Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, yo solo he creado esta historia sin más fin que el entretenimiento.

Flores

Había vuelto a su época el jueves por la tarde, después de semanas sin ver a su familia. El agotamiento producido por la búsqueda del último fragmento de la esfera los había dejado a todos agotados y habían decidido tomarse unos días de descanso para reponer fuerzas antes de volver a emprender sus viajes.

Su familia la había recibido con los brazos abiertos. Su madre se había apresurado a preparar una abundante cena y su abuelo y Souta habían procedido a interrogarla para averiguar cuánto tiempo se quedaría.

El domingo volvería al Sengoku. Era lo que había acordado con Inuyasha. Pero en su vida siempre había contratiempos. ¿Y cuál era el contratiempo en esta ocasión? Un examen de Ciencias. El lunes. Ni siquiera estaban en período de exámenes, todavía faltaban semanas para eso, pero la profesora, entusiasta de la Botánica, había decidido innovar. Así que no iba a ser un examen cualquiera.

Con todo esto se había encontrado el viernes al ir a clase. Sus amigas la habían rodeado y, tras preguntarle por su osteoporosis (de verdad, al abuelo tenían que empezar a ocurrírsele enfermedades más acordes a su edad), habían empezado a ponerla al día de lo que había ocurrido en su ausencia.

Cuando llegaron al tema del examen, Kagome había decidido calmarse, pensando que un examen de Ciencias no podía suponerle un gran problema, ya que iba a tener todo el fin de semana para estudiarlo. Pero entonces le dijeron que el examen no iba a ser tipo test.

Kagome se llevó las manos a la cabeza cuando le contaron que consistiría en identificar flores e, incluso, aprender su lenguaje. Flores. ¿Hierbas medicinales? Las identificaba sin problema, había aprendido mucho en los últimos meses, pero ¿las flores? Si la sacaban de las clásicas estaba perdida.

Tras implorarles a sus amigas que le dejaran fotocopiar los apuntes antes de irse a casa, emprendió el camino de regreso al templo, cabizbaja. Aferraba las fotocopias contra su pecho, aspirando el leve olor a tinta y deseando poder absorber los conocimientos que contenían aquellas páginas con solo acercárselas. Ojalá fuera tan sencillo.

En cuanto llegó a su habitación, se puso a estudiar. En un abrir y cerrar de ojos ya era sábado por la tarde. La frustración por la materia le había provocado un leve dolor de cabeza que había intentado mitigar a base de tés relajantes. Había sido inútil.

Ahora se encontraba con la vista clavada en la imagen de las acacias mientras intentaba memorizar su significado: elegancia y amistad sincera.

—¿Qué es eso? —preguntó una voz a sus espaldas.

Kagome dio un respingo, no se había esperado que volviera tan pronto.

—Flores —respondió pausadamente, girándose para mirar a Inuyasha—. ¿Qué haces aquí ya? Pensaba que ibas a venir mañana.

—Shippo dijo que se le había terminado el cuaderno de dibujo que le regalaste —dijo él cruzándose de brazos—. Me pidió que te lo dijera por si tenías alguno más. —Kagome asintió ante esto, haciendo nota mental del encargo. Inuyasha hizo una breve pausa y continuó—: ¿Por qué estás mirando esas flores tan raras?

A Kagome se le ocurrió entonces que a Inuyasha debían de resultarle desconocidas la mayoría de aquellas plantas. Después de todo, algunas venían de lugares tan lejanos como África. Se imaginaba que en el Sengoku no habría tenido oportunidad de ver nada parecido.

—Tengo… —se interrumpió, preparándose para sus quejas—, tengo un examen de esto pasado mañana.

—¡Dijiste que volverías mañana! —protestó él con el ceño fruncido.

—¡No es mi culpa! ¡Me lo dijeron ayer! —replicó Kagome con lagrimillas de frustración en los ojos y con los puños cerrados a la altura del pecho mientras se levantaba de su asiento para encararlo, agarrándolo finalmente por la parte frontal de su hitoe—. Y, si no apruebo, tendré que volver y repetir del examen. No quieres eso, ¿verdad que no? —Esto último lo dijo con la expresión más aterradora que Inuyasha le había visto en mucho tiempo.

El hanyou se quedó callado, sopesando lo que le había dicho. Por supuesto que no quería que se fuera tantas veces a su época y lo dejara solo… bueno, eso último no lo iba a decir en voz alta. Pero la veía preocupada y no le gustaba. Cuando Kagome se preocupaba, terminaba con una expresión que a él le llenaba de impotencia, porque a los demonios podía matarlos con su espada, pero no era tan sencillo desprenderse de los demonios internos de la chica.

Dirigió la mirada hacia los papeles que tenía sobre su escritorio, intentando entender lo que ponía. La escritura de su época y la de ella eran similares, pero la de la época de Kagome tenía unos trazos muy rectos que en ocasiones le resultaban difíciles de entender.

—Si pudiera ver las flores en persona, sería más fácil —murmuró Kagome con un suspiro mientras se daba la vuelta hacia sus apuntes—. Algunas fotos no salieron bien al fotocopiar los apuntes y ya no tengo tiempo de hacer copias nuevas.

Inuyasha la miró, no había comprendido la mitad de las palabras extrañas que había dicho, pero sí lo suficiente.

—Ya —dijo en apenas un susurro.

—¿Qué? —dijo Kagome mientras se giraba para mirarlo, pero Inuyasha ya estaba saltando por su ventana.

Kagome se quedó pasmada, con la vista fija en la lejanía, donde podía verle saltando de árbol en árbol hasta desaparecer. ¿Qué acaba de pasar? ¿A dónde va? Pero mientras se hacía esas preguntas, se dio cuenta de que sus preciados minutos de estudio también estaban yéndose con el viento, así que hizo todas sus cuestiones a un lado y se volvió a sentar en la silla.

No tenía tiempo que perder.

-x-

Al día siguiente, Inuyasha todavía no había regresado.

Kagome estaba en el salón con su familia, viendo las noticias. El presentador hablaba de varios asaltos a invernaderos que habían tenido lugar durante la noche anterior. Las cámaras habían captado al asaltante, pero se movía tan rápido que era imposible identificarlo. La pobre calidad de las imágenes no lo permitía.

La sacerdotisa mordisqueó una galleta con aire distraído. Apenas le estaba haciendo caso a la televisión, las palabras atravesaban su mente, pero casi no captaba su significado. Su cabeza estaba dividida entre el examen del día siguiente y las dudas sobre el paradero de Inuyasha.

Estaba segura de que no se había llevado la gorra que siempre le hacía ponerse cuando estaba en su época. Esperaba que no se metiera en ningún lío.

Tiempo después, subió hasta su habitación, mentalizándose para la que sería su última tarde de estudio antes del examen. Nada más abrir la puerta, oyó un golpe seco contra el suelo. Levantó la mirada y allí estaba él.

Con el pelo lleno de hojas sueltas.

Con manchas de tierra por todas partes.

Con las manos llenas de flores.

Un momento.

Inuyasha estaba delante de ella con varias docenas de flores distintas. Kagome tuvo que parpadear varias veces para poder procesar lo que estaba viendo. Abrió y cerró la boca varias veces, pero no salió ningún sonido de ella.

—¡Las encontré! —dijo Inuyasha con voz triunfal mientras se acercaba a ella y depositaba su botín entre sus brazos.

Kagome aceptó las flores por inercia, todavía estupefacta. No podía apartar la mirada de él. ¿Qué estaba pasando?

—¿Me has traído flores? —consiguió decir finalmente.

—Sí, son estas, ¿verdad?

Kagome parpadeó. Oh, claro. De repente, todo tuvo sentido. No era que le hubiera traído flores (no pudo evitar una leve sensación de decepción al comprenderlo, pero la descartó inmediatamente), sino que le había traído LAS flores. Eran las mismas que estaban en sus apuntes. ¡Las que tendría que identificar en el examen del día siguiente!

—Pero ¿cómo…? ¿Por qué…? —balbuceó.

—Dijiste que verlas te ayudaría a estudiar, así que fui a buscarlas. No esperaba encontrarlas tan rápido, pero había varios edificios enormes con montones de ellas. Solo tuve que rebuscar un poco —dijo Inuyasha sacando pecho. El orgullo brotaba de todos sus poros.

Kagome bajó la mirada hacia las flores. ¿Edificios enormes? ¿Con flores? Oh, no.

—Inuyasha, por casualidad, ¿esos edificios eran casi transparentes?

—Sí, tu época es rara. ¿Por qué construís cosas así? Se puede ver todo desde fuera —se quejó—. También es muy fácil entrar, pero eso me vino bien —dijo con tono despreocupado.

A Kagome le empezó al instante un tic en la ceja. Tenía delante al asaltante de invernaderos y él estaba tan tranquilo. Será mejor que mañana vuelva rápido a casa después del examen y que regresemos a la época antigua antes de que se meta en más problemas. Pero por el momento, decidió tranquilizarse.

Inspeccionó cuidadosamente las flores, observando que algunas las había arrancado directamente de la tierra, ya que todavía conservaban las raíces. Suponía que Inuyasha se había concentrado en su misión y no en tener cuidado con ellas.

Empezó a rebuscar entre sus apuntes, uniendo cada flor a su correspondiente imagen. ¡Se las había traído casi todas! Había azucenas, pensamientos, camelias, jazmines, crisantemos, acacias, nomeolvides… Inuyasha debía de tener buena memoria, porque era imposible que las conociera todas.

Un sentimiento de apreciación hacia él comenzó a llenarla por dentro. ¡Ahora seguro que aprobaba! Tal fue su emoción al pensarlo, que se dio la vuelta rápidamente, tan rápido que Inuyasha apenas pudo reaccionar, y lo estrechó entre sus brazos.

—¡Gracias! ¡Estoy salvada! —dijo Kagome mientras daba pequeños saltitos en medio de su abrazo.

—Yo… yo solo las traje para que acabes de una vez con ese «examen» tuyo —dijo Inuyasha mientras intentaba apartar el bochorno de sus facciones, rodeándole los hombros con un brazo.

Kagome levantó la vista y le sonrió ampliamente. Inuyasha se quedó prendado de su expresión, al menos se le había quitado la preocupación de la cara. Se relajó visiblemente. De repente, ella se sobresaltó y rompió el contacto visual que habían mantenido durante los últimos instantes.

—¡Tengo que estudiar! —dijo alarmada, separándose de él.

Inuyasha asintió y, con la promesa de que vendría a recogerla después de su examen, salió por la ventana para marcharse.

Kagome echó un último vistazo hacia el exterior antes de tomar entre sus manos una azucena. Gracias, Inuyasha, se dijo mientras aspiraba su dulce aroma y sonreía para sus adentros, estoy segura de que podré con este examen.


Nota de la autora: ¡Muchas gracias por todos vuestros comentarios! Lo diré una y otra vez, no sabéis la alegría que me da leerlos.

Por si os interesa, el significado de la azucena es el amor puro, según he podido averiguar.

Este capítulo se corresponde con el tema #24 - Ayudarle a estudiar/practicar algo del reto Diario de amor... Cien relatos feudales del foro ¡SIÉNTATE!

¡Espero que os haya gustado y que me digáis qué os ha parecido!

¡Hasta la próxima!