Die Höllen Muss Warten: Keine Liebe
By Itsaso Adhara
Capitulo III
You could be the one who listens
To my deepest inquisitions
Al día siguiente pareciese que todo iba en contra, desde la mañana donde Perro se le ocurrió hacer de las suyas con la planta recién comprada para reponer una de las tantas arruinadas por este mismo. Todo estaba sucio y se entretuvo limpiando el desastre, incluidas las huellas que recorrieron toda la estancia y sus sillones; afortunadamente no tenía pensado invitar a Iliam a su departamento.
Luego a medio día tuvo que salir a comprar ropa un poco menos formal, lo cual fue un lío, hacía demasiado tiempo que había comprado vestimentas casuales y eso con la ayuda de Helen, quien escogió prácticamente todo por él. Afortunadamente se encontró con una dependienta muy amable que le ayudó en todo, aunque deteniéndose a pensar un poco esa chiquilla lo embaucó para comprar más de lo debido, su tarjeta tuvo un descenso considerable, pero el resultado al verse frente al espejo le agradó.
Con zapatos tipo mocasín negros bastante cómodos, calcetines del mismo color, pantalones de loneta negros, camisa de cuello de tortuga blanca y chamarra tipo cazador café oscuro, no se veía tan mal. Se volvió a contemplar, para peinar su cabello rebelde, el cual fue aplacado como de costumbre con varios gramos de gel, igualmente recortó bien su barba. Se colocó unas gafas de color oscuro.
Antes de prepararse él tuvo que asear a Perro, porque el hecho de que Iliam le dijera que llevaría a Molly fue claro indicio de que debería también llevarlo, sería una "cita doble", le causó gracia el pensamiento. Después de bañarlo y acicalarlo, colocarle un nuevo collar, junto con correa todo en azul eléctrico, según el vendedor de la tienda de mascotas eso sentaría muy bien debido al color de este.
Le dio un aventón a Ryan quien le ayudó en la mañana con Perro cuando fue de compras, el chico era un periquillo que no dejaba de hablar, pero algún defecto tenía que tener y él no era un mago de encantador de perros como este, todos los que cuidaba lo adoraban, en ocasiones más que a sus amos por lo que vio un par de ocasiones. No era su caso.
Finalmente, lo dejó cerca del complejo de apartamentos del Bronx, para luego enfilarse a Central Park, estaría a tiempo incluso para dar un paseo a Perro antes de llegar a su ¿cita?, si, si lo era, una cita en toda regla, o al menos así lo consideraba, esta ocasión incluso se puso un poco de esa loción que alguna ocasión le gustó tanto a Helen y se la regaló un cumpleaños, al menos el más oficial y que recuerda ha tenido a lo largo de toda su vida como Jardani Jovanovich.
Dejó en el estacionamiento más cercano su auto y puso la correa a Perro para evitar saliera corriendo, comenzaron a caminar tranquilamente, se dirigió a donde debía estar trabajando Iliam, localizó un mapa para señalarle la ruta más corta para llegar, encontrando que al menos le tomaría llegar 30 minutos a pie, bueno, al menos esos zapatos debían ayudarlo, su canido acompañante iba muy feliz olisqueando el suelo y en ocasiones caminando al paso de John sin distraerse, como si fuera un obediente animal.
Fueron por el camino más angosto de la arboleda que según el mapa debería ser el más corto para llegar al castillo, algo que debía cuestionar un poco, ¿Cuál sería el concepto de corto para los que manejaban el parque?, le llevó unos diez minutos más de lo estimado, que prácticamente el último tramo tuvo que correr. Cuando llegó a la cancha de beisbol pudo ver la silueta del castillo.
Era un castillo pequeño a simple vista, ahora que lo pensaba nunca había llegado aquí ni por trabajo ni por paseo, ni siquiera con ella, era nuevo, internamente eso le agradó podría crear recuerdos sin la sombra de su pasado o incluso su presente, un pequeño espacio donde poder olvidarse de quien era.
Caminó hasta la entrada, faltaban alrededor de cinco minutos cuando estuvo frente al portón, era grande de puertas de herrería con cristal, observó un dragón de hierro forjado adornando la parte superior, aunque le pareció un poco más un grifo. En esta se encontró un guardia, bastante menudo de ascendencia árabe seguramente por sus características físicas. Estuvo a punto de hablar con este, cuando lo vio abrir el portón, eran las cinco en punto, llevaba el mismo atuendo solo que variando los colores, camisa a cuadros de color azul, pantalón de mezclilla desteñido, una bandolera negra con capucha, no usada por el momento por que tenía su gorra y lentes que comenzaron inmediatamente a oscurecerse con la luz del sol. Al parecer le agradó verlo porque le sonrió, a su lado iba Molly, al parecer ella reconoció a Perro porque inmediatamente fue a olerlo, siendo correspondido el movimiento por el suyo.
En un momento de irracionalidad mental, pensó que si podría hacer lo mismo con Iliam.
—Eso es ser puntual—, fue lo primero que escuchó de parte de este.
—Tu igual, lo has sido—, ¡Vaya inicio de conversación!
—Cierto, pude escapar de las garras del Dr. Spleton, antes de que me pusiera a hacer algo más. Porque no me creyó cuando le dije que tenía una reunión.
¿Reunión? Esto era una cita, aunque quizás no quisiera darle ese significado, pero más tarde sería otra cosa.
— ¿Ya caminó Molly? — le cuestionó, yendo a terrenos seguros.
— ¡Oh, si! Tuvo su paseo matutino cuando venimos para acá y un doble a medio día cuando al Dr. Spleton se le ocurrió debíamos regresar al museo por un par de archivos que olvidó.
— ¿Acaso no tiene los archivos en su ordenador? — cuestionó intrigado.
—Si, pero no todos, al menos los que necesitaba no, así que si Molly estuvo gastando bastante energía. Así que mejor vayamos a la terraza del castillo, la vista es muy buena desde ahí.
Asintió conforme, la verdad estaba cansado de caminar, así que le vendría bien un descanso, subieron por la parte posterior, ya estaba atardeciendo y al ser otoño oscurecería más pronto, solo tendrían como máximo una hora para permanecer en el sitio. Pero aun estaba la tienda abierta, sin siquiera pensarlo, vio como Iliam se dirigió a con familiaridad al chico que atendía y le pidió un par de cafés. Se giró para verlo detenidamente y solo uno lo pidió con crema agregada ¿Cómo supo que así le gustaba tomarlo? Era un chico bastante extraño, ahora que veía un poco su cabello dorado se asomaba debajo de la gorra.
Salió de la tienda con los vasos desechables y un par de bolsitas de azúcar, para darle el suyo y empezar a caminar hacia la palapa principal que su vista daba hacia el lago, de verdad era una vista impresionante, con el otoño en su apogeo los colores estaban entre la gama de rojizos, verdes claros y dorados. El sol se comenzaba a opacar, pero se reflejaba aun bien. Se escuchaban las aves regresar a pernoctar y se reflejaba por el trinar escandaloso de todos ahí.
Finalmente se sentaron en una banca para ver el paisaje, inconscientemente había soltado la correa de Perro, al percatarse se giró a buscarlo, pero Iliam le dio inmediata respuesta a la ubicación de este.
—Está con Molly, están vagabundeando en la otra esquina de la terraza jugando, se llevan bastante bien.
Giró para verlos así era, estaban mordisqueándose las orejas, muy entretenidos, podía disfrutar del tiempo. Bebió lentamente el café, así era como lo tomaba solo con la crema sin azúcar añadido, mientras que vio como Iliam le colocaba las dos bolsas de azúcar a su café negro. Observó sus manos, parecía que se día trabajó con material pesado y con rebabas porque tenía algunos rasguños en ellas.
— ¿Trabajo pesado? — le cuestionó señalando las manos, un intento de entablar plática; la respuesta tardó en llegar varios segundos.
—Algunos deberes implican el manejo de herramientas y alambres y aunque tengo guantes para tales menesteres no me acomodo mucho, así que este es el resultado. Mostrando su mano desocupada.
—Es un lugar tranquilo— ¿Por qué era tan difícil entablar una conversación decente? Helen siempre era la que llevaba la plática, lo hacía ver tan sencillo o simplemente no era lo suyo.
—Si, si lo es, cuando me toca venir a trabajar al castillo, me quedo hasta tarde mirando como desaparece la luz, luego regreso al museo para revisar todo esté en orden y de ahí a casa.
—Oh, entiendo, este día harás lo mismo, supongo.
—Si, eso haré.
— ¿Podré acompañarte? — cuestionó de forma sencilla.
—Si, así lo deseas y aunque no lo quisieras me temo que tu acompañante tiene pocas ganas de dejar de jugar con Molly. —Guardó silencio durante unos segundos antes de cuestionarlo a él. — A todo esto ¿Por qué no les has puesto nombre propio a este? Se ve que te quiere mucho, deberías adjudicarle uno.
— ¡Eh!,— era una buena pregunta, pero después de Daisy, quien fue bautizada por su esposa, el no tuvo ganas de ponerle uno. —No sé, iba a ser sacrificado cuando lo encontré y sin pensarlo me lo llevé.
— ¡Oh! Creí que no deseabas encariñarte con este—, dijo en tono serio Iliam.
—No, no es eso, solo que ya te dije no se me ocurrió, mi anterior perro era una hembra llamada Daisy y cuando… — guardó silencio abruptamente, estaba dejando salir cosas de más.
—No tienes que platicarme algo que claramente te lastima, pero sería bueno que le pusieran nombre a la placa.
—Supongo— fue todo lo que agregó.
Observó como Iliam terminó su café, arrugó el vaso y se levantó para depositarlo en el cesto más cercano. Hizo lo mismo, apresuró este de un solo trago llevándolo al basurero y lo siguió. Este comenzaba a descender las escaleras, la tienda había cerrado hacia unos minutos, ya estaba oscureciendo pronto la noche se cerniría sobre ellos. Escuchó un silbido de parte del otro y observó como Molly corría hacia la fuente, seguida por Perro.
Y ahí estaba de nuevo ese encantador de perros porque ambos estaban brincando alrededor del otro, mientras Iliam los acariciaba detrás de las orejas. Vio como quitaba la correa de Perro y la enredaba en su muñeca, continuando su camino, al igual que los canes el también lo siguió.
El camino entre los árboles estaba iluminándose poco a poco, gracias a las lámparas solares, que les indicaba por donde ir, aunque el otro caminaba con una seguridad de conocer perfectamente el sendero, sin error y sin perder la dirección ni un instante. Cuando llegaron al museo ya lo noche estaba presente se quedó mirando de nuevo las escalinatas, para ver como ascendía.
— ¿Puedes esperarme con ellos al menos veinte minutos? Es lo que tardaré en verificar y salir.
—Si, si claro, lo haré. ¿Te gustaría ir a cenar, conmigo? — dijo rápidamente.
El otro lo miró ligeramente sorprendido y asintió con la cabeza. —Me apresuraré—, comentó y entró sin más, dejándolo con un par de caninos aun con demasiada energía. Corrían de arriba abajo una y otra vez, sería una tarea inútil querer tranquilizarlos. Pero tenía que ir por la camioneta, maldición, debió decirle para que tuviera tiempo de hacerlo.
Tendría que esperar a que saliera y fueran juntos por esta. No fueron veinte minutos sino cuarenta cuando le vio salir. Tenía un gesto contrariado en su rostro.
—El Dr. Spleton quiso que montáramos los dos últimos huesos del tigre dientes de sable, lamento haberte hecho esperar.
—No tienes porque, es tu trabajo. Iré por el auto para que vayamos a un restaurant a cenar.
—Oh, cierto la cena—, titubeo unos segundos como si estuviese arrepentido de haber aceptado. —Te acompaño mejor. Vamos—, respondió.
Comenzaron a caminar, para ser seguidos inmediatamente por los perros, llegaron al estacionamiento y sin más se giró para darles espacio al abrir la portezuela de los pasajeros peludos, mientras tanto Iliam se veía inseguro de si debía subir o no.
— ¿A qué te dedicas? — preguntó de repente sacando de balance ligeramente a John, que hasta el momento estaba siendo ligeramente vago al momento de dar información personal, pero si iban a una cita, tendría que dar conocimiento sobre él, por tal motivo titubeó. —A… — ¡Diablos, piensa rápido! Se reprendió internamente. —Soy ejecutivo en una compañía que se dedica a las inversiones, donde el trato es personalizado con cada uno de ellos, así que en ocasiones debo visitarlos para informarles sobre el estado de sus cuentas y saber si van a seguir dentro o saldrán— ¿Esa respuesta fue coherente? Por el momento lo fue.
Ya Iliam se había subido al pasajero de copiloto, así que fue directamente a su sitio, los perros iban atrás dormitando, después de juguetear debían estar cansados. Enseguida se sentó en su sitio para encender la unidad e inició la salida para llevarlos a un sitio para cenar. Ahora el problema se presentaba ¿Dónde?
— ¿Te gusta la comida mexicana? —, la voz de Iliam lo sacó de sus pensamientos. Definitivamente nunca había comido, debido a que jamás ha tenido que atender negocios ahí, al parecer los verdaderos jefes de la mafia en México, realmente respetaban o le tenían terror a la Orden y más que nada al Dieldar o esos rumores escuchó alguna ocasión.
—Nunca le he probado—, decidió decir la verdad.
—Bien será tu primera ocasión, hay un restaurant en la avenida Columbus 485, es decir del lado oeste de Central Park, se come bien por un buen precio, hay diversidad de platillos que supongo te podrían gustar.
— ¿No comen ellos, todo con picante?
La risa de Iliam se dejó escuchar, —Si, tal vez, hay varios platillos que llevan picante, pero puede ser opcional o pedir una variedad que sea comestible, además tienen una sección donde puedo estar con Molly sin problemas.
Cierto, los perros. —Me parece bien—, redirigió su auto hacia la dirección señalada, resultó ser un local en la parte superior Oeste, una de las más concurrida y que prácticamente jamás dormía. El letrero decía simple y llanamente "Cilantro". Buscó un estacionamiento para meter su auto, ya que no podía estacionarse cerca de ahí.
Finalmente descendieron junto con los perros e imitó a Iliam al ponerle la correa a Perro, el cual sorprendentemente no hizo de las suyas como acostumbraba, aunque no pudo evitar darle una mirada sospechosa, esperaba se comportara.
Llegaron al local, era relativamente pequeño pero ese acabado en madera de techos y con muebles del mismo material le hacían sentir calidez, como cuando Helen y él fueron de vacaciones a California y se quedaron en una cabaña. Sacudió ligeramente su cabeza intentando no pensar más, últimamente le llegaban esos destellos de tiempos felices.
Los recibieron bien, para luego conducirlos hasta la zona final, donde estaban unas cinco islas bastante amplias donde podrían asegurar las correas mientras ellos comían.
Una de las meseras les sonrió amablemente dejándoles los menús, que finalmente llamaron su atención. Vaya con los nombres, pero definitivamente no sabía que ordenar, todo tenía picante o al menos eso entendía al leer la palabra "chilpotle".
Se rindió después de 10 minutos. Aparentemente Iliam se dio cuenta ya que al llegar la mesera ordenó por ambos, dándole una sonrisa tranquila.
—Pediremos: Nachos Aztecas, sopa de tres frijoles, enchiladas verdes y rojas con pollo y una jarra de sangría, por favor.
—Su orden estará lista en unos veinte minutos, mientras tanto les traeremos los nachos para que no se les haga larga la espera y un par de vasos de agua de Jamaica y horchata, bebidas tradicionales mexicanas—, les dio otra sonrisa, que hizo se iluminaran un poco sus ojos cafés.
Agradeció y maldijo cuando se fue, ahora no tendría pretexto y deberían seguir hablando. Pero Iliam se levantó. —Me disculpo, pero voy a lavarme las manos—, era una persona educada, asintió con la cabeza y se fijó por donde iba, el tendría que hacer lo mismo más tarde.
Tenía que esperarlo, no podía dejar solos a los perros, por otro lado, él también deseaba higienizar sus manos, debido a sus nervios estaban un poco sudadas, no se le podía culpar hacía tiempo que no tenía citas, lo que finalmente se traducía en su escasa vida social, pero cuando se pertenece a un gremio tan particular como el suyo, difícilmente se podían generar ese tipo de relaciones.
Salió de sus cavilaciones cuando Perro comenzó a mordisquear la oreja de Molly, molestándola en el proceso, intentó tranquilizarlos, pero era en vano, estaban ahora ya gruñéndose. Intentó jalar la correa de Perro para traerlo del lado contrario, pero no pudo, fue en ese momento que apareció Iliam y con tan solo un —¡Shhh! —, ambos quedaron en calma. Debería pedirle le enseñara eso, solo había visto ese dominio y obediencia con Sofía y sus guardianes.
Algún día, no muy lejano esperaba ir a visitarla, siempre y cuando el Dieldar lo mandara, lo cual era incierto, pero escuchó hace poco, uno de los "inversionistas" de Marruecos estaba llamando la atención más de la cuenta. Una voz lo sacó de sus pensamientos.
—Deberías ir también a lavarte las manos—, giró sorprendido, no estaba poniendo nada de atención podría decirse tenía la guardia baja, nunca antes… corrección solo con Helen le pasó esto. Otra razón para ver cuan especial era Iliam. Se quedó un poco ligeramente anonadado por la apariencia del chico, no se dio cuenta cuando llegó a la mesa, pero estaba ahí, su gorra desapareció, y su cabello rubio estaba presente, al frente lo tenía un poco largo con un fleco que le cubría la frente y de atrás era corto, le sentaba bien. Sacándose de ese estado en el que cayó cual embrujo, asintió sin decir palabra, levantándose de la mesa y yendo a la misma dirección que anteriormente lo hizo el otro.
Si, estaba ahí al fondo y por las imágenes de los avisos supo a cuál dirigirse, era pequeño pero impoluto, todo adornado con cerámica a doc con el sitio, procedió a lavarse y refrescarse un poco el rostro. Cuando regresó a la mesa vio como la chica que los atendió estaba colocando la entrada, era bueno, tenía un poco de hambre, su estomago dijo lo contrario cuando pudo llenar sus fosas nasales con el aroma de la comida, salivó ligeramente, algo vergonzoso si le decían.
Iliam le dio una mirada, animándolo a completar su llegada a la mesa, lo hizo y finalmente estaban ahí juntos. Fue el Iliam quien acercó los platitos para colocar los nachos y la salsa verde, haciendo un gesto de iniciar, así fue. Tanto Perro como Molly gimotearon, pero nuevamente un —¡Shh! —, por parte de su cita fue suficiente para tranquilizarlos.
Comieron en silencio la entrada durante unos minutos, finalmente dio cuenta del vaso con agua de color blanco, el cual se le hizo delicioso también.
—Iliam—, comenzó a decir, pero fue interrumpido por el aludido.
—Liam, solo dime Liam—, eso era un avance.
—Si, Liam, ¿Cuál es el truco para hacer que te obedezcan los perros? —, fue lo primero que se le atravesó por la mente.
—Nada en particular, supongo que tengo encanto con ellos, porque desde niño fue así, incluso quise estudiar veterinaria, pero por azares del destino terminé estudiando otra cosa—. Guardó silencio, John le dio una mirada extrañada, pero no presionaría, le estaba dando información personal lo cual era un gran avance, no que el hiciera lo mismo.
—Debiste tener tus razones, para no hacerlo—, respondió.
—Si, así es, pero no me arrepiento, la ciencia antropológicas y naturales también tienen su encanto. En caso de no haber estudiado finanzas, ¿Qué te hubiera gustado ser? —, una pregunta demasiado personal, era algo que también le hubiera gustado saber, pero un huérfano como él nunca tuvo la oportunidad de desarrollar alguna afición que no fueran las armas y los autos. Respondió sin pensar si sería verdad.
—Mecánico.
— ¿Mecánico? — dijo incrédulo Iliam.
— ¿Eh? Si, mecánico me gustan mucho los autos, pero mi familia decidió por mí y ahora ya estoy acostumbrado—, una respuesta verdadera a su parecer.
—Es una coincidencia ¿sabes? Mi padre me enseñó a arreglar motores, pero de lanchas y navíos pequeños, ya que crecí en la costa este—, John no pudo evitar verlo, la respuesta nuevamente fue vaga.
Intentó responder, pero la mesera llegó con su comida, aunque el hambre se le aplacó con esa entrada bastante generosa.
El silencio de nuevo se instaló entre ellos y para hacer justicia a la selección de Iliam, la sopa de tres frijoles estaba deliciosa, junto con la bebida pedida, la cual estaba ligeramente fermentada pero refrescante.
Escucharon como llegaron otros comensales, al parecer también mexicanos porque comenzaron a hablar en español, una familia compuesta por cinco miembros, dos adultos y tres niños, quienes hacían bullicio y ahora un mesero los estaba atendiendo. El plato fuerte llegó, las enchiladas, tenían una excelente presentación, pero no sabía cual elegir, lo que al parecer Liam resolvió enseguida cuando uno de los platitos sirvió con una cuchara extra que trajo la mesera y colocó dos de verdes y en otro dos rojas e intercambio con él, así comerían de ambas. Todo transcurrió en un silencio cómodo y una que otra frase alabando la comida.
Para ser justos, si le gustó esa comida. Cuando finalizaron sus platillos la chica se les acercó solicita.
— ¿Gustarán algún postre de la casa? —, les cuestionó.
Miró a Liam quien solo se encogió de hombros. Así que preguntó.
— ¿Cuál recomiendas?
—Bueno debido a que aparentemente usted es nuevo en la comida mexicana, le recomendaría primero una bebida de anís para ayudar a su digestión y de postre un dulce típico como una cocada, que es rayadura de coco en forma de tortita, flameado, o en su defecto un platito de tortitas de santa clara, que son galletas con glaseado de coco y este va acompañado con café negro de los mejores cafetales de Chiapas el cual es ambarino—, asombroso, la chica parece que no respiró para decir todo eso.
Sonrió ligeramente y dijo —Esta bien, creo que se antojaron las tortitas junto con el café—, giró para ver a Liam y el asintió igualmente, terminó agregando
—Pero si traer, los dos shots de anís, por favor—, la chica salió feliz de ahí. Lo miró cuestionándolo con la mirada. —Te aseguro que la bebida de anís le hará muy bien a tu estómago, créemelo, porque pagué un precio muy alto la primera vez con la comida mexicana, puede ser un poco pesada, más cuando no estás acostumbrado, puede ocasionarte agruras o acidez, por eso las pedí—, dándole una sonrisa traviesa.
— ¿Me tendiste una trampa? —, siguió el juego, era momento de coquetear un poco, así que le dio una sonrisa ladina.
—No me atrevería a tanto—, aseguró con el clásico tono de falsa inocencia.
Eso hizo reír a John. —Si, me provoca malestar la comida, ¿Qué debería hacer para que pagues por tu engaño? —, le cuestionó embromándolo.
—Podrías regresar al museo a pedir compensación
— ¿Compensación? —, inquirió curioso.
—Si, te compensaré acompañándote a comer lo que a ti se te antoje, para quedar a mano—, una nueva cita. Le agradó la idea.
—Estaría satisfecho con esa paga, pero ¿Cómo sabrás que me sentó pesada la comida? ¿Dónde te localizo? —, se atrevió a cuestionarlo, ya era tiempo de pedir una dirección.
—Es fácil, tienes el teléfono del museo, solo marca la extensión 8952 y te mandará al área donde generalmente estoy, procura que tu reclamo sea antes de mediodía, ya que es la hora del almuerzo y posterior puede que tenga que ir a otra área, como hoy.
—Llegaron sus postres— la voz de la chica los sacó de su burbuja en que se encontraban hasta esos instantes y no percataron.
John tomó el plato y lo pasó para tomar las galletas y dejar el resto a Liam, eran tan dulces lo cual era compensado por sabor ligeramente amargo del café ofrecido, increíblemente era tan ligero y suave, tal como dijo la señorita. Durante unos minutos no hablaron y vio como el otro le pasó una galleta a Molly y otra a Perro, así que era un consentidor después de todo. Ambos perros estuvieron alegres ante tal regalo.
Por fin terminaron las galletas y el otro dulce decidió al menos guardar el suyo, ya no le cabía nada en el estómago.
—Gracias— fue la respuesta simple de Liam ante la mesera y tomando uno de los shots, se lo pasó, dándole una sonrisa. —Salud—, a la vez que John lo tomaba, asintiendo.
El primer sorbo como todo licor fue ligeramente astringente, pasando a convertirse a una sensación completamente dulcísima hasta el empalago, aunque esta fue compensada con la percepción de calidez en el estómago, como un bálsamo, tan agradable.
Liam hizo una seña a la mesera quien solicita se acercó. —La cuenta por favor—, pidió Liam. Antes que pudiera decir algo, el menor se le adelantó. —El día de hoy pago yo, la próxima vez pagarás tú, ya que estuviste de acuerdo a venir a comer lo que yo propuse, la siguiente ocasión, iremos a donde elijas.
No es que fuera machista, pero fue la costumbre cuando estuvo con Helen que el se ocupara de todos esos detalles a pesar de las protestas de ella, porque igualmente tenía dinero para sus antojos, aun así, no permitió, ya que desde que la conoció solo quiso complacerla en cualquier ámbito, ya que ella fue esa luz que le guio a salir de ese mundo oscuro.
Cuando llegó la cuenta no fue tan rápido como quiso, porque Liam se adelantó y tomó la carpeta con la nota y sin más sacó su cartera para depositar un par de billetes de cien dólares, agregando —Quédate con el cambio—, mientras hacía eso, se levantó sujetando la correa de Molly, por acto reflejo John hizo lo mismo, sujetando a Perro, era tiempo de irse.
Finalmente, tras unos instantes torpes, haciendo que Perro se moviera salieron del local, se estaba acercando el invierno y ya estaba bastante oscuro.
—Te llevaré a tu casa—, dijo sin pensar.
—No, solo llévame a la estación del metro más cercana, es mejor, te haría desviar demasiado y mi barrio por así decirlo no es muy seguro para llegar.
— ¿Vives en el Bronx? —, cuestionó a la ligera. Si así fuera, sería como entrar en casa, donde podría declarar que ese chico ya estaba bajo su protección.
—No, no, es que el complejo de departamentos donde vivo está relativamente enredado para entrar por eso siempre llego en metro, luego tomo un taxi local que manejan por ahí para poder movilizarme porque parece un laberinto y temo te perderás, dado que no conoces bien el sitio y créeme los GPS no funcionan bien ahí.
Suspiró ligeramente frustrado de verdad quería llevarlo, pero no debía presionar, tendrían otras citas, para darle más confianza y pudiera abrirse, así que asintió y fueron por la camioneta, subieron junto con los perros, quienes ahora estaban inquietándose de nuevo, para Perro ya era hora de la cena así que seguro era por ese motivo. Liam se giró para calmarlos, hablándoles de manera amable y acariciándolos, por lo cual casi no hablaron hasta que finalmente llegó a una estación que estaba junto a un parque pequeño, pero bien cuidado, estacionó a las orillas de este.
—Hemos llegado—, declaró John, con un ligero tono de pesar, por otro lado, era una estación elevada así que podía perfectamente verse desde fuera lo que ocurría dentro.
El otro se sacudió y desabrochó el cinturón para mirar a ambos lados y ver la entrada del metro, la cual se encontraba a la izquierda, sonrió al verla.
—Gracias, por traernos a Molly y a mi hasta aquí—, espetó Liam nervioso, mientras se estrujaba levemente las manos. Se giró para verlo directamente a los ojos, con la luz que se reflejaba de las farolas pudo apreciar un color verde esmeralda, dado que sus lentes ahumados ahora estaban perfectamente claros. Ese par de ojos de pronto le pareció una mirada de un ciervo curioso, que se estaba acercando poco a poco para invadir su espacio personal. ¿Estaba listo para esto?, una excelente pregunta.
John recordó su lema: La Fortuna favorece a los más fuertes, por algo lo llevaba tatuado en su espalda, como un recordatorio del porque se convirtió en el mejor. Así que dejando atrás sus dudas desabrochó su cinturón de seguridad e igualmente se acercó al otro, todo en un segundo.
Tomó entre sus manos el rostro de Liam, para apreciarlo mejor, cuando pasó acariciando la mejilla derecha de este sintió una ligera protuberancia, pero no hizo caso en aras deslizar su mano hasta la nuca del otro, para evitar que se retractara, aun así le cuestionó con la mirada, café contra verde, el consentimiento llegó, cuando el otro par de ojos se entrecerró y acortó la distancia entre sus labios; el primer contacto de sus labios fue suave sin pretensiones de convertirse en algo más, aun así, al moverlos deslizó su lengua sobre los otros que eran delgados los que se entreabrieron un poco; apreciando el permiso otorgado fue la señal para dar paso al saqueo que a continuación hizo de esa boca; un contraste de sabores amargo y dulce, muy dulce que fue correspondido en medida sintiendo como los brazos de Liam se sujetaron a sus hombros.
Hacia años de la última vez que besó a su esposa y ahora estaba ahí nuevamente aventurándose a tener un romance, solo que ahora estaría ahí para sentir, nunca podría hacer otro sacrificio, no se lo permitirían y estaba bien con eso. Podría seguir llevando su estilo de vida sin levantar sospechas.
El beso se convirtió tras unos minutos en un incendio, porque ya no podía pensar más que en llevárselo a una cama o algún sitio donde pudiera tomarlo, estos planes se frustraron cuando Perro hizo de las suyas, de acuerdo no fue el único, Molly también cooperó, para meterse entre ambos separándolos, lamiéndoles los rostros al mismo tiempo. Esperaba no se comportará así en las siguientes citas de lo contrario lo dejaría con Ryan a su cuidado o en una pensión.
Ambos respiraban pesadamente, Liam únicamente sonrió y negó con la cabeza, entonces abrió la portezuela para descender y abrir la trasera para sacar a Molly, inmediatamente Perro quiso descender, pero fue veloz para sujetar la correa y retenerlo aun contra su voluntad, este entendió a la primera porque ya no lo intentó, pero dejó escapar un gimoteo.
Liam cerró la puerta trasera sujetando bien a Molly para colocarla a su lado y se acercó nuevamente al asiento del copiloto.
—Bien, bueno, nos veremos después—, dijo atropelladamente, lo que le causó gracia a John, asintió.
Liam cerró la puerta de la camioneta y caminó hacia la entrada del metro, no apartó la mirada hasta que lo vio ascender las escaleras siempre sujetando a Molly, sin darle un espacio mínimo. Finalmente, a través de los cristales de la estación lo vio meter los boletos para ir a los andenes que aparentemente llegó a tiempo para abordar un vagón. Bueno era tiempo de irse para él también. No debía preocuparse mucho y debía darle su espacio si quería volver a verlo, ya mañana le llamaría, lo que le recordó debía comprar un teléfono móvil exclusivamente para tenerlo como vía de contacto con este. Si, el daría su número primero, para demostrarle que podía bajar un poco más la guardia y dejarle entrar en su vida, como este ya había entrado en la suya.
Liam era un hombre con un pasado a cuestas eso se veía claramente para alguien como él que podía leer a la gente en sus movimientos. Quizás algún día se lo contaría, pero no podía exigir algo que él tampoco estaba dispuesto a dar. ¿Qué clase de relación sería esa?, ya lo sabía, una donde se dedicaría a sentir y quizás a atreverse a amar un poco.
Continuará…
