Jane emprendió el viaje sin contratiempos, llegó a Austin casi a medianoche y se instaló en un hotel. El agente Abbott lo llamó para saber donde se encontraba, así estaba al tanto. Trató de dormir, aunque no pudo, pensaba y pensaba en el día siguiente.

Sin casi dormir, se levanta muy temprano, se baña, se viste con su nueva ropa, aquella que compró antes de viajar, especialmente para este encuentro, y sale del hotel. El auto que alquiló previamente está en el garage, listo para ese largo viaje hacia el océano.


Llegando al punto de encuentro, pasa de largo y estaciona unos metros más adelante. Suspira intentanto tranquizarse. Toma su mochila del asiento trasero y saca una cajita de madera color plateado, lo abre y admira el pequeño collar de plata que le va a regalar. Sonríe pensando en cómo le quedará. Guarda el regalo en su bolsillo y baja del auto. Caminando por la orilla de la ruta, ve a lo lejos un auto acercándose, entonces se esconde entre unos pequeños arbustos. El auto se detiene y la ve bajar. Wow. ¡qué hermosa que está! piensa mientras ve como se adentra a la playa y se sienta en la arena, y cuando abre la carta, empieza a caminar hacia ella.

Lisbon, sorprendida, siente cómo su corazón se acelera gradualmente, y se levanta al tiempo que él llega hasta ella, quedando los dos frente a frente.

-¡Hola! -Saluda él casi sin aliento, y es que los nervios lo comen por dentro. Nunca nadie lo pone así, solo ella puede causar ese efecto.

-¡Hola! -Ella no puede creer que esté frente a él nuevamente, su corazón late a mil y no puede disimular su emoción.

Se miran directo a los ojos, diciéndose cuánto se extrañaron y cuánto se necesitaron, entonces como si uno leyera la mente del otro, ambo dan un paso adelante para sentir el calor del otro en un fuerte abrazo. Los brazos de ella, los brazos de él, aferrándose al otro, como si sus vidas dependieran de ello.

-Te extrañé mucho. -Susurra ella.

-Yo también te extrañé.

El abrazo dura ¿segundos? ¿minutos?, no lo saben, pero son los más eternos que hayan vivido antes. Nada existe en ese momento, solo ellos. Ambos sienten la respiración y el latido del otro, sonando al unísono, como si estuvieran sincronizados. Cuando se separan, los ojos de Lisbon se encuentran empañados.

-No vayas a llorar. -Le dice él en todo de broma.

-Cállate. -Contesta sonriendo y aclara su garganta. -¿Qué haces aquí?

Jane empieza a contarle todo mientras caminan por la playa, cómo el FBI supo que estaba mandando cartas a la casa de la prima de su amigo, que dichas cartas eran para ella y que así dieron con él. También le explica el trato que le ofrecieron y sus condiciones.

-Ahh, ahora entiendo el motivo del llamado de Abbott, diciéndome que mañana quiere que vaya a Austin. Y ¿se te ocurrió que tal vez yo no quiera estar en el FBI?

-Oh, vamos Lisbon, ¿qué policía en su sano juicio rechazaría al FBI? -Ella lo mira y pone los ojos en blanco mientras sonríe. Tiene razón, siempre la tiene. Jane unas rocas grandes donde sentarse y ella encuentra lo sigue. -Ok, pero dices que no te convencía la oferta de Abbott, entonces ¿por qué aceptaste? -Pues, lo vi como una oportunidad para volver, ya sabes, extrañaba cosas ... y personas. -Jane la mira más profundamente, haciendo que Lisbon se sonroje un poco, y sonría tímidamente.

Ambos se quedan en silencio viendo cómo el sol se va escondiendo en la inmensidad del mar. Él desvía su mirada hacia ella, quien está concentrada en el horizonte. Examina cada detalle de su rostro: su mentón, sus labios, su nariz, sus ojos. Te ves hermosa, Teresa. Me tienes hipnotizado.

-Es bellísimo. -Suspira ella.

-Sí, es una vista hermosa. -Dice sin dejar de mirarla.

Lisbon siente su mirada y se vuelve a sonrojar, pero aún así sigue con la vista fija en el mar. No entiende por qué Jane está coqueteando así con ella y tampoco entiende su propia reacción, pero debe admitir que se siente muy bien el ambiente.

-Oh, casi lo olvido, te traje un regalo. -Ella lo ve sacar del bolsillo una pequeña caja de madera, como la que contenía el llavero que le regaló con la primera carta, solo que de otro color.

-¿Otro llavero?

-No, ábrelo. -Jane le da la pequeña caja y cuando la abre se encuentra con un collar de plata con una piedrita en forma de corazón. Lo sostiene en sus manos y lo examina.

-Patrick, es hermoso.

-Lo es, ¿verdad? ¿Quieres que te lo ponga?

Jane agarra el collar de las manos de Lisbon sin que responda, se acerca a ella un poco y pasa las manos sobre sus hombros, abrazando su cuello, y mientras lo hace, sus rostros quedan muy cerca. Él no deja de mirarla a los ojos, pero ella alterna su mirada entre los ojos y los labios de su amigo. Tenerlo tan cerca hace que su respiración se agite y sin darse cuenta muerde su labio inferior. Jane termina de colocar el collar pero no se aleja. Una de sus manos baja por el brazo de Lisbon y se coloca en la cintura, mientras que con la otra, acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja, aprovechando esto para acariciar suavemente su rostro. Él humedece sus labios al tiempo que mira los de ella, que están pintados de un rojo suave pero a su vez, provocativo.

Lisbon no sabe qué está pasando, como llegaron a tener esa cercanía, pero le está gustando, le gusta y lo quiere. Jane sólo actúa por lo que siente, su corazón y su cuerpo se lo piden. Quiero besarlo piensa ella, Quiero besarte, Teresa piensa él. Entonces, una vez más, como si uno leyera la mente del otro, terminan con la distancia y cierran los ojos. Se estremecen al primer contacto, al principio un beso tímido, donde los dos saborean sus labios muy lentamente, disfrutando el momento mientras el sol da sus últimos hilos de luz; pero luego Jane pide permiso con la punta de su lengua y, cediendo ella, el beso se hace más intenso, cargado de deseo y anhelo.

Lisbon rodea el cuello de Jane con sus brazos, acercándose más, y él por su parte, rodea su cintura, abranzandola. Alargan el beso lo más que pueden, hasta que les falta la respiración, entonces se separan unos centímetros para recuperar el aliento, siguiendo en la misma posición, abrazados.

-Jane... -Susurra ella.

-No, no digas nada por favor. -Suplica en un suspiro.

Pasan unos segundos en los que el viento y la oscuridad los rodean, aún respirando el aliento del otro, estando tan cerca... entonces Lisbon acepta ese sentimiento que ha estado hace años acompañándola en lo más profundo de su corazón, que sintió cada vez que miraba esos ojos azules, esas ganas de besarlo que enterró muy profundo diciéndose a sí misma que no era posible, y vuelve a besarlo, con intensidad, con deseo, con sentimiento, con amor. Sonrien entre besos, no les importa el frío ni la oscuridad. Son ellos dos en ese momento lo único que importa, lo que pase después de esos besos, queda en sus manos, saben que no estarán solos, se tienen el uno al otro y, por más dificultades que enfrenten, saldrán adelante, juntos.

FIN.