Eremika week day 4: confesiones/ i want to share the burden of your sins with you

Los personajes no son míos, si lo fueran, sería un todos con todos.

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disfruten.


El regreso del hospital es silencioso. Jean los deja en su departamento y después se va con Armin.

Ninguno dice nada. No hablan del tema, al menos no por esa noche. Se acuestan a dormir.

Al día siguiente, reanudan la rutina. Mikasa sabe que esto no es algo que se solucionará de un día para el otro. Trata de darle tiempo a Eren, de no presionarlo.

Y, de alguna forma, se olvida.

Tal vez es porque cada vez está más cansada o porque Eren parece de mejor humor o porque su frasco de ahorros cada vez tiene un poquito más de billetes. Verdaderamente, no encuentra momento para recordarlo.

—Tengo el día libre mañana —dice Eren. Mañana es sábado—. ¿Quieres que hagamos algo? Salir, ver una película…

Está sentada en el sillón, en pijama y con los pies sobre la mesita ratona. Ahora mismo, no tiene muchas ganas. Ah, pero sí tiene hambre, aunque las ganas de cocinar le faltan.

—¿Pedimos comida? —dice en cambio. Eren ríe apenas.

—Claro, ¿qué te gustaría comer?

Piden pollo frito porque ya superó su asco por el pollo y ahora solo tiene ganas de frito, todo frito.

Ven una película después. O, bueno, ella, porque Eren se queda dormido a la mitad sobre sus piernas.

Es imposible preocuparse cuando todo se siente que está tan bien.


—¿Cómo te está yendo en tus clases?

Casi puede oír a Gabi haciendo una mueca.

Me está yendo mejor.

—No me hagas preguntarle a Falco.

¡De verdad! Es más, me estoy esforzando para que podamos ir para las vacaciones de invierno —responde—, queremos estar para cuando nazca.

Le parece tierno que quieran estar, pero lo ve algo imposible.

—Todavía no sé la fecha —ríe Mikasa—, es algo pronto para planear vacaciones.

Nunca es pronto.

Ambas ríen.

Mikasa se cambia el teléfono de lugar y estira las piernas en el sofá.

—¿Cómo están ustedes? —Quiso preguntarle el otro día, pero estando Kenny, Gabi no habría respondido.

Estamos bien. Hace bastante que no peleamos.

No le cree.

Bueno, en realidad, peleamos esta mañana, pero es porque se enojó porque no lavé los platos anoche —Mikasa resopla—, ¿puedes creer que se le pegó lo peor de Levi? ¿Cómo me enamoré de alguien así?

Mikasa suelta una risa.

¡Oye! ¡No te rías de mi sufrimiento!

—Perdón, perdón… Entonces, vendrán para vacaciones de invierno —Gabi murmura una afirmación—, ¿le dirán a Levi?

¿Que iremos? Es sorpresa, sino, no me dejaría ir.

—No, no —ella ríe y no puede reprimir la malicia—, que están juntos.

Dios, no, es una conversación que espero nunca tener con él. Esperaré a que esté en su lecho de muerte para decirle.

—Ay, Gabi…

Es que, ¿recuerdas cuando le dijiste que salías con Eren? Casi lo mata.

—No le hará nada a Falco, ambas sabemos que es su favorito.

—Lo sé —dice ella—, temo por mi integridad.

Mikasa suelta una risa. Las llaves suenan en la puerta y entra Eren. Ella se voltea y le tira un beso.

—Ah, llegó Eren. Luego hablamos —Eren se acerca y le deja un beso en la cabeza.

¿Me cambias por él? La traición.

—Hace como una hora que estamos hablando.

—¿Es Gabi? Dile que digo hola —dice de paso hacia la habitación.

—Eren dice hola.

¡Hola, Eren! Cuidado con Levi, dice que quiere matarte mientras duermes.

Mikasa ríe y dice más alto—, ella también dice hola.

Intercambia un par de palabras más con Gabi y cuelga cuando él regresa. Está vestido con ropa de no todos los días.

—¿Vas a algún lado? —pregunta Mikasa, levantando una ceja. Eren sonríe.

Vamos a algún lado.

Lo sopesa un momento.

—¿A dónde?

—Sorpresa.

Suena tentador. Se levanta del sofá y va a la habitación a cambiarse. Tal vez, en otro momento, habría pensado más en qué ponerse, pero ahora, estando de seis meses, no se le ocurre otra vestimenta que no sea zapatillas y una camiseta suelta. Espera que Eren no quiera ir a un lugar elegante.

—Lista —anuncia Mikasa y Eren se levanta del sofá.

Salen del departamento y dan algunos pasos hasta que Eren se detiene junto a una camioneta de carga. Se suelta de la mano de Mikasa y se acerca, abriendo la puerta para ella.

—Su carruaje —dice Eren, bromeando.

Mikasa sube y cuando él también lo hace, lo mira—. ¿De dónde la sacaste?

—Connie me la prestó —responde veloz. Arranca y cuando llega a un semáforo, se gira a ella—. Después de lo de la otra vez, creo que es bueno tener un vehículo. Al menos durante estos meses.

Ella asiente.

Andan por un rato hasta que llegan a una pizzería. Mikasa ríe apenas.

—¿Me estoy olvidando de algo? Todavía falta para nuestro aniversario.

Eren ríe también y sonríe nostálgico.

—Tenía ganas de venir aquí —se encoge de hombros, restándole importancia—, siempre pasan cosas buenas cuando comemos aquí.

Se conocieron ahí. Su primer beso fue ahí. Decidieron mudarse juntos ahí. Eren tiene bastante razón.

Se sientan afuera porque esa noche no hace frío y la noche está verdaderamente agradable.

—¿Quieres la usual o algo nuevo? —Eren baja el menú y la mira. Mikasa está pálida—. ¿Q-Qué pas–?

—Voy a vomitar —se pone una mano sobre la boca.

—Oh, mierda, uhhh, hazlo al costado.

—¡Dios, no–! —se vuelve a tapar la boca. Bueno. Al costado de la vereda será.

—Buenas noc– —el camarero se calla y hace una mueca cuando nota lo que pasa.

—¿Podría traernos agua? Como, ya —pide Eren. El otro asiente y se va veloz.

Mikasa se queda encorvada un momento cuando termina, tratando de recuperar el aliento. Se endereza cuando regresa el camarero.

—Gracias —sonríe ella.

—¿Puedo traerles algo más?

—Una pizza —dice ella—, de mozzarella.

Eren suelta una risa.


—¿Estás cansada? —pregunta él cuando están de vuelta en la camioneta.

—Un poco —bosteza. Regresan a casa—. Me daré una ducha.

—¿Quieres compañía? —pregunta, pero ya se está sacando la camiseta.

—Claro.

Mikasa toma sus cosas para ducharse. Se mete a la ducha y poco después, él se une.

—Mañana llega el pedido a la florería —comenta ella, mojándose el pelo—. Orquídeas, tagetes–

—¿Tagetes? —Eren resopla divertido. Le pone shampoo en la cabeza a Mikasa.

—Son… —suspira cuando los dedos de él se deslizan por su cuero cabelludo—, son parecidas a los claveles.

Él murmura una afirmación, aunque no recuerda cómo son los claveles—. ¿Tienen olor?

—Muy dulce.

Sigue lavándole el cabello, después hace lo mismo con el suyo. Ella se enjuaga y siente las manos de él, acariciando y masajeando su espalda. La abraza y acaricia su panza, a la vez que besa su hombro.

—Te amo —murmura contra su piel.

—Yo también te amo —responde ella.


Hace frío.

Levanta la cabeza cuando escucha el tintineo de la puerta al abrirse y ve a Sasha entrando. Tiene solo una camisa puesta y tiembla un poco.

—¡Dijeron que haría calor hoy! —dice ella, acercándose al mostrador.

—Dijeron que no haría calor —señala Mikasa. Sasha la abraza.

—¿Cómo está mi embarazada favorita? —Ella se levanta el suéter y revela la camiseta ajustada que tiene, mostrando la panza redondeada—. ¡Ahh, me muero de amor!

Mikasa ríe.

—¿Quieres tomar té? —Sasha asiente—. No me dijiste que estabas por la zona.

—No estaba —responde, acercando un banquito a su lado y sentándose—. Estaba con Niccolo, pero lo llamaron de improvisto para trabajar.

Suspira decepcionada y Mikasa acaricia su espalda.

—No es fácil tener un novio chef.

—Tiene sus ventajas.

Sasha se queda por el resto de la tarde. Cuando el reloj da las seis, Mikasa comienza a cerrar. Sasha la ayuda a meter las macetas de la vereda y después regresan adentro.

—¿No te vas? —pregunta Sasha cuando Mikasa se vuelve a sentar en su silla.

—Todavía no, Eren vendrá a buscarme.

—¿Sí? —pregunta desconcertada—. Creí que estaba trabajando doce horas.

—Lo está…

Bueno. Probablemente lo esté.

Pero si trabaja doce horas, ¿cómo es que tiene a veces dos o tres días libres en la semana? ¿O por qué últimamente sale más temprano de lo usual?

Es decir, no le molesta. El dinero sigue llegando, por lo que significa que no lo despidieron. Pero sí le llama la atención que no le haya dicho nada de este cambio.

Cuando Eren llega, Sasha ya se fue. Toca bocina, ella pone la alarma y sale.

—Hola, bebé —dice él, besándola—. ¿Cómo te fue?

Le cuenta sobre los ramos que vendió ese día. Estuvo movido toda la mañana, la interrumpían cada cinco minutos mientras almorzaba, pero después, en la tarde, se tranquilizó.

—Sasha estuvo hoy —finaliza—, dijo que Niccolo tuvo que irse antes de su cita por el trabajo.

Eren asiente.

—Debe ser decepcionante que cada vez que salen, él tenga que irse de improvisto, ¿no crees? Tiene un trabajo muy demandante.

Eren traga.

—¿Cómo te fue en el trabajo? —pregunta Mikasa, girando a él.

¿Que cómo me fue? ¿Será una prueba? ¿Cómo tiene que responder? La mira de reojo. Ella mira su celular. Bueno. Bueno. Tiene tiempo de pensar todavía. ¿Estará tardando demasiado en responder?

Mikasa gira a él, esperando una respuesta.

Se aclara la garganta—, sí.

Ella levanta una ceja.

—¿Te fue en el trabajo?

—Bien —dice veloz—, quise decir bien.

Perfecto, no se dio cuenta.


Tal vez, más que no darse cuenta, prefiere ignorarlo. Y Eren prefiere ignorar que sabe que ella finge no darse cuenta.

En realidad, no es algo tan grave. No es necesario hablarlo. Están bien, están juntando dinero y pasan tiempo juntos. Es una solución a todos sus problemas.

La cosa es, si bien Mikasa no está preocupada, sí tiene curiosidad. Eren lo sabe. Bueno, no, lo sospecha. Lo siente en las miradas que ella le da, cuando le pregunta cómo le fue y qué hizo en el trabajo.

—Oh, ya sabes, lo mismo de siempre —ríe, rascándose la nuca. Se sujeta el cabello—. Lo tengo un poco largo, ¿no crees? Debería cortarlo.

Ella acerca su mano y acaricia su pelo.

—¿Tú crees? No se ve mal —responde—, en invierno te hace frío, igual.

—Ah, es verdad —suspira.

—Si quieres, puedo cortarlo.

—Luego, tenemos cita con el doctor, ¿verdad? —ella asiente. Eren se levanta del sofá—. Iré a ducharme.

Tiene cita para una ecografía, algo de rutina.

—Todo está en orden —dice la obstetra—. Tal parece que será para agosto… ¿Han pensado en nombres?

Ambos se miran.

—No, en realidad —responde Mikasa y la doctora sonríe.

—Tal vez sea momento. ¿Les gustaría saber qué será?


Están caminando de salida. Eren no deja de mirar la ecografía impresa y ella no deja de ver su ceño fruncido.

—¿Está mal que no vea nada? —pregunta, pasando su brazo sobre los hombros de ella.

—No es muy clara —resta importancia ella. Llegan al auto y se sientan—. ¿Tienes algún nombre en mente?

Eren sonríe, sonrojándose un poco.

—Tengo algunos —dice—. ¿Tendrá dos nombres?

Mikasa hace una mueca.

—¿Dos apellidos?

—Jeager Ackerman —suena raro—, Ackerman Jeager.

Ambos suenan raro.

—Jeackerman —dice Eren y suelta una risa—, bueno, hay tiempo para decidir eso.

—Entonces, el nombre.

—En un momento, pensé que podríamos ponerle Hannes, como mi tío, pero Hannes Jeager suena raro —arranca y avanzan por la avenida.

—¿Hannes Ackerman? —suena mejor, pero en verdad no quiere ponerle Hannes—, bueno, hay tiempo.

Eren asiente.

—El sábado no vayas a la florería —dice él y ella frunce el ceño.

—¿Por?

Se toma un momento para pensarlo.

—Porque sí.

—Tómate más tiempo y piensa en una razón mejor.

—Bueno, uh, así tenemos una cita —dice, pero no suena convencido—, últimamente estás más cansada. Y ya que estamos en eso, tal vez habría que cerrar la florería hasta que nazca.

—No puede estar cerrada por tres meses —niega ella—. Le diré a Armin si puede acompañarme.

Eren asiente.

—Pero, este sábado no vayas.

—Vemos.


El sábado cuando despierta, no tiene ganas de ir. Además de que son las once y es algo tarde. Eren no la despertó a propósito.

Se levanta y se prepara algo para desayunar. Debería preguntarle a Eren a qué hora regresará, para prepararse para la cita, aunque duda que eso haya sido verdad.

Después de desayunar, se da un baño de bañera, largo y tendido, tanto que le da sueño.

—¿Hola? —una llamada la despierta.

Estoy yendo a buscarte.

—¿Eh? —no suena a Eren—, ¿qué? ¿Quién habla?

Eren —dice y suelta una risa—, ¿estabas dormida? Prepárate para salir, en diez estoy ahí.

Gime quejándose y él corta. Hubiera preferido más tiempo para prepararse.

Otra vez se encuentra con el dilema de qué ponerse, mayormente porque no sabe a dónde irá. Zapatillas y pantalón de jean es lo obvio, el tema es lo de arriba. Hoy hace frío, así que, un suéter, pero si van a un lugar con calefacción…

Eren vuelve a llamarla.

Estoy abajo.

—No sé qué ponerme —responde—, ¿a dónde vamos?

Ponte la blusa amarilla —ignora su pregunta.

—No me entra.

La camiseta azul.

—Tampoco me entra.

Mmhh… ¿La blusa negra?

—¡No me entra! —¿Por qué llora?

¿¡Por qué lloras!?

—¡No lo sé! —exclama.

Bien, espera, ahora subo.

Cuando Eren entra, ya está un poco más calmada.

—Entonces —dice él—, resolvamos esto, porque estamos llegando tarde.

—¿¡A dónde vamos!? —ah, ahí se fue la calma.

—¡E-Es sorpresa! —devuelve, un poco alterado—. Dios, tranquilízate, esto es más simple de lo que parece.

Se acerca a su armario y saca las prendas una por una, preguntándole si le entran o no.

—¡Ninguna me entra! —exclama, llorando más fuerte.

—¡No pasa nada! —trata de consolar—, ponte algo mío.

Oh. No lo había pensado.

—Me veo ridícula —se queja mirándose al espejo en el espejo del elevador. Eren tiene el suéter y el abrigo de ella en la mano.

—Pues, vamos tarde, así que para mí te ves de diez.

Le acaricia la mejilla en la medida en que puede– que no es mucha, porque está manejando.

Mikasa saca un pañuelo de su bolsillo y se limpia el rostro.

—¿Mejor? —ella asiente. Eren sujeta su mano.

—¿A dónde vamos? —pregunta mirándolo. Él le da un apretón en la mano y sonríe.

—Es sorpresa, pero ya casi llegamos.

Estaciona delante de la casa de Ymir e Historia. Mikasa sonríe.

—No será…

—¿Vas a llorar? —pregunta y después sonríe—, llorar mucho, mejor dicho.

Ella suelta una risa y ya siente sus ojos arder.

Entran a la casa y Eren le da pie para que abra la puerta a la sala, que está inusualmente cerrada.

La abre y escucha un ruido de algo rasgarse. Luego ve a todos sus amigos, que miran hacia arriba de la puerta.

—Mierda —murmura Eren. Se acerca a la puerta y tantea con la mano hasta que encuentra un hilo, del cual tira.

Comienzan a caer globos.

—Ay, Dios —dice Mikasa, mirando hacia arriba, luego al resto—. ¿Me hicieron un Baby Shower?

Se gira a abrazar a Eren y lo besa.

—Historia insistió —dice él y la abraza—. ¿Te gusta?

—¡Me encanta!

Entonces, el resto sí acerca a ella, a abrazarla también. Mikasa no puede parar de llorar y eso se vuelve aún más imposible cuando ve a Hanji.

—¡Sorpresa! —exclama, abrazándola.

—¡No puedo creer que estás aquí! —dice y se separa a mirarle.

—Me perdí el anuncio, no podía perderme esto —ríe Hanji, besando su mejilla.


Luego de saludar a todos, encuentra un momento de tranquilidad para acercarse a Eren. Están en la cocina, él buscando más bebidas y ella buscándolo a él.

—Gracias por esto —abraza su espalda—. Te amo tanto.

Eren ríe—, yo también te amo, y no fue la gran cosa. Historia organizó todo, yo solo llamé a Hanji y pag–

Se interrumpe, pero ya dijo todo.

—¿Pagaste? Huh —dice ella—, no lo noté de los ahorros…

No le da importancia, a esta altura, no le importa tanto, pero sí le llama la atención.

—Eren —llama y él se voltea—, ¿por qué no dijiste–?

—¡Lo siento, lo siento, es que–! —la interrumpe, ya no pudiendo tenerlo guardado—. Connie me consiguió un trabajo extra.

—¿Trabajo? —frunce la nariz desconcertada—, creí que te habían dado un ascenso, ¿qué tipo de trabajo?

—Ya sabes, de ese tipo —se acerca y susurra—, ilegal.

La mira avergonzado y hasta arrepentido.

—Eren —le pone las manos en las mejillas y sonríe—, no te preocupes.

—Pero…

—Quiero compartir el peso de tus pecados contigo —dice y después frunce el ceño—, eso sonó muy raro.

Eren suelta una risa y apoya su frente con la de ella.

—Lo quiero decir es que, no me importa, ¿sí? Prefiero que hagas esto a que trabajes doce horas.

Lo besa y después regresan con los demás.

—¡Mikasa! —exclama Hanji y pasa su brazo sobre su hombro—. Es hora de que lo digan.

—¿Qué cosa? —pregunta Eren.

—¡El género del bebé! —dice Hanji y se inclina ella—, aposté con Levi, así que, espero que sea titán.

Eren y Mikasa se miran, y después miran al resto sonriendo.

—Es…


Gracias por leer!

El chiste del titán lo sabrían si me siguieran en twitter(? arroba 1000i_g

perdón por los errores jajaja lo corregí así nomás, sino, no llegaba(?