La Pareja Original de Saint Michael's

Capítulo 2

Japón 1920 – Casa de Luna

Desde que tengo memoria, he sido una chica privilegiada. Siempre estudié en las mejores escuelas de Japón, tuve quienes hicieran todo por mí en casa y jamás recibía un no por respuesta.

A pesar de todo esto no fui una chica malcriada, por el contrario siempre tuve a los mejores tutores guiándome por el camino correcto de la rectitud, la nobleza y la disciplina. Aprendí todo lo que tenía que saber para ser una chica honorable, recta y gracias a ello logré convertirme en quien soy hoy.

Presidenta del consejo estudiantil, representante del segundo año, heredera de la honorable familia Kaguya, la chica más popular y admirada de toda la escuela… así es como me había llamado ella.

Ella…

¿Cómo decirle que en realidad, jamás deseé ser sólo eso?

Desde el momento en que nací todos tenían altas expectativas de mí, al no querer defraudarlos siempre di lo mejor de mí… y gané.

La mejor de la clase, de toda la escuela, de todo el distrito… de alguna manera, triunfar en esas cosas siempre se me daba fácil, sin embargo, por sobre todo aquello, lo que más me gustaba era el baile.

Desde que me compraron mis primeras zapatillas como actividad extracurricular, siempre me ha encantado bailar y era una de las mejores en mi ciudad. Iniciando desde temprana edad y teniendo maestros particulares, mis movimiento eran impecables y pensé que podría triunfar en ello de la misma manera que triunfé en lo demás si me lo proponía. Sin embargo, a la hora de las competencias regionales… jamás logré quedar en los primeros lugares.

¿Por qué será que en muchas ocasiones, somos buenos en las cosas que no nos interesan y malas en lo que queremos?

A pesar de que se me impulsó a seguir intentando, eventualmente dejé el sueño al iniciar la escuela media y decidí enfocarme a aquello que mayor aporte le podía traer a mi futuro, al de mi familia y al de las demás.

Colgué las zapatillas y poco a poco me convertí en la estudiante honorable que soy ahora. Creí que sería feliz con ello, pero desde que llegó ella…

Ella…


Saint Michael's 1920 – Primer día de clases

Desde finales del ciclo pasado, tras una votación unánime se había decidido que me convertiría en la siguiente presidenta del consejo estudiantil. Aún cuando apenas estaba por iniciar mi segundo año, todas habían puesto su fe en mí.

El primer día de clases se hizo oficial el anuncio y ese mismo día me dirigí a las de nuevo ingreso como la nueva presidenta del consejo. Al principio me sentí honrada ante tal privilegio y emocionada por todo lo que podría hacer, sin embargo mientras dirigía a casa y veía a las niñas jugar libres en el patio, algo me decía que este no era el camino que quería tomar.

Al día siguiente me quedé hasta la última campanada en la entrada, recibiendo y guiando a las estudiantes de primer año a sus salones, cuando vi a una última estudiante, quien llegaba corriendo tarde en su segundo día.

De cabello pelirrojo-castaño, amarrado en dos coletas, de pecho modesto y estatura media, la veo corriendo con su maletín en mano dando la apariencia imperfecta de una estudiante extranjera.

De inmediato reconocí quien era, habían hablado de ella en la junta del consejo, la chica de las montañas que se había ganado una beca completa gracias a su talento con la pintura, dicen que sus pinturas son las más bellas que se han visto en los últimos 100 años.

Una chica tan talentosa con un don que pareciera nato, desde el momento que oí hablar de ella supe que quería conocerla.

Esta a punto de entrar al edificio cuando…

– ¡Disculpa! – se detiene en seco a un lado mío.

Por primera vez volteaba a verme. Ojos verdes claro, dientes blancos, labios finos… era una chica como ninguna que hubiera visto antes.

Sintiéndome algo intimidada le digo.

– ¿Tienes alguna idea de que hora es?

– ¿Disculpa? – tímida.

– Ya ha sonado la última campanada. Todas las estudiantes deben estar en sus salones antes de que suene, ¿no te dijeron eso en tu inducción?

– ¡Ah, sí! Lo lamento, verás yo…

– Sin excusas – "¿Porqué sueno tan mala?" – eres la chica becada de las montañas ¿no es así?

– Así es – energética – me llamo Viviana-san y soy…

– Bueno, ahora estás en Saint Michael's, si deseas continuar con tus estudios aquí, será mejor que esto no se vuelva a repetir ¿esta claro?

– Eres una estudiante de tercer año, ¿no es así?

"¿Cree que soy de tercer año? Bueno, supongo que ya es muy tarde para corregirla, así que…"

– Así es, ahora dirígete a tu salón de inmediato y que nadie te vea llegar tarde, ¿de acuerdo?

– Sí, claro.

Me doy la vuelta para dirigirme a mi salón, cuando…

– Por cierto senpai – me detengo en seco, ¿será que me ha descubierto? – ¿Cómo se llama?

"No sabe quien soy, de acuerdo, lo único que tengo que hacer es darle mi nombre y lo sabrá , pero…"

– Pronto lo averiguaras.


Saint Michael's 1920 – Días después

Al día de hoy todavía no me explico porque no le di mi nombre en ese momento, tal vez fue por timidez o no quería que me conociera, pero… pienso que en realidad era yo quien quería conocerla a ella, quería que se interesara en mí.

Desde entonces, me quedé fuera en la entrada bajo la excusa de seguir recibiendo estudiantes, aunque en realidad, me quedaba afuera por ella.

Sabía que si la veían llegando tarde correría el riesgo de perder su beca, así que la estuve escabullendo, justificando sus retrasos y reprimiéndola para que dejará de llegar tarde.

No piensen que lo hice por buena voluntad, de haber sido así, mi mayor deseo habría sido que ella no volvería a llegar tarde para que así su beca estuviera segura. Por el contrario, si me quedaba afuera, era porque quería verla llegar tarde, conversar con ella y… hablar como ella lo hace.

"¡¿Tú otra vez?!"

"¿Qué no tienes otro lugar donde estar?"

"¡Ya te he dicho que me llamo Viviana!"

Jamás he hablado con nadie de esa manera, esta chica… no me ve como alguien superior… me ve como su igual.

Claro que todo esto se debe a que aún no sabe quien soy, tarde o temprano lo averiguaría y entonces nuestra relación no volverá a ser la misma y se referirá a mí como…

"Buen día, Luna-sama"

"Una disculpa, Luna-sama"

"No se repetirá, Luna-sama"

Quería aprovechar los días que me quedaran con ella de esa manera, razón por la cuál me sorprendí en la clase de arte cuando juntaron su clase con la mía ese mismo día. Al verla, supe de inmediato que me reconocería pero al parecer todavía no sabía quien era.

Viendo la pasión en sus ojos tan verdes como la esmeralda, nos retamos mutuamente a un duelo de superioridad y sentí una pasión de competencia que no sentía desde mis días de baile en el pasado.

Pintando sentí que danzaba, haciendo piruetas y giros con mi pincel, sin embargo, al ver que ella dejaba su pincel de lado, empecé a reflexionar sobre lo que había hecho en los días pasados y me di cuenta que no estaba siendo honesta con ella.

Sintiéndome algo triste por ello, decidí dejar mi egoísmo de lado y al día siguiente, finalmente le diría quien era yo en realidad… y con eso, poner fin a nuestra relación informal.

Solo por curiosidad, al salir del salón volteé a ver su pintura, y aunque estaba incompleta, podía ver la pasión y belleza que había metiendo en ella antes de retirarse. Sin duda era la mejor que había visto en mi vida.

Salí del salón reflexionando sobre aquello, cuando Viviana fue tras de mí.

Presidenta del consejo, representante de clase, heredera de la honorable familia Kaguya, tú eres Kaguya Luna-san.

En cuanto lo dijo, supe que todo había terminado. Me puse a la defensiva, tratando de salir de esto en lo alto como la honorable estudiante que soy, pero cuando dijo eso:

¡Tampoco eres la encargada de la puntualidad en esta escuela! ¿Por qué me detienes todas las mañanas entonces?

Supe que me había equivocado.

Estaba avergonzada, lo que había hecho no había sido nada honorable, contrario a todo lo que me habían enseñado, ¿Por qué lo había hecho entonces?

Incapaz de hablar y sintiéndome más vulnerable de lo que jamás me había sentido… ella empezó a hablar.

¿Sabes? la vida en la ciudad ha sido muy difícil desde que llegué.

¿Uh?

Me cuenta sobre su vida, sobre lo que ha vivido desde que llegó, y veo que se esta abriendo conmigo.

Le correspondo con una sonrisa y ambas empezamos a platicar.

Ella bromea conmigo por primera vez, llamando a mi pintura basura… y me invita a pintar con ella.


Casa de Luna 1920 – De vuelta al presente

Contra todo pronóstico, así es como nos volvimos amigas y al día de hoy, hemos procurado salir juntas al menos un par de veces a la semana para pintar y platicar juntas.

No es que no haya tenido amigas antes, solo que ellas siempre me ven como su superior y no como alguien igual a ellas.

– Mira, aquí puedes hacer esta línea y... espera, creo que tengo el color indicando para esa parte, solo debo mezclar... ¡AAAH! – avienta las pinturas a mi cara – ¡perdona! yo... deberías ver tu cara – se ríe.

¡Viviana! – molesta en el exterior, sonrío internamente.

Viviana tiene algo diferente, sin duda es la persona más alegre y energética que conozco, ella siempre esta de buen humor, le encanta reír y platicar tan fuerte como pueda, detalles que a mi me hacen muy feliz, ya que siempre que salgo con ella puedo ver más de su sonrisa.

Incluso en esa ocasión que me tiró la pintura en la cara, amé poder verla reír.

Esa sonrisa… tan hermosa y perfecta como ninguna que hubiera visto antes.

Viviana era nueva en la ciudad, así que había muchas cosas que no conocía, por lo que aprovechaba nuestras salidas para llevarla a la ciudad y mostrarle todo lo que ella jamás había visto.

¡Mira esto! ¡Y esto otro! ¡Wow!, ¿para qué sirve esto?... ¡AAAAAAAHH!

Se sorprendió tanto cuando la llevé a un cine, ¡Creyó que el tren en la pantalla en verdad saldría a arrollarla!

Al salir del teatro, Viviana salió saltando emocionada diciendo que nunca antes había visto algo como ello, le encantó el viaje a la Luna que hicieron en la película y mencionó que le encantaría hacer una pintura de la luna y las estrellas viendo el cielo nocturno tan de cerca como le fuera posible.

Allá en mi valle jamás pude hacerlo ya que mamá siempre quería que estuviera en el pueblo antes del anochecer, y aquí en la ciudad estamos muy debajo del nivel del cielo y las estrellas apenas se pueden ver – voltea a ver el cielo y me dice – desearía hacer esa pintura tan cerca como sea posible.

En cuanto dijo eso, supe de inmediato cuál era el siguiente lugar al que la quería llevar.


Templo de la Luna – Noche

Es así como llegamos a esta noche, tras salir de la escuela quedamos de vernos en este lugar al anochecer donde pintaríamos un cielo nocturno cada una.

Al ser un reconocido templo en la zona más alta de la ciudad, normalmente este estaría cerrado, pero al ser yo quien lo solicitó y el encargado un antiguo conocido de mi familia, de inmediato nos dieron permiso de usarlo esta noche.

Incluso elegí una vestimenta como ayudante del templo, del tiempo en que ayude aquí para la ocasión.

"¿Me preguntó si a Viviana le gustará…?" – me sonrojo – "Espera, ¿Qué estoy pensando? No debo pensar en ella de esa manera".

Últimamente me estado cuestionando todo lo que siento por ella, preguntándome por qué es cada vez que la espero siento este cosquilleo en el estómago, por qué es que cada vez que ríe quiero hacerla sonreír más, por qué es que en ocasiones siento la urgencia de tomarle la mano y sentir su mejilla recargada en mi hombro.

Son sentimientos que nunca antes en mi vida había llegado a sentir y me preocupa que si se da cuenta podría llegar a arruinar la amistad. Jamás he tenido una amiga tan buena como ella y definitivamente me da miedo perderla.

Me niego, me niego a decir las palabras, me niego a pensar siquiera que estoy enamorada, pero...

"Aún si se lo dijera, aún si le confesara como me siento y aún si ella me correspondiera... me da mucha timidez lo que las demás pudieran pensar".

"Por mi bien y por el de Viviana, no debo permitirme tener estos sentimientos, no, no estoy enamorada. Viviana es mi amiga... y estoy feliz con solo eso".

Estoy debatiéndome con estos pensamientos cuando…

– ¿Disculpa? – volteo a la entrada – Buenas noches, Luna-sama – hace una reverencia.

– Vamos Viviana, sabes que no me gusta que me llames así.

– Lo sé, solo estoy bromeando contigo – empieza a reír – me da mucho gusto verte de noche, Luna – va hacía mí y me abraza.

Ella no conoce los límites del espacio físico, eso me agrada. Le devuelvo el abrazo.

– También me da gusto verte, Viviana-chan.

– Nos separamos y Viviana observa mi atuendo.

– Oye, ¿qué sucedió con tu atuendo? – burlona – ¿Ahora trabajas en el templo?

– No, yo solo, pues… pensé que te gustaría. ¿No… te gusta? – tímida.

– Bueno... – se sonroja – sin duda te da un aire de pureza – sonríe.

– Bueno, una de las dos debe tenerla.

– ¡Oye!

Río, ella me toma de la mano.

– Ven Luna, vamos a hacer una pintura.

– ¡Ah! de acuerdo – me lleva corriendo de la mano.


Templo de la Luna – Más tarde

Nos encontramos en el patio del templo, mirando hacia arriba y cada una con su lienzo hace su mejor esfuerzo por capturar la belleza de esa noche.

Viviana esta súper concentrada en su trabajo, yo por otra parte…

– Luna-chan.

– ¿Sí?

– ¿Por qué no intentas usar este otro pincel para las estrellas?

Sin pedirme permiso, se coloca justo detrás de mí y pone su mano sobre la mía. Utiliza su pincel para hacer pequeños puntos como estrellas en la pintura y me guía mientras siento su respiración en mi cuello.

– También trata de hacer las líneas más curveadas en esta parte para el cielo, si lo hacemos así siento que le dará un toque más natural.

Cambiando el color, volvemos a lo mismo y seguimos pintando juntas con Viviana detrás de mí.

– Viviana…

Siento el calor de su cuerpo detrás del mío, su mano moviendo la mía, su aliento resoplando en mi pecho… siento mi corazón latir a mil por segundo y poco a poco empiezo a sudar.

Viviana se da cuenta de mi timidez y sonriendo se aleja.

– Aunque claro que, el estilo de cada artista es diferente, por lo cuál no toda pintura puede quedar igual.

– Viviana…

– Tienes que encontrar tu propio estilo Luna-chan, algo que te permita moverte libremente y expresar tus más profundos y hermosos sentimientos a través de tu arte – da una pirueta mientras lo dice.

– Eso suena muy bien – sonrío.

– Tú solías ser una bailarina, ¿no es así?

Por accidente, trazo mal una línea de la sorpresa, y pálida me vuelvo con Viviana para responder su pregunta.

– ¿Disculpa? – tímida, sorprendida.

– He escuchado rumores de algunas chicas que dicen que solías bailar en tu antigua escuela, ¡incluso solías estar en competencias!

– Bueno…

– Al principio no estaba segura, pero por la manera en la que mueves tu pincel…

– ¿Mi pincel?

– Siempre haces una curva al final de tus rectas, tus dedos se mueven al compas de los sonidos a tu alrededor y de ves en cuando, tus pies hacen una ligera vuelta cuando te emocionas. ¡Sin duda alguna eras una gran bailarina!

– No, yo no…

– ¿Por qué es que ya no bailas? ¡Estoy segura de que serías la mejor si lo hicieras!

– ¡Viviana! – un poco fuerte. Viviana se detiene.

Le quiero decir algo, algo que justifique porque de repente estoy siendo dura con ella, pero…

– ¿Sabes? – sonríe – desde que nos hicimos amigas aún no me has respondido, ¿por qué eras mala conmigo al principio? ¿por qué me detenías siempre a la entrada? – pregunta amablemente.

– Eso…

– Me lo he estado preguntando mucho últimamente, tiene que haber una razón para que me siguieras y me detuvieras cada mañana. No había día en que llegara tarde y no estuvieras ahí para detenerme ¿Por qué?

– Eso... yo... eh...

Intento darle una respuesta, intento decirle la razón de mi injustificada reprimenda pero antes de que pueda hacerlo, Viviana se acerca y me abraza.

– Sea cual sea, estoy segura que tuviste tus razones, y gracias a ellas pudimos conocernos y hacernos amigas… y quiero decirte…

Voltea por un momento hacia abajo, levanta la mirada y viéndome a los ojos.

– En verdad te quiero mucho, Luna-chan – me sonríe.

– Viviana…

Viviana me mira sonriendo por un rato, esperando que le de una respuesta, pero…

– Bueno, se esta haciendo algo tarde – me separo de ella – así que quizás sea mejor ya guardar y retirarnos a nuestras casas.

– ¿Uh? – sorprendida.

– Mañana tenemos clases, ¿no es así? no sería bueno para tu historial que lleguemos tarde – le sonrío.

– Oh… sí, claro – veo una ligera decepción en el rostro de Viviana y empieza a guardar sus cosas.

En pocos minutos hemos empacado nuestras cosas y estamos listas para partir.

– Bueno, me dio mucho gusto verte esta noche Viviana-san.

– Sí, igualmente… Luna – media sonrisa, ocultando su decepción, quiero decirle algo más, pero en su lugar…

– Nos vemos mañana – sonriendo, me doy la vuelta y me dirijo a la salida.

Internamente me regaño, ¿Cómo que "nos vemos mañana"? Siento un pequeño dolor en mi corazón, cuando...

– ¡Luna-chan! – me llama, me detengo en la entrada del patio y – jamás me dijiste lo que sientes por mí.

– ¿Disculpa? – nerviosa.

– Hemos estado saliendo juntas los últimos meses y… en verdad me he llegado a encariñar bastante de ti, eres una gran amiga, la única persona que me ha tratado como alguien normal desde que llegué y… en verdad necesito saber que es lo que piensas de mí, porque… ¡Te Amo!

– ¡¿Eh?!

Ese último Te Amo lo dice con tal intensidad... como si lo hubiera estado guardando por días, como si fuera algo que había intentado reprimir pero finalmente, no pudo más.

Me doy la vuelta y la veo frente a mí.

– Dime que es lo que piensas.

– Espera, no, yo no…

– Por favor dímelo… – me toma de las manos.

– Yo…

– Por favor...

Veo las lagrimas caer por sus ojos e intento que las palabras salgan de mi boca... pero antes de que pueda decir algo, Viviana se tranquiliza y recuperando la compostura, me suelta y hace una reverencia.

– Discúlpame si perdí un poco el control – reverencia – es la primera vez que siento algo como esto y… estoy aprendiendo. Lo lamento.

Avergonzada toma sus cosas y esta por salir corriendo del templo, cuando…

– ¡Viviana-chan!

La detengo con la mano y…

– ¿Eh?

Llevo su rostro directo a mis labios.

Abrazo su cuerpo, la beso y atraigo hacia mí, entregándome completamente a mis pasiones y rodeándola con mis brazos.

Viviana hace lo mismo soltando sus cosas y atrayéndome hacia ella, me abraza y sentimos el calor en la otra.

Nos separamos un momento para vernos a los ojos y con una sonrisa ambas confirmamos que sentimos lo mismo por la otra.

– ¿Entonces, tú y yo…?

– Sí.

Nuestros corazones laten como uno.

Cerramos nuestros ojos y nos volvemos a besar mientras la Luna y las estrellas son las únicas testigos de nuestro amor el cuál acaba de comenzar.