Día 3. Beber (Angst ligero sobre amor no correspondido)
Johnny
En un pequeño bar, en la barra, ante la triste mirada del barman, un hombre de larga cabellera estaba recargado, con las mejillas rojizas y una mirada perdida, veía el pequeño vasito de vidrio con demasiado interés, buscaba en ese traste respuestas, cerraba a momentos sus párpados para recordar todo lo que llevo a ese punto. No pudo evitar burlarse de sí mismo, consciente de lo patético que lucía al estar desparramado en una barra, en un día tan alegre como se suponía era el 14 de febrero.
Comenzó a surgir de forma espontánea, sin previo aviso, como un huracán que sacudió su interior y destruyó sus comodidades, dejándole lejos, en un terreno desconocido, donde las sonrisas de su mejor amigo se volvían la principal razón para contar chistes y sus labios eran tentadores, donde Johnny y su toque podían desarmarle por completo y su voz era la mejor melodía que jamás haya podido escuchar.
Fue tan rápido como lento, en mañanas fugaces y tardes largas, se encontró una noche lluviosa, en su departamento con Johnny empapado, con una expresión irascible y cuando le entregó sus prendas al primer rayo del sol no pudo devolver una sudadera vieja, que se transformaría en una reliquia a la que se aferraba cada noche.
De pronto las visitas a Johnny se vieron llenas de interminables fantasías donde observa con anhelo al joven rubio de ojos azules, su piel bronceada y su cabello tan rubio paja, era una pequeña obsesión que Gyro guardaba para sí mismo, solo tomaba pequeños objetos como un labial azul olvidado en su casa y rastros de prendas adornadas con estrellas, nada importante pero que se había vuelto el mundo para él, cómo quería arruinar esta amistad que tenían, lo bello de soñar despierto con una vida más lejana e imposible donde ambos rozaban sus labios y sentían el calor de sus corazones al unisón.
Fue inevitable caer enamorado de su mejor amigo, con un constante sentimiento de culpa al acecho y fascinación por cada rasgo en el otro, era un mar revuelto, áspero que le arrastraba a un pozo sin salida. Las cosas se volverían inestables, cuando Diego se asoma con mayor frecuencia en sus vidas y la contrastante imagen de quejas que le daba Johnny sobre él que a menudo eran opacadas por la extraña sonrisa de triunfo ante los refunfuños del chico Brandon.
Gyro se sentía nervioso como pocas veces en la vida, casi irritado, abandono en más de una ocasión su control, su relajación, pues su corazón era acuchillado con cada gesto, Zeppeli quería gritar, golpear algo, besar a Johnny, huir con él y vivir una vida a su lado. Todas esas emociones conflictivas tendrían un quiebre donde casi desbordó sus sentimientos pero la inundación se detuvo ante la extraña felicidad en el rostro del rubio, mientras el idiota de Diego lucían tan seguro y orgulloso de sí mismo.
Los vio andar, juntos por un parque y la forma en la que Diego acomodo los mechones revueltos de su mejor amigo, fue tan reveladora que el lado razonable en su cabeza se apagó, arrastrándose a un bar a llorar en su propia frustración. Quería gritar, quería correr y pedirle una oportunidad, que le mirara para hacerle saber que le seguiría al final, que jamás le abandonaría, que le conocía tan bien que podría decir cada palabra con la que soñó y deseo oír alguna vez Johnny en su vida, que le daría todo de si por el resto de sus días.
Tuvo un repentino mareo, Johnny, Johnny, fue el único nombre en su cabeza, el único sonido que podía escuchar y entre sus ensoñaciones le vio, pidiendo su mano con un ceño fruncido y un gran sonrojo, de la nada ambos estaban cabalgando un corcel, abrazados, hacía ningún lug...
—Creo que deberías ir a tu ca. —Un hombre sacudió nervioso a Gyro, que no dormía, si no se encontraba inconsciente, entre sus mejores anhelos su imaginación echaba a volar y el pobre barman se vio obligado a llamar al servicio médico.
La blancura cegadora del techo desconcertó por completo a Gyro, que se dio cuenta que no conocía nada de lo que se hallaba a su alrededor, asustado se movió y lo primero que pudo reconocer fue la voz de Johnny que estaba sentado en una silla frente a él, con la angustia retratada en su cara, pronto su rostro se deformó en una mueca de decepción y comenzaron los regaños a Zeppeli y Gyro que tenía mil dudas encima no pudo hacer nada más que asentir, mientras se recostaba en la cama del hospital, con una sensación agridulce en su interior.
Porque era el 14 de febrero, la noche del amor y Johnny probablemente abandono a Diego para venir a verle. Sabía bien que no era por las razones que aspiraba pero sin duda en su retorcido amor sin respuesta, este era un consuelo devastador.
Pd: :D La canción de Jenny sin duda inspiró casi al 100% este fic, así que si a alguno le ha sonado es por eso mero.
