Desde que se levantó, ella no parecía ser la misma...

Leni no era de estar tan ausente en las pláticas sobre las mesas, era distraída, sí, pero no ausente, y ello acrecentaba todavía más, cuando Luan y Lincoln compartían su rango de visión, u ocupaban la misma habitación, en donde sí los oía, se iba súbitamente a la luna, o quién sabe a donde con precisión.

Era un estupor que Lisa nada le dio de buena espina, cada que podía analizar su comportamiento.

Leni al anochecer, con su cepillada de dientes lista para irse a dormir, la erudita de la familia le pregunto eso mismo, que sí algo le pasaba.

La modista prescindió de decirle los motivos verdaderos por estar tan poco segura. Le inventó algo sin consistencia o cabeza, al par de que hacía ademanes caricaturescos, en donde fingía marcadamente, una actitud normal.

—Algo le pasa a nuestra querida hermana —observó Lisa acomodándose los anteojos a Lori, que traía un ojo al celular y otro a la plática.

—¿Tu crees manita? —le dijo y elevó la vista del aparato.

—Lo creo, sí, aunque es pura especulación. Seguro es su forma rara de actuar...

Lola también se quejó del comportamiento dela rubia. La sugestión de su hermana mayor, no le cabía en los juegos de té, en donde no embonaba su dedicación, y remplazaba al albino que ya no distribuía el tiempo en sus hermanas y solo se concentraba en una en específico.

—¡LENI! —exclamaba furiosa la menor —¡¡Si vas a jugar, tienes que prestar atención y tener una buena actitud!!

—Disculpa Lola... —decía intranquila Leni —. Solo pensaba en algo... No volverá a suceder...

Y sucedía.

Lynn Jr, ni notaba aquello, pero era más de fijarse y de quejarse más, por la actitud de Lincoln, que ya solo estaba para Luan.

Ella misma hacía presencia de su recelo al verlos en la alcoba, acostados, abrazados, compartiendo cuchicheos y risitas que le sacaban de sí, y le hacían atacar al peli blanco con patadas del sofá, o sacarlo de entre los brazos de la comediante, que ella misma también no dejaba que el albino se fuera, ambas halándole.

Luan le reprendía enfadada por su comportamiento, y la deportista sacaba los humos por la cabeza enrojeciendo, en el punto de que Lincoln le daba la razón a la primera y la amonestaba. Y tenía que tolerar sus comportamientos acaramelados, propios de las parejas, que tanto la sacaban de quicio, más porque tenían que ver con Lincoln.

—¡MEJOR CONSÍGUETE UN NOVIO LUAN! —gritaba Lynn molesta —¡¡O VAYAN A UN JODIDO MOTEL!!

Era cosa preocupante y vergonzosa para sí misma a la larga de que aumentaban los acontecimientos parecidos en el comportamiento de sus hermanos. Las propias hermanas le hacían ver que todo ese cuento de querer ver a Lincoln lejos de Luan, era un capricho y unos celos injustificados, e igual, hasta anormales.

Cierto era, que a puerta cerrada, ella deseaba reiteradamente cambiar de posiciones con su consanguínea, para pasar tanto y más tiempo con su hermanito, en esos tratos cariñosos que nunca tuvo para su tristeza. Y la pena le venía precisamente, cuando tenía sueños lascivos con él, en donde los dos mantenían relaciones sexuales en un campo de football en distintas posiciones, con poco más que los zapatos, sudorosos, mientras experimentaban orgasmos al unísono, y se decían que se amaban besándose en pasiones desenfrenadas lujuriosas.

Siempre terminaba húmeda al despertar, y justo había desarrollado una afición a masturbarse, desde que su fijación a su hermano menor se materializó por completo en su mente. Lo hacía después de la práctica en los vestidores, y se frotaba con los dedos la entrepierna violentamente, en la cama de Lincoln mientras estregaba el rostro en la almohada, donde podía encontrar su olor, y se le moría el mood, al encontrarse con el de Luan en medio del asunto.

Ella como Luan, no había elegido en parte a quien sus deseos y sentimientos fluían. Es la cualidad extraña, trágica, del azar de la vida supone; "Puedes hacer lo que tú quieras, pero no puedes querer a quien tú quieras."

Lucy que traía sus sospechas, le había hablado del incesto en uno de sus poemas titulado: "Amor Prohibido".

La chica lúgubre, había acertado en el enamoramiento de ella. Le había hecho las preguntas que la dejaron mal parada, y encontrado una foto de Lincoln debajo de su cama. Aquella se la escondió al encontrarla hasta verle preocupada y desesperada, para después hacerle las bromas ácidas mortecinas, sobre el tabú en que se zambullían sus fantasías, que dichos comentarios hilarantes e impropios le calaron en primera estancia, y que justamente envidiaría e impresionarían, a la propia Luan.

Lucy juró guardar el secreto una vez le fue revelado. Lynn quería sellar con saliva en un apretón de manos como símbolo perpetuo para que su boca nunca comentara eso, pero la pálida sugirió que debería de ser con sangre, para que el "contrato" sea auténtico. La castaña le sorprendió y entorpeció en un inicio al ver que sacó la navaja, y hundió el filo en medio de su palma, pero tomó fuerza, e hizo lo mismo con valía, y aplicó el término del líquido carmín para que no se hablara.

Luna, Lana y Lily siguen la vida tan normal como al inicio. Los padres en sus diligencias, y la luna y el sol, siguen apareciendo en lo alto del cielo, y se esconden a las horas ya sabidas desde el tiempo del rey Salomón.

Lincoln es más permisivo en todo. Luan, siempre lo observa, como si quisiera anticipar todo lo piensa y todo lo que hará, y sigue todas sus opiniones, pensamientos y sus deseos como si fueran los suyos. Como si su voluntad fuera lo único que debería seguir, siendo que a veces no puede saber (qué es perfectamente normal) su voluntad. Así le sucede con los besos, que cree que le va dar uno, pero no es así.

Eso le pasa más en el parque, cuando ella posiciona los labios al ver una mirada minúscula, un giro pequeño hacia ella que cree que va dirigido a sus fauces, y se queda esperando el beso, y enrojece cuando no es nada.

Él no la besa mucho en público ciertamente, aunque no haya nadie.

Lincoln le pide más, que le haga sexo oral detrás de los árboles, alrededor de los arbustos, y ve su cabeza acercarse y alejarse sin soltar el tronco de su miembro. Escucha la saliva cuando lo mete en los más profundo de su garganta, donde sus testículos chocan en sus labios, y él no suelta su nuca sin que termine de correrse, y ella traga el semen sin importar qué.

Ya está acostumbrada de cierta manera, ya no tose o se atraganta como antes, y se levanta para que, haga a un lado sus panties, suba su falda recargándo sus manos en el tronco, y aquel la penetra sin esperar más que sus impulsos animales. Solo atiende al agarre de su hermana con sus labios inferiores. Lo cálido, lo húmedo y lo apretado que se siente su interior, hace que su boca se acumule de saliva, que de vez en cuando es derramada en la camisa blanca de su hermana, y tiene que limpiar con el antebrazo la que se escurre por la abertura bucal.

Es tosco con las embestidas, oye los gemidos de su consanguínea y mira a los alrededores sin desacelerar sus caderas, en donde está atento está por si alguien viene.

Después se lo saca, la voltea haciendo que se ponga en cuclillas y empieza a masturbarse con fuerza en frente de su rostro, mirándola.

—Abre la boca y saca tu lengua —le susurra Lincoln, y ella abre la boca y saca su lengua —. Que linda... —dice y ve que ella se sonroja, luego acerca su pene a su rostro, lo unta en sus mejillas, lo frota por su nariz sosteniéndolo con sus dedos, y el glande rosado húmedo, se pega y corroe el delineado sencillo de sus ojos.

Después vuelve a metérselo en la boca, y vuelve a violar su garganta, porque de otra forma no puede ser descrita la acción, dado a la creciente violencia, en donde sube y baja su nuca sin consideración, empujando sus caderas hasta que se viene de nuevo, soltando toda su semilla.

Luan tose en esta ocasión, y separa las caderas de su hermano mientras escupe parte del espeso líquido al césped.

Lincoln se disculpa, se quita el sudor y mira a los alrededores de nuevo, subiéndose los pantalones. No nota a nadie, y va por el papel que se ha hecho en un instrumento que siempre porta en su mochila dada las situaciones lascivas en las que se mete con Luan.

Le da un poco, le ayuda con la barbilla, y ella no dice nada. Solo se para, y pronto le pide que descansen un poco, que las piernas le tiemblan y esta cansada.

Descansa en su pecho, se abrazan detrás de ese mismo árbol donde ya han hecho demasiado, y cuando Luan busca besarlo, generalmente son besos franceses y húmedos los que encuentra.

"No siempre se debe de utilizar la lengua amor... ", le murmura, y aquel no hace mucho caso. El albino solo piensa en sexo, besa su pechos cubiertos, y después desabotona su prenda y le levanta el sujetador para succionarle los pezones, que nota súbitamente que están más marrones, y no tan rosados como antes.

No le da importancia, y se queda un rato más, ocupado con el cuerpo de ella, solo parando, al rumor de unos niños que jugaban con un papalote.