Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, yo solo he creado esta historia sin más fin que el entretenimiento.
Una llamada de auxilio
El arco yacía a un par de metros a su izquierda. Sus flechas estaban desperdigadas por el suelo, partidas por la mitad; el carcaj, hecho trizas.
Intentaba recobrar el aliento, pero no estaba teniendo éxito alguno. Entrecerró los ojos, concentrándose en el enemigo que tenía ante ella. A pesar de que sabía que se iba a enfrentar a él, no se había esperado encontrarse en esta situación de vulnerabilidad, pero los combates con demonios rara vez eran predecibles.
Los rumores habían llegado a la aldea al día siguiente de que Inuyasha y Miroku salieran a hacer un nuevo exorcismo. Al parecer, un demonio araña estaba atormentando al pueblo vecino desde hacía un par de noches.
Tal y como se lo había descrito el emisario, no se trataba más que de un demonio araña menor, de no más de dos metros de largo, pero de aspecto imponente. Un objetivo relativamente fácil del que encargarse. Y por esa única razón se había aventurado ella sola a resolver el problema.
Inuyasha y Miroku no volverían probablemente hasta dentro de dos o tres días, pero los aldeanos no podían esperar tanto. Las miradas preocupadas de la anciana Kaede y de Sango, que se dedicaba distraídamente a la tarea de calmar al pequeño Hisui, fueron lo último que vio antes de partir. Por alguna razón, sus expresiones de angustia se le habían quedado grabadas a fuego en su mente.
Ahora puede que fueran a convertirse en su último recuerdo.
Un temblor en la tierra la sacó abruptamente de sus cavilaciones. Levantó la mirada hacia el demonio araña, que se encontraba observándola con algo parecido a la anticipación. Desde sus tres metros de altura (estaba claro que el demonio había crecido en los últimos días) emitió un sonido seseante antes de lanzarse al ataque.
Kagome dio un respingo y actuó con rapidez, dirigiéndose hacia la profundidad del bosque que tenía detrás de ella, pero recuperando el arco por el camino. Puede que no tuviera ya sus flechas, pero tal vez le podía encontrar utilidad.
Tenía que pensar en algo. Lo que fuera. Pero no iba a morir allí. Ni hablar.
Corrió con todas sus fuerzas, pero lo que no anticipó fue que el bosque se volviera a abrir para mostrar un claro lo suficientemente amplio para no tener dónde esconderse. Su única opción era dar marcha atrás y volver a guarecerse entre los árboles.
En ese momento lo oyó. Era demasiado tarde. El demonio araña casi la había alcanzado.
Kagome se dio la vuelta con rapidez. Ante todo, tenía que evitar darle la espalda al enemigo. Aferró el arco con fuerza, con la mente funcionando a toda velocidad. Le temblaban levemente las piernas y le ardían las llagas que le habían salido en los brazos, producto del veneno del demonio. No revestían gravedad, por lo que había observado, pero la estaban distrayendo.
Si me necesitas, llámame. Esas palabras resonaron en su mente, en un eco bajo que no sabía de dónde provenía. Se llevó una mano a la unión de su hombro y su cuello, presionando sobre la marca que la conectaba a Inuyasha, mientras retrocedía sin perder de vista a su contrincante.
Sabía que necesitaba ayuda, no podía hacerlo todo sola. Y en las circunstancias en las que se encontraba su necesidad era evidente. Pero Inuyasha estaba lejos. ¿Podría llegar a tiempo?
Independientemente de si llegaba o no, debía intentarlo. Reunió un poco de su poder espiritual en la punta de sus dedos y presionó la marca. Nunca antes lo había hecho, pero algún instinto dentro de ella le decía que esa era la forma en la que debía proceder. Notó una pequeña pulsación. Y nada más.
—Eres mía… —dijo el demonio araña, posicionándose con calma delante de ella. Veía perfectamente que su presa no tenía a dónde ir. Si hacía el más mínimo movimiento, le lanzaría su veneno y la devoraría al instante. La tenía acorralada.
Mientras Kagome retrocedía poco a poco, todavía con el arco aferrado entre sus sudorosas manos, inspeccionaba entre la hierba en busca de alguna ramita caída que pudiera usar como flecha. No había nada parecido. De repente, tropezó con un pequeño desnivel del suelo y cayó hacia atrás, dándose un doloroso golpe contra la tierra.
El demonio araña atacó. Extendió una de sus patas hacia ella y la dirigió hacia su pecho. Apuntaba a una muerte lenta y dolorosa.
En ese instante, Kagome levantó el arco con ambas manos, imbuyéndolo de energía espiritual y creando un escudo en el proceso. Había estado practicando medios de defensa con la ayuda de Kaede, entre ellos la formación de escudos, pero siempre había ensayado en situaciones tranquilas y controladas, donde podía tomarse todo el tiempo del mundo.
En esta ocasión no era así. Notaba su escudo endeble, frágil y los brazos le dolían debido a las heridas causadas. Puede que no fuera a soportarlo mucho tiempo.
Aguanta.
Decidió obedecer a la voz de su interior y redobló sus esfuerzos, incrementando el flujo de poder espiritual. Él llegaría. Siempre lo hacía. Respiró hondo y cerró los ojos.
—¡INUYASHA! —gritó con todas sus fuerzas.
—¡Viento cortante!
El revuelo causado por el ataque removió sus cabellos, pero fueron los brazos que la rodearon como si su vida dependiera de ello, estrechándola en un reconfortante abrazo, los que consiguieron que abriera los ojos. Los restos del demonio araña quedaban ocultos por el cuerpo de su compañero, que parecía no querer dejarla ir. Soltó un gemido cuando la presión de su gesto le provocó un pinchazo de dolor en sus heridas.
—¡Kagome! ¿Estás bien? —Inuyasha la apartó un poco de él, observándola detenidamente—. Estás herida —dijo con un deje de culpa en su voz.
—Estaré bien. Has venido —exhaló débilmente Kagome mientras fijaba la mirada en sus ojos dorados. Hizo una mueca de dolor al intentar moverse y contuvo la respiración por un segundo. Tenía que atender esas heridas.
—Sentí que me llamabas y empecé a correr. Parece que no estaba lejos.
Kagome se lo quedó mirando por un momento.
—¿Lo sentiste? Entonces… ¿funcionó?
Inuyasha la miró con una ceja arqueada.
—Usé la marca, de algún modo al menos. Quise llamarte y no sabía si funcionaría, pero cuando me la hiciste… —se interrumpió, sonrojándose levemente ante el recuerdo. Inuyasha asintió con un idéntico sonrojo, instándola a que continuara—. Bueno, me dijiste que estábamos conectados para siempre. Supuse que, tal vez…
—Debió de ser eso, sí —dijo Inuyasha mientras la levantaba en brazos—. A pesar de que no podía captar tu olor, conocía el camino. Algo dentro de mí me lo decía.
Kagome lo miró, maravillada ante lo que acababan de descubrir.
—Me pregunto si habría alguna forma de que funcionara también para que tú me llamaras a mí —dijo con voz cansada, apoyando la cabeza en su pecho y quedándose dormida casi en cuanto terminó la frase.
Inuyasha se puso en marcha tras esto, atravesando el bosque lo más rápido posible, pero con cuidado de no mover demasiado a Kagome. Tenía que llevarla con Kaede inmediatamente y curarle las heridas que le había provocado el veneno. Pero se quedó pensando en lo último que había mencionado su compañera.
A mí también me gustaría saberlo.
Nota de la autora: No tenía pensado subir esto hoy, pero cuando la inspiración llama a la puerta no le voy a decir que no. Es la primera vez que escribo una escena de este tipo, así que espero que os guste el resultado.
Este capítulo se corresponde con el tema #18 - Llámame si necesitas cualquier cosa del reto Diario de amor... Cien relatos feudales del foro ¡SIÉNTATE!
Muchas gracias por los reviews que recibí en el anterior, me dan muchísimas ganas de seguir con esta pequeña gran locura gracias a ellos. Estaré esperando con ansias los que me dejéis en este.
¡Hasta la próxima!
