N/A: ¡Hola a todos! He estado con mucho trabajo, por eso no había podido actualizar antes, pero prometo ir actualizando lo más rápido que me sea posible. Por otra parte, muchas gracias a quienes siguen la historia, en especial a BUBU30. Muchas gracias por tus comentarios! Debo admitir que había estado un poco decepcionada por los pocos comentarios, pero tu apoyo es un aliciente para seguir escribiendo la historia. Gracias! :) En cuanto a tu pregunta respecto a su edad, debo admitir que no lo tenía tan definido, pero me los imagino con una edad entre 45 a 50 años (tampoco son tan viejos).

Aclaración: Detective Conan no me pertenece, excepto los personajes creados por mi.


Parte 3

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Todo era tan extrañamente parecido, que incluso luchaba por no atacarse de risa. Y, aun así, habían suficientes diferencias como para recordarle el paso del tiempo transcurrido.

Cuando Shinichi le comentó a qué restaurante la llevaría a comer, Ran nunca hizo la conexión. Ni si quiera recordaba el nombre del lugar hasta que se plantó frente al edificio de Beika a esperar a que llegara Shinichi para entrar juntos. Se trataba del mismo restaurante al cual la había invitado hace años, cuando tuvo un corto regreso tras la obra del festival de la escuela.

Ran, por supuesto, le consultó acerca de este asunto curioso, y él solo se limitó a responder escuetamente que venía tan poco a Japón, que ya no sabía de muchos restaurantes en Tokio. De hecho, este lo conocía solo por una razón en particular.

El interior estaba un poco cambiado a como lo recordaba, pero, después de tantos años, tampoco podía confiarse tanto de su memoria. Aun así, y pesar de todo, podía reconocer perfectamente ese ventanal que daba una hermosa vista de la silueta de Tokio, como también la disposición de las mesas y el ambiente íntimo que daba las velas. La decoración era claramente diferente, lo cual era esperable considerando que la moda y el estilo de decoración van cambiando con el tiempo, pero sentía que este era ese mismo lugar. Por supuesto, estos pensamientos la hicieron rememorar con nostalgia la última vez que había estado en ese lugar, curiosamente con la misma persona que tenía al frente. En ese momento él no era más que un mocoso mimado usando la tarjeta de crédito de su padre. Ahora era un hombre grande, utilizando con orgullo su propio dinero. Ran sonrió con cariño al pensar en ello.

También notó que Shinichi ya no tenía esa barba de dos días, y ahora lucía perfectamente arreglado. Eso era bueno.

Pero, dejando de lado ciertos aspectos, había algo que no había cambiado en absoluto. Después de décadas, Shinichi aún atraía a la muerte como las abejas a la miel. Solo bastó una una salida al restaurante para que personas asesinadas se atravesaren en su camino como si esto fuera lo más normal del mundo. De hecho, hace muchos años que no le pasaba a ella. Ran se preguntó si ese era el secreto de su éxito.

Pero luego recordaría ese talento innato para estudiar y leer la situación, y esa impresionante capacidad para atravesar el alma de las personas, como si fuera capaz de leer a través de ellas. Era fascinante volver a presenciar a Shinichi resolviendo uno de sus preciosos casos, especialmente porque le permitía volver a ver a su Shinichi, el que siempre fue, desde que era un niño. Antes, cuando era una adolescente, aunque siempre le gustó secretamente verlo, siempre sentía cierta responsabilidad por evitar que se metiera en problemas y se obsesionara demasiado con el tema. Pero ahora solo disfrutaba, con el brillo en sus ojos, al presenciar frente a su retina como se desempolvaban sus buenos recuerdos. Era como si fuera él mismo de siempre, pero a la vez, con modificaciones. Él ya no era el rey del drama, quien ansiaba impresionar a los presentes entregando todas sus conclusiones del caso de un modo teatral y presumido, sino que lo hacía con la seriedad que implicaba tratar profesionalmente con tal situación.

De todas formas, tenía la extraña sensación que todo era casi como antes. Era como si como si nunca hubiese dejado de presenciar esto, como si no hubiese pasado más de 25 años. Como si la veintena de años solo parecieran un par de semanas. Se imaginaba que así hubiese sido su vida si hubiese seguido viendo a Shinichi durante todos estos años. Como amigo, por supuesto, como ha seguido viendo a Sonoko.

Pero se alegraba por él y todo el éxito que ha logrado en el exterior, y asumió que, tal vez, no habría tenido tal nivel de éxito si se hubiese quedado en Japón. Solo le gustaría saber que ha pasado en su vida para verse siempre tan cansado y ojeroso, y sin esa vitalidad que le conocía.

Y por supuesto, toda la escena significaba recordar popularidad que arrastraba consigo, más cuando decenas de personas de acoplaron a su alrededor para ver al gran detective en acción, quienes lograron presenciaron su atractiva manera de resolver un misterioso caso. Eran muchas personas, de hecho. Muchas de ellas muchachas jóvenes y atractivas, totalmente burbujeantes al rededor de Shinichi, solicitándole con gran fervor una fotografía juntos.

Shinichi se rascó la nuca y miró a Ran, entendiendo que podría ser molesto para ella tener a todas estas personas a su alrededor, interrumpiendo nuevamente la comida. Pero Ran solo le devolvió una sonrisa tranquilizadora, dejandole entender que solo debía disfrutar de su momento. Sentía que debía tener una pequeña distracción. Luego de eso se abocó muy amablemente a atender a sus devotos y entusiastas fans.

Aunque, secretamente, sintió una leve incomodidad en la boca del estómago. Quizás fue la comida.

Y no se hubiesen ido sino fuera porque de pronto trajeron el postre, aun esas fans seguirían ahí, rodeándolos sin reparos.

Shinichi tomó el tenedor para hundirlo sobre el apetitoso pastel de chocolate, miró disimuladamente a Ran, a quien le brillaban con ilusión ante lo que parecía ser para ella el paraíso dulce, y esbozó una sonrisa casi imperceptible. Probablemente creía que era un poco dulce, como el pastel que estaba disfrutando. De pronto, repentinamente, el timbre teléfono móvil de Ran interrumpió lo que era el relato entusiasta de su último caso en Nueva York antes de tomar un avión hacia Japón. Ella lo rebuscó entre los bolsillos de su cartera, y cuando por fin lo encontró, miró la pantalla para descubrir de quien se trataba. Era Hiroaki.

Desde que se había separado de él, sus encuentros habían sido limitados a planificar la boda de Narumi, pero eso no quería decir que dejara de ser tenso, especialmente a lo reciente que había sido y la molesta razón que lo ocasionó. Ran valoraba su matrimonio junto a él, y le dolió todo lo que había sucedido, pero sentía que no podía hablar aun con él normalmente. A veces pensaba, ¿Será que ella estaba repitiendo la situación de sus padres? Pero luego se daba cuenta que, a pesar de todos sus defectos, su padre hubiese hecho lo que hizo Hiroaki. No era lo mismo.

Ran tensó los labios, y arqueó las cejas, esbozando un rostro orgulloso y molesto, que recordaba a la cara que ponía cuando deseaba regañar a su padre. A Shinichi no le quedaron ganas de seguir hablando y fijó su mirada en lo que quedaba de postre.

—¿Hola, Hiroaki? —respondió Ran, con amabilidad pero sin poder evitar entonar cierto dejo de frialdad, siendo muy evidente que lo hacía así apropósito. Nunca ha sido buena para fingir. Shinichi frunció el ceño mientras realizaba esfuerzos por no mostrar interés en el contenido de la llamada, pero sin poder evitar intentar descifrar el contenido de la llamada, intercalando disimuladamente su ojos entre el postre y Ran, quien parecía demasiado ocupada con su llamada para notarlo.

Y como era de esperar, todo era para hablarle de los preparativos de la boda de Narumi, y para quejarse del novio de ésta, de quien tiene múltiples reparos. Ran dejó escapar un suspiro exasperado.

—¿Qué tienes en contra de él?—respondió entrecerrando los ojos, sin poder evitar que su voz se volviera más aguda, como un silbido, mientras empujaba el tenedor fuertemente sobre el pastel que estaban comiendo. —¿No será que piensas que todos son como tú?

Ella estaba convirtiendo lo que quedaba de su apetitoso pastel en un puré, al cual aplastaba furiosamente sin aparentemente darse cuenta de lo que hacía.

Mientras transcurrió la conversación, Shinichi no abrió la boca, y poco más habló luego de que ésta terminó. Definitivamente, parecía como si esto hubiese empeorado la grieta que, poco a poco, estaba empezado a cerrarse. Era como si hubiesen vuelto al principio. Ya ni siquiera mostró el mismo entusiasmo que antes al relatar su amado último caso. Tampoco se mostró interesado en saber acerca de su conversación con su ex marido, como lo estaría cualquier amigo normal. Ni siquiera tocó el tema.

Un silencio incómodo se apoderó de la mesa, siendo el único sonido que llegaban a sus oídos el de los tenedores chocando sobre los platos mientras comían lo que escasamente quedaba del postre, como si se obligaran a comer incluso hasta las migas. A ella solo le quedaba la parte de su pastel aplastado.

Ran se aclaró la garganta y se volvió hacia él con una cálida sonrisa.

—Sabes, mientras hablaba con Hiroaki, me he puesto ha pensar en algo, ¿No te gustaría ir a la boda de Narumi?

Él levantó la mirada hacia ella, frunció el ceño, y luego volvió a su comida.

—Emm, no, no creo que pueda...

Ella se mostró sorprendida, más aun por su fría y distante actitud. Pero eso no consiguió doblegar su espíritu, estando totalmente empeñada en dejar todo lo anterior a un lado y recuperar los lazos de amistad con quien quiera que fuera, en especial Shinichi. Ya no estaba para mostrarse orgullosa.

—¿Por qué no?—Preguntó Ran aun con una sonrisa. —¡Será un gran día! La boda será hermosa, podrás conocer a mis hijos y todos estarán ahí. Incluso Heiji y Kazuha irán, ¿No te gustaría volver a verlos?

Shinichi tomó la copa de vino tinto que estaba posada sobre la mesa y bebió un sorbo.

—N-no...no creo que sea una buena idea—respondió, mientras levantaba la vista desde la copa, aun en su mano levantada, hacia los ojos violáceos de Ran, que lo miraban con una mirada cálida y sincera. —Además,—se aclaró la garganta. —No te había contado, pero vuelvo a los Estados Unidos en un par de días, así que no voy a estar para esa fecha.

¿Tan pronto se iría? ¿Justo cuando estaba retomando la amistad con su antiguo amigo de la infancia? Sin poder fingir su decepción, ella le solicitó más detalles, y él comprendió que debía explayarse un poco más.

—Bueno, ya pasaron las dos semanas que me había tomado de descanso, y, por supuesto, ahora debo volver a mi trabajo en Estados Unidos—explicó, volviendo la copa a su lugar, apartando nuevamente la mirada de la suya, como si mantener la mirada en los de ella fuera poner la mano desnuda sobre agua hirviendo. —Pero le mando mis saludos a tu hija contigo.

Tan serio, tan compuesto. El Shinichi maduro era desconcertante para ella.

Decidió no insistir más. Después de todo, entendía que se trataba de su trabajo. Él tiene su vida y ella la suya. Pero eso no quería decir que no se sintiera triste y decepcionada. No porque esperara algo especial de él, sino porque sentía que esto ya no tenía solución, a pesar de todos sus esfuerzos, y que ya no eran más que dos extraños, que se saludaban cordialmente, pero que luego se separaban afuera de un restaurante para nunca más volver a hablar.

Pero luego entendió que ella había había sido una ilusa, porque, cielos, habían pasado más de 25 años. Eso era toda una vida de distancia, y obviamente todo cambia.

Pero ya no tenía tiempo de preocuparse de eso, sino más de su hija. Lo único en lo que tenía que pensar era en sus dos hijos y en su trabajo. Nada más.

Luego de la cena y de despedirse para tal vez para siempre, decidió obligarse a no pensar en ello, en fingir que todo estaba bien como siempre, tomó su automóvil y fue directo hasta el centro de la ciudad, en donde se encontró con Narumi y Hiroaki lugar al cual la chica los había citado para realizar juntos ensayos de la ceremonia, la cual se llevaría cabo en los próximos días.

Hiroaki estaba igual que siempre. Es un hombre bien conservado, con una atractiva personalidad, tan así como para atraer a bellas secretarias, tal como la secretara con la cual la cual tuvo una aventura. Y Ran puede ser una persona buena y comprensiva de este mundo, pero jamás aguantaría a alguien algo tan desleal como eso, incluso cuando significaba separar a su familia. Ella era muy recta pra ello. Si ya era tremendamente intransigente con su padre borracho y mujeriego, menos lo iba a ser con él.

En cuanto Ran atravesó la puerta del salón, Narumi saltó de alegría, como si fuera su niña pequeña, y la arrastró de la mano hacia el centro de la gran habitación y la ubicó junto al lado de Hiroaki, para luego tomarse con fuerza del brazo de uno y otro con entusiasmo. En ese momento Ran lo comprendió todo. Ahora entendía la razón por la cual en el ensayo solo estaban ellos tres: era una encerrona de Narumi para hacer coincidir a ella con Hiroaki. Realmente odiaba que su hija hubiese heredado su afán de reconciliar a sus padres, y se preguntaba si así era como ellos habían sentido. Deseaba haber sido más suave en ese entonces.

Bueno, tampoco podía culparla. Ella jamás le ha querido contar nada acerca de lo que había pasado, ni jamás lo hará. No quería que sus hijos se alejaran de su padre.

—Narumi, ¿Qué significa esto? ¿Dónde está toda la gente?—preguntó Ran, aun sabiendo la verdad, pero deseosa de que la propia chica lo dejase salir.

—¡No se enojen! ¡No se enojen!—contestó con una enérgica sonrisa, mientras giraba su cara de un rostro a otro. —¿Es que acaso una hija no puede querer que sus padres puedan dejar sus diferencias y puedan volver a estar juntos?

Ran volteó su rostro hacia un lado y miró hacia el suelo con las mejillas infladas por la secreta frustración. Solo querría no estar en esa ahí, sino en su casa viendo series románticas con una caliente cobija acolchada, con historias que ella sabía que jamás pasarían en la vida real. Su vida amorosa era una muestra concreta de ello.

—Narumi, ya te lo he dicho antes, esto no depende de mi, sino de tu madre—dijo el hombre, girándose hacia Ran, quien le devolvió una mirada oscura.

Ran entendía lo que la chica estaba pensando. Ahora que se casaba, y que, además, su hermano tampoco vivía en casa, no quería que sus amados padres se quedaran solos. Por ello estaba totalmente empeñada que nunca en volver a juntarlos para que pasen el resto de su vida juntos. Ran preferiría pasarlo junto a la vieja Sonoko, recostada sobre una de las playas privadas de la familia Suzuki, tomando sol y emborrachándose con tragos exóticos.

Luego pasó lo peor: Narumi, de una forma muy poco disimulada, los dejó solos para que hablen.

Y un silencio incómodo y ensordecedor imperó en el lugar, aunque distinto al que había vivido con Shinichi durante la tarde. En una tenía el corazón apretado, con el incómodo deseo de hablar y de que todo se pudiera retomar como antes, en cambio ahora solo estaba molesta y deseaba irse.

—No se si te había dicho, Ran—dijo Hiroaki, girando su cuello hacia ella, quien se encontraba mirando el salón con atención, prefiriendo enfocar su mente en pensar acerca de la futura decoración de éste. —Pero me gustaría contarte que la dejé, ya no estoy con ella...

—Oh, gracias por tal muestra de bondad—le respondió Ran cruzándose de brazos y elevando la punta de su nariz. —¿No creerás que te perdonaré, o sí?

No hubo respuesta.

Después de ello, solo se limitaron a hablar de la boda, siendo, así, otro intento fallido de su hija por volver a juntarlos.

Todo el tema de la separación llevaba metido en su cabeza y en su corazón por mucho tiempo. Entonces, ¿Por qué no estaba pensando tanto en ello últimamente? Ni siquiera le importó tanto ver a Hiroaki.

Una vez terminado la emboscada preparada por Narumi, volvió a su vehículo, se introdujo en éste con un suspiro, y condujo en dirección a su casa, la cual era la misma en la que había vivido todos estos años, en donde había formado una familia, los mismos que ya no estaban ahí. Todos se había ido, y solo quedaba ella y la casa vacía.

De pronto se puso a llover de forma torrentosa, sintiendo como las gruesas gotas de lluvia caían fuertemente sobre el cristal de las ventanas, por lo que procedió a encender el limpia parabrisas y asegurarse de conducir con cuidado. Siempre que volvía a casa, y más en días lluviosos como este, se ponía a pensar acerca de esa casa y lo demasiado grande para ella sola, tanteando la posibilidad de mudarse a un lugar más pequeño. También en la culpa que siente todos los días por haber separado a su familia, pese a que él fue culpable, por haber sido ella quien había tomado la decisión de la separación, con ello hacer sufrir a sus hijos. Y ahora, a todos esos pensamientos de días lluviosos se sumaba uno inesperado, que era la tristeza que, sumado a todo lo anterior, significaba el que su amigo de toda la vida era ahora un total extraño, quien no tenía ninguna necesidad o deseo de mantener contacto con ella más allá de lo ya hecho estos días. Todo había cambiado.

Encendió la radio, y, cómo una mala broma, en ésta hablaban de Shinichi y del caso que resolvió en un elegante restaurante del edificio de Beika. Ella estaba ahí, por supuesto, por lo que no necesitaba escuchar los detalles. Aun así se mantuvo en esa emisora para escucharlo. Y, entre medio de todo el relato de la noticia, no pasó desapercibido para ella el instante en donde alguien mencionó al pasar, acerca de poder hacerle durante estos días una nueva entrevista, ya que les había mencionado que había extendido su estadía en el país.

No sabía que tan cierto era esto, si le mintió en ese restaurante o si lo decidió durante el transcurso de la tarde, pero sintió una sensación de alivio. Ni siquiera sabía la razón.