Capítulo 3

George Wickham se miraba al espejo y pensaba en lo irresistible que se veía en su nuevo uniforme que se había comprado gracias al dinero que Harriet, la esposa del coronel Foster le había regalado. Hace varios meses que tenía una aventura con ella, era una mujer fácil y que no tenía la menor intención de dejar a su marido. Por eso, era una relación conveniente para ambos, aunque él debía reconocer que cada día se aburría más con ella. Era una mujer bastante estúpida y no lo suficientemente atractiva como para mantenerlo entretenido.

La única mujer que había captado su atención completamente era la preciosa Elizabeth Bennet. Él reconocía que todas las hermanas Bennet, salvo Mary, tenían su atractivo. Incluso podía admitir que la mayor de ellas era tal vez la más hermosa desde el punto de vista clásico de la belleza. Pero Elizabeth Bennet era distinta a todas las mujeres. Tenía un rostro muy bonito adornado por unos ojos castaños muy hermosos. Además tenía un cuerpo ligero pero voluptuoso y todo eso acompañado por una inteligencia y rapidez mental no siempre común en una mujer joven. Desgraciadamente ella era demasiado pobre como para pensar en tener algo serio, y ella además, era demasiado inteligente como para poder engatusarla y aprovecharse de ella.

Como fuera, al menos estaba feliz de saber que si él no la tendría tampoco lo haría su archi-enemigo. En cuanto supo del interés de Darcy por la bella Elizabeth se había encargado de hacer que ella lo odiara. Él sabía muy bien que el pomposo Fitzwilliam Darcy jamás se casaría con una mujer tan por debajo de su estatus social, y que era demasiado honorable como para transformarla en su amante.

Pero hoy tenía otro objetivo. La mente de Wickham funcionaba de una forma muy curiosa. Él jamás daba nada a nadie, ni sacrificaba ni un gramo de su bienestar por asistir o ayudar a otro. Sin embargo, él esperaba que todo el mundo estuviera dispuesto a sacrificarse por él sin importar las circunstancias.

Por eso él estaba profundamente enojado con su amigo Denny. George Wickham, como siempre estaba lleno de deudas. No llevaba ni dos meses en Brighton y ya no lograba obtener crédito en ninguna tienda debido a todas las deudas que había contraído. Harriet de vez en cuando le prestaba dinero pero no era suficiente para mantener su nivel de gastos. Por esa razón le había solicitado un nuevo préstamo a su amigo, pero este no había querido facilitarle más aduciendo que ya le debía un montón de dinero.

Wickham no podía creer que Denny, siendo un hombre rico, le negara ayuda. Él no lograba entender lo que su amigo le había tratado de explicar en más de una ocasión. Él vivía de su sueldo, no le pedía ayuda a su familia como una forma de crecer como ser humano y tener una experiencia similar a la de su padre y abuelo que habían forjado su fortuna de la nada, sólo con trabajo y esfuerzo. Archibald Denny no buscaba dinero porque sabía que heredaría mucho, él buscaba la gloria.

Otra de las características negativas de Wickham era ser vengativo. Como él siempre tenía la razón y todos eran injustos con él, cuando alguien hacía algo que iba en contra de sus intereses, él sencillamente buscaba hacerle daño a la persona de la forma que más le doliera. Lo había intentado con Darcy utilizando a la boba de Georgiana, pero no le había resultado. -Esta noche, mi querido amigo Denny, te arrepentirás de no haber compartido conmigo lo que a ti te sobra. Haré que la estúpida Lydia Bennet no pueda resistir estar lejos de mí, y cuando me aburra de ella te la dejaré por si la quieres.- Wickham se reía mientras planificaba todo lo que le diría a su nueva presa.

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-Querida, creo que es mejor que te quedes aquí por si Lizzie vuelve. Yo iré a los lugares que me indicaste, no es necesario que me acompañes.- El señor Gardiner quería salir lo antes posible en busca de Elizabeth. En menos de dos horas oscurecería y no quería ponerse en el escenario de que Elizabeth siguiera perdida para cuando eso aconteciera.

La señora Gardiner iba a contra-argumentar para que su esposo dejara que lo acompañara cuando una voz profunda interrumpió la conversación. -Disculpen, señor y señora Gardiner. Yo soy Fitzwilliam Darcy y deseo hablar por un momento con ustedes.-

El señor y la señora Gardiner quedaron impresionados con el hombre en frente de ellos. No se imaginaban la razón por la que él pudiera querer hablar con ellos. La señora Gardiner había visto al actual señor Darcy por última vez cuando tenía no más de doce años. Era un muchacho delgado y alto, ávido lector pero bastante reservado. -Mucho gusto señor Darcy. Es un honor para nosotros que desee conversar con nosotros. Hoy en la mañana conocimos su casa y su finca y quedamos gratamente impresionados. Desafortunadamente, en estos momentos tenemos una pequeña emergencia y debemos salir,- explicó cortésmente el señor Gardiner.

-Entiendo, pero creo que la razón de mi visita puede estar relacionada con su premura por salir, señor Gardiner. Sólo déjeme decirle que la señorita Bennet está en estos momentos en Pemberley.- El señor Darcy vio la cara de sorpresa de los tíos de su amada y decidió inmediatamente aclarar todo. -Déjenme explicarles lo que pasó. Al parecer, la señorita Bennet salió a caminar y la sorprendió la tormenta. Ella tuvo un pequeño accidente pero el doctor la revisó y dijo que no era nada grave, que sólo necesitaba reposar por unos días.-

-Muchas gracias, señor Darcy. Desde pequeñita nuestra querida Lizzie ha sido muy aventurera. Desgraciadamente, muchas veces ella no mide el peligro. Su amor por la naturaleza y los espacios abiertos la hacen tomar riesgos y le pasan cosas como estas,- explicó el señor Gardiner preocupado pero aliviado al saber que estaba todo bien.

-Disculpe señor Darcy, pero cómo fue que nuestra sobrina terminó en su casa,- preguntó la señora Gardiner preocupada.

El señor Darcy se había sentado al lado del matrimonio y estaba aliviado de que los señores Gardiner fueran mucho mejor de lo que esperaba en cuanto a apariencia y comportamiento. -Yo regresaba a mi hogar después de una jornada de viaje cuando la encontré herida a la orilla del camino. Estábamos bastante cerca de Pemberley, por eso decidí llevarla allí.- El señor Darcy no dio más detalles por vergüenza. No podía contarle a los tíos de Elizabeth como se habían besado y como la había llevado en su caballo hasta su casa. Esos detalles sólo podría compartirlos después de que estuvieran oficialmente comprometidos o casados. -Señor y señora Gardiner, permítanme invitarlos a Pemberley. La señorita Bennet debe pasar unos días allá y creo que ella querrá que estén cerca de ella.-

Los Gardiner se sorprendieron mucho con la invitación. Todo lo que habían escuchado del señor Darcy era sobre lo orgulloso y arrogante que era. El hombre que tenían enfrente era bastante serio y reservado, pero se notaba que estaba haciendo todo lo posible por ser amable. Ambos se miraron y se comunicaron silenciosamente que debían aceptar la invitación. -Muchas gracias, señor Darcy. Desgraciadamente muy luego oscurecerá lo que no permitirá que podamos gozar de su hospitalidad hoy. Pero mañana temprano iremos a acompañar a nuestra sobrina,- explicó la señora Gardiner.

-Entiendo, no se preocupe. Mañana los estaremos esperando con todo listo para asegurar que sus días en Pemberley sean lo más agradables posible.- El señor Darcy habló por unos minutos más con los tíos de Elizabeth y explicó que debía irse porque pronto oscurecería.

En cuanto él se retiró, los Gardiner se fueron a su cuarto en donde cenarían. Ambos estaban preocupados por Elizabeth, no sólo porque sabían que ella se había accidentado sino porque estaba en casa del señor Darcy y no estaban seguros de que tan sincera era su hospitalidad.

-Espero que Lizzie esté bien. No puedo negar que el señor Darcy ha sido muy amable, pero al mismo tiempo no puedo dejar de pensar en lo incómoda que ella debe estar en casa de ese hombre al que aborrece tanto,- dijo el señor Gardiner visiblemente consternado.

-No creo que lo deteste tanto, querido. Está claro que no son amigos, pero él está haciendo lo que todo buen cristiano haría, y Elizabeth sabrá valorar eso. Después que complete su reposo, le agradeceremos su amabilidad y volveremos a esta posada, para luego continuar nuestro viaje.- La señora Gardiner continuó explicándole a su esposo porque debía relajarse y dejar de preocuparse.

En el viaje de regreso a Pemberley, el señor Darcy tuvo la posibilidad de reflexionar sobre su breve conversación con los Gardiner y reconocía que él se había sorprendido gratamente. Ambos se expresaban como personas educadas y cuando él los invitó a Pemberley en vez de aceptar inmediatamente y sacar provecho de la situación, actuaron como personas equilibradas y decidieron hacer lo prudente y viajar al día siguiente.

Cuando finalmente el señor Darcy pudo comer algo y prepararse para dormir sentía una mezcla de euforia y cansancio al mismo tiempo. Su cuerpo estaba agotado pero su mente no dejaba de funcionar. Ya se había puesto su ropa de dormir pero no deseaba acostarse. Deseaba ir al cuarto de Elizabeth para darle por lo menos un beso de buenas noches, pero sabía que no podía abusar así de su confianza. Finalmente se acostó no podía pensar en otra cosa que en los besos de su amada. Además le picaba un poco la barba, él no estaba acostumbrado a no afeitarse. Pero al acordarse de las palabras y los besos de Elizabeth, él agradecía el que su valet no hubiera llegado a Pemberley aún. Deseaba conservar su creciente barba hasta el día siguiente como recuerdo de todo lo maravilloso que había vivido ese día. Por último, se durmió, estaba tan cansado que no tuvo energías para soñar.

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Lydia estaba en su habitación en la casa de los Foster terminando de arreglarse para ir al baile organizado por un comerciante local, amigo del coronel Foster. Ella sabía que todos los oficiales estaban invitados y se sentía emocionada de saber como todos ellos intentarían bailar con ella. Esa noche iba a usar un vestido con un escote muy osado, que revelaba parte de sus atributos y que hacía que todos la miraran con ojos de deseo.

Aunque ella no estaba interesada en ningún hombre en particular porque le gustaban todos, tenía sus favoritos, entre ellos estaba el capitán Denny. Le daba risa recordar cómo él la había mirado aquella noche en que ambos salieron al patio de la casa y ella aprovechando la oscuridad lo había besado brevemente en los labios y había inmediatamente regresado a la sala donde estaban los demás sin darle a él tiempo de reaccionar. Después de eso, él se la comió con la mirada el resto de la noche, con ojos soñadores y llenos de algo que por su inexperiencia no lograba descifrar. Denny no era un hombre guapo como Wickham, pero a ella le gustaba. No sabía muy bien por qué, pero le gustaba y era lo único importante.

Lydia estaba viviendo tantas aventuras distintas que se sentía feliz de haber tenido la oportunidad de salir de Meryton por un tiempo. Ahora ella entendía porque Harriet la había invitado. La esposa del coronel Foster tenía una aventura con un oficial y necesitaba que alguien le cubriera la espalda. Lydia no sabía quién era, pero en más de una ocasión Harriet y ella salían y su amiga desaparecía por unas horas, mientras ella paseaba por la playa con algún amigo. Después se reunían y volvían juntas a casa. A ella no le importaba, mientras pudiera seguir divirtiéndose gratis no eran asunto suyo los problemas maritales de su amiga y su esposo.

Después de arreglarse mejor que nunca, Lydia y los Foster salieron rumbo al baile. Cuando llegaron ya había mucha gente y el general Foster, siendo una figura importante en la comunidad, tuvo que saludar a más de alguna persona en el baile. Lydia se excusó porque no deseaba tener que escuchar conversaciones tediosas y se fue directo a la mesa de los refrescos para servirse un poco de ponche.

Estaba distraída haciendo eso cuando una voz acaramelada le dijo, -Buenas noches, señorita Lydia. Sin lugar a dudas, usted es la mujer más bella de todo este baile.- George Wickham tomó la mano de Lydia y se la besó de una forma muy insinuante, mientras ella no pudo evitar mirarlo con una sonrisa coqueta.

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Elizabeth despertó totalmente desorientada. Cuando abrió los ojos lo primero que sintió fue un dolor punzante en la cabeza. Después de calmarse un poco, volvió a abrir los ojos y se vio en una cama enorme en la habitación más lujosa que jamás había visto en su vida. Sin poder evitarlo preguntó con una voz débil pero enfática, -¿Dónde estoy?- Lo único que recordaba era que el día anterior se había acostado a dormir en la posada y que después había tenido una serie de sueños extraños de los cuáles no recordaba absolutamente nada, solo la sensación de haber tenido sueños vívidos de forma intermitente, mientras dormía.

-Señorita, no se preocupe. Está todo bien, el patrón dijo que iba a tener que pasar unos días en Pemberley hasta que se recupere. Mi nombre es Rose y seré su doncella personal todos los días de su convalecencia.-

Elizabeth no pudo evitar decir horrorizada y en voz alta, -¿Pemberley?- Además no le había pasado desapercibido que Rose había dicho mi patrón. Ella rogaba al cielo que no se estuviera refiriendo al señor Darcy. ¿Cómo podría ella enfrentarse a ese hombre después de todo lo que había pasado en Hunsford. Seguramente él la despreciaba y ahora se veía obligado a extenderle su hospitalidad.

-Sí, señorita. Usted está en Pemberley. El patrón la encontró a usted accidentada al lado del camino. Él es un hombre muy bueno y caritativo, y siempre extiende su ayuda a quien lo necesita. El doctor vino ayer y dijo que en unos días usted estará muy bien, así que sólo preocúpese de descansar.- La señora Reynolds no le había contado a nadie que la señorita era la prometida del señor Darcy. Ella prefería evitar rumores y malos entendidos, sólo cuando el patrón hiciera la noticia pública el resto del personal se enteraría.

Eso dejó un poco más tranquila a Elizabeth. Si el señor Darcy estaba haciendo un acto de caridad ella no le negaría la posibilidad de hacerlo. Una vez se sintiera bien, ella le agradecería y se iría para no volver. Lo otro que la tenía intranquila era la serie de sueños indecentes que había tenido con él. Ella había soñado que lo besaba, lo abrazaba e incluso que le decía lo guapo que era. Con mucho pudor recordaba como se había abrazado a él y cómo sus manos habían explorado parte de su espalda y torso. Pero dejó de pensar abruptamente en eso cuando se acordó de sus tíos. -Rose, ¿sabes si mis tíos han sido informados de que estoy aquí accidentada?-

-Sí, señorita. Mi patrón fue personalmente a hablar con ellos ayer después de que la vio el doctor. Ellos deben estar por llegar, usted no se preocupe por nada, por favor. ¿Desea que le traiga algo de comer?-

-No, gracias. Me duele mucho la cabeza. Quisiera poder beber algo de agua y descansar por un rato.- Rose ayudó a Elizabeth a beber agua. Después de eso, ella cerró los ojos para descansar y se volvió a quedar dormida.

Rose se sentó nuevamente en la silla en frente de la cama y siguió cosiendo unos calcetines que más tarde serían donados a la iglesia para repartir entre las familias más pobres del área. De repente, sintió un golpe suave en la puerta y fue a ver quien era. -Mi señor, buenos días. ¿Desea algo?- preguntó Rose un poco sorprendida.

-Sí, puedo hablar contigo por un momento, Rose?- La muchacha salió al pasillo y escuchó atentamente a su patrón. -¿Cómo está la señorita Bennet? ¿Ha despertado? ¿Ha dicho algo? ¿Ha preguntado por mí?- El señor Darcy estaba ansioso por saber algo de Elizabeth. Sabía que no podía entrar a la habitación, pero estaba tan ansioso de al menos saber algo, por mínimo que fuera de su gran amor.

-La señorita despertó hace unos pocos minutos, señor. Pero después de beber un vaso de agua dijo que estaba un poco cansada y se volvió a dormir.- Rose estaba sorprendida de la reacción tan visceral de su patrón, él usualmente era muy amable, pero reservado y ella no recordaba jamás haberlo visto nervioso o ansioso por nada ni por nadie. -Cuando despertó estaba un poco desorientada y se sorprendió mucho al saber que estaba en Pemberley. Yo le informé que usted había hablado con su familia y eso hizo que se tranquilizara.- Después de darle un detallado informe al señor Darcy, Rose volvió al lado de Elizabeth.

El señor Darcy había quedado un poco más tranquilo, aunque le habría gustado escuchar que Elizabeth había preguntado por él, o que lo estaba llamando desesperadamente. Él no soportaba estar lejos de ella, él deseaba poder estar al pie de su cama encargado de cuidarla. No había descartado la posibilidad de comprar una licencia común y casarse con ella en cuanto se recuperara. Pero sabía que aún faltaban dos meses para que Elizabeth alcanzara la mayoría de edad, por lo tanto necesitarían la autorización del señor Bennet para poder unirse en matrimonio.

La llegada de los Gardiner le sirvió de distracción. Él pidió que los acomodaran en la habitaciones contiguas al cuarto de Elizabeth, que usaban el conde y la condesa Matlock cuando se alojaban en Pemberley.

Los Gardiners estaban muy sorprendidos con el recibimiento. Ellos esperaban encontrar a Elizabeth descansando en alguna habitación pequeña en el ala de invitados y que ellos correrían una suerte similar. Grande fue la sorpresa de ellos al ver que tanto Elizabeth como ellos, estaban alojados nada más y nada menos que en el ala de la familia.

Una vez que dejaron todo en el cuarto que iban a ocupar fueron inmediatamente a ver a Elizabeth. La encontraron dormida y después de hablar brevemente con Rose, decidieron dejarla descansar y le pidieron que en cuanto despertara les avisara para venir a verla y poder conversar con ella. Cuando salieron de la habitación, el señor Darcy estaba esperándolos para preguntarles por la salud de Elizabeth. Cuando ellos le dijeron que ella seguía dormida, él no pudo ocultar su cara de decepción. Ese hecho que no pasó desapercibido para ninguno de los señores Gardiner.

-Señor y señora Gardiner, si no han desayunado me sentiría muy honrado que me acompañaran,- dijo el señor Darcy amablemente.

-No alcanzamos a desayunar, porque salimos muy temprano. Es un honor poder acompañarlo, señor,- dijeron el señor y la señora Gardiner.

En la mesa, y mientras desayunaban el señor Darcy descubrió que los tíos de Elizabeth eran no sólo personas bien vestidas y con impecables modales sino también muy inteligentes y cultos. Él estaba tan feliz por todo lo que había pasado en las últimas horas, después de haber perdido todas las esperanzas de algún día ser feliz en el amor, ahora estaba lleno de esperanzas e ilusiones. Elizabeth lo amaba, había soñado con él y además en esos sueños lo besaba, lo acariciaba y deseaba ser su esposa. De repente una idea loca se le pasó por la cabeza. Tal vez Elizabeth había planeado este viaje para venir en busca de él, y en busca de una reconciliación entre ellos. -Señor Gardiner, ¿qué los trajo a venir de paseo por esta área?- preguntó curioso.

-La verdad es que nuestro paseo original era al Distrito de los Lagos, pero por asuntos de mi negocio tuvimos que acortar nuestro viaje y decidimos recorrer Derbyshire, y pasar unos días en Lambton porque es el pueblo donde mi esposa creció. Este fue un regalo para ella, para que tuviera la oportunidad de reconectarse con viejas amistades y recorrer todos aquellos lugares que fueron tan importantes durante su infancia.-

-Qué interesante, señora Gardiner. A lo mejor alguna vez nos topamos en algún lugar,- dijo el señor Darcy curioso. Al mirar mejor a la señora Gardiner su rostro le pareció familiar.

-Así es, de hecho nos veíamos bastante seguido. Pero usted era un niño cuando yo me casé y me fui a vivir a Londres con mi marido. Yo soy la hija menor de Reginald Cooper,- dijo la señora Gardiner sonriendo al ver cómo el señor Darcy hacía la conexión.

-¿Usted es la señorita Maddy?- preguntó muy sorprendido. El señor Darcy recordaba muy bien a la hija del señor Cooper, una señorita de modales impecables que siempre le recomendaba los mejores libros. -Su hermano hoy es el dueño de una de las librerías más famosas de todo Londres. Yo siempre voy allá cuando estoy en la ciudad.-

-Así es, y no sólo tiene una librería sino también una editorial en la que publica una serie de libros de nuevos autores. Mi esposa es una de las principales editoras. Ella ha ayudado a muchos autores nuevos a mejorar su forma de escribir.-

El señor Darcy no recordaba haber conocido jamás a dos personas tan agradables y cultas como los Gardiner. Ellos sabían de todo, arte, pintura, literatura, historia, etc. En ese momento no pudo evitar sentir vergüenza por haberlos juzgado sin conocerlos. Salvo Richard y Lady Margaret, en su familia no había nadie que pudiera igualar en elegancia, cultura e inteligencia a los Gardiner. Su tío el conde sólo hablaba de dinero o de como manipular a otros para que hicieran lo que él quería. Su tía la condesa era una mujer que no se interesaba en nada más que la moda y el chisme, y su hijo el vizconde era muy similar. Y Lady Catherine no era más que una fanfarrona ignorante.

-Siento mucho tener que dejarlos, créanme que si fuera por mí seguiría por horas hablando con ustedes. Pero tengo asuntos pendientes con el capataz de la finca.- El señor Darcy se mantuvo el resto de la mañana en su oficina solucionando problemas con el señor Parker.

El señor y la señora Gardiner fueron a la biblioteca donde escogieron unos cuantos libros para leer mientras esperaban que Elizabeth despertara.

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Cuando Caroline vio Pemberley a través de la ventanilla del carruaje se sintió feliz y aliviada. Por fin podría reencontrarse con el señor Darcy, estaba ansiosa por verlo. Esta era la última vez que entraba a Pemberley como la señorita Bingley, la próxima vez lo haría como la señora Darcy.

-Por fin estamos llegando, este viaje ha sido tan largo y lleno de inconvenientes, pero Pemberley vale la pena,- dijo Caroline.

-Sí, es una finca tan hermosa. Somos tan afortunados de tener un amigo como el señor Darcy,- agregó Louisa.

-El amigo es Bingley, si fuera por nosotros no creo que Darcy nos invitaría,- apuntó el señor Hurst y Charles se rió del comentario que hizo su cuñado.

-Qué cosas sin sentido le gusta decir a usted, señor Hurst,- dijo Caroline despectivamente. -Pero si eso es lo que le aflige, no se preocupe. Muy pronto las invitaciones no las extenderá el señor Darcy, sino su esposa.- A Caroline no le agradaba cuando el señor Hurst intentaba hacerse el gracioso a costa de ella.

-No sabía que Darcy estaba comprometido,- dijo el señor Bingley riéndose.

-Por su puesto que no lo está, pero tal vez muy pronto lo esté. Él es un hombre joven y ya está en edad de casarse,- dijo Caroline molesta.

El señor Bingley y el señor Hurst se miraron y no pudieron evitar reírse. Charles le había explicado a su hermana en más de una ocasión que su amigo no estaba interesado en ella. Pero Caroline no quería entender y siempre terminaban discutiendo. Como a él no le gustaba discutir, hace años había abandonado esa causa y él dejaba que su hermana pensara lo que le diera la gana. No valía la pena intentar razonar con ella. Incluso Louisa había intentado intervenir con similares resultados.

El señor Darcy vio desde su oficina a los carruajes que se acercaban y salió a recibirlos. Él deseaba fervientemente hablar con Georgiana, contarle sobre Elizabeth y pedirle que hablara con ella en su nombre. No podía hacer eso con nadie más, y él sabía que su hermana estaría feliz de ayudarle. Desafortunadamente, el carruaje que traía a los Bingley llegó dos minutos antes del que traía a Georgiana y la señorita Bingley no se separó de su lado en ningún momento.

-Señor Darcy, qué gusto verlo. No sabe cuánto lo extrañamos estos casi dos días sin usted,- dijo Caroline mientras se tomaba del brazo del señor Darcy en forma posesiva.

-Bienvenidos a Pemberley,- dijo el señor Darcy, junto con preguntar sobre el viaje. Luego se dirigió hacia el carruaje de su hermana que en ese momento se detenía. Él recibió a Georgiana y a la señora Annesley calurosamente. Mientras hablaba con Georgiana, Caroline nuevamente se acercó a él y lo tomó del brazo. A él no le quedó más remedio que ofrecer su otro brazo a su hermana y entrar con ambas a la casa, mientras el resto del grupo los seguía de cerca.

-Señor Darcy, en estos días mi querida Georgiana y yo nos hemos hecho más amigas que nunca. Ahora tendremos la oportunidad de continuar conociéndonos mejor en este lugar tan maravilloso. Quien sabe, si el destino nos sigue poniendo en el mismo camino, querida Georgiana,- dijo Caroline a Georgiana que estaba absolutamente muda. Caroline se sentía como poseída. Ella estaba entrando a una de las propiedades más hermosas de todo el país del brazo del hombre más rico y guapo que conocía. Sin duda esto era un presagio de cómo sería su vida de hoy en adelante.

Georgiana notaba lo tenso que estaba su hermano y no sabía cómo ayudarlo. Cuando la fue a recibir y antes que la señorita Bingley se acercara a ellos él le había dicho que deseaba decirle algo y pedirle un favor, pero no pudieron terminar su conversación.

La señora Reynolds salió a recibirlos y a darles la bienvenida. -Señor Darcy, en el salón principal hay dos bandejas de té, bocadillos y frutas por si sus visitas desean comer algo antes de retirarse a sus cuartos. Sus otros invitados están allí también.-

-Espero que me haya preparado mi cuarto de siempre, señora Reynolds. Y por favor, asegúrese de que todo esté en orden en nuestras habitaciones. Además, me gustaría discutir con usted sobre los menús de los días que estaremos acá. Pero claro, eso lo podemos hacer más tarde.- Caroline quería dejarle en claro a la ama de llaves que las cosas cambiarían muy luego. A ella no le gustaba la señora Reynolds, y deseaba que ella entendiera que si no comenzaba a tratarla como ella se merecía, en cuanto asumiera el rol de patrona de Pemberley la despediría.

La señora Reynolds se controló lo mejor que pudo para no decirle a esa mujer insolente lo que se merecía. -Disculpe señorita, pero las cosas relacionadas con el manejo de la casa yo las discuto con mi patrón. Si él me autoriza a hablar con usted sobre los menús o cualquier otra cosa, yo así lo haré.-

-Señorita Bingley, le voy a pedir por favor que no intervenga en las labores propias de la señora Reynolds. Ella sabe muy bien lo que hace y no necesita de su ayuda.- Después de decir eso, y visiblemente exasperado, él invitó a todos sus huéspedes a pasar al salón principal para tomar un refrigerio. Afortunadamente nadie más había escuchado los impertinentes dichos de Caroline por lo que el asunto no pasó a mayores. Georgiana estaba muy afligida por toda la situación, y solo deseaba poder ir a su cuarto lo antes posible.

Cuando pasaron al salón principal, Louisa y Caroline se miraron con horror. El tío comerciante de Jane Bennet, y su esposa estaban allí sentados leyendo. Cuando los Gardiner vieron al grupo entrar, inmediatamente se pusieron de pie para saludar a los recién llegados.

-No sabía que usted tenía visitas, señor Darcy,- dijo Caroline molesta. Ella deseaba poder compartir íntimamente con los Darcy sin la presencia de personas ajenas a la familia.

El señor Darcy por fin logró zafarse de Caroline y presentó a sus otros invitados, a su hermana, y el resto del grupo. -Ellos son el señor y la señora Gardiner, tíos de mi invitada de honor, la señorita Elizabeth Bennet.-

Después de escuchar eso la molestia de la señorita Bingley se transformó en furia.

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Gracias a todos los que se toman el trabajo de dejar comentarios y siguen la historia con tanto entusiasmo.

Les quiero decir que he evitado los sujetos tácitos y escribo todos los pronombres personales que puedo porque hay gente que está leyendo la historia traducida. Tanto en el inglés como en el francés no existen los sujetos tácitos entonces el corrector asigna el pronombre que cree es el correcto y no siempre le apunta :)

Este capítulo me salió bien largo. Debe tener varios errores que pienso corregir más tarde. Estoy esperando que aparezca "la policía de la gramática" jajaja.

En el siguiente capítulo Elizabeth despertará por fin pero no recordará nada de lo que pasó entre ella y el señor Darcy el día anterior.

¡Nos vemos mañana!

Thanks to everyone who is following the story through translators. Once I have finished it, I plan to translate it into English and publish it in that language as well.

Saludos,

Yo