El pelo rubio de Bakugo se sacudía furiosamente contra el viento. Con el coche descapotado, la velocidad le hacía entrecerrar los ojos, así que a menudo los mantenía cerrados. Había apoyado un brazo en la ventana abierta y se había recostado hacia atrás, con el cuerpo relajado sobre el asiento, una mano en el cinturón y las piernas cómodamente abiertas.
De vez en cuando abría los ojos y miraba afuera, y era cuando recuperaba los morros de niño rabioso. Ahí era cuando hacía sonreír a Sheziss. Ella, a su lado, había tomado la precaución de recogerse el pelo, pero aun así la coleta negra daba latigazos al asiento de cuero tras ella, y un mechón rebelde se retorcía frente a sus ojos mientras, con ambas manos apoyadas en el volante, la tutora tamborileaba con los dedos al ritmo de la música.
Durante los tres primeros días, habían estado en silencio absoluto.
A partir del cuarto, Sheziss había puesto música y él, tras gritarle sobre su mal gusto, había puesto sus propias canciones.
Una semana después, sonaban algunas nuevas. Algunas que le gustaban a ella, que le había recomendado en sus chats, a los que él nunca contestaba. Así que la tutora había entendido con facilidad a Katsuki, porque él la había invitado a ello. Era un chico aterrorizado… pero tenía buen corazón. No daría tanto trabajo como le habían hecho pensar. Él solamente necesitaba compañía de alguien que no fuera a juzgarlo.
Bakugo abrió una vez más los ojos y apoyó la barbilla en el puño.
—¿Por qué les caes mal a los profesores?
Sheziss arqueó una ceja. Se volvió un momento hacia él, aunque el chico estaba abstraído mirando por la ventana.
—¿Qué?
—Vlad King no le gruñe a nadie. Solo a Aizawa y a ti.
Ella esbozó una amplia sonrisa. Se pasó la lengua por un colmillo, buscando en la carretera las palabras adecuadas.
—Tiene sus razones. Digamos que… me conocen.
Katsuki se volvió hacia ella. Sheziss no lo miró, pero se dejó examinar en silencio. Tras una pausa, la mujer lo miró por el rabillo del ojo.
—Ya te enterarás.
Él frunció el ceño, lo que a ella le hizo reír. Sin embargo, Katsuki vio que no le sacaría nada más y se echó atrás en su asiento. Lo reclinó, causando un horripilante crujido que les hizo serrar los dientes y le ganó un golpe en el muslo de su conductora.
—Sin rompérmelo, chico bomba.
—Cállate, bruja.
Ella rio.
De vuelta en el campus de la UA, Sheziss se había puesto cómoda ya en su dormitorio y se miraba las uñas mientras arrastraba los pies hasta la cocina. Se encontró con Shiozaki, que se preparaba un té con su usual gesto solemne y el cabello de vides atado en una coleta. Al ver a su tutora, sin embargo,su rostro se iluminó en una sonrisa tímida.
—Señorita Jones.
—¿Qué pasa, florecilla?
—Preparaba una infusión para el sueño. Despeja el alma. ¿Usted puede prepararse algo parecido?
La tutora le pasó una mano enguantada por el pelo de espinas para saludarla y abrió la nevera. Pasó la mirada por los cajones, hasta que encontró la caja en la que le habían obligado a esconder sus paquetes de sangre y alargó el brazo para sacar uno.
—Pues nunca lo he probado, a decir verdad. Me conformo con el olor de la tuya, de todas formas.
Le guiñó un ojo y salió contoneándose con elegancia hasta la sala común, mordisqueando su cantimplora y dando pequeños sorbos de su cena. Neito Monoma, que se había tumbado en el sofá con un pie sobre la mesa, abrió efusivamente los brazos al verla.
—¡Mi lady! Te he echado mucho de menos.
Kendo, que estaba de pie a su lado peinándose tras una ducha, le dio un golpecito con el cepillo, pero le rio la gracia. La mujer les dedicó una sonrisa manchada de sangre antes de limpiarse los colmillos con la lengua.
—Y yo a vosotros, pequeñajos.
—Sheziss.
Ella dio un respingo y se volvió a la entrada, donde Sekijiro, Vlad King, la esperaba ya en pijama. Ante las miradas interrogantes de sus alumnos, el profesor carraspeó y se frotó el rostro con un gruñido.
—¿Podemos hablar un momento?
Ella asintió y se despidió de los estudiantes con un guiño antes de dirigirse hasta el profesor. Sin tacones, la tutora se movía de forma errática, como si tratara de modificar sus gestos a propósito para parecer más torpe de lo que era. Vlad King se encontró examinando aquellas cosas. ¿Era por no intimidarlos? No le salía, eso desde luego. Seguía siendo sinuosa como una serpiente lista para atacar, afilada y peligrosa. Cuando la mujer llegó hasta él, se cruzó de brazos. Se le… hacía extraño que alguien fuera tan alto como él. De hecho, con los tacones Jones solía superarlo en altura…
—¿Pasa algo?
El profesor sacudió la cabeza y parpadeó para centrarse.
—Sí, esto… Quería disculparme.
Ella echó la cabeza atrás, sorprendida.
—¿Disculparte?
El hombre volvió la cabeza a Monoma y Kendo, que se habían encaramado a un lado del sofá para espiar sin demasiada discreción. Awase había llegado poco después, y los miraba de pie en la sala mientras se lavaba los dientes. Sekijiro inspiró hondo.
—Quiero pensar… que me equivoqué contigo. Los chicos te han cogido cariño, y me fío de ellos más que de los informes sobre ti.
Ella relajó la postura un poco. Su expresión se suavizó, y le dedicó una sonrisa de colmillos afilados.
—Disculpas aceptadas. No decepcionaré.
Le dio un golpecito en los brazos, y luego se remangó para flexionar el brazo y poner sus bíceps uno contra el otro. Los de Kan eran mucho más anchos, por supuesto, pero aun así el profesor se encontró sorprendiéndose por la fuerza de ella. La mujer le guiñó el ojo, se dio media vuelta golpeándolo a propósito con la melena negra y volvió junto a sus alumnos exagerando su paso para que Monoma la animara.
Sekijiro solamente supo reír.
Al otro lado del campus, bajo el cielo de la noche, un lucero caminaba junto a Aizawa. Eleonora tendía a iluminar su piel sin querer, se envolvía con un tierno brillo blanquecino, cada vez que empezaba a emocionarse al hablar. Esto era casi imperceptible durante el día, porque su piel era también muy clara, pero de noche resplandecía con la calidez de una luz de Navidad. Eraser Head, a su lado, se encogía un poco ante tal reclamo mientras ella hablaba.
—¡Kirishima está evolucionando a un muy buen ritmo! Nos ha conocido a todos los tutores, y todos lo adoramos. Es un muy buen chico. ¡Un muy buen hombre!
Dejó escapar una risa melodiosa, que resonó en el parque vacío. Aizawa se estremeció.
—¿Y Denki?
Ella se dio cuenta de que había empezado a brillar de nuevo, así que atenuó su luz un poco.
—Bueno, va poco a poco. No puedo contarte lo que hacemos en nuestras sesiones, pero creo que podré conseguir que gestione mejor ciertas cosas. Sé que estás preocupado por él…
El hombre agachó la cabeza para esconder el rostro tras su cinta de captura. Gruñó por lo bajo, para sí, evitando encontrarse con su mirada.
—Hazme saber cómo evoluciona.
Ella sonreía.
—Sí, sí…
Se detuvo, gesto que el profesor imitó por pura sorpresa. Entonces la mujer levantó una mano y se la acercó al rostro, pero él se apartó rápido como una sombra y le agarró la muñeca a medio camino. En un movimiento ágil, Aizawa tiró de ella, la inmovilizó con las manos y le clavó su singularidad.
La luz de la piel de Eleonora se apagó un poco demasiado tarde.
Aizawa abrió los ojos de par en par. No atacó, pero presionó con fuerza el pulgar contra la muñeca de la tutora, todavía en guardia. Ella no había dejado de sonreír, pero un brillo de dolor había asomado a su mirada.
—¿Cómo van a fiarse los alumnos de nosotros —susurró, profundamente apenada—, si los profesores creen que los vamos a atacar en cuanto tengamos la oportunidad?
Aizawa no relajó la postura. Y, en una situación así, se encontró con una Eleonora diferente: sus facciones redondas adquirieron unos bordes inesperadamente afilados, las sombras bajo sus luces se alargaban, profundas y contrastadas. Sus iris claros parecían inundados de fantasmas cuando los bajó a su altura, y Eraser Head frunció el ceño.
Morpher sobrevoló a la pareja con un grito de advertencia. Eleonora levantó la mirada.
—Morpher, descansa. Todo va bien.
El guacamayo descendió lentamente, sin perder de vista al profesor. Una vez en el suelo, tomó la forma de un gato negro y se quedó observando en silencio a Shouta, que no osó moverse, todavía clavado en Eleonora. Poco después, sin embargo, acabó dándose media vuelta y marchándose a paso tranquilo. Aizawa no dejó de presionar a la tutora con su borrado.
—Tu singularidad —susurró el profesor. Ella le cogió el brazo que la agarraba y se lo acarició, su rostro recuperando lentamente la calidez; aun así, sus ojos se humedecieron y un nudo se le formó en la garganta.
—Shouta —susurró, una sonrisa tierna en sus labios—. Por favor…
—¡Eh, Lea!
La tensión entre ambos se rompió en pedazos. Aizawa retrocedió a trompicones; Eleonora se deslizó a un lado para relajar la situación y esconder tras su espalda al profesor mientras este se recomponía del enfrentamiento. Contra la luz encendida de los dormitorios, Eijiro Kirishima levantaba un brazo. Se había quedado callado, interrogante. La tutora se iluminó con una sonrisa.
—¡Kirishima! ¿Qué pasa, cielo?
Él dudó un momento. Los miró alternativamente, dudoso, pero acabó dando un paso atrás.
—Vamos a… jugar al Twister un rato. Sato ha hecho buñuelos y, bueno… hemos pensado que querrías unirte.
Ella miró fugazmente tras su espalda, donde Aizawa todavía la taladraba con lo que se suponía que debía estar eliminando su singularidad. Eleonora atenuó su luz con un suspiro antes de volverse de nuevo hacia Kirihsima, sonriendo como un lucero.
—¡Claro! Voy contigo.
Trotó tras él, dejando a Aizawa solo bajo las estrellas. Eijiro llevó una mano al brazo de la joven, cuya luz escondía una rojez con la forma de los dedos de Eraser Head.
—¿Ha pasado algo?
Ella se acarició la zona dolorida. Él… se preocupaba con razón. Los profesores de la UA sabían cosas sobre los tutores que no tenían permitido compartir con los alumnos. Eso los estaba quemando por dentro, y ella lo comprendía. Pero Eleonora se había enfrentado a aquello antes. Finalmente sonrió al joven y le llevó una mano al rostro para acariciarle la frente con el pulgar.
—No te preocupes por eso ahora. Si pasa cualquier cosa, os enteraréis.
Él no pareció demasiado satisfecho con su respuesta, pero acabó sacudiendo la cabeza y la acompañó a la sala común. Allí, un hombre los esperaba riendo con Mina y Momo. Su cuerpo alargado no cabía en el sofá, así que apoyaba las piernas en la mesa y doblaba el cuello sobre el respaldo. Se pasaba las manos por el cabello amarillo, riendo a carcajadas con las gracias de las dos chicas.
El joven no debía superar por mucho los veinte años, pero había abandonado ya toda la redondez de la adolescencia. Era ancho de hombros, de piel bronceada y brazos cubiertos de cicatrices claras. Llevaba una camiseta de tirantes, bajo la que asomaban músculos trabajados y más marcas. El cabello amarillo le caía sobre la cara angulosa, y sonreía con un brillo que podía igualar a la vitalidad de Eleonora. Sus ojos azules brillaban con chispas traviesas mientras se frotaba el torso. Al ver entrar a la tutora, la saludó con una mano.
—¡Lea! Te estábamos esperando.
—Percyval —saludó ella—. Pensaba que tenías sesión ahora.
—He terminado hace nada con Shoji, así que me ha invitado a quedarme.
Mezo, que se había sentado en una silla para quedarse cerca de la mesa con aperitivos, levantó una mano.
—Bienvenida.
Del otro lado de la sala venían gritos. Bakugo reñía a Izuku y Denki por algo que no era ya discernible, pero habían logrado terminar de preparar la alfombra para jugar. Al verlo, Eijiro abandonó a Eleonora para correr hasta ellos y trató de aplacar a la bestia con sus mejores palabras tranquilizadoras. Tsuyu se había sentado en el suelo con la ruleta, mientras Tenya, a su lado, aconsejaba a Toru que se pusiera guantes para jugar. Asui se volvió hacia Eleonora y, al reconocerla, sus ojitos se iluminaron y sacó la lengua.
—¡Señorita Star! Me alegra mucho verla. ¿Viene a jugar con nosotros? Croac.
Ella no pudo evitar un chillido de felicidad al verla tan contenta. Se arrodilló a su lado y le cogió las manos.
—¡Sí!
—¿Va a venir Morpher?
Eleonora negó suavemente con la cabeza.
—No lo creo. Morpher no tiene los mismos sentimientos que nosotros, así que no entiende los juegos…
Las palabras se le cayeron de los labios cuando vio entrar en la sala a Aizawa. Percyval dio un respingo: así que no, no era solamente ella el objetivo de la desconfianza de Eraser Head. De hecho, el profesor taladró al tutor con la mirada, hasta que él se levantó del sofá y se excusó brevemente con Mina y Momo para ir a ayudar a los demás a preparar la alfombra de juego.
Luego, Aizawa se volvió hacia Eleonora. Su mirada se alargó, se tensó, en el silencio, pero finalmente el hombre sacudió la cabeza y se marchó a la habitación. La tutora suspiró. Iba a tener que enfrentarse a ello, quisiera o no, si su intención era quedarse más tiempo.
Así que, tras un breve beso de cariño a las manos de Tsuyu, se levantó y siguió al hombre. Llamó a la puerta y carraspeó.
—Shouta.
—Eraser Head, por favor —corrigió él—. Pasa.
La mujer abrió la puerta. Sin demasiada vergüenza repasó con la mirada el torso de Aizawa, que se cambiaba de ropa sin siquiera prestarle atención. La mujer inspiró profundamente.
—¿Quieres venir con nosotros?
Él se detuvo. Tras evaluarla un momento, chasqueó la lengua y le dio la espalda para buscar una camiseta que ponerse.
—No me han invitado. No querrán que su profesor les arruine la fiesta.
—Te respetan mucho. Pero… porque, muchas veces, te muestras demasiado inalcanzable. Sé que les apoyas, y que te importan. Y ellos también lo saben… pero te pones siempre demasiado lejos de ellos.
Él no respondió inmediatamente. Eleonora esperó pacientemente hasta que él se hubo vestido; luego lo miró recogerse el pelo.
—¿Te enorgullece tu cicatriz? —murmuró ella. Se acercó, muy despacio, y levantó una mano. Él, de nuevo, la detuvo… pero de forma mucho más suave esta vez. Ella apartó el brazo—. Debería. No todos se entregarían a la muerte por sus alumnos.
—Deberían.
Ella sonrió. Aizawa le mantuvo la mirada, gesto que ella aceptó de buen gusto. Al final… no eran tan diferentes. Los ojos de ella brillaban un poco más, pero ambos estaban cansados. Ambos habían pasado mucho. Así que Eleonora acabó dando un paso atrás.
—Te espero con ellos.
Y, casi una hora después, Aizawa apareció. Para entonces, Percyval lloraba de la risa abrazado a Kirishima, que muy a duras penas lograba disimular las carcajadas mientras trataba de calmar a Bakugo. El chico se había enredado con uno de los brazos de Sero y estaba teniendo problemas para hacer su siguiente movimiento. Hanta, por su lado, a duras penas lograba mantenerse en su sitio por el agudo dolor de la risa en su costado.
Al otro lado de la Sala, Eleonora y Jiro enseñaban a Izuku a hacer trenzas y practicaban con el pelo de Momo, charlando animadamente. En uno de los sillones, Koji Koda había hecho las paces con un Morpher que, todavía en forma de gato, dormitaba en su regazo.
—No habla —murmuró.
—No —coincidió Star—. No tiene nada que expresar.
—Pero, ¿qué es? —intervino Izuku— Es humano, ¿no?.
—No lo sé. No lo dice. Pero, con el tiempo… he ido conociéndolo. Creo que sí tiene emociones, sí confía y desconfía… pero no funciona igual que nosotros. No tiene la misma felicidad, tristeza o rabia que nosotros o, al menos, no las expresa de ninguna forma. Así que solamente hablará si es indispensable. Normalmente se comunica con… miradas, no sé. —Se encogió de hombros—. Es algún tipo de telepatía, o algo. ¿Verdad, Morpher?
El gato abrió los ojos verdes y los clavó en la tutora. Ella lo señaló.
—¿Ves? Esa ha sido una mirada de que no tiene nada que aportar. —A Momo se le escapó una carcajada. Eleonora rio también y se volvió de nuevo hacia Izuku, hacia quien se estiró para ayudarlo a corregir la trenza—. Pero creo que le gusta que Koda le hable. Si no, no estaría con él.
El rostro de chico se iluminó de felicidad. ¿Significaría eso que Morpher era animal? No lo sabrían; al menos, no todavía. Tal vez simplemente había sido un lugar donde tumbarse igual de bueno que el suelo.
Al ver llegar a su profesor, Fumikage levantó una mano para llamar su atención.
—Señor Aizawa, ¿se va a unir a nosotros?
Él bajó la mirada, pero le dedicó una sonrisa tímida.
—Si os parece bien.
Su alumno asintió efusivamente y usó a Dark Shadow para sacar una silla para su profesor. Se estiró a por una tetera y una taza.
—¿Té?
—Por favor.
Y así, en una calma relativa llena de risas, pasó la noche en los dormitorios de la 1-A. Algunos prefirieron dormir en la misma sala común, acurrucados unos contra otros: Denki había conseguido agenciarse el hombro izquierdo de Shoto, al que se abrazaba como un niño. Hanta, que se había negado a aceptar su derrota, se había tumbado sobre Kaminari y apoyaba la cabeza en la pierna izquierda de Todoroki. El chico, por su parte, no pareció tener demasiado problema con ello… aunque sí se despertó algo dolorido.
Como era sábado, la mañana fue lenta. Los estudiantes se despertaban poco a poco, cansados, doloridos, pero fueron reuniéndose para desayunar en una mesa de gruñidos, chocolate caliente, pastas blandas y el repicar de las cucharitas contra la vajilla.
Shouta Aizawa y Eleonora Star llegaron a la vez al desayuno. Sus alumnos se detuvieron al verlos de pie juntos, frente a ellos, y esperaron en un silencio confundido. Una vez vio que tenía la atención de sus estudiantes, Aizawa dio un sorbo de su café. Se frotó los vestigios de barba, tratando de desperezarse antes de hablar.
— Alumnos… Sabemos que es vuestro tiempo libre, pero os tenemos que pedir que mañana os quedéis en el edificio.
Mina parpadeó lentamente.
—¿Ha pasado algo?
Eleonora, que parecía tan enérgica como en cualquier otro momento del día, incluso recién levantada, dio una palmada y esbozó una enorme sonrisa.
—¡Mañana tendréis una compañera nueva!
—
Percyval 'Percy' Nebula
Edad: 21
Don: sin don
Altura: 1,85m
