CAPÍTULO 1

Bella

Doce años después…

—Me importa un comino si el grupo se ha disuelto. Vuelve a formarlo. Necesito que rescates a mi hermana —le dije airada a Anthony Cullen.

Sinceramente, había tenido que hacer acopio de todas mis fuerzas para pedir ayuda a Anthony después de tantos años, pero mi amor por mi hermana pequeña era mucho más importante que mi orgullo. ¿Y qué si habíamos tenido algo hacía más de una década? La vida de Ángela estaba en juego, yo quería desesperadamente que viviera y eso hizo que el hecho de que Anthony me hubiera roto el corazón prácticamente irrelevante.

—No funciona así, —comentó Anthony en tono estoico mientras tomaba otro sorbo del alcohol ambarino de su copa. Yo raramente bebía, así que no era precisamente conocedora de nada alcohólico.

—Podría funcionar así. Necesito que dirijas una misión más. —Había una nota de desesperación en mi voz que detestaba, pero ahora no podía amilanarme.

Nunca le había suplicado nada a nadie y me resultaba un mal trago tener que hacerlo para intentar obligar a Anthony Cullen. Había trabajado mucho para terminar mi formación con el objetivo de no tener que depender del dinero de mis padres fallecidos. No quería verme nunca sin un hogar ni sin las necesidades básicas cubiertas e intentaba ayudar a las personas en peor situación que yo.

Así que, arrastrarme ante Anthony Cullen con los años que habían pasado sin verlo no me sentaba muy bien. Tuve que darme una patada en el trasero para buscarlo y rogarle era contrario a mi naturaleza.

No era que volviera a ser la diva que había sido antes de cumplir los dieciocho años. De hecho, me había vuelto muy independiente. Mis hermanos ahora me llamaban "la hermana tranquila" y se referían a Ángela como "la problemática". Pero estaba bastante segura de que eso tenía mucho que ver con las profesiones que mi hermana y yo habíamos elegido. La mía generalmente era algo que hacía prácticamente sola. Ángela tenía que hablar con gente sobre temas controvertidos.

Solo mi familia conseguiría hacerme dejar de lado mi orgullo, intentar olvidar que Anthony me había destrozado hacía doce años, cuando apenas acababa de cumplir la mayoría de edad.

—Tu hermana era perfectamente consciente de los riesgos, —dijo Anthony sin compasión.

Mi hermana pequeña, Ángela, había sido consciente de los riesgos cuando se convirtió en corresponsal internacional, pero le apasionaba tanto su trabajo que simplemente no le importaba. Ahora había sido capturada por terroristas y, tras varias semanas pidiéndole ayuda al gobierno, se me agotaban las opciones. Por lo visto, nuestro gobierno federal ni siquiera estaba al tanto de que había sido secuestrada hasta que me acerqué a ellos y dudaban en hacer maniobras precipitadas.

«Joder, los federales son cualquier cosa menos rápidos o temerarios», pensé. Sabía perfectamente que mi hermana podría morir sin algún tipo de intervención rápida, y no parecía que fuera a ser pronto ni por parte de Washington.

No era su ser querido quien podría ser asesinado en cualquier momento. No era su hermana, hija o amiga quien podría estar sufriendo una tortura indescriptible ahora mismo. No era ninguno de ellos quien se despertaba a mitad de la noche, con un sudor frío por haber soñado con lo que podría estar ocurriéndole a su hermana en territorio hostil.

«¡Cabrones!», pensé. Intenté controlar mi miedo y mi rabia mientras comentaba:

—Sí. Ella conocía los riesgos. Pero eso no significa que quiera morir ni que merezca morir. Lo único que te pido es una misión más. —Estaba desesperada y Anthony parecía completamente indiferente, así que decidí mencionar algo que había jurado que no mentaría—. Ya que perdí la virginidad contigo y tú volviste a Rocky Springs y a tu novia como si nunca hubiera ocurrido, creía que era lo mínimo que podías hacer.

«Ah, mierda», maldije para mis adentros. Estaba jugando mi última carta decente intentando conseguir que Anthony se sintiera lo bastante culpable como para reunir a su grupo desmantelado, ORP (Organización de Rescate Privado), para una misión más. No era como si le estuviera pidiendo que volvieran a unirse para siempre. Sabía que eso no era posible. Sólo necesitaba que saliera y rescatara a una secuestrada, mi hermanita, una vez más.

Ni siquiera había querido mencionar mi pasado con Anthony. Era lo último de lo que quería hablar. Por el amor de Dios, aquello había sucedido hacía doce años. Pero me estaba poniendo frenética y mi miedo por Ángela probablemente me haría arrodillarme y suplicar si era necesario.

Gracias a Dios, ya no sentía absolutamente nada por aquel hombre. Antes de llegar a la casa de Anthony en Rocky Springs, casi temía sentir esa chispa de atracción que había experimentado tantos años atrás, una llama tan ardiente que tuve un lío de una noche con él, mi primera vez, que nunca había olvidado por completo. Un acontecimiento que luego me había roto el corazón.

Ahora, no sentía nada por el hombre al que le suplicaba que rescatara a mi hermana, excepto impaciencia. Para ser sincera, su actitud tranquila me pareció bastante molesta cuando estaba tan tensa que apenas podía respirar.

—¿Podrías repetir eso?—Preguntó Anthony en voz baja. Yo lo fulminé con la mirada.

—No, no voy a repetirlo. Sabes exactamente lo que pasó.

«Si está intentando provocarme para hacerme olvidar mi objetivo, no voy a morder el anzuelo», me dije.

—Recuérdamelo, —volvió a pedir.

«¡Como si no recordara lo que pasó!», pensé furiosa. De ser cierto, había pasado mucho tiempo sufriendo cuando al agente de ese dolor el incidente le pareció tan insignificante que ni siquiera recordaba las circunstancias.

—Olvídalo. Ni siquiera debería haber intentado pedirte ayuda, —respondí con tono rebosante de disgusto.

«¡Cabrón!», grité para mis adentros. Tal vez hubiera sucedido hacía mucho tiempo, pero creo que enseñarme los placeres del sexo sería, al menos, algo memorable. «No importa, Bella», me dije.

Tenía que mantener la calma. Lo que había sucedido entre Anthony y yo hacía doce años no era importante ahora mismo. La única razón por la que lo había mencionado siquiera era para intentar recordarle nuestra conexión, para que se sintiera lo bastante motivado como para salvar a mi hermana pequeña.

Lo único que quería era a mi hermana de vuelta. La quería a salvo, de vuelta conmigo. Me preocupaba por Ángela cada puñetera vez que salía del país y, tras varios años inquieta por su seguridad, mi peor pesadilla se había hecho realidad.

Ángela estaba secuestrada. Retenida como rehén en algún lugar de Siria por un grupo rebelde desconocido. Las fuerzas especiales habían realizado recientemente un rescate en ese ambiente hostil, pero Ángela no formaba parte del grupo de rehenes rescatados. Aquello hizo que los militares estuvieran aún más seguros de que realmente no era prisionera.

Mi hermano, Jacob, había recibido algunas exigencias de rescate y estábamos más que dispuestos a pagar a sus captores para recuperarla. No nos importaba si era otro grupo de rebeldes en otro lugar, un pequeño grupo de guerrilleros cuya existencia ni siquiera fuera conocida por el Gobierno de Estados Unidos. Mi hermana estaba en peligro y no había importado qué lunáticos la tuvieran retenida. Pero, cuando llegó el momento de la reunión para el intercambio de Ángela por el dinero, los rebeldes no se presentaron. Ni Ángela.

«¿La han matado? ¿No han podido cruzar la frontera para reunirse con mi hermano? ¿Habrán pensado que era una especie de trampa y decidieron no presentarse a la reunión? ¿Habrán entendido mal?», volví a preguntarme. No tuvimos la oportunidad de averiguarlo. La comunicación había cesado y temía que hubiéramos perdido a nuestra hermana para siempre.

Fue entonces cuando mi hermano Jacob sugirió probar con Anthony y la ORP. Habiendo formado parte del equipo de élite privado de rescate que Anthony Cullen había dirigido, mi hermano sabía mejor que nadie lo buenos que eran. Durante sus varios años de existencia, nunca habían fallado para encontrar a un rehén... a menos que el cautivo ya estuviera muerto.

Por desgracia, la existencia del grupo se había dado a conocer al público, así como todos los chicos del equipo. Con sus identidades y su trabajo privado comprometidos, se disolvieron. Mi hermano había sido uno de los heridos en su última misión, la única fallida, que los había puesto en el punto de mira mundial.

—No he dicho exactamente que no fuera a ayudar, —respondió finalmente Anthony.

—No juegues conmigo, Anthony. Rescatarás a Ángela o no lo harás, —le dije airadamente. Este hombre ya había jugado con mis emociones en el pasado y no estaba por la labor de permitir que volviera a suceder. Era mayor y mucho más sabia.

—Como he dicho, no es tan sencillo. Tu hermano no puede meterse en una misión de rescate, y tampoco puede hacerlo otro chico, nuestro piloto, que solía ser un miembro muy importante de nuestro equipo. Ambos eran especialistas críticos para la organización. Pero quizás pueda sustituirlos para intentar este rescate.

Lo miré, conteniendo la respiración mientras observaba la mirada contemplativa en su rostro.

«¡Mierda!», pensé. Seguía siendo guapísimo, aunque fuera un imbécil. No es que sintiera nada de la química que habíamos tenido años atrás, pero con traje a medida y corbata, el cabello recortado perfectamente peinado y una barba incipiente en su fuerte mandíbula, Anthony Cullen era estéticamente guapo.

Era una lástima que sus ojos grises de Cullen parecieran terriblemente fríos.

—Por favor —supliqué finalmente—. Tengo que recuperar a Ángela con vida.

—Si la rescato, tendrá que quedarse quietecita en Estados Unidos, — farfulló—. La veo en casi todos los puñeteros puntos calientes a los que voy yo. Es como un grano en el trasero.

—¿Os habéis encontrado? —pregunté, interesada en cómo habían interactuado.

Anthony tenía un gesto incómodo en la cara cuando respondió:

—Demasiadas veces. Si es un área del mundo donde hay problemas, tu hermana pequeña siempre está ahí.

Sabía que Anthony era un viajero internacional, pero no se me había ocurrido que se encontraría con Ángela.

—Ese es su trabajo. Es una reportera fantástica, —la defendí. Anthony dejó escapar un suspiro masculino.

—Parece que tiene deseos de morir.

Sonreí porque sonaba como mis hermanos mayores. Todos odiaban la profesión elegida por Ángela, pero nadie había podido detenerla. A mí tampoco me gustaba, pero entendía que no podía evitar que persiguiera su pasión. Sería quitarle lo que le daba la vida.

—¿Entonces vas a ir? —Le pregunté con nerviosismo.

—En cuanto pueda reunir un equipo —accedió, acariciándose la mandíbula como si ya estuviera pensando en cómo organizar el grupo.

—Gracias, —dije sin aliento—. Te debo una por esto.

—Creo que perder la virginidad conmigo fue suficiente —respondió fríamente.

—Pensé que no te acordabas —lo acusé cruzándome con su mirada de acero mientras él se apoyaba contra el escritorio del despacho en su casa.

—Podría estar volviéndome a la memoria —respondió él distraídamente.

—Lamento que no fuera lo suficientemente importante como para que lo recordaras de inmediato, —respondí con sarcasmo. En realidad, dolía que no recordara algo que había sido tan significativo para mí. Pero, obviamente, no le había importado lo suficiente como para recordar el encuentro.

Me miró de arriba abajo con una sonrisa ligeramente traviesa.

—Oh, estoy bastante seguro de que fue memorable.

Yo no estaba muy segura de qué quería decir con eso, pero mientras seguía mirándolo a los ojos, fue un alivio no sentir absolutamente nada.

Mis recuerdos eran todo lo que quedaba de lo que había ocurrido entre nosotros. Este Anthony no era el mismo joven con el que me había encontrado años atrás.

Vaya, seguía siendo guapo, pero tenía un punto áspero y brutal que me hacía sentir un poco incómoda. No lograba imaginármelo como el mismo tipo que me había sonreído travieso y me había arrancado una sonrisa en un momento en que yo estaba tan triste.

Durante un breve instante, sentí la pérdida del joven que había sido. Pero entonces me di cuenta de que yo también había cambiado con los años.

Él era producto de la vida adulta que había llevado, y yo también. Evidentemente, éramos personas muy diferentes ahora. En muchos sentidos, la desconexión de él me hizo sentir... libre.

—¿Cómo terminaste formando un grupo de rescate? —pregunté con curiosidad.

Antes de que mis padres murieran en un accidente de coche hacía siete años, mi madre me mantenía al tanto de todos los avatares de los Cullen.

No es que me importara mucho. No era cercana a ninguno de ellos.

De acuerdo... tal vez escuchaba, pero ella hablaba muy poco de Anthony porque él solía estar fuera. Había oído hablar más de Jasper, Rosalie o Mike. De vez en cuando mentaba a Edward, pero él aún no era miembro del Senado antes de que mis padres murieran. Había cumplido un mandato en la Cámara, pero luego renunció a su puesto para presentarse a senador en cuanto cumplió la edad mínima requerida.

Edward Cullen era probablemente uno de los hombres más ambiciosos políticamente que había visto en mi vida. Era muy buen senador, por lo que había oído. No lo había visto desde que éramos niños, pero todavía me sentía mal por lo mal que lo trataba cuando era niña. Por entonces no era buena, sino una perra con casi todo el mundo.

Anthony respondió finalmente:

—¿En serio estás preguntando por qué un grupo de multimillonarios se unieron para hacer algo decente? —preguntó en tono seco.

—No. No me sorprende en absoluto. Después de todo, Jacob estaba involucrado. Solo siento curiosidad por cómo sucedió. Quiero decir que viajas por negocios, porque tienes muchos intereses comerciales a nivel internacional. Pero ¿qué llevó a que se te ocurriera hacer cosas peligrosas en países extranjeros?

—¿Qué te hizo convertirte en arquitecta y proporcionar servicios gratuitos para construir refugios para personas sin hogar? —respondió él—. No es precisamente algo a lo que se dedicaría una mujer rica.

«¡Qué bonito!», pensé. En realidad, había respondido a mi pregunta con otra pregunta. Era una táctica de evasión excelente, pero no iba a decírselo.

—Hago otros trabajos —respondí a la defensiva—. Y creo que sabes por qué lo hago.

Anthony levantó una ceja, pero no preguntó nada más sobre mi ocupación.

—Lo hice porque entiendo mucho sobre las políticas y culturas de otros países. Lo creas o no, tengo corazón.

A juzgar por su tono tenso, no me quedé muy segura de si realmente había un órgano latiéndole en el pecho, aunque respondí:

—Pero son operaciones encubiertas. Y en realidad fuiste tú el organizador.

¿Cómo ocurre eso cuando no eres más que un hombre de negocios que supervisa sus operaciones en el extranjero?

Anthony se encogió de hombros.

—Tenía toda la ayuda que necesitaba de mi equipo. No fue tan difícil.

Su respuesta deliberadamente ambigua me irritó, pero si no quería hablar sobre su vida personal, yo no iba a presionar. Sólo lo necesitaba para una cosa: rescatar a mi hermana.

Habían pasado doce años desde que me quitara la virginidad y no necesitábamos volver a conocernos precisamente. Solo necesitábamos llevarnos bien.

Me moví inquieta en mi sitio, a un metro de distancia de él, cambiando el peso de una pierna a la otra.

—Entonces, ¿tienes alguna idea de cuándo puedes irte?

—Necesitamos un poco de información primero, —me explicó—. Hablaré con Jacob y veré cuáles son sus instintos acerca de dónde podría estar ella y de quién la retiene mientras lo preparo todo. No tardaré. Un día o dos como máximo.

Ahora mismo, incluso veinticuatro horas parecían toda una vida, pero accedí con la cabeza. «En realidad, ¿qué alternativa me queda?», pensé. Además, su respuesta tenía sentido. Era imposible que un equipo pequeño pudiera irrumpir en un país peligroso sin recabar información y trazar un plan. Lo último que probablemente querrían sería llamar la atención.

—Por favor, tráela con vida, —le supliqué con lágrimas en los ojos. Él asintió bruscamente.

—Haré todo lo que pueda.

Me volví para salir de su despacho. Ya había llegado a la puerta cuando él me llamó:

—¿Bella?

Me giré un momento para mirarlo.

—¿Sí?

—Lamento lo que pasó. Quiero decir, no lamento que ocurriera, pero nunca fue mi intención hacerte daño.

Ahora todo era agua pasada para mí, así que respondí:

—No es gran cosa. Solo deseaba que me hubieras dicho que tenías novia.

Me hiciste daño, pero lo superé hace años.

Eso no era verdad exactamente, pero sin duda me había relajado al respecto desde que entrara por su puerta hacía unos minutos. Sorprendentemente, no sentí ni pizca de la misma atracción que sentía por él en aquel entonces.

—Aun así, te pido disculpas por lo que pasó. Era joven y estúpido, —dijo en tono seco.

—No es necesario. En serio, lo he superado, —respondí con indiferencia mientras abría la puerta y salía a toda prisa del despacho, cerrándola a mi espalda.

Llegué fuera antes de sonreír ampliamente. Lo había conseguido y por fin había superado a Anthony Cullen.

No más preguntas. No más sombras pendiendo sobre mi cabeza. Ya no me preguntaría si seguiría prendida de él para siempre. Era libre.

Si no estuviera tan preocupada por mi hermana pequeña, estaría eufórica. Corrí a mi BMW SUV alquilada, con una estúpida sonrisa en mis labios cuando monté y arranqué el motor. El final del invierno se estaba alargando en Colorado y todavía hacía fresco.

Mientras me frotaba las manos para calentarlas, dije en voz alta:

—Se acabó. Anthony es historia.

Puede que el mayor de los Cullen fuera el sueño de todas las jóvenes, pero ya no era mi sueño, y estaba muy feliz por eso.

¿Cuánto tiempo me había odiado a mí misma porque seguía pensando en él a pesar de que era un completo imbécil, un mujeriego que apenas recordaba una noche que yo nunca había podido olvidar?

Oh, sí, había intentado despreciarlo. Pero, en ocasiones, no podía evitar recordar su sonrisa irresistible, su paciencia y su amabilidad de aquella noche. Antes de saber que todo lo que creía real como una adolescente idealista no era más que una actuación muy buena para tener sexo.

Esperé a que el coche se calentara, tiritando un poco hasta que empecé a notar que los asientos con calefacción se calentaban y que los conductos emitían aire caliente.

Al ver a Anthony ahora que éramos más mayores, no sentí ni una pizca del antiguo deseo. Por lo visto, había dejado de esconderse tras un falso encanto.

Nunca más tendría que preguntarme si me sentiría igual que hacía doce años. No me sentía igual. Lo único que había experimentado era impaciencia por sacar a mi hermana del peligro.

«Un día o dos», recordé. Podría esperar ese tiempo.

—Por favor, mantente con vida —susurré entre dientes. No lo soportaría si algo le ocurriera a mi hermana pequeña y mejor amiga. Ángela y yo nos habíamos aferrado la una a la otra durante la mayor parte de nuestras vidas y nos habíamos unido aún más desde que mis padres murieron. Ella solo era un año menor que yo, así que había muy poca diferencia de edad, pero nunca dejé de pensar en ella como mi hermana pequeña. Todavía la protegía y ella todavía cuidaba de mí.

Por algún motivo, me sentí un poco mejor sabiendo que Anthony intentaría rescatarla. Tal vez él no me gustara, pero sabía lo buenos que eran él y su cuando mi hermano, Jacob, se sinceró sobre su participación en la operación. Solo esperaba que pudieran descubrir la ubicación de Ángela y traerla de vuelta pronto.

Suspiré, puse el coche en marcha y volví a la cabaña del resort Cullen, donde había reservado una habitación para poder ir a hablar con Anthony Cullen.

Por extraño que parezca, ya ni siquiera lo odiaba. No sentía absolutamente nada excepto la esperanza de que pudiera ayudarme a encontrar a Ángela. Fue un alivio que Anthony Cullen ya no pudiera emocionarme. El chico con el que había perdido la virginidad ahora era como un extraño para mí. Curiosamente, estaba conforme con eso.