And I never, ever called

Because I didn't let you go


El talento de Illumi para el camuflaje y las transformaciones era algo nato, solo tomó un par de agujas tácticamente colocadas sobre su cuerpo, para que de pronto se convirtiera en otro Hisoka. Una copia idéntica. Perfecta. Tan perfecto que hasta era repulsivo.

Ninguna de las arañas se había dado cuenta de que había un impostor entre ellos, como era de esperarse.

Por un momento muy corto Illumi dudó en ayudar al mago. En su mente pasó la posibilidad de que los miembros de la Brigada recordaran la esencia de su Nen, lo cual lo ponía un poco nervioso. Claro, si Illumi pudiera sentir emociones sin dudas sería algo como eso. No entendía muy bien lo que estaba sucediendo; sólo sabía que no pudo contactar con Chrollo luego de matar a los Diez Dones y que aparentemente ahora se encontraba en peligro. También parecía que Hisoka consideraba que era un buen momento para intentar pelear contra el líder de las arañas, finalmente cumpliendo su oscura fantasía.

Si alguien le preguntara a Illumi ¿Quién piensas que ganaría? ¿Hisoka Morrow o Chrollo Lucilfer? Primero se tomaría un momento de silencio, pero eventualmente respondería.

Obviamente, Chrollo Lucilfer.

Ciertamente nunca había visto a Chrollo pelear. Sólo contaba con antiguas anécdotas de su familia y el poco conocimiento que recopiló él mismo sobre el líder de la Brigada Fantasma. Cosas como el tipo de libro que más disfrutaba leer, o que tenía una extraña afinidad por el color negro. O también la pose exacta que tomaría al sentarse justo en el altar de su guarida en Ciudad Meteoro; el tono de voz que usaría, las expresiones que pondría, las órdenes que daría.

Oh. En ese momento Illumi se dio cuenta de que su conocimiento sobre Chrollo era, en efecto, completamente trivial.

¿En que podría ayudar saber sobre su tipo de novela favorita? Ciertamente, en Illumi pudiera sentir emociones, estaría pasmado. Completamente sorprendido.

¿En qué momento aprendió todo eso?

¿Cómo podía recordarlo tan bien?

Él nunca había memorizado cosas inútiles, y no porque su capacidad de almacenamiento sea pequeña; simplemente desde que era un niño le inculcaron que cualquier conocimiento chatarra debería ser desechado. Llenar la cabeza de cosas inútiles nubla el pensamiento, convirtiéndote en un idiota. Eso solía decir su abuelo. Tomando esas palabras, en ese momento Illumi podía ser considerado un idiota.

Un idiota que conocía muchos datos inútiles sobre Chrollo Lucilfer.

Las horas pasaron y la tensión en el ambiente sólo crecía. Se notaba claramente que la Brigada se encontraba dividida en dos bandos; y ambos se lanzaban miradas cargadas de desdén, enojo, frustración.

Illumi quería saber que estaba pasando. Quería preguntar que rayos había ocurrido. Pero no podía. Hisoka no le había mandado ni un mensaje desde que se fue, Chrollo tampoco. Miraba la pantalla con los ojos en blanco, esperando algo. Lo que fuera.

Estaba aburrido, la zona en donde tenía incrustada una aguja comenzaba a picar.

Su disfraz no duraría mucho tiempo más.

En ese momento, una mujer rubia entró al edificio abandonado. Illumi la conocía, era Pakunoda. Paku, como le llamaba Lucilfer. Especialista, experta en el manejo de armas de fuego, con un poder interesante. Chrollo una vez había incitado a Illumi a participar en una competencia de tiro al blanco contra ella; obviamente él ganó. No se llevaban mal, pero tampoco bien. Le era indiferente. Un sentimiento mutuo.

Illumi aprovechó que las arañas se entretuvieran con su llegada para desaparecer entre las penumbras. Al fin podría dejar de ser Hisoka.


– Bienvenido, Nii-san. – la voz de Kalluto lo recibió al entrar en la habitación de hotel que compartían. – ¿Terminó tu trabajo?

– No lo sé. – Illumi realmente no lo sabía. No hasta que Hisoka le mandara algún mensaje de aprobación.

Kalluto hizo una mueca ante la respuesta. Quería preguntar, pero sabía que meterse en los asuntos de Illumi estaba fuera de sus límites. Así que no dijo nada más.

No pasó mucho tiempo hasta que su Padre y su Abuelo también llegaron a la misma habitación. Inmediatamente ambos Zoldyck clavaron la mirada en el hijo mayor, quien se encontraba sentado en una cama al lado de Kalluto. Ambos leían un mismo libro en silencio. Nuevamente Kalluto quería preguntar, y nuevamente, volvió a callar.

– Illumi.

– Padre.

Silva se sentó al borde de la segunda cama, su mirada era dura y fiera. Illumi cerró el libro que tenía en sus manos. Jamás se había sentado más derecho que en ese momento. Zeno mantenía una expresión impasible, sentándose junto a Kalluto lentamente.

– ¿Desde cuándo intercambias con el líder de la Brigada Fantasma? – Sin esperar nada, su padre arremetió contra él.

Mierda, se había metido en un gran problema.

– Desde hace cinco años.

Jo, jo. Zeno rió, tomando entre sus dedos su fina barba, acariciándola. Por un momento Silva quedó en blanco, demasiado impactado como para enojarse. Aún.

– ¿Cuándo lo conociste?

– Cuando tenía 19, en aquella misión del bar.

Bar, ¿Bar? Claro, la discoteca. Silva había pensado que sería lindo recompensar a Illumi por su arduo trabajo en la familia, por eso busco posibles regalos para los adolescentes en esos días. Ir a discotecas era lo que más les gustaba, ¿No? Jamás imagino que se toparía con alguien tan peligroso como Chrollo Lucilfer en una discoteca. Sintió como si hubiera mandado a su propio hijo a la boca del lobo.

– ¿Cómo?

– La brigada tenía asuntos con aquel cliente también. Por eso la misión se retrasó, sólo logré matarlo cuando ellos terminaron de sacarle la información que necesitaban.

Illumi respondía con un tono de voz mecánico. Sentía que estaba en un interrogatorio, sentía que su vida dependía de las respuestas que estaba dando.

– Ustedes… – el tono de Silva flaqueó. – ¿Ustedes son amigos?

Realmente no quería saber la respuesta. Sin embargo, el Zoldyck interrogado respondió rápidamente:

– No. No… ¿No? – Illumi abrió los ojos sorprendido. Sabía que no era un amigo de Lucilfer, pero tampoco sintió que era correcto negarlo.

Silva alzó una ceja ante el comportamiento de su hijo mayor, no pudo responder, porque fue interrumpido por una melodía. Un tono de llamada. La atención de todos los Zoldyck en la habitación se giró hacia el teléfono de Illumi que comenzó a sonar sobre la mesa de noche. Silva se adelantó, tomándolo en sus manos, mostrando a todos los presentes la pantalla del mismo.

Llamada entrante de Chrollo Lucilfer.

Illumi se tensó viendo la expresión ilegible de su padre. Mierda, oh santa mierda. Si creyera en la suerte estaría seguro de que hoy no estaba de su lado, para nada.

– Contesta – Silva le tendió el teléfono. – En altavoz.

Vacilando, el hijo mayor de los Zoldyck presionó el botón de contestar.

¿Alguna vez pensaste en unirte a la Brigada, pequeño Zoldyck?

Poniendo los ojos en blanco Illumi suspiró.

Por un momento se había olvidado que estaba siento observado, inmediatamente se tensó colocando su habitual expresión vacía, aunque ya hacía sido descubierto. La voz de Chrollo al otro lado de la línea sonaba como siempre, ignorando que estaba siento escuchado por muchos oídos: calmada y serena, quizás algo juguetona. Para nada parecía alguien que había escapado de las garras de la muerte hace solo un par de horas.

– No realmente. – No lo dijo sólo porque su padre estaba mirándolo, él realmente jamás lo había pensado.

Una risilla se escuchó por el altavoz.

Que bueno, porque tengo prohibido hablar o acercarme a los miembros de la Brigada ahora.

Ah. Illumi quería hacer una mueca, pero se contuvo.

– ¿Qué pasó con Hisoka?

Ah, ¿Sabes de eso también?

– Algo así.

Al parecer, Hisoka no está interesado en pelear con personas que tienen el Nen sellado, ¿Curioso, no?

Nen sellado. Por alguna razón esas palabras cayeron como plomo pesado para Illumi. Antes de que pudiera decir algo, Kuroro volvió a hablar:

A decir verdad, estoy en un problema. ¿Aceptarías otro trabajo de mi parte, pequeño Zoldyck?

Miró a su padre, quien lo miraba impasible, con los brazos cruzados. La hizo un gesto de que prosiguiera.

– ¿De qué se trata?

Estoy atrapado en un acantilado, sin Nen. No puedo bajar. Ir a buscar mis cosas a nuestra base también es imposible, porque no puedo acercarme a la araña. También estoy desarmado.

Illumi escuchaba atentamente. En realidad, todos lo hacían.

Así que, ¿Vendrías a buscarme? También, te pediría que buscaras mis cosas. Ya sabes dónde queda la guarida, y sabes que traer.

Oh, mierda. A cada palabra que Lucilfer soltaba, más rígida se ponía la expresión de su padre. Cállate, por favor. Pensó Illumi; Chrollo le estaba llevando al matadero.

Finalmente, ¿Aceptarías ser mi guardaespaldas? Sólo unos meses, hasta que pueda desaparecer.

– Él acepta. – Dijo Silva con voz firme.

Oh – Chrollo, al otro lado de la línea, se dio cuenta de que estaba siendo escuchado. Illumi pensó en la cara que tendría. – Siempre es bueno volver a escuchar tu voz, Silva.

– Illumi acepta el trabajo. Irá a buscarte en un dirigible en una hora. Y tú. – Silva apuntó con su dedo a Illumi. – Cuando esto termine estás castigado.

La risa de Chrollo resonó fuertemente en la habitación.

Por primera vez en mucho, mucho tiempo; Illumi sentía sus mejillas arder en un sonrojo de vergüenza.