Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es CaraNo, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is CaraNo, I'm just translating her amazing words.


Thank you CaraNo for giving me the chance to share your story in another language!

Pueden encontrar todas sus historias en su blog, favor de quitar primero los espacios. También compartiré el link directo a su blog en mi perfil de FF.

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Gracias Yani por betear esta historia.


Capítulo 3: Su nombre era Alice

Canción del capítulo: Daddy's Eyes por The Killers

BPOV

—Hora de irnos —suspiro, frustrada. El suspiro pronto es remplazado por un gruñido cuando intento levantar a Edward del sofá. Está muy ebrio—. Son las tres de la jodida mañana, Cullen.

—No me digas así —arrastra las palabras. Al final Emmett me ayuda y pronto tengo a Edward de pie. Pasa el brazo sobre mis hombros y pongo una mano en su estómago para estabilizarlo. Es como Bambi, solo que peor—. Te lo estoy diciendo-do, Tinks… —Se agacha y me acaricia el cuello con la nariz—. No me digas, Cullen-en.

—Bien —respondo secamente, llevándonos de forma lenta hacia la puerta—. No te diré, Cullenen.

Una vez más es como la separación del mar Rojo. Todos hacen espacio para Edward, aunque de forma más lenta en esta ocasión. Tal vez porque nadie en esta fiesta sabe manejar su licor.

—En serio, Bella —murmura borracho cuando finalmente llegamos a la puerta. Ahora solo tengo que meterlo al carro—. Todos me dicen así, y… —Hace un gesto raro con la mano—. Pero tú no lo tienes permitido.

Suspiro.

—¿Se supone que eso es un insulto?

—No, lo op-uesto —hipa, haciéndome reír en voz baja—. Tienes una sonrisa jodidamente hermosa, Tinks.

Y mi risa muere.

Tenemos que mantener esto en secreto, Isabella. Te amo muchísimo, pero no podemos arriesgarnos a que nos atrapen.

Eres tan maravillosa, amor. Solo te queda un semestre, y luego podremos estar juntos.

¿Sabías que tu sonrisa bonita es mi dueña? Haría cualquier cosa por ti.

Pronto, Isabella. Solo mantenlo en silencio un poco más.

Sonríe para mí, dulzura. Necesito que sonrías para mí. No te estás rindiendo conmigo, ¿cierto?

Dios, fui tan jodidamente estúpida e ingenua.

—Dame tus llaves, Cullen…

Me calla presionando sus labios sobre los míos. Justo ahí, junto a su carro.

—Edward —murmura, dándome un beso—. No Cullen, carajo.

Y esto es preocupante. El cariño no es lo mío. Todo eso son mierdas. Mentiras.

Soy buena para follar. Eso es. Eso es todo. Es lo que me han dicho.

—Eres una maldita niña —le digo, apartándome. Hago una mueca ante los estremecimientos que pasan a través de mí. Lo último que necesito es que me vuelvan a engañar—. Ahora, dame las llaves, Edward.

Frunce el ceño y se recarga en su carro.

—¿Cuál es tu problema?

—¡No es nada! —gimo. Es tarde, me duele la cabeza, recuerdo demasiadas cosas—. Solo quiero ir a… —¿Casa? Ya no tengo una casa. Suspiro—. De regreso a Forks. Necesito dormir.

—Bueno… —Una sonrisita lenta se apodera de sus facciones—. Soy el u-único que puede m-manejar mi Aston.

Sí, me lo dice mientras me entrega la llave.

Funciona bien.

Tardo un rato, pero eventualmente logro meter el culo ebrio de Edward al asiento del pasajero y luego ocupo el espacio tras el volante. Mierda. Esto se siente como poder. Demonios, estoy segura de estar muy cerca de tener un orgasmo cuando revoluciono el motor.

—Saborea el momento, Tinks —bosteza.

Lo que diga.

~CLO~

La casa está en silencio y a oscuras cuando regresamos, y me sorprende un poco que Esme no se despierte cuando ayudo a Edward a subir las escaleras, porque él no es muy silencioso. Para que conste, Edward no sabe cantar ni para salvar su jodida vida, pero eso no lo detiene de intentarlo.

—Jesús, Edward —exhalo cuando casi choca con una pared—. Contrólate, ¿quieres?

Se ríe.

Maravilloso.

Afortunadamente llegamos a su habitación entonces. Abro la puerta, prácticamente empujando a Edward para meterlo.

—¿Intentas meterte en m-mi ca-ma, nena? —arrastra las palabras, sonriendo perezosamente. Le pongo los ojos en blanco y lo llevo hacia su cama. Una vez ahí, le desabrocho los jeans y se los bajo por las caderas. Luego lo suelto, sabiendo que se va a caer sobre la cama, lo cual hace—. Maldición, Tinks, me estoy poniendo duro por ti. —Agita las cejas mientras lo ayudo a quitarse los zapatos—. ¿Quieres follar?

En serio no quiero.

—Duérmete, Edward —suspiro. Ya le quité los jeans y zapatos. Igual que la chaqueta. Eso será suficiente—. Hasta mañana —murmuro antes de salir de su habitación. Él ya está roncando.

En lugar de irme directo a la cama, me dirijo hacia el baño. Necesito una ducha, como siempre. Hora de limpiarme la suciedad del día. No es que en realidad pueda deshacerme de ella. Siempre está ahí.

Cuando el agua caliente cae por mi cuerpo, cierro los ojos con fuerza.

Me tallo hasta que mi piel queda de color rojo.

Religiosamente.

—Lo siento —exhalo. Las caras aparecen ante mis ojos. Sus expresiones cambian. Las lágrimas queman tras mis párpados cerrados. Mis padres, mis supuestos amigos, Alice, los policías cuando llegaron a la escuela, Alec…—. Lo siento muchísimo…

Desearía poder ser alguien bueno. Una persona de la que mis padres se sintieran orgullosos.

No una zorra.

No una crédula niñita.

No una fugitiva.

~CLO~

EPOV

Maldito dolor de cabeza.

Después de mi ducha matutina, bajo las escaleras en busca de comida.

—Buenos días, cariño —me saluda mamá desde la estufa—. ¿Llegaron muy tarde Bella y tú?

—No tengo ni puta idea —murmuro con voz rasposa—. Necesito café.

—En un momento te lo sirvo —dice, sonriendo—. Bella ya está en el comedor. Toma asiento y te llevaré el desayuno.

—De acuerdo.

Y, por supuesto, Tinks tiene que verse jodidamente sexy esta mañana. Puedo decir que lo que está usando es un pijama, pero yo lo llamo calientapollas. Shorts de pijama que le llegan a medio muslo y una camisa sin mangas negra. La maldita coleta. Toda esa piel expuesta. Tal vez pueda convencerla para hacer otra visita a la cabaña.

—Buenos días —bostezo, ocupando mi asiento frente a ella.

Ni siquiera alza la vista de su plato.

—Buenos días —murmura en voz baja.

Frunzo el ceño.

¿La mataría el tan solo sonreír?

—Aquí tienes, cariño —dice mamá, apareciendo en el comedor con mi desayuno—. ¿Qué planes tienes para hoy?

—Gracias —murmuro, dándole una mordida a mi pan tostado. En cuanto a su pregunta, me encojo de hombros.

No tengo idea cuáles son los planes para hoy. Bueno, hay unas cuantas cosas que necesito hacer, preferiblemente justo después del desayuno, pero después de eso…

—Si no tienes nada planeado, ¿tal vez puedas darle a Bella un aventón a Port Angeles?

Le alzo una ceja.

—¿Por qué? —Luego miro a Tinks—. ¿Qué hay en Port A?

Mamá responde por ella.

—Tu padre llamó hace rato. —Me tenso. Todavía no va a regresar, ¿cierto? Quiero decir, ella me dijo que no regresaría hasta el jueves—. Y dijo que el carro nuevo de Bella ya llegó a la agencia.

Oh.

—En serio que no necesito carro propio, Esme —dice Tinks en voz baja.

—Por supuesto que sí lo necesitas, cariño —responde mamá, sonriendo muy maternal y esas mierdas.

—¿Qué clase de carro es? —pregunto, tomando mi café.

Más le vale que no sea un Aston negro.

Pero sé que será un carro caro. Así es papá. Todas las mierdas tienen que ser perfectas.

—Un Porsche, creo que eso me dijo Carlisle —dice mamá y asiento lentamente mientras le soplo al café que está jodidamente caliente—. Y creo que es verde oscuro.

Alzo una ceja.

—¿Modelo?

—Oh, no conozco esos detalles. —Mamá se ríe entre dientes.

~CLO~

—Carajo —murmura Tinks, girando la llave del carro en su dedo. Tiene la mirada fija en el Porsche Cayenne que ahora es suyo—. ¿Cagan dinero?

Resoplo y me regreso a mi carro, que está estacionado justo junto al de ella.

—Lo dice una millonaria. —Sus padres le dejaron un montón de dinero después de morir. Seguros de vida, una exitosa compañía de videojuegos, una casa, acciones, una casa vacacional en Florida… ya todo fue liquidado, así que Tinks no debería estar hablando de dinero—. ¿La cabaña? —le pregunto sobre el hombro.

Necesito drogarme.

Necesito tener sexo.

La verdad, no sé qué tiene esta chica, pero hay algo… y quiero más de eso. De ella. De eso. Como sea.

—Guíame —suspira.

Así que eso hago.

Ya que estoy solo en mi carro, hago unas cuantas llamadas.

Eric Yorkie primero.

¿Hola? —responde tímidamente.

Jodido perdedor.

—Soy Cullen —digo, pasando junto a una señal que dice que estoy saliendo de Port A—. Necesito que hagas lo de siempre para mí el lunes. —Acelero y veo el retrovisor, sonrío al ver que Tinks también acelera. Carajo, es sexy—. Y una cosa más.

¿Sí? —Se le quiebra la voz.

Resoplo. Está jodidamente aterrado de mí. Pero quiere ir a la universidad y pago bien.

—Asegúrate de entregármelo cuando una Bella Swan esté junto a mí.

Uh, ¿esa sería la chica nueva? —pregunta con nerviosismo.

Por supuesto, ya ha escuchado los rumores de mi supuesta hermana. Ja. Si Tinks fuera mi hermana, seríamos unos fenómenos.

—Sí, es ella —respondo—. Si todo sale bien, dejaré doscientos en tu casillero al final del día.

Con eso dicho, cuelgo.

Luego sigue una llamada a mi distribuidor en Port A. Es solo cuestión de tiempo antes de que él se entere de Tinks, y no quiero que se acerque a ella. Yo quiero ser su proveedor. Quiero decir, no es que le vaya a cobrar, pero si encuentra a alguien más, también podría encontrar otra polla.

Hablaba jodidamente en serio cuando le dije que seríamos exclusivos, pero no tengo ni maldita idea de si Bella respetará eso o no. ¿Quién sabe? Tal vez era la puta de la escuela en Arizona. Porque cuando llegó el momento, me abrió las piernas jodidamente rápido. Y luego estuvo lo de anoche. ¿Cómo se atreve a pensar que yo soy un esparcidor de enfermedades? He tenido a mis cuatro chicas de cajón en Port A desde que perdí la maldita virginidad. Cinco chicas en total, bueno, seis contando a Tinks. Eso no es mucho considerando los coños que me han ofrecido en el pasado. Y siempre uso un maldito condón. El porqué no usé uno con Bella es un misterio para mí, pero como sea. Después de inhalar esos calientes porros con ella y dedearla hasta enviarla al olvido, simplemente tenía que sentirla por completo. En serio lo intentaría de nuevo. Estando lo suficientemente drogada, quizá no me recordaría lo del condón. Entrar sin nada era oro puro. Además, probablemente ella toma la píldora. ¿Acaso no todas las chicas toman la píldora en esta época? Especialmente las que son sexualmente activas.

Exacto.

~CLO~

—Hijo de puta —maldigo, cerrando de golpe la puerta a mis espaldas. Detrás de mí, puedo escuchar a Tinks estacionando el carro. Enojado, saco mi celular y le envío un mensaje a Emmett.

Tápate la maldita polla. Vamos de camino a la cabaña – Cullen

—¿Tus amigos están aquí? —pregunta Tinks, apareciendo a mi lado. Mientras ella ve la Wrangler de Emmett, yo fulmino con la mirada el M3 rojo.

—Amigo. En singular —digo amargamente—. El rojo es de Rosalie.

Se ríe entre dientes cuando dejamos la carretera de tierra detrás.

—Creí que las chicas no estaban permitidas aquí.

Pues se suponía que así era. Me pregunto desde cuándo ha estado trayendo Emmett a Rosalie aquí. Cabrón.

—Hombre, ¿en serio estás enojado con Emmett por traer a su novia a la cabaña?

—Sí —digo secamente, apartando una rama del camino para que ella pueda pasar—. Carajo, dijimos que no traeríamos chicas aquí.

—Pero tú me traes a mí —señala—. ¿No soy una chica?

Oh, sí que eres una chica, por supuesto. Tu apretado coño es prueba de eso.

Maldición. Me ajusto la polla mientras camino detrás de ella.

—Eso es diferente —le digo—. Las reglas no aplican para mí.

Se ríe sin humor.

—Dios, eres un maldito cretino.

Lo sé.

~CLO~

Como era de esperar, Emmett y Rosalie no quieren irse de la cabaña solo porque Tinks y yo llegamos. Así que ahora somos los cuatro, fumando, hablando… escuchando, en mi caso. Emmett está parloteando sobre fútbol, lo cual no podría importarme menos. Sin embargo, yo estoy escuchando atentamente a Tinks y Rosalie, que están hablando de un tema por el que siento más curiosidad de la que me gustaría admitir: la vida de Tinks antes de Forks.

Las chicas están sentadas con las piernas cruzadas en la cama, pasándose un porro entre ellas, mientras que Emmett y yo estamos en el sofá, y por mucho que me encantaría follarme a la sexy castaña, me quedo quieto escuchando. Rosalie, habiéndome escuchado decirle "Tinks" a Bella, le preguntó el porqué hace unos momentos. Una parte de mí no quiere que Tinks responda. Bueno, no a ella. La verdad no sé por qué de repente le dije así, pero después de ver su sexy tatuaje, disfruté un poco de conocer una parte de ella que nadie más conocía. Conocía, en pasado, porque Bella sí contestó la pregunta de Rosalie.

—Es en memoria de mi mejor amiga que tenía allá en casa —había dicho, ante lo cual Rosalie había hecho una serie de preguntas sobre el tema.

Preguntas de las cuales ahora estoy a la espera de las respuestas. Si tan solo Tinks pudiera pasarle el porro de regreso a Rubia.

Al fin lo hace, y luego espero otros segundos a que ella exhale el humo de sus pulmones.

Cristo, está tan buena que casi duele.

—Su nombre era Alice —dice perezosa, silenciosa, tristemente.

¿Era?

Rosalie, que me está dando la espalda, hace la pregunta de la que quiero la respuesta.

—¿Su nombre era Alice?

Tinks baja la vista a su regazo.

—Sí, murió cuando teníamos quince años.

Jesús.

Emmett me entrega el porro que compartimos, y le doy una fuerte calada, siento mis ojos desenfocarse mientras contengo el aliento.

—Siempre me recordó a Tinker Bell —continúa Tinks… mi Tinks… en voz baja—. Así que el año pasado logré convencer a mis padres de que me dejaran hacerme un tatuaje en su memoria.

Exhalo.

—Eso es horrible —murmura Rosalie—. O sea, que haya muerto. ¿Cómo murió?

Está claro que las preguntas son indeseadas, pero carajo quiero las respuestas.

Así que no interrumpo.

—Se quitó la vida.

—Jodido Jesucristo —susurro por lo bajo mientras Rosalie jadea. Y luego ya no puedo mantenerme fuera de la conversación—. ¿Por qué se quitaría la vida?

Si se sorprenden de que las esté escuchando, no lo demuestran, y Tinks responde sin perder el hilo. Con tono seco, vacío de cualquier emoción.

—Porque su mamá, la maldita borracha, la maltrataba.

Se escuchan campanillas de alerta en mi cabeza.

—Santa mierda —susurra Rosalie.

Puedo sentirme palideciendo y empezando a sudar frío.

Tinks asiente.

—Comenzó cuando el papá de Alice las dejó.

En un intento por esconder mis cortas respiraciones, le doy otra calada a mi porro.

—Le rogué que fuera a la policía —añade—. Durante meses la vi ponerse maquillaje para cubrir los moretones. —Aprieto los dientes, deseando en silencio que pudiera callarse justo en este puto momento—. Pero se negó a escucharme. Inventaba excusas para su mamá todo el maldito tiempo. "Estaba borracha", "es que extraña a papá", "no hay mucho dinero, así que está frustrada", "no quería hacerlo".

Cierro los ojos con fuerza.

—¿Y decidió que ya había tenido suficiente? —adivina Rose en voz baja.

Se me retuercen y se agitan mis entrañas dolorosamente. Todo se siente crudo y ácido dentro de mí. Pudriéndose. Devorando, supurando. Cada pensamiento, cada recuerdo, cada consecuencia, cada excusa, cada palabra. Las veces cuando era más joven y todavía lloraba después de que papá dejaba que fueran sus puños los que hablaran. Las veces donde tardaba varios segundos antes de poder recostarme suavemente. Las veces cuando cuestioné todo. Las veces que tuve que regresar con papá para que me cosiera o vendara.

Desearía poder decir que todo eso es mi pasado y no mi maldito presente.

—Sí —confirma Tinks en un susurro. Trago bilis—. Se colgó.

Y esa es mi señal para largarme al carajo.

Entregándole el porro a Emmett, me levanto del sofá y me dirijo afuera.

Camino sin destino fijo, luchando internamente.

Después de un rato, me siento en un tronco. Con los codos en las rodillas, tirando dolorosamente de mi cabello, cerrando los ojos con fuerza.

Se colgó.

Así que ella se rindió. Perdió.

No me rendiré. Solo los débiles se rinden.

Se colgó.

Si se esparciera el rumor… si saliera la verdad a la luz… sería una jodida burla. La gente de Forks me vería por quién realmente soy: débil, recibiendo golpes. Bueno, ese es quién soy, según papá. Él dice que un hombre de verdad sobrevive y se hace más fuerte.

Se colgó.

Carajo, no puedo esperar para dejar este pozo de mierda. Mi infierno personal.

Incluso si es pre-medicina. Incluso si tengo que convertirme en un maldito doctor, algo que no quiero.

Siempre y cuando pueda irme.

Afortunadamente, la Universidad Johns Hopkins está al otro lado del país.

—Dios, no puedo esperar —exhalo.

Dios. Bufo internamente. No existe un jodido Dios.

Después de enviarle un mensaje a Tinks diciéndole que tengo hambre y que me iré a casa, me dirijo a mi carro.

~CLO~

No me pregunten por qué carajos estoy en la habitación de Tinks, pero ese es el primer lugar al que voy cuando llego a casa. Incluso aquí arriba puedo oler la cena que mamá está cocinando. Siempre la June Cleaver*, esa mujer. Y de verdad estoy hambriento, pero aquí sigo, mirando inexpresivamente las fotos que ella desempacó y colocó en el centro de entretenimiento.

El mío está lleno de películas y videojuegos. El suyo está algo vacío, aparte de unos cuantos libros y fotos familiares.

Amaba a sus padres. Es fácil verlo en las fotos. Eran cercanos.

Sostengo una foto en mi mano.

Me río amargamente. Tendría que ser ciego para no ver el vínculo especial que ella compartía con su papá. En la foto, Charlie y ella —recuerdo que ese era su nombre— están sonriendo enormemente, alzando un jodido pez. El sol brilla y toda esa mierda poética. Renée también está en la toma, sonriéndoles a su esposo e hija. La maldita serenidad está casi burlándose de mí.

Me pregunto si Charlie dejaba a Tinks elegir por su cuenta. Si ella quería bailar ballet o lo que fuera, ¿él la dejaba? Si ella quería tocar algún instrumento, ¿él se sentaba pacientemente a escucharla mientras practicaba?

Oh, no querrás hacer eso, hijo —dijo Carlisle, agarrando el brazo de Edward. El niño de cinco años hizo un puchero cuando su papi lo apartó de ahí. De verdad, de verdad quería aprender a usar un martillo, como el niño de la foto. ¡La caja de herramientas se veía tan genial!—. Esto es mucho mejor. —Carlisle se acuclilló junto a su hijo, sosteniendo un kit de medicina para niños—. Quieres ser un niño bueno, ¿no?

El tono de papá me trae de regreso a la realidad y ahogo un aliento mientras saco mi celular.

Tengo la espalda jodidamente tensa.

—Hola, papá —digo, dejando la foto en su lugar.

Hijo —me saluda gélidamente—. ¿Confío en que te estás comportando?

Trago.

—Por supuesto.

Bien. Ahora, acabo de colgar con la doctora Sarah Black del Hospital de Forks. Le hablé de ti. —Diría que estoy sorprendido, pero en realidad no es así. De hecho, había estado esperando que esto sucediera—. Tienes una reunión con ella el lunes después de la escuela.

—Sobre el voluntariado —declaro en voz baja. En mi cabeza, estoy contando las horas que puedo meter, y será difícil. Puede que ya haya recibido mi aceptación temprana a Johns Hopkins, pero papá se niega a dejar que baje la guardia, aunque sea un poco, incluso si mi aplicación está llena de esa basura de créditos extras.

Sí, supuse que tres turnos a la semana estarían bien. Tres o cuatro horas por turno.

Tres turnos. Tres días. ¿Cómo carajos esconderé esta mierda en la escuela? Ser temido me ha ayudado mucho a lo largo de los años, y nadie me cuestiona ni un carajo. Lo que sea que haga, la gente de Forks sabe que es mejor no dejar que eso llegue a oídos de mis padres, lo que significa que ellos no les cuentan a sus padres. Es por eso que no me importa si la gente sabe que Tinks es jodidamente mía. Mamá y papá no se enterarán. Es así de jodidamente simple. Todo lo que necesito es ser cuidadoso para que ningún maestro nos vea, pero los estudiantes no son problema. Sin embargo, el hospital… tanto adultos como niños andan por ahí, sin mencionar algunos perdedores de la escuela que también son voluntarios.

Esto no quedará bien con mi reputación, una reputación que necesito mantener, carajo.

¿Hay algún problema, Edward? —pregunta papá, ya está enojado.

—No, señor —respondo, arreglándomelas para no tragar. Carajo, de verdad soy un cobarde. Pero no puedo dejar que la gente lo sepa—. Me reuniré con la doctora Black justo después de la escuela el lunes. Tres turnos por semana. Considéralo hecho.

Papá cuelga el teléfono.

Yo respiro.

~CLO~

El resto del sábado pasa sin incidentes. Tinks le envía un mensaje a mamá alrededor de las siete para avisarle que está con Rosalie, y eso nos deja a mamá y a mí solos durante una cena jodidamente incómoda. Yo me escapo después de diez minutos y regreso a mi habitación.

Cuando alguien toca mi puerta poco después de las diez, le digo a quien quiera que sea que se vaya al carajo.

Tengo muchas mierdas que organizar con esto del hospital.

También tengo suficiente tarea.

Aunque no es solo de la escuela. Papá me da tareas de sus libros de texto que tengo que resolver. Es algo semanal.

Así que estudio.

Lo mismo sucede el domingo. Es el día que siempre le dedico a los trabajos escolares, aunque si le preguntaran a cualquiera de mis amigos, te dirían que estoy pasando el rato con mis otros amigos de Seattle, amigos que no existen. Es mi coartada. Y estoy dolorosamente consciente de que Tinks sabe que no estoy en Seattle. Otra cosa que tengo que arreglar.

O… podría decir "al carajo" y dejar que todos sepan que soy un perdedor.

Sí, no sucederá. Soy Edward Jodido Cullen. Hay un lugar que controlo y esa es la Preparatoria de Forks. Me niego a permitir que se me resbale de los dedos. Tendré que pensar en algo si Tinks lo cuestiona.

La graduación no podría llegar más rápido.

Solo me quedan unos cuantos meses más.

~CLO~

—Vaya, estás vivo —murmura Tinks cuando me uno a ella en la cocina el lunes en la mañana—. ¿Siquiera saliste de tu habitación ayer?

No. Ni por un segundo. Tengo un baño adjunto. Tengo un mini bar. Estoy preparado.

—Aw, ¿me extrañaste? —sonrío y me sirvo una taza de café. Algo bueno sobre la mayoría de las mañanas entre semana: mamá no está en casa. Este es el momento cuando hace trabajo de caridad en un jodido albergue para mujeres de Port A.

—Jódete —bufa.

Esa sexy boca suya…

Definitivamente tendré que vigilarla hoy. Se ve increíblemente apetecible con unos leggins pegados negros… una camiseta larga de color azul oscuro… ¿o es una túnica? Como sea, es una camiseta que termina debajo de su culo.

—Después —respondo con un asentimiento. Recargándome en la encimera, le doy un trago a mi café y leo los titulares del periódico de hoy. Como si pudiera importarme dos carajos esa información.

Sin embargo, un suave sonido de repiqueteo me hace alzar la vista, y lo que veo hace punzar mi polla.

—Mierda, ¿tienes perforada la lengua? —pregunto.

Se encoge de hombros y regresa a lo que sea que estaba leyendo mientras come su cereal.

Carajo, me pregunto si estará de ánimos para otra sesión de fotos pronto. Me encantaría tomar unas fotos de ella chupándomela.

Gimo por lo bajo y me ajusto mi endurecida polla en los jeans.

—Vamos —suspiro—. Hora de ir a la escuela.

Tengo la sensación de que será un día jodidamente largo.


*June Evelyn Bronson Cleaver es un personaje principal en la comedia de televisión estadounidense Leave It to Beaver. June y su esposo, Ward, a menudo son invocados como los arquetípicos padres suburbanos de la década de 1950.