Es un catorce de julio muy particular, Francia ha huido de su propia fiesta de cumpleaños. Lo que sin duda extraño a todos los que se dieron cuenta de ello. En Normandía, un hotel tenía en su piscina a gran parte de las naciones en un claro estado de ebriedad, todos ríen, pelean y se ven inmersos en un ambiente alegre, el pastel y los regalos ya han sido entregados, todos se han distraído con la alegría más banal o solo han colapsado por el alcohol.
En este caos, es que Francia con discreción se ha escabullido, aprovechando que Lovino mantiene entretenido a España y que Gilbert parece entusiasmado en competir contra Estados Unidos por ver quién es más fuerte, se aleja del bullicio, deja el hotel y pronto se encuentra solo entre las calles, se aleja y se encamina a la playa. Porque aun siendo quien es necesita un descanso de todo, necesita perderse en su historia pasada y respirar con calma, apartado de todo.
Un cielo estrellado y la brisa del mar le reciben con cariño, pasea un rato hasta que cae rendido en la arena, sonríe para sí y observa esta tierra, ve a lo lejos el Saint Michel, piensa en el niño pequeño que fue algún día, aquel que recorría su tierra con libertad, sin conciencia del tormentoso futuro que el destino le había preparado, aquel que no sabía que conocería el dolor y la pena en todas sus formas.
Al reflexionar sobre los malos momentos sus recuerdos le guían a esa época oscura, donde el sol perdió su luz y la vida se tornó desesperanzada. Fue en Normandía donde desembarcaron hace tantos años para salvarle, intenta imaginar esa visión de miles de barcos ensuciando con su presencia el paisaje tan armonioso, se angustia un poco con la idea de la sangre que indudablemente cayó pero en ese día tan agrio hay un hecho que le hace verlo con cierto aprecio, más allá de haber sido el inicio del fin de una de las guerras más terribles, su niño interior grita emocionado por la tonta idea de que Inglaterra y sus niños se unieran para ayudarle.
Francia sigue divagando entre días crueles y emocionantes del pasado.
En el hotel, alguien ha comenzado a buscarle, se trata de la misma nación que llegó diciendo "Que él claramente no había querido venir a esa estúpida fiesta", dando un montón de excusas ridículas intentando ocultar lo que era obvio y es que sin duda quería estar allí para celebrar a Francia. Inglaterra para sorpresa de todos casi no ha bebido esa noche, lo que podría ser digno de ser celebrado también, hoy el inglés se arregló y se decidió por usar el atuendo más inadecuado para un sitio cercano a la costa, tiene un extraño estilo punk que ha traído expresamente para molestar a su viejo enemigo, Francia.
Recorre el lugar y no le toma mucho saber que el francés se había ido, se ríe un poco en burla al notar que nadie, ni siquiera sus amigos parecen notar la ausencia de Francia pero con su siempre contradictoria personalidad es el primero en notarlo y en preocuparse. Sale, yendo por los pasillos del hotel buscando la cabellera rubia del francés y esperando escuchar su risa grave en algún lado, se detiene al bajar las escaleras y se asegura a sí mismo que le busca porque no había podido darle su regalo, no porque sienta que no vale la pena estar en una fiesta del catorce de julio sin él.
Al caminar piensa que igual Francia se ha ido definitivamente del hotel al no encontrarle en ninguna habitación de los invitados de la fiesta, da vueltas por cada rincón, recorre el hotel de forma obsesiva y hace un millón de interrogatorios a las personas que están en la recepción, obtiene un par de respuestas vagas que le confirman su sospecha, Francis ya no estaba allí. Intenta responder la pregunta que se formula en su mente "¿Por qué desapareces de una fiesta que tú mismo organizaste?, eso no es típico de ti".
Para el infortunio de Inglaterra, es tal vez uno de los pocos en poder encontrar la razón si se detuviera a pensarlo seriamente porque en el fondo le entendía mejor de lo que ninguna otra alma podía en este mundo. Arthur también sale del edificio y camina sin rumbo alguno, no sabe porque vaga, cree que irse a buscar a Francia por toda Normandía era absurdo y de forma traicionera sus pasos le guían al lugar indicado, porque si alguien puede encontrar a Francis sin tener ni idea de donde este, ese es Inglaterra, de igual forma Francia es capaz de saber en qué rincón del extenso mundo Arthur se escondería.
Y en este día no consideraría de locos decir que ambos suelen dejarse señales que saben solo ellos entenderán, ambos suelen llamarse de forma silenciosa y este es un buen resumen de la historia de ambos, con Inglaterra notando los pequeños detalles, fijándose mejor que nadie en lo que Francia intenta ocultar, yendo tras él envuelto en contradicciones y excusas que le ayudan a aligerar su amor tan profundo que le ha dañado y alegrado en proporciones iguales.
Mientras las mareas se mueve con suavidad, Inglaterra ha terminado en esta playa atraído por su propia memoria, este lugar está marcado en lo profundo de su alma y él sabe cómo fue aquel día donde arribo guiado por la desesperación que le dio valor para buscar a Francia en lo que parecía, el fin de su mundo, nunca se hubiera permitido perderlo y solo lo horrible de la guerra opaca ese acto sincero.
Deja sus huellas en la arena blanca, avanza mirando con añoro el mar, viajó por años, lo atravesó y aun le fascina con la misma intensidad, piensa en el pequeño Inglaterra que fue, uno joven e iluso que deseaba con ser el rey del mar, sin saber todo los sacrificios que debía hacer para lograrlo y lo solitario y agobiante que resultaba el poder. Se detiene muy cerca de donde Francia está sentado, por un segundo ninguno se da cuenta de la presencia del otro, son dos espíritus complicados detenidos ante el encanto del mar, con su cabeza sumergida en una larga historia que les persigue aun.
Francia es el primero en salir del estupor y ver a Inglaterra, muchos piensan que fue el inglés al que Francia le detuvo el tiempo pero esa es una gran mentira, pues Francis lo vio primero, lo encontró y se decidió desde el primer instante en que le conoció que nunca lo dejaría.
Siempre en silencio y disimulando el hecho de que cuando está cerca de Arthur olvida que existe algo más que la presencia del inglés es que Francis sonríe y piensa que era cuestión de tiempo para que Inglaterra llegará, no lo había planeado pero era inevitable para ambos terminar en el mismo camino, Arthur como siempre tarda un poco más en descubrir a Francia, porque desde el inicio él era impresionante pero aun así tenía la habilidad para no verlo con claridad, es hasta que el tiempo pasa que le golpea la maravilla que puede contemplar en el francés y eso le roba el aliento, era una sacudida que ponía todo lo que conocía en duda.
Y se dirigió hacia Francia, — ¿Qué demonios haces aquí? —le dijo Inglaterra.
—Yo podría hacerte la misma pregunta —le replicó Francia.
—Tal vez pero no soy yo el bloody idiota que invito a media Europa para celebrar su cumpleaños y huyo del lugar —contesto mientras se acercaba y tomaba asiento a lado de Francia. Este cerró los ojos y con pesadez respondió:
—Necesitaba un descanso.
— ¿Un descanso?, ¿De qué?… aunque tampoco es que me importe mucho —aclaro fingiendo desinterés.
—Mmm…Quería un descanso de la gente —supo de inmediato que Arthur lo veía algo atónito, esas eran palabras inusuales en su boca.
Con su gruesa ceja enarcada Inglaterra le dijo extrañamente comprensivo:
—No me extraña, con los idiotas que había allí… ¿Sabes?, tan pronto vi a América, Prusia y Dinamarca estar juntos, supe que sería una noche horrible —le dio cierta tregua, entendiéndolo, aún así lo golpeo un poco con la realidad y el deber— aunque… ¿Eres consciente de que esto de huir e ignorar a tus amigos te hace un terrible anfitrión?
—No me hace un terrible anfitrión querer un descanso—Arthur lo vio con incredulidad — Créeme nadie se va a quejar sobre esta noche.
—Eso es mentira.
— ¿Quién se va a quejar?
—Yo —contesto seguro el británico.
—Sí…bueno, tú no vales. Tú te quejas de todo, Cher.
Arthur se iba a quejar pero pudo ver que algo en el ánimo de Francis era extraño, así que no dijo nada, dándole el espacio para que hablara.
—A nadie le interesa que no esté allí, llevo horas fuera y ninguno me ha llamado para preguntar por mí, están más interesados en celebrar mi grandiosa fiesta.
—Sera porque no le agradas a nadie.
—No le agrado a nadie… ¿A nadie más que a ti verdad?, porque eres el único que al parecer me necesita para tener una buena noche —le contó sonriendo.
E Inglaterra fue descubierta, balbuceo unas palabras:
—Am…es-eso es porque tú fiesta era aburrida. ¡Y no había nadie que me agradara!, ¡Necesitaba escapar!
Ni un minuto le llevó al francés para sonrojar a Inglaterra, entonces la risa de Francia resonó y fue el último sonido que se escuchó, ambos se sumieron en un silencio reconfortante, no era incómodo ni pesado, era ligero y tierno, como sólo podía serlo cuando existía entre dos naciones que se conocían tan bien como para no necesitar palabras.
Francia quería estar solo, él se había ido de su propio cumpleaños para poder respirar en paz pero tener a Inglaterra a su lado era agradable, lo era también saber que le había buscado, que quería estar con él. Porque tal vez quiso estar solo pero no necesitaba estarlo y no podía conformarse con una compañía insulsa y superficial, necesitaba a su compañero eterno, aquel que le conocía tan bien y podía darle lo que necesitaba, lo que quería y lo que odiaba.
Pasó el rato hasta que Inglaterra se puso nervioso, revisó en los bolsillos de su chaqueta de cuero disimuladamente palpando algo que tan pronto sintió, se puso colorado.
— ¿Qué buscas? —le cuestiono Francia que había visto todos sus movimientos.
— ¡Nada! —le gritó Arthur, poniéndose tenso.
Francis iba a regresar la parsimonia hasta que cierta idea se cruzó en su mente.
—Ahora que lo pienso… no me diste ningún regalo —dijo en voz alta Francia, en tono divertido.
— ¡NO TE HICE NINGÚN REGALO! —se delató Inglaterra tensandose más e incluso alejándose unos pasos.
Francia abrió los ojos con sorpresa y cierto entusiasmo, se acercó al rostro del británico.
— ¡Por supuesto que me has hecho un regalo!, ¿Qué es?
— ¡Yo no hice nada! -se abrazó a sí mismo, cubriendo los bolsillos de su chaqueta. Alejándose más.
—Dame mi regalo —Francis intentó meter su mano en uno de los bolsillos que cubría con sus brazos.
— ¡Noooo! —Arthur seguía alejándose. Hasta que chocó con una piedra, tropezó y terminó recostado en la arena. Francia pronto estaba encima de él, viéndolo con sus grandes ojos azules, dejo de abrazarse preparado para empujarlo pero Francia a corto la distancia entre sus rostros, la respiración de Inglaterra se aceleró, a unos cuantos centímetros…Francia se separó de golpe, se levantó y comenzó a alejarse.
A Inglaterra le tomó unos segundos reaccionar y vio que la pequeña caja que tenía oculta había sido usurpada. Todo cobró sentido, con furia se levantó listo para perseguir a Francis que iba corriendo. Así terminaron persiguiéndose.
Nadie creería que eran dos países que llevaban vivos milenios, que ellos dos habían sufrido en carne propia los puntos más bajos de la humanidad y habían visto la transformación del mundo antiguo hasta llegar a ser el mundo actual, nadie creería eso si les vieras correteandose como dos adolescentes, en un punto Inglaterra logró alcanzarlo y lo abrazó, intentando cargarlo, Francia pataleo y le pegó sin fuerza, en su juego también corrieron en círculos, en cierto momento se involucró el agua de mar como arma para hacer gritar a Francia como una niña pequeña.
Terminaron muy cansados, volvieron a sentarse, Francia protegía la caja con recelo, Inglaterra se rindió:
—No te ilusiones. Es basura.
Francis sacudió la cajita: —No suena como basura, cher.
—Debes saber que terminará en la basura si te descuidas así que haznos un favor y apúrate.
Francia abrió la caja y vio en su interior una cadenita muy fina de oro, era una pulsera que tenía dos flores; una rosa y un lirio. Eran muy pequeñas pero Francia podría distinguirlas incluso en un microscopio.
Se quedó sin habla, a Arthur las inseguridades lo atacaron, no tener respuesta le ponía nervioso, se riño en su mente por comprarle algo que no le gustara, tal vez era demasiado tonto, tal vez era una ridiculez. Le interrumpió la voz del francés:
—Me encanta. De todos los regalos que recibió este sería su preferido. Lo guardará con especial cuidado y lo contemplara en las noches, porque él sí puede ser así de ridículo.
Inglaterra no parecía muy seguro, comiéndose la cabeza con ideas absurdas "Solo lo dice para no hacerme sentir mal", "seguro le parece infantil", Francia lleva siglos conociéndolo para conocer sus expresiones y saber exactamente lo que le cruza por la cabeza aun cuando no ha dicho nada.
—Lo digo en serio —aseguró Francia.
Inglaterra seguía sin estar convencido, así que Francis se decidió a demostrarle lo que pensaba del regalo y lo mucho que lo atesoraba, tomó con sus manos el rostro de Arthur y lo beso. Lo beso con intensidad, queriendo decir en cada movimiento lo que no podía decir con palabras, le decía lo mucho que cada detalle que le dedicaba se volvía en una de sus razones para seguir viviendo, para mirar su historia y sentirse feliz de que en todos los cambios que han sacudido a su tierra han permanecido juntos de una u otra forma.
Con un Inglaterra que no solo ha olvidado sus preocupaciones sino también su nombre y su identidad, ambos se relajan y disfrutan del momento. Un poco vulnerable y recobrando un poco su sentido Arthur le pregunta directamente:
— ¿De verdad te gusto?
—Muchísimo —le dice con sinceridad Francia. Arthur frunció el ceño.
— ¡Demonios!, mi plan ha fallado.
— ¿De qué plan hablas? —ahora era él galo quien le veía con un gesto de duda en su cara.
— Hablo de mi plan para arruinar tu cumpleaños. No tenía que gustarte.
— ¡Ah!, pero eso no es ninguna noticia nueva. Tú nunca podrás arruinar mi cumpleaños, eres demasiado idiota para lograrlo.
—O tal vez soy muy listo porque no te has dado cuenta de que serás abandonado en la playa, en tu cumpleaños —se levantó y fingió quitarse la arena de la ropa.
—Abandóname Kirkland y nunca te lo perdonaré.
-—No puedes obligarme —le saco la lengua, burlándose del francés.
— ¡Sí que puedo!
El malévolo plan de Inglaterra -el que sí había planeado-, funcionó porque de nuevo lo besó con intensidad. Ambos se hipnotizan y puede que rápidamente pierdan ciertas prendas. Francia e Inglaterra se aman en Normandía, se aman con el fervor de las miles de vidas que han tenido.
El océano ha sido testigo de varios de sus momentos, en esta playa como lo han hecho toda su vida se adoran, se besan y se unen, ambos nacieron atados, a sus destinos, a su obsesivo y absorbente amor. El sol los saluda y anuncia el amanecer de otro día, ya no es catorce de julio pero Francia e Inglaterra celebrarán la mañana entera, disfrutando su amor.
