Bueeno, ya llegué = D
Como os anuncié por IF hay drama. Mucho drama.
Y un anunció: CREO y sólo creo, el próximo capítulo será el último. Va a ser un romance rápido, de esos que comienzan con odio, entendimiento, drama y… algo más. Que no diré ahora xD.
3
—¿Qué es ese olor? Huele a algo podrido… Apesta. Oye, es esa niña… ¡Fuera de aquí, bicho!
Sakura despertó con el repentino sonido de algo caerse y una maldición. Con el corazón latiéndole desbocado, se posicionó de un salto sobre el sofá y observó su alrededor. Tardó en comprender dónde se encontraba.
Había pasado la noche en el sofá del mecánico. Sasuke. Después de que la sacara de la cárcel y después de que Hinata decidiera tener un repentino interés por Naruto.
Arreglándose lo mejor que pudo la ropa, caminó descalza hasta el lugar del que había escuchado la palabrota.
Sasuke estaba inclinado en el suelo y frotaba con rabia algo que se había caído. Se acercó de puntillas para ver mejor. Era algo de salsa. La bayeta se impregnaba rápidamente y no recogía más.
—Si no escurres primero lo que coges, lo demás no lo chupará.
Él dio un respingo, maldiciendo de nuevo. Se incorporó y tiró el trapo en el fregadero.
—No me digas que te habías olvidado que estaba aquí.
—Imposible hacerlo —gruñó abriendo el grifo para aclarar la bayeta.
Sakura se acercó más y posó su mano sobre la de él. Logró el cometido. Sasuke soltó el trapo y retrocedió. Ella lo tomó y tras aclararlo y escurrirlo bien, se agachó para recoger mejor la salsa.
Forzarlo a retroceder era mejor que pedirle que la dejara hacerlo. Era capaz de armar un caos en referencia a la parte que faltaba de su anatomía, cuando para nada era su intención.
Cuando se incorporó, volvió a aclarar y dejar el trapo para secar. Él continuaba a su lado, observándola.
—¿Qué?
Después de meditarlo, pareció ser incapaz de ocultarlo más.
—Apestas.
Sakura sintió que palidecía. Retrocedió, olisqueándose. Quizás su olfato continuara atrofiado tras aquel tiempo…
—Pasaste el día de ayer en la cárcel —sopesó él—. Ven.
Luego, le dio la espalda para ir hasta los pies de las escaleras. Dudó. Al fin y al cabo, el día anterior no parecía muy dispuesto a dejarla entrar en sus dominios. En aquel refugio de oscuridad que parecía necesitar más calor y libertad.
—Te dejaré algo de ropa —comenzó a medida que subían los peldaños. Se detuvo en una de las puertas, abriéndola para ella—. Champú y gel. Agua caliente y toallas —indicó.
—Buen resumen —felicitó.
Él ignoró su pulla y cerró tras que entrara. A solas, Sakura se observó en el espejo.
Llevaba la misma ropa, arrugada por dormir sobre ella y probablemente, sucia. Habría deseado no tener que sentarse en aquellos bancos o apoyar la espalda contra la pared.
Su cabello también era un desastre. Su rostro… No era de ponerse mucho maquillaje, pero odiaba cuando sus labios palidecían sin más. A la gente no les gustaba las personas sin color.
Cerró los puños y tomó aire.
—No rompas el espejo.
Dio un respingo. No había escuchado la puerta abrirse. Sasuke la miraba a ella y al espejo, alternadamente.
Se volvió lentamente hacia él.
—¿Se te ha ocurrido que podría haberme quitado algo de ropa?
Él pareció sopesarlo.
—No —reconoció indiferente—. Tampoco es que dejes mucho a la imaginación.
Antes de que ella pudiera protestar le tiró la ropa a la cara y cerró la puerta. Sakura maldijo entre dientes, pero se sentía tan agotada que no quería ni discutir más. Sasuke era osco. Tenías sus razones. Ella también.
Se miró al espejo por última vez y después, abrió el agua caliente.
Se dio cuenta de cuánto necesitaba esa ducha y el calor alivio partes tensas de su cuerpo. Cuando se vistió, descubrió que la ropa que le había prestado eran unas simples calzonas negras y una camiseta gris. En ella, resaltaban las palabras "Voy a patearte si te ríes de mí".
Algo irónico, si lo pensaba.
El olor a comida le cosquilleó la nariz y su estómago gruñó como respuesta.
Sasuke había puesto dos platos en diferentes lugares y algo de leche en vasos. Ya comía cuando entró.
—Gracias por dejarme usar la ducha —murmuró sentándose frente a él—. Realmente la necesitaba.
Él se abstuvo de soltar algo sarcástico, cosa que agradeció. Miró de reojo el reloj en la pared.
—¿Hoy tenéis cerrado?
—No —negó—. Sólo abrimos algo más tarde porque estos días no hay repartos.
—Hum… —asintió. Se metió otra cucharada en la boca y bebió algo de leche—. ¿Por qué mecánico?
Él levantó los ojos de su comida a ella.
—¿Por qué no? Hay coches, necesitan repararse.
No esperaba esa clase de respuesta.
—Sí, pero…
—Es como preguntarle a alguien por qué ser médico.
—Hay muchas posibilidades diferentes para querer una profesión —objetó—. La libertad de elegir, por ejemplo. No todos tienen esa suerte.
Bajó la mirada hasta su comida.
—Necesito ir en busca de Hinata.
—Naruto la llevará al taller.
Levantó los ojos para mirarle.
—¿Has hablado con él?
Asintió mientras bebía. Al dejar el vaso, algo de leche quedó sobre su labio. Casi riendo, extendió la mano. Al igual que hacía para Hinata, un gesto tan inocente, repentinamente, se convirtió en algo incómodo y cálido.
Él se quedó estático, entre la sorpresa y la incertidumbre. Cuando ella fue a chuparse el dedo, la atrapó, deteniéndola.
—Ah, perdón —se disculpó—. Es algo que siempre hago con Hinata, así que sin darme cuenta lo hice inconscientemente.
Él la soltó lentamente.
—No lo hagas con cualquiera —recomendó. Se incorporó y metió los platos en el fregadero—. Iré a ducharme.
La dejó sola, de nuevo, con sus pensamientos. Ese día era una de esos días malos en los que su mente divagaba hacia atrás en el pasado. En los que deseaba gritar y que el mundo se acabara.
Generalmente, cuando llegaban solía acurrucarse en la cama, con Hinata a su espalda.
Esa vez no podía. Se sentía asfixiada.
Caminó en círculos por la cocina, se detuvo para fregar los platos. No sirvió de nada. Volvió sobre sus pasos, salió al salón. Dobló la ropa que usó, se colocó los zapatos. Dio más vueltas. Empezaba a dificultársele respirar.
—Oye.
Se detuvo, mirándole. Un extraño ruido escapó de su garganta y, después, llegó la oscuridad.
.
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Se desmayó. De golpe. Sin darle tiempo a reaccionar o llegar hasta ella. Dio de bruces contra el suelo. Cuando llegó a su altura, el terror se había anidado en su estómago.
—No te atrevas a morirte en mi salón, condenada mujer.
La zarandeó bruscamente, inclinándose. Apenas respiraba.
Maldiciendo, empezó a echar mano al móvil cuando llamaron a la puerta.
—¡Está abierto! —gruñó.
—¡Ey, Teme! —saludó la chirriante voz de Naruto.
Sasuke levantó la cabeza por encima del sofá. Tanto Naruto como la chica pija entraban por la puerta.
—¿Qué ocurre? —exclamó el primero.
—Le ha dado algo —respondió.
Entonces, Hinata se abrió paso hasta ellos, arrodillándose a su lado.
—¡Sakura! —exclamó zarandeándola con fuerza—. ¡Sakura! No te he dado permiso para morirte. ¿Me oyes?
Sasuke deseó zarandearla a ella.
¿Quién cojones pedía permiso para morir? La muerte te llegaba como una bofetada, de golpe.
—Llamaré a una ambulancia.
—No —negó Hinata convencida—. Se le pasará.
Sasuke miró a Naruto y éste, como si notara la amenaza, se interpuso entre ellos.
—Hinata, es mejor que…
Pero antes de que terminase la frase, Sakura se sacudió, sentándose ágilmente y llevándose una mano a la cabeza.
—¿Veis? Os dije que volvería. Sólo se desconecta por un momento y luego regresa —explicó convencida Hinata.
¿Es que esa niña vivía en un mundo de hadas?
—¿De qué coño va eso? —preguntó—. No es un robot.
Ella le miró como si acabara de ofenderla muchísimo. Y le importó menos que si le hubiese enseñado las tetas.
—¿Realmente te riega el cerebro?
—¡Sasuke! —exclamó Naruto empujándolo.
—¡No me jodas con que no te das cuenta! —acusó a su vez.
Naruto negó con la cabeza.
—Sakura tiene ataques de pánico desde que era niña. Empieza con sentirse enjaulada, respiración dificultosa, palidez, temblores y termina por desmayarse. A los pocos minutos se despierta, pasándosele. Le sucede desde siempre, así que sé lo que es —explicó Hinata con suma tranquilidad.
Sasuke rechinó los dientes. Esa indiferencia le irritaba.
—Un ataque de esos podría matarla también —recalcó.
—No, si no piensas en ello —aseveró Hinata mirándole con determinación.
Sasuke deseó reírse en su cara. Sólo alcanzó a mandarla a la mierda y alejarse. Furioso con su poca preocupación con la muerte. Perder a alguien querido era duro. Muy duro. Era algo que arrastrabas siempre contigo. La gente solía decir que se superaba. Era mentira. Si realmente se hiciera, no existirían los recuerdos.
Cogió las llaves de su coche y caminó hacia él. No había terminado de subirse cuando sintió que llamaban al cristal. Al bajarlo, Sakura estaba a su lado. Tenía el rostro pálido, los labios sin color y los ojos le brillaban.
—Estoy bien —le aseguró.
—No lo parece.
—Lo sé —confirmó—. Lo siento. Y gracias.
No supo bien qué decir.
—Tu amiga está como una puta cabra —dijo al fin—. Podrías haber muerto.
Sakura esbozó una sonrisa ladeada de cansancio.
—Hinata es Hinata de la forma en que es.
Se frotó el ceño, frustrado.
—Lo que quieras.
Subió la ventanilla y arrancó.
No iba a preocuparse por niñas mimadas y estúpidas.
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—¿No ibais a ir al taller directamente?
Sakura se encontraba algo mejor, sentada en la parte trasera del coche de Naruto en dirección al taller. Tras comer algo de chocolate que Naruto fuera a comprar y tranquilizarse al ver que Hinata estaba segura, volvía a sentirse ella misma.
—Sí, pero Hinata dijo que presentía que algo iba mal y decidimos cambiar de planes —respondió Naruto sin apartar la mirada de la carretera.
—Sí —confirmó Hinata mirándola desde su lugar—. Además, quería contarte que ya no soy virgen.
Naruto frenó de golpe, con las orejas coloradas. El rubor se le contagió a Hinata, pero parecía feliz. Maravillada más bien.
—¡Creo que…! —balbuceó Naruto—. Bueno, eso no… debería de…
—Cierra la boca y conduce, anda —le ordenó, suspirando—. Al final, Sasuke tenía razón. ¿Por qué no me dijiste nada?
—Porque sé que te habrías enfadado de decirte cuales eran mis intenciones —reflexionó Hinata—. Y también pensé que, si pasabas tiempo con él, podríais comprenderos mejor.
Se cruzó de brazos pensativa. Hinata siempre había sido muy sincera con ella, así que escuchar esas palabras no era tan extraño para ella. Quizás para Naruto sí, que habría esperado que esa charla se tuviera en otro momento y no delante de él, como el resto de mujeres.
Pero ellas no tenían de esa oportunidad como las demás.
—No sé por qué deberíamos de hacer algo así —murmuró enfurruñada.
—Porque los dos os parecéis mucho —opinó Hinata—. Al menos, esa es la impresión que me da.
Sakura no estaba convencida de eso. ¿Parecerse? ¿En qué podrían hacerlo?
Sasuke había conocido el calor de una familia antes de perderla. Ella la perdió antes de sentir el calor.
—¿Por qué no le cuentas tu pasado, Sakura? —preguntó Hinata mientras aparcaban—. No, es más, hazlo.
—¿Es una orden? —preguntó perpleja.
Hinata le sonrió dulcemente.
—Es una orden.
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Sasuke los vio dispersarse a medida que entraban en el garaje. Naruto y Hinata se dirigieron hasta la garita, donde el aire acondicionado ya empezaba a disipar el calor del día. El verano era realmente húmedo en Konoha.
Sakura se dirigió hacia él.
Parecía más fresca. Ya no estaba pálida y el color llegaba a sus labios de forma natural. Por supuesto, no había maquillaje en su casa y dudaba que su amiga le hubiera llevado algo en el bolso.
Se acomodó en el carrito, dispuesto a meterse bajo el coche y no inmiscuirse más con ellas. Sakura se detuvo a su lado, arrodillándose. Al inclinar un poco su cuerpo, pudo ver la punta de sus cabellos caer por su costado.
—¿Podemos hablar? —preguntó.
Era un tono suave, delicado, como si buscara crear algo de paz entre ellos.
—Estoy trabajando —respondió.
—Lo sé —dijo—. Tengo ojos en la cara y puedo verlo. Mi pregunta es seria. ¿Podemos?
Suspiró, empujándose de los tobillos para salir de debajo del coche y mirarla.
—Tienes cinco minutos —advirtió—. Y no voy a llevarte a una garita cómoda y fresca.
—No me importa —descartó ella.
Esperó a que él se levantara y después, le siguió a la trastienda. Estarían a solas un buen rato. Naruto era el que solía encargarse del historial y cuantas más oportunidades de escaquearse existieran, más feliz sería de hacerlo.
Cerró la puerta con el pie cuando entró y esperó la mueca de asco que remarcara su poca facilidad para adecuarse a entornos grasientos. Pero no llegó.
Al contrario, le miró directamente a los ojos y se apoyó contra una de las tiras de ruedas apiladas.
—Sé que no comprendes a Hinata, pero quizás es porque tampoco me comprendes a mí. Realmente no suelo hacer esto de la noche a la mañana con un desconocido, pero… he de hacerlo.
Sasuke enarcó una ceja, esperando.
—¿Quieres saber por qué me irrita tanto que me digas que soy una señorita? —preguntó. Él no respondió, por supuesto—. Porque no lo soy.
Emitió un gruñido sarcástico.
—Sí, ya.
—Lo digo de verdad —gesticuló ella—. No soy una niña rica. Soy una niña de la calle. Perdí a mi familia cuando tenía cinco años. Viví entre los cubos de basura, apestando y comiendo la basura que los ricos tiraban. La gente no se acercaba a mí, me despreciaban y recordaban lo horrible que era.
Su voz se cortó a medida que los recuerdos parecían pasar por su memoria.
—No sabía hablar. No pronunciaba bien. Entendía lo que me decían pero no había forma de expresarme. Cuando me encontraron, tenía nueve años. Me recogieron en un orfanato donde el padre de Hinata me encontró. Por algún motivo le gusté. Le advirtieron que yo era una salvaje. "Una perra mordedora" —citó encogiéndose de hombros—. A él le pareció bien.
Levantó el mentón, con el gesto tenso.
—Odié cada momento que tuve que pasar para que me "arreglaran" para la persona a la que yo debía de proteger. Me educaron en artes de defensa. Sé disparar, matar a una persona con las manos. Conozco todo tipo de venenos y sus antídotos. Sé hablar más de siete idiomas. A cambio, sólo tenía que recibir un balazo o lo que fuera por Hinata. Hinata es realmente la niña buena, la que tenía todo. ¿Qué pasó? —preguntó frotándose los brazos—. Que en lugar de tratarme como una sirvienta me acogió como su mejor amiga. Me cuidó, me vistió, me dio de comer cuando yo no quería…
—Como si fueras una muñeca.
—Algo así, sí —confirmó encogiéndose de hombros—. Ella odia que piense en ella como mi ama, pero a veces hace uso de su poder sobre mí. Se rebela a mis intentos de cuidarla y protegerla y hasta hace cosas inesperadas como la de anoche. A lo que, por cierto, tenías razón.
Sasuke esbozó una torcida sonrisa de superioridad.
Por supuesto que tenía razón. A esa mujer se le notaba desde el principio el interés por Naruto, la parte mágica de descubrir algo nuevo y picante que no le importaría pisotear después.
—Todo eso, dejó secuelas en mí. No excusan mi comportamiento y no quiero que lo haga. Hablo de lo que ha ocurrido hoy en tu casa. Desde niña me ocurre. Me han tratado los mejores médicos gracias a Hinata y todos dieron el mismo resultado. Sé que cuando habla Hinata parece estar en otro mundo y a veces es así. Ella ve todo de una forma diferente a los demás. Y debo dejarla que siga así.
—¿Es una orden? —preguntó incrédulo.
Ella negó con la cabeza.
—Es una petición personal de mí misma.
—¿Por qué?
Sakura abrió la boca, la cerró. Sonrió.
—Porque la amo demasiado.
Presintió que no mentía, pero que también había algo que no le contaba.
—¿Y bien? ¿De qué sirve contarme esto? —preguntó cruzándose de brazos—. Si es para que la trague…
—No —negó—. No puedo obligar a nadie a entender o amar a Hinata del mismo modo que yo. Eso es claro.
—¿Entonces?
—Entonces… —Suspiró—. No lo sé. Supongo que esperaba algo. Algo de ti. Pensé que podríamos comprendernos de alguna forma. Conectar.
Sasuke se tensó, incómodo.
—¿Por qué?
—Porque ambos estamos sumergidos en la misma soledad.
Él entrecerró los ojos, sopesando los motivos de sus palabras. Podría haber deducido muchas de su hogar.
—Sasuke —nombró—. ¿Cómo perdiste el brazo?
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Sakura no necesitó palabras para entender que su pregunta le incomodaba y sorprendía por igual. Ella le había abierto su corazón más allá de la orden establecida por Hinata. No es que él debiera de darle un tributo por ello, pero esperaba que el momento fuera lo suficientemente tierno como para invitarlo a abrirse.
Le dio su espacio, sin presiones. Él la había escuchado y hecho las preguntas que consideraba pertinentes. Ella podía hacer lo mismo.
Especialmente, porque ya conocía lo sucedido.
—Tenía diecisiete años cuando lo perdí —respondió al final. Su rostro tenso y su mirada perdida en el pasado—. Era un crío que creía que era capaz de conducir bien.
—Tan joven… —farfulló. Él asintió con la cabeza.
—Mi cuñada se puso de parto. Fue un embarazo complicado, así que mi hermano iba detrás con ella, ayudándola. Yo al volante.
Su voz era tensa, dolorosa. Demostraba que jamás podría olvidarse de ese pasado. De esa noche.
Se llevó la mano hasta el rostro.
—No lo vi —susurró—. No alcancé a ver al otro conductor.
Sakura ahogó un sollozo. Podía imaginárselo. El escenario del accidente. El coche chocando contra el otro. Los cuerpos.
Tuvo que retenerse para no acercarse a él y tocarle. Sasuke bien podría rechazarla o encerrarse nuevamente en él. No era lo que quería.
—Fuiste el único que sobrevivió.
—Sí —confirmó y movió el brazo amputado—. A cambio de mucho más que un brazo.
—Sí… —musitó pensativa y comprensiva.
Era agradable, por un momento, no estar tirándose los pelos uno al otro. Aunque ninguno de los dos debería de fustigar al otro usando su pasado como excusa, compartirlo quizás aliviase un poco más la tensión entre ellos.
Unos golpes en la puerta tímidamente los desconectó. Sasuke gruñó y miró hacia la puerta a la par que se abría.
—¿Estáis presentables? —preguntó Naruto.
—¿Por qué no íbamos a estarlo? —cuestionó Sasuke incorporándose.
Naruto se asomó y Hinata apareció poco después, sonriente.
—Bueno, lleváis mucho tiempo aquí. Tanto que pensábamos que os habíais matado uno al otro o que estabais… ya sabes.
Sasuke y ella se miraron, incrédulos.
—¿Qué? —preguntaron a la par.
—Teniendo sexo —respondió Hinata adorablemente. Como quien dice que va a llover pese a que sus mejillas estaban enrojecidas y desvió la mirada hacia otra parte.
—¿Por qué diablos iba a acostarme con ella? —espetó Sasuke levantando una ceja.
—¿Perdona? —cuestionó llevándose las manos a la cintura.
—Lo que has oído —puntualizó—. Yo no me acuesto con clientas. Eso lo hace él —remarcó señalando con el pulgar a Naruto.
—¡Oye! —protestó Naruto escandalizado—. No me metas en tus asuntos.
Sakura levantó una mano para acallarlo, irritada.
—¿Qué problema tienes de que sea tu clienta?
—Que luego querrás un descuento por un poco de sexo —respondió sin tapujos—. No vale la pena unos segundos de placer por una alternadora que vale más de ochocientos pavos.
Sakura empezaba a desprenderse de la empatía que había sentido por él. Sasuke volvía a ser el mismo descarado y grosero mecánico que conoció.
—En realidad —intervino Hinata levantando la mano—. Tu clienta soy yo.
Los tres se quedaron en silencio mientras la observaban.
—El coche es mío y las reparaciones serán pagadas por mi dinero, no el de ella. Así que técnicamente, Sakura no es tu clienta.
Naruto la tomó del mentón para que le mirase.
—¿Eso es que Sasuke puede comerse a Sakura de quererlo?
—Sí —confirmó Hinata—. De querer ambos.
Pestañeo, para asegurarse de que él la entendiera.
—Pues ahora soy yo la que no quiere —intervino, furiosa—. ¡Pensar que las personas vamos a hacer algo así! ¡Eres un… un… idiota!
Empujó a Naruto a un lado y aferró la mano de Hinata. Necesitaba salir de ahí o realmente terminaría por estamparle algo en la cara. ¿Un tubo de escape? ¿Quizás esa alternadora de la que hablaba? ¡Dios, era irritante!
Sexy, el jodido, pero irritante.
—Sakura —nombró Hinata repentinamente.
Ella la miró.
—¿Qué ocurre?
Hinata sonrió levemente.
—Creo que… tenemos menos tiempo del que pensaba —jadeó.
Sakura agrandó los ojos, tembló. Maldijo entre dientes y la abrazó.
—¿Lo sabes?
Hinata asintió, abrazándola.
—Lo sé. ¿Puedo quedarme con Naruto?
—¡Es una locura! —aseveró. Sentía el llanto en la garganta—. ¿Es una orden? Una orden que me impida llevarte a…
Hinata cerró los ojos, rodeándola con los brazos.
—Lo es. Es una orden.
Sakura suspiró, se apartó de ella y asintió. Buscó con la mirada al susodicho, que salía del almacén gritando a Sasuke, quien lo ignoraba metiéndose un dedo en el oído. Ambos se detuvieron a verlas.
—¿Ocurre algo? —preguntó Naruto avanzando hasta ellas.
—¿Qué tipo de trabajo haces aquí? —preguntó.
Naruto dudó.
—El vago.
—¡Sasuke! —protestó Naruto avergonzado—. No es cierto. Me encargo más del papeleo que de los coches. Aunque suelo meterme bajo ellos muchas veces. Estos días estoy más con los papeles. ¿Por qué?
—Porque yo haré tu trabajo —se ofreció—. A cambio, por favor. Cuida de Hinata.
Naruto pareció dudar, pero Hinata avanzó hasta sostenerle de la mano.
—¿No quieres? —preguntó inclinándose tímidamente.
Bonitas las armas de una mujer hermosa. Naruto era hombre de carne débil, así que no tardó en asentir repetidas veces.
—Bien. Entonces. Yo me encargaré de tus tareas.
Sasuke se cruzó de brazos.
—¿Y yo no tengo nada que decir? —preguntó.
—No —negó tocándose el ceño—. Por una vez en tu vida, no digas nada.
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.
Después de aquella extraña situación, Sakura estuvo encargándose de las tareas de Naruto. Mucho mejor incluso que el mismo. Aunque sus trabajadores no estaban cómodos con ella por allí después de lo ocurrido, de alguna forma, durante esa semana, ella se ganó su confianza.
Mientras, él se enfocaba en arreglar su coche, a espera de las piezas que llegaron durante ese tiempo. El día en que iba a informarla de que finalmente podría sacar su condenado trasero del lugar, se la encontró abrazándose a sí misma en la garita, y estremeciéndose en sollozos.
—Todavía no he abierto la boca —le dijo. Más en un intento de bromear que en otra cosa.
Ella le miró con esos grandes ojos verdes suyos llenos de lágrimas. Su labio inferior temblaba.
—¿Podrías, por una vez, permitir que te abrazara? —preguntó casi en un hilo de voz.
Sasuke podía ser un capullo, lo reconocía, pero en ese momento era completamente consciente de que la debilidad que sentía era verdadera.
Caminó los pocos pasos que los separaban y extendió su brazo para invitarla. Sakura se acurrucó contra él. No le importó la grasa, ni que oliera a sudor o que pudiera mancharla. Incluso tomó su mano para invitarle a tocarla.
La posó sobre su espalda, hasta que sintió la suavidad de su piel contra sus dedos ante la falta de ropa. Esa condenada mujer continuaba llevando cosas que exponían más que invitaban a imaginar. Subió por su espalda hasta sus hombros y la dejó ahí.
Sakura lloró durante un buen rato. No estaba seguro de cuánto tiempo fue.
El suficiente para que su perfume le llenara la nariz, para que su cuerpo recordara que estaba vivo o que ella era más mujer de lo que él quería admitir.
Cuando se apartó, ella se echó hacia atrás el cabello que se había soltado del agarre de la goma, que estaba enredado en la cremallera del mono.
Lo desató mientras le permitía un poco de intimidad para recomponerse. Después se lo entregó.
—Gracias —dijo—. Por esto y por lo otro. Sé que te cuesta acercarte a las mujeres, así que… —Sin terminar la frase, se encogió de hombros—. Como sea.
—¿Qué ha pasado?
Ella le miró.
—Ninguno de los chicos me ha hecho nada —aseguró.
—Me imaginó.
Porque de ser así, seguro que alguno de ellos tenía una mano o brazo roto.
—Es la fecha —dijo mirando el calendario—. El coche está listo. ¿Verdad?
—Sí —confirmó mirando el día que estaba señalado—. Ya está arreglado. Podrá ir a donde quieras y si lo conservas bien, pasará tiempo antes de que tengáis que parar en otro mecánico.
Sakura asintió lentamente. El labio inferior le temblaba.
—¿Tanto odias la idea de irte? —preguntó. La verdad, parecía cómoda trabajando ahí y no se habían peleado tanto como esperaba. Más bien, cada uno solía estar centrado en su trabajo y únicamente hablaban de trabajo.
Ella pestañeo al mirarle.
—Odio que el tiempo pase, sí —simplificó—. Voy a ingresar el dinero en la cuenta y haré la factura.
Caminó hasta el escritorio, pero antes de se sentara, la tomó de la mano, deteniéndola.
—¿Por qué no dejas los juegos y me hablas claro?
Ella se lamió los labios.
—¿Has pensado que quizás sea duro para mí?
—Sí.
Sakura frunció las cejas.
—Si te preguntará por qué vives solo en una casa que te crea dolor, seguramente te enfadarías porque metiera el dedo en la llaga. Pues…
—Es lo único que me queda de ellos —interrumpió. El corazón se le hizo un nudo—. De mi hermano y su familia.
Ella abrió la boca con sorpresa. Seguramente, no esperaba que él diera algo a cambio de respuestas.
—Aferrarte a un recuerdo no te traerá felicidad, Sasuke —le dijo. Aunque su voz fuera amable, entendía que la realidad estaba ahí—. Vivir tu vida es lo que te hará feliz. Puede que en un futuro puedas dejar que alguien camine por ese lugar sin que te miedo a que lo manche con su presencia, pero no puedes clausurarte en él.
Cerró los ojos y esbozó una escueta sonrisa.
—¿Estás intentando evadir el tema?
—No, claro que no —negó avergonzada por ser descubierta—. Vale, sí —reconoció—. Es doloroso. Doy consejos como si fuera una experta, pero no lo soy. Y me da miedo. Muchísimo. Lo tuyo fue inesperado. Lo mío no.
—Perder a tus padres tampoco fue algo que esperases que sucediera cuando eras una niña.
Ella extendió su boca en una mueca semejante a una sonrisa.
—Hace tiempo que me hice a la idea de que perdí a mis padres.
Finalmente, se sentó y empezó a teclear frente al ordenador. Sasuke pensó que era una forma amable de indicar que la conversación se había terminado, hasta que escuchó el coche de Naruto entrar en el parking privado. Por la forma en que sonaba, Naruto estaba de mal humor.
Sakura suspiró y le tomó de la mano, entregándole las llaves.
—Te juro que no he hecho ningún tipo de copia. Tampoco he pirateado tus cuentas ni nada. Está todo como debería y en orden. Eso es todo.
Sasuke no comprendía qué estaba sucediendo.
Sakura le rodeó al mismo tiempo que Naruto entraba en la garita, furioso.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó.
Pero Naruto lo ignoró. Tenía tal enfado que era incapaz de coordinar correctamente.
—Bájales su coche y que se larguen —le ladró.
Sasuke hizo lo que pidió. Sakura y Hinata casi estaban cabeza con cabeza. La segunda sonreía en una mueca tirante. Naruto las miraba desde la garita con desprecio, algo que jamás esperó de él. Generalmente, Naruto era la persona buena y amable que encandilaba a todos con el buen corazón que tenía. Él era el oscuro.
Sakura aceptó las llaves cuando se las dio. Se demoró un instante en mirarle, como si estuviera suplicándole algo que no terminaba de entender.
Cuando subió al asiento del conductor y él se apartó, Hinata se acercó a ella.
—Por favor, perdona esto—le dijo. Luego, lo besó en los labios para su sorpresa y la maldición que soltó Naruto.
Las vio alejarse sin comprender nada. Naruto no abrió la boca.
No volvió a nombrar a Hinata.
—Eran clientas —le dijo acercándose a él—. Ya sabes lo que pasa con ellas.
Naruto sólo le miró un momento, con los ojos anegados de lágrimas.
El dolor de su compañero empañó la poca fe que pudiera tener hacia ellas.
Definitivamente, esa mujer, la odiaba.
Continuará…
Que conste que yo avisé =) Veremos si el próximo es el desenlace o no =)
Recuerden que pueden dejarme sus preguntas y demás por si acaso se me olvida algo de responder xD.
¡Nos leemos!
