulares espadas. La que tenía la dama, literalmente representaba la vida de su amigo. El pago que tomaría en compensación por arrebatarle a su querido hijo durante dieciocho años.
Genma asintió sin mirar a Soun a los ojos. La espada sin filo que conservó durante todo este tiempo era más que nada un símbolo, pues lo realmente importante para Nodoka y él, era que su hijo estuviera bien.
Cuando confesara sus pecados y le dijera a su mujer lo mucho que había herido a la familia Kuonji, entendería por qué entregó lo que debería representar la dote para la futura esposa de Ranma.
—Ukyo, esta es una espada que defenderá tu vida. Sé prudente cuando la uses, sugeriría que buscaras algún maestro espadachín pero ya eres bastante buena con los objetos filosos. —la joven de cabellos castaños finamente tejidos en una delicada trenza aceptó la espada y juró que la conservaría y cuidaría.
Concluidas las formalidades, Kasumi la encaminó a la habitación de huéspedes que tiempo atrás había ocupado. Gran parte de sus pertenencias olvidadas se encontraban ahí, algunos cambios de ropa, instrumentos de cocina, libros y peinetas.
—Espero que no te moleste, me tomé la libertad de limpiar y acomodar todo para que tu estancia fuera mucho más cómoda. —comentó Kasumi con una sonrisa en el rostro.
—No me molesta en absoluto, pero no lo entiendo. ¿Por qué eres tan amable conmigo? —preguntó Ukyo. Kasumi se acomodó en el cojín junto a la cama y confesó que eso era porque admiraba su fortaleza.
—Como sabes, yo también perdí a mi madre desde temprana edad, pero contrario de ti, no habría sabido qué hacer de encontrarme totalmente sola. Todos estos años he encontrado fortaleza en mi familia, pero hay días en los que me gustaría encontrarla dentro de mi. Lo más que puedo hacer por mujeres tan sorprendentes como mis hermanas y tú, es apoyarlas. —Ukyo se acercó a ella, tomó sus manos en el interior de las suyas y negó con el rostro, pues gracias a Ranma y Akane estaba al tanto de su situación.
—Dejar la escuela, congelar tus sueños, ver pasar tu tiempo junto a la persona anhelada, debe requerir mucha más fortaleza de la que yo poseo. —Kasumi se sorprendió por la sinceridad de sus palabras, pero no se incomodó ni la desmintió, al contrario, asintió.
—Gracias, creo que en verdad necesitaba escuchar eso.
—No tienes nada que agradecer. —señaló Ukyo guiñándole un ojo.
—Por favor, sé muy cuidadosa con tu entrenamiento y regresa con nosotros cuando quieras.
—¡Lo haré!
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N/A: Sin ánimos de levantar malas pasiones, les diré que para mi, Shampoo siempre ha sabido que su amor no es correspondido. Le ha tendido infinidad de trampas y sin embargo, Ranma siempre regresa con Akane. Respecto a la pareja principal, siento que Ryoga y Ukyo serían muy compatibles aunque en el manga nada que ver. Y ya para despedirnos, quizás les parezca demasiado fuera de personaje lo que me inventé de Genma y las espadas gemelas, pero que es que a pesar de todo, hay peores padres dentro del anime y Genma Saotome, lo prometió y regaló, pero jamás lo entregó. Merece algo de respeto el hombre.
