CW/ uso de la palabra «puta» tres veces de parte de Suguru para referirse a Satoru. Él no lo encuentra ofensivo, quedando implícito que le gusta y se excita con ello.
III.
What can I say? Park the car and come on in
El camino hasta la habitación fue rápido, apresurado.
—¿No me vas a mostrar tu casa? —la boca lisa, perfecta de Gojo amoldándose a la suya mientras hablaba.
—No.
Suguru se las ingenió para maniobrarlos a ambos, quitándose y quitándole los zapatos en la entrada, moviéndose a ciegas con un brazo alrededor de la cintura del otro y el otro para guiarse en el pasillo, su boca en ningún momento sin despegarse de la de Gojo excepto para respirar.
—¿Ni siquiera la sala? —repitió, arrastrando su boca por el rostro de Suguru, repartiendo un camino de besos húmedos hasta su barbilla—. Qué maleducado.
—Dios, ya cállate.
Suguru lo empujó contra el borde de la cama, haciéndolo caer y rebotar sobre el colchón suavemente, como una pluma.
—¿No te callas nunca?
—A veces. Cuando duermo.
Suguru se deshizo de ambos, su chaqueta y también la camisa, antes de dejarse caer encima de él y besarlo nuevamente, sus dedos largos y ligeramente callosos explayándose en la piel de su espalda. Los labios de Gojo sabían a caramelo artificial. Tanteó la lengua contra ellos, instándolo a separarse, recorriéndole la boca y tragándose el sabor olvidado de la paleta en el camino, llevándoselo a la suya propia cuando sus dientes se clavaron ligeramente en el labio inferior de Gojo y este se arqueó contra su pecho, su cuerpo temblando suavemente de excitación.
—¿No te molesta la oscuridad? —jadeó, aprovechando el momento en que Suguru se detuvo de besarlo para ir a morderle donde quería, ahí en la piel expuesta de su clavícula, dejando un círculo rosado a su paso.
—Enciende la lámpara de la mesita.
Gojo se giró sobre su estómago, estirándose todo lo que daba su cuerpo hasta alcanzar el interruptor, la habitación llenándose del brillo ligero y agradable de la luz blanca. Suguru trepó a su lado, enredando la mano en esa increíble masa de cabello plateado y atrayendo su boca nuevamente a la suya, besándolo larga y ampliamente, hasta sentirse mareado. Gojo suspiró en sus labios, relajándose, casi derritiéndose sobre las sábanas, envolviendo ambos brazos en la cintura de Suguru y empujándolo hacia abajo, prácticamente obligándolo que a aplastarse encima suyo.
—Besas mucho para ser una cogida con un extraño —murmuró, lamiendo los labios de Suguru entre una palabra y la otra.
Suguru tiró de su cabello, forzándolo a echar la cabeza hacia atrás, mordiéndolo desde la mandíbula hasta la base del cuello.
—¿Y qué con eso?
Gojo pasó sus manos una y otra vez por la piel desnuda de su pecho, pellizcándole los pezones hasta que Suguru jadeó en voz alta, apartándole las manos de golpe y quitándose se encima, tomando el dobladillo de su jersey negro y arrancándoselo de una ver por todas. Todo en Gojo era largo, desde sus piernas hasta sus dedos hasta su torso, los músculos de su abdomen duros y sus pezones oscuros sobresalientes, invitándolo a pasar la lengua por encima y clavarle los dientes.
Suguru deslizó una mano por toda la planicie de su cuerpo, desde la base del cuello hasta la pretina de los vaqueros, deleitándose en las millas de piel blanca y músculo debajo de sus dedos, disfrutando de cómo Gojo temblaba y estiraba los brazos por arriba de la cabeza, sonriendo. Como una invitación.
—Nada. Solo pensé que la gente no besaba tanto cuando follaba extraños que conocieron en un bar, eso es todo.
Suguru se mordió la lengua, estrellando una sola vez la palma de la mano contra la mejilla de Gojo, antes de besarlo. Gojo volvió a arquearse, abriendo la boca para gemir cuando el impacto del golpe lo tomó por sorpresa, hundiendo los dedos en los omoplatos de Suguru hasta resultar casi doloroso. Suguru el tragó el sonido, bebiéndose también su respiración y ahogándose con la suya propia cuando Gojo enredó ambas piernas en su cintura, restregando el bulto entre sus piernas torpe y apresuradamente contra la parte alta de su muslo, incapaz de llegar a la propia erección de Suguru.
—Hazlo otra vez —pidió, casi ordenó.
Suguru se alejó lo suficiente para poder verlo, para ver cómo su mano conectaba en la piel suave y sonrosada de su mejilla y provocaba una reacción que era entera, desde los labios de Gojo estirándose alrededor de su gemido hasta la manera en que su otra mano se apretaba en las sábanas, embistiendo dolorosamente contra el muslo de Suguru en algo que rozaba en desesperación.
Suguru se echó el flequillo para atrás, lamiéndole el golpe de la cara y besándole hasta que ambos terminaron jadeando, la respiración de Gojo dulce y trabajosa en su oído.
—Eres una puta, tan lleno de sorpresas.
Gojo se rio, repartiendo otra cadena de besos por el cuello y parte del pecho de Suguru, deteniéndose en el trozo de piel debajo de su oreja para chuparle una marca que mañana amanecería púrpura.
—Todavía tengo una o dos más.
Suguru se desenredó de sus brazos y sus piernas, pasando la lengua por su pezón izquierdo antes de morderlo, usando la mano libre para pellizcarle el otro. Gojo se estremeció, recorriendo el rostro de Suguru con los dedos, delineando la forma de sus cejas y el puente de su nariz, la línea de sus pómulos y el caracol de su oreja, saltando en su sitio cuando Suguru se apartó de su pecho para besarle los nudillos, atrapando su muñeca para que no pudiera escapar.
Gojo lo miró a los ojos, lamiéndose los labios.
—Cursi.
Resistir el impulso de poner los ojos en blanco resultaba imposible, así que Suguru se lo permitió, dejando caer la mano contra sus labios y llevando su atención a los apretados vaqueros de Gojo, pasando la mano por encima del bulto de su polla hasta oírlo jadear, hasta que ambas rodillas cedieron y sus piernas cayeron laxas sobre la cama, momentáneamente inútiles. Suguru sonrió, abriendo el botón y la cremallera en dos movimientos rápidos, arrastrándolo los vaqueros fuera de su camino, empujando sus muslos abiertos para hacer espacio para sí mismo y llevando la boca a donde quería, a la verga dura y atrayente incluso por encima de la tela del calzoncillo.
—Oh. Oh.
Suguru pasó la lengua por el bulto, besando y lamiendo la polla hasta que Gojo embistió contra sus labios, hasta que la tela tenía un enorme parche húmedo y casi transparente. Metió los pulgares en el elástico, tirando de él hacia abajo y revelando el tesoro que escondía, la verga larga y dura y de color rosa profundo, húmeda de pre semen, la cabeza gorda brillante e invitadora.
Suguru tragó en seco, su propia erección doliendo en la restricción de sus pantalones, deteniéndose un segundo para tomar una respiración y quitar completamente la interior de en medio, deteniéndose cuando-
—¿Eso…? —graznó, la garganta seca. Dios, la propia voz le raspaba contra la lengua.
Gojo abrió bien las piernas, el atisbo de sonrisa casi enceguecedor en su rostro, apoyándose en un codo para ver mejor la reacción de Suguru. Suguru, cuya atención estaba en el plug firmemente enterrado en el culo de Gojo, la punta plateada sobresaliendo casi tímidamente, acunada en la entrada.
—Te dije que todavía tenía sorpresas —espetó, el orgullo y arrogancia en su voz tan alto y aterradoramente deliciosos que Suguru los sintió como un batazo en las tripas—. Si lo sacas ahora estoy seguro que me correría de inmediato.
Suguru le mordió la parte interna del muslo izquierdo, marcando aquella piel sensible.
—Vamos a probar.
Gojo volvió a dejarse caer de espaldas, amoldándose debajo de las manos de Suguru cuando se anclaron a sus muslos abiertos, luchando contra el impulso de cerrarlos cuando Suguru chupó su polla sin previo aviso, tragándosela incluso más lejos de lo que él mismo había llegado en el primer intento, deteniéndose solo al llegar a la base. Gojo gimió, ahogado, el sonido acariciando los oídos de Suguru como música, instándolo a deslizar arriba y abajo su boca en el falo pesado, disfrutando profundamente de la sensación en su lengua, sedosa y suave, estirando sus labios con gentileza.
Se concentró en eso, entreteniéndose en subir y bajar con calma, chupadas lentas que solo planeaban alargar el asunto y no llegar a nada, olvidándose del tiempo. Suguru pasó la lengua por toda la longitud, desde la base hasta la cabeza y luego de vuelta, llevando una mano a sus bolas y envolviendo los labios, solamente los labios alrededor de la cabeza, succionando con un poco más fuerza cuando Gojo volvió a gemir en alto, arqueándose deliciosamente, la mano que mantenía en la sábana despegándose y perdiéndose en el cabello de Suguru.
—Eres tan bueno en esto —musitó, volviendo a apoyarse en el codo para echar un vistazo. Sus ojos azules vidriosos de placer—. Increíblemente bueno para alguien con una esposa.
Suguru le sostuvo la mirada, tragándose la verga hasta la mitad de su garganta en el momento en que Gojo tiró del elástico de su cabeza, liberando su cabello en una cortina de color negro a la altura de sus hombros. Suguru se echó para atrás, apartándolo de su cara, tomando nota de la manera en que el cuello de Gojo quedaba expuesto cuando tiraba la cabeza hacia atrás, el sonrojo subiéndole desde el pecho hasta la mitad del rostro, los músculos tensos de su abdomen temblando deliciosamente al alcance de su mano.
Suguru le dio un beso húmedo a la cabeza, otra vez, lamiendo una línea de pre semen que colgaba de la punta, delineando con el dedo índice el borde del plug, donde el agujero se apretaba deliciosamente. Gojo dio un salto, jadeando, empujando contra ambos, su boca y su dedo, como una ola que se estrella dos veces sobre el malecón.
—Si te quito esto, y te corres —murmuró Suguru, con calma, arrastrando la lengua sobre el tronco de la polla mientras lo hacía—, ¿serás capaz de correrte de nuevo, más tarde?
—Sí, sí, sí —balbuceó inmediatamente, arrastrando las palabras, empujando sus caderas tan ansiosamente que Suguru terminó con la mejilla sucia de pre semen—. Seguro, sí. Sí.
Suguru suspiró pesadamente.
—Lo que tú digas.
Suguru cerró los ojos, cerrando los labios alrededor de la verga antes de tirar del plug, sin prisas, verificando primero de la resistencia antes de jalar de él de un solo movimiento, usando la otra mano para sostener la cintura de Gojo en un agarre firme, deteniéndolo de escapar. Mantuvo la boca laxa, recibiendo la corrida en su lengua, respirando superficialmente ante el gemido ronco y sollozado que escapaba de los labios de Gojo, derramándose como un eco del espasmo que le recorrió el cuerpo, haciéndolo chillar incluso más hondo cuando Suguru enterró dos dedos en su agujero, sintiéndolo temblar y apretarse exquisitamente contra ellos, chupándolos hacia adentro.
—¡Mierda! Oh, Dios. Dios. Getou, casi me trago la lengua.
Suguru retiró los dedos de un tirón, apartándose de la polla todavía hinchada y semi dura, subiéndose encima del cuerpo tembloroso de Gojo y golpeándole dos veces la mejilla, no tan duro como antes, solo trayendo su atención de vuelta.
—¿Hm?
Gojo lo miró, esos ojos del color de cielo del mediodía cubiertos casi por completo por las pupilas negras, dilatadas hasta lo imposible. Suguru le sostuvo la barbilla, jalándole del cabello con la otra mano y escupiendo la corrida en su cara, metiéndole el pulgar entre los labios para obligarlo a abrir la boca, besándolo con fuerza cuando su rostro su partió en una expresión de éxtasis crudo, inalterado.
Gojo les dio la vuelta, girándolos hasta que Suguru quedó debajo suyo, atrapado entre el colchón y su cuerpo duro y plano. Embistió las caderas hacia abajo, restregándose contra la erección de Suguru hasta arrancarle un jadeo contenido, duro, nacido desde el fondo de su pecho. Hasta ese momento, Suguru mismo sentía su propia excitación como un zumbido bajo, empujado en el fondo de su mente; ahora, ese solo roce fue como un incendio, arrastrando con todo lo demás a su paso. Metió las manos entre su cadera y la de Gojo, ahogándose con su respiración un momento cuando la piel ardiente de Gojo se rozó contra sus dedos, entorpeciéndolo a la hora de soltar el botón de su pantalón.
—Debiste dejártelo suelto —comentó Gojo, ayudándolo a deshacerse de él a punta de tirones.
Suguru no pudo estar más de acuerdo.
—Sí, debí.
Antes de darse cuenta, Gojo ya había terminado de desnudarlo, montando su regazo y sentándose sobre su verga, enterrándose sin aviso ni lubricación, echando la cabeza hacia atrás cuando estuvo lleno hasta el fondo.
Suguru se mordió el labio inferior, jadeando pesadamente, llevando ambas manos a la cadera de Gojo y resistiendo la urgencia de empujar contra la caverna apretada de su agujero, lográndolo apenas por los pelos.
—He estado esperando por esto todo el día —susurró Gojo, moviéndose lentamente, con movimientos ondulantes—. Todo el día, Getou.
Suguru apretó la carne suave y firme en sus manos. Su piel se marcaba tan fácil.
—Eres una puta.
Gojo marcó el ritmo, meciéndose acompasadamente, haciendo que Suguru no tuviera de otra que tomarlo, que admirar la flexibilidad de su cuerpo, la línea tensa de sus hombros y sus labios entreabiertos, jadeantes, la columna larga y hermosa de su cuello, con el reguero de besos comenzando a oscurecerse. Suguru clavó los dedos rudamente en su cadera, embistiendo hacia arriba, follándolo en medio de una de sus bajadas lentas y tortuosas y robándole un gruñido de entre los dientes. Gojo se empujó contra él, dejando caer ambas manos sobre los hombros de Suguru y estrellándose con fuerza, rompiendo su compás lento y encontrándose a mitad de camino con sus embistes.
Las manos de Suguru abandonaron su anclaje, abrazándolo, atrayéndolo hacia y pecho y besándole la retalía de jadeos y gemidos entrecortados que se derramaban de sus labios.
—Eres una puta, Gojo —repitió contra su oreja, cerrando los ojos cuando el agujero se apretó deliciosamente alrededor de su verga ante sus palabras—. Mierda…
Gojo le besó la punta de la nariz, jadeando prácticamente en su boca.
—Sí, sí, lo que digas. Pero te gusta.
Suguru lo sostuvo con fuerza, girándolos a ambos hasta quedar otra vez encima de Gojo, empujando sus largas, larguísimas piernas alrededor de su cintura y embistiendo a su propio ritmo, hundiéndose en el calor estrecho y perfecto del interior de Gojo hasta que quien acabó jadeando y gimiendo fue él, escondiendo el rostro en el hueco del cuello del otro mientras lo follaba. Era eso: perfecto. Como si hubiera sido hecho para él. A su medida.
Todo Gojo. Como si fuera una pieza separada pero hecha para encajar con él.
Suguru le comió la boca, tragándose la cadena de jadeos y respiraciones superficiales que se escurrían de sus labios, una línea interminable de «ah, ah, ah» que se repetían cada vez que Suguru conectaba con su próstata, cada vez que su pene salía hasta solo mantener la punta dentro y luego hundirse de una estocada limpia, sin interrupciones.
—Voy a correrme —avisó, porque le pareció que era lo correcto.
Gojo le mordió el labio inferior, tirando de él entre sus dientes.
—Córrete dentro.
Suguru volvió a esconder el rostro en su cuello, enterrándose tan profundo como podía ir y dejando ir esa cuerda que le amarraba las entrañas, estallando debajo de su piel y en sus terminaciones nerviosas, bañando las paredes internas de Gojo con su corrida. Ni siquiera tuvo tiempo de morderse la lengua, sumergiéndose en esa nada blanca y eléctrica del orgasmo y volviendo de la subida por pedazos, quedando laxo encima de Gojo hasta que su respiración se hizo más o menos soportable.
Gojo le dio un beso en la mejilla sudorosa.
—Suguru, ¿realmente te correrías adentro de un extraño? —inquirió, retorciéndose, todavía meciéndose contra la verga hipersensible en su interior.
Suguru hizo una mueca, sin moverse ni un ápice, intentando inútilmente de alejar el cabello húmedo que se le pegaba a la nuca a causa del sudor.
—Esta fue tu idea, Satoru, ilumíname.
Satoru resopló, algo parecido a una risa, volviendo a besarle la parte libre del rostro hasta el momento en que Suguru estuvo totalmente de vuelta, levantándose sobre sus antebrazos para besar la ridícula y autocomplaciente sonrisa de Satoru.
—Se supone que estás casado. Pon un poco de entusiasmo en la escena.
—Dios, eres tan fastidioso —Suguru le mordió la comisura del labio, despegándose de él completamente—. ¿Te corriste?
—No.
Suguru echó un vistazo a su polla, otra vez dura y de un rosado furioso, acostada sobre su estómago y palpitando penosamente, un charco de pre semen acumulándose rápidamente en la punta. Satoru tiró los brazos por encima de su cabeza, suspirando largamente cuando Suguru salió de él y reemplazó su verga con sus dedos, escupiendo sobre su mano derecha y envolviéndola alrededor de la polla descuidada de Satoru.
—Dijiste que podías correrte dos veces —le recordó, embistiendo sus dedos a un ritmo duro, bombeando el falo al mismo tiempo—. Vamos.
Satoru se estremeció, empujando contra su puño, dejando que la cabeza le colgara de los hombros mientras suspiraba.
—Dame un momento. Estoy cerca…
Suguru se inclinó, lamiendo una línea corta sobre la cabeza al tiempo que apuñalaba las yemas de sus dedos sobre su próstata, entrando y saliendo con facilidad del agujero suave y resbaladizo de su semen. Satoru dejó caer la espalda sobre la cama, riéndose de repente, separando más las rodillas hasta que una de sus piernas se deslizó por el borde del colchón.
—Shoko es tu esposa —balbuceó, volviendo a reírse.
Suguru cerró los labios sobre eje, cortando la risa de Satoru a mitad de camino cuando el orgasmo le tomó por sorpresa, apretándose contra sus dedos espasmódicamente, recibiendo parte de la corrida en la cara. Se alejó, follándolo con sus dedos hasta que dejó de estremecerse, hasta que su gemido pasó de ser menos un chillido y más un lloriqueo entrecortado, retorciéndose en el toque de Suguru hasta alejarse.
—Tú vas a lavar las sábanas —declaró, poniéndose se pie y yendo hasta el baño.
Suguru se lavó el rostro, mojando una toalla en agua tibia y volviendo a la habitación, donde Satoru seguía desparramado con una sonrisa complacida en el rostro.
—No importa —respondió, cerrando los ojos cuando Suguru pasó la toalla por su mejilla, limpiando la saliva y semen seco de su cara—, puedo vivir con eso. ¿Cómo vivirás tú sabiendo que dijiste que Shoko era tu esposa? Shoko, de todas las personas.
Suguru le dio un golpe leve en la mejilla, a lo que Satoru le apartó la mano.
—¿Sabes quién hubiera dicho yo de haber estado en tu caso? Mei Mei.
—Lo que digas. La próxima vez ya sabes qué decir.
Suguru le limpió el abdomen y los restos de semen en su agujero, descartando la toalla en una esquina de la mesita de noche y echándose de espaldas en la cama, absolutamente cansado. Dios, estaba tan exquisita, placenteramente cansado. Mañana ambos tenían que ir a trabajar y Suguru se preguntó por milésima vez cómo es que seguían despiertos y por qué es que las ideas de Satoru solo le parecían ridículas luego de ejecutarlas.
—Estoy repentinamente hambriento —dijo Satoru, tirando una de sus largas, infinitas piernas por encima de Suguru, acercándolo a él, apartándole el pelo de la frente—, ¿tú no?
Suguru pasó el pulgar sobre su labio inferior, cerrando los ojos. Volviéndolos abrir.
—Debimos comer antes, ¿verdad? Joder.
Satoru le dio un beso efímero en los labios, rodando sobre su espalda. Suguru lo vio estirarse como un gato mientras sobre la cama mientras él buscaba algo qué ponerse.
—Podrías hacer waffles como recompensa por engañarme con Shoko. Y luego por engañarla conmigo, sabes.
—Eres un idiota —Suguru lo jaló del brazo, sacándolo de la cama—. Vamos.
Satoru fue con él.
El título del fanfic y también de los capítulos salieron de la canción Dream of You de Chungha, que es, de hecho, la misma canción que escucha Suguru en el bar en el capítulo uno. ¡Gracias por leer! Estoy en twitter como theakarachelsg
