HARRY POTTER ES PROPIEDAD DE J. .

en la historia verán a una Molly diferente, mas comprensiva con sus hijo, si les gritara a los profesores. No es una historia de ataque a Dumbledore, solo no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que hace, si Draco cambia quiero hacerlo algo creíble, así que será progresivo, espero que les guste el cap., he metido todas las intervenciones que pude, creo que son bastantes, pero sinceramente, el primer cap., es algo tedioso, pero necesario para que sepan como se desarrollara la historia, aun así trate de compensarles al final, por favor lean, voten y denme sus opiniones, aun me faltan varias parejas, así que espero sugerencias.

El niño que vivió_ leyó Dumbledore

EL señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.

Porque estamos leyendo sobre los Dursley_ pregunto Harry, temiendo que se revelara su vida hogareña, cosa que ni siquiera sus mejores amigos sabían que tan mala era. Hermione y Ron se miraron y luego ambos tomaron las manos de Harry sabiendo lo difícil que sería para él y esperando que no sea tan malo como creían.

Quienes son los Dursley, creí que leeríamos de Potter_ dijo Daphne Greengras, a su hermana Astoria, quien se encogió de hombros, sin embargo, todos en el comedor la habían escuchado.

Ellos son los tíos de Harry_ respondió Hermione en tono amigable, cosa que sorprendió a los Slytherin, pues era bien sabido que Harry y sus amigos tenían prejuicios conta su casa o al menos eso era lo que les dijo Malfoy. Ahora podrían averiguar si era cierto.

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él. Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.

Que tienen de malo los Potter_ cuestiono Sirius indignado.

Eran gente estupenda_ continuo Remus igual de ofendido que Sirius.

A los Dursley no les gusta, lo que es diferente, además Petunia no se llevaba bien con mi mama_ dijo Harry sorprendiendo a la mayoría y preocupando a los profesores pues no se dirigía a ellos como tíos.

Bill y Charlie que eran los que menos sabían de la familia de Harry se miraron, cuando iban a preguntar, vieron la mirada que Ron les daba a todo y decidieron dejarlo para otro momento. Mientras Molly se iba dando cuenta de a que se referían lo chicos cuando decían que la iban a necesitar.

Al ver que Harry no diría más continuaron.

La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil, eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar.

Como puedes fingir que no tienes hermana_ pregunto Fred, él no podía imaginarse negando a ninguno de sus hermanos, ni siquiera a Percy.

James no era un inútil_ dijo Sirius empezándose a preocupar por Harry.

James y Lily eran brillantes_ aseguro Mcgonagall.

No tiene importancia, siempre hablan así_ trato de calmarlos Harry. Lo cual solo empeoro las cosas, Hermione al ver que Harry se ponía mal les dijo que continuaran leyendo, pues nunca iban a acabar el capítulo.

Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.

a que se refieren con un niño como aquel_ pregunto Luna.

A un niño mago, los Dursley odian todo lo diferente incluyendo la magia_ contesto Harry.

Todos los que no conocían a los parientes de Harry fruncieron el ceño. Amelia Bones miro a Dumbledore que se empezaba a poner nervioso pensando que tal vez se equivoco al poner a Harry con la familia de su madre.

Snape se pregunto si eso significaba que odiaban a Harry, agito la cabeza para sacarse esos pensamientos, Potter era un niño mimado igual a su padre, tal como le había dicho su ahijado.

Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta. Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana. A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.

no puedo creer que alabe ese comportamiento_ dijo Molly.

Solo lograra que el niño sea un malcriado_ le dio la razón Arthur.

Harry iba a contestar, pero decidió no hacerlo, ya se darían cuenta de cómo era Dudley.

Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.

el gato eras tu verdad minie_ pregunto Sirius.

Señor Black le he dicho que no me llame así_ le dijo Minerva. Pero ya eran demasiado tarde los gemelos Wesley habían escuchado el apodo y estaban algo sorprendidos, pero decidieron usarlo (cuando salieran de Hogwarts, tampoco eran suicidas).

Que hacía ahí Minerva_ pregunto Tonks

El director me había enviado a investigar a la familia de Harry_ le contesto.

Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa. El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros.

que hombre para más aburrido_ le susurro Alicia a sus amigas, Angelina y Katie, ellas sonrieron, Pensando en lo bueno que era que Harry sea tan diferente.

El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar. Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente.

Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un dónut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación.

—Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...

—Sí, su hijo, Harry...

El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo.

Esa es la fecha de…_ le susurro Hermione a Harry.

Si_ le respondió, algo triste, sus amigos trataron de reconfortarlo disimuladamente, pero ya todos sospechaban que día era, Sirius y Remus se iban a levantar, para ir con Harry, pero al verlo con sus amigos decidieron que no era el momento.

El director siguió leyendo esperando acabar con este capítulo, lo antes posible.

Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido. Potter no era un apellido tan especial. Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O Harold.

Ni siquiera sabían tu nombre_ le pregunto Oliver.

No, ellos no me conocieron hasta que fui a vivir a su casa_ respondió, pensando que tal vez ni siquiera en ese momento sabían su nombre.

A los Gryffindors la lectura los iba preocupando cada vez más, esperaban que con Harry viviendo con ellos las cosas cambiaran.

No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...! Pero, de todos modos, aquella gente de la capa...

Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto,

estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.

—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo. Segundos después,

el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban:

—¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque ¡Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día! Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó.

a la gente ya no le preocupaba nada, estaban siendo bastante imprudentes_ comento Minerva.

Hay que entenderlos, después de tantos años de guerra, es comprensible que quieran celebrar, que Voldemort se había ido para siempre_ dijo el ministro, sin darse cuenta de las miradas que le dirigían todos los que creían en Harry.

El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación). Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos.

—¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta.

El gato no se movió.

Por supuesto que no, Mcgonagall nunca le haría caso_ empezó Fred.

a esa morsa con complejo de humano_ continuo George.

Ambos tratando de sacarle una sonrisa al trio, que estaba bastante deprimido.

Molly les lanzo una mirada severa, pero a ellos no les importo, porque habían notado a Harry sonreír con su comentario.

Sólo le dirigió una mirada severa. El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa.

La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»).

Molly tuvo que hacer un esfuerzo para no decir nada, ese niño estaba realmente malcriado, gracias a Merlín que Harry no resulto así. Cada vez se convencida más de que debía sacar a Harry de esa casa, luego miro a Sirius, si estos libros comprobaban su inocencia, Harry no tendría que volver a esa casa y ella podría ayudar a Sirius a que sea un tutor responsable.

El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche.

—Y, por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica—. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim?

—Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras.

No lo que estaban celebrando es la derrota de Voldemort, sin preocuparse por como sucedió_ dijo Harry con amargura, muchos lo vieron sorprendidos, pensando que debería ser feliz de que quien-tu-sabes desapareciera.

Potter, no deberías estar feliz_ dijo Umbridge arrogantemente creyendo que podría dejar a Harry como como el mocoso en busca de atención que es.

Harry la miro pero el que respondió fue Neville_ creo que lo que Harry quiso decir que esa guerra, costo muchas vidas, muchas familias quedaron diezmadas, es horrible que mientras las familias de los valientes caídos lloraban a sus muertos, otros estaban celebrando.

Muchos, sobre todo los que tuvieron familiares en la guerra, asintieron, Dolores iba a continuar con sus tonterías y tal vez dar detenciones, pero una mirada del ministro, le dijo que se detuviera, ya habría tiempo de exhibir a Potter, como el mentiroso que es, como no dijo nada más la lectura continuó.

¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa. El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter... La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo.

—Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana? Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.

—No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué?

—Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro... —¿Y qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley.

—Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo.

La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado:

—El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no?

—Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez.

—¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no?

—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.

—Oh, sí —dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo.

Que se creen esos, como se atreven a hablar del nombre de Harry, si su hijo se llama Dudley_ dijo Hermione, empezando a levantarse, ya harta de como hablaban de los Potter; Harry y Ron se miraron sabiendo que era mejor calmar a su hermana, antes de que se saliera de control y lastimara a alguien.

Hermione, hermanita, no vale la pena que te enojes, ya sabes cómo son_ le susurro Harry, lo suficientemente bajo para que solo ella y Ron escucharan, tomándola del rostro para que lo viera. La mitad de la escuela los vio con una sonrisa y a otra mitad se quejó porque habían perdido su dinero, pues esa muestra de afecto les parecía la comprobación de que ellos estaban enamorados, hasta que Ron repitió la acción de Harry, cuando noto que se hermana, por así es como la consideraba ahora, cualquier sentimiento incomodo había desaparecido, se ponía peor le susurro,_ mira el lado positivo Mione, con estos libros, tal vez consigamos que Harry nunca más regrese con esa gente, así que no importa lo que ellos digan o piensen; Hermione al escucharlos y ver lo preocupados que estaban, respiro hondo y se calmó, luego se sentó con Harry y Ron a cada lado de ella.

La escuela entera incluyendo a los profesores, estaban intrigados por lo que acababan de ver, mientras que tres de las cuatro casas esperaban que se revelara con quien estaba saliendo Hermione en ese momento, pues la apuesta ya llevaba mucho tiempo, hace un par de años los alumnos de Gryffindor aburridos, estaban observando al trio y decidieron apostar con quien se quedaría Hermione, una apuesta que pronto llego a las otras dos casas, las serpientes no intervinieron pues creían que Harry las odiaba.

Pero eso sí, todos a excepción de sus hermanos y un par de gemelos, pues estaban acostumbrados estaban sorprendidos del pequeño colapso que tuvo, la siempre perfecta prefecta de Gryffindor.

No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo. ¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver con los Potter? Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos... bueno, creía que no podría soportarlo. Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta) ... No, no podría afectarlos a ellos...

su clase_ repitió Astoria Greengras, la familia de Potter cada vez le caía peor, pero supuso que ya no pensaban así, pues criaron a Potter y la casa verde y plata sabia lo mimado que estaba el elegido.

Arthur realmente esperaba que estos libros demostraran la inocencia de Sirius para que Harry no tuviera que volver con esa gente tan desagradable.

¡Qué equivocado estaba! El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive. Apenas tembló cuando se cerró la puerta de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche. Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron. En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.

Director que hace ahí_ se escucho por todo el gran comedor.

Estoy seguro que se aclarará_ le respondió, la verdad es que estaba nervioso por todo lo que estaban leyendo, realmente esperaba que las cosas fueran mejor de lo que parecía y que su decisión no haya afectado demasiado a Harry, solo leyendo lo sabría.

Muchos lo vieron con sospecha, pero siguieron escuchando.

Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró: —Debería haberlo sabido. Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.

—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.

Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada.

—¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.

—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.

—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall.

—¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí. La profesora McGonagall resopló enfadada.

Y con justa razón pensó Harry, pero no dijo nada, solo quería que ese capítulo acabara.

—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Torció la cabeza en dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley—. Lo he oído. bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común.

—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años...

En eso tiene razón Dumbledore, tantos años aguantando a quien tú sabes_ dijo Fudge.

Si, pero creo que una mejor manera de no solo celebrar, si no que honrar a quienes dieron su vida por la causa, seria asegurarse que todos los que lo apoyaron fueran a Azkaban y no dejarlos libres alegando imperio, cuando todos sabemos que no es cierto y no encerrar a personas inocentes_ dijo Sirius mirando a los trabajadores del ministerio, Amelia entrecerró los ojos cuando vio a Fudge poniéndose pálido, decidió que lo vigilaría.

El ministro por su parte estaba recordando dos ocasiones donde hablo con Potter, una donde le grito que Sirius era inocente y otra en la que le dijo que personas respetables como Nott y Malfoy estuvieron en el cementerio, si mientras leían se comprobaba…, agito la cabeza Potter era un mentiroso intentaba convencerse, pero al ver la mirada de Amelia, no podía evitar esperar ansioso la comprobación de que quien tu sabes no había vuelto,

—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores... Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperara que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando. —Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore? —Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón?

—¿Un qué?

—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho.

—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos—.

Estoy de acuerdo, ciertamente no era momento para caramelos_ dijo Hermione, esa despreocupación del director la estaba empezando a molestar, Ron le apretó la mano, aunque él estaba completamente de acuerdo, el director ya debía saber que los Potter murieron y actuaba como si nada hubiera pasado.

Harry estaba conmovido por como sus amigos se enojaban en su nombre, pero también le preocupaba, lo que podrían hacer si se descubría su vida hogareña.

Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...

—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort.

En eso estoy de acuerdo, es solo un nombre, es ilógico estremecerse solo por eso_ Hablo Harry.

Hermano tienes que entender que mientras tú, te enteraste de Voldemort a los once, muchos crecimos escuchando las historias de la primera guerra, y nuestros padres nos inculcaron el miedo al nombre, y supongo que al ver nuestro miedo los nacidos de Muggles también empiezan a temerle_ susurro Ron.

Creo que Ron tiene razón_ dijo Hermione, Harry pensó en eso y se dio cuenta que tenía sentido, empezaría a ser mas comprensivo al respecto, pero eso no significaba que no intentaría que los de el ED empezaran a decir el nombre.

Eh, que se andan secreteando ahí_ pregunto George.

Nada_ dijeron los tres a la vez y volvieron a prestar atención a la lectura.

—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo. — está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve.

—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.

—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.

Eso obtuvo diferentes reacciones, unos se reían, otros pusieron cara de trauma, al menos hasta que los gemelos y su amigo Lee empezaron a silbar y hacer ruidos de besos, Molly trato de callarlos, pero no dio resultado cuando poco a poco se empezaron a unir el resto de estudiantes.

La pobre madame Pomfrey estaba toda sonrojada ante las miradas divertidas de sus colegas.

Después de un rato pudieron continuar.

La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar. —Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo? Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento. Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió. —Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos. Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.

—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...

Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.

—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza.

La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó.

Harry miro a la profesora, pero antes de que pudiera decir algo se le adelantaron.

Realmente le afecto tanta profesora_ le pregunto Seamus.

Si señor Finnigan, ellos no solo fueron mis estudiantes, después de graduarse nos volvimos amigos.

Todos, miraron a la profesora sorprendidos, no sabían eso.

—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry. Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido. Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado. —¿Es... es verdad? —tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry, en nombre del cielo? —Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos. La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo:

—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no? —Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí. —He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.

Así que fue usted quien llevo a Harry con esa gente_ dijo Charlie, en un tono que dejaba claro que lo desaprobaba, al ver lo cerca que parecían Harry y Hermione de Ron había decidido que los acogería y que los cuidaría como haría con cualquiera de sus hermanos.

Así es señor Weasley, fui yo quien dejo a Harry con sus parientes, y le aseguro que lo mantuve vigilado y que ese era el mejor lugar para el_ aseguro Dumbledore.

Espero que lo sea director y usted no haya puesto en una mala situación a Harry_ dijo Bill, quien pensaba lo mismo que Charlie sobre tener dos hermanos más.

Harry resoplo, pensando que ahí estaba a salvo de los mortifagos, pero quien lo protegía de los Dursley. Hermione le apretó la mano, mostrándole su apoyo, pensando que si el director mantuvo vigilado a Harry como es que permite que vuelva.

—¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí! —Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta.

Una carta, para que necesitaría una carta, no seria mejor explicarles todo cuando les entregara a Harry_ pregunto Molly confundida.

Albus palideció, sabiendo que no le haría nada de gracia lo que hizo.

Mama, estoy seguro que todo se explicará, tal vez si continuamos se sabrá_ le dijo Harry. Molly se suavizó al escuchar a Harry llamarla mama, accedió a escuchar la lectura, pero siguió mirando al director, al igual que Hermione y Ron, a quienes no les gusto como sonaban las cosas.

—¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... Todos los niños del mundo conocerán su nombre. —Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo?

No creo que esa fuera su decisión, director, Potter debió crecer con personas que no odiaran a su familia ni a la magia_ dijo Blaise Zabinni, quien empezaba a sospechar que el elegido no tenia la vida perfecta que creían y estaba pendiente de la lectura, esperando que se descubriera por que Potter odiaba a los Slytherin y siempre provocaba conflictos con Malfoy.

Snape y Draco lo fulminaron con la mirada, por defender a Potter, mientras que el director simplemente lo miro, pero no dijo nada, parecía pensativo.

Amelia Bones estaba atenta a la lectura, viendo si Harry realmente estaba seguro con su familia, luego recordó la reacción del chico a la llegada de Sirius, Amelia sabia que el era su padrino, tal vez si estos libros revelaban que fue lo que paso esa noche de Halloween, Harry Potter podría irse a vivir con su padrino.

La profesora McGonagall abrió la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo: — Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry. —Hagrid lo traerá.

—¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso?

—A Hagrid, le confiaría mi vida —dijo Dumbledore.

Yo igual_ dijo Harry, inmediatamente seguido de sus hermanos y el resto de los Weasley, aunque Molly algo reticente, después se empezaron a oír murmullos de acuerdo por todo el comedor.

Hagrid, es alguien bueno para tener de tu lado_ dijo Remus.

Umbridge bufo_ ciertamente difiero Hagrid, no cuenta con las habilidades necesarias para ese nivel de confianza, ni siquiera debería ser profesor.

El trio se puso de pie dispuesto a defender a Hagrid, al ver que agachaba la cabeza, pero antes de que dijeran algo el director intervino,

Jóvenes, por favor siéntense por favor, Madame Umbridge le recuerdo que no estamos aquí para evaluar al personal del colegio_ le dijo.

Umbridge iba a replicar, pero Fudge la miro como diciendo que pronto podrían arreglar las cosas de Hogwarts, pero por ahora era mejor guardar silencio.

—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso? Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos. La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para que lo aceptaran y, además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas.

—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto?

—Me la han prestado, profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor.

Escucharon, Sirius le dio su moto para que Hagrid me llevara a un lugar seguro, si él fuera el que traiciono a mis padres, porque haría eso_ dijo Harry razonablemente.

Muchos asintieron pensativos, tal vez había más en la historia de lo que sabían.

Quizás haya algo de lo que no nos hemos percatado ministro, esperemos que los libros nos revelen la información que perdimos_ dijo Amelia mirando a Fudge.

Fudge asintió como si estuviera de acuerdo, pero por dentro estaba temblando, esperaba que lo que Potter le dijo hacia dos años no se comprobara, porque eso podría significar el fin de su carrera.

Harry, al escuchar a Amelia y ver tan nervioso a Fudge, no pudo evitar sonreír, puede que los libros no sean tan malos si conseguían liberar a Sirius y deshacerse del ministro.

—¿No ha habido problemas por allí?

—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol. Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.

—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.

—Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.

Muchos voltearon a ver a Harry, específicamente su cicatriz, mientras este trataba de ocultarse tras su hermana, pero las miradas pararon al ver no solo las miradas de Ron y Hermione, sino de los gemelos y Ginny, pues ellos sabían que Harry odiaba su fama, Bill y Charlie observaron eso y concordaron en que tenían mucho que averiguar sobre Harry.

Cuando las miradas pararon la lectura siguió.

—¿No puede hacer nada, Dumbledore?

—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.

Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley. —¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid. Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido. —¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles! —Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles...

—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall,

Esperen Hagrid, profesores no serían capaces de hacer lo que creo que están haciendo verdad_ pregunto Hermione en un tono que asusto a muchos, sus hermanos le tomaron las manos tratando de calmarla, aunque sabían que en ese punto ya era inútil. Molly no pudo evitar sentirse orgullosa de como su nueva hija lograba asustar incluso a los profesores, aunque también estaba furiosa por lo que parecía que estaban haciendo con Harry.

dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado.

—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.

Unirse a las celebraciones, Albus_ pregunto Molly en un tono muy parecido al de Hermione, pero aún más aterrador.

—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Más vale que me deshaga de esta moto. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore. Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche. — Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta. Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata. Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.

—Buena suerte, Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció.

Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinto. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo, sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley... No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por todo el país estaban levantando sus copas y

diciendo, con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el niño que vivió!»

Dumbledore¡_ se escucho un grito, todos voltearon a ver a Molly, pues esta se había levantado, pero no grito, pues alguien se le adelanto, con sorpresa vieron como la prefecta siempre respetuosa de las reglas se acercaba de forma amenazante al director, seguida de Harry y Ron que intentaban contenerla, aunque la verdad, Ron no se esforzaba mucho, es también estaba furioso por lo que acababan de leer, pero no quería que se metiera en problemas, nadie podía creer lo que veían, pues esa era Hermione Granger, la última persona que esperarían le faltara el respeto a la autoridad, el mas sorprendido ( gratamente) era cierto gemelo que últimamente le había puesto más atención, pues ella era como una hermana para el ( o al menos eso se decía, no importa que George dijera lo contrario), lo que la gente no sabia es que cuando se trataba de sus amigos a Hermione no le preocupaba nada mas

El director simplemente espero en silencio que hablara, deteniendo a Minerva cuando intento que se volviera a sentar.

Así que déjeme ver si entendí_ empezó de forma que incluso Dumbledore se puso nervioso, primero hiciste que Hagrid, llevara a Harry donde esas horribles personas, luego insististe en dejarlo ahí, a pesar de lo que dijo la profesora, y por ultimo ni siquiera tuviste la delicadeza de entregar a Harry personalmente, sino que lo dejaste en la calle solo, donde cualquiera pudo llevárselo o dañarlo, porque el libro dice que paso ahí varias horas, para irte a celebrar_ termino Hermione con un susurro aterrador.

Señorita Granger era bastante tarde, no podía despertar a los parientes de Harry a esas horas_ contesto el director ignorando las señas de los chicos de que se callara, pues solo lo estaba empeorando, pero antes de que Hermione pudiera decir más, Molly se acercó.

De modo que te parece mas importan el sueño de esas personas que la seguridad de un niño, que acababa de perderlo todo, por último, no tenías que llevarlo inmediatamente, podrías habérselo dejado a Hagrid o llevármelo, solo por esa noche_ le grito Molly mientras su esposo la agarraba para que no hechizara al director.

Antes de que las cosas se salieran de control Amelia decidió intervenir.

Ciertamente, vamos a tener que aclarar muchas cosas director, pero lo haremos cuando tengamos un descanso y sepamos mas sobre la familia del señor Potter, espero que realmente sea el mejor lugar para él.

Madame Bones, le pido que me deje estar en esa reunión después de todo, soy el padrino de Harry dijo Sirius, sorprendiendo a muchos, Fudge se iba a negar, pero Amelia lo silencio y acepto. Sirius estaba furioso con el director, pero sabía que si quería tener la custodia de Harry debía controlarse.

Al escuchar a Madame Bones, Hermione se tranquilizo lo suficiente para que sus hermanos la sentaran, y los tres se quedaron abrazados mientras esperaban que la lectura continuara, si notar que, durante el alboroto, todo los Weasley se habían acomodado de modo que los tres estaban rodeados por ellos, todos estaban indignados por lo que habían leído, pero sabían que no ganarían nada enojándose, una vez que los ánimos se calmaron, comenzaron el siguiente capítulo.