Llegó la hora del almuerzo y Sayuri hizo su entrada en la habitación de Bankotsu con un buen plato de comida.

-Pescado asado y arroz- comentó el mercenario sonriendo de medio lado y Sayuri lo miró con seriedad. Bankotsu adoraba el pescado asado y buscaba romper el hielo pues la youkai no había dicho nada -¿Cómo fue que supiste que yo estaba en el bosque de los ninjas?

Sayuri dió un suspiro y miró a otro lado.

-Tus sentimientos me llamaron- explicó, recordando ese momento. Bankotsu la miraba con atención -Percibí tu dolor físico y tu miedo y me apresuré para llegar. Sabía que iba a ocurrirte algo malo y no me quedaría sin hacer nada al respecto- dijo con simpleza.

-¿Y qué hay de Banryu? ¿Qué significa que ella se presentó?

-No sé si crees en esto, pero cada espada tiene emociones. Algunas son más suaves y otras más intensas- dijo ella y él se quedó en silencio -Los sentimientos de la alabarda... me dan una idea del tipo de persona que es su dueño y... quiero que tú mismo me lo digas... Quiero conocer tu verdadera identidad- la youkai clavó su mirada color lavanda en la de Bankotsu, quién no dejó de observarla.

-Soy el líder de un escuadrón de mercenarios. Nos conocen como los shichinintai- dijo el moreno sin titubear. El corazón de Sayuri palpitó más fuerte -Ichiro, el samurái, me pidió tu cabeza.

"Ichiro, qué fastidio" pensó ella. Estaba entre creer y no creer que el joven samurái fuera capaz de mandar a alguien a matarla. Sin embargo, no era precisamente eso lo que la dejó sin palabras. Y es que en su alma le quedaba algo de esperanza para pensar que quizás lo que le había contado la señora Nanami y su esposo era una mentira.

-Bien. Lo comprendo- respondió con tristeza la youkai, dejando de mirar los ojos azules del guerrero asesino. Él sonrió de medio lado otra vez, disfrutaba de incomodar a las mujeres. Le encantaba ver sus expresiones de nerviosismo o temor.

-¿Qué? ¿No te lo esperabas? ¿O te asustaste?- preguntó Bankotsu maliciosamente y Sayuri volvió a verlo, molesta.

-¿Asustarme yo? ¿Por qué?

-Porque he asesinado a monstruos como tú. Sería tan simple como agitar a Banryu- la desafió con cierto tono seductor. Ella se sonrojó pese al enojo que él le estaba causando por retarla en ese instante.

-Yo podría ahorcarte y romper todos tus huesos, Bankotsu- advirtió.

-¿Por qué no lo haces ya mismo? Tienes la ventaja en este momento- continuó el mercenario con tranquilidad. Confiaba plenamente en la percepción que tenía de la demonio. "Porque no soy así" pensó Sayuri, indignada. Bankotsu había logrado disgustarla, ponerla a prueba, sin motivo aparente.

-Eso era todo lo que necesitaba saber. Te veré más tarde- dijo ella, cerrando el tema de manera cortante.

-Como digas, Sayuri- contestó Bankotsu, acentuando su sonrisa de medio lado a la vez que ella salía de la habitación.

-Sayuri- le dijo Hikari aproximándose en el pasillo y de inmediato notó su expresión de enojo y desazón -¿Qué sucedió? ¿Lograste hablar con Bankotsu?

-Me lo ha confirmado todo. Es el líder de los siete guerreros asesinos- dijo y Hikari la miró severa -Y no sólo eso. Ichiro le puso precio a mi cabeza, fue por eso que lo hallé en el bosque de los ninjas.

-¡Maldita sea!- exclamó la curandera, sin poder creer lo de Ichiro y se refirió a Bankotsu -Ese condenado no debería estar aquí. No merecía los cuidados que le hemos brindado- dijo irritada.

-Seguramente esa fue la razón por la cual intentó escaparse al principio- concluyó la youkai y tomó las manos de la bruja con una mirada de tormento -Hikari, necesito unos momentos para pensar en esto. ¿Podrías darle la cena a Bankotsu más tarde?

-Pierde cuidado. Yo lo haré en tu lugar- le dijo Hikari y la dejó ir. Cerró sus puños con impotencia mientras la observaba desaparecer camino a su habitación. Podía hacer algo, pero aún no era el momento adecuado. "¿Y qué si le tiro un conjuro al asesino para castigarlo?... No, mi niña no me lo perdonaría... Tendré que permitir que ella tome las riendas de ésta situación... y las cosas se darán... para que ella sea feliz" pensó.

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Bankotsu aún se sonreía de medio lado recordando su última conversación con Sayuri. Ciertamente, el hecho de que ella no fuera como los demás monstruos o espíritus le daba algo de ventaja. Aunque también la volvía enigmática e interesante, lo que sumaba a sus encantos.

Su estómago hizo ruido, lo que le indicó que probablemente le tocaba cenar. Intentó imaginarse lo que Sayuri haría o diría cuando llegara a darle de comer, pero Hikari fue la que se presentó con la cena. "Ah, no vino porque está enojada" concluyó en su mente el moreno.

Ninguno de los dos dijo nada, hasta que Bankotsu habló.

-Por lo que he visto, Sayuri no ha usado sus habilidades mentales en mí- fanfarroneó, a lo que Hikari giró los ojos hacia arriba -¿Tú sabes por qué, hechicera?

-¿Te interesa?

-Sólo tengo curiosidad. Generalmente, los demonios no hacen el tipo de cosas que ella hace.

-¿Como por ejemplo, salvar y cuidar al mercenario que venía a matarla? ¿Inclusive tratar de curarle las heridas con sus habilidades sobrenaturales?- preguntó, molesta.

-Para eso me pagan, y mis hermanos y yo tenemos fama de hacerlo bastante bien- comentó él, altivo.

-Que quede claro que no me agrada para nada la idea de que estés aquí, pero respeto las decisiones de mi niña- dijo Hikari firmemente pero tranquila -Y sí, tienes razón. Sayuri no es como cualquier monstruo y sus padres tuvieron mucho que ver. Ellos también fueron muy especiales. De hecho, deberías por una vez darle las gracias. La conozco y sé que apesar de que le dijiste la verdad, ella no te hará daño.

Bankotsu se sonrió engreído de medio lado, terminó de cenar y Hikari salió de la habitación.

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Sayuri permanecía en su habitación, de pié en el umbral de la puerta que daba a su jardín. Hace una hora que todo estaba oscuro y ella peinaba su cabello suelto recordando al mercenario.

Y se preguntaba por qué. Por qué rescató a Bankotsu, por qué cuidaba de él, por qué había aceptado el trabajo que Ichiro le encomendó y por qué no había demostrado sentimiento alguno al decirlo. ¿Y qué si en serio la asesinara estando ya recuperado? ¿Se vería en la obligación de aniquilarlo también? No podía,... más bien no quería...

Algo le ocurría con él, se le hacía demasiado atractivo. El azul de sus ojos o su sonrisa altiva, su profunda voz o el color moreno de su piel, tan peculiar. Experimentaba debilidad, como si fuera a derretirse o como si en cualquier momento se lanzara a sus brazos irremediablemente.

Dió un hondo suspiro y dejó su peine en su lugar. No quería darle más vueltas al asunto, estaba obligada a cumplir la única alternativa. Utilizaría sus habilidades mentales para apresurar la recuperación de Bankotsu lo más posible, se mantendría alejada de él en el entre tanto y lo dejaría marcharse cuando estuviera sano.

Salió de su habitación y caminó hacia la de Bankotsu, nerviosa pero con seriedad. Entró y él abrió los ojos para mirarla fijo, sonriendo de medio lado. La youkai miró al suelo, no quería sentirse frágil y se le acercó rápidamente.

-Disculpa, ¿te desperté?- preguntó ella, suavemente.

-Sólo estaba descansando un poco.

-¿Qué pensarías si utilizara mis poderes para curar todas tus heridas?- la youkai fue directo al grano y se atrevió a mirarlo, encontrándose con el azul de su mirada.

-Supuse que eso habías intentado la vez pasada.

-¿Quiere decir que me permites hacerlo?- preguntó Sayuri, con cierta timidez -No quiero obligarte si no quieres.

-Se trata de si tú quieres hacerlo o no- respondió él, con tono sereno.

-Requiere de mucha concentración. Por favor no hables y tampoco te muevas- rogó ella.

En silencio, puso sus manos en su brazo fracturado y cerró sus ojos. El moreno no dejaba de mirar la concentración en su bello rostro y al cabo de unos minutos empezó a sentir que el dolor y la incomodidad se desvanecía. Sayuri se halló agobiada y no pudo más, respiró con agitación y le dedicó una mirada al moreno. Él acentuó su sonrisa de medio lado.

-Se siente un poco mejor- dijo el moreno y Sayuri asintió -Gracias.

-Vendré por un instante todas las noches, hasta que tus huesos y la herida en tu vientre se regeneren- le dijo y se puso de pié para caminar a paso veloz hacia la puerta -Buenas noches, que descanses- se despidió antes de salir.

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Pasaron tres días y Bankotsu no volvió a ver a Sayuri durante el día, sólo en la noche. Quería preguntarle a Hikari sobre ella, pero tampoco quería mostrarse interesado y de cierta forma sabía la razón por la cual ella había determinado tomar distancia de él.

Cada noche que Sayuri iba a visitarlo antes de la hora de dormir, su recuperación avanzaba. En efecto, la herida del sable ninja al costado de su ombligo estaba cerrada al igual que las otras heridas pequeñas. Sayuri había pedido a uno de los aldeanos hacerle una especie de bastón de madera, el queBankotsu utilizaba para caminar un poco en compañía de Hikari, puesto que sus huesos del brazo y de la pierna estaban casi regenerados.

Pese a ello, había un detalle que daba vueltas en su cabeza sin parar y ese detalle era Sayuri. En su vida, nunca se permitió enamorarse o amar a una mujer, ni hablar de tener una esposa o un bebé. Pero la youkai causaba sentimientos totalmente nuevos y desconocidos en él.

Esperaba el momento de volver a verla cada noche con mariposas en su estómago, tenía ganas de estar a su lado y a ratos se imaginaba en situaciones románticas con ella. ¿Cómo sería besarla? ¿De qué manera podría hablarle de sus sentimientos? ¿Cómo sería hacerle el amor la noche entera y dormir abrazados? ¿Qué pasaría si ella sintiera lo mismo y decidieran estar juntos? Se hallaba así mismo un estúpido y se reprochaba duramente semejantes emociones hacia Sayuri, creyendo que quizás nada de ello tenía sentido. "Sayuri es una youkai y ellos no mantienen romances con humanos. Nisiquiera me permitiría cortejarla porque yo soy un mercenario y en un principio venía a acabar con ella" divagaba en su cabeza.

Además de todo ello, se encontraba tremendamente aburrido de estar en el futón descansando y encerrado. Esa mañana después del desayuno se animó a salir solo de la habitación por primera vez, utilizando el bastón.

Caminó por el pasillo hasta que dió con la salida al jardín, de donde provenían gritos y risas de niños. Bankotsu frunció el ceño y se asomó para espiar lo que estaba sucediendo.

Sayuri estaba sentada en el césped acompañada de un grupo de aproximadamente diez niños de entre 5 y 8 años de edad. La youkai movía sus manos aplicando sus habilidades sobre unas aves de papel hechas por los niños, las cuales parecían volar por sí solas. Ella sonreía al ver las caras de alegría y entusiasmo de los niños por lo que sus poderes mentales le permitían hacer.

Bankotsu observaba un poco boquiabierto, pues la escena le parecía inconcebible. Un espíritu demoniaco utilizando sus poderes sólo con el fin de divertir a un grupo de niños humanos. Y la luz de la mañana la hacía verse bellísima, llevaba el cabello suelto y él sonrió de medio lado.

-Señorita Sayuri, queremos volar- le pidió uno de los niños con entusiasmo. Todos empezaron a saltar y hablar al unísono, alegremente.

-¿Cómo?- preguntó ella entre risas.

-¡Sí, queremos volar!- dijo otro de los niños.

-¿Están seguros?- dijo Sayuri.

-¡Sí!- exclamaron todos.

La youkai estiró sus brazos y abrió sus manos hacia ellos y luego de unos segundos, los niños comenzaron a elevarse lentamente. Se rieron y gritaron fuerte, estaban emocionados.

-¡Sayuri, por favor!- gritó Hikari, acercándose asustada. Al verse desconcentrada, Sayuri los puso nuevamente en el suelo, con cautela -¿Te volviste loca?- le preguntó la curandera.

-Sólo jugábamos, señorita Hikari- explicó uno de los niños.

En eso, Bankotsu vió a Sayuri volteando hacia él y se miraron fijamente. La youkai se le aproximó apresurada.

-¿Qué haces? Deberías estar recostado- le dijo, tomándolo del brazo para ayudarlo.

-Son muchos días así. Me siento aburrido- dijo Bankotsu, volteando hacia el pasillo con la ayuda de Sayuri -Los monstruos no juegan con niños, ¿cierto? Tú les permites que vengan al jardín de tu palacio.

-¿No te agradan los niños?- preguntó Sayuri.

-A decir verdad, no demasiado- reconoció él.

-Ustedes los humanos, son especiales. Mis padres me enseñaron a respetarlos y defenderlos cuando lo necesitan.

-Tú eres especial, Sayuri- dijo Bankotsu con voz seductora, sonriendo de medio lado y la miró para ver su rostro pero ella miró a otro lado, sonrojada.

Llegaron a la habitación y Sayuri lo ayudó a sentarse a lo indio sobre el futón.

-Los aldeanos me han traído fruta. ¿Quieres comer?- le preguntó la youkai volviendo a mirarlo y él sonrió de medio lado, asintiendo. Sayuri le devolvió una pequeña sonrisa, fue a buscarla y estuvo de vuelta en cosa de segundos.

Traía un cuenco con trozos de manzana roja y fresas para los dos, y se sentó a su lado. Sayuri le acercó el cuenco a Bankotsu y él sacó un trozo de manzana, mientras que ella sacó una fresa. Sus miradas volvieron a cruzarse y acentuaron sus sonrisas.

-No te había visto comer- comentó Bankotsu.

-No suelo comer demasiado- dijo ella y el moreno recordó que los demonios podían pasar mayor tiempo sin comer y sin dormir que los humanos -Pero sí me agrada la fruta- reconoció.

La mirada fija y seductora de Bankotsu sobre sus ojos la puso nerviosa y a él se le ocurrió una buena excusa para lograr algo con ella.

-¿Me das una fresa?- pidió el moreno y Sayuri le acercó nuevamente el cuenco, a lo que él negó con su cabeza -Quiero que me la des tú. En la boca- aclaró y Sayuri sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo.

La sonrisa de la youkai se borró y se sonrojó, indecisa por un momento. Sin pensarlo, tomó una fresa para llevarla a la boca del moreno. Él abrió su boca y mordió la fresa sensual y suavemente, manteniendo su mirada fija en los ojos lavanda de Sayuri que no dejaron de mirarlo. La youkai se quedó muda y Bankotsu tomó otra fresa del cuenco para ofrecérsela a ella con una sonrisa cautivadora. Sayuri le sonrió coqueta y se aproximó para morder la fresa, cuando él tomó su mentón con la mano y la besó.

Sayuri cerró sus ojos de manera automática al sentir los labios del mercenario sobre los suyos en un suave beso y el tiempo se detuvo. Bankotsu abrió un poco su boca, deslizando su lengua con el fin de separar los labios de ella y entrar en su boca. Ella lo siguió y abrió su boca un poco más para juntar su lengua con la de él, mezclando los dulces sabores a manzana y fresas. El moreno se asombró, probablemente él no era el primer beso en la vida de Sayuri, pero qué bueno era no tener que enseñarle a besar. Porque ella sabía hacerlo bastante bien y pronto el beso se tornó más profundo. La youkai lo tomó del rostro y él puso las manos en su cintura.

Repentinamente recordaron dónde estaban y se soltaron lentamente, como despertando de un lindo sueño. Sonrieron sonrojados, pese a que Sayuri se encontraba un tanto avergonzada.

-Discúlpame, yo...- intentó explicarse la youkai, apenada. No estaba acostumbrada a dejarse llevar tan fácil por un beso.

-No hay de qué disculparse- le dijo Bankotsu tranquilo, sonriendo más -Tenía muchas ganas de besarte y tu boca me dijo que a tí te pasaba lo mismo- agregó con aires seductores.

-Bankotsu...- dijo la youkai en voz baja y algo coqueta.

-Que no te dé vergüenza. Nadie sabrá que nos besamos- le dijo él guiñándole un ojo y sacando manzana del cuenco. Sayuri lo imitó y asintió con cierto alivio.