III
- ¡GONGALA!
Casey Jones entró en acción con su inconfundible grito de batalla, enarbolando el bate de beisbol con ambas manos dando por empezada la pelea. Los vigilantes eran superados en número por bastante diferencia, pero lucharon como auténticos leones contra los Harley's Demons. Raphael se entregó a la lucha con una gran sonrisa en el rostro y comenzó a golpear con sus puños, codos, rodillas y pies a todo aquel que era lo suficientemente insensato o descuidado de interponerse en su camino. Ese era el tipo de peleas que a él más le gustaban: las frenéticas y caóticas. Aun así, sabía que no debía dejarse llevar; había aprendido la lección tiempo atrás. Una cosa era disfrutar del calor del combate y otra muy diferente era perder el control. Él era un guerrero, un ninja, y estaba por encima de todo eso.
Los moteros por otra parte peleaban con claras intenciones de hacer el máximo daño posible; no se cortaron a la hora de utilizar todo lo que estuviera a mano para darles una lección a esos tres payasos. Portaban además armas de todo tipo: desde puños americanos normales y con navajas, cadenas, navajas automáticas, cuchillos de combate o porras extensibles. Estaban furiosos; unos mequetrefes habían osado interrumpir una de sus fiestas y no satisfechos por ello habían osado también golpear a uno de sus miembros. Lo iban a pagar muy caro: los Harley's Demons no se andaban con medias tintas. Por su cabeza jamás pasaba la preocupación por el prójimo, los reparos o los remordimientos, ni siquiera les desvelaba verse entre rejas por alguna de sus fechorías; algunos de ellos ya habían estado incluso.
Las mesas y sillas volaban por todas partes, estallaron en astillas el suelo quedó lleno de sus restos, de comida y de cristales de botellas y lámparas: cuando Raphael mandó volando de una patada a uno de los moteros contra el estéreo comenzó a sonar música rock a todo volumen de nuevo… pero aún así no era suficiente para evitar que se escucharan los ruidos de la brutal trifulca.
Los parroquianos habituales del local, a los que nada se les había perdido en dicho pandemónium, hacia rato que se habían quitado de en medio. En cambio, el barman llamado Phil, continuaba allí pero sólo podía mirar, agazapado detrás de la barra, con una mezcla de horror y furia, cómo su bar era destruido: aguantaba a los Harley's Demons porque se dejaban bastante pasta en sus visitas, pero también porque los tenía miedo. ¡Su bar era todo lo que tenía, su forma de ganarse la vida! ¡Puede que fuera un bar de mierda, pero era suyo!
Mindy, la camarera, ahogó un grito a su lado cuando el tipo de la máscara de hockey cayó de espaldas sobre la barra tras haber recibido un botellazo en la cabeza; debido al golpe dejó caer el trozo de madera que antes había sido su bate justo al lado de la mujer. El motero que le tenía agarrado por el cuello de la camisa, con el rostro desencajado por la ira de la lucha, apretaba sus grandes dientes amarillentos preparándose para darle un buen puñetazo fortalecido por el puño americano. Sin embargo, fue interrumpido cuando aquel tipo verde surgió de la nada y le pateó la cara desde el aire.
- ¡Te acabo de salvar el culo, Case! – exclamó, mirando por un segundo a su colega.
- ¡Ahora te invito a una cerveza, hombre! – contestó el tipo de la máscara de hockey, sacudiendo la cabeza y Phil vio caer delante de él pequeños cristalitos de color marrón.
Cuando el tipo enmascarado se incorporó sacó un stick de hockey y lo alzó en el aire:
- ¡GONGALA! – volvió a gritar, antes de estampárselo en la cabeza a otro Harley's Demon.
¡Ya había visto suficiente! Tenía mucho miedo, pero no podía seguir permitiendo todo esto. Ignorando a la temblorosa Mindy se arrastró un par de metros hacia el centro de la barra y sin apartar la vista de la trifulca, se agachó para tomar de un estante una caja cuyo contenido se desparramó por el suelo por las prisas. Phil tomó entonces varios de esos cartuchos y se volvió para coger la recortada que escondía debajo de la barra.
A Casey el stick de hockey le duró mucho menos que el bate de beisbol, pero no le importó. Tenía la pala de críquet, así que la sacó y la hundió en la zona lumbar de uno de aquellos capullos cuando intentaba atacar por la retaguardia a Gioconda con un machete, un arma que era de todo menos legal.
- ¿Por qué no me sorpren…?
Fue interrumpido por un latigazo de dolor abrasador. Algo fino y duro le había golpeado por la espalda. Casey se giró, pero lo único que hizo fue encajar un golpe contundente en su estómago. Cayó de lado, intentando alzar el palo de críquet para cubrirse.
- ¡Desearás no haber nacido, escoria! – gritó su atacante, escupiendo perdigones de saliva sobre él.
Se trataba de un tipo feo vestido de negro y lleno de tachuelas y pinchos al que le faltaban la mitad de los dientes. En su mano portaba una gruesa cadena de hierro, enrollada por un extremo alrededor de su puño izquierdo. El otro extremo se balanceaba en el aire, sin duda era con el que le había golpeado. Casey había caído de una manera harto incómoda y no tenía capacidad de defensa. Además, el motero ya alzaba el puño encadenado… fue entonces cuando el Vigilante vio a Gioconda. La chica se había encaramado a una de las vigas de madera y hacía bailar su kusari-fundo. Acto seguido lo proyectó contra el del machete, cuya sonrisa se borró de la cara cuando notó la cadena enroscándose alrededor de sus brazos alzados. Gioconda saltó entonces hacia atrás y el motorista salió disparado hacia arriba, quedando colgado de la viga hasta que la mutante, quien sólo había tomado impulso, hundió sus dos pies en su espalda instantes después. El motero salió despedido contra la ventana principal del bar, atravesándola y haciéndola añicos, cayendo sobre la acera de la calle.
- ¡Te debo una, nena! – le dijo Casey levantándose e ignorando las punzadas de dolor que sacudían su cuerpo. Ahora no tenía tiempo de sentirlo: mañana sería otro cantar.
Gioconda le alzó un pulgar de manera despreocupada mientras recuperaba el kusari-fundo y volvió a la pelea.
Raphael mientras tanto se lo pasaba en grande. Se había subido a la mesa de billar y se había marcado un baile usando sus manos como apoyo al son de la música rock.
- Creo que esta partida se os ha ido de las manos, chicos – opinó mientras pateaba con sus pies alzados a los motoristas que habían intentado atraparle.
Sin embargo, tuvo que terminar su danza de manera abrupta cuando vio un palo de billar que iba directo hacia él. Rodó sobre su caparazón y aterrizó de pie en el extremo opuesto al tipo que le había atacado, uno alto con una melena castaña que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Entonces Raph empujó la mesa de billar contra una pared antes de que el hombre tuviera ocasión de apartarse; éste soltó un quejido sofocado y quedó doblado de dolor sobre la mesa.
- Eso te pasa por aguafiestas… ¡ouch!
Algo pesado y contundente le había golpeado por detrás. Apenas fue consciente de que había caído al suelo de bruces y, aunque la mayor parte del golpe se lo había llevado su caparazón, había sufrido una leve contusión. A su lado cayeron unos trozos de madera que, por el color, parecían pertenecer a una de las mesas del bar; eso es lo que había usado para golpearle.
- Nadie…se mete con los Harley's Demons… y vive para contarlo.
El guaperas. La tortuga sonrió; le gustaba, era grande y se le veía duro, lo que significaba que más ruido haría cuando cayera al suelo. A pesar del volumen de la música la tortuga pudo oír el chasquido de la navaja automática.
- ¡Siempre hay una primera vez! – exclamó Raphael y proyectó una de sus piernas contra las espinillas del guaperas, que no esperaba el golpe y se desestabilizó. Aprovechando el giro de la pierna Raphael torció su cuerpo, continuando el movimiento, lo que le permitió recoger sus dos sais del suelo y se alzó sobre sus dos piernas instantes después con un ágil y fluido movimiento que le dejó preparado en la postura de ataque. Seguidamente proyectó uno de los sais e hizo saltar la navaja del guaperas de su mano, que fue a clavarse en el suelo. El otro sai no lo utilizó, pero proyectó el puño cerrado en torno a él hacia atrás, golpeando a otro de los moteros en el esternón con una gran fuerza, haciendo que el hombre retrocediera.
Raphael estudió durante unos segundos al motero del pañuelo rojo, cuyo nombre recordaba vagamente por lo ridículo que era: Chopper*. Éste le observaba con una expresión de puro odio y una rodilla hincada en el suelo, sujetándose la mano sangrante con la otra. Raphael se permitió el lujo de humillarle más.
- Una pregunta ¿de dónde sacasteis esos nombres tan ridículos? ¿De una tómbola o acaso los escribió un mono?
La expresión de Chopper se tornó peligrosa y Raphael le dedicó su mejor sonrisa torcida. Sin inmutarse volvió a alzar el mismo puño y lo volvió a hundir en el mismo pecho de antes. Se permitió ladear la cabeza para mirar al estúpido Harley's Demon de soslayo.
- Va a ser cierto que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma pied…
Chopper rugió y se abalanzó sobre Raphael con los puños por delante. La tortuga, mucho más ágil y flexible, le esquivó sin problemas y siguió haciéndolo mientras el motorista intentaba golpearle una y otra vez.
- Aaah ¿prefieres con los puños desnudos? Sin ningún problema, colega.
Y eso era cierto. Las tortugas solían luchar armadas pero todas ellas eran expertas en el Taijutsu: la lucha desarmada. Y Raphael disfrutaba especialmente con los ataques directos a zonas blandas y duras, los bloqueos y por supuesto con las llaves. Pensó que sería oportuno instruir a este hombretón en dicha disciplina.
- Mira, si es muy sencillo – le dijo, mientras seguía esquivando – Es hacer así – expresó, mientras le bloqueaba e inmovilizaba - ¡y así! – concluyó, ejecutando una llave brutal de luxación y que hizo que Chopper, con un berrido, diera de cabeza en el suelo.
Raphael rodó fuera de su lado, se incorporó sacudiéndose las manos mientras veía a Chopper retorcerse en el suelo.
- ¿Lo ves? Pan comido – dijo y adoptando un tono de resignación, proyectó su brazo hacia un lado, con la mano puesta de canto, golpeando por tercera vez, aunque ahora en el estómago, al mismo tío de antes. Raphael volvió la cabeza para mirarle – Aunque siempre los hay que no aprenden.
Fue en ese momento que se escuchó la primera detonación.
Raphael hundió instintivamente la cabeza en su caparazón y se arrojó al suelo. A pesar de que no manejaba armas de fuego sabía cuándo disparaban una. Rodó a un lado y saltó justo cuando otro disparo reventaba el suelo que acababa de pisar.
Gioconda estaba enzarzada en ese momento en la pelea con el hombre del machete, quien se había recuperado del golpe anterior de Casey y la muchacha había interceptado la hoja usando la cadena y con un rápido movimiento envolvente, había atrapado la mano del motero con el kusari.
- Sayonara – dijo, antes de zarandearle y haciendo que se golpeara la cabeza contra una columna cercana.
Entonces escuchó el disparo y se quedó petrificada en el sitio. ¡Disparos! ¡Otra vez! Odiaba… detestaba las armas de fuego. Ya le habían disparado una vez cuando no llevaba mucho tiempo viviendo en la calle: estaba famélica, muerta de hambre, y había entrado en una tienda de comestibles que abrían las veinticuatro horas. Sospechaba que no era una buena idea, pero estaba desesperada, sólo quería pedir un poco de comida, aunque estuviera caducada. Pero el hombre del mostrador no fue nada amable con ella: a fin de cuentas, él era humano. En vez de apiadarse de la mutante que le suplicaba sacó una escopeta y le apuntó con ella. Gioconda tuvo suficientes reflejos para echarse al suelo si no, sus sesos hubieran quedado desparramados por toda la tienda, como le ocurrió a aquel chico que... El hombre comenzó a gritar en su idioma natal, asustado y furioso, algo que ella no entendió pero que pudo intuir. Volvió a abrir fuego y Gioconda salió a trompicones de la tienda no sin antes arramplar con todas las bolsas de aperitivos que pudo y sólo porque se chocó con el expositor en su huida precipitada, desparramando el género por el suelo. Desde entonces la escena parecía haberse quedado arraigada en su mente, superpuesta a otra donde a un chico rubio le volaban la tapa de los sesos, haciendo que por un segundo se quedara completamente bloqueada.
- ¡CUIDADO!
Casey al menos no se dejaba llevar por el pánico. Agarró a la chica por un brazo y la hizo tirarse al suelo, con él encima, justo detrás de la barra, en el otro extremo del que provenían los disparos. El equipo de música se llevó el siguiente disparo y la música rock se interrumpió bruscamente.
- ¡FUERA DE MI BAR! – aulló el barman fuera de sí y volvió a abrir fuego, sin apuntar a nada en concreto pero haciendo que buena parte de los moteros, aquellos que aún se tenían en pie, salieran con pies en polvorosa.
- ¿Es que Nueva York tiene que estar llena de lunáticos? – dijo Casey, sentado en el suelo con la espalda apoyada en la barra.
Gioconda estaba a su lado, aún impresionada, y no hizo ningún comentario pero chilló ligeramente cuando los vasos de la barra justo encima de ellos explotaron en pedazos por otro disparo. Se cubrió la cabeza con los brazos y se inclinó, temblando.
Casey intentaba pensar con rapidez, intentando contar los disparos que el barman había efectuado. ¿Qué capacidad tendría esa recortada? Normalmente éstas sufrían una reducción en la capacidad de cartuchos debido a sus características; Casey sospechaba que sólo dispondría de dos disparos, pero vista la velocidad con la que el barman había recargado bien podía dar un poco igual.
Otro disparo. Casey se asomó por el lateral de la barra y vio a Raphael saltando, esquivando aquel tiro por los pelos y arrojándose sobre una mesa y usándola de parapeto empujándola contra una columna. Al joven le alivió ver que su amigo estaba indemne, pero éste le hacía señas: quería que Casey entretuviera al barman para darle la oportunidad a Raphael de ir a por él. Fácil. Jones le devolvió el signo de "ok" para hacerle saber que lo había entendido… y en ese momento sucedió algo que hizo que no hiciera falta que llevaran a cabo su idea.
Gioconda no podía sacarse una imagen de la cabeza que se repetía una y otra vez como un bucle. La del chico rubio al que descerrajaban un tiro en la frente, el dependiente de la tienda de comida apuntándola con una escopeta a pesar de que ella sólo le estaba pidiendo ayuda… Un disparo, la cabeza del chico echándose hacia atrás de una manera un tanto brusca, sus piernas elevándose hacia adelante, la sangre salpicando hacia arriba, su cuerpo inerte cayendo de espaldas… el disparo, el movimiento de la cabeza, la sangre, la caída… ¿por qué? El dolor de cabeza punzante le atacó sin misericordia cuando intentó recordar dónde había visto semejante escena. ¿En qué película era? No… no conseguía recordarla, nada más de ella, salvo esa escena tan realista. El chico decepcionó a alguien y ese alguien decidió rescindir su contrato. Era un finiquito excesivo, desde luego. Ella no quiso ver la escena, a pesar de que no había visto la pistola estaba imaginando que algo malo le iba a pasar a aquel chico tan jovencito: no quería mirar pero lo hizo. Y eso fue un error… el último disparo la había hecho volver a la realidad y volvió a mirar, aunque no quisiera hacerlo. Vio a Raphael parapetándose detrás de la mesa, haciéndole unos gestos a Casey a los que ella no prestó atención… y entonces un nuevo disparo hizo saltar parte de la columna detrás de la cual la empalizada improvisada resistió por los pelos. ¡Aquél hombre estaba disparando a Raphael! No usaba una pistola, pero sí una escopeta… el disparo, el movimiento de la cabeza, la sangre.
Algo en el interior de su cabeza hico "click" y Gioconda perdió todo el miedo que la había paralizado, su mente se vació de todo aquello y sólo quedó un pensamiento: alguien intentaba dañar a un ser querido para ella. Y no estaba dispuesta a permitirlo. Un disparo y luego otro, recarga, otro disparo y un siguiente, recarga… se dio cuenta de que apretaba el kusari-fundo en sus manos.
La frialdad que la acababa de invadir dio paso a una furia ciega. Alzándose sobre sus pies a la par que se volvía lanzó el kusari-fundo prácticamente a ciegas mientras ejecutaba un salto hacia delante, en la dirección en la que creía que estaría el barman. Casi a cámara lenta pudo ver cómo la plancha hexagonal, el fundo, se dirigía a toda velocidad hacia el hombre, que apenas tuvo tiempo de reaccionar. Aunque se giró hacia ella con la escopeta levantada sólo pudo abrir los ojos como platos cuando vio el fundo dirigirse contra su frente. La plancha, que no pesaba más de 100 gramos, no era tampoco muy grande pero proyectado con semejante fuerza y velocidad hizo bastante daño a Phil cuando le alcanzó en la frente. El hombre se tambaleó, dando un par de pasos hacia atrás mientras se llevaba una de sus manos a la cara. Con la otra aún sujetaba la escopeta pero de tal forma que no podía disparar con ella. Gioconda, aún en el aire, aferró la cadena cuando ésta rebotaba de tal modo que cuando cayó sobre el barman tensó el kusari para apretarla contra su cuerpo.
Totalmente inmovilizado por el golpe recibido por el fundo y la caída en sí Phil sólo pudo menear la cabeza de atontamiento aunque cuando notó la cadena fría apoyada contra su garganta abrió los ojos de nuevo y miró con ojos desorbitados a la chica que resollaba sobre él, con las rodillas puestas dolorosamente sobre sus brazos. En ese momento el barman se dio cuenta de que aquello no era ningún disfraz; vio la cola reptiliana ondeando sobre la cabeza de la chica. El terror le atenazó pues aquel engendro le observaba de una forma asesina.
- No… muevas… ni un… músculo, tío – gruñó ella entrecortadamente – O te juro… te juro que…
Phil no se movió pero ella apretó igualmente la cadena contra su cuello y el hombre notó que le faltaba el aire. Quiso apartarla usando sus manos pero no podía porque ella le había aprisionado los brazos con sus rodillas. Phil comenzó a asfixiarse.
- ¡GIOCO PARA!
Desde algún punto de detrás surgió el hombre tortuga y rodeó con los brazos a la chica y tiró de ella hacia atrás, apartándola del barman, que se volvió tosiendo y llevándose las manos a la garganta. Phil pataleó alejándose y su cabeza chocó contra los estantes de detrás de la barra, haciendo tintinear las botellas de detrás. Pero antes de que pudiera hacer nada más, como recuperar su escopeta que se le había caído, notó algo duro y frío por debajo de su mentón: un palo de golf. Elevó la vista, siguiendo el palo, hasta dar con el que lo empuñaba.
- Quieto ahí, amigo – dijo el hombre de la máscara de hockey. Sin apartar la vista del barman pateó la escopeta a un lado, dejándola totalmente fuera del alcance tanto de Phil como de la inútil de Mindy, quien seguía agazapada tras la barra mirándolos con aprensión.
- ¿Se puede saber qué acaba de pasar? – preguntó Raphael mientras tanto a Gioconda, a quién acababa de liberar de su agarre. Se había cruzado de brazos y miraba seriamente a la chica – Ya le habías derribado ¿por qué te has resarcido de esa forma con él?
- ¡N-no lo sé! – le espetó ella, con el kusari-fundo en una mano y ahuecándose el pañuelo del cuello con la otra, como si estuviera sofocada - ¡Sólo quería dejarle las cosas claras! - entonces miró a Raphael con ojos desolados - ¡Por si no te has dado cuenta te estaba disparando!
- Me las estaba apañando bastante bien, no necesitaba que me cubrieras el caparazón – respondió él tajantemente - Lanzarte así ha sido una temeridad; te has expuesto abiertamente a sus disparos, podía haberte herido de gravedad. Una forma de actuar un tanto estúpida – hizo una pausa y suavizó la expresión - Aunque también ha sido una auténtica pasada.
Gioconda, quien apenas estaba aguantado el sermón con la mirada baja, le miró de vuelta. Vio que él sonreía. Y ella no pudo evitar devolverle la sonrisa.
- ¿Ah sí?
- ¡Sí! ¡Has estado genial! – asintió él.
- ¿No estás enfadado conmigo entonces?
- Nah. Eres impulsiva y estúpida. Tienes madera de vigilante, renacuaja ¿verdad Case?
Éste respondió sin volverse, elevando un pulgar. Gioconda se quedó mirando a Raphael con una gran sonrisa en su cara y siguió observándole embelesada unos instantes después de que éste hubiera centrado su atención en otra cosa.
- Me da que este bar estará cerrado por una laaaarga temporada…
Sus palabras fueron secundadas por un leve sollozo del propietario. Mientras tanto en la calle por fin se había hecho el silencio.
* Chopper significa "helicóptero" pero también es un tipo de motocicleta modificada para tener un ángulo de alzamiento mayor a partir de una horquilla más larga, lo que le permite dar una batalla y avances más grandes que otros tipos de motocicletas, pero también son más livianas, tienen un tanque de gasolina más pequeño, como sus parabrisas, luces, asientos y guardabarros, aunque a veces ni siquiera los llevan. De modo que cabe suponer que estos motoristas se nombran por sus apodos y no por sus nombres reales.
