Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Peligrosamente, tú
.
Estacioné frente a la casa.
Apagué el motor de mi auto quedándome dentro de la cabina, sin ánimos de bajar cuando vi aparcado el coche de Tanya.
Exhalé echando mi cabeza hacia atrás y pasé con desesperación una mano por mi pelo.
Era demasiado tarde para arrepentirme. Demasiado.
Había aceptado su propuesta de alquilar un vientre para tener un hijo, ¿en qué estaba pensando?
Golpeé el volante con mi puño.
Era una tontería.
Yo no amaba a Tanya, la había dejado de querer en algún momento de nuestras vidas, no sabía exactamente cuándo. Quizá sus malditos celos enfermizos me tenían tan hostigado, exhausto y enfadado.
¿Por qué tuve que aceptar? Me recrimine una y otra vez.
Demonios.
Llenando mi cuerpo de paciencia bajé del auto y me encaminé a la entrada.
— ¡Estoy en casa! —anuncié sin detenerme y subí las escaleras de tres en tres y entré a mi habitación.
Escuché unos murmullos y después el repiqueteo de sus zapatos aproximarse a la habitación.
Me despoje de mi saco y lo colgué en el perchero.
— Cariño —Tanya entró con su hediondo olor a cigarro. Detestaba que fumara dentro de casa, muchas de nuestras discusiones siempre iniciaban sobre ello—. ¿Qué haces aquí?
Resoplé y me senté en el borde de la cama.
— Esta es mi casa ¿no?
No dijo nada, tan solo se acercó de manera despreocupada al perchero y empezó a acariciar el saco. Sabía que lo hacía para oler algún perfume de otra mujer entre mi ropa.
— Sí cariño —respondió melosa al darse cuenta que mi saco estaba libre de olores de mujer; se acercó a la cama para tumbarse al lado mío, en cambio yo fui más rápido y me incorporé. Ella bufó—. Me refiero a que dijiste que estarías fuera por algunos meses porque empezabas un gran proyecto en Nueva York ¿qué ocurrió cariño?
— Se canceló.
Tanya se sentó de inmediato. Tenía el ceño fruncido y sus ojos me miraban preocupados.
— ¿Qué dices? —se puso de pie quedando frente a mí y se cruzó de brazos— ¿por qué?
Solo me encogí de hombros restando importancia.
— Al parecer surgió un inconveniente, creo que la productora que tenía, decidió no apoyar el proyecto, simplemente no sé pudieron costear los gastos. No me quedó más que regresar, aunque parece que no es de tu agrado.
— No es eso —articuló sin ganas, comenzando a caminar por toda la habitación—. Es que… se me olvidó decirte que la subrogación está hecha y me traje a la chica a vivir con nosotros.
— ¿¡Se te olvidó!? —vociferé irónico—, sin más, ¿se te olvidó decirme que seremos padres? —la enfrenté—. Mínimo merecía un maldito mensaje de texto. Te dije varias veces que debíamos esperar un tiempo, pero no, hiciste otra vez lo que te dio la gana, como siempre.
— Entonces tuviste la brillante idea de meter a una extraña —proseguí escupiendo—. ¿Crees que un hijo vendrá a arreglar lo que está roto? Nosotros tenemos tiempo estando mal, Tanya, ya no estamos funcionando como pareja y tú lo sabes.
— Lo sé —sollozó— pero verás que un hijo nos traerá la felicidad que necesitamos, seremos muy felices, Edward.
Me abrazó. Sentí tanto asco al tenerla pegada a mi cuerpo, su olor a cigarro era nauseabundo.
Negándome a regresar su abrazo, me quedé inmóvil.
Era un maldito cobarde que nunca iba a tener el valor de dejarla, ella gobernaba mi vida a su antojo y yo era más que un pobre imbécil que sólo sabía decir sí.
— Vamos a darnos una oportunidad —susurró, apoyando su cabeza en mi hombro— nuestro bebé nos hará completamente felices. ¿Qué te gustaría que fuera? —cambió de tema y mostró su voz más animada— prefiero un niño para que sea igual a ti —terminó por decir.
No me había dado suficiente tiempo para meditar la posibilidad de tener un hijo. ¿Qué podría esperar un pequeño de mí? De hecho mi cerebro aún seguía sin procesar que pronto sería padre.
Una completa locura.
Y ya era demasiado tarde para arrepentirme.
― Tanya, quedamos en esperar ―murmuré―. Prometiste que nos íbamos a tomar un tiempo antes de hablar sobre la subrogación, ¿por qué lo hiciste?
Se alejó de mí y empezó de nuevo su recorrido en círculos por la estancia de nuestra habitación, de vez en cuando pasaba nerviosa la palma de su mano por la melena rubia y opaca.
De pronto sus iris azules estaban en mí, me miró al punto del llanto.
― ¿Me quieres dejar? ―inquirió― ¿quieres abandonarme con un hijo tuyo?
Tiré levemente de mi pelo.
― Deja de usar tus chantajes ―pedí―, de quererme convencer a cada paso que haga lo que tú dispongas.
― No entiendo tu enfado, Edward. Estuvimos juntos en el proceso de fecundación de embriones, ¿qué cambió para que no quieras seguir con el proceso?
― Después de ello quedamos en esperar. Eres tú quien no cumplió su palabra.
Enfadada se subió a la cama y se cubrió con el edredón. Por mi parte decidí salir de la habitación e ir al estudio en la tercera planta; mi refugio siempre sería mi guitarra. Estuve tentado a tocar y tan solo me mantuve expectante, en espera de algo y no sabía exactamente qué.
Caminé entre los diferentes aparatos de música, acaricié los sintetizadores con la punta de mis dedos y abrí mi laptop.
Sabía que podían pasar horas, inclusive podría estar días enteros en este lugar y yo no sería capaz de medir el tiempo.
.
Cansado de mi vista froté la punta del índice y el pulgar sobre mis párpados.
Había estado digitalizando nueva música para un comercial. Cansado y con hambre salí de la habitación y fui en busca de alimentos, me detuve en seco al ver a Tanya en la entrada de la cocina vestida en una bata color negro, descalza y despeinada.
¿Qué le pasa a esta mujer?
― Cariño ―canturreó con evidente emoción―. Ella es Bella, la chica que nos rentó su vientre.
Había una mujer joven en la cocina, tal vez de algunos veinte años con una melena larga y castaña. Al verme se quedó paralizada por algunos segundos, parecía a punto de caer porque se agarró con fuerza de la isla mientras yo no podía quitar mis ojos de ella.
― Bella ―mencionó Tanya con un atisbo de emoción en su voz, se prendió de mi brazo― él es mi esposo, Edward Masen.
Solo sonríe sin ganas.
― ¿Bella? ―susurré repitiendo el nombre de la chica, me recordaba a alguien― tú rostro se me hace conocido.
― Debe ser ―intervino Tanya― Bella y tú, estuvieron en el mismo orfanato.
― Tan ―reprendí, detestaba que hablara de mí con desconocidos―. Sabes bien que no me gusta hablar de mi pasado. Para mí esa parte está muerta y enterrada.
Ella sonrió complacida mientras la chica frente a nosotros parecía querer aniquilarnos con la sola mirada.
Tenía sus manos hechas puños y su barbilla en alto mirándonos con tanta furia. Resultaba hasta ridículo que una una chica tan menuda fuera tan agresiva. En cambio, ella lo era.
Sonreí a mis adentros porque hace años, muchos, había conocido a una niña igual.
La chica se rió de pronto y se cruzó de brazos.
― ¿Tanto tiempo te llevó planear esto? ―argumentó―. No cabe duda que eres una maldita perra y tú un imbécil ―vociferó con tanta rabia― convertiste a Edward en tu amante desde que tenía quince años y no conforme con eso, lo sacaste del orfanato para quedártelo ―rió― y hoy, estoy aquí, embarazada de un hijo de los dos.
¿No podía ser? Ella era…
― ¿Isabella Marie? ―me atreví a preguntar.
Los recuerdos en mi cabeza llegaron de golpe. Era ella, mi pequeña amiga de la infancia.
― Estás malinterpretando todo ―dijo Tanya―. Edward y yo nos enamoramos y por ello decidimos casarnos, no entiendo en qué te afecta a ti, Bella.
Miré a Tanya sin tener el valor de objetar.
Tal vez mucho de lo que dijo era verdad, sin embargo había que agregar también que cuando tenía quince años ella me empezó a seducir y fue en ese momento que confundí todo, porque me ilusione en tener mujer.
Me dejé arrastrar por la pasión y el sexo desde ese tiempo, que a mis dieciocho lo único que necesitaba era tenerla siempre en mi cama. Una vez que empezamos a compartir lecho para mí era satisfactorio tenerla en mis brazos, quizá me enamoré a tal grado que a mis veintiún años acepté llevar nuestra relación a otro nivel, no sé, tal vez encandilado por todo lo que me daba.
Porque debía admitir que fue Tanya quien pagó el Conservatorio de música en donde estudié, Juilliard. Pero fueron mis propios méritos por quien gradué y era gracias a mi talento que estaba catalogado como uno de los mejores productores de la industria.
— Edward —la voz de Tanya me hizo salir de mis pensamientos. Parpadeé, aún aturdido—. No dejes que se vaya, ¡detenla!
— ¿Qué quieres que haga? Sabes bien lo impulsiva que siempre ha sido.
Tanya murmuró algo ininteligible antes de salir a toda prisa tras Isabella Marie. Y yo fui tras de ellas.
En la amplia estancia de la entrada ambas discutían acaloradas. Era la primera vez que Tanya parecía contenerse porque incluso su rostro estaba por estallar de cólera, aún así se mantenía serena y suplicante para que Isabella Marie se quedara. Una vez esta última aceptó muy a su estilo. Pasó por un lado mío golpeando a propósito su hombro contra mi brazo para subir con más ganas las escaleras a la segunda planta.
Fui consciente del corto pantaloncillo que vestía dejando ver un poco de su bien formado trasero.
— ¿Por qué la estás mirando? —cuestionó Tanya con voz afilada.
Volteé a ella y entorné mis ojos.
— Explícame cuál es la razón para ocultar que Isabella Marie fue elegida como madre subrogada —debatí—. ¿Por qué lo hiciste?
Hizo un movimiento de cabeza, sin mirarme en ningún momento. Caminó escaleras arriba, fui de nuevo tras de ella.
— Quiero una explicación —exigí, al entrar en nuestra habitación y cerrar la puerta de un puntapié.
Tanya estaba sentada en el borde de la cama con su vista fija en el perfecto piso.
— Lo hice porque conozco a Bella. Cuando le expuse sobre mi necesidad de ser madre, ella aceptó sin dudarlo.
— No te creo.
Levantó su vista clavándola en mis ojos. Se veía iracunda, sus malditos celos la estaban dominando.
— Bella no es la blanca paloma que crees —escupió—. Ella cobró una buena cantidad por rentar su vientre, no es más que una interesada.
Inspiré llevando mis manos a los bolsillos de mi pantalón.
¿Qué sabía yo de Isabella Marie?
Me estremecí al sentir la fría piel de Tanya al rodear mi cuello con sus brazos, me hizo mirarle.
— Cariño, no me gustaría estar distanciados a causa de su presencia. Bella se irá el mismo día que nazca nuestro hijo, te aseguro que así será. Solo no me gustaría que hablaras con ella, no me gusta cómo se viste. Y no me gustaría que...
Sin detenerme a seguir escuchando sus tonterías me aparté de ella y di media vuelta, comencé a sacar mi ropa del closet teniendo que soportar los berrinches infantiles y fuera de lugar que hacía.
— ¿Qué estás haciendo? —cerró de golpe mi maleta—. Edward, por favor, responde. Dime qué no te vas a ir de casa.
Intentó sostener mis brazos y fácilmente la aparté de mí.
Con maleta en mano salí de la habitación con Tanya pisando mis talones.
— ¡Espera, Edward! —gritó— ¡no te vayas! ¡no me dejes!
No volteé a sus súplicas.
Necesitaba alejarme.
Poner distancia.
.
.
Apagué el móvil.
Tenía 63 llamadas pérdidas de Tanya y 168 mensajes no leídos, también de ella. Y solo eran del día de hoy.
Agité de nuevo el vaso de cristal en mi mano y bebí de un trago el whisky.
Una semana sin escuchar la voz de Tanya me estaba resultando encantador, sobre todo en la parte que no tenía necesidad de fingir.
— Sabía que te encontraría en este lugar —dijo Emmett, sentándose al lado mío—. Últimamente este bar parece tu nuevo hogar.
El joven barman limpió con ahínco la barra y me sirvió otro trago, solo asintió cuando Emmett le pidió una cerveza.
— No le des más vueltas, Edward —dijo Emmett, al momento que daba una leve palmada a mi hombro—. Si ya saliste de tu casa, no des marcha atrás. Pídele el divorcio.
Tenía diez años de amistad con Emmett McCarty. Nos conocimos en el Conservatorio de música y desde entonces nuestros caminos se habían cruzado un sinfín de veces. Era un tipo bueno no podía negarlo.
— Seré padre.
Emmett hizo un chasquido de dientes.
— Esa mujer logró lo que se proponía desde hace años. Era lógico que acabaría por darte un hijo con tal de amarrarte. ¡Edward, entiende!, ella sabe cuán vulnerable eres ante la posibilidad de ser padre, es por ello que busca como hacerte doblegar.
Quise decirle que lo estaba logrando. Porque siendo honesto conmigo nunca permitiré que un hijo mío pase lo mismo que yo, jamás permitirá que crezca sin un padre y sufriendo el abandono de este.
Mi móvil volvió a vibrar con inexistencia; era una nueva llamada de un número desconocido.
— ¿Hola?
— Soy Bella —dijo una voz del otro lado de la línea—. Eh… estoy en el hospital. Tanya se cortó las venas.
Me incorporé de un salto mientras mi sangre cayó de golpe a mis pies, nervioso pasé una mano por mi pelo. Mi boca estaba seca.
— ¿Ella está bien?
— Mmm… sí, creo. Estamos en el Hospital Bautista.
— Llego en minutos —prometí finalizando la llamada—. Tanya intentó suicidarse —susurré.
Emmett bebió un largo trago de su cerveza antes de ponerse de pie.
— Te llevo, no te dejaré conducir así.
.
Podía sentir tranquilidad al saber que estaba bien.
Tanya yacía sobre la camilla con sus ojos cerrados y sus muñecas vendadas.
— Su esposa está sedada, señor Masen —mencionó la enfermera mientras escribía concentrada en una libreta—. No está permitido quedarse con los pacientes, debería ir a descansar. Cualquier novedad nosotros lo localizamos.
Asentí lentamente y con otra mirada sobre Tan salí de la habitación.
Al llegar a la sala de espera me detuve al ver a Emmett conversando muy risueño con Isabella Marie, parecían ser los grandes amigos.
— Oye, Edward —saludó Emmett, acercándose— ¿cómo está Tanya?
— Bien. El doctor dijo que sus heridas no eran profundas ni de peligro. Por ahora está sedada y permanecerá en observación 24 horas —encogí mis hombros— según la enfermera me puedo ir a casa y ella me notificará cualquier cambio.
— La inútil de Tanya ni para matarse sirve —susurró Isabella Marie de espaldas a nosotros.
— ¿Qué fue lo que ocurrió? —le pregunté sin poder ocultar por más tiempo lo que orilló a Tanya a hacer tal tontería.
Ella dio media vuelta y cruzó sus brazos. Su semblante rallaba en la altaneria.
— No sé, solo escuché un grito en la cocina. Cuando llegué ahí estaba en un charco de sangre —reveló con desdén—. Era obvio que solo quería llamar la atención, porque supo muy bien donde cortarse para no provocarse daño real.
Emmett suspiró ruidosamente y me vio con una cara de "te lo dije".
— Les llevo a casa —ofreció mi amigo más interesado en ver el trasero de Isabella que su rostro.
Seguimos caminando rumbo al estacionamiento mientras Isabella iba muy por delante de nosotros dos y sin intención de hablarnos.
De pronto Emmett me dio un codazo.
― ¿Por qué no me habías dicho que tenías a esta diosa viviendo en tu casa?
― Ni se te ocurra, ella es especial ―respondí nostálgico― es mi mejor amiga de infancia. Y es mucho menor que tú.
― ¿Y qué tiene? Tener treinta y dos años no me hace viejo.
― Ella es quien lleva a mi hijo ―confesé.
Emmett se detuvo de golpe. Estaba perplejo; parpadeó varias veces e hizo un ligero movimiento de cabeza para voltear a donde Isabella Marie seguía caminando.
― ¡No jodas! Estas diciendo qué tu mejor amiga es ahora la madre sustituta de tu bebé. ¿Qué pretendeTanya? Quiere ser la nueva familia moderna viviendo todos bajo el mismo techo.
― ¡Oigan! ―gritó Isabella. Estaba detenida con sus manos en las caderas y movía con insistencia su tenis sobre el asfalto―. ¡Vámonos!
― Salió mandona, eh ―se burló Emmett soltando una risa al final.
Me quedé un momento inmóvil mientras él siguió a Isabella y juntos continuaron caminando como viejos amigos. Emmett con su complexión alta y musculosa contra la figura de ella, frágil y… bien proporcionada, con las curvas necesarias en su lugar.
Entonces una sensación de envidia se aguijonó en mi pecho, ¿cómo podía tratarlo a él con mayor confianza que a mí? Se supone que éramos amigos ¿no?
― Pues sí, idiota. Pero al salir del orfanato no volviste más a ese lugar. Te Olvidaste de todo y todos ―susurré, siguiendo mi camino.
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― ¿Seguro te quedaras aquí? ―insistió Emmett cuando me vio bajar de su auto.
Isabella Marie ya había ingresado a la casa.
― Sí —pronuncié sin emoción. En realidad me sentía nervioso y no comprendía el porqué.
— Qué tengas buena noche —me dio un guiño antes de acelerar el coche.
Sabía a lo que se refería y solo pude sacudir mi cabeza y caminar hacia la casa.
La estancia estaba iluminada; por los ruidos provenientes de la cocina era fácil saber que Isabella Marie estaba ahí, con pasos lentos me acerqué. Ella tarareaba una cancion al tiempo que movía sus caderas.
Puede ser que me haya quedado hipnotizado ante sus movimientos de cadera.
Me aclaré la garganta cuando salí de mi estupor.
Isabella Marie volteó y fui consiente como las comisuras de sus labios rellenos se alzaron, estaba sonriendo y sus mejillas se habían teñido de un leve tono rosa, quitó sus audífonos dejandolos sobre la encimera y me miró fijamente.
— ¿Podemos hablar? —pedí esperanzado.
Con un movimiento de cabeza, asintió.
Había llegado la hora de aclarar cuál era su enojo conmigo.
¡Hola! Aquí estamos con otro capítulo.
Hoy ando limitada de tiempo, así que vamos directo al capítulo ¿qué opinión tienen de Edward? ¿de Tanya? ¿Quieren esa conversación entre Edward y Bella? Bueno, estaré esperando sus opiniones sobre la historia.
*Nos leemos el jueves*
Mañana capítulo de PAPÁ QUIERE HUIR *
Adelanto los martes en el grupo de Élite Fanfiction y también otro pequeño adelanto en mi grupo: Historias por Lau
Muchas gracias por sus favoritos, follows y reviews que me dejan.
A quienes comentaron todo mi agradecimiento especial: Daniela, Cassandra Cantu, Elizabeth Marie Cullen, Veronica, Jane Bells, Flor Mcarty, A LBANIDIA, Maryluna, Diannita Robles, Dulce Carolina, miop, Lidia Hernández, Andrea, cocoa blizzard, Lili Cullen-Swan, Smedina, Vivi19, Patty, Jade HSos, mrs puff, Car Cullen Stewart Pattinson, ClaryFlynn98, Lu40, Marianacs, PaolaValencia, magic love ice 123, Moni, Lily, tocayaloquis, Lidia, Lizdayanna, Cinthyavillalobo, Torrespera172, jenni317, rociolujan, Ana, solecitonublado, Isis Janet, Pepita GY, Antonella Masen, y comentarios Guest.
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