CAPITULO 3
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"Amor… ¿Qué sabía ella del amor a sus tiernos diez años? Cualquiera diría que nada… nadie sabe nada del amor a tan temprana edad. Su "flechazo" era producto, mayormente, de la admiración que tenía por él, más que de un sentimiento puramente romántico; se debía al agradecimiento, por sentirse protegida a su lado.
Mientras meditaba en ello, sola en su habitación, recostada sobre su cama, recordó a su amiga de la escuela primaria, Naoko, quién le juraba amor eterno a su profesor de música, no importando que, ella tuviera sólo once años de edad y el veinticinco, obviamente el profesor nunca se dio por enterado de semejante situación, y mucho menos hizo algo que alimentara dicho "sentimiento".
—Algún día me casaré con el profesor de música —decía Naoko, Rin la escuchaba y se reía de ella y de sus comentarios, sabía que eso era imposible.
—Creo que eso es imposible, además de que seguro es ilegal
—¿Ilegal?
—Sí, piénsalo… si el profesor de música fuera tu esposo, te pondría la más alta calificación, por encima de todos nosotros, y hacer eso sólo porque es tu esposo es… como hacer trampa ¿no? —Naoko detuvo su andar y se quedó con la mirada fija en la nada, cayó —en cuestión de segundos— en un estado meditabundo que, la aisló por completo del mundo, un par de minutos después sonrió y giró su rostro hacia Rin, satisfecha consigo misma por la elaborada y convincente réplica que había elucubrado su astuta mentecilla.
—Yo le diría entonces que, me calificara igual que a los demás, o mejor aún, que te ayudara a ti con la calificación, de seguro me haría ese pequeño favor… ya sabes, sólo para complacerme. —y continuaron su trayecto a casa, dado por zanjado el tema.
Un día, el profesor llevó a una joven que lo ayudó en su clase, era una mujer realmente hermosa, hizo acompañamiento tocando el piano; Rin, al observar las miradas que, de vez en vez, le dedicaba su profesor a la talentosa mujer, sospechó que su amiga pasaría por un mal momento. Cuando terminaron la lección, el profesor pidió a los alumnos que, agradecieran la participación de la joven, a quien después presentó como su novia; el corazón de Naoko quedó hecho trizas, cuando se enteró que el profesor, contraería nupcias con ella en el verano. Naoko nunca tuvo el valor de confesar "su amor" por él. Rin sabía que lo de Naoko eran tonterías de niños, y quizá lo que ella sentía por Sesshomaru también lo eran."
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Las tres de la tarde, la escandalosa chicharra anunció con su incesante repiqueteo el fin del cuarto período de clases, rápidamente, los pasillos de aquel lugar, se vieron abarrotados por los estudiantes universitarios que, salieron a prisa hacia su próximo destino, pero no Midori, pues esta había sido su última clase, así que se tomó su tiempo para recoger sus cosas. La joven, con actitud desenfadada, con su vestimenta que, a gritos declaraba claramente que era estudiante de arte y pintura, se colocó la mochila al hombro y se encaminó con rumbo a la biblioteca. Ya en el edificio, tomó el libro que necesitaba, y buscó un escritorio libre para comenzar con sus deberes. Colocó sobre el escritorio su termo recién rellenado de café, junto a este, su celular, colocó su pequeña bolsa repleta de bolígrafos justo frente a ella y sacó su cuaderno de notas y un lápiz, abrió el libro de consulta y comenzó a hacer notas aquí y allá, destacando datos importantes con un marca textos, al tiempo que cambiaba de manera aleatoria de página; cualquiera que la observara a la distancia, podría jurar que la joven estaba sumida en un estado de total concentración, sin embargo la verdad, era otra. Sí, en efecto, leía y tomaba notas; sí, en efecto, traía puesto sus audífonos, escuchando música clásica, evitando así que cualquier sonido externo le interrumpiese; y sí, en efecto, su vista estaba fija en el libro de consulta, pero observaba de soslayo aquello que realmente le importaba, su celular. Luego de la quinta vez que observaba el aparato, decidió tomarlo y verificar que tuviera batería suficiente y buena señal, tal y como lo temía, todo estaba en orden… entonces… ¿por qué no llegaba aquel mensaje tan ansiado? Dejó el móvil, de nuevo en su lugar, con cierto desprecio, cabe agregar, como si aquel inerte objeto fuera el culpable de, la enorme frustración que aquejaba a la joven estudiante; dirigió de nuevo su vista al libro de texto, haciendo un vano intento por concentrarse en su tarea, comenzó a tamborilear el escritorio con el lápiz, la ansiedad que experimentaba podía notarse ya, a la distancia.
—¿Vas a llamarle de una vez? ¿o seguirás fingiendo que estás haciendo tu tarea? —Midori dio un pequeño brinco, producto de la sorpresa que se llevó ante la inesperada aparición de su amigo Taiki, hizo un pequeño puchero, y después soltó un pequeño bufido desaprobatorio, por el comportamiento poco empático de su amigo.
—No sé de qué hablas…
—¡Claro que sí! Tengo rato observándote, y no dejas de ver el móvil… ¿o qué? ¿me vas a negar que estas ansiosa porque te busque ese "hombre misterioso" que conociste en internet?
—Mira, Taiki… en primer lugar, sí estoy haciendo mi tarea, mi carrera va antes que cualquier otra cosa; en segundo lugar, no es un "hombre misterioso", se llama NARAKU; y en tercer lugar… —en ese instante, la diatriba de la joven, se vió cortada de tajo, pues el celular emitió aquel corto sonido que anunciaba la llegada de un nuevo mensaje, y como si fuese un acto reflejo, la joven Midori, estiró el brazo, tomó el aparato y de inmediato lo desbloqueó, para después revelar con su semblante que, el tan ansiado mensaje había llegado al fin. Los labios de la joven se curvearon, formando una sonrisa coqueta y cómplice, se mordió el labio inferior, al tiempo que escribía su respuesta a velocidad récord, Taiki ahogó la inminente carcajada que amenazaba con escapar de sus labios, y pacientemente esperó por el detallado informe que, quería que su amiga Midori le diera, respecto a su "conquista en turno".
Inoue Midori… Taiki la conocía desde la preparatoria, tan pronto se conocieron, hicieron una profunda amistad, pues sus intereses en común y forma de ser, los unieron bastante, pronto se dieron cuenta de que, su amistad, duraría toda su vida, ambos se querían de un modo especial, su fraternal cariño "traspasaría la barrera del tiempo", ese era su lema.
—¿Y bien?... —preguntó Taiki con tono burlesco, tratando con ello de disimular lo ansioso que estaba por conocer los sucios detalles que ocultaba ese mensaje.
—¡¿Qué?! —respondió Midori, con fingida ignorancia.
—¡Ya dime! —refutó Taiki, desesperado. Midori lo miró y le dedicó una sonrisa ladina, sintiéndose poderosa, al ser poseedora de información que, su amigo moría por conocer, se tomó su tiempo para responder, sometiendo a su amigo a una cruel tortura, sabía bien que, la paciencia no era una de las cualidades de Taiki, hasta que, apiadándose de él, decidió contestar.
—Hoy nos veremos… hemos quedado que él pasará por mí, a las ocho.
—¡Ja! Ahora entiendo por qué se te iluminó el rostro con ese mensaje… admítelo, tendrás sexo con él, y te mueres de ganas…
—¡Cállate! ¿sí?
—Conmigo no necesitas fingir, te conozco, si apuesto a que apenas puedes contener las ganas.
—Pues es que, míralo bien —le dijo la joven al tiempo que estiraba su brazo para mostrarle la fotografía de Naraku —¿puedes culparme por querer tener sexo con él? —Taiki abrió los ojos tanto como le fue posible, sorprendido ante la imponente imagen que se revelaba frente a sí, sin duda alguna el joven era apuesto, en ese momento llegó a pensar, incluso, que el calificativo se quedaba corto, no existía palabra que le hiciera justicia a tanta belleza.
—No… tienes mucha razón, creo que serías muy tonta, si no tienes sexo salvaje con ese adonis. Pues que te aproveche, y hazlo toda la noche, no le des descanso.
—Eso es lo que pienso hacer.
—Te dejo, tengo cosas que hacer… y tú debes ir a hacerte tu "ritual de belleza"
—Vete ya.
—Pero mañana me tienes que contar todos los detalles… ¡TODOS! No quiero que pases nada por alto.
—Sí, sí, sí… pero ya no me interrumpas, que tengo que terminar esto, para tener el resto de la tarde y la noche libres.
Y fue así que, Taiki se despidió de su mejor amiga, ansiando que el día siguiente llegara con prontitud y su amiga le contara de su noche salvaje.
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Ahí estaba ella, plácidamente dormida, en medio de las sábanas, almohadas y el edredón, nunca escatimaba en gastos cuando de equipar su cama se trataba; y eso era un arma de doble filo, siempre contaba con que tendría un muy reparador sueño, eso era seguro, pero durante las mañanas, siempre le costaba horrores despertarse, la sola idea de abandonar su cómoda cama, le pesaba sobremanera. El cruel e incesante sonido producido por la alarma de su celular, no pensaba darle tregua, eran las seis de la mañana y Rin, debía levantarse para iniciar con sus labores. Con mucho pesar, abrió los ojos y se incorporó, apagó la alarma y abandonó de nuevo, al latoso dispositivo, sobre su mesa de noche; se talló los ojos, quería terminar de despertar, y soltó un sonoro suspiro, dándose ánimos a sí misma, internamente, para ponerse de pie y darse su ducha, de una vez por todas.
En punto de las ocho de la mañana, la joven anestesióloga se encontraba ya en el hospital, caminando con rumbo a la cafetería, tenía media hora, antes de iniciar con la primer cirugía del día.
—Un café americano, por favor.
—Claro, en seguida doctora… con crema y sin azúcar ¿verdad? —Rin, que se encontraba leyendo el encabezado de la primera plana del periódico, alzó la vista y sonrió, para después asentir.
—Carlos… eres el mejor, me has convertido en una joven malcriada con tus mimos, me sentiré bastante deprimida, cuando vuelvas a tu país. —El joven sonrió de vuelta y continuó con lo suyo, unos minutos después, le estaba entregando el café a la joven doctora.
—Pues siendo así, puede estar tranquila… por ahora; aún me faltan dos años más para terminar mi post grado.
—Vaya, me da gusto escuchar eso, por cierto ¿cómo vas con eso?
—Bien, aunque a veces quisiera poder dormir más, pero sé que esto es sólo un… un medio para un fin… y sé que este trabajo es temporal. Quién sabe, quizá cuando termine mis estudios, pueda conseguir un trabajo aquí, y no tenga que volver a mi país, este lugar me ha gustado bastante.
—Ojalá que así sea… —súbitamente, la joven interrumpió su charla, pues su móvil vibró por la llegada de un mensaje de texto, era del cirujano que había operado al señor Morikawa, por lo que decidió darle prioridad, así que se despidió de Carlos y salió de la cafetería. Anduvo por los pasillos, hasta cruzar el vestíbulo y siguió su trayecto hacia el elevador, abordó y fijó su destino. Cuando las puertas se abrieron, caminó hacia la estación de enfermería, ahí se topó con el cirujano.
—Doctor Yoshida, buenos días, —dijo Rin, al tiempo que hacía una pequeña reverencia en señal de saludo —aquí me tiene, dígame ¿en qué le puedo asistir?
—Doctora Noto, gracias por atender a mi llamado. El señor Morikawa… bueno, al parecer pasó bien la noche, planeábamos darlo de alta hoy, después de su hora de comida, sin embargo, nos hemos encontrado con que, además del proceso de apendicitis, está cursando con una infección de vías urinarias, algo severa debo agregar. —Rin se aproximó al maduro hombre, y tomó de sus manos el expediente, corroborando por sí misma, lo dicho por el cirujano, luego de regresar el documento al cirujano, le dedicó una mirada que reflejaba extrañeza, una muda pregunta se reveló en el rostro de la joven doctora, no entendiendo en qué le concernía a ella, que el paciente tuviera una infección urinaria.
—Discúlpeme, doctor Yoshida pero, no alcanzo a entender por qué me necesita aquí con usted…
—El señor Morikawa se mostró un tanto… "molesto" cuando le dijimos que, lo recomendable, era prolongar su estancia un par de días más, para impregnarlo adecuadamente con antibiótico-terapia y evitar que la infección se agravara… —Rin permaneció en silencio, escuchando al cirujano, aún no comprendía de qué iba todo esto — … pero al final, entendió que esto es necesario y accedió… pero puso una condición. —De manera inconsciente, Rin dirigió su mirada hacia el pasillo y posó sus ojos en la puerta de entrada a la habitación en la que estaba ingresado el señor magnate, y después volvió la vista hacia su interlocutor, no sin antes tragar en seco, sospechaba que lo que venía a continuación, no le iba a agradar.
—¿Y qué condición? —Yoshida, Hisao fijó su mirada en la doctora, manteniendo un gesto adusto, y le soltó las palabras sin más.
—Quiere que esté al pendiente de su caso… pidió que lo viniera a ver una vez al día, de aquí hasta que se le dé de alta, para asegurar que continuará su estancia sin dolor.
—Doctor Yoshida, si eso es lo que desea, está bien, pero lo creo innecesario, estoy segura de que, con el esquema de analgésicos que ustedes indicaron, será más que suficiente, una cirugía como esta no requiere más intervención por mi parte…
—Lo sé, doctora… pero es un paciente… "altamente recomendado" … será mejor ceder a su petición. Por favor, pásele visita y deje su informe en el expediente, sus honorarios por estas visitas se le serán pagados como es debido, el señor Morikawa dijo que no escatimaría en gastos. —Rin asintió, soltó un imperceptible suspiro, resignada a lo que debía hacer, tomó el expediente y se encaminó hacia la habitación de Morikawa, detuvo su andar a medio camino y giró sobre sus talones, para agregar algo antes de retirarse.
—Lo veré en la estancia de médicos, iré a ver de una vez al señor Morikawa, no tardaré mucho.
—Pierda cuidado doctora, aún quedan suficientes minutos antes de iniciar la primera cirugía, mientras usted termina aquí, le pediré a su residente que vaya preparando la sala, ¿está de acuerdo?
—Sí, se lo agradecería mucho, doctor Yoshida. —Dicho esto, el doctor abordó el elevador, y se dirigió a la estancia de médicos.
Rin se paró frente a la puerta de la habitación y tocó, giró el picaporte, anunciándose al abrir la puerta. Ella, era una mujer entregada a su profesión, muy dedicada a su labor de anestesióloga, amaba su trabajo; si la cirugía lo apremiaba, sin dudarlo ella le daba continuidad al paciente, dándole control de dolor post-operatorio para ello se valía de sus habilidades y conocimientos como especialista, y sus pacientes siempre quedaban satisfechos y agradecidos con su trato, ella siempre se mostraba humana y empática. Pero esta situación, le resultaba extraña y difícil en iguales proporciones; un paciente recién operado de una apendicectomía laparoscópica no solía requerir analgésicos más allá de los convencionales, esta cirugía, ofrecía muchos beneficios extras, además de la curación del proceso infeccioso, y uno de ellos era, precisamente, el poco dolor que provocaba en el post-operatorio (6); por este motivo, Rin estaba segura de que, su presencia ahí se debía a un motivo muy distinto al "control del dolor".
—Buenos días… soy la doctora Noto… —La joven avanzó hasta toparse de frente con quien no quería, Moryomaru, quien se había puesto de pie en el acto, tan pronto escuchó la puerta abrirse, bloqueó el paso de la doctora, sometiéndola a su descarado escrutinio. Rin tragó en seco, ese hombre conseguía ponerle nerviosa en demasía, había algo en él que, sencillamente, no le gustaba, aunque aún no sabía definir bien qué.
—Buenos días doctora Noto, —respondió el hombre con tono frío. —por favor, permítame unos minutos, iré a verificar que el señor Morikawa, esté en condiciones de recibirla. —La joven doctora, asintió y permaneció de pie en la pequeña estancia. Observó el lugar a detalle, no le sorprendió saber que al señor magnate, le habían dado una de las habitaciones "especiales", una de las Master Suite. Observó su reloj de pulsera, y comenzó a impacientarse, esta visita, le estaba tomando más tiempo del que había previsto.
—¿Doctora Noto? Ya puede pasar. —La joven avanzó con paso seguro, abrió la puerta que conducía a la recámara e ingresó. Ahí, sentado en su cama, con la mesa acomodada a la altura adecuada, estaba Katsuro, tecleando algunas cosas en su computadora portátil, revisando su celular y revisando de cuando en cuando, unos documentos que tenía desparramados, sobre la cama. El hombre se veía bastante bien, al menos en términos de salud, sin embargo, era más que evidente que algo lo tenía bastante perturbado, se le veía ansioso en demasía. Rin tragó en seco, y carraspeó un poco, para hacer notar su presencia, consiguiendo con eso que Katsuro alzara la vista y fijara su mirada en ella.
—Perdone la intromisión señor Morikawa, —dijo Rin al tiempo que hacía una pequeña reverencia —buenos días, he venido a evaluarlo, y saber cómo ha pasado la noche.
—No se preocupe doctora Noto, no es ninguna intromisión, al contrario… me alegra verla aquí a esta hora, honestamente yo… creí que la vería más tarde. —El hombre con su sonrisa ladina, le dirigió una lasciva mirada a la joven anestesióloga, consiguiendo con esto, incomodarla aún más.
—Dígame señor Morikawa ¿ha tenido dolor, que pueda describirse como moderado o intenso? —continuó la joven, queriendo tomar, con esta pregunta, las riendas de la conversación, para así terminar con su visita lo más pronto posible.
—Katsuro… —Rin, quien se encontraba leyendo las indicaciones médicas del expediente, interrumpió su lectura ante la desconcertante respuesta, y alzó la vista, otorgándole al hombre frente a sí, una mirada de desconcierto.
—¿Perdón? —replicó la doctora.
—Katsuro… llámeme, Katsuro. Preferiría que se dirigiera a mí con menos… formalidad. —Rin lo miró, manteniendo un gesto adusto, pero dentro de sí, estaba comenzando a sentirse perturbada, no consideraba prudente tratar con tanta familiaridad a sus pacientes, siempre podía mal interpretarse, por lo que decidió volver a tomar las riendas de la conversación.
—Le agradezco la confianza, pero considero más correcto tratarlo con "formalidad". Señor Morikawa, ¿puede, por favor, responder a mi pregunta? ¿tuvo dolor? —Katsuro sonrió de lado, la joven estaba poniendo un claro límite entre ellos, y eso le gustó.
—No. Pasé muy buena noche, no tuve dolor. —Rin asintió, satisfecha con la respuesta e hizo unas anotaciones en el expediente.
—¿Náusea, mareo, vómito o alguna otra molestia? —preguntó de nuevo, y regresó su vista al expediente, buscando el registro de los signos vitales, Katsuro volvió a sonreír, con esa sonrisa ladina y cínica, en su interior deseaba con todo su ser que, la distante actitud de la doctora se debiera a que, se ponía nerviosa con su presencia… nada más alejado de la realidad.
—El día de hoy se ve… muy hermosa. Lo digo con todo respeto. —Rin sintió que, la poca paciencia que le quedaba, estaba por irse por el desagüe, pero hizo un esfuerzo sobre humano, para no despotricar en contra de ese hombre.
—Por favor señor Morikawa, responda a mi pregunta, es importante para mí saber si hubo alguna complicación…
—No… no tuve ninguna molestia, de ninguna índole, pasé una noche muy tranquila, a pesar de la cirugía. —Rin asintió e hizo otras anotaciones en el expediente.
—De acuerdo… señor Morikawa, dejé indicaciones específicas de qué se le debe administrar en caso de dolor o náusea, sus signos vitales se reportan en orden, por lo que no hay nada más por agregar. Yo vendré a verlo el día de mañana; de ser necesario, las enfermeras me pueden contactar en todo momento, así que pierda cuidado está en buenas manos…
—Sabiendo que usted está al pendiente de mi caso… sí, estoy seguro de que estoy en las MEJORES manos. —El tono que utilizó el hombre, dejó entre ver intenciones no muy inocentes, y a Rin no le gustó nada. Durante su vida y en especial durante su formación como médico, había tenido que enfrentarse con situaciones de acoso hacia su persona, por parte de otros médicos y de pacientes, y tristemente, había tenido que aprender a "lidiar" con ello. Nunca permitió que nadie abusara de ella en ningún sentido, pero si podía salir de las situaciones de la manera más sencilla y menos turbulenta, siempre optaba por ello, con gran decepción comprobó, en más de una ocasión, que, en esos casos, la mayoría de las veces, la víctima tenía la desventaja. Este era sin dudas, uno de esos momentos en los que, tenía que utilizar su inteligencia, para salir avante, sin ocasionar conflictos con alguien tan influyente, como lo era Morikawa Katsuro. Ignorando por completo el comentario hecho por el magnate, decidió cortar de una vez por todas con la charla.
—Adiós, señor Morikawa. —La doctora hizo una reverencia y giró sobre sus talones con la clara intención de marcharse de ahí, ya de espaldas al sujeto, alcanzó a percibir perfectamente, la lasciva mirada que aquel hombre le estaba dedicando, pero decidió hacer caso omiso e ignorarlo, y siguió con su camino, se le hacía tarde para llegar a su cirugía y tenía la imperiosa urgencia por salir de ahí y no entretenerse más. Moryomaru la acompañó hasta la salida de la suite y cerró la puerta tan pronto Rin, puso un pie fuera del lugar.
—No sabía que le interesaban ese "tipo" de mujeres… —dijo Moryomaru, riendo con cinismo.
—No me interesan… pero digamos que la doctora Noto es… "diferente" quién sabe tal vez me estoy "reformando" —contestó Katsuro y terminó su comentario con una fuerte carcajada.
—La señorita Kagura me envió mensaje, quiere venir a visitarlo. —Katsuro, soltó un bufido y puso los ojos en blanco, si no fuera porque sus "servicios" le han resultado de mucha utilidad, desde hacía mucho que se hubiera deshecho de ella.
—Dile que venga cuando guste —dijo con desprecio. El jefe de guarda espaldas asintió y de inmediato envió la respuesta a la mujer de ojos carmesí, sin lugar a dudas, esa misma tarde estará pasando por el sitio, de eso él estaba seguro.
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Poco a poco, fue recobrando la consciencia, su boca reseca y pastosa, le sabía especialmente amarga, desagradable; lentamente, fue abriendo los párpados, de manera intermitente y alternando entre uno y otro; su vista estaba nublada, se sentía sumida en un profundo y aletargado estado, y lo angustiante de la situación era que, sin duda alguna, esto era provocado por algún agente extraño introducido a su cuerpo, de manera desconocida. Luchando contra la enorme pesadez que le aquejaba, hizo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse despierta y poder enfocar la vista, revelándosele frente a sí, la respuesta a una de las interrogantes que rondaban su cabeza desde el momento en el que comenzó a volver en sí: "¿En dónde mierdas estaba?". En honor a la verdad, no podía responderse a sí misma esa cuestión, al menos no al cien porciento, porque, aun cuando, según lo que iba observando, todo parecía indicar que estaba en una especie de sótano, eso no respondía en dónde estaba ubicado aquel lugar. ¿Seguiría en la ciudad? ¿Habría salido del estado, o del país? ¿Sabría alguien que estaba desaparecida? ¿Cuánto tiempo habría pasado desde la última vez que había estado consciente? La última vez que estuvo consciente… Rápidamente, su mente hizo un recuento de los últimos acontecimientos que recordaba, antes de encontrarse en su estado actual.
Había charlado con su amigo Taiki, contándole que vería a su "conquista en turno" un hombre mayor que ella, pero sumamente atractivo, Naraku, ese era su nombre, y salió de la universidad.
Midori había conocido a Naraku por las redes sociales en internet, nada extraño en estos días; charlaban amenamente, le parecía increíble que un hombre como él, tan culto e inteligente, estuviera soltero, pero así era; poco a poco las conversaciones fueron subiendo de tono, él, siendo el hombre directo y seguro de sí mismo que era, sin rodeos le comentó su intención de tener sexo con ella, sólo eso, sin compromisos de por medio, sólo pasar un rato agradable; Midori, se proclamaba a sí misma como un "espíritu libre" sin ataduras, no se regía por los convencionalismos sociales, por lo que, el disfrutar del sexo casual, era algo común en ella. Se tomó su tiempo, para darse la oportunidad de avanzar con él hasta ese punto; primero, compartieron un par de fotografías subidas de tono, uno que otro video, y una o dos llamadas telefónicas que derivaron en unos orgasmos bastante placenteros; una vez hecho todo esto, Midori decidió que era el momento para escalar aquello y darse el gusto de pasar una noche con aquel hombre.
Así pues, una vez que había abandonado la universidad, llegó a su pequeño apartamento, se acicaló, debía reconocer que se había esmerado bastante, pero no se arrepentía, de verdad quería impresionar a Naraku. En punto de las ocho de la noche, un pequeño timbrazo en su móvil, le anunció con un mensaje el arribo del hombre, por lo que, sin más dilación, la joven tomó su bolso y salió del edificio, con el corazón latiéndole a mil por hora, la emoción en ella era tangible, deseaba a ese hombre, como nunca imaginó desear a alguien en su vida. La noche podría describirse como perfecta, fueron a un lujoso hotel a cenar en uno de los restaurantes, terminada la cena, se dirigieron a uno de los elevadores, llegaron al décimo segundo piso, a una de las suites. Pasaron una noche de ensueño, el sexo fue por demás satisfactorio, Midori, desconocía su propio potencial, pero Naraku se dedicó a darle el máximo placer, hasta dejarla agotada y satisfecha. Cuando terminaron, la joven cayó presa de un profundo sueño, que le impidió ser consciente de lo que pasaba a su alrededor. Cerca de las cuatro de la mañana, Naraku despertó a Midori, había llegado el momento de retirarse del lugar. La joven se levantó se vistió y ambos salieron del enorme complejo. Todo, hasta ese momento, parecía "normal", sin embargo, por alguna razón desconocida para la joven, comenzó a sentir la imperiosa necesidad de tomar agua, su boca estaba reseca y su garganta comenzaba a experimentar cierta picazón, pronto llegó al punto en el que, no podía hablar, sólo tosía y tosía. Ante esta situación, Naraku decidió hacer una parada en una tienda de conveniencia que estaba de camino al departamento de Midori; la joven esperó en el auto del hombre, mientras éste hacía la compra, recordó que, por algún desconocido motivo, el hombre se dilató más de lo que ella esperaba, pero decidió no darle importancia. A su regreso, Naraku le entregó una bebida rehidratante, alegando que esta la haría sentir mejor respecto a su deshidratado estado, por lo que Midori, la tomó sin poner en duda lo que el hombre le había dicho. Prácticamente, se bebió todo el contenido de la botella de un solo sorbo, "Quizá fue por el vino", pensó para sus adentros, y continuaron con su trayecto sin problemas. Midori recordaba perfectamente haber bajado del automóvil de Naraku, giró sobre sus talones y se despidió de él con un gesto con su mano, volvió a girar y dejó atrás a Naraku, quien esperaba arriba de su auto, asegurándose de que la joven entrara al edificio a salvo; recordaba muy bien haber continuado con su trayecto hasta llegar a la puerta de entrada de su pequeño loft, insertó la llave en la cerradura, la giró y abrió la puerta y… y luego… oscuridad total, fue como si en ese instante su cerebro hubiera sido víctima de un apagón… para luego despertar en el estado actual en el que estaba.
Poco a poco, sus extremidades iban retomando su fuerza y movilidad original, hizo vanos intentos por incorporarse, hasta que cayó en cuenta de que, estaba atada. Su vista, nublada en un inicio, fue recuperando la nitidez de a poco en poco, con calma, permitió que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, hasta que pudo ver entre las penumbras. Un creciente pánico se instaló en su pecho, en especial cuando se percató de su nada prometedora situación.
—¡¿Hay alguien?! —gritó con desesperación —¡AYUDA! —exclamó, desgañitándose, su voz no dio para más, tenía la garganta demasiado seca y pronto sintió los estragos, sus cuerdas bucales estaban doloridas por el reciente esfuerzo, en vano trató de pasar saliva, pues no había nada que tragar; lo siguiente fue la hiperventilación, su acelerada respiración, no hizo más que empeorar el inminente ataque de pánico y todo culminó con el llanto y la desesperanza, algo dentro de ella le decía que esta vez, sí que se había metido en un lío gordo, y no tenía escapatoria. ¿Qué clase de ser la tendría cautiva y de esa forma? ¿Cuál sería su propósito? Estas y otras preguntas agobiaban su ya de por sí, torturada mente, y en nada resolvían su situación, luego de llorar por largo rato, hasta sentir sus ojos hinchados, hizo un esfuerzo sobrehumano y logró calmarse. Seguramente, a estas alturas, ya deben haber notado su ausencia, y sin duda alguna, la deben estar buscando. Se aferró a ese pensamiento como su última esperanza de salvación, de lo contrario, estaría perdida, y nada habría ya por hacer.
Respiró profundo, las lágrimas se habían ido, y necesitaba sosegarse, evaluó de nuevo su situación, hizo otro esfuerzo por recordar, por encontrar entre las penumbras de su mente confundida, algo que le pudiera orientar respecto a dónde se encontraba, o al menos darse una idea de cuánto tiempo llevaba cautiva. Resultaba curioso, hasta cierto punto, la facilidad con la que se puede perder la noción del tiempo, en especial si se está en una situación tan poco común como esta. Sus ojos viajaron por todo lo largo y ancho de aquel sótano, hasta que dió con lo que parecía ser, un ventanal, los cristales estaban pintados con un color oscuro, impidiendo toda visibilidad, o el paso de la luz, Midori analizaba aquello hasta que, observó un pequeño detalle, el ventanal estaba ligeramente roto de una esquina, y su captor, al parecer, había pasado aquello por alto. Un pequeño, casi imperceptible, haz de luz, se colaba por aquel minúsculo orificio, al menos con ello, Midori sabía que era de día, y si se avocaba a ello, podía llevar un buen conteo de los días que estaría ahí, que en el fondo rogaba porque no fueran muchos.
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Las tres de la tarde en punto, Rin salía del hospital, exhausta, pero satisfecha con su día, con bata en mano, y su bolso colgado al hombro, se disponía a pedir un taxi, ese día quería darse ese lujo, había sido una larga y productiva jornada; sin quererlo, su mente viajó hasta la mañana misma de ese día, recordando lo incómoda que se había sentido por las insinuaciones del señor Morikawa, y resignada suspiró al recordar que, el día de mañana debía pasar a verlo de nuevo, suerte para ella que al siguiente día sería dado ya de alta. Ensimismada como estaba, no se percató de que le llamaban, hasta que, por tercera vez consecutiva, fue requerida.
—Disculpe, doctora Noto… —Rin detuvo su andar de manera súbita, giró sobre sus talones y buscó con la vista a quien le llamaba. Se trataba de uno de los guardias de seguridad del hospital, quien con paso acelerado le dio alcance. —Perdone que la importune doctora… llamaron de dirección del hospital, se requiere su presencia con el doctor Hamada.
—Gracias, en seguida voy. —El guardia, hizo una pequeña reverencia y se retiró del lugar, Rin tragó en seco y dio un respiro hondo, mientras se adentraba de nuevo en el nosocomio. Aquello le había extrañado sobremanera, y le intrigaba en iguales proporciones ¿qué querría con ella el director médico? Caminó hasta llegar al elevador de la torre corporativa, subió hasta el tercer piso, y se encaminó hacia la dirección del hospital. Llegando, la secretaria le pidió que tomara asiento, y que anunciaría su arribo al doctor Hamada, acto seguido, le comentó que podía pasar, que sería recibida por el doctor. Rin entró a la oficina privada del director, el decorado era elegante y minimalista, y a pesar de ser una oficina, a Rin le daba la impresión de estar en un consultorio, sólo faltaba la mesa de exploración. Tomó asiento frente al escritorio del doctor, luego de saludarlo con una pequeña reverencia. El doctor era un hombre adulto de mediana edad, —cincuenta y cinco años para ser más exactos—, tenía una carrera exitosa como cirujano ortopedista, pero de cinco años a la fecha, se le había ofrecido la dirección médica del hospital, puesto que desempeñó sin problema alguno, demostrando profesionalismo y aptitudes para el puesto. Luego de un breve saludo, el doctor tomó su teléfono, pidiéndole a su interlocutor que hiciera pasar a cierta persona en cuestión. Rin seguía intrigada, esta situación comenzaba a ponerla un poco nerviosa.
—Doctora Noto, le he mandado llamar porque hay una cuestión que, quiero tratar con usted, y es de suma importancia.
—Le escucho, doctor. —El hombre mostraba un gesto adusto, a la joven anestesióloga le estaba costando mucho descifrarlo. El hombre se dispuso a iniciar con su charla, cuando el sonido del picaporte lo interrumpió, en ese momento, ingresó Kakazu Ayame, jefa de recursos humanos, hizo una reverencia a modo de saludo y tomó asiento junto a Rin. Rin conservó la calma, pero tragó en seco, intentando en vano que, ello fuera lo más imperceptible posible.
—Bien, ahora que estamos todos aquí, creo que podemos proceder. —Ayame asintió. —He estado muy al pendiente de su desempeño en este hospital; —dijo el doctor Hamada —he sido retroalimentado por sus colegas, por los cirujanos con los que ha hecho equipo de trabajo, y de manera indirecta, por los pacientes. Todo esto me había llevado a tomar una decisión respecto a su petición para un puesto fijo aquí, sin embargo, hubo un "detalle" que me permitió llegar a una resolución final y definitiva… —Rin, estrujó de manera inconsciente su falda, su cuerpo se tensó por completo, tenía los nervios de punta, este era un momento decisivo en su carrera, y decir que, se sentía aterrada, era un eufemismo, ella estaba mil veces más que aterrada. Aguardó por lo que el doctor tenía que decir, no podía articular palabra alguna, se había quedado sin voz, por lo que sólo acertó a asentir y esperar. El doctor hizo un ademán con la mirada a la licenciada Ayame, quien, a su vez, colocó sobre el escritorio y frente a Rin, una carpeta color paja, con hojas dentro, bastantes hojas.
—Aquí está todo, justo como lo solicitó —dijo Ayame. El doctor Hamada asintió y sonrió complacido.
—Doctora Noto, le di especial seguimiento a su reciente participación en la cirugía del señor Morikawa; no sé si esté enterada, pero él, es uno de nuestros más importantes benefactores… —Rin abrió los ojos sorprendida por aquella declaración —cada año, el señor Morikawa, hace importantes donaciones a este hospital, eso nos permite mantener nuestros programas de donación de tratamientos a personas de escasos recursos, entre otras cosas. Personalmente, me encargué de solicitar referencias, respecto a su trabajo, con el señor Morikawa y aunque, repito, mi decisión ya estaba tomada, las excelentes referencias que tuve de usted, no hicieron más que reforzar el hecho de que no me equivocaba al determinar que, a partir de ahora, formará parte del cuerpo médico de este hospital, de manera permanente y con todos los beneficios que ello conlleva. En esta carpeta encontrará el contrato, su seguro de vida, seguro de gastos médicos y su plan de retiro. Necesito que lo lea cuidadosamente y de estar de acuerdo, nos haga el favor de firmar.
Con manos temblorosas, y la mente un poco nublada por lo inverosímil que le parecía aquello, abrió la carpeta y revisó todo, el contrato, las condiciones de trabajo los seguros; todo parecía en orden, y justo cuando se dirigía a la última hoja para firmar, se detuvo de súbito en algo que saltó a la vista y le resultó imposible de ignorar: su paga. Sabía, de antemano que, el sueldo sería bueno, pero nunca creyó que sería una cantidad así de exorbitante, y a ello había que agregarle los bonos extras por procedimientos fuera de su horario de trabajo y/o intervenciones de otro tipo. Rin se quedó sin habla —por segunda ocasión— firmó todo lo que debía, Ayame le entregó sus pólizas, y su nuevo gafete como empleada oficial del hospital, y se retiró. Rin habló con el doctor Hamada por unos minutos más, para después retirarse también.
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Las ocho de la noche, y Miroku por fin estaba en casa. Ese día había sido especialmente largo y tedioso, sobre todo la parte en la que Inuyasha discutió con el capitán Myōga, por el asunto de la nueva joven desaparecida.
Acababan de levantar el reporte, un amigo de la chica lo hizo, tenía cuatro días sin saber de ella, y eso lo tenía bastante preocupado. Un oficial de la policía, fue al departamento de la joven y al no obtener respuesta, solicitó al conserje que abriera la puerta y pudieran revisar el loft. Efectivamente, el sitio estaba solo, no así, abandonado; el refrigerador andando, con comida dentro, la alacena llena, como si acabaran de surtir la despensa; todos los efectos personales de la joven, estaban en su sitio, incluyendo las maletas; facturas de los servicios pagados hasta el fin de mes, todo, aparentemente todo, parecía estar en orden, por lo que el oficial, levantó su reporte y procedió a abrir la carpeta de investigación. Le solicitó al amigo de la joven que le acompañase, para que rindiera su declaración, y se iniciaron las indagatorias.
Hasta aquí, todo había transcurrido de la manera "habitual", el "detalle" que suscitó la acalorada discusión fue que, alguien del equipo de investigación del área de personas desaparecidas, sugirió que tal vez, esta desaparición, pudiera estar ligada a los más recientes asesinatos, e Inuyasha, pasaba por el sitio justo en el momento. El capitán Myōga, parecía intrigado por lo dicho por el detective, sin embargo, Inuyasha hizo, lo que mejor sabe hacer… ser un bocón, y tachó de ineptos a los detectives del área de personas desaparecidas, y les gritó que, si ellos hicieran bien su trabajo, podrían encontrar a las víctimas de "desaparición" antes de que se convirtieran en víctimas de "asesinato o feminicidio" según el caso. De ahí derivó una acalorada discusión entre los tres. Y siguió, hasta que él intervino, para calmar los ánimos de su amigo.
Dio un largo suspiro y soltó una pequeña, casi imperceptible risita burlona, su amigo, sin lugar a dudas, ayudaba a que nunca se aburriera, aunque, en honor a la verdad, su trabajo no se consideraba aburrido, en lo absoluto. Descendió de su automóvil, revisó el buzón de correo y se encaminó hacia la entrada de su hogar.
Al entrar, fue recibido por el estruendoso saludo de sus dos hijas, sus pequeñas gemelas eran su adoración, detrás de ellas estaba la nana Kaede, una anciana quien era el ama de llaves del hogar de Miroku y Sango y que, había cuidado de Sango y Kohaku cuando niños, así que recibía más el trato de una abuela, que de una empleada.
—Bienvenido a casa Miroku —dijo la anciana, saludándolo con una pequeña reverencia.
—Gracias, nana Kaede. ¿Mi esposa? —dijo el joven detective, mientras jugaba con sus dos hijas.
—Pasó al hospital a darle una rápida visita a dos de sus pacientes, los que operó hoy por la mañana. La cena ya está lista, prometió que no tardaría en llegar, pero dijo que, si usted así lo deseaba, podían empezar a cenar sin ella. —Miroku se lo pensó un momento y después llevó a sus hijas con Kaede.
—Nana Kaede, ¿podría darle de cenar a mis hijas, y meterlas en la cama? Yo aguardaré por mi esposa, quiero cenar con ella. —La anciana asintió y se llevó a las pequeñas.
Miroku fue hacia la zona del comedor, y observó la deliciosa cena, decidió que quería pasar un rato en pareja con su esposa, así que destapó una botella de vino, se sirvió una copa, y colocó la botella en la hielera. Se dirigió a la sala y encendió el televisor, deseó relajarse un poco, así que se dio a la tarea de buscar alguna comedia, o algo por el estilo. Al estar cambiando de canal, se encontró con un anuncio que inevitablemente llamó su atención.
"—Interrumpimos nuestra programación, para informarles acerca de la desaparición de la joven que ahora ven en pantalla, Inoue Midori, una joven estudiante de arte de la Universidad Estatal; la última vez que se tuvo noticias de ella fue, en las instalaciones del campus, esto hace cuatro días, y desde entonces, sus amigos y familiares han intentado dar con ella, pero la búsqueda ha sido infructuosa. Pedimos su colaboración, y a cualquiera que pueda dar noticias que den con su paradero, la familia les otorgará una recompensa monetaria. Estos son los números a los cuales se puede contactar para cualquier informe…—"
Miroku observó la televisión y reconoció en la fotografía a la joven de la carpeta de investigación que más temprano les habían mostrado. Le dio un sorbo a su copa de vino, tristemente algo en el fondo le decía que quizá las cosas no acabarían bien, para la pobre chica.
Estaba ahí, metido en sus cavilaciones, y no se percató de que había alguien observándolo desde hacía un par de minutos. Sango lo miró embelesada, cómo amaba a ese hombre, cada parte de su ser reaccionaba por él, siempre había sido por él. Se quitó los zapatos y dejó su bata y su bolso en el perchero, y caminó con cierta elegancia felina, silenciosa, como una leona al asecho; se colocó justo detrás de Miroku, en el respaldo del sillón y le cubrió los ojos con un delicado movimiento hecho con sus manos, Miroku sonrió y acarició las manos, reconocería las manos de su mujer en cualquier lugar.
—Adivina… —le susurró ella en el oído, Miroku sintió que su piel se erizaba e inconscientemente empuñó su mano, y sus labios se entreabrieron, soltó un suspiro, él estaba seguro de que, Sango no era consciente de todo lo que despertaba en él.
—Déjame pensar… —contestó mientras se relamía los labios —eres… la encarnación misma del amor… —Sango sonrió —eres… la mujer más sexy que ha pisado esta tierra —la doctora se sonrojó —eres… el amor de mi vida… —y en ese momento, Sango retiró sus manos de los ojos de Miroku, rodeo el sofá y se sentó a horcajadas, sobre él. El detective, de inmediato reaccionó a esto, rodeó a su mujer por la cintura y la aproximó a él, Sango sonrió, los ojos de su esposo se oscurecieron de deseo por ella, y ella lo sabía perfectamente. Sango se aproximó a Miroku, e inició un pequeño y casto beso, sobre los labios de su sexy esposo, pero el beso se profundizó de inmediato, justo en el momento en que Sango inició un cadencioso movimiento, que provocó un enloquecedor roce entre ambos. Sus respiraciones se aceleraron, hablaban entrecortadamente, diciéndose lo mucho que se deseaban, y cuánto habían anhelado este momento. Miroku bajó los tirantes de la blusa de Sango, revelando esos apetitosos montes y de inmediato se deleitó con ellos, succionando y lamiendo alternando entre uno y otro; Sango dejó caer su cabeza hacia atrás, permitiéndole mayor acceso a ella. El movimiento de cadera, se volvió más duro, más intenso, incrementando el roce y elevando su nivel de excitación a niveles peligrosamente deliciosos. Mientras Miroku seguía deleitándose con los apetitosos senos de su mujer, sus manos recorrieron las anchas caderas de su esposa, estrujó su trasero, marcando el ritmo del movimiento de cadera de la mujer; después llegó a la orilla de la falda de su mujer y la fue deslizando hacia arriba, hasta que prácticamente la colocó a la altura de su cintura, y entonces, se deleitó con el dulce toque de su tersa piel, avanzó hasta palpar el fino encaje de las bragas de su esposa y las deslizó hacia abajo, acto seguido, él se desabrochó el pantalón y sacó su erguido miembro que rogaba por unirse a su mujer. Sango tembló de anticipación, y le ayudó a su esposo, colocó el miembro de su esposo en su húmeda entrada y de una sola estocada, lo introdujo en ella. Ambos suspiraron, aliviados de sentir su mutuo contacto, Sango reinició su cadencioso movimiento, llevándolos a ambos a un estado de delirio y tremenda excitación.
—¡Sango!
—¡Ah!
Ambos estaban a tope, bastante cerca de la cima, la mujer aumentó la velocidad de sus movimientos, y continuó así, hasta que, con un quejido emitido al unísono, ambos manifestaron su llegada a la cima, después suspiraron hondo y profundo. Sango se dejó caer, con el cuerpo laxo, sobre su esposo, entregada al momento de liberación total que le daba el llegar al orgasmo. Miroku respiró hondo, tratando de apaciguar a su acelerado corazón, al tiempo que le obsequiaba tiernas caricias en la espalda a su mujer. La había extrañado tanto.
Ambos, trabajaron mucho para construir la vida que ahora tenían. No podían quejarse, buenos empleos, desarrollo profesional, se amaban con locura. La cereza del pastel llegó cuando se enteraron que Sango estaba embarazada; fue una inesperada noticia, pero el ser padres les llenó de ilusión, hasta el momento en el que Miroku casi colapsa, porque se dio cuenta de que serían dos, y no un solo bebé. Su vida, terminó por volverse un caos —en el buen sentido de la palabra— pero se apoyaron bastante con la nana Kaede, lo que les permitió continuar con sus planes laboralmente hablando, ajustándose a su nueva rutina; sin embargo, últimamente, habían tenido bastante trabajo, y sumando a la tarea de educar a su par de inquietas gemelas, el tiempo para ellos como pareja, se había reducido bastante. Esta noche, había sido diferente, y como si la anciana Kaede les hubiera leído la mente, mandó preparar una cena especial, y puso la ambientación, Miroku, tan suspicaz como era para este tipo de cosas, entendió el mensaje de inmediato, y mandó a las niñas a dormir, por fin un momento a solas para disfrutar de su mujer.
Aspiró hondo, queriendo grabar el embriagante aroma de su mujer, en la memoria de cada célula de su ser, Sango, por su parte, se entregó de lleno al momento, ansiaba hacer, de nuevo, el amor con su esposo.
Ya entrada la noche, luego de degustar su deliciosa cena y mientras comían el postre, ambos hablaban de la larga jornada de trabajo que habían tenido, Miroku contó la acalorada pelea de Inuyasha con el capitán Myōga, Sango moría de risa al imaginarse la escena y más cuando su esposo tuvo que intervenir, para que Inuyasha no empeorara las cosas. Estaban en eso, cuando encendieron el televisor, y justo en ese momento, se volvió a transmitir el reportaje de la desaparición de Inoue Midori, Sango se preocupó bastante por la situación, pero Miroku, prefirió no comentar nada al respecto, ni mencionar que ella era "La chica" del caso por el que riñó Inuyasha con su jefe. Miroku, decidió cambiar de tema, por uno un tanto más agradable, sugiriéndole a su mujer que repitieran lo hecho en la sala, pero esta vez en su alcoba. Sango sonrió por el comentario y le siguió el juego a su esposo, repitiendo su deliciosa sesión de sexo, en su recámara.
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Los días avanzaron mucho más rápido de lo esperado, para conveniencia de ella, porque el señor Morikawa Katsuro, había sido dado ya de alta del hospital, y ella no tenía que verle más. La última visita que le realizó al magnate, no había sido menos incómoda que la primera, sus insinuaciones continuaban, pero ella mantuvo la distancia y su profesionalismo, como en todas las ocasiones. Terminada ya su jornada matutina, decidió ir a almorzar al restaurante, ese día no estaba de guardia, así que había decidido que, al terminar, tal vez podría pasear por el centro, ir a algún museo o ver una película. Ansiaba mucho despejarse, y sabía perfectamente con quién salir y disfrutar de sus planes. Sacó su móvil, y comenzó a teclear, enviando un mensaje de texto a su amigo de juergas, Shippō, tan distraída iba que, no se percató que caminaba directamente hacia una mujer que estaba parada frente al elevador esperando a que la puerta se abriera. El choque fue inevitable, la joven doctora se sonrojó y se disculpó por su torpeza, la mujer la observó con fingida amabilidad, y le indicó que no había problema por el pequeño incidente. Justo cuando Rin se pensaba retirar, la mujer la llamó.
—Disculpa… ¿eres tú la doctora Noto? —Rin miró con extrañeza a la mujer, no entendía de dónde le conocía, por lo que la observó más a detalle. Era una mujer bastante hermosa, sexy, se le notaba más edad que ella, quizá rondaba los 40 años, pero eso sólo le sumaba atributos, se veía sofisticada, vestía un ceñido vestido, color blanco con apliques color morado, tenía su cabello oscuro recogido en un elaborado moño, pero lo que más le impresionó fueron sus ojos, eran de un intenso color carmesí, brillantes y penetrantes. Mentiría si dijese que no se cohibió, por alguna extraña razón se sintió "superada" por aquella bella mujer de exóticos ojos.
—Sí… ¿le puedo ayudar en algo? —respondió Rin, Kagura le dedicó una detallada mirada, no se limitó en disimular que inspeccionaba a consciencia a la joven doctora. Luego del detallado escrutinio, sonrió cínicamente y se acercó a Rin.
—En realidad no… supe que participaste en la cirugía de un… viejo amigo mío, y por lo que sé, quedó muy complacido con tus… atenciones. Puedo ver claramente por qué… Me retiro, que tengas bonito día, doctora. —dijo Kagura y se retiró, contoneando las caderas, llamando la atención de más de un hombre al paso. Rin la miró con extrañeza, pero algo en la manera en cómo la miró esa mujer no le gustó.
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Corría desde hacía cinco kilómetros, ininterrumpidamente, podía decir que, en ese momento, se sentía en perfecta forma; zancada a zancada, continuó con la firme convicción de romper su propio récord personal, el medio maratón estaba cada vez más cerca y él quería participar y ganar. Su cuerpo estaba completamente bañado en sudor, sus muslos y pantorrillas, amenazaban con acalambrarse por el intenso esfuerzo, pero no quería rendirse, no podía, había llegado muy lejos y el éxito le parecía bastante alcanzable. Continuó con su habitual trayecto, la pista atravesaba el bosque urbano en toda su extensión, era bastante temprano, pero sólo con disciplina se conseguía llegar a la meta. Avanzó más, estaba cerca ya de su objetivo, y lo hubiera conseguido y en tiempo récord, de no ser porque lo que a continuación se le reveló, lo desconcertó de tal manera que, lo hizo caer de lleno sobre el camino terregoso; respiró hondo, tantas veces como fue necesario, para lograr sosegarse, su garganta se secó y un ronco grito salió de ella, pero no consiguió la intensidad deseada, apenas y espantó a un par de pajarillos y una ardilla que pasaban por el lugar; con manos temblorosas y la tez pálida, marcó el número de emergencias, deseando con todo su ser que las palabras salieran de su boca, cuando lo requiriera.
—¡Po-por favor! ¡Ayuda!
—Señor ¿qué es lo que ocurre?
—Una chi-chica… ¡Creo que está muerta!
—Señor, por favor… deme su ubicación de inmediato…
—¡Está muerta!
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NA:
¡Hola! Lamento enormemente la larga espera. Como siempre, mi profesión suele absorberme en demasía en ocasiones, y me resulta difícil actualizar tan rápido como quisiera (realmente admiro a quienes logran actualizar a un ritmo constante y con bastante frecuencia) pero bueno, aquí está la actualización de esta historia que sigue su curso y poco a poco irá tomando forma. De los personajes, pues aún falta revelar más de su vida personal y su situación, me di la libertad de mostrar un poco de la dinámica de pareja de Miroku & Sango, también ya mencioné a Shippo quien pronto hará su aparición, nunca pensaría en hacer una historia de Inuyasha sin incluirlo a él ;) A medida que avance la historia, iré revelando más detalles del cómo fue que se conocieron Rin y Sesshomaru. Un nuevo asesinato, en el siguiente capítulo se revelaran los detalles ¿Qué será lo que busca este asesino? Aún falta para averiguarlo, pero se irán revelando más pistas.
